Antecedentes históricos
Irán es uno de los países más antiguos del mundo, su historia se remonta 5.000 años atrás. Está situado en un enclave estratégico, en la región de Oriente Medio al suroeste de Asia. Las primeras evidencias de presencia humana se remontan al Paleolítico Inferior en la meseta Irania, en el valle Kerman Shah. A lo largo de su historia, en varias ocasiones Irán fue invadido y ocupado por potencias extranjeras. Es indispensable estudiar la historia de Irán para comprender su desarrollo posterior.
La primera civilización importante que vivió en el territorio actual de Irán, fueron los elamitas, éstos se establecieron en el suroeste de Irán aproximadamente en el 3.000 a. de C. En el 1.500 a. de C, las tribus indoarias empezaron a llegar a Irán procedentes del río Volga al norte del mar Caspio y desde Asia central. Con el tiempo, se establecieron en Irán las dos principales tribus de los arios — los persas y los medos— . Una de estas tribus se asentó en el noroeste y fundó el reino de Media. La otra tribu vivió en el sur de Irán, en la región que los griegos después llamarían Persis — de aquí procede el nombre de Persia— . Sin embargo, medos y persas llamarían a su nuevo hogar, Irán, que es la forma abreviada de Iran-sahr (país de los arias).
En el año 600 a. de C, los medos dominaban Persia. En el 550 a. de C, los persas con Ciro a la cabeza, derrocaron al rey de los medos y formaron su propia dinastía (el imperio aqueménida). En el 539 a. de C, aún en el período Ciro, Babilonia, Palestina, Siria y el resto de Asia menor hasta Egipto, pertenecía al Imperio aqueménida. En el período de Darío, se construyeron los primeros caminos y se crearon las primeras líneas marítimas, junto con la acuñación de oro y plata. Los caminos reales de Sardes a Susa y el sistema postal, funcionaban con una eficacia sorprendente. En el 500 a. de C, este vasto imperio llegaba por el oeste, a la región conocida por Libia, y por el este a lo que es ahora Pakistán, desde el golfo de Omán al sur hasta el mar de Aral al norte. El valle Indo también formaba parte del Imperio aqueménida. El arte tuvo mucha influencia en el arte de la India, e incluso después de su desaparición, en la dinastía india Maurya y su gobernante, Asoka, todavía se podía encontrar mucha influencia aqueménida. Igualmente, en Asia menor y Armenia, después de la caída de los aqueménidas todavía era muy fuerte la influencia iraní. Era tal la influencia de las palabras iraníes en la lengua armenia, que durante mucho tiempo los investigadores pensaron que el armenio era una lengua iraní en lugar de una rama separada de la familia indoeuropea.
Aproximadamente en el 513 a. de C, los persas invadieron lo que ahora es el sur de Rusia y el sureste de Europa. Darío envió su gran ejército a Grecia en el año 490 a. de C, pero fue derrotado en Maratón por las fuerzas atenienses. Más tarde, en el 480 a. de C, su hijo Jerjes, volvió a invadir Grecia. Los persas derrotaron a los espartanos en la batalla de Termópilas. Posteriormente los persas sufrieron una aplastante derrota en Salamis y fueron expulsados de Europa en el año 479 a. de C. Después de la derrota en Grecia el Imperio aqueménida entró en declive. En el 331 a. de C, Alejandro Magno de Macedonia, conquistó el imperio, derrotó a un enorme ejército persa en la batalla de Arbela. Así terminó el Imperio aqueménida y Persia pasó a formar parte del imperio de Alejandro Magno.
La conquista del Imperio aqueménida por parte de Alejandro Magno, fue una gran tragedia para los iraníes, y ésta quedó reflejada en el poema, Shah Nameh, escrito por el poeta Firdausi a principios del siglo XI. Más de diez años después de la muerte de Alejandro Magno, en el 323 a. de C, uno de sus generales — Seleuco— , formó la dinastía que gobernaría Persia a partir del 155 a. de C. Después serían los partos quienes dominaron Persia. Su dominio duró hasta el 224 d. de C. Construyeron una gran imperio desde el este de Asia Menor al suroeste de Asia. En los doscientos años que duró su dominio, los partos se enfrentaron a los romanos en occidente y a los kushans en lo que es ahora Afganistán.
