Para el 2006 la Pastoral de Inclusión de la Iglesia Luterana Costarricense (ILCO) ha definido una serie de acciones para atender y escuchar a poblaciones excluidas, y para trabajar su misma identidad como iglesia.
En una sala acondicionada como capilla, en la Iglesia Luterana Costarricense (ILCO), las sillas forman un círculo, en cuyo centro bien acomodadas están el cáliz, el vino y el pan, y junto a ellos, la luz de la candela que deja ver su nuevo vestido: el arco iris, la representación de la diversidad e inclusión que la Iglesia Luterana Costarricense ha incorporado como parte de sus símbolos litúrgicos.
Luego del llamado a la oración y al canto, en círculo, sentados a la luz de la candela multicolor, las y los participantes de la misa inclusiva comparten un espacio de reflexión. Después de leerse el texto del evangelio Juan 3 1-12 sobre cómo nacer de nuevo, se continúa con la lectura del poema Trajes de Jorge de Bravo, autor costarricense.
“…Hace mucho tiempo que usamos un mismo vestido. Nos hemos habituado tanto a usarlo que muchas veces nos da miedo y no nos atrevemos a cambiarlo…”, lee con voz clara uno de los participantes de la misa inclusiva.
Sigue: “Yo digo, sin embargo, que en la vida hay mucho traje fresco y no debemos dejar jamás que se nos hunda el viejo en la piel y los huesos, porque entonces, amigos, deja de ser vestido y se nos hace amor y carcelero…”
Un espacio de silencio en honor a la meditación y luego como comunidad que pretende romper ataduras, uno de los participantes se levanta y pregunta ¿hacemos un espacio en nuestra vida para el otro? ¿Apoyamos a la colectividad?
Con serenidad, otro de los participantes, al lado de la puerta, levanta la mano y agradece a la ILCO brindar este tipo de espacios, “un momento donde nacemos de nuevo”, terminó con la vista fija hacia la luz de la candela.
Al final de la reflexión, un canto, y pese a que las voces se escuchan disparejas, como cuando un grupo entona el himno y cada quien sigue su propia desafinación, se escucha unidad dentro de la diversidad.
Luego, aún en círculo, llegó el momento de compartí el pan y el vino, expresión máxima de la inclusión, donde todos, absolutamente todos son invitados a participar.
Como despedida, un miembro de la Pastoral de Inclusión de la ILCO, termina agradeciendo la participación: “Aprovecho para agradecerles por haber venido, estamos generando un cambio, haciendo historia con este tipo de espacios…”
Una pausa, un silencio y luego continua: “…Este espacio es parte de un proceso de conversión de nuestra Iglesia para llegar a trabajar de la mejor manera, con el fin de que generemos verdaderos sastres y podamos hacer nuevos trajes que transforme esta sociedad, donde podamos nacer de espíritu, libres de prejuicio…”
Las otras ovejas
La pastoral de inclusión de la ILCO tiene como objetivo la promoción de actitudes, actividades y proyectos que pretenden incluir dentro de la Iglesia a poblaciones que, tradicionalmente, por indiferencia, ignorancia y discriminación han estado fuera de los espacios de vivencia de la fe.
Para el 2006 la pastoral de inclusión ha definido una serie de acciones para atender y escuchar a ciertas poblaciones excluidas. Sin embargo, “esta atención no pretende imponer a estos grupos una serie de ajustes de comportamiento para ser aceptados “, expresó Miguel Rojas, psicólogo, miembro de la pastoral.
“…Más bien, con la pastoral de inclusión pretendemos escucharlos desde su realidad y brindarles la oportunidad de conocer a un Dios vivo, justo y amoroso…”, añadió Rojas.
Antes del nacimiento
El origen de esta pastoral se debe al proceso de sensibilización iniciado por la Iglesia Luterana Costarricense con aquellas personas que viven y conviven con el VIH/SIDA.
A partir de ahí, la ILCO se vio en la necesidad de tener apertura y comprensión con los grupos discriminados. Personas con orientaciones sexuales diferentes a la heterosexual, los grupos transgénero, y las personas que viven o conviven con dependencia(s)/adicción(es) de sustancias o de comportamiento compulsivo.
En una tarea constante contra el modelo asistencialista y vertical de las iglesias tradicionales, y con la finalidad de acabar con el temor a lo diferente y la interpretación descontextualizada de las (Sagradas ¿necesario?) Escrituras, nació la Pastoral de Inclusión, cuyos principios pretenden la reconciliación, el amor, pero nunca el juicio y la condena.