En la Busqueda de Cuscatlan

En la Busqueda de Cuscatlan Paul Amaroli
UN PROYECTO ETNOHISTORICO Y ARQUEOLOGICO

Patronato Pro-Patrimonio Cultural
San Salvador, 1986
Proyecto financiado
por el Banco Cuscatlán

ADVERTENCIAS
1. Este informe contiene las ubicaciones de sitios arqueológicos que carecen de cualquier protección. Por lo tanto, la información sobre estos sitios no debe de difundirse al público.
2, En su presente estado, este informe es un borrador. Falta revisión para
corregir errores tipográficops, ortográficos y gramáticos, además de redacción general.

CONTENIDO

Introducción 1
Cuscatlán en la perspectiva etnohistórica 5
Los origenes pipiles 6
La ubicación de Cuscatlán 15
La provincia de Cuscatlán 2I
La población de Cuscatlán y su provincia
Introducción
Estimados poblacionales previos para el territorio salvadoreño
Estimados poblacionales para Cuscatlán y su provincia
Tendencias de cambio en la población de Cuscatlán y su provincia
Cuscatlán bajo el dominio español
La conquista
Esclavitud
Cuscatlán en encomienda
El reconocimiento arqueológico
Introducción
Hipótesis de trabajo
El área de estudio
Métodos
Resultados
Rasgos estrructurales registrados en el área de estudio
Análisis de materiales
Clasificación de los materiales 88
Materiales Posclásicos:
Cerámica Joateca
Cerámica rojo-sobre-beige bruñida
Comales
Metates tabulares
Punta bifacial a base de una navaja prismática
Cabeza modelada en cerámica
Materiales Clásico Tardíos:
Policromos relacionados con los grupos Arambala y Babilonia/Salua
Jarras con borde exterior reforzado
Mano plano-convexa
Materiales históricos o recientes:
Teja y ladrillo 93
Cerárnica vidriada “Quezaltepeque” 93
Otras cerámicas vidriadas 93
Porcelana pintada a mano 93
0tros materiales:
Hacha de niedra
Piedras “donut”
Metates de batea
Núcleo poliédrico de obsidiana
Mano elongada rectangular
Bahareque quemado
Incensario espigado
Puntas bifaciales
Navajas prismáticas
El fechamiento y localización de actividad humana en el área de estudio 96
Discusión de Evaluación de trabajo
Resumen
Etnohistoria
La población de Cuscatlán
Conquista y la época Posterior
El reconocimiento arqueológico
Conclusiones y recomendaciones
Referencias

Tablas
Pueblos en la jurísdicción de San Salvador: 1532.
Apuntes sobre los Pueblos en la Relación de 1532
3. Epidemias regionales.
4. Estimados de población en la comunidad de Cuscatlán: 1570-7842.
Tasas de cambio poblacional para 29 comunidades: 1532-I548.
Tasas de carnbio exponencial para las comunidades administradas por los
dominicos : 1548-1770.
La duplicación de topónimos autóctonos vecinos.
Encomenderos en la villa de San Salvador en 1532.
Materiales identificados en as colecciones del reconocimiento arqueológico.

Figuras
l. Pueblos tributarios de la villa de San Salvador: 1532.
2. Posibles límites de la provincia nativa de Cuscatlán.
3. Histograma de los números de casas Maíz en la provincia: 1532
Frijol
Chile
Cacao
Algodón
Ropa
Aves (pavos)
en 41 pueblos: 1532.
Sal y pescado
Cera y/o miel
Productos misceláneos
Curva de población estimada para Cuscatlán y 29 pueblos: 1524-1548.
Curva de población estimada para el pueblo de Cuscatlán: 1679-1842
Curva estimada de cambios exponenciales: 1532-1770.
Estructuras de edades en la comunidad de Cuscatlán.
Ciudad Vieja.
Casas totales repartidas a los encomenderos de la villa de San
Salvador: 1532.
El área de estudio.
La distribución de materiales culturales en el área de estudio.
Procedencias de las colecciones superficiales
Plátaforma residencial (Posclásica) .
Plataforma Clásico Tardía.
Cerámica del período Posclásico Tardío encontrada en el reconocimiento.
Artefactos Posclásicos, Clásicos e Históricos encontrados en el
Reconocimiento
La distribución de materiales del período Clásico Tardío.
26. La distribución de materiales del período Posclásico.
27. La distribución de cerámica Joateca un marcador del período Protohistórico
28. Tres áreas recomendadas para conservación inmediata .

INTRODUCCION

Cuscatlán es un nombre de alta significación para la historia salvadoreña. Se refiere a la provincia nativa de mayor importancia existente en el territorio nacional a la llegada de los españoles, y también designa a la capital de aquel modesto estado indígena.

Y aunque los españoles no perdieron tiempo en desmembrar la provincia de Cuscatlán, y su antigua capital se redujo precipitosamente a una aldea, Cuscatlán en su sentido dual de provincia y capital continuó, y aún continúa a jugar un papel influencial en la vida nacional.

Los linderos de su provincia prehispánica constituyeron, en parte, la base para algunas divisiones internas de la república actual, y de una porción de su frontera internacional. Hasta en la vida diaria, cuando se quiere referir a una persona de El Salvador por algún epíteto otro que “salvadoreña”, es común ocupar la palabra “cuscatleca”.

Pero Cuscatlán ha sido descuidado y hasta abusado.

Se ha fabricado versiones infundadas sobre su historia, invocando a héroes culturales mexicanos como “Topilzin Acxitl” en la fundación de Cuscatlán (Lardé y Larín 1976:II2), y llegando al extremo de inventar héroes propios, de los cuales Atlacatl es el ejemplo más notorio (Recinos y Goetz 1953:122).

En la actualidad, nuevas ubanizaciones se extienden sobre lo que parece haber sido el sitio de la antigua capital, y Ia pronta obliteración de sus posibles restos físicos es una certeza a menos que se implemente medidas de conservación.

Fue por esa última preocupación que se comenzó el Proyecto Cuscatlán. Las metas de este proyecto fueron de recoger las referencias etnohistóricas pertinentes para Cuscatlán para poder determinar la extensión y otros datos acerca de su provincia, y la ubicación e índole de su capital. El próximo paso fue de realizar un reconocimiento arqueológico en lo que se determinó ser la probable ubicación de la antigua capital, Para así identificar restos prehispánicos de la época correspondiente, que pudieran relacionarse con Cuscatlán.

El Proyecto Cuscatlán ha sido administrado por el Patronato Pro-Patrimonio Cultural de El Salvador, con financimiento del Banco Cuscatlán. El presente trabajo es el informe del Proyecto.

El lector interesado en conocer sus resultados en forma inmediata puede referirse a las secciones finales tituladas Resumen y Conclusiones y recomendaciones. Brevemente, se concluye que todavía existen restos de la zona residencial de Cuscatlán, y se ofrece recomendaciones para efectuar la conservación de una parte significativa de ella.

La organización del informe comienza con una consideración de la evidencia etnohistórica sobre Cuscatlán, donde se reune los datos pertinentes de esta comunidad y su provincia para establecer su índole general. De interés principal era determinar hasta el grado posible la posible ubicación de
Cuscatlán, pero se incluye discusiones de su población, economía y conquista.

En la siguiente división del informe se describe el reconocimiento arqueológico que se realizó en el área que se determinó como el probable sitio de la antigua comunidad. En el área de estudio que se definió se recorrió más de 700 hectareas en un reconocimiento intensivo, en el cual se registró restos arqueológicos y se efectuó recolecciones superficiales de materiales diagnósticos. Se discute los resultados del estudio de campo, que incluyó el análisis de los datos y materiales recuperados, enfocando en su fechamiento y su posible relación con la antigua comunidad de Cuscatlán.

La última parte de este informe presenta un resumen de la evidencia
etnohistórica y arqueológica para llegar a una serie de conclusiones con respecto a la situación y naturaleza de posibles restos materiales de Cuscatlán. Se define áreas de mayor interés, y se explica un procedimiento que podría conducir a su conservación efectiva, frente al rápido crecimiento urbano que caracteriza esa zona.

Existen varias formas en que se ha representado el nombre “Cuscatlán” Cuzcatan es sin duda la más correcta (compárese con Lardé y Larín 1976:110-111), pero fue abandonada hace más de 150 años en favor de
“Cuzcatlán” o “Cuscatlán” (tal como se resume en este informe).

“Cuscatlán” es la versión que fue adoptada por la municipalidad del lugar, y por esa razón es la que se ocupa aquí. Sería apropiado anotar en este espacio que las cedillas© del castellano antiguo citado en algunos documentos aquí han sido transcritas como zetas modernas.

Varias personas brindaron una colaboración importante en 1a realización del proyecto. El Arq. Carlos Hernández contribuyó la mayor (y mejor) parte de las ilustraciones, en las cuales también trabajaron el Arq. Sara Moreno y el Sr. Armando Ascencio. El Sr. Medardo Franco colaboró habilmente como el principal auxiliar de campo, frecuentamente en condiciones menos que óptimas. En el Archivo General de Centroamérica en Guatemala, donde se realizó parte de la investigación etnohistórica se contó con la gentí1 colaboración de don Manuel Rubio Sánchez.

Los miembros del Patronato Pro-Patrimonio Cultural se destacaron por su apoyo y paciencia, especialmente los Señores Mario Cristiani y Ernesto Raubusch, y las gerentes, Gina Vásquez de Sánchez y Julia de Alfaro. El inicio de este proyecto se debe principalmente al pasado presidente del Patronato, el Sr. Ricardo Gonzales. Conversaciones con el Sr. Stanley
Boggs eran de mucho beneficio en la evaluación de la evidencia arqueológica, y del problema general de ubicar asentamientos Protohistóricos. El Sr. Victor Marín proporcionó espacio para examinar las colecciones recuperadas en el reconocimiento. El Sr. Oskar Pank, recién fallecido, compartió sus ideas y tiempo gnerosamente con el autor.

CUSCATLAN EN LA PERSPECTIVA ETNOHISTORICA: “LA TIERRA DE PRESEAS”

Cuscatlán era el nombre de un modesto estado nativo y de su capital, existentes al extremo sureste de1 área cultural mesoamericano en vísperas de la conquista española.

Como lo han señalado varios autores (por ejemplo Daugherty 1969), Cuscatlán es un topónimo nahuat, que fue traducido como “tierra de preseas” por un sacerdote que trabajó en esta región durante el siglo XVII (Vásquez
1937:22O).

Se compone de los elementos cuzcat y el localitivo tan (Geoffroy 1973). Tlan es el variente nahuatl o azteca de este localitivo y no entró en uso general (o sea Cuzcatlán en vez de Cuzcatan) hasta alrededor de 1800, según los archivos coloniales en la alcaldía de Antiguo Cuscatlán. Esta “nahuatlización” ha sido notado para varios topónimos nahuat, y quizás se debido al prestigio de que gozaba el idioma azteca (Fowler 1981: 505 ) .

En diferencia a las acerciones de algunos escritores, cuzcat (cuzcatl en nahuatl) no quiere decir collar, sino unicamente joya, piedra preciosa labrada de forma redonda o cuenta para rezar” (Molina 1571:27v).

Obviamente el sentido correcto de la palabra en este caso es de joya, y “tierra de preseas” se considera como una traducción directa del topónimo Cuscatlán. En su excelente estudio ecológico acerca de El Salvador, Daugherty (1969) señala que “tierra de preseas” es un término acertado para esta región de suelos ricos que sostenían (antiguamente) una rica y diversa flora.

Lo que se puede conocer de la comunidad y provincia de Cuscatlán se basa en las muy escasas fuentes primarias, en algunas secundarias de la época colonial y en analogía con otras regiones de Mesoamérica. Datos arqueológicos auxilian en la comprensión de los orígenes y forma de vida de sus habitantes. No se dispone de una “memoria” nativa para Cuscatlán, que podría iluminar tanto acerca de su historia cultural y organización, tal como se ha logrado para los quiché, cakchiquel y otros grupos en el vecino país de Guatemala (véase por ejemplo Carmack et al. 1975).

Los orígenes pipiles

Los habitantes de Cuscatlán eran del grupo étnico pipil . Se ha vertido muchas opiniones, entre factuales y fantásticas, acerca de Los pipiles y sus orígnes. No es la intención del presente estudio evaluar estas ideas.

Pero sí es apropiado resumir aquí lo que se considera como los conceptos más equilibrados y actualizados acerca de la gente que poblaban Cuscatlán, y a la vez aprovechar para incorporar nueva información arqueológica que todavía no ha sido publicada. En esta dicusión se depende del estudio sobre el tema realizado por Fowler (1981), y a menos que se note al contrario, la información que se presenta es tomada de su trabajo.

Al arribo de los españoles al área centroamericana, se hallaban varios grupos pipiles esparcidos en la región, con su mayor concentración en la parte correspondiente al centro y occidente de El Salvador (donde se encontraba
Cuscatlán y probablemente otro estado nativo).

El orígen mexicano de los pipiles era evidente aún para los españoles, quienes pudieron observar las semejanzas entre su cultura y, especialmente: su idioma y los de México central. Su idioma era nahuat, de la familia
lingüística yutonahua (o uto-azteca), ampliamente distribuida en Norte y Centro América, y específicamente de1 grupo nahua de esta familia (Kaufman 1974:24-25).

Este grupo consiste en varios idiomas estrechamente emparentados historicamente, siendo el más destacado el famoso nahuatl o azteca (Luckenbach y Levy 1980).

Las diferencias entre nahuatl y el nahuat de los pipiles no son muy grandes, y es generalmente aceptado que son mutuamente inteligibles. Como una prueba empírica de ésto es el hecho de que se ocupaba el diccionario
Castellano-Mexicano (náhuatl) de Molina (publicado en I577) en el trabajo misionero del convento de San Francisco en San Salvador. Los monjes habían anotado en su copia que en el nahuat local se faltaba el racimo “tl” que es tan común en nahuatl (Squier 1976:350)

Se puede representar ésta y otras de las principales diferencias como los siguientes cambios frecuentes (ocasionalmente determinados por su ambiente) del nahuat al nahuatl: t:tl, u:o, cal:calli (compárese con Schultze Jena 1980) .

Son éstos y otros cambios entre los dos idiomas, equivalente en dos de los casos citiados a una relativa simplificación del nahuat comparado con el nahuatl, que a menudo conducía a los observadores coloniales a referirse al lenguaje de los pipiles como “mexicano corrupto” (Ciudad Real 1873 ) , “lengua mexicana plebeya” (Vásquez 1944:59), o sencillamente como una versión menos pulida del idioma de México central (Betancor y Arboleda 1964:96).

Sin duda fue debido a esta misma “simplificación” que a los auxiliares mexicanos, cuya ayuda a los españoles fue instrumental en la conquista de Mesoamérica sureña, e1 nahuat de los pipiles les parecía como una versión mal hablada y aparentamente infantil de su propio idioma. Una actitud desdeñosa hacia el nahuat debería de haber originado el término pipil (compárese con Squier 1976: 347) como indica esta definición del siglo XVII:
“…algunos pueblos de la costa del Sur, que desde el lugar de Escuintepeque (Escuintla, Guatemala) se señalan con el nombre de los Pipiles, que en México tiene La etimología de “lengua o idioma de muchachos, ésta es su propiedad, porque a tanto como ésto quiere explicar qué había llegado su corruptela)…”
(Fuentes y Guzmán 1932-33, tomo I, libro 3).

Vásquez da una interpretación paralela que también fecha del siglo XVII:
“…una de aquellas naciones hablan la lengua mexicana corrupta o pipil (como si dijéramos lengua de muchachos o que hablan los poco inteligentes) …” (1944: 81)

La etimología de pipil claramente se deriva de algún término nahua como pipilpipil (“muchachuelos”) o pipillotl (“niñería”), y comunica el poco estimo que tenían los auxiliares mexicanos por sus remotos parientes (Molina
1571:82; Squier 1976:342). El lingüísta Schultze Jena define pipil en nahuat como “niño, muchacho o muchacha joven” (1982:182) .

Estudios glotocronológicos han demonstrado que nahuat representa una ramificación del grupo nahua varios siglos más antigua que nahuatl, entre 800-1250 dC, y es el mejor candidato para el idioma de los toltecas de México central (Kaufman 1974:49; Luckenbach y Levy 1980; Fowler 1981).

Las fechas para su ramificación corresponden con el período de mayor influencia tolteca en Mesoamérica (Diehl y Benfer 1975), y por 1o tanto se sugiere la posibilidad de que la dispersión de nahuat (y entre sus portadores, los pipiles) por el área centroamericano tuvo algo que ver con el auge de Io que se puede llamar la “esfera tolteca”, y ésto se ve apoyado en recientes descubrimientos arqueológicos en El Salvador.

A veces se hace referencia a dos migraciones “pipiles” tempranas hacia el sur de Mesoamérica, correspondiendo a la época de influencia directa teotihuacana (ca. 400-550 dC) y luego al establecimiento de 1a cultura cotzumalhuapa (ca. 500-900 dC) en las costas pacíficas de Guatemala y El
Salvador occidental (Borhegyi 1965a; Parsons 1969).

La influencia teotihuacana y 1a cultura Cotzumalhuapa marcaron la introducción a esta región de varios rasgos originados en México central. Sin embargo, no parece ni correcto ni útil denominar a los portadores de estas características mexicanas como “pipiles” solo por su mutua relación con el centro de México, puesto que representan horizontes culturales mucho más tempranos, sin evidencia de continuadad entre ellos y los pipiles históricos en esta región.

Es más, nueva evidencia de un sitio Cotzumalhuapa (Cara Sucia en el depto. de Ahuachapán, El Salvador) indica la posibilidad de que los pipiles jugaron un papel en el abandono del sitio (Amaroli 1984b).

En su exhaustiva evaluación de las fuentes disponibles para aclarar el problema de los orígenes pipiles, Fowler destaca que hay varios datos contradictorios y grandes lagunas en la información arqueológica y etnohistórica.

Según uno de los posibles escenarios que él propone, los precursores de los pipiles históricos hubieran llegado al sureste de Mesoamérica entre 800-1200 dC, una fecha apoyada en los citados estudios glotocronológicos y en e1 registro arqueológico. Este movimiento posiblemente fue solo una pequeña parte de los grandes cambios que surgieron a nivel regional, asociados con el colapso de la civilización maya Clásica y el resultante vacío de poder en su anterior esfera de influencia.

Fowler propone que hasta ese entonces el centro y occidente del territorio salvadoreño era poblado por gente de afiliación chortí (una división maya). Con la caída del principal centro chortí, la ciudad de Copán, se cree que grupos oportunistas de habla nahuat penetraron al territorio, desplazando los “nativos” hacia las marginales serranías de Chalatenango, donde todavía habían varias comunidades chortís en la época de la Conquista.

Las poblaciones intrusas, los antepasados de los pipiles históricos, se hubieran originado en México central, y frecuentemente se menciona la costa de Veracruz como un punto más específico. A ésto se debería su posesión de un patrimonio cultural tan semejante con aquella región. Los pipiles consevaban la tradición de un orígen en la capital tolteca de Tula, lo común con muchos otros grupos mesoamericanos (Carmack 1968:55; Ixtlilxóchitl 1950:395).

Nuevos descubrimientos arqueológicos ayudan en sostener que la relación entre los pipiles y Tula no era solo legendaria, e indican que se interesaban participar en el comercio de productos locales hacia México central y
viceversa, relacionándose en alguna manera con gente tolteca.

Desde hace muchos años se ha señalado la presencia en El Salvador de restos culturales emparentados con las corrientes dominantes en México central durante el auge tolteca. En Chalchuapa se contruyó dos pirámides (B-2 y
8-6) en el estilo contemporaneo mexicano, una de ellas redonda (B-6) y según parece, asociada con tres esculturas (Stanley Boggs 1985: comunicación personal) “ Las esculturas incluían dos “chacmules” y un jaguar agachado, los cuales eran temas comunes en otras regiones bajo influencia “tolteca”.

Uno de los chacmules y el jaguar poseían, sin embargo, un rasgo que aparentamente solo se ha reportado para México central y aquellas áreas fuertamente vinculadas con ello, como el norte de Yucatán, consistente en un pectoral en forma de mariposa (Thompson 194I:46 l las dos esculturas están en exhibición en el Museo Nacional “David J. Guzmán” ) .

En 1985 nuevas lotificaciones condujeron a1 descubrimiento de una zona residencial próxima a las estructuras B-2. y 8-6, y coétanea con ellas. Entre otros materiales recuperados de este sitio, lo pertinente para esta discusión son cuatro clases de artefactos que ocurrían juntas: obsidiana verde y los grupos cerámicos Plomiza Tohil, Policromo “Nicoya” y (tentativamente) cerámica
Anaranjado fino Silho (o “X”).

Estos grupos cerámicos son marcadores del período que se discute (el Posclásico Temprano), cuando figuraban entre las principales cerámicas
comerciales. Se cree que la Plomiza Tohil y esta variedad de Policromo Nicoya puedan haber sido productos (en parte) de1 territorio salvadoreño (Bruhns 1980; Fowler 1981).

Este mismo asemblaje de obsidiana verde y los tres grupos cerámicos fue encontrado en el sitio Loma China, dentro del embalse de la presa San Lorenzo en la cuenca baja del río Lempa. Los datos fascinantes de este sitio que se presenta a continuación se basan en el examen de los apuntes y colecciones presentes en la Dirección del Patrimonio Cultural en San Salvador.

En Loma China se encontró varios entierros que habían sido colocados en una plataforma pequeña, asociados con ofrendas de navajas prismáticas de obsidiana verde y un total de 19 vasijas “Nicoya”, cinco de Plomiza Tohil y una de Anaranjado fino Silho. El entierro central (los demás individuos posiblemente habían sido sacrificados como ofrendas) estaba acompañado por tres mosaicos formados de priita, turquesa, jade y concha, y por lo menos dos de ellos mostraban el motivo de un guerrero tolteca (con los característicos casco, escudo, “chaqueta” y sandalias) quien sostenía un escudo en una mano, mientras que la otra alcanzaba hacia una serpiente esplumada que volaba arriba.