En el 224 d. de C, un persa llamado Ardasir derrocó a los partos y se hizo cargo del imperio. Más de 550 años después de dominio extranjero, los persas volvieron a dominar Persia, la dinastía sasánida duró más de 400 años. En estos años el arte iraní floreció, las carreteras, la irrigación y la construcción de ciudades, todo mejoró, pero la guerra entre los persas y los romanos continuó durante casi todo el Imperio sasánida. La civilización sasánida alcanzó su cenit a mediados del siglo VI. Persia consiguió importantes victorias sobre los romanos, y reconquistó la tierra que antes había conformado el Imperio aqueménida. Las tropas persas llegaron a las murallas de Constantinopla, en aquella época capital de Bizancio (Imperio romano oriental). Pero cayeron derrotados y tuvieron que abandonar la tierra reconquistada.
El Imperio sasánida estaba más centralizado que sus predecesores. El zoroastrismo se convirtió en la religión del estado, pero durante el reinado de Sapor I, apareció otro líder religioso, Mani, que se proclamó el último y más importante apóstol de Jesús. Al final fue ejecutado. Su religión se denominó maniqueísmo. Bajo la dinastía sasánida la explotación y la opresión de la población alcanzaron un grado extremo. La esclavitud alcanzó su límite y entró en crisis. La intolerable tiranía de la nobleza feudal, hizo que miles de campesinos pobres emigraran a las ciudades, pero cuando llegaban se les trataba como esclavos. La opresión acumulada durante años, explotó en un movimiento revolucionario liderado por Mazdak.
Mazdak fue un gran revolucionario de su tiempo, su movimiento, igual que el de los primeros cristianos, se desarrolló en unas condiciones similares y tenían un contenido comunista. Predicaba la distribución igual de la riqueza, la prohibición de tener más de una esposa, y defendía la eliminación de la nobleza y el feudalismo. Las ideas revolucionarias de Mazdak tuvieron influencia entre los esclavos y campesinos pobres. Su movimiento duró treinta años, desde el 494 al 524. Durante el reino del rey Nosherwan, el movimiento de Mazdak fue brutalmente reprimido y fueron asesinados treinta mil de sus seguidores, a pesar de la brutal represión, Nosherwan tuvo que hacer reformas sociales y agrarias. El movimiento revolucionario de Mazdak es una de las luchas de clases más inspiradoras de la historia de Irán. Esta tradición ha dejado profundas marcas en el largo camino de los movimientos revolucionarios iraníes.
En la mitad del siglo VII, aconteció un hecho que transformó el destino de Irán. Los ejércitos árabes conquistaron el país y la mayoría de los iraníes fueron convertidos al Islam. La razón del éxito de la nueva religión no es difícil de comprender. A pesar de todos sus brillantes hazañas, el Imperio sasánida se caracterizaba por la opresión a las masas. Sin embargo, para el mundo iraní la llegada del Islam no significó la liberación, sino la derrota y la conquista por un pueblo extranjero. Eso cambió todo el curso de la historia de Persia. Al introducir el Islam, los árabes sustituyeron la antigua creencia persa en el zoroastrismo, y desde ese momento los persas han sido musulmanes. Pero desde el principio, en Irán el Islam tuvo sello propio, era diferente al resto del mundo musulmán. Los persas adoptaron la forma Shia heterodoxa del Islam y lo utilizaron como un arma contra loa jefes supremos árabes.
Durante siglos el idioma de los conquistadores — el arábico— , sustituyó a la lengua pahalavi (medio persa), que los persas utilizaban durante el período sasánida (el segundo imperio persa). La imposición de una lengua extraña era un freno para el desarrollo creativo de la literatura persa y la poesía. Y fue precisamente eso lo que reafirmo el espíritu nacional. La primera rama de la literatura que se separó del arábico después de dos siglos de dominación cultural, fue la poseía. Esto se debía a la gran tradición oral que tenía la poesía. Sin embargo, la influencia arábica todavía era muy fuerte y cuando el persa resurgió como lengua escrita en el siglo IX se utilizaba la escritura arábica. Durante cinco siglos la mayoría de las obras escritas por los persas e incluso la historia se escribió en arábico. A mediados del siglo VIII, Irán se había convertido en el centro mundial del arte, la literatura y la ciencia.
