Sujeto histórico y revolución. Articulación del movimiento político y social

Sujeto histórico y revolución. Articulación del movimiento político y social
Alberto Pérez Lara

Pérez Lara, Alberto. “Sujeto histórico y revolución. Articulación del movimiento político y social”. En: Filosofía Marxista I. La Habana: Editorial Félix Varela. 2009. págs. 149-168

Para hablar del sujeto de la revolución en las condiciones históricas actuales de posibilidad del socialismo en América Latina, a nuestro juicio, se hace necesario tener en cuenta un conjunto de puntos de partida, no solo históricos, sino también teóricos, gnoseológicos, sociológicos, etc. Mencionaré de manera muy breve algunos elementos al respecto.
Vivimos un momento marcado por grandes transformaciones, en un mundo donde lo característico es la emergencia de nuevas realidades y praxis que demandan su interpretación. Resulta indispensable la recuperación en unos casos y asunción crítica-creadora en otras de contenidos con alto valor revolucionario.
La explicación de las nuevas realidades supone una interpretación que fundamente el sentido de los cambios económicos, políticos, culturales y simbólicos dentro de la totalidad de las relaciones sociales. Desde los nuevos escenarios de las resistencias y las luchas anticapitalistas que se vislumbran con mayor claridad, desde principios del presente siglo XXI, especialmente en nuestro continente Latinoamericano, se hace necesario resignificar categorías que ofrezcan elementos explicativos sobre la complejidad y la diversidad de los procesos. Tal es el caso de la concepción sobre el sujeto histórico.
Algunos conceptos social-políticos, como el de sujeto histórico, adquieren un nuevo significado, se vuelven inútiles o pierden importancia, porque son productos históricos y en ese sentido están sometidos a la dialéctica de la realidad. Sin embargo, partimos del reconocimiento de que esta, como otras categorías del marxismo no fueron creadas por generación espontánea, son el resultado de una acumulación deliberada y autoconsciente del conocimiento que Marx supo sintetizar creadoramente, a partir de la práctica.
Entonces, si estamos de acuerdo con esta formulación y posición de principios teóricos y gnoseológicos, lo que realmente importa en este caso, es demostrar no su inoperancia como concepto, sino poder llenarlo de nuevos contenidos y significados; no sin tener en cuenta que para muchos de los actuales pensadores en nuestro continente, incluso desde distintas posiciones revolucionarias y no revolucionarias, consideran que la concepción sobre el sujeto histórico es parte del basurero de la historia.
Los estudios sobre el sujeto histórico, como problemática teórica, han ocupado un lugar importante en los más diversos sistemas de pensamiento, así como el tratamiento estructural y particular de la diversidad de sujetos que interactúan y hacen posible la existencia de una sociedad concreta y de la sociedad en general. Los enfoques del tratamiento del tema también se han revelado desde diferentes ángulos y latitudes, desde distintas posiciones filosóficas e ideológicas.
Los avances de la teoría social contemporánea en este ámbito ofrecen un marco epistemológico que facilita asumir el estudio del sujeto histórico, libre tanto del reduccionismo en cualquiera de sus variantes como del subjetivismo. La identificación mecánica, atemporal del sujeto histórico con una clase o grupo social, al margen del devenir histórico y del cambio de condiciones, representa una dogmatización del pensamiento revolucionario.
No existen sujetos abstractos, cuyo desenvolvimiento pueda ser fijado por la teoría general de forma apriorística o finalista. Los sujetos sociales son responsables, y a la vez resultado, de las prácticas colectivas emprendidas por ellos mismos, condicionadas por un tipo concreto de interrelación objetivo-subjetiva en una relación espacio-temporal determinada en la historia. La transformación de los actores sociales, individuales y colectivos, en sujetos sociales, requiere de un proceso de concientización y autoconcientización de los actores respecto a sus metas y objetivos, como portadores de los cambios sociales.
En este sentido, la interrelación objetiva-subjetiva por la que atraviesan los actores sociales en sus prácticas, revela la importancia de las subjetividades inconscientes y conscientes, en su proceso de transformación en sujetos; donde lo inconsciente tiene un ligamento más directo a la necesidad objetiva, pero es insuficiente todavía para la conversión del actor en sujeto social, en tanto esto no se traduzca en concepciones y patrones conscientes de la transformación social.
Otro momento de significación en este proceso es cuando esas ideas, concepciones y proyectos de vida-sociedad son compartidos total o parcialmente con otros actores-sujetos formados alrededor de otras prácticas. En ese proceso de articulaciones múltiples, entre los actores-sujetos que conforman un ideal o proyecto de sociedad compartido que pretende mejorar, transformar o cambiar la sociedad vigente y por la cual están dispuestos, de manera consciente, a luchar es que se entretejen las relaciones que dan lugar a la formación del sujeto histórico.
Este complejo entretejido que se da entre los diversos sujetos-actores, pasa necesariamente por las relaciones clasistas, religiosas, culturales, de hegemonías, etc. lo cual se traduce también en organizaciones e instituciones que operan en todos los niveles y estructuras de la sociedad estatal y no estatal y que juegan un papel importante en la defensa, inculcación y fundamentación de ideas a favor o en contra de los proyectos de transformación social, los cuales, a la larga se convierten en proyectos de emancipación social; que son los que en verdad le ofrecen sustentabilidad al sujeto histórico. De aquí que algunos estudiosos del tema centren la atención de sus análisis más en los componentes sociales y estructuras del sujeto histórico que en el componente ideopolítico que tienen que ver más directamente con la capacidad consciente de conformar un proyecto de transformación social.
En este sentido el tratamiento teórico de la problemática del sujeto histórico en relación a los procesos revolucionarios, con vocación y contenidos anticapitalistas, que se están desarrollando en América Latina ha tenido mucho que ver con el surgimiento de una nueva generación de movimientos sociales y populares. A partir de la proliferación de los estudios realizados sobre los movimientos sociales, la mayoría de ellos marcados por la visión eurooccidental sobre estos, sin dejar marcadas las diferencias sustantivas que guardan los nuestros con los que se han producido en esos países, deducen esquemáticamente que estos nuevos movimientos sociales son sustitutivos de los viejos actores que conformaron el sujeto histórico en el siglo XIX y gran parte del XX, con todas las implicaciones teóricas y prácticas que ello encierra.
