La Ecologa Poltica en Amrica Latina

Emergencia de la Ecologa Poltica

La ecologa poltica se encuentra en el momento fundacional de un campo terico-prctico. Es la construccin de un nuevo territorio del pensamiento crtico y de la accin poltica. Situar este campo en la geografa del saber no es tan slo delimitar su espacio, fijar sus fronteras y colocar membranas permeables con disciplinas adyacentes. Ms bien implica desbrozar el terreno, dislocar las rocas conceptuales y movilizar el arado discursivo que conforman su suelo original para construir las bases seminales que den identidad y soporte a este nuevo territorio; para pensarlo en su emergencia y en su trascendencia en la configuracin de la complejidad ambiental de nuestro tiempo y en la construccin de un futuro sustentable.

La ecologa poltica en germen abre una pregunta sobre la mutacin ms reciente de la condicin existencial del hombre. Partiendo de una crtica radical de los fundamentos ontolgicos y metafsicos de la epistemologa moderna, ms all de una poltica fundada en la diversidad biolgica, en el orden ecolgica y en la organizacin simblica que dan su identidad a cada cultura, la ecologa poltica viene a interrogar la condicin del ser en el vaco de sentido y la falta de referentes generada por el dominio de lo virtual sobre lo real y lo simblico, de un mundo donde parafraseando a Marshal Berman, todo lo slido se desvanece en el aire. A la ecologa poltica le conciernen no slo los conflictos de distribucin ecolgica, sino el explorar con nueva luz las relaciones de poder que se entretejen entre los mundos de vida de las personas y el mundo globalizado.

Pues si la mirada del mundo desde la hermenutica y el constructivismo ha superado la visin determinista de la historia y el objetivismo de lo real, si el mundo est abierto al azar y a la incertidumbre, al caos y al descontrol, al diseo y a la simulacin, tenemos que preguntarnos, que grado de autonoma tiene la hiperrealidad del mundo sobre-economizado, hiper-tecnologizado y sper-objetivado sobre el ser? en qu sentido se orienta el deseo, la utopa, el proyecto, en la reconfiguracin del mundo guiado por intereses individuales, imaginarios sociales y proyectos colectivos? Qu relaciones y estrategias de poder emergen en este nuevo mundo en el que el aleteo de las mariposas puede llegar a conmover, derribar y reconstruir las armaduras de hierro de la civilizacin moderna y las rgidas estructuras del poder y del conocimiento? Qu significado adquiere la libertad, la identidad, la existencia, la poltica?

La ecologa poltica construye su campo de estudio y de accin en el encuentro y a contracorriente de diversas disciplinas, pensamientos, ticas, comportamientos y movimientos sociales. All colindan, confluyen y se confunden las ramificaciones ambientales y ecolgicas de nuevas disciplinas: la economa ecolgica, el derecho ambiental, la sociologa poltica, la antropologa de las relaciones cultura-naturaleza, la tica poltica. Podemos afirmar sin embargo que no estamos ante un nuevo paradigma de conocimiento o un nuevo paradigma social. Apenas comenzamos a indagar sobre el lugar que le corresponde a un conjunto de exploraciones que no encuentran acomodo dentro de las disciplinas acadmicas tradicionales. La ecologa poltica es un campo que an no adquiere nombre propio; por ello se le designa con prstamos metafricos de conceptos y trminos provenientes de otras disciplinas para ir nombrando los conflictos derivados de la distribucin desigual y las estrategias de apropiacin de los recursos ecolgicos, los bienes naturales y los servicios ambientales. Las metforas de la ecologa poltica se hacen solidarias del lmite del sentido de la globalizacin regida por el valor universal del mercado para catapultear al mundo hacia una reconstruccin de las relaciones de lo real y lo simblico; de la produccin y el saber.

