Jean Francois Lyotard y la postmodernidad

Jean Francois Lyotard y la postmodernidad
THOMAS PYNCHON (original en italiano, traducción por Roberto Pineda)

La reflexión sobre la característica fundamental del mundo contemporáneo, sobre los aspectos históricos de la realidad que nos resultan más próximos (tan próximos como para ser vividos en este momento por cada uno de nosotros) ha sido inaugurada por el filosofo francés Jean Francois Lyotard (1925-1998) célebre en el ambiente filosófico mundial por haber expuesto, en su estudio (La condición postmoderna, 1979) la línea directriz de la época actual.
La época actual, que Lyotard llama postmoderna, se caracteriza por la disminución de la pretensión propia de la época moderna de fundar un sentido único del mundo a partir de principios metafísicos, ideológicos o religiosos más que de la consecuente apertura hacia la precariedad de todo sentido.
De este estudio nace toda una nueva reflexión sobre la contemporaneidad, en la que se verán involucrados muchos intelectuales y estudiosos, en la búsqueda de aquella definición unitaria que por su propia naturaleza escapa a la época postmoderna.
Debe recordarse, además de otros importantes datos sobre lo postmoderno, que Lyotard estuvo comprometido constantemente en el frente político y social. Exponente de la izquierda minoritaria francesa, figura entre los redactores de la revista “Socialismo o Barbarie”, y estuvo en primera línea durante el periodo de la protesta además de frecuentar los ambientes de la vanguardia artística y cultural.
1. La multiplicidad irreducible
La época moderna que precede a la contemporaneidad postmoderna, se caracteriza según Lyotard, por el proyecto de explicar el mundo mediante la aplicación de un principio unitario. Por ejemplo, los grandes movimientos de la modernidad tales como el iluminismo, el idealismo y el marxismo, poseen la pretensión de abarcar el sentido de la realidad entera dentro de un principio unitario: la razón para el primero, el movimiento totalizante del espíritu para el segundo, la ley materialista de la realidad para el tercero.
El fin de la pretensión de darle un sentido unitario a la realidad implica por tanto el manifestarse, en el período postmoderno, a través de la diversidad de los sentidos, una diversidad que es irreductible, que no puede ser de algún modo negada por un principio unificador. Todo ámbito de la realidad posee un cierto sentido, y toda tentativa de edificar un sentido unitario es solo apariencia.
La realidad es diferencia, multiplicidad irreductible, ya que el cambio no puede ser enjaulado en un esquema único. Tal característica no es mala ya que Lyotard afirma que tal diversidad irreductible de la realidad es cosa positiva, en cuanto responde a la realidad auténtica de las cosas. Esto puede producir una mayor riqueza cultural ya que siempre que privaba el principio único este pretendía restringir a toda cosa dentro de su rígida ley y apagaba toda posible innovación y negaba toda posible apertura.
En este contexto es por lo tanto inalcanzable también la pretensión de encontrarle un fundamento seguro a la moral: toda tentativa de fundar establemente una ética ligándola a cualquier ley fundante está condenada al fracaso, dada la diversidad irreductible que es el aspecto auténtico de la realidad e impide a cualquier hombre de encontrar realmente el sentido estable y absoluto del “todo” que en cambio fue la pretensión y el proyecto principal de la filosofía del pasado.
2. La modernidad: el proyecto de un principio unitario.
Como se ha dicho, la modernidad se caracterizaba por la fe en el poder de comprender establemente el sentido del mundo por medio de un principio unitario. Esta fe se traducía en una fe en el progreso, o en creer en la posibilidad de mejoramiento del conocimiento humano y de los medios de producción para poder garantizar que el bienestar fuera creciente y en una tendencia estable a lo largo del curso del tiempo.
El periodo moderno de la sociedad occidental inicia a grandes líneas, en el Renacimiento, prosigue con el Iluminismo y termina con el inicio del siglo XX. En este periodo se vivió la tendencia a considerar la posibilidad del mejoramiento en cualquier campo de la vida y del saber como una ley evidente, probablemente fundada sobre el entusiasmo producto del creciente y continuo progreso en la evolución metodológica y alimentado por la continua revolución científica y social del periodo.
El clima de fe en que se encontraba el periodo moderno no prescindía de la voluntad de insertarse al mismo tiempo dentro de una ruta histórica definida: la revalorización de la historia como ciencia de los hechos y como lugar donde se conserva la memoria que se remonta al iluminismo, y se afirma en el periodo moderno. Solo teniendo presente el trayecto global de su historia el hombre moderno podía deducir la ley del desarrollo que se consideraba el destino de la humanidad. Este tratamiento del pasado es uno de los rasgos que no es más presente en la cultura postmoderna, o al menos lo es en medida mucho menor que en el pensamiento moderno.
3. La categoría postmoderna: la crisis de la inmutabilidad