En el siglo IX, el control árabe de Irán se debilitó, el imperio se rompió en pequeños reinos con distintos gobernantes iraníes. Pero pronto surgió en el horizonte un nuevo enemigo. A mediados del siglo XI, los seljuk turcos de Turkistán conquistaron la mayoría de Irán. Los seljuks y otra tribus turcas gobernaron hasta el 1220. En este año los mongoles encabezados por Gengis Khan proliferaban por toda la región causando estragos. Destruían las ciudades por donde pasaban, asesinaron a miles de personas y acabaron con el califato abasí. La épica iraní está salpicada de la sangre de estas calamidades nacionales, cada página está llena de relatos de ciudades arruinadas y la espantosa devastación perpetrada por los bárbaros nómadas. Pero también fue sólo un episodio pasajero de la historia iraní. Después de 1335 el Imperio mongol en Irán se desintegró y a su vez, como en otras tantas ocasiones, el imperio fue sustituido por varias dinastías menores. Entre 1381 y 1404, Irán fue saqueada por otro conquistador de las estepas, Timur — conocido en occidente como Timur el cojo— . Pero por la propia naturaleza y organización de estas “hordas”, la muerte del jefe supremo normalmente era una señal de la desintegración y la dispersión de la horda. Por eso el imperio de Timur en Irán no sobrevivió mucha más a su fundador.
A final del siglo XV y principios del XVI, una tribu turca consiguió el control de varias regiones de Irán. En el 1501, el líder de la tribu, Ismail fue coronado rey y fundó la dinastía safévida, su mayor representante fue Abu Said que gobernó Irán desde 1587 a 1629. Él frenó las invasiones de los turcos otomanos y las tribus uzbekas del Turkistán. Abu Said y sus sucesores desarrollaron la arquitectura y las artes. Ispahán, se convertiría en la capital safévida en 1598, era conocida como una de las ciudades más civilizadas del mundo. En aquellos días los persas solían llamar a Ispahán, Nif-e-Jahan (“la mitad del mundo”). La divulgación del chiísmo como religión oficial del estado Safévida, se convirtió en una fuerza unificadora del Imperio safévida y permito a los safévidas canalizar y extender el latente sentimiento nacional iraní. Por otro lado, también llevó a los safévidas a un conflicto directo con el Imperio otomano, y a dos siglos de guerras intermitentes entre estos dos poderosos estados.
La dinastía safévida gobernó Irán hasta el 1722, cuando un ejército afgano invadió el país y tomó Ispahán. En el 1730, Nadir Shah — que pertenecía a una tribu turca— , echó a los afganos de Irán y se proclamó rey. Fue un conquistador formidable. En 1739 Nadir Shah tomó la ciudad de Delhi en la India. Saqueó la India y regresó con un abundante tesoro. Nadir Shah fue asesinado en 1747, después siguió un período caótico en el que varios líderes iraníes se disputaron el poder.
En 1750, Karim Khan — un kurdo de la tribu zand— consiguió el control de Irán. Después de la muerte de Karim Khan en 1779, estalló la guerra entre los zands y los qajars (una tribu turcomana de la región del mar Caspio). En este período Irán perdió Afganistán y otras regiones conquistadas por Nadir Shah. Los qajars derrotaron a los zands en 1794 y su dinastía gobernó hasta 1925. La monarquía qajar, fue incapaz de desarrollar una economía moderna, y poco a poco cayó bajo el dominio del imperialismo occidental. Traspasaron los recursos económicos de Irán a los imperialistas y éstos a su vez, les entregaban grandes cantidades de dinero que les permitía satisfacer sus necesidades financieras inmediatas y sus lujos cotidianos.
El descontento crecía al mismo ritmo que la incompetencia y la corrupción de la monarquía, el resentimiento contra la dominación económica extranjera y la presión de los imperialistas, encontraron su expresión en un movimiento de masas. La monarquía reprimió brutalmente la revuelta de Bab en 1844, pero este movimiento dejó tras de si una tradición revolucionaria que derivó en varias sectas religiosas, como el movimiento bahai. Una vez más las masas se rebelaron contra la política exterior qajar, cuando ésta hizo concesiones a la Empresa Británica del Tabaco. Este resentimiento se extendió y estallaron insurrecciones en distintas regiones. En 1906 debido a la presión de las masas, la monarquía tuvo que implantar algunas reformas constitucionales.
El movimiento a favor de la reforma democrática estaba dirigido por una alianza inestable de comerciantes e instituciones religiosas que tenían su apoyo en los bazaaris, los tenderos y otros elementos de las clases urbanas más bajas. La monarquía tuvo que conceder una constitución con derechos democrático burgueses, como la libertad de expresión, de asociación y asamblea, y a los comerciantes se les concedías derechos limitados de representación en el majilis (parlamento).
