Brisas de cambio
Al viento del Espíritu que se llevo,
en Pentecostés, los prejuicios,
los intereses y el miedo de los apóstoles y
abrió de par en par las puertas del
cenáculo, para que la comunidad de los
seguidores de Jesús fuera siempre abierta
al Mundo y libre en su palabra
y coherente en su testimonio e invencible
en su esperanza. Al viento de su Espíritu
que se lleva siempre los nuevos miedos de la Iglesia
Pedro Casaldaliga
Héctor Fernández
Instituto Ecuménico Diaconal – Esteban
Colaborador de la Iglesia
Cristiana Luterana de Honduras
Junio 2007
Con el deseo de repensar actitudes y la coherencia de estas con discursos, con la esperanza de contribuir a la reflexión que aporte en la remoción de actitudes que obstaculizan la frescura de la brisa del Espíritu en la Iglesia de Cristo, para que aun siendo vieja sea nueva, renovada, dispuesta a la aplicación de cambios prácticos, necesarios en lo personal y lo colectivo, comparto algunas reflexiones, en espera que sea una contribución positiva en la practica eclesial que a su vez fortalezca las acciones diaconales y fluya así con mas ímpetu por las ventanas y puertas, la brisa, el soplo, el viento del Espíritu en nuestra amada Iglesia, la iglesia de Cristo
Recordemos que el Espíritu Santo es personaje principal en la Biblia. Encontramos referencia de su actuar desde Génesis (Gn 1.2) hasta Apocalipsis (Ap 22.17) pasando por otras tantas alusiones o referencias directas en los otros libros o cartas.
En tiempos del Antiguo Testamento, el Espíritu Santo fue interpretado como una fuerza que llegaba a la persona, con el propósito de capacitarla para desarrollar una tarea en específico (véase Jue 14.5-6). En esta etapa de la revelación divina, el Espíritu no permanece en el creyente, sino que viene y va en determinados momentos de la vida.
Los profetas del Antiguo Testamento interpretaron y anunciaron que en un momento futuro Dios habría de derramar su Espíritu Santo sobre todo su pueblo (véase Jl 2.28-29).
Esta profecía se recalca en el Nuevo Testamento.
En tanto en el Antiguo Testamento el Espíritu viene y va, en el Nuevo Testamento el Espíritu Santo permanece con el creyente para siempre. Esto se explicita en Juan 14.16
“Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con ustedes para siempre”.
Esta profecía se cumplió poco después de la resurrección de Jesús. La Iglesia en sus primordios, interpretando las profecías del Antiguo Testamento a la luz de la persona y el ministerio de Jesús, relacionó la profecía de Joel con la promesa de Jesús.
De acuerdo a Hechos 2, la Iglesia, fue bautizada por el Espíritu Santo durante el día de Pentecostés. Por ello Pedro en su interpretación de los acontecimientos se atreve ha afirmar que en ese día se estaba cumpliendo la profecía de Joel (Hch 2.16).
El resto del segundo capítulo del libro de los Hechos encontramos el sermón de Pedro el día de Pentecostés. También allí se describen algunos de los resultados o consecuencias que provoco la Palabra de Dios [el Espíritu] mediante aquella predicación. Hechos 2.41-47 dice:
“Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados, y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Sobrevino temor a toda persona, y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos y tenían en común todas las cosas: vendían sus propiedades y sus bienes y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Perseveraban unánimes cada día en el Templo, y partiendo el pan en las casas comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.”
Así nos comparte Lucas en el libro de los Hechos algunos efectos que provoco el soplo del Espíritu Santo en las personas de aquellos días.
¿Que enseñanzas podemos extraer de aquellas situaciones que fueron populares y que lograron llegar a ser escritas, que puedan contribuir positivamente en el quehacer eclesial de nuestro tiempo?