El periodo postmoderno inicia en el mundo occidental a partir del siglo XX, no se oculta este dato preciso para comprender el origen verdadero de este periodo. Pero si se configura como un pretendido deterioro de la pretensión de fundar unitariamente cualquier principio y por lo tanto se presenta como la afirmación progresiva de la idea que nada puede apoyarse establemente bajo un sentido definitivo. Por lo tanto se debilita la fe en un sistema de pensamiento que imponga una visión definitiva de la realidad: se debilita la fuerza de la filosofía como anuncio de un saber verdadero e indiscutible, se debilita la fe en las leyes inmutables del mercado (la economía clásica) se debilita la fe en los sistemas políticos con pretensión de fundamento universal (el marxismo) y se debilita la misma fuerza de la fe dogmática.
Estos aspectos de la postmodernidad no son el fruto de principios metafísicos subyacentes al mundo, la postmodernidad es una categoría detectada empíricamente, la toma de conciencia de una situación histórica. Es una situación a la que, históricamente, le asiste una progresiva pérdida de la autoridad de las instituciones políticas, de las leyes morales, de la estructura religiosa. La postmodernidad es la culminación actual de esta tendencia.
4. La crisis del individuo
Por otra parte, además Lyotard advierta como la postmodernidad lleva en su seno la crisis del sentido existencial del individuo, mediante la cual el individuo pierde toda referencia fuerte que pudiera determinar con seguridad su identidad. Bajo el empuje de la tecnología, que representa siempre la fuerza dirigente de la contemporaneidad, el hombre asiste a una escisión y a una fragmentación de su certeza, de su identidad, de su tiempo.
La velocidad con la cual la ciencia moderna modifica el sentido de la realidad vuelva casi inútil la tentativa de definir o de permanecer de parte de cualquier significado. En este clima de crisis del significado permanente, el hombre, como sujeto consciente que debe darse necesariamente un sentido estable, vive irremediablemente su misma crisis.
El proceso de alienación del individuo como consecuencia del desarrollo tecnológico, se ajusta a la profecía marxiana. Si se piensa en la revolución de los medios de comunicación, en la presencia en la vida del hombre moderno de fuente de informaciones rápidas y fragmentadas, a través de las cuales el individuo asiste a la representación mediata de eventos y sucesos lejanos de él en el tiempo y el espacio más igualmente presentes directamente en su conciencia.
La enorme masa de eventos que alcanza su conciencia obliga al hombre contemporáneo a encontrar continuamente significado a los más diversos fenómenos, mientras en el pasado el sentido de la realidad era mediado por la tradición, y por la temporalidad del relato dictado, que permitía atenuar el sentido explicito de los eventos modelados bajo un significado compartido por la comunidad entera.
Hoy el hombre se encuentra como desnudo frente a los eventos, sin ninguna posibilidad de poder darles un sentido estable, un hombre desplazado, continuamente expuesto a la velocidad del cambio y a la sobrevivencia de los más diversos acontecimientos, los que le demandan el esfuerzo de comprender los más diversos significados.
El no creer más en la posibilidad de darle un sentido definitivo a la realidad conduce al hombre contemporáneo a una continua obra de redefinición dentro del tejido social y cultural en el que vive y se mueve, un tejido que se mantiene cambiando. El proyecto secular de la filosofía, que por siempre intenta colocar la certeza como principio que aleja el temor a lo indefinido, viene, cuando menos a adquirir una característica negativa, mientras que lo que antes era negativo, el cambio impredecible, adquiere en la postmodernidad una característica positiva.
5. Aspectos positivos de la postmodernidad
La reflexión postmoderna no aspira únicamente a enfatizar el aspecto negativo de esta tendencia contemporánea, sino también a definir los aspectos positivos (positivos desde el punto de vista de la reflexión postmoderna). Estos son: el distanciamiento con un capitalismo rígido e industrial, el desmoronamiento de la ideología totalitaria, el debilitamiento del temor a la autoridad, una nueva disponibilidad a una creciente tolerancia hacia la diversidad cultural y étnica, la creciente disponibilidad de información, la nueva oportunidad de intercambio cultural y comunicacional entre los individuos.
Todos estos aspectos conducen a aumentar, según los partidarios de la postmodernidad, la atención de los hombres hacia el respeto de los derechos inalienables de los seres humanos, fundado sobre el respeto de la diversidad, (se piensa en la batalla por los derechos civiles de los años 60 y 70, la lucha contra la segregación racial y a favor de la emancipación femenina).
La mayor parte del pensamiento postmoderno, por lo tanto, el aspecto esencial de esta categoría histórica, es la capitulación del sentido unitario del mundo a favor de la multiplicidad de significados de las formas históricas, sociales y culturales que lleva una revalorización de la diversidad que conduce al respeto a la diferencia que distingue entre los seres humanos y la tradición.
Jean Francois Lyotard e la postmodernità
La riflessione sulle caratteristiche fondamentali del mondo contemporaneo, sugli aspetti storici della realtà a noi più prossimi (talmente prossimi da essere vissuti in questo momento da ciascuno di noi) è stata inaugurata dal filosofo francese Jean Francois Lyotard (1925-1998), celebre nell’ambiente filosofico mondiale per aver esposto, in un suo studio (La condizione postmoderna, 1979) le linee guida dell’epoca attuale.

