La cuestión colonial en la lucha de clases
Dagoberto Gutiérrez
La temática de la colonia, de la independencia de 1821, la república de los criollos y el fracaso de Centroamérica como realidad política; ha sido un tema abordado en una fritura que hasta ahora ha mezclado a la Patria, a la Nación, a los Próceres, la Libertad y la Independencia y por eso mismo, la bruma sustituye a la reflexión, y hasta ahora, la sociedad salvadoreña es dueña de ópticas diferentes sobre estos acontecimientos.
Cada mes de septiembre estas diferencias se manifiestan de diferentes formas y por ejemplo, el uso de la bandera del país ya sea en viviendas o en vehículos es una práctica mínima y nadie puede decir que es falta de patriotismo, la consideración hacia los próceres de la patria aparece, hasta ahora, como un requerimiento gubernamental pero no como un sentir general de la sociedad y la independencia de 1821 tampoco termina por ser un bien estimado y apreciado por un pueblo que no se considera ni libre ni independiente.
Al mismo tiempo en nuestra sociedad la relación con España no aparece construida como un vínculo con ninguna madre patria y, por el contrario, España es la metrópoli abusiva, prepotente, conquistadora e invasora y, esta mezcla de emociones, sensaciones y reflexiones nos pueden hacer perder el encendido hilo histórico que une de manera indisoluble la Colonia y su vasallaje con la construcción del Estado de El Salvador hasta llegar al actual Estado de Mercado.
Resulta apasionante y necesario al mismo tiempo, situar la invasión europea de 1492 como la expansión de un mercado para el cual el área europea resultaba pequeña y la empresa privada de esa invasión, también llamado descubrimiento de América desde una óptica europea, resultó ser fundamental para la acumulación originaria del capitalismo planetario, es decir, que toda la riqueza que Europa robó de nuestras tierras fue parte de la sangre y la carne original del sistema capitalista europeo y en esta óptica, Europa resulta ser deudora de nosotros y nosotros acreedores de Europa.
España era una potencia feudal y sus posesiones americanas desbordaron sus capacidades administrativas mientras que los otros países europeos con fuerzas productivas más desarrolladas y con burguesías activas disputaron, exitosamente, a España el control y usufructo de la riqueza colonial.
España organizó su posición americana en cuatro virreinatos y seis capitanías generales: Los Virreinatos de Nueva España, Nueva Granada, Lima y Río de la Plata y Capitanía General de Guatemala, La Habana, Puerto Rico, Chile, Caracas y Filipinas.
La Capitanía General de Guatemala comprendía lo que hoy es Centroamérica con sus respectivas provincias, cada una de las cuales fue controlada, desde los primeros días de la conquista, por diferentes grupos de invasores, que lentamente fueron determinando las clases dominantes correspondientes a los diferentes estados que se fueron estableciendo.
En cada provincia, se formaron diferentes clases sociales relacionadas con los europeos invasores y con los pueblos derrotados y, para el caso, en Guatemala y en la provincia de San Salvador una parte de la sociedad llegó a constituirse con españoles nacidos en América, llamados criollos, otro sector era el integrado por gente que no era ni español ni indígena pero era el cruce de ambos, llamados mestizos o ladinos y luego se encontraban las poblaciones de los pueblos originarios, estos eran llamados indígenas y aún hoy son llamados indios.
Los criollos de Guatemala, controlaban el comercio y obligaban a las otras familias de la Capitanía General a someterse a su control. La rivalidad era evidente porque los guatemaltecos tenían condiciones para una relación más directa con la burocracia de la metrópoli y, en todo caso, la Capitanía General tenía su sede en la Ciudad de Guatemala y esto daba facilidades de maniobra.
Cuando los franceses invaden España en 1808 y estalla la guerra independentista en México, pareció llegada la hora de acelerar los preparativos de la independencia, pero se trataba más bien, para los criollos guatemaltecos, de establecer una nueva relación con la metrópoli; pero no diferente a la monarquía y, para las otras provincias de la Capitanía General, se trataba de romper la dependencia de los guatemaltecos; en este desencuentro histórico se movía el factor popular, interesado en una independencia real pero que sin tener la fuerza política necesaria se sometía a los ritmos de las confrontaciones entre los agrupamientos de criollos.
En este horno se relacionan, con diferente temperatura, la resistencia del pueblo español a la invasión napoleónica y la oposición de los pueblos centroamericanos a la dominación de la metrópoli.
Por supuesto que en cada provincia estas confrontaciones se manifestaron de diferente manera porque aparentemente, se trataba de fijar posición frente a la dominación colonial, frente al control de la Capitanía General de Guatemala y frente al imperio mexicano de Iturbide.
Conocemos más de la relación entre San Salvador y Guatemala pero no fueron éstos los únicos puntos encendidos.
Lo cierto es que el escenario independentista que conocemos no llegó a convertirse en guerra contra España y no produjo concentración definitiva de poder regional, esto determinó que en las décadas siguientes la región fuera escenario de guerras sangrientas y prolongadas y que hasta ahora Centroamérica no exista políticamente.