Social democracia necesita programa, líder y apertura
Ivo Príamo Alvarenga
Generar ahora una fuerza social demócrata, con la debilidad de faltarle identidad histórica e ideológica, requeriría de un programa sólido, liderazgo carismático y amplia apertura.
Los intentos anteriores, excepto el efímero PSD pro Lemus, trataron de acopiar seguidores en la élite y la masa. Lo mismo el MNR inicial, empezado por pocas personas de clase media modesta, incluyendo obreros y pequeños empresarios.
Luego engrosado por universitarios de la exitosa Federación Socialista Democrática, quienes recogieron las firmas para inscribirlo, con el paradójico, explicable en ese momento, apoyo del PAR, entonces fachada del Partido Comunista, en otro tiempo del General Menéndez.
Fueron a elecciones, llevando como candidato a la alcaldía de San Salvador a una persona que este día cumple años y, debido a su incansable lucha por la libertad, merece un saludo.
Lograron elegir diputado al iniciador del partido, Rodrigo Gamero, quien pasó a creerlo propiedad personal y habría provocado su extinción, de no habérselo “tomado” Guillermo Ungo y varios veteranos de intentos anteriores, como el PRD y la primera AD, así como líderes estudiantiles tipo Héctor Oquelí, mártir de la social democracia, hoy casi olvidado.
Se adhirieron notables profesionales y un poco de obreros. Pero no pasaron de allí, pese a dos oportunidades para crecer. La primera cuando se unieron a la Unión Nacional Opositora (UNO) cuya fuerza era el PDC, que por cierto anulaba la intención del MNR de plantearse como alternativa honesta, al intervencionismo de los gobiernos corruptos e imposicionistas de las dictaduras.
La otra fue cuando la Democracia Cristiana decepcionó a sus multitudinarios seguidores, al aliarse con los militares a principios de los 80. El MNR en vez de sustituirla en la simpatía popular, cometió el error de pegar su pequeñez de hormiga a la ceiba de los frentes civiles del naciente FMLN.
Desde entonces, el MNR fue un partido de dos personas, Ungo y Oquelí, el último gestor principal de su admisión en la Internacional Socialista (IS), con cuya ayuda habrían podido sintetizar una doctrina social demócrata salvadoreña y crear bases en el país, pero se dedicaron a publicar folletos y realizar viajes atacando a los gobiernos de El Salvador y Estados Unidos.
Cuando regresaron, para poco después morir el primero y ser asesinado el segundo, quisieron insuflar vida al “partido”, pero desapareció en la primera elección que enfrentó.
Ungo, con el nombre MNR, su inteligencia, cultura y capacidad de mediación, amén del poderoso apoyo de la IS, logró ascendencia sobre los líderes guerrilleros e influyó en el proceso de paz.
Aparte eso, en nada allanó el camino hacia un movimiento social demócrata; ni siquiera heredando a quienes hoy buscan la membresía de la IS, traidoramente alineada con el FMLN, ajeno a sus ideales democráticos.
Los actuales intentos, caducado el intervencionismo, tendrían que adoptar sin medias tintas la economía social de mercado, con el principio que el PSD de Billy Brandt utilizó para sacar del poder a los creadores de aquella, los demócratas cristianos alemanes: “Haremos lo mismo que ellos, pero lo haremos mejor”.
Tendrían que elaborar estudios programáticos serios, creíbles, en vez del estéril radicalismo de algunos líderes, como si quisieran disputárselo al FMLN.
Al contrario de una amplia apertura, ni siquiera han reclutado adherentes cuando ya empiezan a discriminarlos.
Para colmo, ninguno tiene magnetismo en las masas, dicho sea con respeto a sus buenas intenciones, el afán patriótico que los mueve y la capacidad que, por todo otro concepto, los caracteriza.
Colorín colorado, este cuento no ha empezado, pero ya se ha acabado.