L’epoca attuale, che Lyotard chiama postmoderna, è caratterizzata dal venire meno della pretesa propria dell’epoca moderna di fondare un unico senso del mondo partendo da principi metafisici, ideologici o religiosi e dalla conseguente apertura verso la precarietà di ogni senso.

Da questo studio è nata tutta una nuova riflessione sulla contemporaneità che vedrà coinvolti molti intellettuali e studiosi, alla ricerca di quella definizione unitaria che all’epoca postmoderna sfugge per propria stessa natura.

Da ricordare, oltre all’importante studio sul postmoderno, che Lyotard fu costantemente impegnato sul fronte politico e sociale. Esponente della sinistra minoritaria francese, figura tra i redattori della rivista “Socialisme e barbarie”, fu in prima linea durante il periodo della contestazione nonché frequentatore degli ambienti dell’avanguardia artistica e culturale.
1. La molteplicità irriducibile

L’epoca moderna che precede la contemporaneità postmoderna era caratterizzato, secondo Lyotard, dal progetto di spiegare il mondo attraverso l’applicazione di principi unitari. Ad esempio, i grandi movimenti della modernità quali l’illuminismo, l’idealismo e il marxismo, possedevano la pretesa di racchiudere il senso dell’intera realtà entro un principio unitario: la ragione per il primo, il movimento totalizzante dello spirito per il secondo, le leggi materialiste della realtà per il terzo. La postmodernità è caratterizzata invece dalla caduta di queste pretese e dal conseguente sfaldamento delle certezze stabili che possono indicare all’uomo un qualsiasi sentiero definitivo.

