El gran capital y el nuevo mapa empresarial

El gran capital y el nuevo mapa empresarial

Escrito por Roberto Rubio-Fabián
Lunes, 03 octubre 2011 00:00

rubiofabian@telesal.net

Con frecuencia las declaraciones públicas y análisis referidos al empresario o al sector privado se hacen de forma genérica y estereotipada, sea como parte de una crítica o de una defensa: “los que de verdad mandan son los grandes empresarios”, “los empresarios no quieren pagar impuestos”, “los empresarios no invierten”, o bien, “gracias a los empresarios el país ha salido adelante”, “el gran capital es serio y responsable”, “el sector privado es creativo y emprendedor”, etcétera. Valga señalar que detrás del concepto o palabra empresario existe una amplia, variada y compleja realidad: grandes, medianos, pequeños y micro empresarios, formales e informales, formales con operaciones informales e informales con operaciones formales, empresas cooperativas y asociativas, empresas transnacionalizadas, regionalizadas o de estricto ámbito nacional o local, de exportación y/o importación, de bienes y/o servicios, rurales o urbanas, etcétera.

De la misma forma, detrás del concepto o palabra “gran empresario” o “gran capital”, existe también una diversidad y complejidad. Por tanto, debemos analizar a este sector con más detalle y precisión.

Antes de los años cincuenta era menos complejo identificar al gran capital. Aunque siempre había diversidades en su seno, el gran empresario era sinónimo del gran agroexportador. Con los procesos de urbanización e industrialización de los años cincuenta y sobre todo de los sesenta y setenta, gran parte del gran capital agroexportador se diversificó en torno a las grandes empresas industriales de sustitución de importaciones, siempre sin dejar sus raíces en la lucrativa actividad agroexportadora. Durante la guerra de los ochenta fue emergiendo otro segmento del gran capital, los grandes operadores del comercio y la importación, con menos raíces agroexportadoras, pero alimentados por el reciclaje de la ayuda norteamericana y un casi postrado aparato productivo nacional.

A principios de los noventa, el mapa se fue complejizando, entrando en escena los grandes capitales formados a partir de la privatización de los servicios bancarios, y posteriormente de comunicaciones, distribución de energía y pensiones. Al mismo tiempo se reforzaba el peso de los actores vinculados al gran comercio y la importación, así como de aquellos con importantes inversiones en el exterior. Dentro de este complejo entramado empresarial, los sectores vinculados a los servicios, especialmente financieros y comerciales, tuvieron una influencia determinante sobre el partido en el poder y el gobierno de turno durante buena parte de los noventa y los 2000.

A partir de mediados de los años 2000, con la venta de los bancos y otras importantes empresas nacionales a empresas extranjeras, estos sectores del capital pierden influencia política; mientras otros, más vinculados al capital nacional en comercio y comunicaciones, la aumentan. A esto se suma que el mismo presidente llega a ser parte del gran capital. En este período se potencia el poder e influencia de ciertos sectores importadores, en sintonía con nuestra dinámica consumista.

En ese contexto se desarrolla el creciente poder e influencia de los importadores-exportadores de ilícitos (drogas, personas, armas, vehículos usados/robados), en detrimento de los lícitos. A ello se añaden algunos nuevos funcionarios públicos corruptos que, siguiendo la tradición histórica, tratan de hacer fortuna lo más pronto posible durante su paso por el gobierno. El mapa de poder empresarial se complejiza aún más con la reciente irrupción de la “izquierda empresarial”, ahora con importante presencia e influencia en distintas esferas del Estado.

Se ha creado así un mapa de poder empresarial más complejo y multifacético, no fácil de descifrar. Por tanto, no es adecuado hablar en general de “grandes empresarios” o “gran capital”. Los hay honestos y constructivos, como los hay pícaros y destructivos de todos los colores y sabores. Si no se hace el esfuerzo de bajar al detalle y la precisión, los buenos seguirán pagando la factura del pecado de los malos. El mapa de poder e influencia ha cambiado. No podemos seguir con frases trilladas y vacías de contenido, sea para criticar o para defender el genérico “gran empresario”. De no hacerlo, estamos condenados a no entender lo que pasa en el Olimpo y alrededores.

Dejar una respuesta