Las capitanas de la cofradía de San Lucas Cuisnagua

Las capitanas de la cofradía de San Lucas Cuisnagua
Elena Salamanca *
Las cofradías coloniales eran un mundo de hombres y fe, sin embargo, desde finales del siglo XVIII, veintiocho mujeres irrumpieron la tradición del pueblo de indios de San Lucas Cuisnagua cuando llegaron a ser elegidas capitanas en la cofradía de su pueblo.
ElFaro.net / Publicado el 20 de Junio de 2012
El 17 de octubre de 1795, en víspera de las fiestas dedicadas a San Lucas Evangelista, Fransisca de Rosario[i] fue nombrada como tenance de la Cofradía de San Lucas Evangelista. Fue la primera mujer en ser elegida para ejercer un cargo de orden público en el pueblo de indios de Cuisnagua, actualmente Cuisnahuat.

Fransisca de Rosario. Acta de elección de miembros de Cofradía de 1795. En este registro se encuentra la elección de cargo público de Fransisca de Rosario, que será reelegida en años siguientes. Foto de Elena Salamanca.
Aunque la figura de tenance aparecerá en las demás cofradías novohispanas, sobre todo en México y Guatemala, a Cuisnahua llegará tarde, ya rozando los finales del siglo XVIII. Esta figura era la encargada de auxiliar a los mayordomos en los quehaceres de la celebración del santo patrón; era un cargo más devocional que administrativo y era desempeñado por mujeres en otras cofradías de América.
En Cuisnagua el cargo de tenance apareció hasta que en 1795 fue adjudicado a Fransisca del Rosario, quien compartió el cargo con un hombre, Alexandro Martin. El cargo como tal desparecerá relativamente pronto para entregar a las mujeres un cargo de mayor rango.
Fransisca del Rosario será la primera de las mujeres que participen en la vida institucional de este pueblo de indios habitado por 200 personas. Los libros de cuentas, desde 1665 hasta 1808, permiten establecer que Fransisca de Rosario es la primera mujer de Cuisnahuat elegida de manera pública un cargo en la cofradía del santo patrón del pueblo.
Asumió su cargo por elección popular en una asamblea conformada mayormente por hombres. El acto se dio en presencia de un cura párroco y a repique de campana. El tañido de campana anunciaba un suceso importante en el pueblo de indios.
Los cargos de la cofradía repetían de cierto modo la estructura de las ciudades, había un alcalde, un alguacil, un regidor, y mayordomos, encargados de realizar las fiestas en honor al santo patrón de su pueblo; en algunos casos había tenances. La cofradía será una de las instituciones más importantes en la vida colonial.
A través de ella se evangelizará y se congregará a fieles en el Nuevo Mundo, ya fueran españoles, criollos, ladinos o indios. Las cofradías de indios son las que tendrán más relevancia en la Colonia, pues de ellas dependerá la evangelización de los hombres y mujeres arrumbados en las zonas más inhóspitas del Nuevo Mundo. La cofradía, que tiene su origen en la Europa medieval, tendrá en el Nuevo Mundo un perfil bastante festivo, y muchas serán criticadas por los arzobispos visitadores como excesivas: habrá alcohol, música y sensualidad, reseñarán los visitadores pastorales en el siglo XVIII y XIX.
Muchas cofradías llegarán hasta nuestros días con ese enfoque de fiesta, y en El Salvador sobreviven sobre todo las de la zona occidental del país. Nuestras cofradías han sido estudiadas a profundidad por el etnoantropólogo Santiago Montes. También, y por los sacerdotes Jesús Delgado y Rodolfo Cardenal con énfasis en la historia del catolicismo en este país. Cada investigador da significativos aportes para comprender esta institución.
Cuisnahuat de las mujeres

La mayordoma Hilda Hermenegilda Valladares muestra la vara de la Cofradía de San Lucas Evangelista. Probablemente elaborada en el siglo XVIII o el XIX. Foto Elena Salamanca