La ecologa poltica emerge en el hinterland de la economa ecolgica para analizar los procesos de significacin, valorizacin y apropiacin de la naturaleza que no se resuelven ni por la va de la valoracin econmica de la naturaleza ni por la asignacin de normas ecolgicas a la economa; estos conflictos socio-ambientales se plantean en trminos de controversias derivadas de formas diversas y muchas veces antagnicas de significacin de la naturaleza, donde los valores polticos y culturales desbordan el campo de la economa poltica, incluso de una economa poltica de los recursos naturales y servicios ambientales. De all surge esa extraa politizacin de “la ecologa”.

En la ecologa poltica han anidado as trminos que derivan de campos contiguos la economa ecolgica, como el de distribucin ecolgica, definido como una categora para comprender las externalidades ambientales y los movimientos sociales que emergen de “conflictos distributivos”; es decir, para dar cuenta de la carga desigual de los costos ecolgicos y sus efectos en las variedades del ambientalismo emergente, incluyendo movimientos de resistencia al neoliberalismo, de compensacin por daos ecolgicos y de justicia ambiental. La distribucin ecolgica designa “las asimetras o desigualdades sociales, espaciales, temporales en el uso que hacen los humanos de los recursos y servicios ambientales, comercializados o no, es decir, la disminucin de los recursos naturales (incluyendo la prdida de biodiversidad) y las cargas de la contaminacin” (Martnez-Alier 1997).

La distribucin ecolgica comprende pues los procesos extraeconmicos (ecolgicos y polticos) que vinculan a la economa ecolgica con la ecologa poltica, en analoga con el concepto de distribucin en economa, que desplaza a la racionalidad econmica al campo de la economa poltica. El conflicto distributivo introduce a la economa poltica del ambiente las condiciones ecolgicas de supervivencia y produccin sustentable, as como el conflicto social que emerge de las formas dominantes de apropiacin de la naturaleza y la contaminacin ambiental. Sin embargo, la distribucin ecolgica apunta hacia procesos de valoracin que rebasan a la racionalidad econmica en sus intentos de asignar precios de mercado y costos crematsticos al ambiente, movilizando a actores sociales por intereses materiales y simblicos (de supervivencia, identidad, autonoma y calidad de vida), ms all de las demandas estrictamente econmicas de propiedad de los medios de produccin, de empleo, de distribucin del ingreso y de desarrollo.

La distribucin ecolgica se refiere a la reparticin desigual de los costos y potenciales ecolgicos, de esas “externalidades econmicas” que son inconmensurables con los valores del mercado, pero que se asumen como nuevos costos a ser internalizados por la va de instrumentos econmicos, de normas ecolgicas o de los movimientos sociales que surgen y se multiplican en respuesta al deterioro del ambiente y la reapropiacin de la naturaleza.

En este contexto se ha venido configurando un discurso reivindicativo en torno a la idea de la deuda ecolgica, como un imaginario y un concepto estratgico movilizador de una conciencia de resistencia a la globalizacin del mercado y sus instrumentos de coercin financiera, cuestionando la legitimidad de la deuda econmica de los pases pobres, buena parte de ellos de Amrica Latina. La deuda ecolgica pone al descubierto la parte ms grande y hasta ahora sumergida del iceberg del intercambio desigual entre pases ricos y pobres, es decir, la destruccin de la base de recursos naturales de los pases llamados subdesarrollados, cuyo estado de pobreza no es consustancial a una esencia cultural o a su limitacin de recursos, sino que resulta de su insercin en una racionalidad econmica global que ha sobre-explotado a su naturaleza, degradado a su ambiente y empobrecido a sus pueblos. Sin embargo, esta deuda ecolgica resulta inconmensurable, pues no hay tasas de descuento que logren actualizarla ni instrumento que logre medirla. Se trata de un despojo histrico, del pillaje de la naturaleza y subyugacin de sus culturas que se enmascara en un mal supuesto efecto de la dotacin y uso eficaz y eficiente de sus factores productivos.