Siguiendo esta lógica, el sujeto histórico ya no existe más, se ha diseminado en muchos sujetos diversos y distintos, al no poder articular un proyecto subjetivado colectivamente de transformación social, pierden la condición de histórico, porque la sociedad actual, al parecer, ha llegado a su fin, no por la destrucción o autodestrucción a la que lo conduce el capitalismo, sino porque este se autoreproduce constantemente, sin dejar lugar a una sociedad alternativa: el socialismo.
En el mejor de los casos se habla de un nuevo sujeto histórico, pero esto puede engendrar también peligros, en tanto no quede claro su relación con el viejo sujeto histórico, puesto que se le sustrae completamente su contenido de clase, la importante participación del sector obrero y campesino, en su actual dimensión y por si fuera poco, niegan o minimizan su articulación con la política y los partidos revolucionarios.
Es evidente que la idea del movimiento social invoca la apelación al sujeto histórico porque afloran sensibilidades que estaban subsumidas, reactivando en sus luchas, factores subjetivos y organizativos con un alto contenido de creatividad. El sujeto histórico hoy es reconstructivo de todo el bloque popular liberador frente a la dominación del capital, hoy transnacional y globalizado.
Su conformación no ha de basarse en innecesarias hegemonías y jerarquías que puedan obstaculizar el imprescindible grado de articulación que se viene dando dentro de la unidad diversa y la pluralidad de prácticas alternativas, impulsadas por diferentes sujetos. Tampoco puede ser expresión de anarquía, por lo que estará caracterizado por formas más flexibles de organización, relacionamientos y condución política, así como por la creación de subjetividades que respondan a esos objetivos.
La diversidad de los actuales sujetos de cambio, su pluralidad y heterogeneidad, es un factor indiscutible que debe estar presente en cualquier análisis acerca del sujeto histórico. Lo que se está dando es una composición compleja de sujetos-actores, producidos desde la praxis de los nuevos patrones de interacción social que potencian su formación; pero solo en determinadas condiciones de reagrupamiento dinámico de las fuerzas sociales emancipadoras, a través de un tejido social articulador, en el que juegan un papel importante las subjetividades ideopolíticas se podría dar pasos firmes en la recomposición del sujeto histórico.
La articulación de la que estamos hablando entraña un redimensionamiento de la perspectiva emancipatoria, que avanza hacia un espectro integrativo de las demandas de todos los sujetos participantes en ella, libre de viejas prioridades que excluyan, relegan o subordinen determinadas exigencias de los diversos grupos oprimidos por el poder capitalista. A partir de todos estos elementos se puede advertir que la formación y fisonomía del sujeto histórico se está transformando y a la vez recomponiendo, son dos procesos estrechamente relacionados. La presencia de una gran cantidad de movimientos sociales, organizados sobre una diversidad de intereses ha ampliado el espacio articulador de las clases, en torno al cual se conformaba el sujeto histórico.
A partir del análisis histórico de los movimientos sociales con orientación totalizante y del opuesto que reduce a los nuevos actores sociales a emergencias simbólico-expresivas de la cotidianidad se pueden dar dos posibilidades: Una en la cual pueda entenderse el movimiento social (en su forma de generalidad totalizante) como el sustituto del viejo sujeto histórico supeditado a la clase obrera y la otra en la cual también se disemina o desaparece el viejo sujeto histórico en la diversidad de nuevos actores emergentes; es decir, aquí el sujeto se fragmenta en muchos sujetos sin capacidad de articulación.
Contrario a estos planteamientos extremos, hoy estamos asistiendo a un proceso de reconstrucción y también de reformulación del sujeto histórico, el cual en sus prácticas liberadoras está confirmando también la validez de las ideas fundacionales del marxismo al respecto, contextualizadas e incluso corregidas y enriquecidas con nuevas vertientes del pensamiento social crítico revolucionario. El hecho de que el sujeto histórico pueda convertirse en una realidad determinada depende de diversos factores, actuantes por el momento a su favor y no dependen de un acto de creación ni de algo preestablecido de antemano. El nivel de socialización y la práctica de solidaridades entre los diversos componentes de este posible sujeto histórico tienen alcances y dimensiones completamente nuevas.
Néstor Kohan realiza un análisis del impacto de los actuales movimientos sociales en la formación o recomposición del sujeto histórico, haciendo una crítica a las corrientes filosóficas postmodernas, especialmente aquellas que tomaron fuerza después del Mayo francés, en los años setenta, ochenta y noventa, y que por lo general hacen una progresiva desaparición de sus referencias a la teoría marxista. Para hacer esta crítica más efectiva y concreta toma como referentes dos categorías estrechamente vinculadas: fetichismo y alienación.[1]
Las concepciones sobre la desaparición del sujeto histórico, basadas además en una visión fragmentaria y desmembradora de los actores-sujetos condujo a posiciones reduccionistas; al concebir a esos sujetos como formados y encerrados en sus intereses particulares y con poca o ninguna capacidad de articulación. Esto no niega en absoluto la condición de sujeto para una clase o grupo social, pero sí de sujeto histórico, cuando de lucha se trata por la emancipación y la transformación social. En esta visión, tal y como señala N. Cohan las “instancias y segmentos que conforman el entramado de lo social se volvieron a partir de entonces absolutamente “autónomas”.
El fragmento local cobró vida propia. Lo micro comenzó a independizarse y a darle la espalda a toda lógica de un sentido global de las luchas. La clave específica de cada rebeldía (la del colonizado, la de etnia, pueblo o comunidad oprimida, la de género, la de minoría sexual, la generacional, etc.) ya no reconoció ninguna instancia de articulación con las demás.
Cualquier intento por integrar luchas diversas dentro de un arco común era mirado con desconfianza como anticuado. “Nadie puede hablar por los demás”, se afirmaba con orgullo. “Toda idea de representación colectiva es totalitaria”. Cada dominación que saltaba a la vista para ponerse en discusión sólo podía impugnarse desde su propia intimidad, convertida en un guetto aislado y en un “juego de lenguaje” desconectado de todo horizonte global y de toda traducción universal.”[2]
Muchos de los que hoy están enrolados en esta visión particularista han acusado al marxismo de haber adoptado posiciones reduccionistas al identificar el sujeto histórico con una clase social, los obreros; planteamiento que tergiversa el contenido real de lo señalado por Marx, el cual jamás identificó de una forma rasa y lineal, en una relación de equivalencia al sujeto histórico con el proletariado industrial.
Lo que sí reconoce Marx3 y demuestra con argumentos bien fundados es que en los momentos históricas de auge del proletariado industrial, la formación del sujeto histórico debía nuclearse alrededor de esta clase obrera, no solo por ser el sector más dinámico en la lucha contra la dominación burguesa, sino además por ser síntesis de todas las opresiones del capitalismo y por lo tanto, al liberarse ella necesariamente debía dar lugar a la liberación del resto de las opresiones.