En 1826 Rusia invadió Irán. La Rusia zarista quería expandir su territorio y conseguir una salida al golfo Pérsico. Los rusos infringieron una dura derrota a Irán en 1827, después los dos países firmaron el tratado de Turkomanchai. El acuerdo concedía a la Rusia zarista la tierra del norte del río Aras, que demarca el límite entre los dos países hoy en día. En 1856, Irán intentó recuperar su antiguo territorio en el noroeste de Afganistán, pero el imperialismo británico declaró la guerra a Irán, y en 1857 Irán tuvo que firmar un tratado en el que renunciaba a cualquier pretensión sobre Afganistán. La influencia del imperialismo británico y de la Rusia zarista en Irán, aumentó durante la segunda mitad del siglo XIX. A principios de 1900 una empresa británica — la Anglo–Persian Oil Company— , comenzó a controlar los campos petrolíferos del suroeste de Irán.
Durante la Primera Guerra Mundial, Irán se convirtió en un campo de batalla, a pesar de tener una posición neutral. El zarismo ruso quería defender sus suministros de petróleo en Bakú y el mar Caspio. Los rusos participaron en una lucha feroz con los turcos en el noroeste de Irán. Los imperialistas británicos, por su parte, defendían sus intereses en los campos petrolíferos de Khuzistán. En 1920, Seyec Zia-al-Dian Taba Tabai — político iraní— , y Rea Khan — un oficial de caballería— , derrocaron a la dinastía qajar. En octubre de 1925, Reza se coronó Sha y se convirtió en el fundador de una nueva dinastía, la pahlevi. Durante sus veinte años en el poder, reprimió a kurdos, baluchis, qashquis y otras rebeliones y terminó con el gobierno semiautónomo del árabe Sheikh Khazal que contaba con la protección imperialista británica en Khuzistán.
La Segunda Guerra Mundial empezó en 1939 e Irán de nuevo se declaró neutral. Pero los aliados querían utilizar el ferrocarril transiraní para transportar los suministros de guerra desde Gran Bretaña hasta la Rusia estalinista. Pero Reza Shah estaba bajo la influencia de la Alemania de Hitler. A finales de 1930 más de la mitad del comercio exterior iraní iba dirigido a Alemania, y ésta proporcionaba a Irán la mayoría de la maquinaria destinada al programa de industrialización. Por eso Reza Shah se negó a cooperar, y en 1941 los imperialistas británicos y la Rusia estalinista invadieron Irán. Obligaron a Reza Shah a abdicar y pusieron en el trono a su hijo, Mohammad Reza Pahlevi. El nuevo Sha les permitió utilizar el ferrocarril y mantener las tropas en Irán hasta el final de la guerra.
La presencia de las tropas imperialistas británicas en Irán durante la guerra desencadenó un movimiento de masas. En majilis (parlamento) un grupo de nacionalistas liderados por Mossadeq reivindicó el final del control británico de la industria petrolera. En 1951 el majilis votó a favor de la nacionalización de la industria petrolera, pero el primer ministro se negó a ponerla en práctica. Fue destituido y sustituido por Mossadeq. Alarmado por su política antiimperialista, el 16 de agosto de 1953 la CIA organizó un golpe contra Mossadeq. El 19 de agosto el Sha regresó al poder.
De nuevo en 1960-61 reapareció la crisis política y económica, en esta ocasión la causa fue el fraude en las elecciones al majilis. El malestar político y económico llevó a una huelga general que fue reprimida brutalmente, gracias a la ayuda de la famosa agencia de policía secreta, el Savak. El Sha implantó el programa de la Revolución Blanca, la reforma agraria y otras medidas educativas y sanitarias. Desde 1963 a 1973 política y económicamente Irán se mantuvo relativamente estable. El aumento de los precios del petróleo favoreció el crecimiento económico. En 1973-74 los precios mundiales del petróleo se cuadriplicaron, y los ingresos de Irán pasaron de 5.000 millones a 20.000 millones de dólares anuales.