La Cofradía de San Lucas Cuisnagua guardó durante más de 350 años tres riquísimos libros que nos hablan de su organización pero, con una lectura avezada, nos señalan más rasgos de la población devota. En estos libros aparecieron 28 nombres de mujeres indígenas que fueron elegidas en asamblea pública, con los protocolos de todo evento de carácter público, es decir frente a cura párroco y a repique de campana; 28 mujeres, algunas con apellido, otras apenas con un primer nombre, que irrumpen en la escena de una de las instituciones coloniales más presentes en nuestra historia; 28 mujeres comunes de un pueblo inhóspito.
La generación encabezada por Fransisca de Rosario romperá con la vinculación de la mujer en la cofradía con un rol únicamente doméstico. Para ocupar un cargo doméstico, por ejemplo, no es necesaria una elección pública, ni el registro escrito, ni la creación de un nuevo cargo. El acta de 1795 no detalla el trabajo específico de Fransisca Rosario ni de las demás mujeres pero hay en esta acta un rasgo importante de la transformación de esa institución, al menos para este caso.
Esta acta, un ejercicio casi cotidiano en la vida de la institución, un registro como se acostumbra en la época, representa una ruptura para la historia de las mujeres en las cofradías que conocemos hasta ahora. Ninguno de los investigadores de las cofradías en El Salvador ha explorado la participación femenina, de hecho algunos la relegan a rol doméstico.
En su libro “El poder eclesiástico en El Salvador”, el jesuita Rodolfo Cardenal dirá que en la cofradía solamente podían ser electos hombres mayores adultos; y el cargo de mayordomo “sólo podía ser desempeñado por quien hubiese sido antes alguacil. Debía ser casado, reconocido por la comunidad como adulto y por su probada religiosidad. El cargo implicaba el patrocinio de las fiestas y el cuidado del santo bajo su responsabilidad”. Lo mismo sostendrá Jesús Delgado en “Sucesos de la Historia de El Salvador. Introducción a la Historia de la Iglesia en El Salvador (1525-1821)”.
Como en toda la vida colonial, los protagonistas de los hechos serán los hombres. Las mujeres del México y la Guatemala virreinales sólo tendrán accesos a la educación mediante escuelas de primeras letras o el convento; sin embargo, el panorama para los pueblos de indios será diferente. A la llegada del obispo Pedro Cortés y Larraz, por ejemplo, en Cuisnahuat, y en todo el curato de Guaymoco, no habrá una escuela de primeras letras.
La mujer, sobre todo la indígena, tendrá un papel menor en los registros y en todas las actividades de esfera pública, como ya hemos visto; de hecho, Cardenal dirá sobre las mujeres en la cofradía: “Las esposas algunas veces desempeñaban un papel importante en el ritual de las cofradías (…) las esposas y los hijos eran indispensables en la preparación y el servicio de los alimentos y las bebidas con que el mayordomo brindaba a sus compañeros y amigos”, lo que las relegaba a un rol doméstico, lejos de la participación institucional y su incidencia en las decisiones o acciones de la corporación.
Cuisnahuat, ese pueblo de al que solo se llegaba “reptando”, como describía Cortés y Larraz, abre un nuevo eje de estudio de la institución colonial.
Capitanas

Hilda Valladares, mayordoma (en el centro), y Pedrina Hernández (al costado derecho), cabecilla o capitana, muestran el libro de cuentas de la cofradía, que data del siglo XVII. Foto Elena Salamanca