Por supuesto, que el decursar de la historia ha demostrado que esto no es absolutamente así, pero no deja de tener valor teórico y práctico en la forma de pensar y conformar hoy el sujeto histórico porque, al igual que ayer “es muy difícil que la clase obrera haga la revolución sin el apoyo de otros sectores sociales, pero sin la clase obrera no puede haber revolución, es esto lo que la determina como sujeto histórico.”[4]
El sujeto del marxismo es un sujeto colectivo con capacidad de articulación que se constituye como tal (incorporando las múltiples individualidades e identidades de grupo) en la lucha contra su enemigo histórico. Es el conjunto de la clase trabajadora en general con otras clases, sectores y grupos sociales subalternos no agrupados en torno a la clase, pero también explotados/excluidos/discriminados por el sistema de dominación capitalista, por eso constituye un sujeto colectivo, no únicamente individual.
De que se está recomponiendo el sujeto histórico no hay dudas, pero ello no implica identificar su existencia con este o aquel actor social. Incluso, aunque tendencialmente se esté dando este fenómeno, no se puede asegurar tampoco su destino victorioso en las luchas, puesto que ello depende de múltiples factores que se van entretejiendo en la realidad.
Muchos autores sitúan hoy con gran preferencia (los movimientistas) a los movimientos emergentes como el sujeto histórico, lo que limita ver la complejidad integrativa de este proceso; sin embargo eso no significa negar que muchos de estos actuales movimientos y actores sociales se están transformando en sujetos de cambio con opción emancipatoria antisistémica en sus regímenes de prácticas, con lo que están dinamizando la reconstrucción del sujeto histórico. Cualquier tipo de reducción del sujeto histórico a tal o cual clase, grupo social, o parte del pueblo, organización o partido, produce fragmentación y la dispersión, y por lo tanto el germen de su autodestrucción reconstitutiva.
También se puede sustentar un enfoque equivocado, desde el otro extremo del análisis, en el cual no se contemplen límites históricos concretos a la composición social del sujeto histórico. Asociado a esta postura circulan ideas de ensanchar la concepción de la historia, en la consideración de que el devenir histórico es movido por un elenco de fuerzas naturales, biológicas, psíquicas, sociales, económicas, culturales, políticas, personales, cada una de las cuales opera de modo distinto y sigue sus propias leyes, que interactúan constantemente entre sí y constituyen un complejo imposible de dominar intelectivamente.
Es imposible que exista un ensanchamiento infinito que de cabida a todos los sujetos y actores, en determinadas condiciones para integrar el sujeto histórico, si esto fuera así, sería un absurdo estar hablando de la presencia en la realidad de este concepto. Pierde sentido entonces hablar de “un bloque histórico” (sujeto histórico), en el sentido de dominación y hegemonía, que se enfrenta en sus luchas a otro que está dejando de serlo. Otra cosa es tener presente la movilidad de las relaciones sociales y que se refleja en la composición del Sujeto Histórico formado alrededor de un proyecto de transformación que tampoco se mantiene inmutable.
El sujeto histórico tiene que ser esencial y fundamentalmente expresión de una forma de relacionarse los diversos sujetos sociales que en sus regímenes de prácticas crean y producen los espacios de articulación que le otorgan identidad en un proyecto de transformación emancipatoria; es por eso que no todos los actores y sujetos sociales pueden formar parte del sujeto histórico.
Existen criterios históricos y políticos que se imponen ante los retos de su misión que van determinando la dinámica de su formación. Esos criterios no pueden venir desde arriba, tienen que ser construidos horizontalmente en las prácticas que determinan el mismo curso de la historia y donde los seres humanos ponen la impronta de su capacidad de pensar, producir conocimientos, valores y en fin, conciencia revolucionaria. El sujeto histórico por otra parte tiene que comportarse como un sistema dinámico abierto, no se puede cerrar, como tampoco se puede cerrar la propia historia que construye.
No es posible enumerar hoy desde sus diversas presencias los sujetos-actores que reconstituirán el sujeto histórico. Manuel Luís Rodríguez intenta dar una respuesta a esta problemática, basándose en tres campos o segmentos sociales y culturales susceptibles de constituirse en el nuevo sujeto histórico. Sobre la base de lo cual, propone ubicar a los actores en campos socio-culturales y políticos cuya articulación permite constituir al sujeto histórico a través del tiempo:
a) El campo del trabajo, o de los productores-creadores de la riqueza material y económica. Este incluye la vasta diversidad de sectores socio-económicos caracterizados por el hecho de que son los principales creadores de riqueza y plusvalía para la clase poseedora. El trabajo ha experimentado y continúa experimentando cambios estructurales de fondo que están modificando sustancialmente las condiciones de la producción material y de información, por lo que toda redefinición del sujeto histórico supone repensar el trabajo y sus resultados.
b) El campo de la intelectualidad, o de los creadores de la cultura, la ciencia y el arte. Representa a ese amplio sector social transversal constituido por quienes crean pensamiento, transmiten conocimientos, producen ideas, desarrollan crítica y crean cultura, en cuanto contra-cultura, pensamiento crítico, ideas anti-sistema y conocimientos que develan los mecanismos de alienación y dominación del sistema.
“Si entendemos la cultura, plantea Manuel Luís Rodríguez, como los procesos de producción y transmisión de sentidos que constituyen el universo simbólico de los individuos, los grupos sociales y la sociedad en su conjunto, entonces las izquierdas y el sujeto histórico que buscamos desarrollar, deben desplegar sus capacidades, creatividad e imaginación para configurar contraculturas y espacios culturales anti-sistema y alternativos al sistema que contribuyan a producir y transmitir sentidos y bienes simbólicos que apunten hacia la realización, desde las relaciones cotidianas y hasta las relaciones sociales, económicas y políticas estructuradas en torno a los valores de la libertad, la diversidad, la pluralidad, la justicia, la igualdad y la dignidad del ser humano.”[5]
c) El campo de las diversidades culturales, étnicas, territoriales y de género. Este se encuentra constituido por ese vasto universo de organizaciones, redes y culturas urbanas y rurales que se sitúan en las fronteras del sistema de dominación, grupos y tendencias minoritarias excluidas, rechazadas y discriminadas a causa de su origen étnico, religioso, cultural o de sus opciones sexuales y de género.