Hoy, este pillaje del tercer mundo se proyecta al futuro, a travs de los mecanismos de apropiacin de la naturaleza por la va de la etno-bio-prospeccin y los derechos de propiedad intelectual del “Norte” sobre los derechos de propiedad de las naciones y pueblos del “Sur”. La biodiversidad representa su patrimonio de recursos naturales y culturales, con los que han co-evolucionado en la historia, el hbitat en donde se arraigan los significados culturales de su existencia. Estos son intraducibles en valores econmicos. Es aqu donde se establece el umbral entre lo que es negociable e intercambiable entre deuda y naturaleza, y lo que impide dirimir el conflicto de distribucin ecolgica en trminos de compensaciones econmicas.

El campo de la ecologa poltica se abre en un horizonte que desborda el territorio de la economa ecolgica. La ecologa poltica se localiza en los linderos del ambiente que puede ser recodificado e internalizado en el espacio paradigmtico de la economa, de la valorizacin de los recursos naturales y los servicios ambientales. La ecologa poltica se establece en ese espacio que es el del conflicto por la reapropiacin de la naturaleza y de la cultura, all donde la naturaleza y la cultura resisten a la homologacin de valores y procesos (simblicos, ecolgicos, epistemolgicos, polticos) inconmensurables y a ser absorbidos en trminos de valores de mercado. All es donde la diversidad cultural adquiere derecho de ciudadana como una poltica de la diferencia, de una diferencia radical, en cuanto que lo que est all en juego es ms y otra cosa que la distribucin equitativa del acceso y los beneficios econmicos derivados de la puesta en valor de la naturaleza.

Desnaturalizacin de la Naturaleza

En el curso de la historia, la naturaleza se fue construyendo como un orden ontolgico y una categora omnicomprensiva de todo lo real. Lo natural se convirti en un argumento fundamental para legitimar el orden existente, tangible y objetivo. Lo natural era lo que tena “derecho de ser”. En la modernidad, la naturaleza se convirti en objeto de dominio de las ciencias y de la produccin, al tiempo que fue externalizada del sistema econmico; se desconoci as el orden complejo y la organizacin ecosistmica de la naturaleza, en tanto que se fue convirtiendo en objeto de conocimiento y en materia prima del proceso productivo. La naturaleza fue desnaturalizada para convertirla en recurso e insertarla en el flujo unidimensional del valor y la productividad econmica. Esta naturalidad del orden de las cosas y del mundo la naturalidad de la ontologa y la epistemologa de la naturaleza fue construyendo una racionalidad contra natura, basada en leyes naturales inexpugnables, ineluctables, inconmovibles.

No es sino hasta los aos sesenta y setenta en adelante que la naturaleza se convierte en referente poltico, no slo de una poltica de Estado para la conservacin de las bases naturales de sustentabilidad del planeta, sino como objeto de disputa y apropiacin social, al tiempo que emergen por fuera de la ciencia diversas corrientes interpretativas, en las que la naturaleza deja de ser un objeto a ser dominado y desmembrado para convertirse en un cuerpo a ser seducido, resignificado, reapropiado. De all todas las diversas ecosofas, desde la ecologa profunda (Naess), el ecosocialismo (OConnor) y el ecoanarquismo (Bookchin), que nutren a la ecologa poltica. En estas perspectivas, la ecologa viene a jugar un papel preponderante en el pensamiento reordenador del mundo. La ecologa se convierte en el paradigma que, basado en la comprensin de lo real y del conocimiento como un sistema de interrelaciones, orienta el pensamiento y la accin en una va reconstructiva. De esta manera se establece el campo de una ecologa generalizada (Morin) donde se configura toda una serie de teoras y metodologas que iluminan y asechan el campo de la ecologa poltica, desde las teoras de sistemas y los mtodos interdisciplinarios, hasta el pensamiento de la complejidad (Floriani 2003).