Estos extraordinarios artefactos debían de haber sido fabricados en algún centro tolteca o “epitolteca” (es decir, un centro contemporáneo y relacionado). Sería razonable proponer que servían como insignias para su dueño (presumiblemente el individuo que acompañaban), quizás para advertir una relación especial con la esfera de influencia tolteca.

Centenares de placas muy pequeñas de turquesa también se hallaron asociadas con el entierro principal, y estaban esparcidas en la región de su cráneo. Pueden haber sido parte de una máscara mosaico que cubría su cara.

La única fuente de obsidiana verde conocida en Mesoamérica está ubicada en Pachuca, dentro de México central. La producción y exportación de obsidiana de Pachuca parecen haber sido controladas por los toltecas en el períoclo bajo discusión (Diehl y Benfer 1975:722).

Los sitios de Chalchuapa y Loma China disponían de una abundancia de obsidiana procedente de fuentes mucho más cercanas (especialmente Ixtepeque, en la jurisdicción de Asunción Mita, Guatemala), y sería difícil explicar la importación de obsidiana desde una fuente tan lejana como
Pachuca puramente para finalidades utilitarias. Se puede especular que la función de la obsidiana verde de Pachuca, cuya apariencia hubiera sido muy llamativa entre gente acostumbrada a ver las obsidianas grises y negras locales, era para simbolizar un fuerte vínculo entre sus poseedores y México central.

La evidencia de relaciones entre los dos sitios y México central no es unilateral. Excavaciones en el sitio de la antigua capital tolteca de Tula (o Tollan) revelaron cantidades sorprendentes de cerámica Plomiza Tohil, y de la misma variedad de Policromo Nicoya encontrada en Chalchuapa, Loma China y otros procedencias salvadoreñas (Cobean L974:37i Diehl et al. 1974) la identificación del Policromo Nicoya hecha por Diehl et al. como de la variedad Papagayo conocida en Nicaragua y Costa Rica, ha sido negada recientemente; los ejernplos que ilustran estos autores son idénticos a los especímenes completos de Loma China ).

Diehl et al. (I974:187) postulan la existencia de un gremio comerciante entre los toltecas y como antecedente de los famosos pochtecas y su organización documentados para los aztecas. Quizás el entierro principal de Loma China era de un tal comerciante, fallecido en una tierra lejana de la propia, y enterrado con sus insignias y mercanderías.

La sencilla presencia de mercaderes mexicanos no explicaría en sí la migración masiva atestiguada por la etnohistoria, lingüística y arqueología (Fowler 1981).

Como otra especulación, los puestos de avance de estos supuestos comerciantes pueden haber tomado el caracter de colonias, tales como fueron establecidas por los anteriores teotihuacanos, con un interes en entender su control político mucho mayor que lo de los mercaderes aztecas (Cheek 1977:450).

El problema intrigante de los orígenes pipiles claramente no está resuelto aún.
Fowler resume varios datos que demuestran la existencia de instituciones sociales mexicanas entre los pipiles, y acepta que su organización política incluía estados tributarios, caracterizados en parte por la posesión de leyes formales y los medios para imponerlas, ejércitos profesionales y un sistema del registro y colección de tributos. Estos estados serían equivalentes a las unidades políticas mexicanas comunmente llamadas “cacicazgos”,
“ciudad-estados”, “Señoríos” o “provincias”.

El liderazgo de las provincias nativas era basado en linajes nobles. Cabe mencionar aquí que el único nombre conocido de un “cacique” para Cuscatlán, fecha de 1740 y era de una mujer, “María Josepha” (documento A3.16.4/16054/537 en el Archivo General de Centroamérica (AGC), Guatemala.

Además de Cuscatlán, las provincias pipiles encontradas por los españoles incluían Izuintepeque, centrada por el actual pueblo de Escuintla, Guatemala (Gall 1968b:194-195; Ixtlilxochitl 1950:394) y probablemente “Los Izalcos” abarcando la mayor parte de los presentes departamentos de Sonsonate y Ahuachapán en El Salvador (Lardé y Larín 1977:327-332), Se discute la provincia de Cuscatlán en detalle más adelante.

La ubicación de Cuscatlán

La ubicación general de Cuscatlán es un problema sencillo que se ha complicado sin necesidad.

Pedro de Alvarado, enviado como capitán de Hernán Cortés en 1524 a conocer y conquistar esta región de Mesoamérica, dejó la primera mención de Cuscatlán.

Desafortunadamente, aunque no es difícil trazar su ruta aproximada hasta la cibdad de “Cuxcaclan” (Barón Castro 1978: mapa frente a página 128; Gall 1966:28-29), su informe sucinto solo indica que estaba más allá de Atehuan (Ateos), sin anotar ni la distancia ni el tiempo de tránsito. Presumiblemente estaba en el mismo trayectorio que había llevado hasta Atehuan, o sea hacia
el oriente.

La extraordinaria descripción hecha de la provincia de San Salvador en 1532 (Gall 1968a), que se utiliza extensivamente más adelante, tampoco no indica la posición de Cuscatlán relativa a pueblos vecinos, y sólo registra que la comunidad tenía “. . . sus labranzas a legua poco mas y menos en derredor…e questos son sus terminos e ques tierra llana parte della e lo demas varrancas y montes e ques tierra tenplada…” En otro testimonio del documento se agrega que los términos de Cuscatlán “. . . son hazia la vna parte dos leguas e hazian [sic] otra vna e media e vna poco mas v menos…” (Gall 1968a :2I4,223) Las medidas reales de las leguas usadas en este documento generalmente varían entre cinco y siete kilómetros. Asumiendo un radio promedio de 1.5 leguas para las tierras de Cuscatlán,se deriva un rango de área posible entre 44 y 87 kilómetros cuadrados. El área total de las tierras ejidales originales de Antiguo cuscatlán (incluyendo las tierras que le fueron restadas para Santa Tecla y Nuevo Cuscatlán) era de unos 90 kilómetros cuadrados (Browning L975:463) e correspondiendo al estimado más alto que se deriva arriba, lo cual deja abierta la posibilidad más obvia con respecto al problema de ubicación: que Antiguo Cuscatlán es el descendiente directo del Cuscatlán que visitó Alvarado.

EI primer indicio concreto de ésto era de la década de 1560-70, cuando López de Velasco (1891+) escribió que “La ciudad de San Salvador, quee en lengua de indios se llama Cuzcatlán, por un pueblecillo cle indios que está cerca dél…” En ese entonces San Salvador ya ocupaba su sitio actual.

Esta serie de datos parecen evidenciar que Cuscatlán estaba al oriente de Ateos, cerca de la actual ciudad de San Salvador y en un lugar en parte “tierra llana” y parte “varrancas y montes”. Varios sitios rellenarían estos requisitos, incluso la situación del pueblo moderno de Antiguo Cuscatlán.

La idea de que Cuscatlán estaba precisamente en los alrededores del actual Antiguo cuscatlán (por lo menos desde la segunda mitad del siglo XVI) se comprueba porvarias referencias, tal como señala Lardé y Larín(I976:1-16).
García de Palacio, un oidor (juez) de la Audiencia de Guatemala, deja esto en claro con su conocida’ “carta al Rey” de 1576:
“Asimismo en la falda de dicho volcán (de San Salvador) hay una hoya redonda de mucha anchura que muestra haber sido volcán y ardido mucho tiempo, porque en todo su circuito la tierra esta muy quemada y molida del fuego. Nace ahora en ella una fuente de bonísima agua, de que se proveee el lugar de Cuxcatan, que esta asentado a la orilla de ella.” (García de Palacio 1983:80).

La “hoya” y su agua era la antigua laguna de Cuscatlán (Gutiérrez y Ulloa 1962), ahora drenada y sitio del complejo industrial Puerta de la Laguna; Antiguo Cuscatlán está en la orilla del “cráter” que contenía el desaparecido lago.

En1586 el religiosos Alonso Ponce observó que “Cutzcatlán” estaba una “legua” al poniente de San Salvador y que otra “legua y media” más adelante (atravesandoa futura ubicación de Santa Tecla) se entraba la bajada del “callejón de San Salvador” que hoy conduce a Colón (Ciudad Real 1873).

Lardé y Latín (1976:116) cita una referencia de 1689 que ubica “los Santos Inocentes de Cuzcatlan” dos leguas al poniente de San Salvador y media legua del volcán de San Salvador. A diez cuadras del pueblo estaba su laguna que medía unos dos por cuatro cuadras.

Varias referencias adicionales concuerdan con éstas, y ubican Cuscatlán en las cercanías del pueblo actual de Antiguo Cuscatlán (Gálvez 1936; Cortés y Larráz 1958; Gutiérrez y Ulloa 1962). Además, el hecho de que la Alcaldía
de Antiguo Cuscatlán posee los documentos coloniales de “los Santos Inocentes de Cuscatan” (remontando hasta aproximadamente 1737 ) es, en sí, evidencia de que se trata del descendiente lineal del Cuscatlán original, tal como sugiere su nombre.

En la propuesta formulada para este proyecto (Amaroli 1984), el autor somete la “hipótesis de trabajo” de que el Cuscatlán de la Conquista se componía en una ciudadela sobre una meseta defendible que contenía las residencias de la
élite y otras estructuras principales, rodeada por extensos suburbios “ Este concepto estaba basado en analogía con el diseño de otros centros coétaneos de la región y de un indicio dejado por Pedro de Alvarado en sus informes a Hernán Cortés. En sus informes, Alvarado ocupaba uniformemente la palabra “ciudad” sólo con referencia a cuatro capitales indígenas: Utatlán (el Gumarcaah de los quichés), Guatemallan (el Iximché de los cakchiqueles), Atitlán (la capital tzutujil, también conocida como Chuitinamit) y Cuscatlán.

Los primeros tres centros han sido investigados arqueologicamente (véase por ejemplo Wauchope 197O). Todos tenían el aspecto general descrito arriba, con una ciudadela sobre una elevación y rodeada por zonas residenciales. En los tres casos, las ubicaciones de las capitales nativas, muy difíciles de acceso y fáciles de defender (en el evento de una rebelión indígena), no
concordaban con los propósitos españoles, encaminados principalmente a ejercer un mayor control sobre las población autóctona y de concentrar los sobrevivientes del desastre demográfico que se inició con la Conquista.

Las autoridades religiosas dominicas (quienes administraban Cuscatlán – véase Tratado s. f. ) y franciscanas impulsaron la “congregación” de comunidades indígenas, que involucraba el traslado y fusión de pueblos vecinos, y en el apogeo de su interferencia con asentamientos nativos, entre 1540 y 1550 (MacLeod 1973:121), se vió el abandono obligado de las tres capitales mencionadas. Los nuevos asentamientos de Santa Cruz del Quiché, Tecpán Guatemala y Santiago Atitlán fueron edificados en lugares más accesibles cercanos a las ciudadelas abandonadas. Los religiosos necesitaban el permiso del gobierno español para efectuar estos cambios legamente (Macleod 1973:121) .

Sobrevive una descripción del traslado de Atitlán realizado durante la administración de Alonso Maldonado como Presidente de la Real Audiencia de los confines (1542-1545). Los dos padres franciscanos que administraban los tzutujiles en su antigua ciudadela quejaban:
“…que el camino para los visitar era muy trabajoso y dificultoso y el modo y manera que estavan poblados para los mejor visitar y doctrinar, les parecio que era cosa muy conbiniente y necesaria dar noticia dello a la real audiencia de los confines. . . los quales. . .mandaron librar probision real para que…
sacasen a los naturales de…donde estavan poblados y en parte comoda y
combiniente los poblasen y asentasen en pueblo formado.” (Betancor y Arboleda 1964:97)

Y en esta manerar se exigió el traslado de varias miles de personas, por la comodidad de dos frailes, y como parte de su visión de efectuar una transformación social y cultural entre la población nativa (Macleod 1973:121)
El traslado de una comunidad menor de esta época supuestamente fue realizado por la comodidad de sus propios habitantes:
“…junto a la laguna (de Amatitlán, Guatemala) juntaron cinco pueblos, y el principal que estaba en un alto junto a la laguna, sitio enfermo y de mal servicio por el mucho trabajo que tenían en llevar el agua, que-solían malparir
las mujeres del cansancio, se pasó al llano donde ahora está. . . . “ (Remesal 1932:245-246) .

En consideración de lo que les sucedió a las otras tres “ciudades” mencionadas por Alvarado, se entretenía la posibilidad de que Cuscatlán originalmente ocupaba una de las mesetas cercanas hacia el sur del pueblo actual, y que hubiera sido trasladado a medianos del siglo XVI por trabajadores religiosos. Como se verá adelante, esta idea no encontró apoyo en los datos arqueológicos recuperados en este proyecto.

Es necesario mencionar que dos autores rechazan una ubicación en la vecindad de Antiguo Cuscatlán, y intentan localizar la comunidad antigua cerca del primer asentamiento de San Salvador, un lugar hoy llamado Ciudad Vieja (unos ocho kilómetros al sur de Suchitoto). Franz Termer (1961) y su amigo Francis Gall (1966) logran desatender toda la evidencia documental citada arriba por dos argumentos subjetivas. Primero, ellos creen que Pedro de Alvarado y sus acompañantes no hubieran podido subir con su caballería por el “callejón” entre Colón y Santa Tecla (en rumbo hacia el actual Antiguo Cuscatlán), y por éso tomaron una ruta desde Atehuan, al norte del volcán de San Salvador, y luego hasta Ciudad Vieja. Su objección carece de validez.

El dicho callejón era una ruta de tránsito importante después de la Conquista y fue viajado en 1570-1580 por el oidor García de
Palacio (1983:79-80) y en 1586 por Alonso Ponce (Ciudad Real 1873:400-401) Comentaron que era una cuesta difícil pero de ninguna manera imposible de atrevesar.

La segunda razón que avanza Termer y Gall para ubicar Cuscatlán en las proximidades de Ciudad Vieja es que:
“La técnica usual durante la Conquista consistía en que los primeros centros o colonias se establecían o fundaban donde se encontraban los antiguos núcleos poblados aborígenes, lo que sé demuestra con un gran número de ejemplos, desde México hasta Chile.” (Gall- 1966:34).

Sin embargo, una tendencia no es una regla, y hay varias excepciones a la práctica española notada por Termer y Gall, particularmente en áreas donde la población indígena se mostraba fuerte y combativa como era el caso de Cuscatlán.

Se puecle citar los ejemplos de Yucatán (su primera capital española fue en las ruinas de Chichén ltzá), Perú (Pizarro fundó su primera capital en un insignificante lugar costeño) y Guatemala (aunque primeramente establecida en Iximché, muy luego se trasladaba la capital española a varios lugares sin importancia anterior). De todas maneras, Ciudad Vieja representa el segundo establecimiento de la villa de San Salvador, y tal como en el caso de la presencia temporal de Santiago en Iximché, su primera ubicación bien puede haber sido en la vecindad de Antiguo Cuscatlán (véase Lardé y
Larín 1983) .

Aunque Las opiniones de Gall y Termer han sido aceptadas por varias personas, su caracter sujetiva es evidente, y están en contradicción con los hechos documentales.
La provincia de Cuscatlán

Los datos disponibles describen Cuscatlán como la capital de una modesta provincia nativa, abarcando varios pueblos tributarios.

Los españoles desarticularon sistemas tributarios semejantes al encontrarlos en Guatemala, entre los grupos mayas de las tierras altas. Los conquistadores repartieron los pueblos sujetos y las cabeceras de los estados autóctonos, y los tributos que antes fluían a los gobernantes nativos entonces fueron asignados a 1os conquistadores, en cantidades según su rango y hazañas.

En Guatemala se puede reconstruir la compleja estructura política nativa a base de las “memorias” indígenas como el Popul Vuh y los Anales de Los Caqchiqueles. A faltar éstos y otros documentos relacionados, la desaparecida estructura política de los estados quiché, cakchiquel y otros vecinos sería tan obscuro como la es para los pipiles. Es, entonces, necesario depender de otras fuentes para estudiar la provincia de Cuscatlán, y éstas consisten en las declaraciones de los testigos oculares de su Conquista y sus consecuencias inmediatas.

Se mencionó arriba que Pedro de Alvarado situó a Cuscatlán en la misma categoría que tres otras capitales regionales de las tierras altas guatemaltecas. El implicó así que Cuscatlán era la capital de una provincia
nativa análoga de los estados quiché, cakchiquel y tzutujil.

A manera de confirmación, solo cinco años después de su entrada a Cuscatlán, durante las sesiones de la pesquisa celebrada para investigar sus crueldades, se describe “Coscatlan” como la comunidad “más principal” de la provincia del mismo nombre, que después sería llamada de San Salvador por la villa española fundada en ella (Libro Viejo 1934:142).

Fray Bartolomé de Las Casas estuvo en esta provincia poco después de su conquista, en 1532 y luego entre 1534-1539 (Daugherty 1969:108 ) . El conoció e1 hijo del “señor principal de aquella ciudad (de Cuscatlán)” lo cual indica el valor potencial de su información.
Las Casas comentó:
“(Pedro de Alvarado) fue a la provincia de Cuzcatán…que es una tierra felicísima con toda la costa de la mar del Sur, que dura cuarenta y cincuenta leguas”’; la ciudad de Cuzcatán… era la cabeza de la provincia. . . “” (Las Casas 1958:152).

Las Casas reafirma la idea de que Cuscatlán era la capital de una provincia nativa que se extendía por una distancia que hubiera abarcado una porción significativa del área pipil salvadoreño.

Escribiendo en una fecha muy posterior, ya a mediados de la colonia, Vásquez (1937:235) harmoniza con esta idea al anotar que “…la provincia de Cuscatlán (así nombrado de un recio pueblo de indios, donde el cacique principal residía)….”

La evidencia no es abundante, pero si concuerda sin contradiciones en que la provincia indígena de Cuscatlán era residida por la comunidad del mismo nombre, y era equivalente a las provincias gobernadas por las otras tres
capitales regionales ya mencionadas. El concepto de equivalencia se repite en la probanza de méritos de los conquistadores Diego de Usagre y Francisco Castellón, donde se lee que “…en conquistar y traer en paz las dichas provincias Ide] Utatlan, Guatemala y Atitán se estuvo más tiempo de siete años…” Y luego de ésto, se fueron…a conquistar esta provincia de Cuzcatlán.” (Gall 1968b: 143,150)

En resumen, los testigos de la conquista de Cuscatlán y de sus resultados inmediatos, presentaron una imagen coherente del escenario político regional. Existían varios estados nativos equivalentes, especialemente los gobernados por Utatlán (quiché), Iximché (cakchiquel), Atitlán (tzutujil) y Cuscatlán (pipíl). Además de su cabecera, cada estado tenía una serie de comunidades sujetas, las cuales fueron desmembradas de su organización por los españoles para repartir sus tributos entre ellos. Hay evidencia directa de ésto para Cuscatlán. Referiéndose a la época inmediatamente posterior a su conquista, uno de sus participantes dijo que:
“…al tiempo que esta” provincia de Cuscatan se repartió se le dieron (al
destacado conquistador Diego de Usagre) los mejores pueblos indios della por lños merecer…” (Gall 1968b:195-196).

Los linderos del estado nativo de Cuscatlán no son explicitos en los documentos. Aparte del indicio dado por Las casas, la mejor pista que se tiene es la Relación de 1532 que presenta descripciones de los pueblos y sus encomenderos existentes en “la provincia de San Salvador” en ese año
(Gall 1968a). En 1532, a sólo cuatro años de la “pacificación” de la provincia y el establecimiento de la villa de San Salvador, los españoles residentes en la nueva villa fueron entrevistados acerca de los pueblos que les habían sido asignados para derecho de tributos. San Salvador fue fundada en la antigua provincia de Cuscatlán y se sugiere que eran similares en su extensión, con la diferencia que San Salvador abarcaba varios pueblos adicionales (compárese con Las Casas 1958:L52; Gall 1968c; Lardé y Larín 1976:1I4).

En esta fecha temprana, es muy poco probable que los españoles hayan hecho cambios grandes de linderos. Esta impresión se ve reforzada, por el hecho de que el documento refiere a pueblos que definitivamente estaban fuera de la antigua provincia nativa (como el pueblo lenca de Lolotique y el
Texucla (Tejutla) de habla chortí) con el término chontal; lo cual significaba “extranjero o forastero” en nahua (Molina 157I:21v) *

Fuentes parecidas a la Relación de 1532 han sido empleadas para definir las provincias nativas de Yucatán (Gates 1978:136-156) y de México central (Barlow 1949:1-2) mediante procedimientos similares a lo que aquí se ocupa.

La Relación de 1532- consiste en una serie de testimonios tomados a los 57 encomenderos residentes. Tuvieron que proveer datos sobre los pueblos que tenían encomendados, incluyendo sus nombres, las extensiones de sus tierras,
su número de casas, sus productos y si eran “chontales”.

En tabla 1 se resume esta información. Hay datos acerca de 90 pueblos totales. Unos 33 eran “chontales”, y relativamente pocos pudieron ser localizados debido a los nombres muy distorsionados que se registró. La mayoría de los pueblos “chontales” estaban en guerra en 1532, y evidentamente los españoles no tenían mucha información acerca de ellos todavía.

Los restantes pueblos, que no eran “chontales”, incluían alrededor de 47 que pudieron ser identificados con seguridad, dos con ubicaciones tentativas y ocho que no se podía localizar. En figura 1 se ilustra la distribución y tamaño (en números de casas) de los pueblos tributarios.

Se propone aquí que los pueblos que no eran “extranjeros” (“chontales”) eran los que componían la provincia nativa de Cuscatlán.

En figura 2 se ofrece una interpretación de los posibles límites de la provincia nativa. Sus linderos podrían alterarse ligeramente al lograr ubicar los ocho pueblos que no pudieron ser localizados.

