La Hermenéutica: una actividad interpretativa

La Hermenéutica: una actividad interpretativa* 2006
Morella Arráez, Josefina Calles, Liuval Moreno de Tovar
UPEL
Instituto Pedagógico de Barquisimeto Luis Beltran Prieto Figueroa

Resumen
La presente investigación se ubica en el paradigma cualitativo y documental
pues tiene como objetivo el análisis de la hermenéutica como una actividad interpretativa para abordar el texto oral o escrito y captar con precisión y plenitud su sentido y las posibilidades del devenir existencial del hombre.

Comprender entendido como el carácter óntico de la vida humana, con esta visión se analiza concretamente un texto, con su autor, con su propia historia de vida, sus contenidos y sus significados en el contexto del mundo histórico del que procede, en donde el intérprete establece un diálogo con el texto que involucra multiplicidad de significados, puntos de vista, concepciones dadas por su momento circundante diferente al del texto y al del autor mismo.

Desde este punto de vista, la hermenéutica se considera una disciplina de la interpretación de los textos, para comprender el todo, comprender la parte y el elemento y, más en general, es preciso que texto y objeto interpretado,
y sujeto interpretante, pertenezcan a un mismo ámbito, de una manera que se podría calificar de circular a la comprensión, por consiguiente la forma del lenguaje se concibe como agente existencial mediador de la experiencia hermenéutica. Esto implica la posibilidad de interpretar, detectar nuevas direcciones y extraer conclusiones en horizontes de comprensión más amplios.

Introducción

Desde el más remoto origen de los tiempos, los seres humanos siempre se han encontrado con problemas interpretativos. Preguntas de este tipo siempre vamos a escuchar: ¿Qué quiere expresar este lema?, ¿Cuál es el sentido de este texto sagrado?, ¿Cuál es la tesis del autor en esta obra?, ¿Cómo se interpreta esta preceptiva jurídica? son otros y tantos ejemplos de situaciones o problemas que muestran la imprescindible y constante necesidad de: (a) remitir determinados signos a su significado, (b) relacionar los signos lingüísticos con el pensamiento, (c) referir el pensamiento con las
cosas y (d) llevar a la praxis una metodología o teoría de comprobación,
aunque sea elemental, de los significados oscuros en un mensaje humano.

Es necesario emprender la indagación de ese hilo conductor que nos trae el
valor de la palabra, pues el mundo es el todo que se construye con palabras
y el lenguaje constituye la única expresión integral, absoluta e inteligible de
la interioridad del individuo, donde coexiste con el mundo en su unidad
ordinaria; es lo que nos acerca a la acepción general de la palabra hermenéutica (Gadamer, 1993).

El término hermenéutica, del griego hermeneutiqué que corresponde
en latín a interpretâri, o sea el arte de interpretar los textos, especialmente los sagrados, para fijar su verdadero sentido, según se señala en (Diccionario
Hispánico Universal, 1961) es un término afín al latín sermo, que indica
originalmente la eficacia de la expresión lingüística. En consecuencia, la
interpretación viene a identificarse con la comprensión de todo texto cuyo
sentido no sea inmediatamente evidente y constituya un problema, acentuado,
por alguna distancia (histórica, psicológica, lingüística, etc.) que se interpone entre nosotros y el documento. El hermeneuta es, por lo tanto, quien se dedica a interpretar y develar el sentido de los mensajes haciendo que su comprensión sea posible, evitando todo malentendido, favoreciendo su adecuada función normativa y la hermenéutica una disciplina de la interpretación.

En relación con lo anterior, esta investigación tiene como objetivo plantear
algunas precisiones conceptuales sobre la hermenéutica, continúa con el
desarrollo de la misma a través del tiempo y el espacio y finaliza con ciertas
consideraciones acerca de la dinámica de la actividad interpretativa.

Una perspectiva histórica pertinente a la Hermenéutica

Desde la antigüedad viene usándose este vocablo, Aristóteles (384-382 a. de C.) lo utiliza en su obra Organun, escribió un Peri hermenais instrumento para el recto y seguro pensar, en el cual discurría sobre el análisis de los juicios y las proposiciones, es decir, un estudio del discurso y es el autor de gran parte de la terminología que se utiliza en filosofía y que ha pasado al lenguaje: acto, potencia, materia, forma, sustancia. En tal sentido, la hermenéutica se instauró fundamentalmente en un arte (techné) de la interpretación tutelada.

