Los Evangelios fueron escritos en un ambiente de represin y persecucin poltica contra el Movimiento Popular de Jess de Nazaret. Los imperios a lo largo de la historia de la humanidad siempre han utilizado la represin de sus opositores para asegurar su poder. La Palestina de Jess no fue la excepcin. El imperio romano fue un imperio cruel y sanguinario.
En Palestina, el imperio romano a la vez que permiti la presencia de un gobernante ttere, de nombre Saca, perdn, Herodes, garantizaba con sus legiones de soldados y sus ejecuciones, la estabilidad poltica y su dominacin. La cruz de madera era el castigo que aguardaba a aquellos que osaban rebelarse contra la voluntad del Cesar y sus sirvientes locales.
Y an as no lograron los norteamericanos, perdn, los romanos, doblegar el Espritu de resistencia del pueblo judo. La lucha por la justicia y la independencia siempre termina rompiendo las cadenas del temor. La luz de la esperanza siempre logra filtrarse por los barrotes de las crceles. Los sueos al final transforman las realidades. Los oprimidos escucharon y comprendieron que su liberacin estaba cerca. Aqu radica el corazn del mensaje de Jess de Nazaret.
Como nos ensearon los mismo romanos, guta cava lapida. La gota rompe la piedra. La gota de los humildes, cada marcha, cada manifiesto, cada puo alzado, cada charla, cada reunin, termina por romper la piedra de la dominacin de los poderosos. En esto consiste la historia de la salvacin, perdn, de la revolucin.
La represin del imperio romano y la resistencia del pueblo judo, fueron las experiencias fundantes del compromiso poltico de las primeras comunidades cristianas, que proclamaron con fuerza, que por encima del Cesar romano se encontraba el Seor Jess, el rebelde crucificado que resucit al tercer da y subi a los cielos. El rebelde de rebeldes. El subversivo de subversivos. El agitador de agitadores. El rey de reyes. El Mesas esperado. El organizador y maestro popular.
La resistencia popular contra el imperio de estas primeras comunidades, se sostuvo y creci sobre la base de la fe en Jess como Seor y Liberador. A partir de esta conviccin de fe se construy la esperanza en un mundo nuevo, con valores nacidos en la lucha, con una espiritualidad de la resistencia, a esto se le llam el reino de Dios, una sociedad superior a la sociedad esclavista, clasista, racista, sexista, egosta, del imperio romano. Esta ruptura con la ideologa dominante no fue un proceso sencillo, lineal, fueron momentos muy difciles.
Este texto nos permite asomarnos a esos momentos iniciales. Acompaamos a estas primeras comunidades en sus temores y desafos. Es una lectura que se comprende con mayor facilidad desde la experiencia de la represin del imperio, desde el horizonte de la resistencia popular, desde el compromiso poltico con la revolucin, desde la perspectiva de una iglesia necesaria.
Nos informa Juan:“la tarde de ese mismo da, el primero de la semana, los discpulos estaban a puertas cerradas por miedo a los judos. Jess se hizo presente all, de pie en medio de ellos”El entorno es de represin. Acaban de crucificar a Jess. Los discpulos estan escondidos. Estan encerrados. Estan atemorizados. Guardan silencio. Estan derrotados. Cuando el enemigo nos impone el silencio es que hemos sido derrotados. La palabra es la seal de que estamos resistiendo. Los discpulos haban sido silenciados, haban cerrado sus corazones a la esperanza.
Me acuerdo la primera vez que me enfrente a la muerte por represin. Fue en abril de 1974. Llegue a un local sindical donde nos reunamos, la FUSS, llamada tambin 6-30, sobre la Avenida Cuscatlan. Los observe nerviosos. Algunos lloraban. Me entere que haban matado a un sindicalista, militante comunista, Jorge Alberto Moran Cornejo, su cadver lo haban tirado al ro Acelhuate. Un par de veces lo salude.
Me dio mucho miedo. Pens en salir huyendo. Me sent impotente, derrotado, silenciado, como los discpulos. Al final me quede. Fuimos a ver donde lo haban matado. Hicimos un boletn de denuncia y salimos a repartirlo. Lo velamos y lo enterramos con una grandiosa marcha para un digno martr popular. Luego vinieron muchos ms muertos, y tambin mucha ms resistencia.
Me acuerdo tambien que en los momentos ms difciles de la represin, en los setentas, cuando la dictadura militar, bajo Estado de Sitio, bajo Ley Marcial, salamos por las noches a hacer pintas en las paredes, y superando el miedo, gritbamos con la fuerza de nuestras manos locas: gobierno asesino!
El miedo es natural, ayuda a protegernos. Pero el seguir a Jess, el compromiso poltico de seguir a Jess, pasa en nuestros pases ineludiblemente por vencer el miedo y recuperar la dignidad de gritar. El grito por la justicia es una seal divina. La protesta social es historia de salvacin.
Regresando al texto. En esta situacin de derrota estratgica Jess se hace presente. Jess no se ausenta, no se pierde en los cielos. Jess siempre nos acompaa, en las buenas y en las malas. Estaban los discpulos encerrados y con temor, y Jess se aparece de pie, en medio de ellos. Jess llega de pie, con dignidad, con la frente en alto, erguido. Su sola presencia inspira confianza, respeto, seguridad, cario. Es la experiencia de la comunidad de fe, de la comunidad de vida, de la comunidad de lucha. No estaban solos.
Nosotros como iglesia hemos vivido esta experiencia de la presencia de Jess muchas veces, cuando se acompaa a las luchas populares la presencia de Jess es muy intensa, cotidiana. Jess nos da la fuerza y nos indica el camino. Jess les dice a sus militantes: la paz este con ustedes. Es un saludo subversivo. Los tenan acorralados, los buscaban para matarlos, estaban derrotados y Jess les dice: la paz este con ustedes. Jess es nuestra paz. Y luego los enva a la misin. Los enva a la revolucin. Los enva a construir iglesia, a organizar, a educar, a movilizarse contra el imperio.
En febrero del 2001, una tarde con mi amigo Ricardo venamos de una reunin, cuando escuchamos gritos cerca de la 49 avenida, decidimos ir a ver que pasaba, era una marcha de familias campesinas, muy pobres, que venan a pedir comida al COEN, y la PNC no los dejaba pasar, y ante sus insistencia, los antimotines empezaron a reprimir, vimos como le disparaban a una anciana. Y llegamos y exigimos respeto a sus derechos.
Los antimotines nos apuntaban con sus fusiles y la gente nos miraba sorprendida. Nuestra presencia les dio a la gente seguridad y empezaron a gritar con ms fuerza. Tenamos miedo, estabamos orando y sentimos la presencia del Espritu de Jess dndonos fuerza, hicimos la denuncia. Fuimos iglesia, discpulos de Jess, militantes del reino. Nunca lo olvidaremos. Vimos la gloria de nuestro Seor en los rostros curtidos y dignos de esas familias campesinas.
La lucha por la justicia, por los derechos humanos, por la dignidad de nuestros pueblos es la expresin de la voluntad divina de que “tengamos vida y la tengamos en abundancia.” Jess nos abre las puertas del compromiso poltico con la paz y la justicia. Jess nos abre las puertas de su reino. Amn.
Rev. Roberto Pineda, Iglesia Luterana Popular de El Salvador
San Salvador, 9 de abril de 2005