La realidad política de Puerto Rico ha sufrido cambios radicales en años recientes. Entre ellos podemos señalar tres grandes cambios:
1. La pérdida del valor estratégico militar de la Isla
La política expansionista de Estados Unidos, luego de arrebatarle a México gran parte de su territorio, comenzó con la Guerra Hispanoamericana. Uno de los principales objetivos de aquella guerra fue la conquista militar de Puerto Rico por el valor estratégico militar que tenía la Isla para la defensa del Mar Caribe frente a los intentos de Alemania de controlarlo para abrir rutas comerciales a Latinoamérica. A las islas de Culebra y Vieques se les asignaba también una tremenda importancia para la defensa del entonces proyectado Canal de Panamá.
Ese valor estratégico militar que se mantiene a lo largo de todo el Siglo 20 hace que la Marina de Guerra de Estados Unidos sea la institución que, en los círculos de poder estadounidenses, tenga el mayor peso en la formulación de la política de Wáshington hacia la Isla.
La Marina, que siempre tuvo la última palabra sobre Puerto Rico en la política imperial, se ha ido. La lucha del pueblo puertorriqueño le cerró en Vieques el principal campo de entrenamiento de la flota del Atlántico. Por cerca de sesenta años la Marina se había negado a salir alegando que Vieques era imprescindible para la seguridad nacional.
A la terminación de Vieques como campo de tiro, le siguió el cierre de la base naval más grande de la armada yanqui en el Caribe: Roosevelt Roads.
Por otro lado, en Sábana Seca, un barrio de Toa Baja, la Marina cerró lo que era su centro de comunicaciones para las fuerzas militares y navales del Caribe.
Lo que queda de militarismo en Puerto Rico es la zurrapa de la Guardia Nacional y la llamada Reserva.
Este abandono militar de Puerto Rico y la pérdida de su valor estratégico militar por razón, principalmente, de las nuevas tecnologías de guerra, representan un cambio enorme en el interés imperial en la Isla y por consiguiente es de esperar que tenga sus efectos en la política de Wáshington hacia la Isla.
Resulta sorprendente que un cambio de la importancia que reviste la pérdida de Puerto Rico como baluarte militar no haya sido registrado por las fuerzas políticas del país, incluyendo al independentismo, en la dimensión e impacto extraordinario que tal cambio acarrea.
2. Terminación del Incentivo Contributivo Federal
El 31 de diciembre de 2005, en apenas dos meses plazo, termina la vigencia de la Sección 936 y la 30A de la Ley de Contribuciones Federal, que han sido el incentivo contributivo federal sobre el cual se ha montado el programa de desarrollo industrial y de inversión durante las últimas tres décadas. ¡Casi nada! Desaparece, por lo tanto, el atractivo principal para atraer la inversión “americana” y con ello la vía para la creación de empleos industriales.
Desprovisto Puerto Rico de incentivos contributivos federales, y carente de soberanía para utilizar lo que se ha convertido en el instrumento principal de los países para su desarrollo económico, el poder de concertar acuerdos y tratados económicos regionales e individualmente con otros países, se queda Puerto Rico colgando de la brocha como el pintor a quien le quitan la escalera.
A lo militar y económico hay que añadir un tercer cambio radical en la realidad política del país:
3. Las actuales relaciones políticas de Estados Unidos y Puerto Rico carecen de un respaldo mayoritario del pueblo puertorriqueño
El Estado Libre Asociado, nombre que lleva la relación política entre Estados Unidos y Puerto Rico, ha perdido el respaldo mayoritario del pueblo puertorriqueño desde hace cerca de veinte años. El consentimiento mayoritario que logró Luis Muñoz Marín del pueblo puertorriqueño para respaldar el ELA desde 1952 se esfumó en la década de los ochenta. Hoy, no tan sólo anexionistas e independentistas rechazan el ELA, constituyendo mayoría en el país, sino que una gran mayoría en el PPD muestra su inconformidad con el ELA actual. En resumen, la política de Estados Unidos hacia Puerto Rico no tiene el aval mayoritario del pueblo puertorriqueño. El consenso en el país es la insatisfacción con las relaciones existentes o el llamado ela.
A estos tres grandes factores de cambio en la realidad puertorriqueña hay que añadir otros que, aunque de más bajo nivel que los mencionados, no dejan de tener importancia en la definición de nuestro entorno político.
Crisis de gobernabilidad
Esta crisis es producto de unas finanzas gubernamentales al borde de la quiebra, con una enorme deuda pública, del desprestigio de los partidos políticos y su liderato, la falta de confianza del pueblo en las instituciones de gobierno, la corrupción gubernamental y la mediocridad de los gobernantes. Basta señalar que actualmente no hay quien se pueda reconocer como un líder de masas en el país. El último fue Pedro Rosselló.
En resumen, el acuerdo para un cogobierno no se pudo alcanzar y estamos ahora sin cogobierno ni gobierno.
A esta realidad nacional hay que sumarle los grandes cambios habidos a nivel internacional y sus efectos en el presente y futuro de los pueblos, incluyendo el nuestro. Éste es un tema que debemos trabajar por separado por lo que impacta nuestra realidad política.
Cualquier observador del Puerto Rico de hoy, ante las condiciones prevalecientes en el presente puertorriqueño, tendría que concluir que las condiciones objetivas están dadas para un gran cambio en el país. La fruta está madura. Pero en la política la fruta madura no se cae sola. Hay que tumbarla.
En esta situación tan propicia al cambio le corresponde hablar al independentismo puertorriqueño que es la fuerza política de cambio. Y la verdad, aunque dolorosa, es que el independentismo no tiene una respuesta para convocar al pueblo detrás de una propuesta de cambio que pueda aglutinar detrás de ella una mayoría del pueblo puertorriqueño.
Es, por lo tanto, la tarea primordial y más urgente del independentismo elaborar una respuesta a través de una propuesta para enfrentar la crisis y movernos hacia la construcción de un país diferente al actual. No tengo la más mínima duda de que el pueblo está listo para oírla y respaldarla si le resulta convincente.
Debe el independentismo, pues, realizar el trabajo teórico que ha abandonado por muchos años y formular una nueva tesis política acorde a la realidad presente. Desde las tesis políticas del MPI en 1963 y 1969 y la del PSP a principios de los setenta, es muy poco o ninguno el trabajo teórico que ha realizado el independentismo.
Delinear una estrategia de lucha dentro de las nuevas condiciones imperantes, una visión de lucha acorde al Puerto Rico presente, es imprescindible para una práctica política que nos permita avanzar.
Trabajemos, pues, la nueva tesis política del independentismo. Es la tarea prioritaria y más urgente que tenemos. Una práctica sin teoría sólo lleva a la improvisación y a reaccionar ante los eventos. Ésa es la práctica que hemos tenido por muchos años. De ahí nacen muchos de los problemas que hemos arrastrado por décadas y explica la dispersión y la desarticulación que aquejan a nuestra lucha.