Es sólo a partir del Renacimiento y de la Reforma protestante, en el ámbito de una nueva situación cultural consecuente con un período histórico de transición y de ruptura con el pasado, cuando la hermenéutica comienza
lenta y progresivamente a surgir como disciplina particular estrechamente
ligada al estudio de los textos sagrados, a la exégesis de la Biblia y a saberes afines como la gramática, la lógica y la retórica. Luego se aplicó a la literatura clásica grecolatina, configurándose entonces como una disciplina de carácter filológico y después en el ámbito de la jurisprudencia, se ocupó de la interpretación de los textos legales y de su correcta aplicación a la particularidad de los casos. (Gómez 1986).

Desde entonces se considera la hermenéutica como una teoría general de interpretación, dedicada a la atenta indagación del autor y su obra textual, por tanto quien quiere lograr la comprensión de un texto tiene que desplegar una actitud receptiva dispuesta a dejarse decir algo por el argumento. Pero esta receptividad no supone ni neutralidad frente a las cosas, ni auto anulación, sino que incluye una concertada incorporación de las propias ideas, opiniones y prejuicios previos del lector. Lo importante entonces es que el lector debe hacerse cargo de sus propias anticipaciones con el fin de que el texto mismo pueda presentarse en el acontecer de su verdad y obtenga la posibilidad de confrontar su verdad objetiva con sus conocimientos u opiniones del lector.

De esta manera, entendemos la Hermenéutica como una actividad de reflexión en el sentido etimológico del término, es decir, una actividad interpretativa que permite la captación plena del sentido de los textos en los diferentes contextos por los que ha atravesado la humanidad. Interpretar una obra es descubrir el mundo al que ella se refiere en virtud de su disposición, de su género y de su estilo (Ricoeur, 1984).

Se constituye en una disciplina autónoma en la época del romanticismo,
cuando Schleiermacher (1768-1834) estableció una teoría pedagógica
general de la interpretación e integró las diferentes técnicas hermenéuticas
en un campo general unificado y propuso una serie de principios básicos
o cánones (contextuales o psicológicos). Los primeros se centraban en la
gramática y ayudaban a descifrar el significado de las palabras en relación
con su contexto lingüístico y los segundos estaban relacionados con la totalidad del pensamiento del autor, asegurando que para alcanzar la claridad y precisión del texto era necesario llegar a revivir la experiencia del autor cuando escribió el texto original, pues consideraba el acto de interpretación análogo al de la creación del manuscrito (Martínez, 1999).

Schleiermacher recobra la tesis de que el lenguaje no sólo es visión
del mundo sino su fundamento, pues en un análisis hecho de los poemas
de Homero concluye que en ellos hay la inspiración del autor y el producto
de un pueblo. En consecuencia concibe el lenguaje como: (a) un acuerdo
originario entre el hombre y el mundo, (b) una actividad racional y voluntaria,
(c) una producción espontánea y sensible del sujeto que prevalece
en la práctica de los hechos históricos en cuanto contiene en su estructura
interna de manera innata, la visión del mundo que la ha generado, permitiendo
al individuo protagonizar la historia de la humanidad.

También plantea diversos criterios de interpretación que se requieren para captar con precisión y plenitud el sentido del texto.
1. El lector de un texto tiene que conocer la psicología y el espíritu del autor para que la comprensión fluya con naturalidad.
2. La concepción de la hermenéutica como reproducción creativa del pasado, revive el universo espiritual de una obra, la interpretación tiene que
estar contenida en un horizonte de temporalidad, es decir que alcanza el análisis del contexto histórico del texto y del autor del texto, pues comprender
el pasado es sacar las posibilidades del devenir existencial del hombre.
3. La interpretación deberá quedar inscrita en el círculo hermenéutico de la comprensión en cuanto ha permitido rastrear la experiencia de la verdad,
buscarla e indagar sobre ella
4. El elemento privilegiado del método hermenéutico es el análisis
comparativo.
5. La multiplicidad de los significados están en el intérprete y su
pragmática mas no en el texto. Es decir que la explicación no es literal,
sino dilucidación del sentido y del espíritu, donde el intérprete sostendrá
un diálogo con el texto que implica diferentes puntos de vista, diversas
concepciones dadas por su momento histórico, indudablemente disímil
del texto y de su autor.