Seguramente son muchas enseñanzas, pongamos atención a las siguientes:
Como cristianos/as de hoy, en un planeta que cada vez mas se encuentra con grandes descubrimientos tecnológicos, con algunas sociedades en las que la fe en el Dios de Jesús sufre un preocupante debilitamiento, con muchas sociedades donde la cotidianidad esta impregnada de desastres sociales, económicos y del medio ambiente, sociedades en las que se privatiza la riqueza y se socializa la pobreza
Estas situaciones vuelven complicada la reflexión en torno a la acción del Espíritu Santo en nuestras instancias eclesiales y para eclesiales, al mismo tiempo que son un llamado a fortalecer el dialogo y la reflexión responsable pues sabemos que el Espíritu no dejara de actuar y que permanece y actualiza su accionar en las personas del planeta [si ustedes no hablan las piedras hablaran / por que el Espíritu sopla donde quiere] en este sentido seria importante preguntarse si la comunidad local, nacional, la Iglesia de Cristo hoy reflexiona, se deja interpelar y actualizar, renovar, reformar por la audacia del Espíritu
Preocupado por la amplitud y diversificación de las acciones del accionar perverso y pecaminoso del mal que actúa en nuestro continente el cual además de provocar injusticia, dolor y muerte, también provoca confusión la cual en algunos casos logra llegar hasta el interior de sectores de la Iglesia de Cristo y con la esperanza firme de contribuir a la reflexión comparto algunas ideas relacionadas a lo antes dicho:
1. La Iglesia que permite que el Espíritu sople en su interior, puede crecer cualitativamente y ¿Por qué no, en cantidad?
En ocasiones mostramos preocupación por el crecimiento numérico de algunos movimientos, es valida la preocupación, principalmente cuando en esos movimientos no se desarrolla un ministerio integral (cuerpo y espíritu) y por el contrario se promueve el conformismo ante la injusticia, movimientos que parecen cristianos pero que en la palabra y acción niegan su fidelidad al Evangelio del reino de Dios, esto a la verdad es bastante preocupante. Aunque considero no es tan coherente con la actitud evangélica, quedarse únicamente con la critica y preocupación y continuar sintiéndose autentico cristiano/a sin que el fenómeno impactante que provoca la Teología de la Gloria sea útil para revisarnos al interior y aprovechar la oportunidad de ser auténticamente autocriticos y poder hacernos entre otras preguntas: ¿Por qué algunas expresiones de la iglesia que predican un Evangelio encarnado e integral, no crece numéricamente?
Creo oportuno considerar que los contextos, las realidades cambian. Cuando como comunidad local o iglesia nacional intentamos mantener las viejas estructuras o únicamente hacer cambios cosméticos que no permiten la actualización de la acción de Dios en el mundo de hoy, en una sociedad especifica, corremos el riesgo de convertimos en obstáculo [piedra de tropiezo] para la acción dinámica y liberadora del Espíritu
Bien conocemos que Dios esta en todos y cada una/o de sus hijos/as actuando ante tanto desastre e injusticia, pero si se considera pertinente podrían hacerse las siguientes interrogantes en comunidades que actúan como si vivieran en el pasado: ¿Por qué siempre somos los mismos/as? ¿Por qué muchos/as se van y pocas personas se suman? ¿Lo que hacemos como comunidad local o iglesia nacional es fruto del Espíritu o solamente es el deseo de una persona o grupo de personas, que sin escuchar las voces de otros/as en la comunidad, creen que actúan orientados por el Espíritu? ¿Será que el testimonio personal y comunitario motiva o aleja a otros/as de nuestra manera de ser iglesia? ¿La celebración litúrgica que practicamos promueve la participación activa, es incluyente, comunica la alegría de la resurrección a las personas que viven en un mundo de dolor, violencia, ausencia y marginación? ¿O esta cargada de clericalismo jerárquico y tradicionalismo que choca con la idiosincrasia popular del pueblo de Dios en nuestra realidad? Las respuestas a esas y otras interrogantes podrían ser clave fundamental para vislumbrar si propiciamos u obstaculizamos el soplo del Espíritu
Volviendo a la predicación de Pedro y sus repercusiones, podemos recordar que esta fue extraordinaria., miles de personas creyeron y fueron bautizadas. Esos nuevos creyentes pasaron a formar parte de la comunidad cristiana en Jerusalén. Además, pasaron a formar parte de los grupos pequeños que se reunían en casas de distintos creyentes.
