Era el género perseguido por excelencia. Los cantantes y músicos que lo desarrollaron eran considerados subversivos, dignos de voluminosas “carpetas”, y quienes acudían a sus presentaciones y adquirían sus discos también eran objeto de escrutinio y sospecha por parte del gobierno de la época. Ese fue el sino del movimiento de la Nueva Trova en Puerto Rico, desde sus primeros asomos a fines de la década del ’60, hasta entrados los años ’80. Pero la tradición del trovador que, armado con su guitarra y su consciencia, denunciaba las injusticias se remonta a los años ’50 con Woody Guthrie y luego Bob Dylan y Joan Báez en los ’60 en los Estados Unidos, y a Silvio Rodríguez y Pablo Milanés en Cuba, también en los ’60. A partir de ellos, se construyó el molde que influiría en la trova boricua.
Noel Hernández, Antonio Cabán Vale, Roy Brown, Haciendo Punto en Otro Son, y el grupo Taoné, fueron algunos de los pioneros del género en el ámbito nacional. La Nueva Trova también es llamada Nueva Canción, y en otras instancias, Canción Protesta. El editor-fundador de la revista “La Canción Popular”, Pedro Malavet Vega, hace una clara distinción entre los términos: la Nueva Trova es de tema socio-vivencial (costumbres, tradiciones, relaciones humanas) mientras la Canción Protesta es de tema socio-político, con sus reclamos de independencia para el país y críticas abiertas al sistema político dominante. Musicalmente, esa Nueva Canción consistía en una reformulación de la música criolla (seis chorreao, décimas, guarachas, aguinaldos) mezclada con ritmos latinoamericanos y, en ocasiones, rock. Ahora, en el comienzo de un nuevo milenio, se asoma una nueva generación con una propuesta que entienden representa otra evolución de la Nueva Trova: la Trova Urbana.
Gamaliel Pagán, Luis Edgardo Maldonado, Ali Tapia, Frankie Pérez, Gilmarie Gerena, José Julian Acosta, Carlos Omar Fonseca, Fernando Antonio Ferrer Cruz y Adeán Cabán, son los jóvenes cantores que forman parte de un proyecto discográfico que los presentará como exponentes de la Trova Urbana. Estos jóvenes, cuyas edades van de los 17 a los 26 años, comparten un denominador común: descubren y/o desarrollan sus talentos a partir de su llegada al campus riopedrense de la UPR, por lo que la institución sigue siendo terreno fértil para la creación de música de consciencia. Cuando se les pide que señalen los elementos que hacen de su trova, una distinta a la de los ’70, de sus bocas surgen frases como “más libre, menos dogmática, más comprometida con la individualidad que con creencias o argumentos (políticos)”. Y musicalmente, “menos tradicionalista, más citadina que campestre”. Además, hay un deseo de romper con el estereotipo del trovador
solitario con su guitarra, y rodearse de bandas con todo tipo de instrumentación, y utilizando diversos ritmos y géneros musicales. Adeán Cabán lo resume de la siguiente manera: “yo creo que estamos haciendo pop nacional”.
Antonio Cabán Vale, quien sabe algo sobre la trova boricua, destaca la libertad de posibilidades musicales a escoger para esta generación. Ya el rock no es visto como música invasora y agresora hacia nuestra nacionalidad. En conversación informal antes de la entrevista, algunos de los cantantes comentaban positivamente los recientes trabajos de grupos como Red Hot Chili Peppers y Kid Rock. Son jóvenes que conocen tanto su Jimi Hendrix, Santana y Metallica, como su Silvio, Mercedes Sosa y Roy Brown, pasando por Rubén Blades, El Gran Combo, y algunos baladistas. Y no tienen reparos en tomar elementos de unos y otros para, en esa hibridez musical, forjar su propio estilo. Usualmente, un artista escogía un género musical y alrededor del mismo, creaba sus canciones. Pero como lo explica Luis Edgardo, ahora “los géneros se comprometen a la canción”. Es decir, ha de recurrirse al género más apropiado para expresar los sentimientos e ideas de cada canción en particular. Carlos Omar, por su parte, destaca “la
dicha de haber podido escuchar rock latinoamericano, en español, y ver el auge del rock nacional desde Fiel a la Vega hasta Golpe Justo, La Experiencia de Toñito Cabanillas y otros grupos, y eso abre un espacio para la agresividad en nuestra música”.