Al revisar los libros de la cofradía, se constata que durante diez años, desde 1795 hasta 1805, la participación femenina aumentará, desde Fransisca de Rosario hasta llevar a las 28 mujeres mencionadas a ser capitanas, en 1805. Ya no serán tenances, cargo por demás femenino, sino que lograrán escalar los rangos de la cofradía hasta convertirse en capitanas. Esto descarta por completo el papel doméstico y supeditado a los esposos que han dado a las mujeres los estudiosos de las Cofradías en El Salvador hasta estos días.
Un libro de cuentas de una cofradía puede decir muchas cosas sobre la institución: sus gastos, su estructura y sobre todo la manera en que se vivía la fe, eje vital del mundo colonial. Pero una lectura de resquicios, puede colocarnos ante hechos excepcionales. Como que durante una década, las mujeres de un pueblo de indios avancen en protagonismo en una institución, y lleguen incluso a triplicar la participación de los hombres, como sucedió en San Lucas Cuisnagua.
En ese mundo ínfimo del universo colonial, la vida se reducía al trabajo en el campo y la observancia piadosa, la elección de los miembros de la cofradía se convertía en un suceso de relevancia y cada elegido pasaba a ser un miembro respetado de su pequeña sociedad, como destaca cardenal. Cada elección debía ser supervisada por el cura párroco, para lo que en 1795 Diniosio Pérez de Vielma, párroco de Guaymoco, debía movilizarse por los varios kilómetros “intransitables” descritos por Cortés y Larraz.
En las actas levantadas por el cura Pérez de Vielma, los nombres de mujeres irán apareciendo de manera sucesiva. Esto nos habla de una participación bastante activa de las mujeres, que en varias ocasiones serán reelegidas para el mismo cargo. En el registro no existe ninguna nota o acuerdo que indique la creación de un cargo nuevo, las mujeres aparecen, “naturalmente”, en los registros, aunque para la época esta fluctuación de la vida doméstica a la pública no sea completamente natural, sino más bien un tránsito político.
En 1796, en la siguiente víspera de la fiesta de San Lucas, Pérez de Vielma levantará otra acta:
“En este Pueblo de San Lucas Cuisnagua a diez y siete de octubre de 96, los Alcaldes y Mayordomos y demás ofisiales de la Cofradia del Patron San Lucas se juntaron a son de campana a fin de aser nueva eleccion de Alcaldes y Mayordomos a fin deque gobiernen dicha Cofradia por haber acabado los del año de noventa y cinco cuya elección se iso con asistencia del Bn Don Dionisio Perez de Vielma Ministro inter deste Curato y habiéndole hecho fue de la manera siguiente:
Primeramente Vitoriano Obispo y Pedro Pablo Ferrer entraron de Alcaldes. De mayordomos Jose de los Relles, y Jose Thomas, regidor mayor Juan Ebangelista, primera capitanas Fransisca Rosario, Atanasia de la Crus.
Y se concluyo esta elecsion en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espiritu Santi. Amen
Dionisio Perez de Vielma”
Fransisca aparece de nuevo, ahora como Fransisca Rosario y con un cargo nuevo: capitana; además la acompaña otra mujer: Atanasia de la Crus.
En una década, se sumarán más mujeres: Juana Ygnocente, como tenance mayor, y Maria Tomasa y Dominga de la Cabrada sus compañeras, en 1797; y “1º Capitana Maria del Socorro, su compañera Maria de la Asuncion, Juana Eligilca, Maria Ramos, Micaela Geronima, las demas como se estaban” en 1799.
Ya para el siglo XIX, los cargos femeninos ha aumentado significativamente y 28 mujeres son elegidas como capitanas, como consta en el acta levantada por Fray Mariano Vargas, cura interino del pueblo de Guaymoco, el 17 de octubre de 1805:
“En este Pueblo de San Lucas Cuisnagua en siete días del mes de octubre de 1805 años, con asistencia de Nuestro Padre Predicador Fray Mariano de Vargas cura interino de dicho pueblo nos juntamos en esta Santa Yglesia Parroquial a son de campana tañida como es deuido y costumbre; los Alcaldes y demas Oficiales de la Cofradia de el Patron San Lucas Evangelista sita en dicha Parroquia, á haizen elescion de las Personas que han de servir dicha Cofradia y la hicieron de la
Manera que sigue=
Primeramente salieron electos por Alcaldes Francisco de Dios y don Thomas= Mayordomo Patricio Hernandez, y Jose Santiago Ramirez= Hermanos mayores Ramon Moyses, Jose Innegorio, Fermin Antonio, Diego Martin, Thomas de Aquino Matias [borrado por la humedad] Juan Evangelista, Pedro Nolasco, Lauriano Atanasio, Innegorio Canales, Nicolas Obispo, Manuel Pasqual Ramon, Juan Chrisostomo, Pablo Jasinto, Victoriano Perez, Pedro Herrera, Juan Esteban Martin, y Antonio Jose de los Reyes=
Capitanas= Asension y sus compañeras Maria Visenta, Maria Basilia Ramírez, Clara, Maria Ramos, Marselina Regina, Juana Inosenta, Maria, Salvadora, Luisa Ramírez, Maria Alejandrina, Maria de la Vesa, Pasquala, Benansia, Maria Siprriana, Martina Gertrudis, Luisa Canisales, Thomasa de la Crruz, Dominga de la Calzada, Atanasia de la Crruz, Thomasa Hernandez, Leandra Martin, Chrisanta, Maria, Martina, Pasquala Nieves, Juana Albina, Petrona Paula, y Maria Leocadia; Con qual se concluio dicha elesion, la hubo Por buena dicho Cura; y la Confirmo, en el nombre del Padre, y del hijo y de el Espiritu Santo, Amen
Fray Mariano de Vargas”
En otras cofradías de la época habrá también participación femenina. Una investigación de María Celestina de Benítez, de la carrera de Historia de la UES, sobre la cofradía de la Sangre de Cristo en San Salvador entre 1765-1823 destaca que “a partir de 1781 ya no se encuentran registros de elecciones de mujeres para el cargo de tenances” en esta cofradía; ya entre 1769 y 1783, los cargos disminuirían. Otra mención sobre la participación de las mujeres en este plano la hará Cardenal, pero de manera sucinta: “las esposas debían pedir permiso a sus padres y maridos respectivamente”.
La herencia de estas mujeres en Cuisnahuat ha trascendido siglos, y actualmente las mujeres llevan cargos de importancia en las cofradías que aún se conservan en el país. Entre 2008 y 2010, años de la investigación de la que parte este artículo, el cargo de mayordomo fue ocupado por una mujer, dos mujeres, una de ellas, Hilda de Valladares, reelegida entre 2007 y 2008.
La presencia femenina, una presencia devocional y organizativa, en la Cofradía de San Lucas, en el actual Cuisnahuat, ha aumentado. Actualmente el cargo de capitana designa a una o dos mujeres que deben estar presentes en todas las celebraciones o encuentros de la cofradía y acompañan al mayordomo o mayordoma como anfitrionas y supervisoras de la fiesta del santo patrón, en noviembre de cada año; el papel de anfitriona es de gran responsabilidad debido a que San Lucas es uno de los santos con más compadrazgos en la Costa del Bálsamo: al menos cuatro patronos, San Antonio del Monte, San Cristóbal de Jayaque, San José de Los Sitios, y San Esteban de Tepecoyo, visitan al patrón de Cuisnahuat cada noviembre. La visita incluye una vela adonde se reúnen los santos y se reparte comida entre los compadres, o compas, o cumpas, visitantes.