Nahuizalco (“Naozalco”) y Santa Catarina Masahuat (Masagua) aparecen como una isla de territorio separado del cuerpo principal de la provincia, rodeada por pueblos de la presunta provincia de “los Izalcos”. En México central (de donde los antepasados de los pipiles hubieran traído sus ideas acerca de la organización de estados) era común que las provincias nativas abarcaban algunas comunidades alejadas de su área contigua. Aunque acceso libre es una ventaja obvia de controlar un territorio unido, lo que era importante para estos estados no era la incorporación de territorio en sí, sino la adquisición de tributo de comunidades, que bien podían estar rodeadas por comunidades que tenían compromisos tributarios con otra cabecera (véase Gibson 1964).

Los mismos límites (exceptuando los variospueblos “chontales”) todavía estaban en efecto por 1548, cuando se realizó la primera tasación reguladora de tributos en la región (Relación 1548-1551), y posiblemente hasta por lo menos la década de 1570-1580, al juzgar por l adescripción hecha
por García de Palacio (1983:81-82 ) .

En uno de los cambios más importantes de jurisdicción, y antes de 1676, Nahuizalco y Santa Catarina Masahuat fueron agregados a la alcaldía mayor de Sonsonate (Barón Castro 1978:2I9).

Es interesante y de relevancia actual que varios de los linderos propuestos para la antigua provincia nativa de Cuscatlán persistieron más o menos intactos a través del período colonial, y aún hasta hoy día funcionan como divisiones políticas. Su lindero oriental, determinado por el río Lempa, fue considerado como la división entre las gobernaciones de Guatemala y Nicaragua en 1531 (Rubio 1979:21), pero más tarde separaba las jurisdicciones coloniales de San Salvador y San Miguel, y todavía limita
los departamentos de San Vicente y Usulután.

Esta frontera es también muy conocida como un divisadero cultural dentro
del país moderno. En el suroccidental la dvisión colonial entre San Salvador y Sonsonate seguía aproximadamente los propuestos linderos prehispánicos y era similar a los límites norte y este del departamento de Sonsonate. El lindero noroeste propuesto para la provincia de Cuscatlán correspondía con la actual frontera internacional entre El Salvador y
Guatemala.

Aunque el lindero norte de la presunta provincia sigue algunos límites del departamento de Chalatenango, se inclina a pensar que en este caso no hubo una continuidad histórica.

La influencia de estados nativos en la formación de modernos linderos políticos ha sido notado en México central, 1os Andes centrales y en las tierras altas guatemaltecas (véase por ejemplo Veblen 1982).

Lothrop (L939:46) y Thompson (1970:95) sostienen que Ixtepeque, al extremo oriental de la propuesta provincia de Cuscatlán, era un pueblo “chontal”, basándose en el siguiente comentario de García de Palacio (1983:82):
“Del lugar dicho [“Yztepeque”], aunque es en la misma provincia, comienza otra lengua de indios que llaman los chontales. . . “

Para Lothrop y Thompson, García de Palacio quería expresar que el área “chontal” comenzaba en Istepeque, pero parece más razonable aceptar que el autor colonial intentaba decir que después de IstePeque comenzaba 1a
“lengua chontal”, y así fue interpretado por Squier (1976:340 [Squier trabajó con la versión de Herrera, que era una copia casi palabra por palabra de García de Palacio] ).

Al extremo opuesto de la provincia, el pueblo de Chalchuapa es otro posible punto de contención lingüística. Aunque se incluye aquí en la provincia de cuscatlán, su identidad como una comunidad aislada de habla pokomam (una división maya, también llamada pokom) es bien documentada (véase por ejemplo Cortés y Lattáz 1958).

Mediante evidencia arqueológica, se piensa que Chalchuapa era pipil al principio del período Posclásico, y que gente de habla pokomam llegaron a dominar e1 pueblo sólo en el Posclásico Tardío, entre 1700 dC y la Conquista (Sharer 1978:215). Nuevos estudios lingüísticos demuestran que
hablantes de pokomam estaban en una fase de expansión territorial inmediatamente antes de la Conquista, lo cual encaja con la interpretación arqueológica en Chalchuapa ( Campbell 1978 :45 ) .

Sharer (1978:215) entretiene la posibilidad de que Chalchuapa le fue conquistado a los pipiles por gente de habla pokomam. Sería difícil acomodar esta idea con la inclusión de Chalchuapa en una provincia pipil.
Una fuente colonial habla de la presencia de pokomames en “la Provincia de Cuscatlán” poco antes de la Conquista, probablemente una referencia a los habitantes de Chalchuapa (CampbelL 1978:30). Se puede especular que los pokomames fueron puestos o tolerados en Chalchuapa por el estado pipil de Cuscatlán para funcionar como un “amortiguador” fronterizo contra sus vecinos potencialmente hostiles.

El área de la provincia de Cuscatlán, tal como se propone, era de aproximadamente 7,000 kilómetros cuadrados. Aproximaba la distribución del idioma nahuat en e1 territorio salvadoreño, con una excepción importante: la zona de Izalco que como ya se discutió, parece haber constituido un estado pipil distinto.

El área de la propuesta provincia no es excepcional en comparación con otros estados nativos. Sólo sería como el 30% del área cubierto por el estado quiché en su extensión máxima, y .5 veces mayor que la pequeña provincia tzutujil (Carmack 1968: mapa 2). Su tamaño es comparable con la extensión de provincias nahuas en el “viejo dominio acolhua” de México central (Barlow 1949) lugares en donde pudieran haberse originado 1os antepasados de los pipiles.

Se puede derivar otro indicio más de la organización interna en la provincia de Cuscatlán. Los datos de la Relación de 1532 pueden ser ocupados en un intento para trazar una jeraquía de tamaños de sus comunidades, que podría tener una relevancia social o económica.

En figura 3 se presenta un histograma de los números de casas para aquellas comunidades con datos concretos que se supone eran miembros de la provincia. En el estudio de la demografía de Cuscatlán que ocupa la próxima sección del informe, se señala que las poblaciones existentes en 1532
representaban menos de la mitad de sus tamaños prehispánicos; pero lo que importa aquí son sus magnitudes relativas.

En la figura se puede notar que la mayoría de comunidades (88%) están fuertamente agrupadas entre 10 y 500 casas. Los demás seis pueblos están separados de la agrupación por una brecha marcada, y tienen entre 600 y 1300 casas cada uno.

Cuscatlán es el tercer comunidad en términos de su número de casas. La falta de comunidades en el rango intermedio demuestra una tendencia hacia centros “primates” en la provincia de Cuscatlán, lo cual conlleva implicaciones de un mayor grado de centralización, muchas veces considerado
como un rasgo frecuente en orgaizaciones preindustriales a nivel de estado.

La Relación de 1532 refleja la economía prehispánica con algo de precisión, antes de que los españoles habían logrado inducir cambios significativos en 1as clases y cantidades de los artículos producidos por las comunidades en la provincia de Cuscatlán, cambios que ya se hacen presentes sólo 16 años después (Relación 1548-1551). En sus testimonios de 1532, los españoles residentes en la villa de San salvador reportaron lo que producían “sus” pueblos tributarios, y también lo que comercializaban”. Una de las limitaciones de esta relación es que no parece ser comprensiva. Hay varios productos que escaparon mención, pero que deben de haber estado presentes, sin atraer la atención de los europeos. A pesar de que no aparecen en el documento, se puede suponer que había producción y/o comercialización de obsidiana, añil, bálsamo, plumas y yuca (la demora europea en aceptar cultivos de tubércolas es notoria).

Las Casa informa que cuando Pedro de Alvarado les exijió oro a los cuscatlecos, le entregaron “muy gran cantidad de hachas de cobre” que tenían una ligera aleación de oro (Las Casas l-958: l-52) . El Presidente de la Audiencia de Guatemala describió en 1579 como se hizo cinco cañones por la fundición de hachas de cobre recolectadas de los nativos, “conque cortan la madera y de que se sirven, que como tienen gastada la escoria estan purificadas y como de oro y au(n) dizen que tiene alguno. . . .” (Rubio 1977: 31) .

En realidad los indígenas de está región deberían de haber poseído bastantes hachas, ya que el peso total de las cinco piezas (fabricadas para defender el reino contra el pirata Francis Drake) era de 68 quintales, o sea unos 3000 kilógramas. Aún suponiendo que el peso promedio de cada hacha era de dos kilógramas se hubiera tenido que fundir unas 1500 para hacer los cañones. Se infiere que existía un tráfico importante de metal, quizás procedente de ciertas zonas de Guatemala y Honduras, y destinado para un amplio uso cotidiano.

Mesoamérica en general se ha caracterizado como un mosaico de medio ambientes distintos, cada uno de los cuales siendo productor de especialidades regionales que fueron intercambiadas entre las zonas ambientales, creando así una compleja y rica red económica (Sanders y Price 1968 ) . La provincia de Cuscatlán cabe dentro de esta generalización. Abarcaba una variedad de medio ambientes con siete formaciones vegetivas distintas entre la costa pacífica y sus elevaciones mayores de 2000 metros (Daugherty 1969:43-45) .

La Relación de 1532 describe 1a variedad ambiental de la provincia de Cuscatlán y refleja en cierto grado su correspondiente mosaico económico. Se reportan veinte producto. El documento no registra sus cantidades, sino sólo su presencia, y ocasionalmente indica si era poco o mucho que producía, o si era un producto principal.

Las figuras 5 a 12b presentan esta información en forma gráfica para los 49 pueblos localizados de la presunta provincia, y para varios de los pueblos “chontales”.

Los productos y sus figuras correspondientes son:
Maíz camarón
Frijol ocote
Piña sal y pescado
Cacao Miel y cera
Axí Cutaras
Pepitas de melón (pepitoria) cerámica
“grana desta de la tierra”
algodón
avés ( pavos ) ropas (toldillos, mantas)
olomina jornales (es decir el servicio de trabajo por sueldo)

Esta información económica merece un estudio aparte.

Aquí se limitará a ofrecer algunas observaciones generales. Los patrones de distribución más aparentes son de sal y pescado (probablemente salado) en la zona costera, granos en altitudes medianas y ocote en tierras altas.

La importancia de sal ha sido destacada últimamente, no solo como un importante producto de intercambio, sino también como un “primer motor” en el desarrollo de civilización en Mesoamérica (véase por ejemplo Andrews 1984). Otra evidencia de su extracción en las costas de Et Salvador y Guatemala ha sido estudiado por el citado autor.

Ropa, y en particular mantas, era un producto muy común. La manta había adquirido la posición de una unidad tributaria estandardizada antes de la Conquista en algunas regiones (Berlin 7947: nota 429), y su valor era tan fijo que se la comparaba con moneda. Mantas constituían un producto tributado importante hasta la independencia en el territorio salvadoreño.
Olomina es un pequeño Pescado del lago de llopango. Todavía se lo llama ulumina en el centro de El Salvador. La Relación de 1932 comenta que
olomina “. . . es un pescadillo menudo y de lo mismo dicen que les pcan los mismos indios. (Gall 1968a:211).

En Apocopa (Apopa) los naturales vivían de “”…hacer ollas e cosas de barro…” (Gall 1968ª: 221). Es muy interesante que probables ejemplares de esta cerámica han sido encontrados en Apopa como resultado de nuevas
urbanizaciones, y son discutidos en la sección arqueológica de este lnforme debido a su semejanza con la cerámica recolectada en la vecindad de Antiguo Cuscatlán.

El ocote de las tierras altas puede haber sido ocupado para alumbramiento.

Dos productos son sorprendientes encontrar en la antigua provincia. Cochinilla era la especialidad de Metapán, y no había sido documentada anteriormente para este período en el territorio salvadoreño. La presencia de dos pueblos que ofrecían jornaleros es interesante para en esta fecha temprana.

La comuniclad de Cuscatlán producía maíz, piña, frijol, chile, pavos, algodón, ropa, miel y cera. Se especificó que sus habitantes “…tratan de maíz, piña (y) ají” por los cuales se supone que recibían otros productos de las comunidades en su comarca, tales como pescado y sal del mar, olomina del lago de Ilopango y cerámica de Apopa.

Con respecto a sus relaciones exteriores, en la época de la conquista la provincia nativa de Cuscatlán estaba “en guerra” con el estado expansionalista cakchiquel (Libro viejo 1934:175,189). Sin duda fue por esta razón que los cakchiqueles le prestaron hasta 1000 guerreros a Pedro de Alvarado para su “entrada” a Cuscatlán, en la cual se aprovechó para atacar otra provincia pipil en el camino, Izcuintepeque, que también era enemiga de los mayas en Iximché (Ixtlilxóchitl 1950:394-395).

Fuentes y Guzmán (1932-33) menciona alianzas entre grupos pipiles y los
tzutujiles en conflictos contra los cakchiqueles, y aunque no los nombró, es razonable suponer que Cuscatlán figuraba entre ellos.

No se sabe nada de lo concerniente a la índole de relaciones que se manteía con sus vecinos “chontales”; es decir los pueblos de habla chortí al norte, y de habla lenca al noreste y este. Se acepta generalmente que la organización social de los hablantes de lenca, por lo menos, no sobrepasaba el nivel de la comunidad, sin una integración regional.

Quizás fue por éso que les costó esfuerzo a los españoles su conquista, y aún en 1532 varios pueblos “chontales” estaban de guerra, y en muchos casos sus encomenderos ni se habían atrevido a visitarlos.

Varios aspectos de las relaciones exteriores de Cuscatlán no están claros y merecen mayor atención, especialmente sus afiliaciones con otros grupos pipiles centrados en “los lzalcos”, Izcuintepeque y Asunción Mita.

LA POBLACION DE CUSCATLAN Y SU PROVINCIA

Introducción

La población de lo que ahora es El Salvador era densa en la época de la conquista y daba lugar al uso de términos superlativos para describir su magnitud. El conquistaclor Pedro de Alvarado escribió a Hernán Cortés que la región de Guatemala y El Salvador era “más poblada…y de más gente que toda la que vuestra merced hasta ahora ha gobernado….”. Al tratar los rumores de ciudades enormes “tierra adentro” de Guatemala, el capitán
español añadió que “…dicen que la una de ellas tiene treinta mil vecinos [”“ decir, hogares] no me maravillo porque según son grandes los pueblos de esta costa (las costas pacíficas y sierras vecinas de Guatemala y El Salvador] que tierra adentro haya 1o que dicen” (Alvarado 1924).

Como se verá adelante, la población de Cuscatlán y su provincia se redujo en más del 90% entre el primer contacto con los españoles y el año 1679. La pérdida espantosa de vida humana que significa estos números no era única
a Cuscatlán, sino parte de un proceso general, cuyos efectos se hicieron sentir mucho más allá del actual territorio salvadoreño, extendiéndose hasta 1os rincones alejados de las Américas.

Veblen (1982:43) ha manifestado que hubo tres factores principales en la depoblación de las Américas (anticipados en parte por Barón Castro 1978:745):
1. La pérdida de vidas en las batallas de la Conquista.
2. Resquebrajamiento de las sociedades indígenas, incluyendó la destrucción de sistemas agrícolas y comerciales.
3. “La introducción de enfermedades del Viejo Mundo en una población que carecía por completo de defensas contra ellas. “

Aunque engendró la “leyenda negra” de la conquista española, a mortalidad directa de las guerras no se considera enorme. Veblen comenta que “los últimos dos de estos factores, el choque cultural y el choque microbiano, fueron por mucho los más grandes destructures.” (1983:43).

Se podría añadir otro factor a este listado. Pero la falta de datos hace difícil interpretar su impacto demográfico en esta región. El comercio de esclavos del área centroamericano al Panamá y el Perú en los veinte años posteriores a la conquista jugó un papel muy importante en la despoblación de Nicaragua y Honduras, pero fue prohibido antes de que sus efectos fueran muy grandes en el territorio nacional (Macleod I973:51-55).

También es difícil juzgar cúales eran los efectos del “choque cultural”, pero el impacto de las nuevas enfermedades es evidente, y indudablemente fue el factor principal en la declinación de población.

La población de las Américas vivió en aislamiento biológico por varios miles de años, tiempo durante el cual los pueblos del Viejo Mundo se vieron afectados por el desarrollo y expansión de enfermedades contagiosas como
viruela, tifo, cólera, influenza y sarampión. Las poblaciones de Europa, Asia y Africa gradualmente adquirieron, mediante selección, inmunidad hereditaria que actuaba para reducir el índice de mortalidad de estas enfermedades.

Debido a su aislamiento, la población de las Américas no poseía ninguna inmunidad específica contra estas enfermedades, y cuando éstas fueron introducidas por los españoles, se propagaron con una rapidez mortífera.
Se ocupa el término “pandemia” para referirse a epidemias de esta clase, en la qtle virtualmente cada individuo de una población infectada se enferma.

La primera pandemia que afectó Mesoamérica se proyectó en 1519-1520 desde el área de penetración española en México central, y dentro de unos pocos meses se extendió a Michoacán y las tierras altas de Guatemala (rnucho antes de sus respectivas conquistas) y sin duda afectó a Cuscatlán
y varias regiones más,(MacLeod 1973:.40-41; Fowler 1981; Veblen 1982), Se cree que la pandemia consistía en viruela, posiblemente en combinación con tifo o cólera. Estimados conservadores de su mortalidad varían entre la tercera parte y la mitad de la población total (Veblen 1982:43-44).

Entre los efectos inmediatos de esta pandemia fue la pérdida del liderazgo de varios grupos (Recinos y Goetz 1953:115-117) y claramente de un porcentaje crítico de los defensores nativos. Estas circunstancias facilitaron enormemente la conquista española, y como lo expresa Macleod (1973:4I), fueron mayormente los sobrevivientes enfermizos de un desastre que encontraron Alvarado y sus hombres en la costa pacífica de Centro América.

Esta pandemia fue el principio de toda una serie que golpearon la región por más de un siglo, y su efecto cumulativo fue un virtual colapso demográfico. Tres otras pandemias notablemente mortíferas que siguieron en el siglo
XVI eran sarampión en 1532, una plaga llamda “gucumatz” entre 1546-7548 y el “peste” de I576-1577 (véase tabla 3 para un resumen de pandemias y epidemias regionales) .

No se logró sostener una recuperación en la población mesoamericana hasta medianos del siglo XVII (Cook y Borah 1968; MacLeod 1973; Veblen 1982; Lovell 1987; Zamora 1983).

Aunque la realidad de este colapso demográico masivo está establecido más allá de cualquier duda, su magnitud es difícil de estimar debido a la casi completa falta de fuentes demográficas nativas para la época anterior al
contacto con los europeos. Los registros de tributos coloniales, comunente empleados para estimar las poblaciones nativas, son variables en su calidad y precisión, particularmente aquellos clel siglo XVI, el período de cambio poblacional más crítico (véase Zamora 1983 para una evaluación ejemplar de las fuentes tempranas).

Los métodos que se han ocupado para reconstruir la población tal como existía en vísperas de la Conquista descansan, entonces, primariamente en evidencia circunstancial. Se ha basado en el tamaño estimado de ejércitos nativos para varias regiones, en lo que se reconoce ser un ejercicio atestado con errores potenciales debido, nuevamente, a la falta de datos concretos (Cook y Simpson 1948, Barón Casrro 1978:125-733; Daugherty 1969:112-1I9 ; Veblen 1982:34-42; Lovell 1982:283-285). Otros estimados se han basado en una variedad de datos registrados temprano en el período colonial, especialmente aquellos relacionados con la recolección de tributo de 1as comunidades nativas.

Se emplea esta información para estimar la población colonial, lo cual sirve como punto de referencia para proyectar hacia el pasado, tomando en cuenta los efectos reductivos de pandemias (Cook,y Simpson 1948; Cook y Borah
1968; Veblen 1982; LovelL 1982). De este último método se podría decir que con datos más tempranos, se va cerrando la brecha informacional hacia la población original, y el estimado que se deriva vuelve más confiable.

Al ser posible se trata de combinar estimados basados en los varios métodos distintos.

Por medio de estos métodos se ha calculado poblaciones inesperadas para varias regiones de Mesoamérica. En las tierras altas de Guatemala, que generalmente abarcan alturas mayores que las en la provincia de Cuscatlán, se ha estimado densidades poblacionales desde 14-16 personas por kilómetro
cuadrado (14-16 por Km2) hasta 60-150/km2 ( Lovell 1982; Veblen l982) . En ambos de los dos estudios citados, se nota la casi identidad de la densidad estimada antes del impacto de pandemias, y aquella regiStrada en los censos oficiales de 1950!

Estimados poblacionales previos para el territorio salvadoreño

En 1942 Barón Castro estimó los tamaños de los ejércitos nativos que enfrentó Pedro de Alvarado en Acajutla y Tacuxcalco, y luego intentó aplicar sus figuras para hacer el primer estimado de la población nativa en el territorio nacional para la época de la Conquista (que en adelante se llamará 1a población original) . Su población estimada de 116,000 a 130,000 (5.5-6.2/km2) ha sido calificado como “un errror extremo hacia el lado conservativo” (Daugherty 1969:106).
Se ha sugerido que Barón Castro, siendo un asociado de proponentes de una población americana original muy baja (como Angel Rosenblat), subestimó el tamaño posible de los ejércitos nativos, y luego postuló que habían procedido de una región enorme del territorio salvadoreño, en vez de representar sólo la planicie costera occidental donde batallaron (Daugherty 1969:110-11-9 )

El ecólogo Daugherty volvió a evaluar el tamaño de los ejércitos nativos, y derivó una población estimada de 113,600 para la planicie costera occidental y el valle del río Grande de Sonsonate. Luego, él extendió su estimado mediante una evaluación del potencial ecológico del restante del territorio, llegando a una población total mínima de 360,000 a 47 ,000, con una densidad promedia entre 17-23/km2 y densidades locales en ambientes óptimos de hasta 40/km2 (Daugherty 1969 :116-I20) .

Daugherty propone una declinación poblacional de 9o% entre 1524 y 1550, 1o cual sería una de los descensos más fuertes reportados para Mesoamérica. Fowler ( 1981 ) concuerda en parte con este descenso al estimar una pérdida de 80% o más para el mismo período.

Estimados poblacionales para Cuscatlán y sus provincias

Para estimar la población de Cuscatlán y del territorio considerado aquí como su posible provincia, no se puede utilizar el método basado en el tamaño de ejércitos nativos por la falta de datos. La mejor información disponible proviene de fuentes coloniales tempranas.