En conclusión tenemos que para Schleiermacher el problema es eminentemente comprensivo-explicativo, pues toda comprensión es siempre
una interpretación, donde encontramos la idea del reenvío circular entre las
partes y el todo de los textos (palabra, frase, contexto, obra, autor, ambiente histórico entre otros) cuando el intérprete practica los principios arriba descritos, va más allá de los niveles de univocidad del lenguaje y amplía
la riqueza significativa de la exégesis.

Humboldt, (1767-1835) otro de los pensadores románticos, político y
filólogo, propuso cuando se desempeñó como Ministro de la Instrucción
Pública en Prusia que, la hermenéutica además de ser un método de investigación para la generación del conocimiento, se debería incluir como
un método de enseñanza, cuyas raíces se encuentran en la pedagogía de las formas de vida cotidiana; perspectiva que hace de ella una metodología universal y una manera lógica que antecede u absorbe los métodos particulares
de la ciencia.

Asimismo consideró relevante la participación del lenguaje en los procesos
intelectuales, pues los vocablos surgen de las percepciones subjetivas de los objetos y no de sus copias, así como también de la imagen que suscita en el espíritu, por consiguiente la verdadera importancia de la lengua radica en su intervención sobre la concepción del mundo, afirmando que la visión
del mundo se hallaba contenida en el lenguaje (Schaff, 1967).

El Romanticismo reconoció el papel universal del lenguaje y la doctrina
del comprender, razón por la cual en la hermenéutica hay un solo postulado:
el lenguaje. Este hecho se halla relacionado con su papel activo dentro del
proceso del conocimiento y es planteado en “La teoría de los campos” de
Trier-Weisberg quienes adoptaron las ideas esenciales sobre la concepción
del mundo planteada por Humboldt (1767-1835) “la de la visión del mundo
contenida en el lenguaje; la de la forma interna del lenguaje, que configura
nuestra percepción del mundo; la del mundo intermedio lingüístico que
actúa como mediador entre los seres que hablan y el mundo de las cosas
y la idea del espíritu que aparece como factor creador de la nacionalidad”
(Schaff, 1967 p.29).

Pero debemos ser conscientes que el lenguaje es una construcción simbólica con distintos niveles de abstracción producida por el ser humano como medio para expresar la realidad ya conocida, (realidad objetiva) sino, mucho más, el reto es descubrir la realidad aun desconocida, mediante la observación y la interpretación.

Fue Dilthey (1833-1911), quien circunscribió nuevos horizontes de
comprensión para los métodos de trabajo en la producción del conocimiento
y amplió su ámbito a todas las ciencias tanto de la naturaleza como las del
espíritu, le adjudicó a la hermenéutica la misión de descubrir los significados de las cosas, la interpretación de las palabras, los escritos, los textos pero guardando su propiedad con el contexto del cual formaba parte.

Para realizar esas discusiones es necesario hacer una buena observación e
interpretación de eventos existenciales a través de recursos como: estudios
lingüísticos, filológicos, contextuales, históricos, arqueológicos, entre otros.
También sugirió una técnica fundamentada en la dialéctica del “círculo
hermenéutico”, movimiento del pensamiento que va del todo a las partes
y de las partes al todo, de manera que en cada movimiento aumente el nivel
de comprensión: las partes reciben significado del todo y el todo adquiere
sentido de las partes. Es un proceso anasintáctico, inductivo–deductivo
de búsqueda de sentido del texto que coactúa en la experiencia humana
(Martínez, 1999).

Y finalmente sólo se comprende cuando en la interpretación previa
o precomprensión que nos orienta en el estudio de los fenómenos, nos
apoyamos en aquello que se ha admitido como válido o cierto; partiendo
siempre de una situación concreta de presupuestos fundamentales sin
dejarnos conducir por concepciones populares, ni por enfoques, ni anticipaciones; solamente así se asegura la elaboración del tema científico desde el fenómeno mismo.