Portada del Libro de cuentas de la Cofradía de San Lucas Evangelista, de Cuisnahuat. Este libro comprende los años de 1768 a 1808 y en él se encuentran los registros de elecciones de miembros de la cofradía y visitas pastorales.
El cargo doméstico se ha transformado, y probablemente tenga la misma vocación de la tenance colonial. En Cuisnahuat es llamado “cabecilla de cocina”, y consiste en organizar las comidas que se ofrecerán a los compadres visitantes entre el 25, 26, 27 y 29 de noviembre de cada año, fechas en que actualmente se celebran las fiestas patronales.
Fransisca de Rosario no aparecerá más en los libros de la cofradía de San Lucas Evangelista, podrá haber muerto por estos años; no tenemos más datos de ellas ni de las demás capitanas de la cofradía; los libros de enterramientos de los siglos XVIII y XIX de Cuisnahuat no se conservan, como se constató en el Archivo del Arzobispado de San Salvador. Ya en 1805 aparecerá de nuevo Atanasia de la Crus, segunda mujer capitana de San Lucas, por lo que debió pasar alrededor de nueve años de su vida vinculada a la institución.
Reseñar la participación de estas 28 mujeres arroja más incertidumbre que claridad sobre la cotidianidad de las mujeres en los pueblos de indios de lo que constituyó posteriormente El Salvador. Conoceremos solo sus nombres y cargos, y de algunas de ellas, debido al registro, no conoceremos ni siquiera sus apellidos.
El tema de las mujeres avanzando en su participación en instituciones públicas representa un hallazgo en la investigación tanto de la historia de esa cofradía específica como de esa institución colonial en El Salvador. El siglo XVIII fue uno de los siglos más registrados, debido a los requerimientos de la corona borbónica, que, entre otras cosas, solicitaba un exhaustivo registro de lo que sucediera en sus territorios, y producto de ello son los detallados archivos de fiestas reales, comercio, migración e instituciones religiosas.
Hay sin embargo, en El Salvador, una escasez de fuentes para acercarnos a los siglos XVI y XVII, y a la vida cotidiana, debido a los incendios que ha sufrido el Archivo General de la Nación, saqueos, y otros perjuicios. Por el momento, no podemos establecer nada más sobre las vidas de las mujeres indias de la Cofradía de San Lucas, como en el caso de las mujeres de Nueva Guatemala de la Asunción: ¿estaban casadas, viudas o solteras?, ¿qué hacía específicamente la capitana?
Estas mujeres probablemente no sabían leer ni escribir, ni siquiera firmar, como ningún otro miembro de la cofradía, por lo que se ha estudiado del manuscrito y por las referencias que dio en 1776 Cortés y Larraz; tampoco debían vestir los atavíos que conocemos en las ilustraciones de los libros, pues ya nos dijo el arzobispo de Guatemala que la gente vestía con suma simplicidad rayando en la desnudez. Tampoco podemos saber a qué se dedicaban en su vida fuera de la institución.
Joseph de Castañeda, el cura que recibirá a Cortés y Larraz, le dirá que en el pueblo los indios se dedican a la agricultura, y no habrá ningún rasgo de más para perfilar una vida cotidiana más allá de la religiosidad y el campo.
La vida, cotidiana o pública, de las mujeres del siglo XVIII en los pueblos de indios es un tema por estudiar en este país. Estos apuntes arrojan un atisbo de lo que investigaciones posteriores podrían arrojar para poder contribuir a la construcción de un retrato hablado de la vida femenina en el siglo XVIII: una vida de mujeres en espacios inaccesibles, poco transitables, poco estudiados, que llegan a nuestros días por lo extraordinario de su cotidianidad.
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El Cuisnahuat del siglo XXI
El San Lucas Cuisnagua de este hallazgo es actualmente Cuisnahuat, un municipio de Sonsonate ubicado en la Costa del Bálsamo, zona caliente y rodeada de bálsamos.
En 1770, 25 años antes de la elección de Fransisca de Rosario, cuando el arzobispo de Guatemala Pedro Cortés y Larraz hizo su visita pastoral, Cuisnahuat era San Lucas Cuisnagua y era un pueblo anexo al curato de Guaymoco, actual Armenia. Vivían ahí 208 personas, repartidas en 58 familias; era un pueblo de indios que hablaban náhuat entre ellos pero comprendían y hablaban el castellano, sobre todo con su padre cura, entonces Joseph de Castaneda. “La gente anda en suma desnudez; las cosechas se reducen a maíces y frijoles y poco ganado”, escribió Cortés y Larraz.
Con el paso de los siglos las cosas han cambiado, pero no tanto. En Cuisnahuat solo hay una escuela, un par de tiendas, y una iglesia de 1803 sin techo desde el 2001, cuando dos terremotos dañaron gran parte de la infraestructura colonial de este país.
Cuisnahuat es el décimo de los 32 municipios de El Salvador sumidos, literalmente, en la pobreza extrema, cuyos habitantes viven con menos de un dólar al día, según el Mapa de Pobreza realizado por el Ministerio de Economía en 2010; en ese municipio la única fuente de trabajo es la milpa y hasta el año 2008 había una carretera que lo conectara con el municipio de San Julián, su salida a la carretera y a servicios como un mercado.

