CARTA ABIERTA A MONSEÑOR NESTOR HERRERA PRESIDENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ECUATORIANA
Quito, 20 de febrero de 2006
Monseñor Néstor Herrera
Presente
Estimado Monseñor:
Quienes conformamos la Comisión de Vivencia, Fe y Política, libres de cualquier compromiso con grupos económicos y político-partidistas, y sin otro interés que la construcción del Reino de Dios junto a los pobres, nos permitimos manifestarle nuestras reflexiones y sentimientos frente a las denuncias de corrupción que vinculan a altas autoridades de la Jerarquía eclesial, y que son de conocimiento público. Al margen de las necesarias aclaraciones y de la apertura de sus archivos para que el país pueda conocer toda la documentación sobre el caso, le manifestamos:
1. Como cristianos, seguidores de Jesús, nos avergüenza que altas autoridades de la Iglesia, estén vinculadas en hechos de corrupción. Rechazamos estas prácticas, vengan de donde vengan. Y nos preguntamos: ¿Acaso las mismas no son parte de un modelo de iglesia, que privilegia los negocios, que está aliada al poder, que reproduce una lógica económica mercantil y rentista que está destruyendo el mundo y acabando con la vida, particularmente de los más pobres? Aunque estas acciones se las haga pensando en los pobres nada tienen que ver con la opción por los pobres que hizo Jesús y que ha acogido la iglesia. Y son, sin duda, el anti-testimonio del modelo de iglesia latinoamericana que nació en Medellín y en Puebla y que muchos, desde dentro y desde fuera de la iglesia, pretenden enterrar.
2. No nos convencen los intentos por justificar tales hechos manifestando que se inscribieron dentro de la ley. Aunque fuesen legales, el grave perjuicio ocasionado al estado no deja de ser un robo que perjudica los intereses de los pobres a quienes el estado debe atender. Como cristianos, y aún más, como miembros de la iglesia, debemos recordarle que las acciones de cualquier naturaleza deben ser ante todo morales, aunque para esto se tenga incluso que actuar contra la ley o fuera de ella. La ley sólo nos habla de la legalidad de las acciones pero no de su justicia y de su moral. Ampararse en las leyes no siempre es sinónimo de justicia o de moral, pero ampararse en las leyes para beneficiarse, afectando a otros y particularmente a los más pobres, es un crimen.
3. La iglesia debe dar testimonio de pobreza, tal como lo pidió Paulo VI al inicio de la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano reunida en Medellín, y como fue asumido por los obispos en varios otros encuentros episcopales. Solo así podrá ser verdadera constructora del Reino de Dios que nace desde los pobres. Las acciones asistencialistas, las dádivas obtenidas desde los poderosos para “beneficio” de los pobres, cuando no están acompañadas de un serio proceso de toma de conciencia de la dignidad que tienen los seres humanos, no cambian nada, mas bien, consolidan una estructura injusta, porque condena a los pobres a ser siempre pobres y consagra los privilegios de los poderosos. Dar testimonio de pobreza significa abandonar los privilegios, todos ellos, ponerse al servicio de la liberación de los pobres, compartir sus esfuerzos para liberarse del pecado social y del pecado personal caminando así hacia la liberación integral del ser humano.
4. Estos lamentables hechos son una oportunidad de conversión. Renuncien a los privilegios. Permitan que las autoridades que estén involucradas se sometan a los mismos rigores de la ley a los que están sometidos los pobres. Abran sus cuentas bancarias para que el País sepa que la Iglesia nada tiene que esconder, y si en algo han perjudicado a los pobres, hagan lo que Jesús pidió a Zaqueo, devuelvan el doble a quienes perjudicaron y lo demás entréguenlo a los pobres. Solo así podrán recuperar la confianza de muchos fieles y solo así estarán siendo testimonio vivo de la iglesia que Jesucristo fundó.
Atentamente,
Fabricio Moreno Salas
CI 170530514-0
COMISION DE VIVENCIA, FE Y POLÍTICA
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