¿Cómo enfrentan los movimientos sociales al imperialismo?
Claudia Korol
En las batallas de sobrevivencia se plantea un desafío entre las políticas de asistencia económica, como mecanismo de control y cooptación, y las posibilidades de los movimientos de generar respuestas autónomas, exigir al Estado, y no quedar atrapados en las redes del asistencialismo
1. La batalla contra el imperialismo, teniendo una dimensión local y nacional, requiere ser cada vez más una estrategia de carácter internacional de los movimientos populares, frente a las consecuencias de las políticas de explotación, exclusión, saqueo de los recursos naturales, y chantaje político, económico y social sobre la soberanía popular y la autodeterminación nacional, a través de mecanismos como la deuda externa, los tratados de libre comercio, la militarización, que son posibles y se refuerzan por la dominación cultural.
2. La política imperialista, que en los años 90 estuvo en un momento de apogeo, al comenzar el siglo 21 comienza a tener dificultades para continuar desarrollándose con las mismas modalidades. Una crisis de gobernabilidad recorre a los países desestabilizados por las administraciones neoliberales. En este contexto, la manera más inmediata de resistencia que han encontrado los movimientos populares en Argentina y en diferentes países de América Latina, han sido levantamientos populares, puebladas locales o nacionales contra la exclusión, que en Argentina tuvieron su mayor expresión en la rebelión del 19 y 20 de diciembre del 2001. Las jornadas del 19 y 20 de diciembre del 2001 en Argentina, han sido el levantamiento de los excluidos y excluidas contra el orden que los condena y oprime. Sin avanzar mucho más en estrategias alternativas de poder popular, han constituido un ensayo masivo de nuevas formas de lucha y organización, y han tenido una enorme potencialidad creativa para recuperar energías que parecían adormecidas por las prédicas posibilistas generadas desde usinas ideológicas socialdemócratas y “posmodernas”.
3. Los sentidos simbólicos de la revuelta: la insubordinación de las conciencias y de los sentimientos que caracterizaron ese 19 y 20, fue un acta de acusación contra las políticas neoliberales. El saqueo a los supermercados reveló que en un país rico en alimentos, franjas mayoritarias de la población están hambreadas. La pelea callejera contra las fuerzas represivas desafiando el Estado de Sitio, dan cuenta del crecimiento de la indignación ante las políticas de impunidad. El fuego a los bancos y a diversos símbolos del poder económico neoliberal, incluidos símbolos culturales como los Mc Donald, mostraron la estigmatización que crece en el imaginario social, al saqueo que el capital financiero realizó en las últimas décadas en nombre de la “modernización capitalista”. El “que se vayan todos”, expresó la crisis de representación política de las franjas fundamentales de los partidos que sostuvieron y reprodujeron el modelo, y también la crisis de confianza en las estructuras políticas tradicionales de las izquierdas. Aquellas jornadas indican los alcances y límites de nuestro imaginario rebelde, y anuncian algunas tendencias que al margen de avances y retrocesos coyunturales marcan la subjetividad de nuevas franjas de protagonistas sociales y políticos, con señales que hablan de la recuperación de la confianza en las propias fuerzas, la deslegitimación del “orden” que nos condena, la posibilidad de pensar en la necesidad de una nueva institucionalidad, y en consecuencia la oportunidad de repensar la política. Se insinúan distintas maneras de amasar identidad y proyecto, sobre la base de un esfuerzo colectivo que al tiempo que sueña el proyecto, intenta construirlo en las prácticas cotidianas, modificando las relaciones de opresión y dominación. Es parte también de lo “ganado” en las jornadas de rebeldía, la cotidiana victoria sobre el terror introyectado por la dictadura y la impunidad, el desafío de dar una nueva vuelta en la historia de los vencidos, resignificando el sentido mismo de la victoria y la derrota, y achicando las distancias entre una y otra, en la medida que ambas forman parte del camino de creación de nuevos mundos humanizados por la resistencia y los proyectos fértiles que en ésta van echando raíces. Valorizar lo ganado no significa ilusionarse en que esto ha sido integrado “de una vez y para siempre” en la subjetividad popular; pero implica reconocer que estas experiencias, aún en los momentos en que ese impulso retrocede o encuentra un cierre parcial, han atravesado vivencialmente a millones de hombres y mujeres, y especialmente a las generaciones jóvenes que fueron protagonistas de la rebelión, dejando impresa su huella en nuestra historia colectiva.