Algunos autores (véase Fowler 1981) han interpretado una población de 20,000 personas o más para la comunidad de Cuscatlán a base de una declaración de Bartolomé de Las Casas, quien informó a la entrada de Alvarado en “la ciudad de Cuscatán” en 1524, “le hicieron grandísimo recibimiento y sobre veinte o treinta mil indios le estaban esperando
cargados de gallinas (pavos) y comida.” (Las Casas 1958:152).

Las Casas no indicó que esta gente era solamente de Cuscatlán,y se considera más probable que se refería a una muchedumbre de curiosos procedentes de toda la provincia, y reunida para ver los intrusos exóticos (algo similar le sucedió a Cortés en su llegada al valle de México).

Aquí se descansará en la Relación de 1532(Gall 1968a) como el punto de referencia primario, junto con otros registros de tributo, para estimar la población de Cuscatlán y su provincia. El valor de este documento no es sólo en su fecha temprana (ocho años después de la primera entrada española), sino también en la relativa precisión de sus datos. Fue preparado mediante entrevistas con los encomenderos de la villa de San Salvador, bajo instrucciones reales que amenazaban penar informaciones falsas (Call 1968:202-204).

En la Relación se expresa el tamaño de las comunidades presuntamente de la provincia de Cuscatlán (las “no chontales” de tabla 1) en términos de casas. En este estudio se ocupa el multiplicador de cinco para convertir casas a población estimada (Cook y SimPson 1948:11).

Para el siguiente punto de referencia del año 1548 se dispone de la más conocida relación de tributos hecha bajo el administrador Alonso López de Cerrato (Relación 1548-1551). En este documento se expresa el número de
gente (tributaria) para las comunidades encomendadas, equivalente a hombres casados (con excepciones para ancianos, enfermos y nobleza), y que representaban a una familia cada uno (Scholes y Roys 1968:151).

Así que los términos casa de 1532 y gente de 1548 son equivalentes, y de nuevo se emplea el multiplicador de cinco para estimar población.

En este estudio limitado se utiliza tres otras referencias importantes. La Relación de 1572 (Veblen y Gutiérrez 1983 ) de el número de vecinos para los curatos en el antiguo reino de Guatemala, y una vez más se usa cinco para convertir vecinos a población estimada (Cook y Simpson 1948:11). Una tasación de 1679 del Archivo General de Centroamérica en Guatemala (A3.16.5/51291453) indica el número de tributarios para diversas comunidades regionales; de acuerdo con Cook y Borah (1,968:44) se deriva la población estimada multiplicando tributarios por 3.7 en el siglo XVII.

Finalmente, se incorpora las figuras de censos directos, registrados por Cortés y Larráz en 1770 (Cortés y Larráz 1958).

Se dispone de algunos datos adicionales para la comunidad de Cuscatlán, y éstos se presentan en tabla 4.

Primeramente, se puede estimar la población nativa original con sólo los datos de 1532. La Relación de 1’532 fue hecha unos meses antes de la pandemia de sarampión del mismo año (tabla 3), por lo cual se presume que la anterior pandemia de viruela en 1520 fue el factor que más pudo haber actuado para reducir la población original hasta la fecha de la Relación. Tal como se discutió arriba, se cree que la mortalidad causada por ésta pandemia fue de entre la tercera parte y la mitad de la población, conservativamente.

La Relación da un total de 11,677 casas para los pueblos que se supone integraban la provincia nativa (los “no chontales” de tabla 1), de las cuales 730 correspondían a Cuscatlán.

Se estima una población total de 58,385, con 3650 personas en Cuscatlán. Si se acepta una mortalidad de I/3 a ½ en la pandemia de 1520, ésto resultaría en una población original estimada de entre aproximadamente 87,000 y 116,800, o sea un promedio de unas 102,000 personas para la provincia.

Siguiendo el mismo procedimiento, Cuscatlán hubiera tenido entre 5,475 y 7,300 habitantes, con un promedio alrededor de 6,400.

Veblen (1982;59) considera que la mortalidad colectiva en el intervalo1520-1541 infligida por pandemias, guerra y resquebramiento social fue al orden del 75% en su área de estudio en Totonicapán, Guatemala. No hay datos de
154I de la provincia de Cuscatlán para efectos de comparación, pero 1os hay para 1548 (el uso de datos más tardíos tendría que resultar en estimados más conservadores en este período de rápida declinación poblacional) . Reuniendo los datos para aquellas comunidades dentro de los límites propuestos para la provincia de cuscatlán (Relación 1548-1551), se encuentra aproximadamente 7,783 gente, o 38, 915 personas estimadas en el átea, 1, 650 de las cuales pertenecían a la comunidad de Cuscatlán.

Una reducción presumida del 75% daría 155,700 personas para la provincia, con 6,600 habitantes en Cuscatlán. Estas figuras son muy cercanas a los estimados en forma independiente, en base a la Relación de 1537.

En adición, Veblen propone que la población de Totonicapán en 1,570 era sólo la octava parte de su tamaño original. Los datos relevantes para la presunta provincia de Cuscatlán no reflejan un cambio drástico en el plazo entre 1548 y 1570. De las 38,915 personas estimadas para 1548, los datos disponibles parecen indicar una declinación de sólo 7%, a 38,300 personas, hasta 1572 (la suma de los curatos de Guymoco, Ateos, San Salvador, Olocuilta, Tecoluca, Suchitoto, Texistepeque, Santa Ana y Nahuizalco, además de los siete pueblos administrados por los dominicos de San
Salvador – Veblen y Gutiérrez 1983). Los datos de Veblen exigirían un descenso de 50% en este intervalo. Aunque esta diferencia en declinaciones podría atribuirse a defectos en el alcance de los datos para 1548 (¡es decir, la falta de registro de casi la mitad de la población entonces existente! ) , se cree más factible aceptar una estabilidad relativa en 1a población local entre 1,548 y I572: en fuerte contraste a los altos descensos contemporáneos generales en México y Guatemala (véase por ejemplo Cook y Borah 1968; Veblen 1982).

Zamora ha señalado que la declinación poblacional del occidente de
Guatemala entre 1550 y 1570 fue notablemente menos que en el período anterior (1983:318), lo cual es reminiscente de la situación en la comarca de Cuscatlán. La idea de una relativa estabilidad poblacional para este área se apoya, pero sólo en parte, por los cálculos de cambio exponencial que se discute más adelante.

Debido al comportamiento particular de la poblacional local que se propone para el intervalo1548-1572, sería inapropiado utilizar los datos de 1572 para proyectar atrás hacia un estimado de a población original, tal como hacen
Veblen (1982) y Cook y Borah (1968).

Los dos estimados de población que se ofrece para la provincia de Cuscatlán son, entonces, 102,000 y 155,700 siendo equivalentes a densidades de 15-22/km2 en los 7,000 km2 estimados para 1a provincia. Estas densidades son
extremadamente próximas a aquellas estimadas por Daugherty por medio de procedimientos distintos, de 1-7-23/km2.

Se propone el estimado promedio de la población original en la provincia de Cuscatlán de aproximadamente 130, 000 personas. Para la comunidad de Cuscatlán se han calculado los dos estimados de 6’400 y 6,600 personas, dando un promedio de 6,500 habitantes en la antigua capital.

Tendencias de cambio en la población de Cuscatlán y su provincia

De acuerdo con el patrón común en Mesoamérica (MacLeod 1973), el colapso demográfico de Cuscatlán y su provincia continuó hasta medianos del siglo XVII, después de haber experimentado una declinación mayor del 90% de sus poblaciones originales.

En una muestra de 29 pueblos de la presunta provincia nativa con figuras claras para 1532 y 1548 se calcula una pérdida promedia de población de 37%, y una tasa promedia de cambio exponencial de -4.2% anual (tabla 5) *. La población estimada total de la muestra declinó de 37,705 a 19,405 en los
16 años representados, y los habitantes de Cuscatlán se vieron reducidos de 3,650 a 1,650 (figura 13a). La mortalidad en este plazo probablemente se debió a las pandemias de sarampión en 1532 y “gucumatz” ente 1546-1548 (tabla 3 ) .

De los cuatro pueblos costeros en esta muestra, que son Tonalá, Zoquitan, Tequepa y Zinacantan, los primeros dos exhiben las declinaciones de población más espectaculares en este intervalo, con un cambio en porcentaje promedio de -82%, y aunque ésto podría indicar un proceso de declinación más intenso en la zona costera (como ha sido observado en otras áreas de Mesoamérica – véase Macleod 1973:70-7I,76-79), las tasas relativamente bajas de los otros dos pueblos, con un promedio igual a lo general de -37%, actuan para complicar su posible significado.

Se ha calculado tasas de cambio exponencial para tres otros intervalos, para poder trazar la evolución demográfica en la comarca de Cuscatlán hasta albores de la independencia.

Los cálculos son para las comunidades administradas por los frailes del Convento de Santo Domingo en San Salvador escogidas por disponer de datos en los intervalos 1548-I572, I572-1679 y 1679-1770 (tabla 6)

Este estudio podría ampliarse considerablemente con la inclusión de datos para otras comunidades. Estas tasas están representadas en forma gráfica juntas con la tasa para 1532-I548 en figura 14.

En esta figura, primeramente se nota que los cambios exponenciales negativos siguieron hasta cerca del año 1650, cuando finalmente terminó el crecimiento negativo de la población, y dentro de 75 años después estaba aumentándose explosivamente, en una secuencia parecida a otras regiones
mesoamericanas (Cook y Borah 1968; Macleod 1973; Veblen 1982).

La bajada en la curva por el año 1560, seguida por una subida centrada por 1610 son interesantes, aunque es necesario destacar la posibilidad que sean “artefactos” de la muestra pequeña. La bajada por 1560 colaboraría con la observación anterior, al efecto de que esta región experimentó una declinación poblacional menos marcada que otras áreas durante la segunda mitad del siglo XVI. Cualquier beneficio que hubiera rendido esta pausa en el descenso fue restado por un aparente aumento en la tasa de pérdida, llegando a su punto máximo alrededor de 1610.

En 1679, cuando la población local ya había comenzado su recuperación, só1o existían 10% del número de habitantes estimadados para 1548 (tabla 6). La comunidad de Cuscatlán, una vez capital de la provincia, apenas sobrevivió el colapso demográfico, y emergió en 1679 como un pueblo pequeño, precario
y insalubre, con una población estimada en 35 personas (en la siguiente discusión véase tablas 3 y 4, y figura 13b).

Cuscatlán dió buen comienzo en la recuperación demográfica general, con un crecimiento exponencial de 3.4% entre 1679 y 1702, logrando duplicar su población.

El ciclo interminable de epidemias parece haber intervenido antes de su próxima tasación, ya que en esta fecha se muestra una pérdida estimada de 19% de la población registrada en 1702. Esta mortalidad podría ser en consecuencia del “peste” corriente entre 17IO-I711 en las tierras altas de Guatemala.

Otro episodio de crecimiento terminó con dos fuertes epidemias en 1728 (sarampión) y 1733 (viruela), que actuaron conjuntamente para reducir la población en el 36% con respecto a 1725.

Estos dos episodios de epidemias mortíferas dejó sus efectos marcados en la estructura de la población de Cuscatlán hasta muchos años después. Los datos son los suficiente completos en cuatro padrones ( censos ) para reconstruir las estructuras de edades de Cuscatlán para los años 1740, 1746, 1756 y 1813 (figura 15). Las estructuras reflejan claramente los daños demográficos infligidos por las epidemias.

Epidemias generalmente ejercen su mayor mortalidad entre infantes y ancianos. La pérdida de ancianos no es de mucha importancia demográfica, puesto que ya están fuera de la edad de procreación. En cambio, el fallecimiento de un porcentaje significativo cle una generación de infantes, tal como a menudo sucedía como el resultado de epidemias entre gente nativa
americana, puede ser desastroso (Randy Milliken 1980:comunicación personal) . No sólo se pierde el “producto” de una generación procreativa pasada, sino también lo que hubiera producido 1a misma generación de infantes afectada. Las consecuencias futuras muchas veces son estancamiento o declinación cte la poblacién en cuestión.

Los efectos de epidemias en Cuscatlán dejaron su huella en las generaciones infantiles afectadas. En figura 15 se puede notar las “muescas” en las siluetas de las estructuras de edades que resultaron de la mortalidad de epidemias.
La silueta para 1740 tiene depresiones para las categorías de eclades de 11-15 y 16-20 años (que representarían a las generaciones infantiles de 1a epidemia de sarampión en 1728) y en 2I-25 y 26-30 años (abarcando las generaciones
infantiles del “peste” de 1710-1711) .

En la silueta de 1746 se ve que las muescas de 11-20 años en 1740 han avanzado a 16-25 años con el envejecimiento de la población, y que la anteriormente gruesa categoría de 36-40 años ahora (entre 41/45 años) tiene muchas personas menos, de acuerdo con la caída general de población,
posiblemente por el tifo de 1746. La categoría infantil (0-5 años) también aparece deprimida, y quizás por la misma razón. Esta generación vuelve a manifestarse como una muesca diez años más tarde, en la silueta de 1756 .

La silueta para 1813 exhibe una notable depresión entre 16-25 años, correspondiente a la generación infantil de 1788 o algo más reciente. Es posible que ésto esté relacionado con un nuevo padrón hecho en 1791 (documento A3.16.4/5778/51,5 en el Archivo General de Centroamérica,
que incluye a Cuscatlán y unos 30 pueblos más de la comarca) quizás hecho a raíz de una epidemia regional. Las generaciones mayores de la silueta para 1813 son exageradamente deprimidas, y ésto puede ser el resultado
de esta posible epidemia, que hubiera reprimido el crecimiento poblacional entre 1770 y 1813.

La primera mención de ladinos (o “mulatos” ) en Cuscatlán es de 1740 (Gálvez 1936), y dentro de 30 años se convertieron en la fracción mayoritaria de la comunidad. Existe algo de confusión popular acerca del término ladino. Comunmente se lo considera, equivocadamente, como sinómino de mestizo, una mezcla racial entre gente indígena y europea. Vale la pena presentar la definición hecha por Batre Jáuregui (citada por Tax 1956: 95 ) :
“La palabra (ladino) significa en castellano antiguo “el romance o lengua nueva”, y de ahí vino que se llamaran ladinos en buen español, los que hablaban alguna o algunas lenguas, además de la propia, lo cual motivó que a los indios que hablaban ladino (o como ellos dicen, castilla) les llamaran ladinos. Hoy se ha extendido la significación de tal nombre a todos los de estos países que no son indios, o que a pesar de serlo, no conservan su primitivo idioma y sus costumbres.”

La integración del indígena a la categoría de ladino procedió (y aún procede) con mayor rapidez en zonas cercanas a los centros urbanos hispanos (Macleod 1973:229), y factor importante en el caso de Cuscatlán, situado en las proximidades de San Salvador.

En la curva de población para Cuscatlán, la declinación aparente después de 1740 en la población indígena se ve acompañada por el crecimiento reciproco de sus habitantes ladinos. Para el intervalo entre las dos fechas con datos confiables para ambas poblaciones, 177O y 1813, se documenta una declinación exponencial de -0.5% anuales para los indígenas, mientras que los ladinos aumentaron en +0.5 % anuales.

El crecimiento real de la población en este período era casi cero (0.1%) , quizás debido a la posible epidemia alrededor de 1790, señalada arriba.

Por el año 1842 este proceso de transformación cultural concluyó con la “extinción” de la población indígena de Cuscatlán. No se tiene referencias acerca de su población ladina en esta fecha, pero de acuerdo con un estimado
conservador basado en su crecimiento, podria haber sido entre 200 a 300 personas.

CUSCATLAN BAJO EL DOMINIO ESPANOL

La conquista de Cuscatlán

Se ha escrito varias obras sobre la conquista del territorio salvadoreño y el problemático establecimiento de la villa de San Salvador. La intención presente es sólo de examinar los aspectos pertinentes a este estudio de Cuscatlán, y el lector interesado en profundizarse en el tema de la Conquista de esta región deberá consultar Gall (1966, y su bibliografía) y Lardé y Larín 1983.

Lo que motivó la conquista de Centroamérica era, en cierto sentido, una contienda entre dos hombres. Hernán Cortés en ese entonces se vió entablado en una competencia con su contraparte en Panamá, Pedrarias Dávila, para agregar Centroamérica a sus respectivas juridicciones (Macleod I973:
42).

Pedrarias impuso más tensión a la situación cuando mandó un capitán suyo a explorar la costa salvadoreña en 1522, sólo dos años antes de la llegada del capitán de Cortés, Pedro de Alvarado. Alvarado se interesaba en prender tanto territorio hacia el sur de México como posible, y al llegar a lo que ahora es El Salvador, evidentemente se había sobre extendido.

En llegar al presente Guatemala, parece que Alvarado empleó existosamente una táctica española común para dividir y ganar provincias nativas, consiste en conquistar los enemigos de los grupos que se mostraban amistosos hacia los castellanos. Los cakchiqueles colaboraron por un tiempo con los españoles, y auxiliaron en la conquista de sus viejos enemigos quichés.

Parece que la decisión que tomó Alvarado de avanzar desde la capital cakchiquel sobre otros de sus enemigos tradicionales, los pipiles de Izcuintepeque y Cuscatlán, fue otra manifestación de esta estrategia, además de reflejar su esfuerzo para establecer derecho prior sobre tanto territorio hacia el sur como le fuera posible (Recinos y Goetz I953:121-123).

Existe, sin embargo, un dato contradictorio relativo al ahinco demonstrado por los cakchiqueles en ayudar los españoles en atacar sus enemigos. En la pesquisa de 1529 contra Alvarado (Libro Viejo 1934) se da testimonio de un incidente que ocurrió en la capital cakchiquel, antes de partir los españoles para el área pipil. Un español habló con una cautiva en la ciudad, quien tenía un amplio conocimiento de las ricas tierras en “la costa sur”. Su nombre nahuat era Suchil (“flor”), y es probable que se trataba de una mujer pipil, capturada en guerra. Cuando Alvarado supo de su existencia, procuró conseguirla como guia para su marcha hacia Cuscatlán, pero los anfitriones
cakchiqueles no se la entregaron hasta ser forzados, una actitud muy curiosa en vista de los demás indicios de la disposición cakchiquel en auxiliar los castellanos para talar las tierras pipiles. Alvarado consideró que Suchil
era de gran valor en su expedición a Cuscatlán.

La entrada de Alvarado a Cuscatlán en 1524 ha sido descrito en tantas ocasiones que sería redundante repetir más que los detalles esenciales aquí. Brevemente, Alvarado llegó al territorio salvadoreño acompañado por 100 jinetes,150 peones y por lo menos 5,000 a 6,000 “indios amigos” (Alvarado 1934). Una fuente pone el número de soldados indígenas aún mayor, en unos 11, 000, compuesto de mexicanos (mexica de la ciudad de México), “texcuanos” (de la ciudad de Texcoco) y de unos 1,000 cakchiqueles que se prestaron a esta entrada dentro de tierra enemiga ( Ixtlilxóchitl1950: 395 ) .

Desde Izcuintepeque hasta Atehuan (Ateos), Alvarado iba destruyendo pueblos y matando gente en su manera tipicamente despiadada. En algunos casos los habitantes locales lograron desocupar sus pueblos en anticipación de su llegada. El comportamiento violento de Alvarado disgustó a varios de sus compañeros españoles (Libro Viejo 1934; Gall
1966; Las Casas 1958; Ixtlilxóchitl 1950)

Llegando a Atehuan, a unos pocos kilómentro adentro de la provincia de Cuscatlán, Alvarado fue recibido por los mensajeros de “los señores de Cuxcaclan” para manifestarle su obediencia y invitarlo a su capital. Alvarado relata (siguiendo la paleografía de su carta original en Gall 1966):
“…y llegando que llegué a esta cibdad de Cuxcaclan, hallé muchos indios della, que me recibieron y todo el pueblo alzado y mientras nos aposentábamos, no quedó hombre dellos en el puebló que todos se fueron a las sierras.

Y como vi esto, yo envié mis mensajeros a los señores de alli á decirles que no fuesen malos y mirasen que habían dado la obediencia a su magestad… Enviáronme a decir que no conocian a nadie, que no querian venir, que si algo les queriar que alli estaban esperando con sus armas.”

Esto fue el comienzo de 17 días de “guerra de guerrillas” en las “sierras” cerca a Cuscatlán, durante los cuales, los defensores nativos lograron la hazaña notable de matar once caballos en “los montes e sierras…y hirieron españoles
e indios mis amigos” (Gall 1966) “

Alvarado terminó su estancia én Cuscatlán por sentenciar los habitantes por
traidores, imponer la pena de muerte a sus señores y:
“. . . a todos los demás (gente) que se hobiesen tomado durante la guerra y se tomasen después hasta en tanto que diesen la obediencia a su majestad fuesen esclavos se herrasen y dellos o de su valor se pagasen once caballos que en la
conquista dellos fueron muertos e los que de aquí en adelante matasen y más las otras cosas de armas e otras cosas necesarias a la dicha conquista sobre estos indios desta dicha cibdad de Cuxcaclan….” (Gall 1966).

Alvarado propuso recuperar el valor de los once caballos perdidos, además de recolectar en adelantado el valor de los caballos y armas que iban a ser necesarios para terminar la conquista de Cuscatlán, por medio de la venta de los esclavos que capturaron en Cuscatlán y otras comunidades comarcanas (Zavala 1947:206; Herrera 1934). Tres fuentes fijan el valor de un caballo en esta región y tiempo entre 400 a 1,000 pesos, con un promedio de 570 pesos (Gall 1968b), y entonces Alvarado buscaba recuperar unos 4,400 a 11,000 pesos (sin contar los gastos de la futura conquista), lo cual representaba una pequeña fortuna que excedía los ingresos anuales de los encomenderos más ricos de Centroamérica en 1550 (Macleod 1973:117). No se ha podido averiguar el precio de un esclavo en esos días, pero ocho años más tarde, un esclavo valía 40 pesos en México (Zavala 1947:271). A este precio, un promedio de unos 160 esclavos hubiera sido necesario para pagar sus caballos muertos, y muchos cautivos más hubieran sido necesarios para pagar su futura conquista.

