Este próximo 25 de Noviembre estaremos reflexionando una vez mas sobre
el día internacional de la no violencia contar la mujer. En esta
ocasión a mi gustaría hacerlo críticamente desde la perspectiva de
poder entender algunas realidades de la construcción de la
masculinidad desde un enfoque de la politización religiosa de la
derecha que se promueve en la agenda neo-liberal.
Yo no tengo la menor duda que en la construcción de un mundo
diferente, pero mejor, la agenda radical que tiene como intención la
eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer es
motivada por la finalidad especifica de poder eliminar la violencia
contra la mujer, o sea, la violencia contra la imagen femenina de
Dios.
Desde mi perspectiva religiosa de izquierda yo sigo creyendo que la
Iglesia como institución de socialización sigue jugando un papel
determinante en la producción de la opresión y exclusión de la mujer
y a la misma vez de difusión y justificación del poder masculino. De
aquí la necesidad de una disidencia religiosa que retorne a esta
institución a sus verdaderos valores democráticos de la inclusión y
equidad en todas sus dimensiones.
La teología antimujerista, o anti feminista, que se promueve aquí en
Estados Unidos en particular a través del protestantismo evangélico,
el mormonismo y el catolicismo –por solo mencionar algunos enfoques-
tiene como fundamento la postulación de la superioridad de lo
masculino justificando el modelo de relación desigual en donde la
mujer es objetivada y subordinada a la sexualidad del hombre. Esto a
la misma vez promueve el modelo no solo de desigualdad de géneros pero
a la misma vez promueve un modelo de la legitimidad heterosexista de
la exclusión y opresión de nuestr@s herman@s lésbicas, gay, bisexuales
y/o transgéner@s.
Es por esto que en la construcción de la masculinidad el culto al
cuerpo del hombre y la divinización del pene juegan un papel
determinante en la cimentación de una teología hegemónica machista que
se pone al servicio del estado neo-liberal. De aquí el que también se
le atribuya erróneamente género sexual a Dios diciendo que es un
hombre.
A mi me parece que en la destrucción de esta masculinidad debemos de
tener la capacidad de evitar el modelo del gobierno teocrático que la
administración del presidente Bush está promoviendo. En otras
palabras, hay que garantizar la existencia de una verdadera separación
entre el estado y la religión. No es un secreto que en estos momentos
la usurpación de los derechos reproductivos, la personalización del
aborto y la demonización del matrimonio entre personas del mismo sexo
responde a una agenda de superioridad masculina la cual se mercadea
con la creencia de que estas son prácticas maléficas en contra de la
familia y por supuesto, aquí en Estados Unidos, han logrado también
mercadear a través de un NAZI-onalismo la creencia de que estas
prácticas van en contra de los fundamentos de la Nación. Esta
plataforma de derecha religiosa, la cual Bush promueve, es una
violación a los derechos civiles tanto a las mujeres como a
las “minorías sexuales”.
Por lo tanto, hay un desafío en donde podamos reconocer la importancia
política de la religión, o sea, sus roles políticos y la manera en que
unos grupos religiosos funcionan con agendas antidemocráticas. Yo no
creo que el rechazo a la religión sea la respuesta, ni mucho menos la
creación de un “estado secular”, sino más bien el que podamos
reconocer y aceptar que en nuestra sociedad capitalista en particular
las religiones tienen un rol político y este puede ser de vanguardia
como de opresión. De aquí mi constante llamado a organizar la
izquierda religiosa que sea relevante a las luchas del pueblo la cual
a la misma vez tenga la capacidad de desmantelar la derecha religiosa
de la clase dominante.
Este rol de la religión por supuesto debe de ser progresista,
democrático y con la capacidad de destruir toda agenda de opresión y
exclusión como lo es el patriarcalismo, el heteronormativismo y
clasismo. En ningún momento se debe de aceptar o justificar el rol de
le derecha cristiana que Bush promueve porque el mismo ha sido el eje
principal para justificar pecados capitales tales como la “guerra
preventiva”, los asesinatos selectivos, las torturas, las invasiones a
otros países y el genocidio contra otros grupos religiosos a través de
su cruzada religiosa. Y por supuesto, en su distorsionada moral sexual
en nombre de la vida, el aborto y la homosexualidad son los crímenes
más atroces que se cometen contra la humanidad. Bombardear poblaciones
civiles, quitarle los seguros médicos al pueblo, las ejecuciones en
nuestro sistema de justicia criminal, los crímenes de odio y el
hambre, no son crímenes. Vaya usted a ver semejante disparate
teológico.
Por lo tanto, sigamos entendiendo la construcción social de la
masculinidad y vamos a rechazar cualquier teología que intenta
justificar la injusticia y muy en particular el querer tener un
control del cuerpo de la mujer. Sigamos globalizando la esperanza en
la paz con justicia.