4. En esas jornadas y a partir de entonces, se multiplicaron las formas de organización de los oprimidos y oprimidas, entre las cuales las más significativas son las organizaciones de los trabajadores y trabajadoras desocupados los piqueteros y piqueteras, los obreros y obreras sin patrón, los movimientos campesinos e indígenas, el movimiento de mujeres, las asambleas barriales y los proyectos culturales autogestionarios, que promovieron alternativas económicas y sociales de sobrevivencia.
5. Más allá de que estas jornadas tuvieron fuertes límites que derivan de la ausencia de estrategias claras de poder popular, de la falta de instrumentos políticos capaces de dar organización y proyección revolucionaria a las rebeldías, su impacto fue importante para transformar el sentido común y la subjetividad popular, y fue más allá de las fronteras nacionales. Quedó demostrado ante el mundo, que las políticas neoliberales tienen consecuencias devastadoras para los pueblos.
6. De ahí en más se tuvieron que ensayar nuevas formas de gobernabilidad, que prestaran más atención a la sensibilidad y al descontento de la población. Estas imágenes de las rebeliones populares incendiando ciudades en Argentina, Ecuador, Bolivia entre otros países, fue un llamado de atención para los ideólogos de las políticas neoliberales, para sus voceros, para sus instrumentos financieros como el Banco Mundial –que comenzó a organizar proyectos para “combatir la pobreza” que ellos generaron. Fueron también un factor que favoreció los resultados electorales de las fuerzas de centroizquierda que en alianza con sectores de centro e incluso de derecha en algunas ocasiones, se presentaron como alternativas frente a las sociedades que buscaron castigar por esta vía a los partidos y dirigentes que expresaban más concentradamente las políticas neoliberales.
7. Es en este contexto que analizamos, la etapa abierta en Argentina con el gobierno de Kirchner. Es un gobierno que expresa los límites políticos e ideológicos de la rebelión popular, y en consecuencia, los enjuagues que realizaron los sectores políticos dominantes, para presentar alternativas propias al “que se vayan todos”. El gobierno de Kirchner –que llegó a la presidencia gracias a la alianza con Eduardo Duhalde, quien fuera vicepresidente de Menem- representa a una fracción del Partido Justicialista, que tomó en cuenta la crisis de gobernabilidad, y utilizó un discurso fuerte de contacto con los sentimientos populares, que no está respaldado por acciones reales en el plano de la redistribución económica, y en las políticas económicas y sociales. Es fundamentalmente un cambio de discurso, y un conjunto de medidas políticas que intentan mostrar sensibilidad en temas como los derechos humanos, junto a la multiplicación de las políticas asistenciales, y al mismo tiempo un trabajo de fragmentación y cooptación de los movimientos populares de resistencia, o de judicialización de los mismos, la dominación cultural que se expresa en los intentos de imposición de un patrón cultural burgués, colonial, racista, machista, homofóbico, violento, guerrerista.
8. Las batallas contra el imperialismo, en consecuencia, tienen una dimensión concreta en la continuidad de la resistencia a las políticas neoliberales que siguen implementándose en la Argentina. La consolidación de los espacios organizativos y políticos del movimiento popular, y la elaboración de una estrategia de unidad de los mismos en el desafío a estas políticas, pasa a ser un aspecto central en la capacidad de enfrentamiento de estos movimientos.
9. En esta perspectiva, es necesario analizar de manera más sistemática y colectiva, las modalidades con que se ejerce hoy la dominación imperialista, sus objetivos, las metas precisas mediatas e inmediatas, para que las resistencias y las formas de enfrentamiento resulten eficaces, y pasen de una etapa eminentemente defensiva, a momentos más enérgicos que apunten a crear nuevamente dificultades a la dominación, y a defender nuestras posibilidades de vida y de soberanía sobre nuestros territorios y recursos.
