Lunes, 19 de Septiembre de 2011 / 10:23 h
La protesta en el fin del ciclo histórico
Dagoberto Gutiérrez
La guerra de 20 años fue la tercera gran confrontación que después de 1821 experimentó la sociedad salvadoreña. Siguió a 1832 con Anastasio Aquino y a 1932 con Farabundo Martí. En los pliegues de esta guerra nació la alianza política más importante de la historia: el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Este fue precedido, a su vez, por la alianza clave de la Unión Nacional Opositora.
Una vez terminada la guerra, y firmados los acuerdos políticos, llamados acuerdos de paz, se diseñó un proyecto de elevada ambición política, que es necesario presentar de la forma más ordenada posible.
La negociación con la que se rubricó el fin de la guerra fue posible por el derrumbe de la Unión Soviética, la ofensiva militar de 1989, y la decisión de Estados Unidos de no involucrarse directamente en la confrontación militar. En realidad, los acuerdos políticos embellecieron al régimen y lo libraron de los componentes más grotescos que impedían presentarlo como medianamente democrático. Todos los contenidos apuntaron hacia una democracia burguesa como juego político, y hacia la conversión de la antigua insurgencia en partido político, para que junto a ARENA, el nuevo partido, también llamado FMLN, se convirtiera en pilar del régimen político remozado.
Este diseño calculaba que el pueblo, simpatizante de la insurgencia, sería controlado subjetivamente con dos recursos políticos: por un lado la bandera de la paz y por otro, la figura de un partido de izquierda en el gobierno. La paz era presentada como una conquista y como una simple negación de la guerra, que era necesario preservar mediante la moderación en el reclamo y la protesta. Se ocultó siempre que esta bandera de paz desechó a las post guerra, como el momento histórico que ineludiblemente debía seguir a la guerra, y durante la cual, se restauraría el tejido social. En tanto se atendía, de esta manera, la subjetividad del pueblo, el partido FMLN en el gobierno funcionaría como la victoria política buscada durante la guerra, y este partido, que no era el FMLN histórico, no constituía la continuidad del proceso político, sino que era una pieza del Estado oligárquico, debía actuar según las reglas del juego democrático, como el brazo de izquierda de la derecha gobernante.
Este diseño político permitiría la estabilidad necesaria para montar en el país un laboratorio neoliberal planetario. Mientras la economía debía construir una sociedad de mercado total, y una economía de servicios sustituiría a la planta productiva nacional, al mismo tiempo, se desmantelaba la agricultura, y se sustituía por el negocio de la importación de alimentos. La emigración paso a ser la política de este Estado y la remesa se hizo la piedra de toque de los ingresos mayoritarios del pueblo.
Este diseño se completó con el apoyo financiero estadounidense, con la negociación de las condiciones favorables de los emigrantes salvadoreños, y el aseguramiento de las remesas que se convirtieron en factor estratégico de la economía del país. Con este escenario construido, en la sociedad salvadoreña se construyo durante más de 20 años, una sociedad de MERCADO TOTAL, donde todo tiene precio, todo se compra y se vende, donde el ser humano es un simple consumidor y el Estado renuncia a su sentido publico y se convierte en siervo del mercado. El laboratorio incluyó, por supuesto, de prácticamente todos los bienes estatales. Y El Salvador se convirtió en el país modelo neoliberal, en el ejemplo de exitosas negociaciones de paz y en la mejor escuela para domesticar a antiguas insurgencias.
Todo este proceso encontró obstáculos en la ausencia de una burguesía y en la presencia de una oligarquía feroz pero incapaz de entender que los acuerdos de paz le favorecían, que en realidad los necesitaban y que no amenazaban sus intereses. Así las cosas, en ningún momento apoyaron la aplicación de estos acuerdos, y jamás entendieron que el Partido FMLN no era el FMLN, que no expresaban ninguna vía política diferente al capitalismo, que su participación en el gobierno no amenazaba al régimen político y podían ser considerados aliados.
El juego consistió siempre en dos partidos políticos clave: el FMLN y ARENA, jugando a la democracia como juego, y pese a que el partido FMLN renunció a la lucha política, adopto las elecciones como único camino, se desligó de la lucha política del movimiento social. Pese a que en los órganos de gobierno legitimaron y legalizaron el montaje del modelo neoliberal, las cúpulas oligárquicas del país, nunca dejaron de considerarlo como adalid del comunismo más peligroso.
Mientras esto transcurría, la crisis social y económica erosionaba la convicción de una clase media ensanchada y empobrecida sobre la presencia de la paz en el país. Y cuando la cresta de la delincuencia se convierte en la guerra social total y galopante que barre con las vidas en todo el país, aparece más claro que el país vive una paz con guerra y una guerra con paz, y así se agota en las oleadas de la realidad, el primer factor adormecedor. En tanto, el partido FMLN se parecía más y mucho más a los partidos de derecha en la manera de hacer política, en la conducta de sus funcionarios y en la política ejecutada.
Este proceso de esclarecimiento culmina precisamente cuando ARENA es derrotada electoralmente y, sin que la derecha fuera derrotada políticamente, el candidato del partido FMLN gana las últimas elecciones presidenciales. Aquí aparece diáfanamente que la cúpula de este partido ha aprendido a entenderse con el mercado, a convertirse en empresarios, a manejar un cierto discurso de una cierta izquierda, y a chocar con las luchas de los sectores sociales, y contradictoriamente, su mayor victoria electoral se transforma en su mayor derrota política.
Paralelamente, el capitalismo estadounidense entra en crisis profunda y esto amenaza la política de migración, amenaza letalmente a las remesas, y se cierra el ciclo histórico porque, de nuevo, las clases medias, ahora sindicalizadas, organizan el reclamo y la protesta frente, ante y en contra del Estado, sin contar con la salida migratoria como factor seguro y sin contar, además, con el respaldo financiero seguro de la Casa Blanca que angustiosamente trata de evitar el naufragio.
El ciclo histórico parece agotarse y las piezas fundamentales parecen estar de nuevo sobre el tablero, y nuevos sujetos surgirán, nuevas confrontaciones y nuevos actores actuarán. Y aunque sean nombres ya conocidos, el escenario histórico resulta ser nuevo, y esto es lo importante de la coyuntura.