Actualmente entendemos por hermenéutica la corriente filosófica
que surge a mediados del siglo XX y tiene sus raíces en la fenomenología
de Husserl (1859-1938), quien considera que es una filosofía, un enfoque
y un método, pues enfatiza la vuelta a la reflexión y a la intuición para
describir y clarificar la experiencia tal como ella es vivida pero con una
marcada diferencia, ya que el método hermenéutico trata de introducirse en el contenido y la dinámica de la persona estudiada y en sus implicaciones,
buscando estructurar una interpretación coherente del todo, mientras que
el fenomenológico se centra en el estudio de esas realidades vivenciales,
determinantes para la comprensión de su vida psíquica.

En un amplio sentido este método se utiliza en las investigaciones psicológicas, sociológicas y educacionales entre otras (Buendía, Bravo y Hernández, 1998). Estas especulaciones realizadas sobre los principales cimientos históricos del método hermenéutico nos permiten concluir que la condición fundamental de todo ejercicio interpretativo que intenta intermediar entre el suceso transmitido por la tradición y la esfera de las propias experiencias, tiene, por un lado al lenguaje como medio universal para ello y por el otro, los distintos criterios literarios (lenguaje, texto, contexto histórico), no siempre de acuerdo entre sí.

La pretensión de la verdad hermenéutica

Hans Georg Gadamer (1900-2002), Martín Heidegger (1889-1976), los
italianos Luigi Pareyson (1918-1991) y Gianni Vattimo y el francés Paul
Ricoeur (1913) asumen una posición en torno al problema de la verdad y
del ser, siendo la verdad definida como fruto de una interpretación y, el ser como (mundo y hombre), donde el lenguaje es la relación más primaria entre el ser y el hombre.

La pretensión de la verdad hermenéutica ha permitido al intérprete rastrear la experiencia de la verdad, buscarla, indagar sobre ella como práctica realizable de cada persona, como el arte de interpelar, conversar, argumentar, preguntar, contestar, objetar y refutar; derogando de una manera lógica el discurso unívoco que nos está siguiendo en la actualidad.

Gadamer (1995) intenta demostrar cómo la hermenéutica, indica no sólo el procedimiento de algunas ciencias, o el problema de una recta interpretación
de lo comprendido, sino que se refiere al ideal de un conocimiento
exacto y objetivo, siendo la comprensión el carácter ontológico originario de
la vida humana que deja su impresión en todas las relaciones del hombre
con el mundo, pues el comprender no es una de las posibles actitudes del
sujeto, sino el modo de ser de la existencia como tal.

En su obra titulada “Verdad y Método” (1991) expone claramente el
intento filosófico, y no metodológico de su investigación, al explicar que la
esencia de su indagación no es de ningún modo fijar una serie de normas
o técnicas del proceso interpretativo como la hermenéutica más antigua.
El objeto revelado del análisis gadameriano es más bien el de sacar a la luz
las estructuras transcendentales del comprender, o sea, clarificar los modos
de ser, en que se concreta el fenómeno interpretativo.

Tampoco se propone exhibir una metodología normativa para las interpretaciones sino sólo suscitar un debate filosófico respecto a las condiciones de posibilidad de la comprensión y finalmente se propone ilustrar cómo en el comprender se realiza una experiencia de verdad y de sentido irreductibles al método del pensamiento científico moderno.

Las novedosas formas de interpretación son fundamentales para propiciar
espacios de diálogo. El discurso que se asume y ejerce como totalitario
puede homogeneizar ciertos ámbitos particulares de la realidad, limitando
la riqueza vital de la interpretación y agravando la compleja situación que
hoy vive la sociedad. Una acción responsable del ejercicio interpretativo se
vincula con el trabajo ético del compromiso solidario por la vida plena de
toda la humanidad, en consecuencia se tiene que aspirar a relaciones dialógicas de comunicación en términos de construcción de nuevos espacios
del pensamiento cuya condición sea el ejercicio de la racionalidad.

En consecuencia, entender el mundo, es también conciencia histórica del orden que se produce entre las tradiciones y de la distancia que se da
entre ellas, como parte de una determinada realidad histórica y social. Esto
supone que cualquier conocimiento de las cosas viene mediado por una
serie de prejuicios, expectativas y presupuestos recibidos de la tradición,
que determina, orienta y limita la comprensión.