10. Tratando de presentar algunas de las modalidades con que se plantea esta resistencia actualmente en la Argentina, quiero señalar:
1. Las batallas por la sobrevivencia. Me refiero a los esfuerzos de los movimientos de trabajadores desocupados para garantizar cuotas mínimas de asistencia destinada a la sobrevivencia, y la batalla por trabajo genuino. En esta dirección, se multiplican los emprendimientos productivos de los movimientos, las huertas comunitarias, los comedores, los talleres artesanales, etc. así como la presión sobre grandes empresas –especialmente las petroleras- para conseguir puestos de trabajo. Existen también movimientos que han asumido la posibilidad de recuperación de tierras, para organizar la producción, como en el caso de la UTD de Mosconi. Quiero resaltar que, además de asumir la respuesta a la condena social de la exclusión, en el marco de estos proyectos se desarrollan nuevos vínculos, de solidaridad, de organización, de resistencia, que permiten pensar en la rearticulación desde nuevas formas del sujeto social, como sujeto histórico. Las experiencias de autonomía en relación al estado y a los gobiernos locales, en algunos movimientos, van creando ejercicios parciales de auto-organización de los trabajadores y trabajadoras. En esta perspectiva se inscribe también la experiencia de las más de 200 empresas recuperadas por los trabajadores, donde se desarrollan diversos modelos de organización de la producción. Estas experiencias, de las cuales una de la más emblemática es la de Cerámicas Zanon, inscribe en el imaginario popular la posibilidad del trabajo sin patrones. También podemos considerar como batallas de sobrevivencia las que vienen desarrollando las organizaciones campesinas e indígenas, en defensa o por la recuperación de sus tierras.
2. Las batallas por la defensa de los recursos naturales, especialmente aquellos que se encuentran en el centro de los objetivos imperialistas, como el petróleo, el gas, la energía, la minería, el agua, la biodiversidad. En este plano, suelen conjugarse diversos movimientos, muchas veces de carácter local y regional, en los que se unifican intereses de movimientos de excluidos, con sectores con conciencia ecológica, y franjas de la sociedad que se resisten a la destrucción de las tierras, las aguas, y el ecosistema local, regional o nacional. Algunos de estos movimientos se articulan en redes de carácter nacional y a veces internacional, como los que batallan contra las consecuencias de las represas, por la defensa de los ríos, de las tierras, por la reforma agraria, contra el avance de la soja transgénica, o contra la contaminación ambiental producida por las petroleras, o por la minería.
3. Las batallas del movimiento de mujeres y de los movimientos de la diversidad sexual contra las políticas patriarcales. Es una batalla cultural que al tiempo que enfrenta el patrón ideológico conservador que sostiene y reproduce al capitalismo, permite desafiar los núcleos de esta cultura existentes en los propios movimientos populares. Implica poner en discusión un aspecto que el capitalismo niega sistemáticamente, que es el deseo. Como parte de la represión cultural, se niega la sexualidad, la libertad para decidir sobre nuestros cuerpos, los derechos de una parte inmensa de la humanidad a ser protagonistas de la historia. Los aportes del feminismo revolucionario, desafían tanto al pensamiento único colonizador, como al feminismo burgués funcional a la dominación imperialista, y a los pensamientos conservadores que en la izquierda y en los movimientos populares, restan potencialidad emancipatoria a las prácticas de transformación activa de la vida cotidiana, y de sueño de una sociedad libre de todas las opresiones.
4. Las batallas contra la represión y las diferentes modalidades de judicialización de la protesta, que constituyen una dimensión local de la militarización. También la denuncia y el enfrentamiento de las Leyes Antiterroristas, que se están aprobando en todos los países de nuestro continente. En este sentido, hay una pérdida de eficacia de los movimientos históricos de derechos humanos, que en algunos casos acompañan las demandas de justicia frente a los crímenes de la dictadura, pero no lo hacen de la misma manera con las víctimas actuales de las violaciones a los derechos humanos. Es necesario denunciar que actualmente las violaciones a los derechos humanos tienen un carácter cada vez más clasista, porque la criminalización de los pobres es funcional a las políticas de exclusión. En esta dirección, la batalla por la libertad de los presos y presas políticas, es parte de las acciones de hoy por la defensa de los derechos humanos, contra las políticas de exterminio de los pobres.
5. Las batallas contra los avances de las políticas de militarización, que se expresan en los ejercicios militares conjuntos latinoamericanos, la activación de alarmas regionales como las que señalan a la Triple Frontera como sede de movimientos terroristas, o las rutas del noroeste argentino, como paso del narcotráfico, para justificar la instalación de fuerzas militares norteamericanas, de bases de control local o regional. El enfrentamiento a las políticas que buscan la inmunidad a las tropas norteamericanas, que pudo ser frenado –cuando se intentó realizar en Argentina el ejercicio conjunto de las FFAA latinoamericanas y norteamericanas Aguila III-, pero que se vuelve a intentar de cara a las próxima Cumbre de las Américas, que se va a realizar en noviembre en Mar del Plata.