Se vuelve a la cuestión de esclavitud más adelante.

Hay dos otras versiones sobre las actividades de Alvarado en Cuscatlán que colaboran para dar una imagen distinta de la “historia oficial” que él mandó a Cortés.

El interrogatorio número 24 en la pesquisa de 1529 contra Alvarado (Libro Viejo 1934:142) y 1a relación de Bartolomé de Las Casas se diferencian sólo por la adición de algunos detalles más en la versión de Las Casas. La cual se presenta aquí:
“…y en la ciudad de Cuzcatán…le hicieron grandísimo recibimiento (a Alvarado] y sobre veinte o treinta mil indios le estaban esperando cargados de gallinas y comida. Llegado y recibido el presente, mandó que cada español
tomase de aquel gran número de gente todos los indios que quisiese , para los días que allí estuviesen servirse de ellos y que tuviesen cargo de traerles lo que hubiesen menester. Cada uno tomó ciento o cincuenta o los que le parecía que bastaban para ser muy bien servido, y los inocentes corderos sufrieron la división y servían con todas sus fuerzas, que no faltaba sino adorarlos.”#

“Entre tanto este capitán pidió a los señores que le trajesen mucho oro, porque a aquello principalmente venían. Los indios responden que les place darles todo el oro que tienen, y ayuntan muy gran cantidad de hachas de cobre (que tienen, con que se sirven), dorado que parece oro porque tiene alguno. Mándales poner el toque, y desque vido que eran cobre dijo a los españoles:
“Dad al diablo tal tierra; vámonos, pués que no hay oro; y cada uno los indios que tiene que le sirven echélos en cadena y mandaré herrárselos por esclavos. “Hácenlo así e hiérranlos con el hierro del rey por esclavos a todos los que
pudieron atar, y yo vide el hijo del señor principal de aquella ciudad herrado.”

“Vista por los indios que se soltaron y los demás a tierra tan gran maldad, comienzan a juntarse y a ponerse en armas. Los españoles hacen en ellos grandes estragos y matanzas y tornanse a Guatemala. . . . “ (Las Casas 1958:152; ortografía parcialmente modernizada) .

Otro detalle más acerca de la estancia de Alvarado en Cuscatlán tiene que ver con el uso de los temidos galgos españoles contra los indígenas. Citando de nuevo la pesquisa en contra de Alvarado, uno de los regidores de la ciudad de México dió el siguiente testimonio:
“. . . los señores de los dichos pueblos (en la ruta que siguió Alvarado desde México hasta Cuscatfán) se le quejaron a este testigo diciendo que el dicho Alvarado había aperrado algunos de ellos especialmente en el pueblo de Cuscatlán… que todos ellos decían que le habían dado oro….” (Libro Viejo 1934:163; ortografía parcialmente modernizada) .

El historiador indígena Ixtlilxóchitl registró todavía otra versión más de aquellos acontecimientos en Cuscatlán. Ixtlilxóchitl puede haber utilizado tradiciones orales de los prticipantes “texcuanos” que habían acompañado a Alvarado (Fowler 1981). El informa que los españoles y sus aliados fueron invitados a entrar en la ciudad de Cuscatlán para luego darles muerte a todos, pero que este plan fue descubierto y así escapó Alvarado de tan interesante destino ( Ixtlilxóchitl 1958:396 ) .

Agrega este historiador laconicamente, “poco oro y riquezas hallaron en este viaje.” A pesar de que su versión es distinta, la relación de Ixtlilxóchitl no
contradice la de Las Casas, y puede ser válida.

Todas las relaciones están de acuerdo en que Alvarado no estableció ningún asentamiento español en la provincia de Cuscatlán durante esta entrada. Fue hasta el año siguiente que aparecen pruebas de una villa de San Salvador. Como anota Gall (1966:37), en mayo de 1525 se registró que allí vivía y servía de alcalde Diego Holguín, pero la única pista respecto a su ubicación es que estaba al límite de la juridicción de Nicaragua, en ese entonces formado por el río Lempa (Lardé y Larín 1983:58) Lardé y Larín especula que estaba en las inmediaciones de la ciudad de Cuscatlán (1957:4OO) Podría haber estado allí, pero en vista de la belicosidad de sus habitantes, también sería
razonable argüir por algún sitio a una distancia prudente de la capital cuscatleca.

Al año siguiente de 1526 la villa se hállaba abandonada y la provincia de Cuscatlán estaba en guerra (Vásquez 1937: 235; Rubio 1979:12). Más tarde en el mismo año, Diego de Alvarado (un primo de Pedro ) fue despachado de Guatemala para pacificar la provincia de Cuscatlán, una tarea que duró nada menos que dos años (Gall 1968b). Al finalizar la pacificación se fundó (de nuevo) la villa de San Salvador (Rubio 1979:12-14).

La segunda villa de San Salvador estuvo en el lugar actualmente conocido como Ciudad Vieja, a unos ocho kilómetros al sur de Suchitoto, donde permaneció unos 17 o 18 años antes de ser trasladada a su locación moderna
alrededor de 1545 (Tratado s.f.; Gall 1966:40; Rubio I979:30-32). Sus ruinas arqueológicas han sido conocidas desde hace muchos años, pero casi no han llamado la atención de los investigadores, a pesar de su evidente valor en la
comprensión de la forma de vida en la época de la Conquista.

Este lugar está lejos de las rutas naturales de comunicación y es singularmente pobre de recursos; no tiene buenas tierras agrícolas y aún carece de espacio
más o menos plano, siendo rodeado por lomas. Sus primeros
vecinos calificaron este sitio como “estéril” (Rubio 1979:35 ) .

La decisión de fundar la villa en este sitio puede haber sido para evitar la usurpción de tierras indígenas y el antagonismo que hubiera resultado. Fowler y Earnest (1983:28) avanzan la idea de una “zona amortiguadora” entre las poblaciones de habla nahuat y chortí en la cuenca media del río Lempa, como una especie de “tierra de nadie” sin asentamientos.”

La villa de San Salvador estaba lejos del centro de la provincia de Cuscatlán. Y más bien estaba en su orilla, según el presente estudio (Figura 2), en un
triángulo de territorio rodeado por la provincia al sur, pueblos de habla chortí al norte y otros de habla lenca al noreste. Este triángulo puede haber funcionado como una zona amortiguadora despoblada entre los tres grupos, donde los españoles pudieran asentarse sin violar derechos propietarios nativos.

Cuando se tomó la decisión de trasladar San Salvador a su presente sitio (en las cercanías de Cuscatlán) por el año de 1545, el colapso demográfico estaba en pleno efecto, y habían muchos menos nativos que pudieran haber quejado de la usurpción de sus tierras. En el plazo entre el establecimiento de la villa en 1528 hasta su traslado, la población estimada de Cuscatlán se había reducido desde 4,400 a 1,900, una declinación de 56%, y un pálido reflejo de la comunidad encontrada por Alvarado varios años antes.

En la fundación de la villa en Ciudad Vieja, los vecinos “tardaron quince días en trazar las calles, plaza e igtlsia…y en hacer algunas casas en que morar” (Rubio 1979:13). Se puede apreciar esta obra ahora en un plano de Ciudad Vieja, que representa el único estudio hasta la fecha de este sitio arqueológico histórico, reproducido aquí como figura 16. En el plano se ve que la villa tenía
una plaza irregular y callecitas serpentinas. Los muros que deben de marcar los antiguos solares de sus vecinos son también muy irregulares. Evidentemente, los vecinos no trazaron muy bien.

Dos estructuras substanciales estaban al sur y oriente de la plaza, y podrían corresponder a la casa de ayuntamiento y la iglesia, respectivamente. Se informa que en la esquina de cacla solar existe una plataforma idéntica a las
plataformas residenciales Posclásicas en esta región ( Stanley Boggs 1985: comunicación personal ) . Los españoles pueden haber estado viviendo en hogares de estirpe indígena.

Los antiguos cronistas atribuían el traslado posterior de la villa a los fuertes truenos y rayos que solían caer en sus cercanías (Tratado s.f.; Rubio 1979:30-37). Rubio cita fuentes coétaneas que dan motivos más creíbles, informando
que el sitio original era estéril y que la villa padecía de “mal asiento”. Se describe el lugar como poco deseable, dando la impresión de que su primer sitio no era lo de preferencia, sino que había sido por las circunstancias imperantes, lo cual presta algún apoyo a las ideas presentadas anteriormente.

Probablemente fue durante la conquista verdadera de Cuscatlán (1526-I528) que se estableció por lo menos alguno de los “barrios de mexicanos” en el territorio salvadoreño, que aparecieron en el área de San Salvador actual, Sonsonate, y el antiguo sitio de San Miguel en el departamento de Usulután – véase Lardé y Larín 1975; 1976; 1,977). Recientes estudios indican que los mexicanos de estos barrios se componían, en parte, de los antiguos
tlamamas (o tlamemes) cargadores que habían transportado los equipos y abastacimientos de los españoles y sus auxiliares nativos desde México hasta sus conquistas en Guatemala y El Salvador, y que luego eligieron quedarse
(Lawrence Feldman 1984: comunicación personal) “

Otros eran de los guerreros de las ciudades de México y Texcoco que acompañaron a Alvarado, y en adición tlaxcaltecas y zapotecas, quienes o llegaron con Alvarado o un poco después, y jactaban de haber ayudado en la conquista de esta región (Ixtlilxóchitl 1950; Vásquez 1944:249; Mexicanos 1730). Parece que su función provista era de guarniciones armadas para la leal defensa de los centros españoles vecinos en el evento de una rebelión
nativa (compárese con Vásquez 1944:249).

Uno de los conquistadores que vino con Diego de Alvarado en su conquista de Cuscatlán trajo su contingente personal de 70 guerreros mixtecas desde el valle de Oaxaca (Gall 1968b:146). Claramente los “indios amigos” de los
españoles eran una mezcla heterogéneo.

Esclavitud

La captura y venta de esclavos indígenas era una de las “industrias” españolas mayores en Centroamérica desde aún antes de su conquista hasta tarde en la década de 1540-1550 (Macleod I973:46-63).

La esclavitud era una institución nativa en Mesoamérica, y las élites de centros en Guatemala poseían esclavos para su servicio y para sacrificio (Betancor y Arboleda 1964;Zavala 1947:209-2I0) . Pero los españoles aumentaron el comercio de esclavos enormemente hasta un nivel crítico para la sobrevivencia de algunas poblaciones locales.

En teoría, los nativos que habían ofrecido resistencia contra los españoles podían ser capturados, herrados y empleados como esclavos. Los primeros años de conquista daban mucha oportunidad para adquerir esclavos más o menos “legítimos”, como en el caso de la entrada de Pedro de Alvarado a
Cuscatlán. Rebeliones subsecuentes también eran momentos de aprovechar para tomar esclavos “legalmente”, y existe evidencia que algunas sublevaciones nativas en Centroamérica fueron fomentadas por españoles, Precisamente como pretexto para convertir indígenas normalmente pacíficos en esclavos (Macleod 1973:300).

Otros esclavos podían ser comprados de caciques, quienes parecen haber participado en este tráfico con cierto entusiasmo (Zavala 1947). Algunos esclavos fueron empleados localmente, muchas veces para lavar oro, pero la gran mayoría feron vendidos y transportados a Panamá y luego al Perú, donde las guerras entre caudillos españoles habían creado caos y depoblación,
y un resultante vacío laboral.

El trueque de esclavos fue más intenso en Nicaragua, especialmente bajo la avaricia del antes mencionado Pedrarias Dávila. Ciertos autores afirman que hasta la tercera parte de la población nativa en Nicaragua fue exportada al Perú durante el auge de la esclavitud indígena, entre aproximadamente 1528 y 1548 (Macleod 1973:52).

Otra fuente habla de 12,000 nicaragüences vendidos en sólo dos años antes de 1536 (Zavala 1947:212) .

En los pequepos barcos destinados al Perú imperaban condiciones mortíferas para sus cargos humanos. Se informa del caso de un barco que partió de Panamá con 400 esclavos, de los cuales llegaron 50 vivos al Perú (Macleod 1973:54) .

Otros esclavos llegaron al Perú en la compañía de españoles procedentes de Centroamérica que buscaban nuevas fortunas en los escombros del imperio incaíco. Uno de éstos adventureros fue Pedro de Alvarado, quien llevó 4,000 esclavos de su posesión al Perú (probablemente originarios del territorio guatemalteco, salvadoreño y/o hondureño véase Macleod 1973:405 ) Mientras que se depoblaba Nicaragua por medio de este negocio, el enfoque del mercado cambiaba hacia las densas poblaciones de Guatemala y El Salvador.

En 1530 Pedrarias Dávila intentó extender no sólo su juridicción política, sino también su tráfico de esclavos hasta la provincia de
Cuscatlán.

Mandó su capitán Martín Estete a tomar la provincia y establece una nueva villa en el pueblo de Purulapa (Perulapán). La “ciudad de Caballeros” y la estancia de Estete duraron unos pocos meses, y cuando llegaron refuerzos leales a Alvarado de Guatemala, Estete huyó con 2,000 indígenas, aparentamente sacados de los pueblos encomendados a los vecinos de San Salvador, que pretendía vender en Nicaragua (Libro Viejo 1934; Herrera 1934).

Hasta qué grado jugó un papel la esclavitud en el territorio nacional es un tema importante que espera ser investigado. Se sabe que comenzó cuando Pedro de Alvarado esclavizó a centenares de personas en su entrada de 1524, se puede asumir que la pacificación de la provincia de Cuscatlán entre 1526 y 1528, junto con rebeliones posteriores dieron oportunidades para consguir esclavos “legales”.

Aún en 1532, la mayoría de las regiones lenca y chortí (es decir, el oriente y norte de El Salvador) estaban en guerra (tabla 1), y esclavos podían ser tomados.

Se supone que una vez entregada en encomienda, la población de los pueblos nativos hubiera sido protegida de esclavitud por sus encomenderos, puesto que representaba la fuente de sus tributos. Se presumiría entonces, que con el establecimiento de la villa de San Salvador en 1528 y la repartición de los pueblos a encomenderos, terminaría el esclavimiento comercial de sus habitantes, aparte de abusos individuales (Scholes y Roys 1968:149). Es curioso encontrar que no fue así. El liberador de los esclavos indígenas en San Salvador, Alonso López de Cerrato, comentó en 1548 que:
“…después que aquí llegamos (a San Salvador) habemos entendido en poner los indios que tenían los vecinos por esclavos en libertad lo cual ha hecho todos muy liberalmente porque todos conocen que fueron mal hechos v todos toma desde sus pueblos de encomienda aunque ellos echan la culpa a los gobernadores (¿fueron comprados los esclavos de caciques?) hábranse puesto en esta ciudad que será de cuarenta vecinos quinientos indios en libertad” (Rubio 1979 :34; ortografía modernizada,énfasis del autor).

Y luego en otra ocasión López de Cerrato escribió que:
“…a la verdad todos los demás de ellos (esclavos de los vecinos de San Salvador) que tenían encomendados y ninguno era de buena guerra ni de mala
(Rubio 1979 :37 ; ortografía modernizada. énfasis del autor) .

La evidencia presentada abajo sugiere que ésto fue un uso personal de esclavos, en vez de la exportación comercial al Perú, pero aún era una violación flagrante de la ley. Los esclavos no estaban distribuidos igualmente
entre los españoles de San Salvador, y probablemente la mayor parte no tenía ninguno.

La Relación de 1532 (Gall 1968a) menciona sólo seis encomenderos (del total de 57) con esclavos. En tres casos se da el número de ellos; 20, 60 o 70 y 100, y se supone que el total de esclavos en su posesión era por lo menos de 250 a 300 peronas. Tal como se hacia en Guatemala (Macleod 1973:56-60), se empleaba estos esclavos para lavar oro “en las minas”, que según las indicaciones del documento, coinciden con la famosa región de Gracias a Dios, Honduras (véase también Quiñónez 1631). Los seis encomenderos
explotaban sus pueblos encomendados para abastecer sus esclavos con ropa y alimentos en las minas, logrando así convertir los productos de sus pueblos en oro y plata.

Se imagina que la logística de transporte a las minas era compleja, puesto que las distancias entre ellas y sus pueblos abastecidores variaban entre un mínimo de 75 a más de 100 kilómetros.

El documento de 1,532 no reportó todos los esclavos que poseían los vecinos españoles de San Salvador (o quizás lograron conseguir muchos más en años posteriores) . En el tiempo que López de Cerrato libertó los esclavos, por el año de 1548, se informa que Pedro Cerón, quien no tenía
nigún esclavo registrado en 1532, tenía “docientos esclabos. y mas de los que se hisieron y cautibaron” que él ocupaba, nuevamente, para lavar oro (Quiñónez 163I). En la fuente citada otro testigo repite una queja común: “en
tiempo deel Lisenciado cerrato. . .Libertaron mucha cantidad de esclabos yndios que los vecinos de esta dicha ciudad de san salvador poseyan y tenian.”

Los 500 esclavos liberados por López de Cerrato en San Salvador eran parte de más de 10,000 personas que él puso en libertad dentro del antiguo reino de Guatemala (Ciudad Real I973:318).

La liberación de los esclavos por López de Cerrato, quien se apoyaba en las “Nuevas Leyes”, fue rápida y completa (Macleod Lg73:55). Aún esclavos en posesión de caciques fueron puestos en libertad (Betancor y Arboleda 1964)’

Los esclavos liberados tuvieron que ser repoblados en distintos lugares (no está claro por qué no fueron retornados a sus pueblos de origen), y como era de esperar, algunos encomenderos solicitaron avidamente que fueran ubicados en sus pueblos (para así aumentar sus rentas – Macleod 1973:111).

Algunos fueron poblados en nuevas comunidades (Los Esclavos en la costa de Guatemala fue una de ellas – Ciudad Real 1873:318), pero grupos familiares de ex-esclavos desplazados todavía eran comunes 18 años después en la jurisdicción de San Salvador (Tratado s. f. ) ‘
Hasta que se realice una investigación profunda de la esclavitud en el territorio salvadoreño, será imposbile evaluar el impacto pleno de este capítulo oscuro en la historia nacional.

Cuscatlán en encomienda

La recompensa que esperaba ganar el conquistador español, aparte de los posibles botines de batallas, era el derecho a los impuestos de las comunidades conquistadas, y ésto era el sistema de encomienda. El impuesto generalmente consistía en los productos locales y ocasionalmente en proveer servientes. Los conquistadores más destacados, o mejor conectados con los Alvarado u otra familia poderosa, recibían las mayores comunidades en encomienda, o áquellas con productos más codiciados, como el cacao (Gall 1968b; Macleod Ig73:113).

Los demás españoles, formando la gran mayoría, tenían errcomendados pueblos menores que apenas producían lo mínimo necesario para subsistir (Macleod 1973:1I4). Eventualmente esta distribución desigual contribuyó
a la formación de dos clases de encomenderos: ricos y pobres
(Macleod 1973:179-130).

Los encomenderos tenían la obligación de vivir en la cabecera española regional, San Salvador en este caso y de dar instrucción religiosa a los nativos encomendados. No hay evidencia que los conquistadores endurecidos se interesaban mucho en imponer cristianismo sobre las viejas religiones autóctonas (Scholes y Roys 1968:147, 154-155), algo que esperaba la llegada de monjes dominicos y franciscanos a medianos del siglo XVI.

Las comunidades más populosas usualmente fueron encomendadas entre dos (o raramente tres) encomenderos para llevar a cabo la división los dos encomenderos y un oficial visitaron la comunidad, y determinaron los límites
de sus respectivas mitades, de tal manela que cada mitad contenía un número igual de casas.

Aquí se propone que estas divisiones fueron el origen de los varios casos de la duplicación de topónimos autóctonos vecinos en El Salvador: san Juan y san Miguel Tepezontes, santo Tomás y santiago Texacuangos, san Martín y San Pedro Perulapán, San Antonio y San Pedro Masahuat y Tepecoyo y
Sacacoyo (éstos últimos con variaciones en sus prefijos nativos). Habían todavía más ejemplos en la época colonial que hoy están representados por un sólo pueblo (véase tabla 7).

Esta duplicación ha dado lugar a especulaciones acerca de tribus, de “tezacuanes” (los supuestos fundadores de los Texacuangos ) , “pulules” (los Perulapanes ) y “mazahuas” (los Masahuates ) , quienes se integraban los grupos pipiles invasores, según estas icleas fantásticas (Lardé y Larín 1976).

La Relación de 1532 (Gall 1968a) aporta descripciones breves de los pueblos en cuestión. Como se ve en tabla 7 , todos eran pueblos individuales en 1532: solamente había un Purulapán: un Tepezonte, etc. Estos pueblos que dentro de 150 años iban a aparecer duplicados, fueron todos divididos entre dos encomenderos en la manera que se describe arriba.

La Relación de 1532 contiene referencias a este Proceso:
“Alonso Gallego tiene por su repartimiento la mitad del pueblo de Tepezonte en compañía con Matamoros. Es pueblo que tiene casas y tierra y lo demás según le dicho Matamoros ha declarado en su mitad por que por cristianos fue viositadop y diviso por iguales partes.” (Gall 1968a:231;
ortografíá modernizada).

Y en otra sección se lee:
“Juan Diaz. . . tiene por su repartimiento la mitad del pueblo de Ateo en compañía de Melara. Es pueblo y tierra y tiene casas según el dicho Antonio Melara ha declarado. Habrá tres meses poco más o menos que partieron y lo visitaron y se entrego cada uno de la mitad por iguales partes” (Gall 1968ª: 232 ortografía modernizada).

Los encomenderos claramente se preocupaban por mantener sus respectivos intereses separados, y esto se manifestó en la separación física de algunos pueblos, originando en efecto dos barrios que tenían que responder, en forma independiente a sus respectivos encomenderos.

En algunos casos parece que los coencomenderos aprovecharon de un río para dividir sus pueblos como en Metapán (Lardé y Larín 1977) y Ateos (Lardé y Larín 1976).

