Cuando las vanguardias se quedan sin ideas

CUANDO LAS VANGUARDIAS SE QUEDAN SIN IDEAS

Jorge Gómez Barata

MONCADA

El socialismo real fracasó porque se quedó sin ideas, sin capacidad para innovar y sin posibilidades de rectificar sus propios errores. Ocurrió así porque sus jerarquías manipularon los procesos políticos y cooptaron a las instituciones, en primer lugar, al partido, convirtiéndose en inmunes a la crítica. A ello se añadieron la sacralización del marxismo-leninismo y las violaciones de la legalidad entronizadas por el stalinismo.

En 1917, desafiando la cultura política y las doctrinas económicas establecidas, incluso los preceptos propuestos por Carlos Marx, los bolcheviques se propusieron enmendar el curso de la historia, suprimir el capitalismo, la propiedad privada, la democracia liberal, liquidar a la burguesía, realizar una revolución mundial y construir una nueva sociedad en la cual vivirían hombres nuevos. El desmesurado proyecto requería una capacidad de innovación que no se desarrolló.

La oposición a las reformas se manifestó desde que Lenin fue confrontado al introducir la Nueva Política Económica, se hizo intransigente cuando Stalin rechazó la idea de la oposición obrera y reaccionó ante las críticas de Trotski expulsándolo del partido, suerte que también corrieron Bujarin, Zinóviev, Kámenev, Preobrazhenski y otros que terminaron ejecutados, entre otras cosas, por revisionistas, la mayor herejía en que podían incurrir los teóricos y líderes comunistas.

El revisionismo fue una expresión peyorativa acuñada para señalar a teóricos y políticos críticos del capitalismo que, aunque asumían algunos preceptos del marxismo disentían de otros. El socialdemócrata alemán Eduard Bernstein fue el primero en merecer este calificativo del cual a lo largo de cien años se abusó, anatematizando a decenas de marxistas, incluyendo a casi toda la vanguardia bolchevique, a prácticamente todos los marxistas occidentales, incluso a personalidades tan relevantes como Mao Zedong y Josip Broz (Tito).

Ante hechos tan evidentes como la rectificación requerida después que el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética conociera los desmanes del período stalinista prolongado por 30 años, ese mismo partido y su líder Nikita Kruzchov, se conformaron con medidas cosméticas que no resolvieron los problemas creados ni permitieron determinar por qué lo ocurrido fue posible.

De haberlo hecho, los herederos de los bolcheviques se habrían percatado de que el stalinismo y todas sus consecuencias fueron posibles por la falta de democracia en el partido, los soviets, el estado y la sociedad. De haber existido, Stalin no se habría encumbrado, la rectificación de sus errores hubiera sido genuina y el proceso se hubiera salvado, no solo en la Unión Soviética sino en todos los países socialistas.

Fidel Castro tuvo razón cuando en 1962, ante una peligrosa corriente sectaria promovida por cuadros del antiguo partido marxista, ante la televisión realizó una profunda crítica y declaró: “La seriedad de un partido revolucionario se mide ante sus propios errores”.

Las lecciones están a la vista. Quien sacrifica la democracia, corre el riesgo de sacrificarlo todo. Allá nos vemos.

La Habana 27/8/2018

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