6. Un aspecto insuficiente de nuestras movilizaciones contra la guerra, es la denuncia y oposición enérgica a la participación argentina en misiones militares como la que hoy se desarrolla en Haití: una invasión inhumana contra un pueblo latinoamericano.
7. Las batallas contra el ALCA, contra el pago de la deuda externa, contra el libre comercio y las imposiciones de la OMC, que se expresan fundamentalmente, como en el caso anterior, a través de campañas de concientización y de denuncia, así como con iniciativas de movilización o plebiscitarias.
8. La activa solidaridad con las fuerzas revolucionarias que combaten al imperialismo. En especial con la Revolución Cubana, con la Revolución Bolivariana, y con todos los movimientos que batallan en Bolivia, en Colombia, en Ecuador, en Paraguay, con importantes niveles de desafío del poder –en algunos casos-, y altos costos en términos de represión y de vidas humanas.
Desafíos
1. En las batallas de sobrevivencia se plantea actualmente un enorme desafío entre las políticas que manipulan la asistencia económica, como mecanismo de control y cooptación, y las posibilidades de los movimientos de generar respuestas autónomas a estas necesidades, exigir al Estado, y no quedar atrapados en las redes del asistencialismo. En los movimientos que vienen desarrollando emprendimientos productivos, es necesario asumir el desafío de generar en los mismos modalidades de organización de las producción que aporten a la creación de una subjetividad opuesta a la que reproduce la dominación. Al mismo tiempo, estos son laboratorios en los que es necesario desarrollar una batalla contra las modalidades diversas de dominación y opresión, que están introyectadas en los mismos movimientos, como el autoritarismo, el verticalismo, el machismo, la xenofobia, el racismo, la violencia en la resolución de los conflictos grupales o interpersonales. Es necesario realizar debates más profundos que nos permitan dilucidar qué modalidades productivas son coherentes con los objetivos del movimiento popular en esta etapa de su construcción, enfrentando las ilusiones de poder competir con las mismas leyes del capitalismo, en un mercado dominado por las trasnacionales.
2. Es necesario fortalecer las acciones regionales de desenmascaramiento de las políticas de saqueo de los recursos naturales, como por ejemplo, las intenciones imperialistas de apropiación del Acuífero Guaraní, de los recursos petroleros y energéticos, de la minería. La batalla contra las consecuencias de esta expropiación de la soberanía. Cuando los recursos afectan a varios países, es posible realizar una coordinación más efectiva de los movimientos populares presionando sobre los gobiernos que están rindiéndose frente a las pretensiones imperialistas, y al mismo tiempo, sin delegar en los gobiernos toda la responsabilidad, sino pensando en estrategias propias de defensa de esos recursos. En tal sentido, cabe destacar que uno de los sectores que han venido desarrollando batallas desiguales pero muy enérgicas contra el avance de los megaproyectos de represas, o turismo, o de la minería que devastan el medio ambiente, son las comunidades de los pueblos originarios. En estas batallas las comunidades ven implicadas también las posibilidades de defensa de su identidad y de su cultura. Pero muchas veces estas batallas no cuentan con el suficiente respaldo de otros movimientos de los oprimidos y oprimidas, que realizan una jerarquización de las demandas y de las resistencias, en las que muchas veces se expresan residuos de concepciones economicistas, o de subestimación de las dimensiones culturales de las batallas populares. Sin hacer de la identidad un factor de confrontación con otras dimensiones posibles de estas batallas, es necesario comprender que cuando pueblos enteros están amenazados en su existencia por las políticas de homogeneización cultural, las batallas por su territorio, concebido como un concepto complejo que implica tierra, cultura, lengua, sueños, subjetividades, es parte fundamental del desafío a la dominación imperialista. La conquista y colonización de América promovió la hegemonía de una cultura racista, legitimadora del saqueo de nuestros recursos naturales, de la devastación de nuestros territorios, del genocidio de nuestros pueblos, y la imposición de una visión del mundo sobre las muchas existentes en estas tierras. Descolonización es también una batalla cultural específica que no se resuelve de manera propagandística, sino que requiere de propuestas elaboradas de educación y comunicación popular.
