Indiferencia del Papa frente al desesperado pedido de auxilio de Oscar Arnulfo Romero

“En El Salvador no existe un conflicto entre el pueblo y el gobierno como quieren hacer creer muchos funcionarios. Existe un conflicto entre el gobierno y el pueblo, un pueblo que est sufriendo muchos horrores, y la Iglesia y sus pastores tienen que estar con l”.

Esas fueron las palabras de moseor Oscar Arnulfo Romero cuando en Roma se entrevist con el entonces flamante papa Juan Pablo II, quien ni siquiera se detuvo a mirar los informes, las fotografas y las copias de las cartas enviadas por el arzobispo de San Salvador, en su desesperado pedido de auxilio para detener la matanza del pueblo salvadoreo murieron 70 mil personas a manos del ejrcito, la Guardia y los escuadrones de la muerte.

Aquella noche de agosto de 1979, cuando conoc a monseor Romero, a quien haba llegado a entrevistar al arzobispado de San Salvador, se poda percibir la tristeza provocada por la indiferencia del nuevo jerarca catlico, despus de haber hecho enormes esfuerzos para llegar a Roma, porque “crea que algunas manos negras impedan que cartas e informes llegaran a destino”.

Cuando entr a la habitacin vena de una misin pastoral, nada menos que salvar a nios cuyos padres haban sido asesinados esa tarde por el ejrcito salvadoreo y los paramilitares. Traa a un pequeo en sus brazos y otros, temblando por la lluvia y la tormenta de ese da, se colgaban de su sotana mojada.

As como estaba se sent para contar, con la voz cargada de tristeza, las penurias de su pas. “De todo esto quera hablar con el Santo Padre”, deca sealando a los refugiados, a los sobrevivientes de las matanzas. Durante aquella entrevista recibi siete amenazas telefnicas.

No quera hablar con el Papa de las amenazas en su contra, sino de “los crmenes cometidos contra un pueblo indefenso”. Quera hablar de los sacerdotes asesinados en el pas en los ltimos aos, como Rutilio Grande, Ernesto Barrera, Octavio Ortiz Luna Rafael Palacios, y Alirio Napolen Macas. “Fueron asesinados porque estaban haciendo lo que deban, estaban cumpliendo su misin con los pobres y los desamparados”, dijo.

Eso quiso explicarle a Juan Pablo II en sus cartas. Luego haba ido a Roma y se encontr con la imposibilidad de ver al Papa a travs de los canales normales del Vaticano. Casi obligado a regresar a su pas, recurri a una accin desesperada, que fue la de mezclarse con los fieles para contactar al jefe de la Iglesia.

Buscaba una palabra de justicia para el pueblo salvadoreo, y slo encontr indiferencia. Esa indiferencia que alent a sus asesinos el 24 de marzo de 1980.

Un domingo en que el Papa baj al gran saln para la audiencia general, logr colocarse en primera fila y cuando Wojtyla lo salud, le retuvo la mano para implorarle una audiencia.

Llevaba en sus manos las pruebas del horror. Pero su primera sorpresa fue un regao de Juan Pablo II por lo “voluminoso” que era el material que traa. Mara Lpez Vigil, quien escribi un libro sobre monseor Romero, cuenta que el Papa le dijo al arzobispo salvadoreo: “Ya les he dicho que no vengan cargados con tantos papeles!”

Ni siquiera quiso mirar las fotografas de los sacerdotes asesinados. Recuerda Lpez Vigil que monseor Romero insisti sobre el caso de la vctima ms reciente, el padre Octavio Ortiz. “Yo lo orden y saba de todos los trabajos en que andaba. El da aquel estaba dando un curso de evangelio a los muchachos del barrio… nos lo mataron diciendo que era un guerrillero.”

“El Papa mira fijamente la foto y no pregunta ms. Mira despus los empaados ojos del arzobispo Romero y mueve la mano hacia atrs, como querindole quitar dramatismo Y acaso no lo era? contesta”.

Monseor Romero quera mostrar otras fotos. Nada quiso ver el Papa, que slo habl para recordarle que su papel como arzobispo era mantener buenas relaciones con el gobierno. Romero volvi a El Salvador. En aquella entrevista, pareca implorar que alguna luz iluminara a Juan Pablo II. Todava esperaba.

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