Se propuso as un cambio de paradigma epistemolgico y societario, del paradigma mecanicista al paradigma ecolgico, que si bien contrapona al fraccionamiento de las ciencias la visin holstica de un mundo entendido como un sistema de interrelaciones, interdependencias y retroalimentaciones, abriendo el conocimiento hacia la novedad y la emergencia, al caos y a la incertidumbre, la conciencia y la creatividad, no renunci a su pulsin totalizadora y objetivante del mundo. Se gener as un nuevo centralismo terico, que si empezaba a enfrentar el logocentrismo de las ciencias, no ha penetrado el cerco de poder del pensamiento unidimensional asentado en la ley unitaria y globalizante del mercado. La ecologa se fue haciendo poltica y la poltica se fue ecologizando, pero a fuerza de abrir la totalidad sistmica fuera de la naturaleza, hacia el orden simblico y cultural, hacia el terreno de la tica y de la justicia (Borrero 2002).

Las corrientes dominantes de pensamiento que alimentan la accin ecologista, van complejizando a la naturaleza, pero no logran salir de la visin naturalista que, desde la biosociologa hasta los enfoques sistmicos y la ecologs generalizada, no han logrado romper el cerco de naturalizacin del mundo en el que la ley natural objetiva vela las estrategias de poder que han atravesado en la historia las relaciones sociedad-naturaleza.

La ecologa poltica es por ello el terreno de una lucha por la desnaturalizacin de la naturaleza: de las condiciones “naturales” de existencia, de los desastres “naturales”, de la ecologizacin de las relaciones sociales. No se trata tan slo de adoptar una perspectiva constructivista de la naturaleza, sino poltica, donde las relaciones entre seres humanos entre ellos y con la naturaleza se construyen a travs de relaciones de poder (en el saber, en la produccin, en la apropiacin de la naturaleza) y los procesos de “normalizacin” de las ideas, discursos, comportamientos y polticas.

Ms all de los enfoques ecologistas que siguen dominando el pensamiento ambiental, nuevas corrientes constructivistas y fenomenolgicas estn contribuyendo a la desconstruccin del concepto de naturaleza, resaltando el hecho de que la naturaleza es siempre una naturaleza marcada, significada, geo-grafiada. Dan cuenta de ello los recientes estudios de la nueva antropologa ecolgica (Descola y Plsson 2001) y de la geografa ambiental (Gonalves 2001), que muestran que la naturaleza es producto no de una evolucin biolgica, sino de una coevolucin de la naturaleza y las culturas que la han habitado. Son estas “naturalezas orgnicas” (Escobar), las que han entrado en competencia y conflicto con la naturaleza capitalizada y tecnologizada por una cultura globalizada que hoy en da impone su imperio hegemnico y homogeneizante bajo el dominio de la tecnologa y el signo unitario del mercado.

La ecologa poltica se establece en el encuentro, confrontacin e hibridacin de estas racionalidades desemejantes y heterogneas de relacin y apropiacin de la naturaleza. Ms all de pensar estas racionalidades como opuestos dialcticos, la ecologa poltica es el campo en el cual se estn construyendo en una historia ambiental cuyos orgenes se remontan a una historia de resistencias anticolonialistas y antiimperialistas nuevas identidades culturales en torno a la defensa de las naturalezas culturalmente significadas y a estrategias novedosas de “aprovechamiento sustentable de los recursos”, de los cuales basta citar la invencin de la identidad del seringueiro y de sus reservas extractivistas en la amazona brasilea, y ms recientemente el proceso de las comunidades negras del Pacfico de Colombia. Estas identidades se han configurado a travs luchas de resistencia, afirmacin y reconstruccin del ser cultural frente a las estrategias de apropiacin y transformacin de la naturaleza que promueve e impone la globalizacin econmica. Porto Gonalves ha caracterizado a estos procesos culturales como movimientos de re-existencia.

Poltica Cultural/Poltica de la Diferencia

La diferencia es siempre una diferencia radical; est fundada en una raz cuyo proceso y destino es diversificarse, ramificarse, redificarse. El pensamiento de la diferencia es el proyecto de desconstruccin del pensamiento unitario, aquel que busca acomodar la diversidad a la universalidad y someter lo heterogneo a la medida de un equivalente universal, cerrar el crculo de las ciencias en una unidad del conocimiento, reducir las variedades ontolgicas a sus homologas estructurales y encasillar las ideas dentro de un pensamiento nico. La ecologa poltica enraza el trabajo terico de desconstruccin del logos en el campo poltico, donde no basta reconocer la existencia de la diversidad cultural, de los saberes tradicionales, de los derechos indgenas, para luego intentar resolver el conflicto que emana de sus diferentes formas de valorizacin de la naturaleza por la va del mercado y sus compensaciones de costos.