Sin el animo de aspirar a ser súper numéricas iglesias [Mega iglesia como algunos las denominan] en cantidad, este tema podría ser una oportunidad para reflexionar, en el sentido de que si la estructura de la Iglesia se deja llenar del soplo del Espíritu tiene la, posibilidad de crecer, Dios da el crecimiento, (compare Hechos 2.47 con 1 Corintios 3.7) a partir de nuestra disposición y apertura al soplo del Espíritu
Los pobres son mayoría en los países latinoamericanos, si estos no están integrados en nuestros esfuerzos eclesiales, con perspectiva evidentemente liberadora, intentemos ver más allá de los posibles engaños que otros podrían hacer y preguntémonos: ¿Por qué no están en nuestras actividades litúrgicas con regularidad? ¿Podría darse el caso que tengamos algún grado de responsabilidad en su limitada participación? ¿Cuales aspectos habrá que revisar y cambiar?
2. La Iglesia que permite que el Espíritu sople en su interior, estudia
Debemos notar que una característica que desarrollaron los nuevos creyentes fue “perseverar en la doctrina de los apóstoles” (Hechos 2.42). Es decir, un rasgo, fue apreciar y colocar en lugar merecido el estudio de las enseñanzas de los apóstoles.
Recordemos que los apóstoles enseñaban principalmente dos aspectos. Explicaban cuales habían sido las enseñanzas de Jesús y testificaban de los milagros y prodigios que realizó.
La enseñanza de los cristianos/as en aquellos tiempos era parte de toda una sabiduría popular para orientar la vida en situaciones que vivía el pueblo, con contenidos prácticos.
Algo muy importante que podría ser objeto de estudio y reflexión en las comunidades cristianas hoy es que los cristianos de los primeros siglos interpretaron el Antiguo Testamento, a la luz de las enseñanzas de Jesús.
Esto nos enseña que la Iglesia que se deja influir por el Espíritu estudia la Biblia, la Palabra de Dios, y estudia las doctrinas fundamentales de la fe cristiana, al tiempo que es conocedora de la realidad circundante lo cual le permite contar con parámetros para orientar la vida y tomar decisiones en lo cotidiano.
En nuestras realidades latinoamericanas podríamos revisar si los programas de estudio están diseñados para crecer cualitativamente o se restringen a una costumbre que en algún momento posiblemente respondían a las necesidades de la comunidad pero que con el desarrollo de las contradicciones sociales y económicas de la realidad local, pueden haber sido rebasados y convertidos en una “forma” para dar constancia a cooperantes de que se cuenta con programas de estudios, aunque estos en realidad no sean producto de un sincero deseo de profundizar en la enseñanza y que sea un medio para promover nuevas generaciones de liderazgo que pueda interiorizar nuevas formas de ser testimonio vivo de la Palabra en una situación siempre injusta pero con los matices que la distinguen de contextos ya ultra pasados permitiendo así, que otros/as, nuevas generaciones, actualicen la palabra y acción de Dios
Si las capacitaciones no han contribuido a un cambio positivo y se continúan haciendo solo “para cumplir con el mandato de enseñanza” habría que estar dispuesto/as a revisar
3. La Iglesia que permite que el Espíritu sople en su interior, adora
Adorar en Espíritu y en Verdad
Otro rasgo importante de la Iglesia en sus primeros momentos fue su fervor espiritual, adoraban a Dios de forma constante y probablemente más que eso, sincera. Sin otros intereses más que los de la Iglesia, aquellos primeros cristianos/as entre otros logros, les fue posible equilibrar sus intereses personales con los de la Iglesia – comunidad y no en perjuicio de esta.
Se reunían regularmente para tomar la Cena del Señor—que es lo que quiere decir “partir el pan”—y para orar. Algunos de ellos/as visitaban el Templo de Jerusalén, reuniéndose en una parte de la plazoleta del Templo llamada el “pórtico de Salomón”.