El Sha intentó utilizar estos fondos para transformar Irán en “la quinta nación más poderosa del mundo”. Con esta ilusión en 1971 celebró el .500 aniversario de la fundación del Imperio persa por Ciro en el 550 a. de C, pero el boom el petróleo vino acompañado de la inflación, la emigración a las zonas urbanas, escasez de vivienda, infraestructura insuficiente y un enorme abismo en los ingresos de la población. Estas condiciones sociales provocaron un profundo resentimiento entre los trabajadores, campesinos y clases medias que se transformaría en un movimiento revolucionario de masas. Las huelgas generales paralizaron el sistema, por desgracia la política equivocada del Partido Tudeh (Partido Comunista) consiguió que la revolución fuera controlada por los fundamentalistas.
En el momento culminante del movimiento de masas, Jomeini estaba en Francia, allí consiguió el apoyo de la clase dominante francesa que le dio los medios necesarios para acabar con la revolución. En realidad, la verdadera fuerza de la revolución era el proletariado iraní, en concreto los trabajadores del petróleo. Después de acabar con la revolución, Jomeini era incapaz de aplastar a la clase obrera, que estuvo organizada en los shuras (soviets) hasta 1981. Después de tomar el poder del estado, ejecutó a más de 6.000 trabajadores y políticos de la oposición. Estallaron continuos choques y divisiones dentro del PRI (Partido Republicano Islámico), la dirección intentó contrarrestarlos con la supresión de la oposición interna y con la formación de organizaciones terroristas en Oriente Medio y otros países islámicos.
El régimen Jomeini respaldó a los sectores fundamentalistas de Hamás Hezbollá como un medio para desviar la atención de las tensiones internas en Irán. La composición social de estos grupos era principalmente lumpemproletariado. La ironía es que antes de la revolución de 1979 en Irán, este tipo de organizaciones estaban financiadas por la CIA y el servicio secreto israelí, el Mossad, con la intención de dividir en líneas religiosas a la clase obrera de Oriente Medio.
Con estos métodos consiguieron controlar la división dentro del PRI y consolidaron su régimen reaccionario. En septiembre de 1980, Irak invadió Irán, la guerra duró hasta 1988. El 3 de junio de 1989, Jomeini murió y le sucedió como líder supremo religioso de Irán, el ayatolá Alí Jamenei. La lucha fraccional por arriba alcanzó una etapa crítica, que se expresó en las elecciones de 1997 y de nuevo en las del 18 de febrero de 1999. El 11 de marzo, Saeed Hajjaarian, uno de los arquitectos del movimiento por la reforma de Irán fue asesinado. Hace poco se produjeron ataques de bombas en el centro de Teherán. Las bombas han sacudido Pasdarán al noroeste de la capital. Esto demuestra que el régimen, que parecía eterno, ha entrado en una fase de crisis terminal. ¿Cómo podría ser de otra manera? La historia no acabó con la proclamación de la República Islámica de Irán. Contrariamente a los sueños reaccionarios de Jomeini, la historia nunca sigue un plan subjetivo o las ideas preconcebidas de los individuos, sobre todo cuando estas ideas carecen de un carácter científico. Es verdad que durante cierto tiempo, puede prevalecer incluso la reacción más delirante, que puede aprovecharse de las contradicciones existentes en la sociedad y en la conciencia de las masas.
En unas circunstancias peculiares y excepcionales, Jomeini y sus seguidores fueron capaces de frenar la revolución. La presente obra tiene el objetivo de explicar exactamente como ocurrió esto. La victoria de la reacción fundamentalista en Irán habría sido impensable de no ser por la política desastrosa seguida por aquellos partidos y grupos que tendrían que haber dotado a la clase obrera de la dirección necesaria. En particular, el Partido Tudeh y su política estalinista jugaron un papel pernicioso y entregó a los trabajadores iraníes a los brazos de Jomeini.
El régimen de los ayatolás ha perdurado más de dos décadas. Pero los síntomas nos dicen que está agotado. Se abre ante nosotros una nueva etapa en la revolución iraní. El látigo de la contrarrevolución, como decía Carlos Marx, ha despertado el movimiento revolucionario. El nudo de la historia, que se rompió después de 1979, de nuevo se ha restablecido en Irán. Esa es la tarea de los marxistas iraníes, armar al movimiento con objetivo claros. Así la victoria estará garantizada. Pero en primer lugar es necesario que la nueva generación de trabajadores y jóvenes revolucionarios, aprendan las lecciones del pasado y extraigan las conclusiones necesarias. Si esta obra es una ayuda en esta tarea, el objetivo estará cumplido.