Hablamos de ecologa poltica, pero habremos de comprender que la ecologa no es poltica en s. Las relaciones entre seres vivos y naturaleza, las cadenas trficas, las territorialidades de las especies, incluso las relaciones de depredacin y dominacin, no son polticas en ningn sentido. Si la poltica es llevada al territorio de la ecologa es como respuesta al hecho de que la organizacin ecosistmica de la naturaleza ha sido negada y externalizada del campo de la economa y de las ciencias sociales. Las relaciones de poder emergen y se configuran en el orden simblico y del deseo del ser humano, en su diferencia radical con los otros seres vivos que son objeto de la ecologa.

Desde esta perspectiva, al referirse a las “ecologas de la diferencia”, Escobar pone el acento en la nocin de “distribucin cultural”, como los conflictos que emergen de diferentes significados culturales, pues “el poder habita a los significados y los significados son la fuente del poder” (Escobar 2000:9). Pero si bien el poder se moviliza por medio de estrategias discursivas, la “distribucin cultural” no surge del hecho de que los significados sean directamente fuentes de poder, sino de las estrategias discursivas que generan los movimientos por la reivindicacin de sus valores culturales, es decir, en los procesos de legitimacin de los significados culturales como derechos humanos. Pues es por la va de los derechos (humanos) que los valores culturales entran en el juego y el campo del poder establecido por los “derechos del mercado”.

Pero en realidad la nocin de distribucin cultural puede llegar a ser tan falaz como la de distribucin ecolgica cuando se le somete a un proceso de homologacin y homogeneizacin. La inconmensurabilidad no slo se da en la diferencia entre economa, ecologa y cultura, sino dentro del propio orden cultural, donde no existen equivalencias entre significaciones diferenciadas. La distribucin siempre apela a una materia homognea: el ingreso, la riqueza, la naturaleza, la cultura, el poder. Pero el ser que funda los derechos es esencialmente heterogneo, en el sentido de que implica pasar del concepto genrico del ser y del ser ah heideggeriano, an herederos de una ontologa existencialista esencialista y universal, a pensar la poltica de la diferencia como derechos del ser cultural, especfico y localizado.

La ecologa poltica en Amrica Latina est operando as un proceso similar al que Marx realiz con el idealismo hegeliano, al “poner sobre sus pies” a la filosofa de la posmodernidad (Heidegger, Derrida), al volver al Ser y a la diferencia en la sustancia de una ecologa poltica. La esencial diversidad del orden simblico y cultural se convierte en la materia de la poltica de la diferencia.

Pero la diferencia de valores y visiones culturales no se convierte por derecho propio en fuerza poltica. La legitimacin de esa diferencia que le da valor y poder, proviene de una suerte de efectos de saturacin de la homogeneizacin forzada de la vida inducida por el pensamiento metafsico y la racionalidad modernizante. Es de la resistencia del ser al dominio de la homogeneidad hegemnica, de la cosificacin objetivante, de la igualdad inequitativa, que surge la diferencia por el encuentro con la otredad, en la confrontacin de la racionalidad dominante con lo que le es externo y con aquello que excluye, rompiendo con la identidad de la igualdad y la unidad de lo universal. De esa tensin se establece el campo de poder de la ecologa poltica, de la demarcacin del pensamiento nico y la razn unidimensional, para valorar la diferencia del ser y convertirlo en un campo de fuerzas polticas.