Esto nos enseña que la Iglesia que permite que el Espíritu sople, adora a Dios públicamente con alegría, toma la Cena del Señor con regularidad y lo hace en señal de unidad y con la firme convicción de que este sacramento les renueva, les fortalece para seguir adelante en la proclamación viva de la Palabra, por que les muestra y experimentan que son un solo cuerpo, donde la carga clericalista y jerárquica, los “poderes ocultos tras de los tronos” han sido superados y se deja sentir la ternura y la fraternidad, experimentando un ambiente en el cual sin estar exentos de conflictos, estos son correcta y debidamente administrados y se logra experimentar la dirección y orientación de Cristo en la voz de la comunidad, del pueblo, en el consenso y la acción de la comunidad. La brisa del Espíritu allí, fluye con libertad
Los pastores/as obispos/as en iglesias renovadas por el Espíritu y fieles a ser iglesias siempre en vías de Reforma, son una voz entre otras, que como a todas las voces, se les toma en cuenta y se les respeta, sin ser la primera, ultima y única voz de autoridad
En la actividad litúrgica podría revisarse detalles importantes como las posturas de las bancas, la forma en que se desarrollan la liturgia y si las predicaciones mantienen la identidad de Iglesia de Cristo y permite a su vez, responder a la cultura y actualidad de su realidad.
Adorar al Señor en Espíritu y en Verdad es un reto al cual hay que dar respuesta comunitaria partiendo de la realidad latinoamericana donde es muy fuerte la influencia jerárquica, piramidal en muchos de los ámbitos de la vida, incluida la Iglesia
En este sentido es saludable recordar que la Iglesia no es un club, pero tampoco un partido político. La Iglesia tiene su propia naturaleza y esta es profundamente revolucionaria, sin ser partidista o espacio de alienación. La iglesia es profundamente subversiva pues tendría que subvertir los parametros de la sociedad que oprimen y debilitan a la persona y la comunidad
4. La Iglesia que permite que el Espíritu sople en su interior, es misericordiosa
Notemos la solidaridad de la Iglesia en sus primeros tiempos. La palabra “solidaridad” podríamos identificarla en la vida cotidiana en las experiencias de “unidad”, “comunión” e “identificación”. Quien se solidariza con otra persona, se identifica con esa persona, tanto así, que se puede decir que llega a formar parte de su vida.
En el libro de los Hechos, esa solidaridad se demuestra por medio de la unidad, el tener todas las cosas en común y lograr colocar en común el producto de la venta de propiedades para ayudar a las personas más pobres encuentra su explicación entre otros, en la idea que el Señor regresa pronto y también en la actitud profundamente humanitaria de socorrer a los mas débiles. Esto nos enseña que la Iglesia que vive en el poder del Espíritu es solidaria y misericordiosa
Vivieron aquella hermosa experiencia en un momento muy diferente al nuestro, podría ser un tanto dificultoso para nosotros hoy repetirla en todas sus expresiones, por todo lo equivocado que se nos enseñado, y por todos los parámetros y esquemas sociales y económicos que nos han creado, por ello vivir acorde a los parámetros de una sociedad verdaderamente comunista es un tema controversial en nuestro tiempo, lo que no niega que debemos hacer esfuerzos reales, prácticos que entre otros aspectos nos permitan caminar hacia el ideal comunitario, caminar hacia el ideal, aunque el horizonte se aleja, pero continuamos caminando, lo mas reprochable en este sentido, es dejar de caminar, es necesario hacer esfuerzos que permitan intentar desarrollar rasgos comunitarios que de alguna manera son actitud de resistencia ante las corrientes individualistas que se mueven en todos los momentos y espacios de nuestras sociedades.
Otro aspecto también rescatable en este sentido, es que los primeros cristianos intentaron, buscaron formas de compartir, dejando atrás el egoísmo, el individualismo, la arrogancia del “yo” para intentar ser “nosotros”
Nada mal nos vendría hacer intentos, aunque sean difíciles, por compartir un poco más y conocernos como personas, ser un poco más, familia de Dios.
Creo, entre otros aspectos, importante mencionar que si no se ha hecho es momento de revisar y cambiar actitudes que someten a sacrificios a los pastores y pastoras, sus hijos/as y esposos/as.