El surgimiento de aspiraciones y demandas territoriales, provenientes de las especificidades regionales y locales, abre además una nueva arena de confrontación entre los ciudadanos de regiones y comunas, frente a la centralización política, económica y administrativa del Estado capitalista dominante, generando así un campo de tensiones entre los ciudadanos y el Estado del sistema.[6]
Las nuevas contradicciones que caracterizan a la actual fase de evolución del capitalismo global, hacen más amplio y diverso el campo de los sectores sociales y culturales golpeados por la dominación capitalista. Por ello lo que caracteriza a los sectores sociales que constituyen hoy el sujeto histórico, es el hecho de que se encuentran en una posición subordinada, alienada y dependiente dentro de la estructura de dominación y dentro del sistema de producción capitalista. Las clases sociales, en las condiciones de la actual etapa de desarrollo capitalista globalizado, se han diversificado y complejizado, pero el vasto campo de los trabajadores (urbanos y rurales, empleados, técnicos, obreros y profesionales, ocupados o no ocupados) siguen constituyendo uno de los ejes articuladores en la reconstitución del sujeto histórico.
“Para connotar la nueva propuesta emancipatoria, plantea Manuel Vázquez Montalbán, es fundamental saber quiénes componen el actual sujeto histórico de cambio, si lo hay, habida cuenta de que sería error paleoizquierdista insistir en que el sujeto histórico de cambio es el proletariado industrial (o es tal o cual actor social). La pluralidad exhibida en los movimientos sociales no merece ser sancionada como un pastiche más de la posmodernidad (…),”[7] sino que hay que darle una fundamentación integral y convincente desde el pensamiento crítico revolucionario. No es aconsejable entonces intentar modelar o esquematizar una composición de actores-sujetos que forman o formarán el sujeto histórico en América Latina. A lo más que podemos llegar es a delimitar campos amplios de relaciones en que se identifican y articulan una gran diversidad de actores-sujetos que se complementan en sus prácticas sistemáticas de enfrentamiento al sistema de dominación del capitalismo.
Esbozos conceptuales para una definición de sujeto histórico en las actuales condiciones
La definición del sujeto histórico constituye una de las tareas intelectuales políticas mayores en la perspectiva del cambio social presente y futuro, en la medida en que permite identificar a aquellos sectores sociales que estarían llamados a impulsar y a protagonizar los cambios anticapitalistas. Esto implica que el sujeto histórico, como lo visualizamos es a la vez un constructor de la historia y un agente de transformación en la historia.
El término de sujeto histórico, posee en la literatura diversas acepciones, y de alguna forma en el momento actual está menos generalizado que otros como: sujetos sociales, actores sociales, movimientos sociales, etc., que en definitiva recorren su contenido. Desde los primeros años de la década de los ochenta se ha manifestado cierto rechazo en unos casos y olvidos conscientes en otros, de este término, especialmente en los medios académicos.
Ello responde a las transformaciones introducidas en su sistema de dominación por parte del capitalismo; el desarrollo y la diversidad del movimiento social-político, el enfrentamiento ideológico que ello genera y por consiguiente, el reacomodo de las ciencias sociales ante fenómenos nuevos, que han sufrido significativos cambios y exigen respuestas inmediatas por ser decisorios en la supervivencia y avance de la especie humana. Uno de los fenómenos sociales que ha impactado en las ciencias sociales y que tiene mucho que ver con la reconstitución del sujeto histórico son los actuales movimientos sociales.
Raúl Zibechi haciendo algunas reflexiones relativas al sujeto social de cambio señala: “El tema del sujeto está muy vinculado a la identidad y yo creo que en las sociedad actuales heterogéneas, complejas, diversas, el tema del sujeto es complejo…yo creo que no hay un sujeto constituido de una vez y para siempre, sino que hay sujetos heterogéneos múltiples, además están en autotransformación permanente. (…) quiero hacer notar que los sujetos no tienen ahora una adscripción estructural fija y tampoco una identidad fija y permanente a lo largo del tiempo.”[8]

Álvaro García, resume sus ideas relativas al sujeto histórico de la siguiente manera: “En primer lugar, ningún sujeto preexiste a la lucha. Los sujetos se construyen en la lucha, llámese movimiento indígena, movimiento popular urbano o movimiento obrero. Todo sujeto existe en el momento en que se enuncia y actúa colectivamente en la lucha. Los sujetos no existen puestos así en la sociedad y luego se lanzan a la lucha. Cuando la gente lucha se va constituyendo el sujeto.

No hay sujeto histórico que no exista en la lucha para dominar y para explotarte o para resistir o para construir autonomía. Todo sujeto es un producto de la lucha, no antes. En segundo lugar, todo sujeto es una doble composición objetiva y subjetiva. En el sujeto hay fuerza, ímpetu, poderío para autoafirmarse y transformar las circunstancias que han hecho a las personas. Pero simultáneamente el sujeto es también un producto de esa objetividad en la que vive, el mundo que lo rodea.”[9]

Comparto la opinión crítica de Héctor Manuel Pupo Sintras acerca de que “no se puede interpretar esta tesis (se refiere al sujeto histórico) al estilo de Althusser, quien controvertidamente habla sobre el “proceso sin Sujeto”, donde considera que si los individuos humanos actúan en y bajo las determinaciones de las formas de existencia histórica de las relaciones sociales de producción y reproducción, no pueden ser considerados “sujetos `libres’ y `constituyentes’, en el sentido filosófico de esos términos.” Y al no poder serlo no pueden ser considerados, filosóficamente hablando, el Sujeto de la historia. Los hombres son sujetos en la historia y no de la historia, es decir, no son los exclusivos artífices de la historia. La historia no depende de su exclusiva voluntad, pero actúan realmente en la historia y dependiendo de su acción ésta puede tomar un rumbo u otro.”[10]
Es cierto que la conciencia tiene, en última instancia una determinación objetiva, dada en las condiciones materiales en que producen y reproducen su vida los seres humanos; pero eso no los priva de la libertad que tienen los sujetos de pensar y de proyectar en sus conciencias, de forma adelantada o independiente, la realidad; por lo tanto en los momentos de lucha revolucionaria se maximiza la subjetividad en la búsqueda de mediaciones que conducen a las personas (sujetos), debido al uso de la inteligencia, a descubrir y buscar alternativas de soluciones a los males que padecen como consecuencia del sistema de dominación que los oprime y esto los lleva a convertirse en autores de su propia historia, en Sujeto histórico. Esto hace que sea casi imposible analizar la recomposición del sujeto histórico al margen de la relación entre lo subjetivo y lo objetivo.