Iglesia de San Lucas, en Cuisnahuat. Data del año 1803 según una placa en su entrada y fue dañada por los terremotos de 2001. Desde entonces no tiene techo y los devotos realizan sus fiestas a la intemperie.

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Lea la primera entrega: Las mujeres de Nueva Guatemala en la jura de Carlos IV
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  • Elena Salamanca es escritora y periodista. Este texto está basado en un capítulo de la tesina de maestría en Historia Iberoamericana Comparada en la Universidad de Huelva, España, “Los libros de San Lucas. Paleografía de un libro facticio de la cofradía de indios de San Lucas Cuisnagua, siglos XVII y XVIII”.

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FUENTES
Fuentes primaria:
+ Libro de cuentas de la Cofradía de San Lucas Cuisnagua. Tomo II: 1769-1809. Los libros de esta cofradía han permanecido en el poblado desde la fundación de la institución, por lo que no tienen clasificación archivística.
Funetes bibliográficas:
+ Cardenal, Rodolfo S.J. El poder eclesiástico en El Salvador. UCA Editores, San Salvador, 1980.
+ Cortes y Larraz, Pedro. Descripción geográfico-moral de la Diócesis de Goathemala. DPI, San Salvador, El Salvador. 2000.
+ Delgado, Jesús. Sucesos de la Historia de El Salvador. Introducción a la Historia de la Iglesia en El Salvador (1525-1821). Arzobispado de San Salvador, 1991.
+ Montes, Santiago. Etnohistoria de El Salvador. Cofradías, Hermandades y Guachivales. Dirección de Publicaciones del Ministerio de Educación, El Salvador, 1977.

Artículos:
+ Benítez Castillo, María Celestina. La Cofradía de la Sangre de Cristo del convento de San Francisco en San Salvador: una descripción de la institución 1769-1831.
+ Ruz, Mario Humberto. Una muerte auxiliada. Cofradías y hermandades en el mundo maya colonial, en Revista Relaciones, N. 94, 2003. Colegio de Michoacán.

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