La fine della pretesa di dare un senso unitario alla realtà comporta quindi il manifestarsi, nel periodo postmoderno, della diversità dei sensi, una diversità che è irriducibile, non può venir in alcun modo negata da un qualsiasi principio unificatore. Ogni ambito della realtà è dotato di un certo senso, ogni tentativo di edificare un senso unitario è solo apparenza.

La realtà è differenza, molteplicità irriducibile, mutamento non ingabbiabile entro un unico schema. Tale caratteristica non è un male, Lyotard afferma che tale diversità irriducibile della realtà è cosa positiva, in quanto rispondente alla realtà autentica delle cose. Essa può produrre maggiore ricchezza culturale, laddove prima il principio unico pretendeva di costringere ogni cosa entro la sua rigida legge e spegneva ogni possibile innovazione e negava ogni possibile apertura.

In questo contesto è dunque irraggiungibile anche la pretesa di trovare un fondamento certo alla morale: ogni tentativo di fondare stabilmente un’etica legandola a una qualsiasi legge fondante è destinata a fallire, poiché la diversità irriducibile che è l’aspetto autentico della realtà impedisce all’uomo di trovare realmente quel
senso stabile e assoluto del “tutto” che invece fu la pretesa e il progetto primo delle filosofie del passato.

2. La modernità: il progetto di un principio unitario

Come si è detto, la modernità era caratterizzata dalla fiducia di poter comprendere stabilmente il senso del mondo per mezzo di un principio unitario. Questa fiducia si traduceva in una fede nel progresso, ovvero nel credere che le possibilità di miglioramento della conoscenza umana e dei mezzi di produzione in grado di garantire il benessere fossero crescenti, in una tendenza stabile lungo l’intero corso del tempo.

Il periodo moderno della società occidentale inizia, a grandi linee, nel Rinascimento, prosegue con l’illuminismo e finisce con l’inizio del XX° secolo. In questo periodo vi è la tendenza a considerare le possibilità di miglioramento in qualsiasi campo della vita e del sapere come una legge evidente, probabilmente fondata sull’entusiasmo prodotto dal crescente e continuo progresso nell’evoluzione metodologica e alimentato dalle continue rivoluzioni scientifiche e sociali del periodo.

Il clima di fiducia che si riscontrava nel periodo moderno non prescindeva dalla volontà di inserire il proprio tempo entro un percorso storico definito: la rivalutazione della storia come scienza dei fatti e come luogo in cui viene conservata la memoria risale all’illuminismo e si afferma nel periodo moderno. Solo avendo presente il percorso globale della sua storia l’uomo moderno poteva dedurre la legge di sviluppo che riteneva fosse il destino dell’umanità. Questa cura per il passato è invece uno dei tratti che non è più presente nella cultura postmoderna, o almeno lo è in misura molto minore rispetto al pensiero moderno.
3. La categoria postmoderna: la crisi degli immutabili

Il periodo postmoderno inizia nel mondo occidentale a partire dal XX° secolo, non vi sono comunque date precise per cogliere l’origine certa di questo periodo. Esso si configura come un progressivo deteriorarsi delle pretese di fondare unitariamente qualsiasi principio e quindi si presenta come il progressivo affermarsi dell’idea che nulla può poggiare stabilmente su un senso definitivo. Viene quindi meno la fiducia nei sistemi di pensiero che impongono una visione definitiva della realtà: viene meno la forza della filosofia come annuncio di un sapere certo e incontrastato, viene meno la fiducia nelle leggi immutabili del mercato (l’economia classica), viene meno la fiducia nei sistemi politici con pretesa di fondamento universale (il marxismo) e viene meno la forza stessa della fede dogmatica.

Questi aspetti della postmodernità non sono il frutto di principi metafisici sottesi al mondo, la postmodernità è una categoria rilevata empiricamente, la presa di coscienza di uno stato di fatto storico. E’ uno stato di fatto che, storicamente, si assiste ad una progressiva perdita di autorità delle istituzioni politiche, delle leggi morali, delle strutture religiose. La postmodernità è il culmine attuale di questa tendenza.