3. En esta dirección, un desafío es conocer mejor los hechos concretos que se van produciendo en dirección a consolidar las políticas imperialistas, y como funcionan algunos mecanismos para sostenerlos: por ejemplo, ¿cuál es el papel de Repsol, en el reparto del petróleo en nuestros países? ¿cuáles son las trasnacionales norteamericanas que actúan en ese reparto, y con qué alianzas? ¿cuál es el rol de Petrobras? ¿Cómo enfrentar las políticas que las trasnacionales petroleras o de la minería desarrollan contra las comunidades o pueblos donde se instalan? ¿Qué relaciones existen con otras trasnacionales?
4. Necesitamos desarrollar una amplia campaña regional contra la invasión al pueblo de Haití, contra la realización de ejercicios conjuntos monitoreados por las fuerzas militares norteamericanas, contra la presencia militar norteamericana con inmunidad para sus tropas en Paraguay, teniendo en cuenta también que está planificado un próximo ejercicio conjunto con tropas de Brasil y Argentina, para el año 2006.
5. La batalla antimperialista es, fundamentalmente, una batalla cultural que implica avanzar en la descolonización de nuestros sentidos del mundo, de nuestras concepciones de lucha, de nuestra lectura de la historia, de nuestras modalidades de resistencia. Es necesario acompañar los procesos de resistencia y de organización de los movimientos populares, con procesos de formación política, ideológica, que basados en la educación popular como contenido y como metodología, permitan avanzar en la creación colectiva de nuestro conocimiento del mundo y de la conciencia sobre las capacidades y posibilidades que tenemos para transformarlo. Educación popular, formación política, creación de valores, mística de combate. Estamos hablando que para derrotar al imperialismo, que es nuestro sueño, necesitamos horadar su cultura y su ideología, sus valores introyectados en nuestras propias prácticas y en nuestras ideas del mundo. Estamos hablando de la educación popular, como una dimensión de la batalla antimperialista, en el sentido que la pensó Paulo Freire: como pedagogía de los oprimidos y oprimidas para develar la opresión, y combatirla. Y también en el sentido que pensó el Che el socialismo: como creación no sólo de una nueva manera de distribuir los bienes, sino fundamentalmente como un hecho de conciencia. Estamos hablando entonces de la creación de hombres y mujeres nuevos, que se formen en las prácticas solidarias, en la resistencia a todas las opresiones, en la solidaridad continuada, en la capacidad de soñar, o en la perspectiva mariateguiana, perpectiva del encuentro de las ideas revolucionarias y la fuerza del mito, la fuerza de las pasiones.
6. El sueño del socialismo como creación heroica de los pueblos, ofrece un horizonte a la diversidad de prácticas antiimperialistas y de experiencias locales que se van realizando. Pero es imprescindible encontrar las maneras de que estas experiencias se encuentren, para tener mayor capacidad de desafío, y sobre todo para poder proponer nuevas metas en la subjetividad popular, que aprendió después de las últimas rebeliones y triunfos electorales de fuerzas alternativas, que no alcanza con adquirir fuerza para derribar a un gobierno o dos o tres, ni alcanza con la fuerza para llegar al gobierno por uno u otro camino. La posibilidad de desafiar al imperialismo, está en línea directa con la capacidad que tengamos para constituir al movimiento popular como sujeto histórico de los cambios, como bloque político social transformador, y en esta dirección, es necesario avanzar en crear los puentes que permitan el encuentro y la proyección de todas las resistencias y todos los sueños acumulados en más de 500 años de combate contra el colonialismo en nuestro continente, en la creación de una alternativa emancipatoria de poder popular que anclando la batalla cultural en la transformación de la vida cotidiana, experimente la dimensión internacionalista de las batallas populares, que permite que las batallas angustiantes por sobrevivir no ahoguen en la impotencia de las dificultades cotidianas a los movimientos, y que se puedan superar las dificultades que surgen de la desfavorable relación de fuerzas. Se vuelve imprescindible entonces, ir forjando las bases de un poder popular que se proponga terminar con todas las opresiones, con todas las formas de explotación y dominación, aportando a la transformación del mundo, con un sentido antiimperialista y socialista, como una sociedad universal de hombres y mujeres nuevos, de hombres y mujeres libres, creadores de su historia cotidiana.
Ponencia en el CEPIS
23 de septiembre del 2005