Por lo que se conjetura que el hombre está en un mundo que lo provee de una cultura que a su vez delimita y manipula su conocimiento de la realidad y le proporciona un lenguaje determinado que, al mismo tiempo, es ayuda y es obstáculo para la interpretación en cuanto condiciona sus pensamientos sobre problemas y procesos sociales que se proyectan inconscientemente en el campo de su experiencia conjuntamente con las expectativas implícitas contenidas en ella (Schaff, 1967).

Elementos que convergen en el acto interpretativo

El arte de interpretar debe constituirse en una actividad que el individuo
tiene que aprehender mediante el estudio y la lectura constante, por
consiguiente toda lectura es comprensión y en ese acto convergen por una
parte, el necesario preconocimiento del tema de la obra que debe interpretar y por la otra, la necesaria pertinencia de la obra y el intérprete a un ámbito mayor. Así como también las motivaciones y expectativas del exégeta, pues quien interpreta tiene su horizonte, la cultura social, el conocimiento previo, el control lingüístico, las actitudes y los esquemas conceptuales y vive una situación concreta en el momento que realiza la interpretación, su acción interpretadora no se separa de sus circunstancias sociales y con esa perspectiva aborda el texto (Cassany, 1998).

El texto es un todo autónomo pero por su propósito comunicativo es
una obra abierta, en movimiento. También tienen un sentido y una referencia pues se origina en una situación concreta (contexto extralingüístico, circunstancias y propósito) y se inserta en un entorno determinado, con interlocutores, objetivos y referencias constantes al mundo circundante.

Pueden distinguirse en el texto numerosos niveles: fonemáticos, sintácticos, semánticos, ideológicos, narrativos, culturales, identificables según y acorde a los códigos que se utilicen para su decodificación y garantizan el significado del mensaje.

Todo texto posee un contenido, un significado y para ello mantiene
una relación semántica entre las palabras, hecho que le permite designar
significados de un mismo campo. También tiene un sentido y una referencia
(tema y rema); un sentido, en cuanto es susceptible de ser entendido o
comprendido por el intérprete, el cual le sirve de base o punto de partida,
en el sentido real o ficticio, producido por lo novedoso del tema. El tema
y el rema van cambiando a medida que el lector decodifica porque lo que
es desconocido (rema) pasa a ser sabido (tema); a ese fenómeno se le llama
tematización ya que permite la progresión de la información en el texto y
asegura la comprensión e interés de la comunicación (Cassany, 1998).

Un texto, o un discurso, se hacen simbólicos desde que le descubrimos
su sentido directo por razón de la interpretación. Cazau (1997) señala al
respecto que en el comprender está el carácter óntico de la vida del individuo,
pues existe un discurso del sujeto que describe la complejidad de
la naturaleza humana, por cuanto se centra en mostrar al hombre como lo
que realmente es.

En otras palabras, la ontología del ser humano intenta dilucidar con este tipo de disertación, el fenómeno de la totalidad de la naturaleza en el contexto de ser en el mundo, pero no se tiene la suficiente objetividad y profundidad para aprehender lo que el hombre realmente es, como lo prueba la diversidad de discursos antropológicos que aparecieron, aparecen y posiblemente seguirán apareciendo. Pero lo que sí intenta el discurso de sujeto son aproximaciones ontológicas hacia esa realidad incognoscible, realidad que aparece entonces como una especie de idea regulativa, es decir, como un ideal que se busca como meta, pero que nunca termina de alcanzarse.

Sin embargo el lenguaje, y en particular el lenguaje científico, tienen la
característica peculiar de transformar su objeto de conocimiento. En consecuencia es capaz de modificar su referente, lo óntico y, cuando este referente es la misma naturaleza humana, queda transformada por obra y gracia del lenguaje. Esto representa de alguna forma, una salida a la circularidad del lenguaje, que puede así extenderse más allá de sí mismo produciendo una modificación en lo real.