Por su parte, Lukács que fue un defensor del papel de la subjetividad y por lo tanto del sujeto dentro de toda la teoría marxista, en especial refiriéndose al sujeto de la historia en su obra Historia y Conciencia de Clase señala: “A diferencia de lo que ocurre en la aceptación dogmática de una realidad meramente dada, ajena al sujeto, se produce la exigencia de entender todo lo dado, a partir del sujeto-objeto idéntico…Pero esa unidad es actividad…Pues la unidad del sujeto y objeto, de pensamiento y ser, que intentó probar y mostrar la “acción”, tiene efectivamente su lugar de cumplimiento y su sustrato en la unidad de la génesis de las determinaciones intelectuales con la historia del devenir de la realidad. Pero esta no se limita a remitir a la historia como lugar metodológico de la resulibidad de todos esos problemas, sino que se consigue además mostrar concretamente el “nosotros”, el sujeto de la historia, el “nosotros” cuya acción es realmente la historia. Así objetividad y subjetividad, forma y contenido se reconcilian en la praxis histórica de la que son momento dialécticos diferentes. Por esto el marxismo trasciende.”[11]

Sabemos que Lukács siempre luchó en contra del intento de transformar el marxismo en una “ciencia” en el sentido positivista del término, presentado como una suerte de sociología burguesa que estudia leyes transhistóricas que excluyen toda actividad humana voluntaria; por lo que sólo consideran como digno de investigación científica lo que está libre de toda participación del sujeto histórico y niegan, toda tentativa de atribuir “un papel activo y positivo al momento subjetivo en la historia”.[12]
Lukács señala además cómo en los momentos decisivos de la lucha, “todo depende de la conciencia de clase del proletariado”, es decir, de la presencia del componente subjetivo. Esto evidencia la existencia de una interacción dialéctica entre sujetos en el proceso histórico y que en el momento de la crisis este componente –en forma de conciencia y praxis revolucionaria- es el que define la dirección de los acontecimientos.
El desarrollo histórico no es absolutamente independiente de la conciencia humana; dado que en una perspectiva dialéctica, el proceso histórico no es evolucionista, ni orgánico, sino contradictorio, accidentado, con avances y retrocesos. Desde el punto de vista teórico y metodológico Lukács nos aporta mucho con su obra para repensar la reconstrucción actual de la concepción sobre el sujeto histórico.
En este sentido quiero dejar apuntados dos momentos que aparecen en los aspectos citados arriba; el primero está asociado con la “génesis de las determinaciones intelectuales con la historia del devenir de la realidad” de donde se desprende no solo la crítica a tendencias proneopositivistas de interpretación de la historia y la participación de sus actores, sino el hecho de que la actividad de los sujetos necesita de una elaboración de pensamiento crítico, aprehendido en forma de conciencia (subjetividades que se fundamentan y organizan a través de un proyecto de transformación social) que refleje un “devenir” mejor que el existente, que facilite la emancipación de los explotados y excluidos por el sistema de dominación capitalista.
El segundo aspecto está vinculado a las relaciones de clase (que de alguna manera inciden también en la política), es decir, sin tener en cuenta la formación de una conciencia clase-movimientista, hoy no es posible hablar de sujeto histórico emancipador. De esta manera el factor subjetivo sigue jugando un papel muy importante en el desarrollo de los acontecimientos históricos, en especial en las luchas por transformar el mundo.
Franz Hinkelammert en sus reflexiones sobre la emergencia de la subjetividad solidaria destaca “el reconocimiento entre sujetos que se reconocen mutuamente como sujetos naturales y necesitados”, según él la realidad sólo es apropiada subjetivamente “desde el punto de vista del sujeto natural y necesitado”; todo parece desde el punto de vista de esta lógica que aquellos que no tienen “un horizonte objetivo de vida o muerte” tampoco pueden volverse sujetos.
El escenario imaginario de esta teoría pareciera ser más o menos el siguiente: todos los “sujetos” están arrinconados en una condición de enfrentamiento de vida o muerte respecto a la satisfacción de sus necesidades elementales de sobrevivencia. Cada individuo advierte (sabe) que su sobrevida depende de una solidaridad efectiva con los demás individuos con los cuales condivide su situación de ser amenazado. Cada cual “tiene que afirmar la vida del otro para ser posible afirmar la propia”.[13]
Este elemento de la solidaridad humana y su emergencia como subjetividad solidaria efectiva que fundamenta Hinkelammert en toda su obra es otro elemento a considerar para entender el contenido y la razón de la articulación en la sociedad. Sin una vocación solidaria es muy difícil la construcción de articulación entre sujetos y entre agrupaciones sociales de cualquier índole. Esto tiene que entenderse como parte de la esencia humana, en la misma dirección en que Marx se refiere a la sociedad como el conjunto de las relaciones sociales.
De ello se deriva también un componente ético, indispensable para toda articulación en la sociedad y de esta con la naturaleza. Al respecto Gilberto Valdés señala: “No tenemos, en esto, dudas: necesitamos construir una Ética de la articulación, no declarativamente, sino como aprendizaje y desarrollo de la capacidad dialógica, profundo respeto por lo(a)s otro(a)s, disposición a construir juntos desde saberes y experiencias de acumulación y confrontación distintas, potenciar identidades y subjetividades”[14]
A partir de estos presupuestos teóricos podemos asumir que el sujeto histórico es expresión de una articulación históricamente determinada y constitutiva de sujetos sociales, políticos y culturales específicos que, en contraposición al estado actual y futuro previsible del desarrollo del sistema de dominación imperante, logra organizar sus luchas en función del proyecto histórico, consensuado por la compleja combinación de intereses y visiones diversas que dan sentido a su propia articulación, en la producción de cambios sustantivos que transformen el curso de la historia en una dirección emancipatoria anticapitalista. Hay por lo tanto, en la definición del sujeto histórico actual, tres dimensiones interrelacionadas entre sí, a saber:[15]
a) que se sitúa en el campo político-ideológico y social contrario y alternativo al sistema capitalista de dominación;
b) que es portador de un propósito estratégico de cambio social; y por lo tanto de un proyecto de nueva sociedad.
c) que su composición dinámica de sujetos-actores social-política y cultural es diversa.