Hoy es posible afirmar que “las luchas por la diferencia cultural, las identidades tnicas y las autonomas locales sobre el territorio y los recursos estn contribuyendo a definir la agenda de los conflictos ambientales ms all del campo econmico y ecolgico”, reivindicando las “formas tnicas de alteridad comprometidas con la justicia social y la igualdad en la diferencia” (Escobar 2000:6, 13). Esta reivindicacin no reclama una esencia tnica ni derechos fincados en el principio jurdico y metafsico del individuo, sino en el derecho del ser, que incluye tanto los valores intrnsecos de la naturaleza como los derechos humanos diferenciados culturalmente, incluyendo el derecho a disentir de los sentidos preestablecidos y legitimados por poderes hegemnicos.

La poltica de la diferencia no slo implica diferenciar criterios, opiniones y posiciones. Tambin hay que entenderla en el sentido que asigna Derrida (1989) a la diferencia, que no slo establece la diferencia en el aqu y el ahora, sino que la abre al tiempo, al devenir, al advenimiento de lo impensado y lo inexistente. En este sentido, frente al cierre de la historia en torno al cerco del pensamiento nico y del mercado globalizado, la poltica de la diferencia abre la historia hacia la utopa de la construccin de sociedades sustentables diferenciadas. El derecho a diferir en el tiempo abre el sentido del ser que construye en el tiempo aquello que es potencialmente posible desde lo real y del deseo, “lo que an no es” (Levinas 1977).

La ecologa poltica reconoce en el ambientalismo luchas de poder por la distribucin de bienes materiales (valores de uso), pero sobre todo de valores-significaciones asignadas a los bienes, necesidades, ideales, deseos y formas de existencia que definen los procesos de adaptacin / transformacin de los grupos culturales a la naturaleza. No se trata pues de un problema de inconmensurabilidad de bienes-objeto, sino de identidades-valoraciones diferenciadas por formas culturales de significacin, tanto de la naturaleza como de la existencia misma. Esto est llevando a imaginar y construir estrategias de poder capaces de vincular y fortalecer un frente comn de luchas polticas diferenciadas en la va de la construccin de un mundo diverso guiado por una racionalidad ambiental (hibridacin de diversas racionalidades) y una poltica de la diferencia. De ese otro mundo posible por el que claman las voces del Foro Social Mundial; de otro mundo donde quepan muchos mundos (Sub-comandante Marcos).

Las reivindicaciones por la igualdad en el contexto de los derechos humanos genricos del hombre, y sus aplicaciones jurdicas a travs de los derechos individuales, son incapaces de asumir este principio poltico de la diferencia que reclama un lugar propio dentro de una cultura de la diversidad, pues como afirma Escobar,

Ya no es el caso de que uno pueda contestar la desposesin y argumentar a favor de la igualdad desde la perspectiva de la inclusin dentro de la cultura y la economa dominantes. De hecho, lo opuesto est sucediendo: la posicin de la diferencia y la autonoma est llegando a ser tan vlida, o ms, en esta contestacin. El apelar a las sensibilidades morales de los poderosos ha dejado de ser efectiva [] Es el momento de ensayar [] las estrategias de poder de las culturas conectadas en redes y glocalidades, de manera que puedan negociarse concepciones contrastantes de lo bueno y el valor de diferentes formas de vida y para reafirmar el predicamento pendiente de la diferencia-en-la-igualdad. (Escobar 2000:21).

Conciencia de clase, conciencia ecolgica, conciencia de especie

La poltica de la diferencia se sita en otro plano que el de una ecologa poltica subsumida en el pensamiento ecolgico. Pues la significancia de la naturaleza que mueve a los actores sociales en el campo de la ecologa poltica no podra proceder ni fundarse en una conciencia genrica de la especie humana. La “conciencia ecolgica” que emana de la narrativa ecologista como una noosfera que emerge desde la organizacin biolgica del cuerpo social humano esa formacin discursiva desde la cual la gente habla del amor a la naturaleza, se conmueve por el cuidado del ambiente y promueve el desarrollo sostenible no es consistente con bases tericas ni con visiones y proyectos compartidos por la humanidad en su conjunto. Por ello los “tomadores de decisiones” pueden anteponer la conciencia econmica a la de la supervivencia humana y del planeta, y negar las evidencias cientficas sobre el cambio climtico; por ello los principios del desarrollo sostenible (las responsabilidades comunes pero diferenciadas, el consentimiento previo e informado, el pensar globalmente y actuar localmente, o el principio de quien contamina paga) se han convertido en slogans con un limitado efecto en la construccin de una nueva racionalidad ambiental. El movimiento ambientalista es un campo disperso de grupos sociales que antes de solidarizarse por un objetivo comn, muchas veces se confrontan, se diferencian y se dispersan tanto por el fraccionamiento de sus reivindicaciones como por la comprensin y uso de conceptos que definen sus estrategias polticas.