4. La crisi dell’individuo

Altri, oltre a Lyotard, avvertono come la postmodernità accolga in sé la crisi del senso esistenziale dell’individuo, per cui l’individuo perde ogni riferimento forte che poteva determinarne con sicurezza l’identità. Sulla spinta della tecnologia, che rappresenta sempre di più la forza trainante della contemporaneità, l’uomo assiste ad uno sfaldamento e a un frammentarsi delle sue certezze, della sua identità, del suo tempo.
La velocità con la quale la scienza moderna modifica il senso della realtà rende quasi inutile il tentativo di definirsi e di permanere da parte di un qualsiasi significato. In questo clima di crisi del significato permanente, l’uomo, come soggetto cosciente che deve darsi necessariamente un senso stabile, vive irrimediabilmente la sua stessa crisi.

I processi di alienazione dell’individuo conseguenti allo sviluppo tecnologico vanno ormai ben al di là delle profezie marxiane. Si pensi alla rivoluzione dei “media”, alla presenza nella vita dell’uomo odierno di fonti di informazioni rapide e frammentate, attraverso le quali l’individuo assiste alla rappresentazione mediata di eventi e accadimenti lontani da lui nel tempo e nello spazio ma ugualmente presenti direttamente alla sua coscienza.

L’enorme massa di eventi che giunge alla sua coscienza costringe l’uomo contemporaneo a trovare continuamente significati ai più disparati fenomeni, mentre in passato il senso della realtà era mediato dalla tradizione e dalla temporalità del racconto tramandato, che permetteva di attenuare il senso esplicito degli eventi modellandolo su un significato condiviso dall’intera comunità.

Oggi l’uomo si trova come denudato di fronte agli eventi, senza alcuna sicurezza di poter dare alle cose un senso stabile, un uomo dislocato, continuamente esposto alla velocità del mutamento e al sopraggiungere dei più diversi accadimenti, i quali esigono da lui lo sforzo di comprenderne la diversità di significato.

Il non credere più nella possibilità di dare un senso definitivo alla realtà, conduce l’uomo contemporaneo a una continua opera di ridefinizione di sé entro il tessuto sociale e culturale entro il quale vive e si muove, un tessuto che muta in continuazione. Il progetto secolare della filosofia, che da sempre intende porre la certezza come principio che allontana il timore dell’indefinito, viene quindi meno, e acquisisce caratteristiche negative, mentre ciò che prima era negativo, il mutamento imprevedibile, acquista nella postmodernità caratteristiche positive.

5. Aspetti positivi della postmodernità

Ma la riflessione postmoderna non vuole solamente accentuare i lati negativi di queste tendenze contemporanee, essa vuole anche definirne gli aspetti positivi (positivi dal punto di vista della riflessione postmoderna). Questi sono: l’allontanamento da un capitalismo rigido e “industriale”, il declino delle ideologie totalitarie, il venire meno del timore dell’autorità, una nuova disponibilità e un accresciuta tolleranza verso la diversità culturale ed etnica, l’accresciuta disponibilità di informazioni, le nuove possibilità di scambio culturale e comunicazione tra gli individui.

Tutti questi aspetti conducono ad accrescere, secondo i “sostenitori” della postmodernità, l’attenzione degli uomini verso il rispetto dei diritti inalienabili degli esseri umani, fondati sul rispetto della diversità (si pensi alle battaglie per i diritti civili degli anni ’60 e ’70, la lotta contro la segregazione razziale e quella a favore dell’emancipazione femminile).

Per molta parte del pensiero postmoderno, dunque, l’aspetto essenziale di questa categoria storica, ovvero la capitolazione dei sensi unitari del mondo a favore della molteplicità dei significati e delle forme storiche, sociali e culturali, porta ad una rivalutazione della diversità che conduce al rispetto delle differenze che distinguono tra loro gli uomini e le tradizioni.

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