En otros pueblos, las limitaciones topográficas de las angostas mesetas en que se ubicaban parecen haber resultado en el traslado de una “mitad” a una meseta vecina para mantener claras el patrimonio de cada encomendero.

Esto puede haber sucedido en Tepezontes, Texacuangos , Masahuat, Istepeque, Huizucar, Perulapán y Coyo (el único al cual se le agregó
distintivos autóctonos después de su división) .La pluralización de varios topónimos fue un producto de estas divisiones.

Algunos pueblos “duplicados” no sobrevivieron el colapso demográfico que se experimentó durante el período colonial, y o desaparecieron por completo o fueron unidos nuevamente. Ateos, Metapán, Huizucar y posiblemente Istepeque son ejemplos de esta posibilidad.

En tabla 7 también se presenta varios casos de pueblos originalmente divididos entre dos o tres encomenderos que no se duplicaron. Cojutepeque y Olocuilta pertenecían a dos o tres encomenderos en 1532, pero ya por 1548 ambas comunidades se habían consolidado bajo un encomendero cada una, lo cual quizás eliminó la necesidad de dividirlos.

Xalozinagua, Zuacanclan (o Zinacantan) y Ziguatepeque se extinguieron por completo durante el período colonial temprano, mientras que Cuscatlán y (Santa Catarina) Masahuat casi siguieron el mismo rumbo. Si bien habían estado divididos, su colapso demográfico habría resultado en su reconsolidación.

La única paradoja es Nonualco. El siempre populoso pueblo aparece en 1532 y 1548 con un sólo encomendero, Pero las referencias posteriores generalmente hablan de los tres Nonualcos actuales (Lardé y Larín 1976).
En resumen, la duplicación de topónimos autóctonos vecinos fue de origen colonial y no prehispánico, y es una relíquia vivente de la edad de los encomenderos.

La repartición de las comunidades nativas que componían la provincia de Cuscatlán comenzó con el final de su pacificación y el establecimiento de la villa de San Salvador en 1528 (Lardé y Larín 1917:384). Es probable que hubo una repartición anterior, correspondiente con la efímera villa de 1,525, pero no existe ninguna documentación al efecto.

La Relación de 1532 demuestra que tal como en otras regiones durante esta época temprana, los encomenderos llevaban una explotación sin control gubermental (es decir, de la corona) de sus pueblos encomendados, y “exigían tanto tributo y labor como les era posible” (Scholes y Roys
1968:148). Parece que pedían una parte de todos los productos de sus pueblos encomendados, y aunque esto da una buena idea de la economía prehispánica, les debería de haber sido gravoso y complicado de parte de los nativos el tener que reunir tal variedad de artículos (compárese con Scholes y Roys 1968:148).

La repartición de encomiendas en esta provincia fue muy desigual, como se puede apreciar en tabla 8 y figura 17. El mayor encomendero era Gomez de Alvarado, aparentamente un primo de Pedro de Alvarado, quien tenía alrededor de cuatro veces más casas asignadas que el promedio, que era 256.
De los 14 hombres con las encomiendas más pequeñas, la mitad eran analfabetos, y se toma este dato como indicativo de su baja posición en la restringida sociedad a que pertenecían.

Deberían de haber sido muy pobres aquellos como Pedro Hernández, que tenían que vivir del tributo de sólo 50 casas, en contraste con las 1,000 que le tocaba a Gomez de Alvarado. Se sabe algo de la vida de Diego de Usagre
(Gall 1968b), quien contribuyó mucho a la conquista de esta provincia, poniendo sus armas, caballos y 70 soldados mixtecas. Por sus contribuciones se esperaria que le correspondía una encomienda impresionante. Empero, él tenía asignado un número de casas casi igual al promedio general

Se cree que esta información refleja una red de favoritismo en que influía mayormente la familia Alvarado.

En 1532 la comunidad de “Cuzcaclan” siendo entre las tres mayores del área, se encontraba dividida entre dos encomenderos. Antonio Bermudez, un regidor de San Salvador en 1530 (Rubio 1979:16) y posiblemente un pariente del Bartolomé Bermudez quien figuró en la toma del peñol de Zinacantán (Lardé y Larín 1983), tenía encomendada la mitad con 330 casas, mientras que la otra mitad, con 400 casas era de Pedro Nuñez de Guzmán. La diferencia en números de casas entre las dos mitades (que originalmente hubieran sido iguales) se puede explicar en términos de la pérdida
desproporcional de población durante este período de colapso demográfico.

Los artículos producidos por cuscatlán en ese entonces ya fueron citados en relación a su economía.

En 1,548 hubo la primera tasación oficial de la entonces provincia de San Salvador, una de varias realizadas por la corona en un esfuerzo para fijar tributos justos y proporcionales a la población nativa (que caía aceleradamente en esa época) y los productos locales. Acciones paralelas
fueron aplaudidas por los indígenas en otras regiones (Scholes y Roys 1968:152). Los abusos anteriores por tasaciones excesivas eran notables en San Salvador. López de Cerrato escribió que allí:
“hallamos los indios muy mal tratados a causa de ser las tasaciones antiguas muy excesivas y allí se hizo la tasación de todos los indios que en aquella ciudad hay no sin gran queja de los encomenderos a causa de ser el exceso de los tributos muy grande” (Rubio 1979:37).

En la tasación impuesta por López de Cerrato en 1548, “Cuzcatan” se hallaba siempre dividido entre dos encomenderos. Pedro Nuñez de Guzmán mantenía su mitad, pero ahora con sólo 160 gente tributaria. Un nuevo encomendero, Juan Vásquez, tenía 170 gente en la otra mitad; él era el Alcalde Mayor de San Salvador dentro del intervalo 1550-1557 (Rubio
1979:37).

En los 16 años desde su primera relación, ya hubieron cambios en los artículos tributados por Cuscatlán, y por primera vez se detalle los montos involucrados. Los dos encomenderos gozaban de grandes cantidades de productos por año (y uno se pregunta de su magnitud durante el período
anterior de abusos ) , cuyas totales se da a continuación (Relación 1548-1551):

Maíz: 20 fanegas Miel: 70 cántaros
Algodón: 12 fanegas Gallinas: 312
Trigo: 24 fanegas Huevos: 312 docenas
Frijól: 4fanegas Toldillos: 960
Ají: 8 fanegas Calzado: 100 pares
Fruta: 104 cargas Cera: 20 arrobas

La mayor parte de los productos hubieran servido para la subsistencia de los encomenderos, pero sin duda se interesaban en comerciar algunos artículos. Toldillos (mantas) y cera eran productos comerciales comunes en esta época, y su valor total para Cuscatlán podría haber sido de 1,450 pesos, de acuerdo con los precios corrientes en México a medianos del siglo XVI (Borah y Cook 1958).

Para efectos de comparación, un obrero especializado en la ciudad de México de esa época tendría que trabajar unos 16 años (365 días al año) para ganar esta suma (Borah y Cook 1958:87).

Según la ley ( que frecuentamente fue ignorada ) las encomienclas duraban “dos vidas”, es decir, las vidas del encomendero original y luego de su heredero, y después revertía a la corona (Macleod 1973:11-3).

Por lo general, con el paso de los viejos conquistadores y sus hijos, se
llegaba al final de las dos vidas alrededor de los primeros años del siglo XVII. Cuscatlán definitivamente era un pequeño y pobre pueblo “vaco” por el año de 1679, cuando su tasación decía lo siguiente:
“Cuscatan paga cada tersio nuebe mantas Ide] una pierna y media rrematadas a quattro tostones = nuebe fanegas de mais a quattro Reales Dies Gallinas Y media de Castilla a Real Y medio que montta quarenta tostones un Real Y veinte sinco mr.s (máravedíes]” (Documento A3.16.5/5129/423 en eI Archivo General de Centroamérica, Guatemala ) .

La reducción del valor comercial de los tributos de Cuscatlán entre 1548 y 1679 era alrededor de 98.6%, y es muy semejante a la declinación poblacional estimada para el mismo plazo, de 97.9%.

EL RECONOCIMIENTO ARQUEOLOGICO

Introducción

El propósito del reconocimiento arqueológico fue de comprobar o negar la presencia de posibles restos de Cuscatlán dentro de un radio razonable de su probable sitio, tal como se lo determinó a a través de la investigación etnohistórica. Su objetivo, entonces, fue de encontrar vestigios pertenecientes a la última época prehispánica, designada aquí como el período Protohistórico , que podrían identificarse con el asentamiento de Cuscatlán.

Es necesario desde un principio señalar la dificultad de relacionar restos arqueológicos con comunidades Protohistóricas que carecen de una documentación muy amplia, como es el caso de Cuscatlán. La sencilla presencia de restos Protohistóricos en la zona donde se cree haber estado la
antigua capital no sería ninguna garantía de que sí son vestigios de ella. Siempre caberían posibilidades alternativas, tal como se discuten en el final de esta sección.

Tampoco no se puede esperar encontrar artefactos españoles del tiempo de la Conquista para asociarlos con la breve estancia de los castellanos en Cuscatlán. En la antigua capital cakchiquel de Iximché, donde radicaron los españoles por varios meses, e1 único legajo que dejaron en el registro arqueológico fue tres puntas de ballesta, encontradas durante las muy extensas excavaciones en ese sitio, ahora en exhibición en la ciudad de Guatemala.

Hipótesis de trabajo

A base de la información etnohistórica disponible para Cuscatlán y analogía con los más amplios datos etnohistóricos y arqueológicos acerca de otros centros regionales de su época, se formó una serie de hipótesis de trabajo sobre el eatácter de los restos arqueológicos que podrían representar a Cuscatlán, que se dan a continuación (Amaroli 1984a) :

Patrón de asentamiento.

Una característica muy difundida en la transición entre el período Clásico y Posclásico en Mesoamérica (cerca de 900 dC) era la tendencia de abandonar las viejas comunidades muchas veces situadas en planicies y de establecer nuevos asentamientos en lugares defensibles, tales como mesetas y islas. Asociado con esta tendencia es la marcada nucleación de algunas comunidades, que puede interpretarse como de índole defensiva también. La nucleación podría ser el resultado de la aglutinación de personas
llegadas desde pequeñas aldeas en zonas afectadas por la violencia de aquella época conflictiva, que buscaban la seguridad de poblaciones grandes (un proceso que se observa ahora en El Salvador).

Los suburbios de una comunidad nucleada pueden servir como un cerco humano para su centro (donde se ubican las residencias de la élite y otras estructuras principales ) en el caso de un ataque ( Stewart 1,977 ) .

Varios centros defensibles Protohistóricos han sido estudiados en Guatemala, e incluyen las capitales de Ias entidades políticas dominantes en las tierras altas a la llegada de los españoles. Ubicados en sitios estrechos sobre mesetas o lomas, estos centros aumentaron las defensas naturales de los lugares mediante fosos, portones y murallas. Albergaban las residencias de las familias nobles gobernantes, sacerdotes, artesanos y otros edificios
principales. En las afueras de las ciudadelas se extendían zonas residenciales de la gente común (Carmack et al. I975).

Así eran las comunidades que Alvarado llamó “ciudades” en 1524, como se ha discutido anteriormente y puesto que ocupó el mismo término para referirse a Cuscatlán, se especula que podría compartir las características físicas de las otras capitales nativas mencionadas.

Entonces se acepta como hipótesis de trabajo que la comunidad de Cuscatlán se componía de una ciudadela sobre una loma o meseta que contenía las residencias de la élite y otras estructuras principales, rodeada por suburbios.

A base de información no publicada acerca de los sitios Protohistóricos salvadoreños de Cerro Tégal y El Güisnay (en el departamento de Ahuachapán) y Atempa Masahua (en el departamento de Santa Ana – Ámaroli- 1979), además de datos comparativos con los centros guatemaltecos, se puede especular que el centro élite de Cuscatlán hubiera incluído plataformas largas dispuestas alrededor de plazas, posiblemente con pequeñas plataformas cuadradas en sus centros. Estas estructuras podrían éstar compuestas de dos o más cuerpos escolonados con terrazas verticales.

Se esperáría que un centro capital – contara con por lo menos un juego de pelota, situado al lado de una plaza, y que su cancha tendría la forma de “I”. Las zonas residenciales vecinas serían representadas por centenares de pequeñas plataformas rectangulares. Serían de tierra, con hileras de
piedras formando sus bordes, alcanzando dimensiones de unos tres por cinco metros, y de 20 a 50 centímetros en su altura. Estas plataformas hubieran sostenido casas perecederas semejantes a los “ranchos” actuales.

2. La ubicación de Cuscatlán.

De acuerdo con 1a evidencia etnohistórica, Cuscatlán se ubicaba en la vecindad del pueblo actual de Antiguo Cuscatlán desde, por lo menos, el año 1576, y ésto puede haber sido su sitio Protohistórico.

Como una segunda alternativa, se entretiene la posibilidad de que el Cuscatlán visto en 1576 representaba una porción sólo de su vieja zona residencial, o una ligera reubicación de la| comunidad prehispánica. Hacia el sur de Antiguo Cuscatlán existe una serie de mesetas cubriendo varios centenares de hectáreas, que serían sitios potenciales para la ubicación del tipo de centro élite que se postula para Cuscatlán.

3. Materiales arqueológicos diagnósticos.

Los restos de Cuscatlán tendrían que presentar materiales arqueológicos característicos de su época, es decir, el período Protohistórico.

Se anticipaba poder encontrar los siguientes materiales en la superficie del sitio que representaría a Cuscatlán (los que son marcadores especificamente Protohistóricos son indicados; los demás son diagnósticos del Posclásico general (900 dC hasta el final del Protohistórico ) :
a. Puntas de flecha bifaciales, hechas a base de navajas prismáticas de
obsidiana (Sheets 1978:15-16; apuntes de campo del autor para el sitio El
Güisnay).
b)Cerámica Rojo-sobre-blanco, o Rojo y negro-sobre-blanco, relacionada con
la llamada “tradición Policromo Chinautla” (Wauchope 1970:210-2L7,238;
apuntes de campo del autor para el sitio El Güisnay).
c)Cerámica Marihua (Haberland (1978) .
d. Cerámica Banbudal (Sharer L978264) – e.Cántaros rojos con tres asas verticales debajo del cuello (Manuet López 1-983: comunicación personal ) .
f.Sahumerios ( incensarios de cuchara ) con mangos huecos y elaborados en forma de cabezas de reptil u otros motivos, Y pintados con pigmento fugitivo blanco y/o az:ul. (Apuntes del autor de la colección Hananía (Sonsonate) de artefactos procedentes del Tacuxcalco ) .
g.Metates planos con tres soportes (Woodbury1965).
h.Mediciones de hidratación de obsidiana procedente de Ixtepeque de aproximadamente 2.0 micras o menos (basado en estudios preliminares del autor para obsidiana recolectada de El Güisnay y Cerro Tégal ) .
estudio incluía aproximadamente 710 hectáreas,
elevaciones desde 825 hasta 7075 metros.

El área de estudio

El primer paso anterior a la realización del trabajo de campo fue la definición del área de estudio. Este área, que se presenra en figura 18, fue trazada de acuerdo con la hipótesis acerca de la ubicación de Cuscatlán, y con la intención de abarcar desde el sector no urbanizado inmediato a Antiguo Cuscatlán, hasta las colinas hacia el sur, incluyendo tanto terreno como era factible examinar dentro de las doce semanas asignadas a esta etapa del proyecto por las limitaciones financieras.

El área de estudio incluía aproximadamente 710 hectáreas, elevaciones desde 825 hasta 7075 metros.

Con la excepción de algunas milpas y zacatales (sobre todo en su extremo sureste), cafetales cubrían este área. Muchos de los cafetales evidentemente no habían recibido ningún mantenemiento desde hace varios años, y el resultante follaje espeso, y gruesas capas de hojas en el suelo, hizo partes de este reconocimiento aún más costoso que lo normal para áreas boscosas.

Una consulta con el Registro Nacional de Sitios Arqueológicos, ubicado en la Dirección del Patrimonio Cultural, San Salvador, indicó que no había ningún sitio arqueológico conocido en el área de estudio. Sin embargo, hace más de cien años, fueron reportados unos dos montículos entre Antiguo y Nuevo Cuscatlán, y también se informó que dentro de excavaciones en Antigua Cuscatlán se hallaba “ollas, jarros y figuras como muiñecos construidos de
barro cocido” (Lardé y Larín 1976:117-118). Los residentes actuales de Antiguo Cuscatlán le comentaron al autor del hallazgo de materiales similares en la construcción de la Escuela “walter Deininger” en este pueblo, y durante la construcción de las colonias vecinas de Jardines de Guadalupe y La Sultana. Desgraciadamente, estas áreas habían sido modificadas en un 100%, y es imposible saber más de los recursos arqueológicos que fueron destruídos.

La única otra referencia concreta acerca de hallazgos arqueológicos en la vecindad del área de estudio concierne dos vasijas de Plomiza Tohil (un marcador de1 período posclásico Temprano: 900-1200 dc) en la finca san José
Aguacatitán, hacia el extremo sur. Se dice que las piezas no estaban asociadas con otros materiales (Stanley Boggs 1985: comunicación personal) .

Métodos

El reconocimiento arqueológico fue de la clase llamada íntensivo, consistente en caminar transectas paralelas, distanciadas a cada 20 o 30 metros, a través del terreno bajo inspección, con la excepción de barrancos y otras pendientes extremas. Al caminar, se examinaba eI suelo para restos culturales (tales como tiestos, obsidiana, manos, metates y construcciones), ocasionalmente empleando una cuchara de albañil para limpiar el humo cuando esto escondía la tierra (siendo el estado general del área de
estudio). Para mejor orientación en el campo, se procedió por unidades geomórficas distintivas, como colinas.

Al encontrar materiales culturales, se estimaba su abundancia relativa (escasa, moderada o abundante) y se hacía una recolección superficial “de arrebato” de artefactos que parecían ser diagnósticos, asignándolos un número de colección y regisrando su localización en los mapas. Los números se constituían de las últimas dos cifras del año, un guión y un número consecutivo. En 1984 se asignó los números 84-1 hasta 84-4, y en 1985 se recuperó números 85-1 hasta 85-45; es decir, un total de 49 colecciones individuales.

También se registraba observaciones sobre plataformas encontradas en el área, y de la abundancia relativa de piedras sueltas entre 20 y 40 centímetros en su diámetro.

Basado en las observaciones de campo, se cree que una parte significativa de estas piedras habían sido desplazadas de plataformas prehispánicas por medio del “ahoyado” del cultivo de café y por erosión, y casi todas las plataformas mostraban daños por estos agentes. El trabajo de campo fue realizado por el autor y un asistente familiar con el área entre diciembre de 1984 y febrero de 1985.

Resultados

Como resultaclo del reconocimiento arqueológico se pudo identificar restos prehispánicos en diversas zonas del área de estudio. Como se puede apreciar en figuras 1,9 y 20, en las inmediaciones del crater que antiguamente contenía
la laguna de Cuscatlán, se encontró restos muy extensos, y aunque variaban entre escasos y abundantes, eran esencialmente continuos (números de coleción 84-1:’ 85-2 ,3, 4,17,18,31,33,35,3 6,43 y 44) . En el campo se notó la
posibilidad de que capas aluviales hayan cubierto, y escondido posibles restos culturales en parte de esta zona, hacia el noroeste del área de estudio.

Hacia el sur de Antiguo Cuscatlán, en la serie de terrazas naturales sobre las colinas que ee levantan en esta dirección, se encontró otras localidades con restos extensos (divididos en los grupos con números 84-2,3 ,4; 85-1, 5,7, 8,9
y 10; número 85-6; números 85-1-L,25 y 26; y números 85-12, 13,14 y 15).

En todas las localidades arriba mencionadas, se hallaba tiestos, navajas prismáticas de obsidiana, ocasionales fragmentos de manos, metates y piedras “donut” y algunas plataformas de probable uso residencial (figura 19). Dos
localidades más parecen haber sido aisladas de las zonas extensas de restos por el crecimiento de Antiguo Cuscatlán (números 85-16,L9 y 20).

En las lomas de la mitad sur del área de estudio fueron identificados varias localidades muy limitadas de materiales culturales, y con una excepción, todas tenían muy escasos artefactos en sus superficies (números de colección B5-23,
24,28, 38,42 y 45). La excepción fue un sitio impresionante, tanto por su plataforma elaborada con bloques cortados de talpetate (descrito abajo) como por su dramático ubicación en una cima elevada (números 85-30 y 41).

Finalmente, se encontró dos sitios con materiales exclusivamente históricos, en ambos casos posiblemente del siglo pasado. Uno consistía en los restos de un pequeño asentamiento con varios “arranques” de ranchos, situado en una colina (números de colección 85-21 y 22). El segundo incluía los restos de una estructura de ladrillo y estaba ubicado en el extenso plan al suroeste de la antigua laguna (número de colección 85-34). Una tercera localidad histórica
(pero con una mexcla de materiales prehispánicos) era las ruinas de un trapiche establecido a medianos del siglo pasado (números de colección 85-12,13 y 15 ) .

Estas localidades podrían ser registradas como sitios arqueológicos individuales. El objetivo del presente estudio se limita a determinar la extensión de materiales de edad Protohistórica, gue podrían relacionarse con Cuscatlán.

Rasgos estructurales registrados en el área de estudio

Debido a su interés especial, aquí se discute por aparte los rasgos estructurales del área de estudio.

Se observó un total de ocho plataformas de probable uso residencial en áreas con materiales exclusivamente Posclásicos, tal como indicó el análisis de materiales que sigue (véase figuras 19 Y 20):
Números de colección Número de plataformas
84-2 y 3 2
B5-1 y 85-5 3
85-10 1-
85-17 y 85-18 1-
85-27 7

Las colecciones con números 85-17 y 27 (con diagnósticos Posclásicos ) fueron recolectadas directamente de 1a superficie de plataformas.

Figura 21 representa una plataforma típica. Fue construída mediante hileras rectangulares con rocas entre 20 y 4O centímetros en diámetro. Sin disponer de datos de excavación, se supone que el área interior fue rellenado con tierra, lo cual hubiera servido de piso para una vivienda (“rancho”) de bahareque.

