Abramos los nuevos tiempos

ABRAMOS LOS NUEVOS TIEMPOS

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Los hermanos y hermanas que este domingo participen de la liturgia en sus iglesias han de escuchar una parte de esta lectura ya que el leccionario que utilizan ha omitido el párrafo introductorio del relato del bautismo de Jesús previo a la descripción de las tentaciones. En otras iglesias, que utilizan el leccionario ecuménico revisado escucharán un evangelio que pone en estrecha relación bautismo y batalla en contra del enemigo al proyecto de Dios. Indudablemente la clave para entender este unidad está en el comienzo del verso 12 que afirma que “enseguida”, como resultado de la escena descripta del bautismo el Espíritu del bautismo lo lleva a las fronteras de una nueva realidad.

Veamos entonces el significado de estas dos escenas en la vida de Jesús de Nazaret para aquellos y aquellas que viven con vih o con sida y para todas y todos los que trabajan en el acompañamiento y la defensa de los derechos de esas personas.

En la escena del bautismo, sumamente simple y despojada de datos, vemos el encuentro de dos líderes y de dos estilos de pensamiento y acción. Jesús se presenta totalmente despojado de toda solemnidad y poder. Es uno más en una multitud, pero la indicación precisa del lugar de dónde procede, la aldea de Nazaret, ya nos da un horizonte de pertenencia. Nazaret es una aldea nunca nombrada en el Antiguo Testamento. No pertenece al núcleo central de Judea, es decir, no es parte del centro del poder político o religioso. Jesús se aproxima como miembro de las márgenes de la historia y de la sociedad, desde un lugar al cual los poderosos nunca le han prestado mucha atención y que los religiosos miraban con desconfianza.

Por lo tanto, en esta introducción al texto, tenemos importantes datos para aquellos que trabajamos en la emergencia presentada por la epidemia del sida. También nosotros tenemos que acercarnos a las personas que viven con vih y con sida, totalmente despojados de todo signo de poder, sin pretensiones caprichosas y con toda simplicidad. También nosotros somos parte de esa multitud vulnerable a tantos estigmas y marginaciones. Existe una comunión desde las márgenes, desde los espacios poco ortodoxos y muy poco poderosos. Construimos comunión no desde el centro del poder sino desde el margen de la historia para cambiar esa historia. Ya no queremos más pertenecer a un movimiento que se presenta con aspiración de mando, poder y riquezas.

La región de Galilea, en la cual está ubicada Nazaret, es una zona de rebeliones que producía mucha desconfianza en los centro de poder, ya sea Jerusalén o Roma. Seguramente nuestra acción de un profundo compromiso con la dignidad, la vida y los derechos de las personas y los grupos vulnerables al vih y al sida produce exactamente las mismas sospechas y la misma desconfianza. Con cuanta alegría muchos y muchas verían nuestra acción de promoción y de compromiso, si ella se limitara a buenas palabras sin mayores consecuencias reales, o a gestos meramente de ayuda que nunca rompen los círculos de dependencia y de exclusión. El colocarnos dentro de la multitud que busca un cambio, y colocarnos en esos márgenes construidos por las y los poderosos provocará seguramente dudas y rechazos.

El colocarse en medio de esa multitud es también un dato importante porque es la multitud de pecadores que buscan la reconciliación con Dios y entre ellas y ellos mismos. No tiene, Jesús de Nazaret ningún problema ni ningún prejuicio del estigma y del desprecio con el cual seguramente le miraban los líderes religiosos de aquel tiempo. Frente a los fundamentalistas que se consideraban puros y limpios, Jesús escoge ubicarse en la vereda de enfrente, entre la multitud de pecadores y pecadoras. Se ubica en medio de ellas y ellos sin llevar ningún cartel ni ninguna indicación de que él mismo fuera diferente o superior o más puro. Se hace uno con esa multitud que camina como rebaño sin pastor. Es una identificación total y sin condiciones con los excluidos y marginados tanto por los sistemas políticos como religiosos.

En el momento del bautismo “vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma; y una voz desde el cielo dijo: “Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección”. Este mismo Espíritu que luego lo empujará al desierto es el que desciende para mostrar la misión de Jesús de Nazaret y la misión de todas y todos los bautizados. Tenemos que abrir el cielo para que la relación con Dios sea directa. Basta de velos que tapan el verdadero rostro de Dios y basta de intermediaciones que distorsionan la voz de Dios. Estamos llamados a escuchar la voz de Dios sobre todas las personas sin interferencias, interpretaciones o comentarios.

El cielo anuncia sobre Jesús de Nazaret lo mismo que se anuncia sobre toda y todo bautizado: “Tu eres mi hija o mi hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección”. Esa simple y profunda frase que el Espíritu pronuncia sobre la nueva humanidad es el fundamento de toda nuestra acción pastoral y de todo nuestro compromiso de defensa de los derechos humanos y de promoción social. Todas y todos somos participes de una misma condición de hijos e hijas muy queridos de Dios y sobre quienes ese mismo Dios ha puesta grandes expectativas, amor y paciencia. Los cielos que ha abierto en forma incondicional el bautismo de Jesús nada ni nadie los podrá cerrar.

