El control de Internet

Después de la primera Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información que se celebró en Ginebra en diciembre de 2003 (1), cuyo tema central había sido “la fractura digital”, a demanda de la ONU y organizada por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), Túnez acogerá del 16 al 18 de noviembre la segunda cumbre mundial con una preocupación central: ¿cómo instaurar un control más democrático en Internet?

La red de Internet es una invención estadounidense de la época de la Guerra Fría. El Pentágono buscaba entonces poner a punto un sistema de comunicación indestructible, que pudiera resistir un ataque atómico, y que permitiera a los responsables políticos y militares que sobrevivieran retomar contacto entre ellos para lanzar el contraataque. Todavía estudiante de la Universidad de Los Ángeles, Vinton Cerf imaginó e implementó con un equipo de investigadores financiados con fondos públicos los protocolos y herramientas de un nuevo modo revolucionario de comunicación. Pero todavía estaba reservado solamente a una pequeña minoría de universitarios, militares e iniciados.

Más tarde, en 1989, los físicos Tim Berners-Lee y Robert Cailliau, investigadores del Centro Europeo para la Investigación Nuclear (CERN) de Ginebra, pusieron en funcionamiento un sistema de hipertexto e inventaron la World Wide Web, que favorecería la difusión de las informaciones y el acceso del gran público a Internet, como asimismo su formidable y fulgurante expansión.

Actualmente y desde 1988, la red mundial está administrada por la Internet Corporation for Assigned Names and Numbers (ICANN), un organismo de derecho privado sin fines de lucro con sede en Los Ángeles, sometido a la ley californiana y colocado bajo el control del Departamento de Comercio de Estados Unidos. La ICANN es la gran controladora de la red. Se basa en un dispositivo técnico constituido por 13 poderosos ordenadores, denominados “servidores raíces”, instalados en Estados Unidos (cuatro en California y seis cerca de Washington), en Europa (Estocolmo y Londres) y en Japón (Tokio).

La principal función de la ICANN es coordinar nombres de dominio (Domain Name System, DNS) que ayuda a los usuarios a navegar por Internet. Cada ordenador conectado a Internet posee una dirección única llamada “dirección IP” (dirección de Protocolo Internet). Al principio, estas direcciones IP son series de cifras difíciles de memorizar, pero el DNS permite utilizar en lugar de cifras letras y palabras más familiares (el “nombre de dominio”). Por ejemplo, en lugar de escribir una serie de cifras, se escribe www.monde-diplomatique.es . El DNS convierte el nombre de dominio en la serie de cifras que corresponde a la dirección IP, lo que permite a su ordenador conectarse con el sitio buscado. El DNS permite también el buen funcionamiento del correo electrónico. Todo eso a escala planetaria y a velocidad ultrarrápida.

De acuerdo con sus propios términos, la misión de la ICANN es “preservar la estabilidad operativa de Internet, promover la competencia, garantizar una representación global de las comunicaciones en Internet, y elaborar una política correspondiente a su misión de acuerdo con un procedimiento consensuado” (2).

Pero precisamente de un tiempo a esta parte ya no hay consenso. El dominio de Estados Unidos sobre la red mundial se ve cada vez más impugnado. En el pasado mes de septiembre en Ginebra, con ocasión de una negociación previa entre Estados Unidos y la Unión Europea, antes de la cumbre de Túnez, los 25 Estados de la Unión fueron unánimes en reclamar una reforma de la gobernanza de Internet aprovechando el vencimiento en septiembre de 2006 del contrato que vincula a la ICANN con el Ministerio de Comercio de Estados Unidos. La reunión se saldó con un fracaso, dado que Washington se negó a todo cambio.

Por ejemplo, Brasil, China, India e Irán se encuentran en las mismas posiciones de Europa frente a Washington, pero no siempre por las mismas razones. Algunos amenazan incluso con crear su propio organismo nacional de gestión de la Red, lo que llevaría a una fragmentación desastrosa de Internet.

El desacuerdo tiene una dimensión geopolítica. En un mundo cada vez más globalizado, donde la comunicación se ha convertido en materia prima estratégica y donde estalla la economía de lo inmaterial, las redes de comunicación cumplen una función fundamental. El control de Internet otorga al poder que lo ejerce una ventaja estratégica decisiva. Así como en el siglo XIX, el control de las vías de navegación planetarias había permitido a Inglaterra dominar el mundo.

La hegemonía de Estados Unidos sobre Internet confiere en teoría a Estados Unidos el poder de limitar el acceso a todos los sitios de la Red en cualquier país. Puede bloquear todos los envíos de mensajes electrónicos del planeta. Hasta el momento no lo ha hecho nunca. Pero tiene la posibilidad de hacerlo. Y esta simple eventualidad es motivo de extrema inquietud para muchos países (3). De modo que ha llegado el momento de reclamar que la ICANN deje de depender de Washington y se convierta por fin en un organismo independiente bajo la supervisión de las Naciones Unidas.

Notas:

(1) Véase Ignacio Ramonet “El nuevo orden Internet”, Le Monde diplomatique, edición española, enero de 2004.
(2) Véase www.icann.org y www.icannwatch.org
(3) Véase The Guardian, Londres, 11 de octubre de 2005.

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