Plataformas construídas en pendientes, como ésta, se semejaban más a terrazas debido a la necesidad de nivelar un área para leventar la sobreestructura.

Las plataformas observadas medían entre 2 × 3 y 3 × 5 metros, y parecían llegar a una altura igual al espesor de las rocas que formaban su borde.
Plataformas muy semejantes han sido reportadas de los sitios posclásicos de Cihuatán (Fowler 1981) y de Atempa Masahua (Amaroli 1979) .

Se observó abundantes rocas, del mismo tamaño como aquellas ocupadas en las plataformas, en las áreas cercanas a estas estructuras, y en otras áreas, pero siempre asociadas con cerámica prehispánica y otros materiales. Se presume que parte de estas rocas pueden haberse originado en plataformas similares, pero que habían sido desplazadas por el “ahoyado” de caficultura, y por erosión natural. Se presenta la distribución de estas rocas sospechosas en figura 19.

Se registró una plataforma más en el área de estudio, la cual fue hallado en una posición dramática sobre una alta colina (números de colección 85-30 y 41). Esta estructura aislada estaba asociada con cerámica Clásica Tardía (700-900 dc), y era muy distinta a las plataformas Posclásicas en su construcción y dimensiones. Medía 4 × 6 metros, y las hileras de piedra de contención en sus bordes eran de talpetate cortado en bloques rectangulares (figura 22).
Había cierta evidencía de gradas en el centro de su lado occidental. Su altura era alrededor de 50 centímetros.

Se discute el posible función de esta plataforma al final de esta sección.

Análisis de materiales

Después de concluir el trabajo de campo, se lavó las colecciones y luego se las examinó para clasificarlos, hasta el grado posible, con su edad siendo el principal variable de interés. Aunque la determinación de su función no estaba entre las metas de este estudio, algunas clases de artefactos tenían claras implicaciones funcionales que son tratadas en la sección final del informe.

Esta clasificación se basa en comparaciones con estudios existentes sobre la cultura material prehispánico regional.

No se intentó establecer nuevas clasificaciones en este. Las colecciones se componían principalmente de tiestos, seguidos en cantidad por las ubicuas navajas prismáticas de obsidiana, manos, metates y piedras “donut” fragmentarios y ejemplos limitados de vidrio y cerámica histórico. En la
clasificación de materiales que sigue, se divide Ios materiales en grupos temporales para cada uno de los tres períodos representados, del Posclásico (900 dC hasta el final del Protohistórico), el Clásico Tardío (700-900 dC) y el Histórico (aparentemente limitado al siglo pasado en el área de estudio).

Un cuarto grupo contiene los materiales que posiblemente pertenecen a más de un sólo período.

Puesto que el objetivo de este estudio es el período inmediato a la Conquista, se limita las discusiones extensas a los materiales más tardíos del Posclásico.
Se presenta los resultados de esta clasificación para las 49 colecciones del reconocimiento en tabla 9.

Las colecciones serán disponibles en la Sección de Arqueología de la Dirección del Patrimonio Cultural, San Salvador.

Clasificación de los materiales recuperados en el reconocimiento arqueológico

A continuación se detalla la clasificación de materiales según los tres grupos temporales descritos arriba: 1 ) materiales Posclásicos; 2) materiales Clásico Tardíos; y 3) materiales históricos o recientes. Un cuarto grupo abarca otros
materiales, posiblemente representativos de dos períodos o más.

1. Materiales Posclásicos (900 dc hasta el final del período Protohistórico) :

1a. Cerámica del grupo Joateca.

Tiestos del grupo cerámico Joateca eran muy comunes en las colecciones. Esta distintiva cerámica fue originalmente identificada en Chalchuapa, donde fue fechada al período de enfoque para este estudio, el Protohistórico
(Sharer 1978:64-65). La cerámica Joateca del reconocimiento correspondía a la variedad Joateca Estriada: Variedad Joateca, distinguida por las estrías horizontales irregulares en las paredes exteriores de ollas) con paredes
“recurvadas” y asas de correa horizontales (figura 23ª 1-2) . Las descripciones de pasta, supérficie y dimensiones en Sharer son idénticas con los ejemplares de las colecciones.

Sharer interpreta Joateca Estriada como ollas usadas para cocinar, basándose en su forma en en sus bases frecuentemente quemadas. Bases quemadas también fueron notadas para la Joateca del área de estudio.
Beaudry ( 1983 :175) nota la presencia de una grupo cerámico parecido
a Joateca en el valle de Zapotitán, pero sus formas y el patrón ilustrado de estrías son algo distintos, y ella lo define como un grupo aparte con el nombre de Granadillas. La ceramica Joateca es considerada el diagnóstico Protohistórico más confiable en el área de estudio.

1b. Cerámica beige bruñida
1c. Cerámica rojo-sobre beige-bruñida.

Estas dos clases sin duda se refieren a un sólo grupo cerámico, diferenciéndose en la presencia o ausencia de motivos pintados en
rojo. Sus formas incluyen: a) fuentes hemisféricas con bordes directos, a veces con [¿tres?] soportes cilíndricos o espigados huecos (figura 23a3,b1,3); b) posibles jarras globulares restringidas con cuellos altos y, posiblemente. asas de correa verticales (“cantaros”) (figuras 23c,d); y c) jarras restrigidas con bordes festoneados ( figura 23bZ) . Su superficie beige bruñida no parecía tener engobe en los ejemplos examinados. Cuando presente, se empleaba pintura roja no especular (5R 4/6) sólo en las paredes exteriores. Se notó
bandas horizontales juntas a los bordes defuentes (figura 23b3). Complejos diseños geométricos fueron realizados en los cuerpos de lo que se presume
eran cántaros, incluyendo “tablas de ajedrez” ( figura 23d3 ) , diamantes
concéntricos ( figura 23d1) y patrones dentados ( figuras 23c1 d2) . En sus formas y el uso del color rojo sobre un fondo beige, esta cerámica demuestra una relación con el grupo cerámico Marihua, propuesto desde hace muchos años como un diagnóstico Protohistórico
(Haberland 1978; Sharer 7978:63-64). Pero existen importantes diferencias entre los tiestos de las colecciones superficiales y la Marihua originalmente definida por Haberland. Para comenzar, la pintura roja especular definido como un rasgo de Marihua no se encuentra en estas colecciones (y tampoco en los tiestos clasificados como Marihua en Chalchuapa ( Sharer L978:63).
Haberland describe el engobe notable característico de Marihua, lo cual contraste con las superficies sencillamente bruñidas de las colecciones (y, de nuevo, en la “Marihua” de Chalchuapa). Finalmente, los motivos de
Marihua no corresponden muy bien con los ilustrados aquí. Motivos idénticos con los en las colecciones son comunes en otras clases de cerámica
Protohistórica guatemalteca (Wauchope 1970) .

Se ha indicado que la amplia distribución Protohistórica de ciertos modos de forma y decoración, inclusivos los de la cerámica bajo discusión, tienen el carácter de un estilo de horizonte, originándose en las extensas redes de interacción que se han documentado para este período (Glass 1966:161; Henderson et al. 1,979:190) . Cerámica parecida, y quizás idéntica, con la beige bruñida/rojosobre-beige bruñida recuperada en el presente estudio ha sido encontrada en el sitio Madre Tierra de Apopa en el curso de trabajos de rescate frente a su urbanización. Estos materiales que, están archivados en 1a Sección de Arqueología de 1a Dirección del Patrimonio Cultural , pudieron
ser comparados directamente con las colecciones del area de estudio. Sería fructífero llevar a cabo un anális formal de las relaciones entre los materiales de Madre Tierra y el reconocimiento arqueológico. La posible relación directa entre Apopa y el posible sitio de Cuscatlán vuelve más interesante en luz de los datos etnohistóricos de 1532, ya discutidos arriba. Tal como se expuso, los habitances de Apopa se especializaban en la producción de “ollas y otras cosas” de cerámica. En resumen, se considera la cerámica beige bruñida rojo-sobrebeige- bruñida como otro marcador Protohistórico en el área de estudio, y a la vez se señala la necesidad de definar lo que probablemente resultará como una serie de estilos rojo-sobre-beige para este período en El Salvador.

1.d Comales.

Comales planos con bordes en forma de “coma”, bruñidos en su lado superior y dejados sin bruñir en el otro (figura 23a4), fueron encontrados en asociación superficial con cerámica Joateca y beige bruñida /rojo-sobrebeige bruñida, pero también con materiales históricos. Comales de esta forma aparecen en el Poclásico Temprano ( 900-1-200 dC ) , y se consideran como un buen marcador del período ( Fowler 1981 ) . Sin embargo, la misma forma
persiste en las alfarerías tradicionales del centro y occidente del país. Este conservatismo estilístico limita el valor de comales como marcadores Posclásicos, especialmente en lugares que evidencian ocupación histórica o reciente, como lo es el área de estudio.

l-e. Metates tabulares.

Metates tabulares con y sin bordes laterales, de piedra volcánica escoriacea ( figuras 24b2-3) fueron coleccionados en el área de estudio.

Metates tabulares con bordes han sido encontrados en contextos Posclásicos en Chalchuapa ( Sheets 1978:31,) y Cihuatán (Fowler 1981); en el último sitio también se reportan metates tabulares sin bordes del mismo período. Al igual que lo comentado con respecto a los comales, la
producción tradicional de metates tabulares con y sin bordes continua en El Salvador,reduciendo su valor como diagnósticos arqueológicos

1f. Punta bifacial de obsidiana hecha a base de una navaja prismática

Un ejemplo fragmentario de este fuerte diagnóstico Posclásico (Sheets 1978:I5-16) fue encontrado en el campo de escuela de Antiguo Cuscatlán ( figura 24c1; número de colección B5-16). Como toda la obsidiana
coleccionada en el área de estudio, la fuente de esta punta (probablemente de flecha) era visualmente Ixtepeque (Demarest 1981).
1g. Cabeza modelada de cerámica.

Una cabeza modelada fragmentaria ( figura 24ª1) fue encontrada en asociación con cerámica Joateca y rojo-sobre-beige bruñida en un basurero erosionado (colección número 85-20).

Su cerámica era café muy rojizo, con abundantes inclusiones heterogéneas y pobremente quemada, siendo muy fragil. Su superficie era sólo alisada. En su parte posterior habían huellas indicando que estaba conectada a un tubo de
cerámica, de unos 2.5 centímetros en diámetro, sugeriendo que la cabeza podría haber formada el término de un mango de sahumerio ( incensario
de cuchara). El personaje retratado aportaba un bezote y orejeras, y tenía un tocado, lo cual, aunque fragmentario, parece haber sido una especie de turbante. Sus ojos y boca habían sido hechos por hundirle profundamente algo
duro que tenían la forma de una hoja como una navaja prismática de obsidiana. En su pasta y tocado, este artefactos se asemeja a algunas
figurillas recuperadas del sitio Posclásico Temprano de Cihuatán, aunque se difiere en el uso consistente de moldes para elaborar las caras en Cihuatán (Fowler 1981). La asociación de esta cabeza moldelada con cerámica
Protohistórica indica su fechamiento al mismo periodo.

2. Materiales Clásico Tardíos (700-900 dC):

2a.Policromos relacionados con los grupos Arambala y Babilonia/Salua.

En varias localidades se pudo identificar ejemplares de cerámica relacionada con el grupo Arambala ( Sharer 7978: 56-58 ) que invariablemente estaban muy erosionados (figura 24d1-2). Debido a su mejor coción, tiestos relacionados con el grupo conocido como Babilonia o Salua (Beaudry I982:8-11) estaban en mejor estado de conservación (figuras 24d3).

2b.Jarras con borde exterior reforado en un angulo agudo.

Distintivos tiestos de jarras restringidas (alrededor de 20-30 centímetros en su diámetro) con paredes gruesas y bordes exteriores reforzados fueron encontrados en asociación con policromos Clásico Tardíos, o en contextos mixtos Posclásicos y Clásico Tardíos ( figura 24e1) y tentativamente se la coloca en el período CIásico Tardío.

2c.Mano plano-convexa.
Aunque manos de esta forma tienen una larga duración en esta región (Sheets 1978227-28), en el área de estudio sólo una fue encontrada, en asociación directa con una plataforma Clásico Tardía ( figura 22) . Es de piedra
volcánica escoriácea.,

3. Materiales Históricos o Recientes:

3ª. Teja y ladrillo

Idénticos a ejemplos actuales.

3b. Cerámica vidriada “Quezaltepeque”.

Una cerámica hecha a torno, con vidriada de plomo, Es similar o idéntica con la cerámica producida en las alfarerías tradicionales de Quezaltepeque en el
departamento de La Libertad.

3c.Otras cerámicas vidriadas.

Misceláneas cerámicas vidriadas incluyendo ejemplos de “cream ware” (cerámica crema).

3d. Porcelana pintada a mano.

Porcelanas ingleses pintadas a mano entraron a los puertos pacíficos de Latinoamérica en grandes cantidades después de su independencia
(Adrian Praetzellis 1984: comunicación personal ) .Los ejemplos del área de estudio ( figura 24e2) posibler¡rente son ingleses.

4. Otros materiales:

4a. Hacha de piedra.

Una hacha fragmentaria de densa piedra verde oscura, con su filo pulido, fue encontrada en el área de estudio ( figura 24c3) . Exhibía daño moderado en su filo. Hachas como ésta (con muy poco cambio a través del tiempo) estaban en uso común en el sur de Mesoamérica desde el Preclásico hasta la Conquista, y se presume que fueron ocupadas para cortar árboles para leña, para limpiar milpas y para conscrucción (Woodbury 1965:164-165; Sheets 1,978:37).

4b. Piedras “donut”

Artefactos circulares de piedra volcánica escoriácea, con una perforación bicónica central ( figura 24a2 ) fueron encontrados en asociaciones superficiales con materiales diagnósticos Posclásicos y Clásico Tardíos
mixtos. Bien conocidos del sur de Guatemala y de El Salvador, donde han sido fechados desde el final del Preclásico (cerca a 250 dC) hasta la Conquista (Woodbury 1-965:165; Sheets 1,978:37-38). Se cree que eran usados como
pesas para palos de sembrar (“chuzos” ) , ayudándoles en hundir su punta. Sería interesante investigar el uso actual de estas piedras, supuestamente como pesas de chuzo, reportado en la Costa de Bálsamo (Andrés Goins 1986: comunicación personal ) .

4c. Metates de batea.

Fragmentos de piedra volcánico escoriácea en forma de batea, con sus bases levemente formadas, pero siempre irregulares fueron encontrados con materiales Posclásicos y Clásico Tardíos , pero se inclina a pensar que son Clásicos en el área de estudio. En Chalchuapa este estilo de metate no pudo ser fechado con mayor precisión, pero se evidenciaba estar presente en el Preclásico y Clásico (Sheets 1978:30-31 ) . Eran comunes en el sitio Quelepa durante el mismo plazo (Andrews V I976: 1’61-162).

4d.Núcleo poliédrico de obsidiana.

Aunoue comunes desde el Preclásico hasta después de la Conquista en Mesoamérica, el núcleo encontrado en el área de estudio tenía una plataforma de corteza, la cual era considerado como un rasgo tardío (Clásico Tardio y Posclásico) en Chalchuapa (Sheets 1978:14).

4e.Mano elongada rectangular ( figura 24b1) ,

Manos comparable de Chalchuapa fueron consideradas como Clásicas y Posclásicas en su edad (Sheets 1978:29). Son parecidas a algunos especímenes de Cihuatán (Fowler 1981) .

Se opina que probablemente son Posclásicas en el área de estudio, puesto que su forma se hubiera acomodada a los metates tabulares Posclásicos presentes allí, y no a los metates de batea que parecen ser más antiguos.

4f. Bahareque quemado.

Los fragmentos rojiza-arraranjados de bahareque quemado usualmente tenían impresiones de las cañas empleadas en la construcción de paredes en ranchos. En El Salvador, bahareque quemado (¿del incendio accidental de casas?) ha sido encontrado en contextos Preclásicos, Clásicos y Posclásicos.

4g. Incensario espigado.

Un pequeño tiesto, con una sóla espiga, de un incensario con pintura blanca fugitiva en su exterior fue encontrado aislado en una de las cumbres más elevadas del área de estudio (número de colección 85-23). Incensarios espigados eran comunes en Mesoamérica desde el Clásico en adelante (Andrews V 1,976:111-). Incensarios espigados con pintura blanca fugitiva
constituyen parte del grupo cerámico Chuquezate de Chalchuapa, identificado para el período Posclásico (Sharer L97B:6L-62) ; desafortunadamente el tiesto del área de estudio es demasiado
pequeño para comprobar su relación con este grupo cerámico tardío.

4h. Puntas bifaciales de obsidiana y silicato

Dos fragmentos de puntas bifaciales fueron encontrados. Uno era de silicato blanco-rosado (número de colección 84-1) y era una sección medial. El otro fragmento era una base de obsidiana (visualmente de Ixtepeque)’ con
“raneras” laterales y base levemente adelgazada ( figura 24c2) . En Chalchuapa se ha propuesto que la industria bifacial se introdujo en el
Clásico Tardío o Posclásico Temprano (Sheets 1978:25-26).

4i. Navajas prismáticas de obsidiana

Asociadas con cerámica y otros materiales culturales en el área de estudio: y presentes en cierta abundancia. Mayormente representadas por segmentos cortos de nava jas, todos visualmente del deposito de Ixtepeque (Demarest 1981). Aunque comunes en Mesoamérica desde el Preclásico, algunos de las navajas examinadas aquí tenían el rasgo de plataformas estregadas, presente en el intervalo entre el Clásico y Posclásico en Chalchuapa (Sheets
1978:12).

El fechamiento y localización de actividad humana prehispánica en el área de estudio
Con la información temporal del análisis de los materiales culturales recuperados en el reconocimiento arqueológico, se puede trazar las localidades donde hay evidencia de actividad humana para los dos períodos prehispánicos representados en e1 área de estudio, el Clásico Tardío (700-900 dC) y el período de interés para el presente estudio, el Posclásico. El Posclásico se
inicia en 900 dC, pero su última división, llamada el período Protohistórico, es de mayor relevancia aquí por ser el marco de tiempo en que existía Cuscatlán, y se fecha entre aproximadamente 1200 dC y un corto tiempo después de la Cónquista.

La presencia oportuna y abundante de un buen marcador Protohistórico, el grupo cerámico Joateca, ha permitido afinar el control temporal dentro del Posclásico, junto con una cerámica rojo-sobre-beige que probablemente es
otro diagnóstico de la época de Cuscatlán.

La ausencia aparente de marcadores del Posclásico Temprano es curiosa, y forma una laguna entre la buena represencación de diagnósticos Clásico Tardíos y Protohistóricos.

Figura 25 depicta 1a localización de actividad humana en el período Clásico Tardío interpretada para el área de estudio. Una extensión total de aproximadamente 30 hectáreas evidenciaba actividad en este período. El sitio más dramático ocupado en ese entonces estaba situado sobre una alta colina en el occidente del área de estudio, y incluía una sóla estructura, una plataforma elaborada con bloques cortados de talpetate, lo cual sin duda se había conseguido de las capas de talpetate que se ven expuestas por erosión en la misma colina ( figura 22) . No había indicios de actividad en este sitio aparte de en este períódo.

Se identificó cuatro otros sitios con uso en el Clásico Tardío, y que también fueron ocupados posteriormente en el Posclásico. Tres de estas áreas estaban en las terrazas naturales que se levantan al sur de Antiguo Cuscatlán.

El cuarto sitio estaba junto al borde sur del crater que antiguamente contenía la laguna de Cuscatlán, y exhibía abundante cerámica del período, representada en particular por la colección número 85-44. La localidad de esta
colección posiblemente era un antiguo basurero, cortado por una calle de tierra.

Con una mínima de seguridad (por la falta de posibles viviendas aparentes), se interpreta la índole de uso en el Clásico Tardío como residencial, con la posible excepción del mencionado sitio sobre la colina, con su estructura única para el área de estudio. Por su ubicación y la relativa complejidad de su estructura, cabe la posibilidad de que este sitio tuvo una función especializada, Por ejemplo ceremonial.

En figura 26 se presenta las localidades de actividad interpretadas para el períódo Posclásico general. Es importante notar nuevamente que ningún diagnóstico de 1ª primera mitad del período fue encontrado, y esta ausencia
podría indicar una brecha en la actividad humana del área de estudio, entre el Clásico Tardío y el Protohistórico.

Para el Posclásico se ve la utilización extensa, y localmente intensa, de las áreas inmediatas al crater, y de las terrazas naturales al sur de Antiguo Cuscatlán.

Materiales Posclásicos fueron encontrados incluso dentro de la comunidad actual de Antiguo Cuscatlán, donde se halló un basurero erosionado con materiales Protohistóricos (número de colección 85-20). Algunas porciones de estas localidades habían sido ocupadas en el Clásico Tardío, pero la evidencia de su utilización en el Posclásico abarcando aproximadamente 85 hectáreas es casi tres veces mayor en su extensión.

Ocho plataformas fueron registradas en áreas con marcadores exclusivamente Posclásicos, y colecciones con diagnósticos del período fueron recuperadas directamente de dos de ellas. Parecían medir generalmente alrededor de dos por tres metros, y se interpreta su función como residencial, equivalante a los “arranques” de ranchos modernos. Una plataforma típica está representada en
figura 21,. Estas plataformas habían sido dañadas por actividades agrícolas y erosión. Se cree que las rocas comunmente asociadas con concentraciones de tiestos superficiales habían sido desplazadas de plataformas similares. Sin duda, los restos de muchas otras plataformas están enterrados en estas áreas.

Es posible que el tiesto del incensario espigado encontrado en una de las cimas más altas del área de estudio (colección B5-23) pertenece al Posclásico. En todo caso, representa una ofrenda tipicamente mesoamericana, dejada en una altura donde, se creía, moraban entidades sobrenaturales .

Arriba se expuso la posibiliclad de que todo el material Posclásico del área de estudio sólo era de la mitad tardía del período, es decir, del Protohistórico, siendo la época en que existía Cuscatlán. Fue sorprendente encontrar un
abundante marcador Protohistórico en el área que previamente sólo se conocía de Chalchuapa, el grupo cerámico Joateca.