Por eso, teóricamente, “la definición del sujeto histórico solo es posible en función del cambio social, es decir, del cambio de las estructuras de dominación. En el contexto del actual estadio de desarrollo de la sociedad contemporánea, el sujeto histórico se define y se moviliza social y políticamente, en función de su postura cultural, política e ideológica contraria al sistema capitalista de dominación y en cuanto actor protagonista del cambio social y portador de un proyecto de transformaciones que apunta hacia una nueva sociedad.”[16]
El sujeto histórico, además está conformado por un vasto campo transversal de organizaciones, actores políticos, sociales y culturales; así como redes de pensamiento-información-acción que se definen por su oposición al sistema capitalista de dominación y por ser portadores de proyectos históricos de transformación de este esquema de dominación. De esta manera, la noción de sujeto histórico tiene que partir también de considerarlo como algo no homogéneo, de composición movible. No se trata de una realidad preconstituida, ni proyectada desde una visión omnicomprensiva de la historia y como señala H. Assmann, sin “la sobrecarga mesiánica inyectada en la noción de sujeto, en cuanto encargado de participar, además “conscientemente”, en una transformación urgente y profunda de la historia…”[17]
El sujeto histórico puede ser entendido como quien, desde sí mismo, produce y determina el curso de la historia. Visto como hacedor de historia, es una abstracción que se concreta en la realidad social en los regímenes de prácticas del conjunto de actores sociales, políticos y culturales que lo integran. Cuando hablamos de sujeto histórico en el sentido relativo de la política se entiende por tal la articulación de sujetos específicos, cuyas relaciones están determinadas por condiciones objetivas, que tienen su proyección al nivel de la conciencia y se manifiesta a través de la efectualización de un proyecto.
El sujeto histórico se convierte en tal cuando logra poner bajo su dominio la dinámica y la tendencia de desarrollo de una sociedad dada. El sujeto histórico representa una composición de actores sociales, convertidos de sujetos para sí en sujetos para todos los necesitados de emancipación, es decir para la realización de una misión histórica que se determina en la concreción de sus luchas, no está predeterminado cuándo, cómo y cuales son las fuerzas que lo llevarán a cabo. El mismo sujeto histórico se encuentra sujeto a un conjunto de variables imposible de determinar en un proyecto de emancipación social.
Otro aspecto a enfatizar es la persistencia de la antevisión de una imprescindible victoria en algún momento del futuro, puesto que, sin esa perspectiva de superación del statu quo, habría que pensar en serio como asumir de manera afirmativa y placentera, aunque no acrítica la capacidad de vivir en una historia que siempre fue y siempre será una complejísima trama de inclusiones y exclusiones.” [18]
“La construcción del sujeto histórico tarea de largo plazo que se materializa en la realidad inmediata de la resistencia multiforme al sistema capitalista de dominación es a la vez un proceso de acumulación de fuerzas y de acumulación de ideas-experiencias. El sujeto histórico se construye en la gradualidad cotidiana de las luchas sociales y políticas insertas en la realidad regional, nacional, continental y mundial, pero al mismo tiempo, implica una construcción también progresiva de una cultura alternativa, caracterizada por la democracia, la horizontalidad de las alianzas, el pluralismo y el fortalecimiento enriquecedor de las identidades de pertenencia.” [19]
La expresión sujeto histórico designa una articulación constitutiva de sujetos específicos que, en función del desarrollo de una capacidad material y espiritual, logra poner bajo su control y en consonancia con el proyecto que da sentido a su propia articulación, tanto a los sujetos con intereses y proyectos afines, como a la tendencialidad no intencional que resulta de la compleja combinación de proyectos y conductas de sentidos diversos. El sujeto histórico no es algo homogéneo, está compuesto por la diversidad que genera la vida, pero que confluyen temporal y parcialmente en un proyecto; por lo que no puede verse de manera absoluta. Están condicionados por la dinámica de la propia realidad de la que forma parte.
Constituirse en sujeto histórico implica controlar y tener bajo su dominio la dinámica y la tendencia del desarrollo histórico de una sociedad concreta, por lo que la construcción de un sujeto histórico es deconstituyente-reconstituyente de otro sujeto previamente existente. La práctica demuestra que si el sentido del Sujeto Histórico representa un acto de emancipación, cualquiera sea, entonces se produce una reconstrucción de ese Sujeto, a partir de las nuevas exigencias históricas y las condiciones para realizar el proyecto. El proceso real de interrelación entre el anterior sujeto y el presente es muy diverso y complejo; pero de acuerdo a las tareas históricas que están llamados a cumplir se ponen de manifiesto diferentes peculiaridades; una de ellas es que cuando no ha podido completar su misión histórica (como es el caso que nos ocupa de las revoluciones socialistas) se recompone en las nuevas condiciones, no desaparece o cede el paso a otro. No es el caso de las revoluciones burguesas que al completar el ciclo de su misión, pierden la perspectiva histórica del cambio, transformándose paulatinamente en antisujeto o contrasujeto histórico.
Lo que define al sujeto histórico es su proyecto y su vocación política. No hay sujeto histórico sino en movimiento. Las multitudes inteligentes también constituyen un elemento de acumulación de fuerzas en la medida en que ponen en cuestionamiento las formas excluyentes y clasistas de dominación y poseen la virtualidad de alterar visiblemente la normalidad de la dominación. En el caso de América Latina existe toda una historia de formación y recomposición del sujeto histórico que hoy impugna el sistema de dominación capitalista.[20]
A manera de resumen me gustaría recordar tres ideas. La primera tiene que ver con el error que significa la apreciación mesiánica y apriorística del sujeto histórico, que lo percibe como «idea» salvadora que toma cuerpo propio en su devenir real. Esta consideración ha sufrido un significativo desgaste por su incorrespondencia con las prácticas histórico-políticas contemporáneas; pero el peligro de su visión no ha desaparecido totalmente de algunas orientaciones de izquierda que están inmersa en las luchas. Estas apreciaciones, plasmadas en una teoría dogmatizada, productora de intencionalidad política reduccionista favorecieron soluciones simplistas que, en un caso, plantearon la desaparición del valor heurístico de la categoría sujeto histórico y en otro intentaron de manara sustitutiva, identificar a los actuales movimientos sociales como el sujeto histórico en la actualidad.
La segunda idea tiene que ver con el hecho de que Marx logró identificar un sujeto real histórico, sobre un eje esencial, emergente a primer plano en la época del capitalismo premonopolista: las clases sociales y dentro de ellas, el proletariado. Pero, el hecho de que él destacara como lo más importante a las clases, no significaba que no tuviera en cuenta el resto de los componentes y estructuras sociales; Marx nunca simplificó el sujeto histórico a una clase social, de ello es testigo el conjunto de su obra y su acción; solo se encargó de demostrar con argumentos muy sólidos que el proletariado y en especial la clase obrera industrial constituía, para la sociedad capitalista que él conoció y estudió, el núcleo central o la fuerza aglutinadora y dinamizadora del resto de los componentes del sujeto histórico. Con toda razón, hoy es absolutamente injustificado para el pensamiento crítico revolucionario hacer esta u otras simplificaciones para hablar del sujeto histórico.