Escuchando un CD de prueba del disco que prepara este colectivo, se puede notar que el énfasis ya no estriba en la denuncia socio-política. Un sólo tema destaca como crítica directa y muy actualizada, a las condiciones políticas del momento. ¿Significa esto una claudicación de la lucha comenzada por sus antecesores? Aunque todos coinciden en su ideal de la independencia como fórmula de estatus para el país, también señalan que la realidad de los ’90 es una distinta. Adeán afirma que la generación de su padre vivió un momento histórico de gran fervor y militancia, donde la realidad se dividía en “blanco y negro”. Producto de una época donde abundan los diversos tonos de gris, las causas se hacen más difusas y reina la incertidumbre, “nuestra realidad socio-política es distinta a la de hace 30 años”, acota Cabán, hijo. “Nosotros no tenemos que sacar al ROTC del campus, porque ya ellos lo hicieron”, añade Luis Edgardo. Cosas a evadir a toda costa: ser panfletario, utilizar la canción como punta de lanza para argumentos político-partidistas, como slogan de campaña electoral. Se percibe la lucha social como una más armoniosa y colectiva, pero aunque parezca contradictorio, también individualista.
La rebeldía y el desafío a las autoridades se manifiestan en términos más personales, y nada nuevos: combaten la represión por parte de la policía por “ser pelús y vestir de cierta forma, por ser universitarios, por ser jóvenes, punto. El Estado reprime de formas diferentes y nosotros escribimos de forma diferente”. Mientras que Adeán señala que a veces las luchas son contra los prejuicios de ciertas personas: “como la mamá de una ex-novia mía, por no tener un carro nuevo, llevar el pelo largo y no afeitarme todos los días. Y porque mis canciones le daban miedo, aunque yo escribo cosas bonitas”, comenta sonriendo. Es decir, se trata de la lucha en el terreno de la “política personal”. “La lucha contra los complejos que surgen cuando uno se mira al espejo y ve que esa imagen no responde a la imagen que uno vio ayer en un vídeo de MTV”, continúa Adeán. Ah, cosas de esta “vida loca” moderna que se vive, ¿no?
Bien, los muchachos han expuesto sus puntos de vista. Tal vez sea hora de saber qué tienen que decir algunos de los veteranos que pavimentaron el camino por el que ahora caminan estos jóvenes. Roy Brown, Tony Croatto y Antonio Cabán Vale fueron los seleccionados como muestra de la generación de la Nueva Trova. Sobre los obstáculos que estos jóvenes encontrarán, y que ellos no tuvieron, destacan la intensa competencia dada la inagotable oferta musical de distintos géneros, en opinión de El Topo. Para Roy, también podría ser una desventaja las comparaciones que el público pueda hacer entre los nuevos cantores, y quienes ya tienen asegurado un lugar en la historia musical puertorriqueña. Para Croatto, siempre es un reto inmenso cuando un artista escoge el arduo camino de la canción comprometida con la honestidad artística, sobre las fórmulas de entretenimiento popular.
Por otra parte, los jóvenes encuentran unas ventajas inherentes a su tiempo, que no eran asequibles a sus mayores. Todos concuerdan en que el abaratamiento de los equipos de grabación, y su miniaturización, permite que sea más fácil establecer al menos un cuarto de grabación en cualquier dormitorio. Añádase a esto la capacidad de grabar a disco duro de computadora, y de ahí a CD con los llamados cd burners, más la posibilidad de hacer la grabación accesible a través de la red Internet, y las oportunidades son casi infinitas para que un cantante novel prepare y presente su primera grabación. Roy añade el marco de cierta aceptación hacia el género, que hace posible la superviviencia de estos músicos, pues “existe un mercado más o menos establecido”.
Por el contrario, la situación no era muy halagadora para Cabán Vale, quien por no disponer de un gran presupuesto, sólo pudo grabar voz y guitarra para su primer disco. Lo mismo se puede decir de la primera grabación de Roy Brown, que sólo contó con guitarra, bongó y bajo. Ahora, gracias a los sintetizadores, se tiene un sinnúmero de instrumentos disponibles al toque de un teclado. Tony Croatto tuvo el privilegio de establecer un estudio de grabación en su hogar, y allí se hicieron posible grabaciones como el primer disco de Haciendo Punto en Otro Son y “Distancias”, de Roy Brown. Entonces, las posibilidades de grabación quedaban casi limitadas a dos opciones: tener un buen amigo que tuviera su propio estudio, o grabar bajo el “brazo cultural del Partido Socialista Puertorriqueño (PSP)”. Aunque Roy grabó su primer disco con el apoyo económico de un productor cubano que creyó que ganaría mucho dinero con su música, Brown es dueño de la grabación matriz gracias a que el PSP la compró y se la dio. De hecho, Roy confirma que ese ha sido el disco que más unidades ha vendido, y en su tiempo tuvo difusión en emisoras radiales del interior del país.