En la segunda escena de la tentación en el desierto tenemos que ver que es consecuencia inmediata de los cielos que se abren y revelan la naturaleza de Jesús de Nazaret y la naturaleza de todo ser humano. Una escena es consecuencia de la otra. El mismo Espíritu es el protagonista en ambas escenas.

Nosotros y nosotras también, en nuestro trabajo comprometido con las personas y los grupos afectados por el vih y el sida somos dirigidos por el Espíritu hacia un desierto donde no tenemos modelos para imitar o copiar. Es un espacio dominado por la sospechas implantada por los grupos con poder social, político o religioso. Nosotros y nosotras también hemos sido empujados por el Espíritu hacia esta tarea. No la hemos elegido alegremente sino como parte de nuestra identidad sabiendo de antemano algunos de los inmensos desafíos que enfrentábamos y los poderes que afectábamos. Esta tarea no es una tarea supletoria o secundaria que hemos escogido porque teníamos tiempo libre. Es parte esencial de nuestra identidad profética asumida con nuestro bautismo.

Nosotras y nosotros también somos puesto a prueba constantemente en esta tarea a la cual nos ha empujado el Espíritu. Esas pruebas, al igual que las de Jesús de Nazaret, proceden de nuestra misma familia, de nuestros amigos y de las comunidades a las que pertenecemos. Todo sería mucho más fácil y placentero si nos dedicáramos a tareas tradicionales y aceptadas por ellos. Es difícil entender la locura de colocarnos en los márgenes de la iglesia y de la sociedad. Quizás también tengamos que pasar cuarenta años en esta tarea, es decir el tiempo de toda una generación, para poder finalmente contemplar una nueva sociedad y una nueva iglesia. Esta es una pastoral que exige de todos y todas mucha paciencia y mucho optimismo porque desde ahora contemplamos el final de esta historia: “Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían”. Jesús de Nazaret vivía junto a las fieras como signo apocalíptico de la reconciliación y la armonía recuperada. En esta acción pastoral también buscamos esa nueva realidad de paz anunciada en el bautismo por la paloma y puesta en práctica a través de la transformación de la realidad. En la medida que terminemos con todos los estigmas y con todas las exclusiones también seremos testigos de esa reconciliación entre los seres humanos y la creación y veremos a los ángeles descender a esta historia para servirnos.

Ese bautismo pasa por la tentación que culmina en la cruz. Las tentaciones de abandonarlo todo, de dejarlo todo en manos de otros y otras, de retornar a la seguridad de nuestros espacios tradicionales tanto en lectura bíblica, comprensión teológica y acción de servicio, es una realidad que está a la vuelta de cada esquina. La fidelidad a la vocación del bautismo, de ser profetas que denuncian esta realidad y anuncian otra de armonía y paz, pasa necesariamente por la cruz de Cristo. Bautismo y asumir la cruz de la justicia y de la solidaridad con la multitud es parte de la misma escena. Sabemos que estamos llamados a resucitar en una nueva tierra que esta siempre más allá de estos desiertos. “El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia”. Sí, es verdad, los tiempos ya están aquí y para construir ese nuevo espacio que llamamos el Reino de Dios necesitamos cambiar de actitud, de forma de pensar y de relacionarnos unos con otros. Nuestro cambio es ya un anuncio de todos los cambios que vendrán y manifestación de nuestra fe en una Buena Noticia para todos y todas: “Tú eres mi Hija y mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección”.

Para la revisión de vida
La Cuaresma que se inicia es el signo de todos los tiempos de cambios y de purificación de compromisos que nos esclavizan y que muchas veces nos paralizan. ¿Cuál es el contenido de esos cambios que el trabajo con las personas y grupos que viven con vih y sida exigen de nosotros y nosotras?

Para la reunión de grupo
Las tentaciones nos hacen más humanos y nos ayudan a comprender tanto nuestra propia debilidad como la debilidad de hermanos y hermanas. Bautismo y tentación son partes de un mismo proceso ¿en que sentido?

Para la oración de los fieles
Por la comunidad de creyentes en Jesús de Nazaret, para que, en medio del desierto de la vida, sea capaz de animar la esperanza de las personas y los grupos que viven con vih y sida, en conseguir ellos y nosotros y nosotras la plena liberación. Oremos.

Por toda la comunidad humana, para que en medio de sus egoísmos, injusticias y falta de solidaridades sepa escuchar y poner en marcha los mensajes de liberación que se siguen pronunciando en nuestro mundo. Oremos.

Por los que sufren en su carne las situaciones de exclusión que provocan el hambre, la desocupación, la vulnerabilidad al vih y al sida, la violencia, la injusticia, la explotación, para que renazca su esperanza al encontrar personas que les apoyen y trabajan por sus derechos. Oremos.

Por los creyentes, para que nuestra condición de bautizados nos haga vivir una nueva forma de vida, como hijos e hijas amados de un Dios de Vida y de vivos. Oremos.

Por nuestra comunidad, para que se esfuerce en construir una sociedad cada día más fraterna y esperanzada. Oremos.

Oración comunitaria
Dios que manifiestas tu amor por todos nosotros y nosotras: al comenzar esta Cuaresma te pedimos nos ayudes a empeñarnos en una auténtica conversión de nuestros corazones y nuestra vida tanto personal como comunitaria, a la vez que nos esforzamos por transformar nuestra familia, nuestra sociedad, el mundo y la iglesia misma. Por Jesucristo nuestro Señor.

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