La tercera idea se corresponde con el despertar revolucionario de América Latina, donde se está produciendo un proceso de reconstitución del sujeto histórico, de una manera muy peculiar, como resultado de procesos articuladores diversos y complejos entre el movimiento social y el movimiento político. Aunque tendencialmente se esté dando este fenómeno, no se puede asegurar totalmente su destino victorioso, puesto que ello depende de múltiples factores que se van entretejiendo en el accionar práctico del movimiento social-popular. Esta articulación entraña un redimensionamiento de la perspectiva emancipatoria, que avanza hacia un espectro integrativo de las demandas de todos los sujetos participantes en ella, libre de viejas prioridades que excluyan, relegan o subordinan determinadas exigencias de los diversos grupos oprimidos. Si esto no se logra a corto y mediano plazo reconstituir el sujeto histórico, se convierte en imposible pasar de las resistencias (etapa a la que estamos) a la ofensiva triunfante, frente al sistema de dominación neoliberal, impuesto por el capitalismo global.
Hoy en la realidad latinoamericana se perciben perspectivas históricas de avanzar hacia el socialismo. Los procesos revolucionarios en marcha así lo demuestran y el conjunto de las demandas, canalizadas en las luchas del movimiento social-popular del resto del continente lo atestiguan también; pero todavía estamos lejos de contar a corto o mediano plazo con el sujeto histórico que se necesita para cumplir el alto reto de pasar de las resistencias (etapa a la que estamos) a la ofensiva triunfante, frente al sistema de dominación neoliberal, impuesto por el capitalismo global.
El reordenamiento de la contraofensiva hemisférica del imperialismo norteamericano y del capitalismo mundial ya se ha hecho sentir en los sucesos de Honduras y en los más recientes ocurridos en Ecuador, junto a otros en camino que hacen sentir sus pasos. Se puede producir una inercia e incluso un reflujo del movimiento revolucionario en el continente, lo que es altamente peligroso, para mantener las conquistas alcanzadas. Ello indica la necesidad de revolucionar la revolución en curso de manera permanente y un indicador de ello se concretiza en la capacidad de producir el sujeto histórico que la sustente.
En la dirección de acelerar la integración-formación del sujeto histórico que necesitamos para las transformaciones anticapitalistas en el subcontinente considero, entre otras, como tareas inmediatas a desarrollar por todos los actores: partidos, movimientos, organizaciones, instituciones, líderes, intelectuales orgánicos, etc. y en especial por aquellos que han alcanzado una mayor presencia y visibilidad en el enfrentamiento político-social al sistema de dominación capitalista las siguientes:
1. Una reconstrucción del pensamiento crítico-revolucionario en todas sus direcciones, comenzando no desde las teorías establecidas, sino desde las prácticas de los actuales actores-sujetos y la sistematización de sus saberes, cosmologías y conocimientos alrededor de la mejor tradición revolucionaria heredada por nuestros pueblos. Sin un pensamiento crítico-revolucionario construido y compartido desde y hacia las prácticas transformadoras por todos/as los actores-sujetos que hacen contrahegemonía antisistémica al capitalismo es imposible crear conciencia revolucionaria, autoconciencia; sin lo cual, no puede existir sujeto emancipatorio.
Esta es una premisa, junto a la cual deben crearse proyectos de lucha consensuados que contengan de forma explícita y concreta lo general, pero también lo particular, lo local, grupal, individual y la manera no tramposa en que deben conjugarse todos esos intereses. Ello implica un proceso de realfabetización política sobre la base de los nuevos aprendizajes que nos incluye a todas y todos los que estamos comprometidos en este proceso.
Este proceso se da ante todo en las luchas, pero necesita también de crear y activar escuelas de formación-capacitación, divulgación que acerquen más lo ideológico a las prácticas y posibilidades reales, así como a la cultura; de manera que las ideas de la nueva sociedad, “del nuevo mundo posible”, del socialismo se convierta en algo deseado y posible de alcanzar por las mayorías.
2. Se impone en este contexto, una explicación abierta, clara y precisa de la, o las alternativas al sistema de dominación capitalista, como algo creador, “sin calcos ni copias”, dentro del ideal socialista. Esto presupone una sistematización crítica del socialismo como teoría y como resultado de las prácticas reales, develando a fondo sus errores y colocando en justo lugar sus verdaderos éxitos.
Hay que completar, de una forma plena y convincente, sin ideologismos abstractos, el estudio crítico del capitalismo contemporáneo, como lo hizo Marx en su tiempo, poniendo en claro sus contradicciones, grietas y debilidades reales; así como conocer también donde radican sus fortalezas. Se necesita actualizar el concepto de clase y el de clase trabajadora en especial, dentro del contexto latinoamericano. Este es un asunto que todavía hoy divide concepciones y organizaciones revolucionarias.
3. Los criterios con los que valoramos ser revolucionario y ser de izquierda hoy día, tienen que ser reactualizados; como también se impone una reconstrucción integral de los partidos revolucionarios: comunistas, socialistas y obreros, así como los que se denominan de izquierda, a tono con la recomposición de toda la estructura social-política y organizativa-institucional de la sociedad y en especial a las exigencias de la revolución anticapitalista, cultural-civilizatoria a la que estamos abocados.
Existen formas organizativas, métodos, programas y estilos de dirección que ya no se corresponden con el actual sujeto revolucionario en formación. Se confunden los llamados procesos democráticos y las metas democráticas con los procesos anticapitalistas, quedando entrampados muchos de los partidos y algunos movimientos políticos en las luchas electoralistas y los espacios institucionales. Existe un desfase entre las direcciones de los partidos y algunos movimientos con la base, entre las metas particulares y las generales, entre lo local y lo nacional, en fin entre los movimientos y los partidos.
4. Hay que propiciar y sistematizar más los encuentros, a los diversos niveles, entre todos/as los que están aportando a la lucha antisistémica, anticapitalista; en especial, aquellos espacios de relaciones que se dan entre partidos y movimientos, intencionados a lograr una articulación verdadera y transparente, sobre la base de una ética de iguales, en la que prime como principio que lo que es bueno para uno, lo sea también para todos. Solo así se podrá avanzar en la formación de sujetos revolucionarios a escalas más universales sin el aplastamiento, ocultamiento y el deterioro de lo individual, lo local, lo particular.