Hay iglesias en las que se les dan a los pastores/as [y ellos/as también aceptan] cargas extremas de trabajo tanta es la exigencia que en ocasiones ya no disfrutan de la vida que Dios le ha dado, no logran encontrar momentos para disfrutar de la compañía del esposo/a los hijos/as. Que bien y que loable que dediquen sus vidas a Dios, pero sino logran compartir y conocer mejor a los seres queridos mas cercanos ¿Cuánto, en que nivel logran compartir y conocer a los miembros de la comunidad de fe? Y si logran hacerlo ¿Cuánto conocen de sus hijos/as esposos/as? ¿Cuántos momentos hermosos se han perdido? ¿Cómo podemos actuar de manera que disfrutemos a los hijo/as, esposos/as, la familia nuclear y más allá de ella? Creo que es importante ser allí también evangélicos
Compartir es un desafió cada vez mayor en una sociedad que nos absorbe cada vez mas el tiempo, compartir no solo bienes materiales, sino también la espiritualidad contextualizada. Es un enorme riesgo dejar de ser persona en una sociedad que nos fragmenta y despersonaliza.
El o los momentos agradables, la conversación tranquila, el juego desestrezante, la comida “conversada”, el momento de calidad mas que de cantidad, son regalos hermosos de Dios a los cuales se debe dedicar tiempo suficiente
5. La Iglesia que permite que el Espíritu sople en su interior, es buena mayordoma
Busca participar transparentemente en todos los ámbitos de la sociedad donde se promueve el reino de Dios y su justicia, en algunos casos participando en espacios donde se trabaja con grandes limitaciones de recursos económicos, no busca únicamente participar manipuladoramente en aquellos ambientes donde considera que puede crear alianzas para gestionar proyectos financieros
La iglesia local y nacional conoce, esta conciente, que los fondos de que dispone, en gran parte provienen de la colecta de los santos y santas, ya sea de la comunidad local o de la colecta de cristianos/as en otros hemisferios, es dinero ofrendado a Dios para realizar su obra. Si la comunidad local o iglesia nacional no actúa en consecuencia, no solo abusa de la bondad y misericordia de sus hermanos/as de la localidad o de la comunidad de los santos en otros rincones de la tierra, sino que abusa de los esfuerzos que estos hacen en nombre de Dios, dones que han dedicado a Dios y sus obras y por ende da un mal testimonio de su actuar, esto no es evangélico
Volvamos un momento a la práctica de vender propiedades para ayudar a los demás. Esto se hacía como una ofrenda a Dios. Quienes vendían sus propiedades ponían el dinero en manos de los Apóstoles, estos debían administrarlo de manera responsable.
La Iglesia usa una palabra en particular para describir la administración responsable de los bienes que Dios le ha dado a cada persona, a cada comunidad, y a la humanidad en general. Esta es la palabra “mayordomía”. Esta palabra nos recuerda que, en el fondo, todas las cosas le pertenecen a Dios.
Esto nos recuerda que la Iglesia que permite que el soplo del Espíritu sople en su interior es buena “mayordoma” de sus recursos, materiales, económicos, de las personas dispuestas a propagar las buenas noticias. Sabe y administra correctamente los conflictos no únicamente en el exterior, sino a su interior
6. La Iglesia que permite que el Espíritu sople en su interior, está unida por convicción
No promueve unidad en torno a jerarcas o personas históricas o de tradición en la comunidad, o por mantener salarios asegurados para un grupo de personas, sino que es unidad en torno a Cristo y su programa
Probablemente un rasgo importante en el testimonio público en los inicios de la Iglesia fue la unidad. Notemos que en todas las ocasiones que este pasaje bíblico habla de la unidad de la comunidad cristiana.
Los creyentes adoraban juntos/as, estudiaban juntos/as, tomaban la Cena del Señor juntos/as, compartían sus bienes materiales y se sacrificaban por lograr el bienestar de los otros/as. Esto nos enseña que la Iglesia que se renueva por la acción del Espíritu, busca la unidad no obligada o por amenazas salariales, sino por convicción y fe en Cristo.