Su distribución (figura 27) paralela en gran medida la ocupación interpretada para el Posclásico general, y esto tiende a reforzar la idea de que la ocupación Posclásica en el área de estudio era sobre todo. Protohistórica.

Discusión de los datos arqueológicos

La falta de materiales anteriores al Clásico Tardío en el área de estudio sigue un modelo de asentamiento humano diacrónico propuesto para el centro de El Salvador ( Sheets 1979:547-547 ; Fowler y Earnest 1983 :25-26) . Las densas poblaciones que habitaban el centro y occidente del territorio nacional en el Preclásico Tardío (400 aC a 250 dC) fueron sujetadas a una masiva erupción volcánica, originándose en la cáldera de Ilopango por el año 260 dC. La erupción consistía en “nubes ardientes” y la caída de enormes
cantidades de ceniza volcánica. Se supone que muchos poblados quedaron sepultados, mientras que los habitantes a mayor distancia de la erupción hubieran podido desplazarse fuera de la zona de desastre. La recolonización de la zona devastada tardó siglos para comenzar, hasta el Clásico Tardío.

Se ha sugerido que los colonizadores estaban relacionados con los chortí.

Los restos Clásico Tardíos identificados en el área de estudio (figura 25) serían un resultado de esta recolonización.

La ausencia en el área de estudio de materiales diagnósticos del Posclásico Temprano, como la cerámica Plomiza Tohil, podría deberse a un cambio en los patrones de asentamiento, o a error de muestreo debido a las limitaciones de pequeñas colecciones superficiales.

Para el período siguiente, que aquí se denomina el Protohistórico (1200 dC hasta poco después de la Conquista), se puede apoyar en el diagnóstico abundante de cerámica Joateca, y se ofrece la posibilidad que otros materiales del Posclásico general encontrados podrían fecharse especificamente al Protohistórico también (figuras 26 y 27).

Entre estos materiales se halla una cerámica relacionada con el grupo cerámico Marihua, y con las tradiciones cerámicas Protohistóricas de Guatemala. Dos plataformas de uso inferido residencial pudieron ser fechadas al Protohistórico en base a la presencia de cerámica Joateca en sus superficies, y se supone que seis plataformas adicionales podrían Pertenecer al mismo período. Se cree que existen vestigios de muchas otras plataformas enterradas en el área de estudio.

Para efectos comparitivos, en el muy bien conservado sitio arqueológico y etnohistórico de Atempa Masahua (cerca al lago de Güija), se registró aproximadamente 2.4 plataformas residenciales visibles por hectárea, con densidades locales arriba de cinco por hectárea (Amaroli 1979). Otros estimados de la densidad de residencias coétaneas (o sea, en uso durante un dado momento) por hectárea para distintos períodos en Mesoamérica son algo uniformes y mayormente varían entre cuatro y siete (Michels L979; Flannery 1’976).

Si se emplea cuatro como un multiplicador conservador, se derivaría un estimado de 340 residencias en los 85 hectáreas con materiales del período bajo discusión. Se cree muy factible que otra extensión por lo menos igual de restos de este período haya sido destruída por urbanización (en parte fuera del área de estudio, en Antiguo Cuscatlán, La Sultana y Jardines de Guadalupe) , lo cual daría un total de aproximadamente 680 residencias.

Erosión y deposición de suelos claramente han sido factores activos en la
destrucción o entierro total de restos culturales en los terrenos desiguales deL área de estudio. No existen datos comparativos en que basarse, pero al riesgo de ser acusado de “jugar con números”, parece razonable y hasta conservador estimar que entre la cuarta parte y la mitad de la extensión total original con restos arqueológicos coétaneos haya sido destruído o cubierto totalmente ( sin indicios en la superficie ) debido a los mencionados factores.

El total de residencias estimadas en este caso sería entre aproximadamente 900 a 1350, con un promedio de 1125.

Por costumbre y con algún fundamento en registros coloniales (Cook y Simpson 1,948) se estima un promedio de cinco personas por residencia en Mesoamérica, una figura que reconoce que la variación real pudo haber sido
considerable. De acuerdo con este multipticador, se estimaría la población del período bajo discusión en el área de estudio como alrededor de 5,600 personas .

Esta suma es extraordinariamente próxima al estimado de 6,500 personas para la población de Cuscatlán, que se calcula en este trabajo a base de fuentes demográficas para eI período inmediato a la Conquista.

La ocupación Protohistórica del área de estudio se extendía desde Antiguo Cuscatlán por los contornos del cráter de la antigua laguna de Cuscatlán y sobre algunas colinas cercanas. Esta es parte del área en que se anticipaba
encontrar vestigios de la antigua comunidad de Cuscatlán.

Evaluación de las hipótesis de trabajo

A este punto se puede retornar a la evaluación de las hipótesis de trabajo, presentadas al principio de esta sección. La primera hipótesis trataba del patrón de asentamiento de Cuscatlán, y la implicación que su centro élite estuviera situado sobre una meseta en el área de estudio se rechaza a base de la evidencia arqueológica.

Sin embargo, se acepta la implicación de una extensa zona residencial con las características predichas. Se puede ofrecer varias posibles alternativas por la aparente ausencia de un centro élite:
1.El centro élite estaba más allá del área de estudio. Al ser cierto, estaría extremadamente separado de la zona residencial Protohistórico
identificada en este estudio.
2.El centro élite había sido destruído completamente. Se considera como muy posible su destrucción mediante la urbanización de Antiguo Cuscatlán y las colonias aledañas. En este caso, el centro élite tampoco no hubiera estado sobre una meseta.
3.El centro élite era radicalmente diferente a los otros conocidos en Guatemala y el occidente salvadoreño, y no dejó restos reconocibles en
la superficie. Esta alternativa no se considera muy aceptable debido a la descripción de Cuscatlán como una “ciudad”, comparable con sitios
conocidos en Guatemala, tal como se explicó anteriormente.

4.El centro élite sí estaba en el área de estudio, pero no se lo localizó debido a error en el reconocimiento. Los errores en reconocimiento
siempre son posibles, y aún más cuando se trata del ambiente ocasionalmente confuso de zonas boscosas.

La segunda hipótesis se trataba de la ubicación de Cuscatlán, y se acepta la implicación de su posible ubicación en las inmediaciones de su sitio etnohistórico; es decir, la vecindad de Antiguo Cuscatlán. No está claro, sin
embargo, si ésto representa su ubicación original, o un traslado desde otro sitio desconocido dentro de poco después de la Conquista.

Finalmente, en la tercera hipótesis se predecía cuales materiales culturales caracterizarían los restos Protohistóricos de Cuscatlán. De las siete clases de artefactos anticipados, para el período Posclásico, y en parte exclusivamente para e1 Protohistórico, se identificó tres en este estudio:
1) una punta bifacial (de flecha) hecha a base de una navaja prismática; 2) cerámica relacionada con el grupo Marihua; y, probablemente, 3) un fragmento de sahumerio(incensario de cuchara) con mango hueco y elaborado en forma de una cabeza humana. El marcador Protohistórico que resultó ser de mayor importancia en el área de estudio, el grupo cerámico Joateca, ni había sido conseiderado e la formulación de esta hipótesis.

RESUMEN

Las investigaciones etnohistóricas y arqueológicas realizadas en este estudio han producido una variedad de datos relativos a la antigua comunidad de Cuscatlán, su provincia y sus probables restos arqueológicos.

Etnohistoria

Las escasas referencias de la época de la Conquista y de temprano en el período colonial concuerdan en describir Cuscatlán ( orginalmente “Cuzcatan”) como la capital de un modesto estado nativo que tenía el mismo nombre. La provincia podría haberse extendido por unos 7,000 kilómetros
cuadrados, un área que hubiera contenido alrededor de 56 pueblos tributarios ( figura 2) , En acuerdo con un patrón común en México central, donde se originó la mayor parte de la cultura manifestada por los habitantes pipiles de Cuscatlán, dos de sus probables pueblos tributarios
(Nahuizalco y (santa Catarina) Masahuat ) estaban “adentro” del territorio de otra jurisdicción política; o sea, se hallaban rodeados por pueblos dependientes de otro centro nativo .

Ha sido posible reconstruir, aunque en forma tenue,1a geografía económica de la supuesta provincia de Cuscatlán ( figuras 4 a 13 ) . Pueblos en distintas regiones se especializaban en una amplia gama de procluctos – más de
veinte que incluían sal, pescado, granos, ropa, tinta, cerámica y cacao. La comunidad de Cuscatlán era notable por su producción de piña. Se sugiere que los diversos productos alimentaban un intensivo intercambio regional, típico de los “mosaicos económicos” característicos de
Mesoamérica.

A través de muchos años, los pipiles de Cuscatlán y otras provincias vecinas han atraído el interés de varios autores, conduciendo a la publicación de muchas ideas especulativas acerca de ellos, y en particular de sus
orígenes. En consideración de la última evidencia etnohistórica, lingüística y arqueológica, es posible ahora trazar un bosquejo más concreto de los orígenes pipiles.

Al igual que muchos otros grupos mesoamericanos, ellos conservaban la tradición de que eran originalmente del famoso centro tolteca de Tula, pero para los pipiles, su relación con Tula parece haber sido más real que
mitológica. Por las distintas vias de evidencia citadas, se ha demostrado una relación directa e íntima entre el territorio salvadoreño y México central entre 900-1200 dC.

Fue en este lapso que se supone fue la llegada de los antepasados pipiles, trayendo con ellos una cultura e idioma vinculados con México central. La evidencia de otras migraciones “pipiles” es muy débil.

En vísperas de la Conquista, Cuscatlán y otra provincia pipil (Izcuintepeque) estaban en guerra con el estado expansionalista cackchiquel, centrado en las tierras altas guatemaltecas, una región caracterizada por pequeñas guerras continuas en la época anterior a la Conquista. Los conflictos encaminados hacia la expansión territorial se originaban, en parte, en las presiones demográficas cada vez más fuertes.

Con respecto a la cuestión de la localización de Cuscatlán, no hay referencias anteriores a 1576, cuando se situaba más o menos donde ahora está Antiguo Cuscatlán.

Esta escasa documentación dejaba abierta dos posibilidades:
1 ) Cuscatlán siempre ha estado en la vecindad del actual pueblo de Antiguo Cuscatlán, o 2) Cuscatlán compartió la experiencia de varios otros centros nativos regionales, y fue obligado a trasladarse dentro de pocos años después de la Conquista, posiblemente desde alguna colina en la comarca de su sitio nuevo.

La población de Cuscatlán

La población de Cuscatlán y su provincia puede ser estimada entre los parámetros de cautela que se ha considerado en este informe. La capital de la provincia puede haber tenido entre 6,400 y 6,600 habitantes en 1520, con 6,500 como una figura promedio. La población total de su provincia ha sido estimada aquí entre l02, 000 y 155,700 personas. Tomando Ia población promedia de 128,000 en sus 7,000 kilómetros de territorio estimado, se calcula una densidad de unas 18 personas por kilómetro cuadrado en la provincia. Esta densidad corresponde muy bien con los resultados de otro estudio anterior de la demoerafía nacional.

Como ya había sido ampliamente documentado para El Salvador y varias otras regiones de Mesoamérica, la introducción de enfermedades del Viejo Mundo fue nada menos que catastrófica para la población nativa, la cual carecía de cualquier inmunidad específica contra ellas. La primera pandemia (epidemia generalizada) debería de haber llegado al territorio nacional durante 1520, cuatro años en avance del arribo de los españoles a Cuscatlán. La mortalidad infligida por ésta y otras pandemias jugó un papel muy importante en facilitar la Conquista.

Debido a una serie continua de pandemias y epidemias regionales, la población de Cuscatlán declinó precipitosamente: alrededor de 75% en los primeros 30 años después del primer contacto con las nuevas enfermedades, y un total de aproximadamente 95% a mediados del siglo XVII, cuando la población llegó a su punto mínimo. Se señala el comienzo
de recuperación en la población después de 1650.

La Conquista y la época posterior
La lenta conquista de la provincia de Cuscatlán tardó varios años, desde 1,524 hasta el establecimiento permenente en 1528 de su nueva capital, la villa de
San Salvador. Tal como se mencionó, la conquista de esta región fue facilitada por el colapso demográfico nativo ocasionado por las nuevas enfermedades, que en parte procedieron a los españoles.

La villa de San Salvador era una colección humilde de ranchos, arreglados al contorno de una plaza irregular (figura 16). Se sugiere la posibilidad de que su ubicación (al sureste del volcán de Guazapa) fue escogida por ser una especie de “tierra de nadie” entre la provincia de Cuscatlán y los vecinos pueblos “chontales” (“extranjeros” en nahuat) de
habla lenca y chortí. Esta situación hubiera evitado conflictos con los nativos por la usurpación de sus tierras.

Cuando la villa se trasladó al sitio actual de San Salvador, aproximadanente 77 años más tarde, es posible que el 7O% de la población nativa original se había muerta en e1 catástrofe demográfico. Para ese entonces no podría haber habido mucha desconformidad con la intrusión de tierras ahora baldias en medio del valle de hamacas para reasentar la villa allí.

Con tanta pérdida de población, el peligro de rebeliones hubiera pasado también debido no sólo a la falta de guerreros sino a la destrucción acompañante de la organización social indígena.

Dependiendo de su rango, los vecinos españoles de la villa de San Salvador fueron asignados tributos de un número de casas indígenas; a veces les “repatieron” una fracción de las casas de un pueblo, o un pueblo entero y
ocasionalmente más de un pueblo. Estas asignaciones, o “encomiendas”, fueron muy desiguales.

Por ejemplo, un pariente de Pedro de Alvarado recibió cuatro veces más
casas de lo que era la cantidad promedia. La mayoría de los españoles con pocas casas asignadas eran analfabetos y seguramente tenían otras desventajas sociales (tabla 8 y figura 77 ) .

La división de las casas en un pueblo entre dos encomenderos parece haber sido el orígen de varios de los “pueblo gemelos” que aún existen en El Salvador, tales como San Juan y San Miguel Tepezontes ( tabla 7 ).

Aunque su provincia fue desarticulada con la Conquista, la comunidad de Cuscatlán persistió, bajando de sus varios miles de habitantes originales hasta sólo unos 35 en 1679 (tabla 4 y figura 13). A pesar de que la segunda mitad del siglo XVII marcó el comienzo de la recuperación demográfica de esta región, y de Mesoamérica en general,

Cuscatlán, bordando en la extinción total, nunca pudo recuperarse efectivamente. Su población en el siglo XVIII era enfermiza, duramente afectada por varias epidemias.

Antes de 177O el proceso de ladinización se llevó la primacía en su población, completándose por 1842. Esta transformación cultural acelerada puede atribuirse a su corta población v su proximidad a la ciudad de San Salvador.

El reconocimiento arqueológico

De principal importancia para este estudio fue el reconocimiento arqueológico que se realizó para confirmar o negar la presencia de restos culturales que podrían relacionarse con la antigua capital de Cuscatlán.

Basándose en una serie de argumentos derivados de la evidencia etnohistórica, se definió un área de estudio que se extendía desde Ia comunidad actual de Antiguo Cuscatlán hacia las colinas al sur, y por los contornos del cráter que hasta el siglo pasado todavía contenía la laguna de Cuscatlán, y hoy es llamado Plan de la Laguna (figura 18).

Se recorrió este área en forma intensiva, registrando materiales culturales y tomando colecciones superficiales con el objetivo de poder identificar artefactos coétaneos con Cuscatlán (figuras 19 y 20), Tabla 9 presenta la
clasificación de estos materiales.

Los datos del reconocimiento pudieron ser interpretados en la siguiente manera. Cualquier evidencia de actividad humana en el área de estudio anterior a la erupción masiva de Ilopango hacia 260 dC haya quedado sepultada debajo de ceniza volcánica. Tal como el resto del centro y occidente
del país, 1a recolonización posterior al desastre volcánico no tomó lugar hasta el Clásico Tardío (700-900 dC ) , cuando se estableció pequeños asentamientos a sur de la antigua laguna de Cuscatlán, y en algunas de las colinas que se levantan al sur de Antiguo Cuscatlán ( figura 25) .
Un sitio inusitado fue asentado sobre una colina alta, y su única
estructura era una plataforma hecha con bloques cortados de talpetate. A diferencia de los demás asentamientos, este último sitio pudo haber tenido una función especializada, posiblemente religiosa.

Después de una posible brecha en ocupación (durante el Posclásico Temprano, 900-1200 dC), se evidencia de ocupación en una zona de aproximadamente 85 hectáreas, cuatro veces mayor en su extensión de aquella interpretada para el Clásico Tardío (figura 26). Principalmente, y
quizás totalmente, esta ocupación era del período Protohistórico
(1200 dC hasta poco después de la Conquista), la época en que vivió la antigua capital de Cuscatlán, y representaba una zona residencial con varias plataformas residenciales todavía expuestas, que hubieran sostenido casas perecederas semejantes a los “ranchos” actuales.

Como un ejercicio arriesgado, se ha estimado la población durante este
período, compensando por las extensiones de restos arqueológicos que hayan sido destruídas por urbanizaciones y otros agentes. En base a procedimientos que han sido aplicados a sitios en Guatemala y México, se estima la
población Protohistórica en aproximadamente 5, 600 personas.

Este estimado concuerda en forma sorprendiente con el cálculo independiente derivado de fuentes demográficas coloniales, de 6,500 habitantes para Cuscatlán en vísperas de la Conquista.

CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES

Cuscatlán era la capital de un modesto estado tributario, que abarcaba un medio centenar de comunidades dentro de una extensión cerca a 7,000 kilómetros cuadrados.

El área general de su probable sitio fue identificado a través de evidencia etnohistórica como la vecindad de Antiguo Cuscatlán, lo cual es el descendiente lineal de la comunidad prehispánica. Mediante un reconocimiento arqueológico de esta área de estudio se pudo definir varias localidades más o menos contiguas con restos superficiales correspondientes a la época de Cuscatlán (el período Protohistórico), con un área total alrededor
de 85 hectareas. Se estima que por lo menos otra extensión igual había sido destruída, principalmente por e1 proceso de urbanización.

De acuerdo con 1a evidencia superficial, los restos eran de una zona residencial, muy posiblemente de un componente único Protohistórico en su mayor parte. Algunas localidades también mostraban evidencia de una ocupación anterior en el período Clásico Tardío. En un ejercicio
arriesgado, y tomando en cuenta su evidente destrucción parcial, se ha estimado una posible población de unas 5,400 personas para esta zona en el Protohistórico. Esta figura es muy similar a la población estimada para Cuscatlán a base de fuentes demográficas, de 6,500 personas en vísperas
de la Conouista.

Puesto que Cuscatlán era la única comunidad del período Protohistórico reportada en la vecindad del área de estudio, y dada la correspondenica notada arriba en las poblaciones estimadas, se concluye que los restos arqueológicos bajo discusión representan parte de 1a zona residencial de Cuscatlán.

Se esperaba identificar los restos del “núcleo élite” de Cuscatlán dentro del “área de estudio”. Se anticipaba que ésto incluiría las ruinas de las residencias de los gobernantes (“palacios”), priámides pequeñas y por lo menos una cancha del antiguo juego de pelota. No se localizó indicios de un núcleo étite en el reconocimiento arqueológico.

Hay varias posibles explicaciones por su aparente ausencia en el área de estudio, pero la más favorecida es que había sido destruido por la amplia urbanización de Antiguo Cuscatlán y las colonias aledañas.

Es necesario señalar otra posibilidad, aunque se considera más remota. Es concebible que la zona residencial arqueológica identificada en este estudio represente un reasentamiento posterior a la Conquista de La comunidad
de Cuscatlán, desde alguna ubicación desconocida. Se ha resumido varios casos de traslado fotzado de comunidades en Guatemala entre 1540-1550, y Cuscatlán podría haber formado parte de este patrón.

El acelerado proceso de urbanización en este sector parece garantizar la pronta destrucción de lo que resta de la zona habitacional de Cuscatlán. Sería muy recomendable conservar una parte de esta zona. Investigaciones arqueológicas futuras podrían extraerle datos valiosos para arrojar lus sobre la forma de vida e historia cultural dentro de la antigua comunidad, pero ésto sólo sería posible realizar si se eonserva un área inmediatamente.

Aparte de su valor potencial arqueológico, los restos de Cuscatlán representarían algo muy particular y especial en este país de “cuscatlecos”, siendo una parte integral del concepto local de nacionalidad.

Para atender la urgente necesidad de conservar una porción de este sitio, se recomienda lo siguiente:
A. Para determinar cúales son las áreas de mayor significado arqueológico, se debe de realizar un programa limitado de sondeo probabilístico a través del sitio.
B, Al determinar esta(s) área(s), se debería decidir la manera más factible de efectuar su conservación en negociaciones conjuntas con los propietarios, representantes pertinentes del gobierno y arqueológos.
C. Si el procedimiento descrito en A y B no puede ser implimentado, se recomendaría la conservación de las áreas indicadas en figura
28. Estas áreas fueron definidas únicamente a base de una evaluación superficial, pero exhibían una amplia variedad de materiales, incluyendo plataformas residenciales. Los linderos que se indican en la figura son
aproximados, y los límites reales deberían ser determinados por un arqueólogo en el campo. Las tres áreas pueden describirse como sigue:
1. Las colinas hacia el sur de Antiguo Cuscatlán con restos Protohistóricos y, en parte , CLásico Tardíos.
2.Un área plano inmediato al suroeste del crater de “Plan de la Laguna’, con restos Protohistóricos y Clásico Tardíos.
3. El sitio Clásico Tardío con una plataforma elaborada con bloques cortados de talpetate. Situado sobre una alta colina en el occidente del área de estudio.

D. Finalmente, por medio de reglamentos especiales u otras provisiones eficaces, se debe de condicionar 1a aprobación de proyectos de
construcción en las áreas con restos arqueológicos identificados en el área de
estudio (figura 19), para que no se modifiquen las áreas sin que se haya efectuado un estudio arqueológico para determinar el significado de
los restos presentes.

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