Cuando se analiza concretamente un texto, se entiende que éste tiene
un autor, con su propia historia de vida, con su contexto histórico que lo
condiciona, con la situación en que ha vivido, se ha desarrollado, ha crecido, se ha constituido. Este análisis que se aplica a la existencia del autor
del texto es aplicable a su vez al texto mismo, a la obra que se deja para
la posteridad y que asume personalidad propia. El interés histórico de las
obras transmitidas no se orienta sólo hacia los fenómenos históricos, sino
también al efecto de los mismos en la historia.

Para ello es conveniente dilucidar el término, pues la hermenéutica
se desarrolla con textos que pueden permitir polisemia, es decir, diferentes
significados, por lo que el lector trataría de aprehender su significado
esencial, la tesis del autor.

De lo anterior se deduce que hay dos tipos de discursos; el de objeto
y de sujeto. El discurso de objeto es más típico de las ciencias naturales; se
caracteriza por su insuficiencia en cuanto recorta lo que juzga esencial en
el hombre y por consiguiente no explora toda su riqueza y complejidad,
pues centra su propósito en la creencia de que las categorías ontológicas
han agotado todo lo referente al ser, con la pretensión de haber alcanzado
lo óntico. Mientras que el discurso de sujeto, propio de las ciencias sociales
explora las complejidades de la naturaleza humana, pero con la permanente incertidumbre que surge al percatarse de la dificultad para plasmar
el conocimiento de lo humano (lo óntico). Cazau (1997), afirma que en el
comprender está el carácter óntico de la vida humana.

De lo que se infiere que el texto una vez que fue escrito adquiere personalidad, asume independencia, y va pasando por el devenir histórico. El texto mismo tiene su contexto, que se ensancha con el paso del tiempo y con las múltiples interpretaciones de que es objeto; por consiguiente el intérprete debe recibir no sólo el texto en su presencia física, objetiva, sino con los variados comentarios que se han hecho de él. Por consiguiente puede el intérprete criticar, argumentar, captar en una totalidad las diferentes partes del texto, ubicándolos en el amplio contexto social; utilizar los procedimientos dialécticos que amplíen los significados captados con anterioridad, pues toda interpretación implica innovación y creatividad en la medida en que la interpretación del texto o de la acción humana enriquezca su descripción o comprensión (Martínez, 1999)

En esa realidad del autor del texto, del texto mismo y del entorno
del intérprete se conjuga un diálogo. Esa vivencia dialógica de preguntas
y respuestas, entre los horizontes que se fusionan, esa estrecha relación
que aparece entre preguntar y comprender es la que da a la experiencia
hermenéutica su verdadera dimensión. Planteando un continuo, que hace
entender que la interpretación humana y la comprensión serán siempre
finitas e históricas.

Referencias
Buendía L., Bravo, M. y Hernández F. (1998). Métodos de Investigación en Psicopedagogía. España. McGraw-Hill.
Cassany, D., (1998). Enseñar Lengua. España. Editorial Graó
Cazau, P. (1997) “Lo real, lo imaginario, lo simbólico”, Revista: El Observador Psicológico No. 24. Julio-Agosto. Capital Federal TE.
Diccionario Hispánico Universal. (1961). México, D.F. W. M. Jackson, Inc., Editores.
Dilthey , W. (2002) Diccionario de Filosofía. México. Editorial Diana.
Gadamer, H. (1991) Verdad y Método (vol. 1), España. Ediciones Sígueme. Salamanca
Gadamer, H. (1995) El inicio de la filosofía occidental, España. Barcelona Padios.
Gadamer, H. (1993) Poema y diálogo. Gedisa. Barcelona España.
Gómez P., (1986). Historia Básica de la Filosofía. Madrid. Editorial Magisterio Español S.A.
Humboldt, K., (1995) Diccionario Hispánico Universal. México. Jackson Editores
Husserl, E (1996) Diccionario de Filosofía. México. Editorial Diana.
Martínez, M (1999) Comportamiento Humano. Nuevos Métodos de Investigación 2da. Edición. México. Editorial Trillas.
Ricoeur, P (1984) La metáfora viva. , Buenos Aires Editorial Megápolis
Schaff, A. (1967) Lenguaje y Conocimiento. México. Editorial Grijalbo S.A.
Schleiermacher, F (2002) Diccionario de Filosofía. México. Editorial Diana

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