5. Como un elemento de estabilidad y desarrollo que requiere la formación de este sujeto histórico, más allá y junto al pensamiento crítico, en constante autosuperación, el estudio y los conocimientos; es la sensibilidad, el amor, ponerle el corazón a todo lo que hacemos. Sin implicar los deseos, los intereses, los instintos, las pasiones, el placer y otros lados importantes del subconsciente, poco podrá avanzar la conciencia revolucionaria, o se formará una pseudoconciencia o conciencia transfigurada (frágil, engañosa) que se desmorona fácilmente ante el cambio de patrones relacionales. Este reto hay que enfrentarlo construyendo desde la cotidianidad; con paciencia, diplomacia, espíritu negociador y tolerancia. La actitud-aptitud de articular grupos humanos organizados o no, en función de proyectos anticapitalistas debe considerarse una virtud a cultivar en los revolucionarios, un valor imprescindible a formar.
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[1] Para que determinados procesos históricos sean caracterizados como “fetichistas” se deben dar ciertas condiciones previas. Entre otros fenómenos fetichistas cabe mencionar a la cosificación de las relaciones sociales, la personificación de los objetos creados por el trabajo humano, la inversión entre el sujeto y el objeto, la cristalización del trabajo social global en una materialidad objetual que aparenta ser autosuficiente y crecer por sí misma —por ejemplo el equivalente general que devenga interés—, la coexistencia de la racionalidad de la parte con la irracionalidad del conjunto y la fragmentación de la totalidad social en segmentos inconexos, etc.
Algo análogo sucede con otros procesos históricos que son adoptados como síntomas de “alienación” (como la independencia, la autonomía y la hostilidad de los objetos creados sobre sus propios creadores o la completa ajenidad de las relaciones sociales y la actividad laboral frente a las personas que la padecen como una tortura, etc.). Cfr. El trabajo de Néstor Kohan. “La herencia del fetichismo y el desafío de la hegemonía en época de rebeldía generalizada”, Ponencia presentada en el Encuentro Internacional CIVILIZACIÓN O BARBARIE: Desafíos y problemas del mundo contemporáneo. Portugal, 2004. Rebelión, http://www.rebelion.org / Página Rebelión, 17-09-2004
[2] Kohan, Néstor: El humanismo guevarista y el postmodernismo – El sujeto y el poder. Cátedra Libre “Ernesto Che Guevara”: Clase abirta del 09-08-2002. Universidad popular Madres de la Plaza de Mayo. http//wwwrebelión.org, p. 6.
[3] La clase obrera juega un papel central en la formación del sujeto histórico en los tiempos de Marx y hoy lo sigue jugando a pesar de su recomposición y redimensionamiento, porque esta clase fue despojada históricamente de los medios de producción y obligada a vender su fuerza de trabajo como una mercancía para poder subsistir, condenada a una existencia miserable bajo la explotación y dominación del capital, en función del enriquecimiento de la burguesía y sus aliados. La clase obrera es por esta razón la que está llamada, principalmente, a hacer la revolución contra el capital. Asimismo, es importante destacar que señalar a la clase obrera como eje central del sujeto histórico fue un mero ejercicio intelectual, sino que respondió a las condiciones y características necesarias de la determinación de este sector que por ser el más oprimido y el históricamente despojado, además de ser paradójicamente el principal posibilitador del capitalismo, es el más llamado a hacer la revolución; ella recogía en sí la síntesis de toda la opresión social y su liberación como clase no sería posible sin la del resto de los oprimidos por el sistema; eso significa asumir (que se ha ido transformando en construir) de una forma consciente, como sujeto, su misión histórica (que hoy es compartida por otros muchos sectores). Vale reiterar que en la concepción de Marx, asumir a la clase obrera como sujeto histórico no implica vetar a los demás sectores sociales de la lucha revolucionaria, lo cual constituiría un absurdo.
[4] Casado, José Miguel: “¿El sujeto histórico? ¡La clase obrera!” En Ideología y Socialismo del Siglo XXI, 18/07/07, p. 3.
[5] Rodríguez U., Manuel Luís. La problemática del sujeto histórico, Enregistré dans: alfondoalaizquierda — paradygmes @ 3:01. Punta Arenas – Magallanes, junio de 2006, p. 3-4
[6] Cfr. Rodríguez U., Manuel Luis. La problemática del sujeto histórico, Ob. Cit. p. 3.
[7] Vázquez Montalbán, Manuel: “Sujetos”, El País, 13 de febrero del 2002, p. 1.
[8] Martínez Martínez, Ricardo: “La toma del poder, el sujeto y la lucha de clases, Los debates actuales: entrevista con Raúl Zibechi y Álvaro García”, Rebelión, 03-02-2005, p. 2.
[9] Ibidem, p. 3.
[10] Pupo Sintras, Héctor Manuel: El sujeto revolucionario de la historia en cuba socialista. emancipado e invulnerable. Ponencia a la III Conferencia Internacional “Carlos Marx y los desafíos del siglo XXI. Fondos Biblioteca, Instituto de Filosofía, pp. 20-21.
[11] Lukacs, George: Historia y conciencia de clases. Editorial Ciencias Sociales, La Habana 1970, pp. 50-51.
[12] Cfr. Löwy, Michael: “Reflexiones sobre Un marxismo de la subjetividad revolucionaria Dialéctica y espontaneidad (1925), de Georges Lukács”, Publicado en 170 abril 2003 | Löwy, Michael | Reflexiones, http://memoria.com.mex/taxonomy/term/169
[13] Hinkelammenrt, Franz J. El mapa del emperador. Determinismo, caos, sujeto. San José, DEI, 1996, pp. 35-45, 248-277.
[14] Valdés Gutiérrez, Gilberto: El sistema de dominación múltiple. Hacia un nuevo paradigma emancipatorio en América Latina, Tesis de doctorado, Fondo Instituto de Filosofía, La Habana, Fondos GALFISA, p.9.
[15] Cfr. Rodríguez U., Manuel Luís: La problemática del sujeto histórico, Ob. Cit.
[16] Ibidem, p. 6.
[17] Assmann, Hugo: “Apuntes sobre el tema del sujeto”, en Perfiles teológicos para un nuevo milenio, Editorial Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI), San José de Costa Rica, p.118.
[18] Ibidem, p.130.
[19] Rodríguez U., Manuel Luís: La problemática del sujeto histórico, Ob. Cit., p. 6.
[20] Cfr. Vargas, Sonia: “Identidad, Sujeto y Resistencia” en América Latina, en UNG, Mx.

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