Pero la desventaja de estar bajo el brazo cultural del PSP, lo era el tener que limitar su expresión a los asuntos ideológicos del partido. Una vez que sintió la censura por parte del PSP, Roy decidió seguir de forma independiente hasta el día de hoy. Muy sabia entonces la decisión de los jóvenes de no involucrarse con ningún partido. Tony Croatto entiende que la permanencia de estos nuevos cantantes también estriba en cuán alejados se mantengan de posturas políticas en sus canciones. Es decir, temas menos socio-políticos y más socio-vivenciales, como lo hiciera el grupo Haciendo Punto. Y Roy concuerda, señalando que las posturas extremas asumidas en canción, le costó el alejamiento del público, a tal grado que tuvo que irse a los Estados Unidos donde logró vivir de la música tocando en el circuito universitario. El Topo en cambio, logró hacerse de un productor ejecutivo (quien consigue el dinero para grabar) en Frank Ferrer, y el apoyo de una companía que era subsidiaria del poderoso sello Fania. De ahí surgen clásicos como “Las Manos del Campo”.
Eso sí, para quien desee grabar al estilo tradicional, con músicos presentes y en un estudio de grabación formal, la fórmula sigue siendo la misma: recurrir a “los panas”. Ese es el caso de Luis Edgardo, quien utiliza el estudio de un amigo y músicos jóvenes que buscan una oportunidad: “yo le dije a Abdiel (dueño del estudio), que no tenía ni un chavo para hacer el disco, y él me dijo que lo importante era crear un taller de trabajo”. De igual forma, para el disco que prepara Adeán para este colectivo, músicos como Juancito Torres, Anthony Carrillo, el arreglista Eric Figueroa y el propietario del estudio, han sido considerados, en términos económicos, con estos jóvenes, entendiendo que en sus manos está el abrirle las puertas a una nueva generación.
Queda por ver cuán abierto estará ese “mercado más o menos establecido” al que se refería Roy Brown, para los nuevos troveros. Casi siempre los foros de exposición para ellos son las actividades políticas, donde el artista no cobra por participar y que, para bien o para mal, perpetúa la percepción de que se trata de “música política”, precisamente la etiqueta que estos jóvenes rehúyen con ahínco. El medio de subsistencia económica para algunos de ellos, lo son lugares de bohemia donde se come, se bebe y se disfruta del repertorio del cantante, casi siempre limitado a tocar los clásicos de Pablo, Silvio y un largo etcétera, logrando con suerte, y si el público es tolerante, colar uno que otro tema de su autoría. Y la radio, históricamente, no ha demostrado ser un foro abierto para la Trova, sea Nueva o Urbana. Se abre una ventana de esperanza por medio, irónicamente, del municipio de San Juan.
Tony Croatto resalta “el milagro” que ocurre cuando un joven se lanza en esa vocación de cantar sus verdades, y lo equipara con la “inmolación del individuo por el bien común”. Bueno, en el 2000, la palabra inmolación no es muy popular. Pragmatismo, es el término reinante, pues estos jóvenes quieren, además de la admiración, el dinero de su público. Y eso es justo. Pero sí, tal vez no deja de ser un milagro que por cada veinte que buscan “montarse en la guagua” de un Ricky Martin o Elvis Crespo, surjan otros dispuestos a seguir las huellas de un Roy, un Topo, un Silvio, y que para colmo, se preocupen más por escuchar la música interior de sus corazones, que el sonido de las cajas registradoras en las tiendas de discos.
Si el término Trova Urbana es justificado o no, (alguno de los cantores veteranos piensa que no) y si representan una verdadera evolución, o más bien, una continuación de algo hecho antes, quedará a juicio del público oyente. Pero no deja de ser un milagro que, ante el nuevo milenio, hayan jóvenes que expresen lo siguiente: “se trata de convertir las cosas feas de la ciudad, en algo bonito. Esa es nuestra manera de transformar el mundo. Nuestra propuesta política no es otra sino la canción como instrumento para salvarnos”, señala Adeán. “Para salvar el alma”, completa Luis Edgardo.