Esa unidad causada por el amor, provoca que uno se siente bien y hace que los hermanos/as les guste caminar en unidad, en un ambiente saludable y agradable, cuando se esta con los hermanos/as, hay alegría y calidez, con calidad humana y cristiana.
Se logra construir unidad aun con la diversidad de estilos, pensamientos pues todos y todas tienen un solo sentimiento, deseo de que el Evangelio del reino de Dios y su justicia camine por las calles y avenidas de sus pueblos y ciudades, aman su iglesia porque viven la experiencia de que ellos y ellas son la Iglesia
7. La Iglesia que permite que el Espíritu sople en su interior, comparte la misión de Dios
Uno de los errores más comunes en el cual en ocasiones caemos es cuando se habla de la misión cristiana, intentando asumir que la Misión es nuestra. Hay creyentes que, mal orientados, no han logrado comprender que la Misión es de Dios y el nos invita ha compartirla, ser partícipes.
La Biblia nos recuerda que el primer “misionero” fue Dios, quien reveló a la humanidad su deseo de salvarla y bendecirla. Dios es quién envía a su hijo Jesucristo para salvación de la humanidad. Esto nos enseña que la Misión es de Dios. La Iglesia que se deja soplar por el Espíritu tiene el privilegio de compartir la Misión divina.
Esa Misión encuentra su línea de acción no únicamente en Mateo 28. 16 al 20 sino también en Lucas 4. 18 al 19
8. La iglesia que permite que el Espíritu sople en su interior, dedica tiempo a la oración
Invócame en el día de la angustia: yo te librare (Sal. 50. 15) ¿Cuantas angustias enfrentamos en nuestro continente en estos tiempos? Son innumerables, nos levantamos cada día ha enfrentar las angustias cotidianas.
La realidad de violencia y opresión nos somete a angustia.
La orientación de Díos nos llama en medio de esa angustia a que nuestra vida sea una oración.
Hoy como en otros tiempos debemos recordar que no es con oraciones a gritos o en formas de exigencia a Dios como debemos orar, tampoco para pedir cosas que nos den estatus en la sociedad consumista, sino una vida de oración permanente para que con la ayuda de Dios y su orientación hagamos realidad el acercamiento del reino a nuestras realidades injustas, Venga tu reino de amor y justicia a esta nuestra realidad de odio e injusticia, que sea esa nuestra vida orante en la palabra y la acción; que se haga la voluntad de Dios y no la de un grupo de seres humanos que desprecian a los pobres y excluidos; danos el pan de cada día, danos gobernantes que actúen con justicia, que promuevan que en la mesa de todos/as este el pan y algo mas y que los alimentos puedan comerse, compartirse en un ambiente de fraternidad y tranquilidad. Líbranos Señor de la miseria y da las artimañas del sistema perverso, danos valor para enfrentar las potencias oscuras
Vida de oración permanente, tal y como Jesús nos enseño
Finalmente, entre otras, una Buena y gran Noticia que tiene el Espíritu Santo para nosotros/as es que Dios nuestro Padre y Madre sigue invitando a la humanidad a compartir su Visión y su Misión para el planeta.
Somos colaboradores/as de Dios, inspirados/as por Dios y enviados/as por él ha proclamar el mensaje del Evangelio tanto con nuestras palabras como con nuestra conducta, recordando que nuestras sociedades latinoamericanas de este momento histórico demandan de nosotros y nosotras un testimonio de altura ética, en momentos donde la palabra cae por su propio peso y “se la lleva el viento” sino es acompañada de acciones coherentes con el discurso y comprobables
Ahora somos convocados/as a la coherencia entre discurso y practica que sustente un accionar profundamente ético. Aprendamos, pues, a dejar que el Espíritu sople y con su soplo nos limpie de una buena parte de todas las imperfecciones que obstaculizan su acción en iglesias locales situadas en sociedades en las que tanto se necesita de la acción liberadora de Dios, con consistencia, transparencia y ética cristianas, mediante la vieja, renovada y amada Iglesia,
Seguramente ustedes tiene cada cristiano/a tiene mucho que aportar al tema aquí tratado, que Dios nos ayude para que además de reflexionar podamos poner en la practica esta reflexión