Para que hubiera una conciencia de especie sera necesario que la humanidad en su conjunto compartiera la vivencia de una catstrofe comn o de un destino compartido por todo el gnero humano en trminos equivalentes, como aquella que llev el silogismo aristotlico sobre la mortalidad del hombre a una conciencia de s de la humanidad cuando la generalizacin de la peste convirti el simbolismo del silogismo en experiencia vivida, transformando la mxima del enunciado en produccin de sentido de un imaginario colectivo (o la que fund la cultura humana en la prohibicin del incesto y de la cual el simbolismo del complejo de Edipo vino solamente a convertir en sentido trgico y manifestacin literaria una “ley cultural” vivida, que no fue instaurada ni por Sfocles ni por Freud). Pues como ha afirmado Lacan (1974-5), del enunciado de Aristteles “todos los hombres son mortales” no se desprende el sentido que slo anid en la conciencia una vez que la peste se propag por Tebas, convirtindola en algo “imaginable” y no slo una pura forma simblica, una vez que toda la sociedad se sinti concernida por la amenaza de una muerte real.

En la sociedad del riesgo y la inseguridad en que vivimos podemos afirmar que el imaginario del terror est ms concentrado en la realidad de la guerra y la violencia generalizada que en el peligro inminente de un colapso ecolgico. Pareciera que el holocausto y los genocidios a lo largo de la historia humana no hubieran sido capaces de anteponer una tica de la vida a los intereses del poder; menos an una conciencia que responda efectivamente al riesgo ecolgico o con un imaginario colectivo que reconduzca sus acciones hacia la construccin de sociedades sustentables. La crisis ambiental que se cierne sobre el mundo an se percibe como una premonicin catastrofista de una naturaleza que se presume cada vez ms controlada, ms que como un riesgo ecolgico real para toda la humanidad. La amenaza que se ha establecido en el imaginario colectivo y que mantiene pasmado al mundo actual es la del terrorismo que se manifiesta en un miedo generalizado a la guerra desenfrenada, al holocausto humano, al derrumbe de reglas bsicas de convivencia y de una tica de y para la vida, ms que como la conciencia de la revancha de una naturaleza sometida y sobreexplotada.

Ciertamente prcticamente todo el mundo tiene hoy conciencia de problemas ecolgicos que afectan su calidad de vida; pero estos se encuentran fragmentados y segmentados segn su especificidad local. Estos generan una variedad de ambientalismos (Guha y Martnez Alier 1997), pero no todas las formas y grados de conciencia generan movimientos sociales. Ms bien prevalece lo contrario, y los problemas ms generales, como el calentamiento global, son percibidos desde visiones y concepciones muy diferentes, desde quienes ven all la fatalidad de catstrofes naturales hasta quienes lo entienden como la manifestacin de la ley lmite de la entropa y el efecto de la racionalidad econmica. El ambientalismo es pues un kaleidoscopio de teoras, ideologas, estrategias y acciones no unificadas por una conciencia de especie, salvo por el hecho de que el discurso ecolgico ha empezado a penetrar todas las lenguas y todos los lenguajes, todos los idearios y todos los imaginarios.

La ley lmite de la entropa que sustentara desde la ciencia tales previsiones y los desastres “naturales” que se han desencadenado y proliferado en los ltimos aos parecen an disolver su evidencia en los clculos de probabilidades, en la incertidumbre vaga de los acontecimientos, en el corto horizonte de las evaluaciones y la multiplicidad de criterios en los que se elaboran sus indicadores. Lo que prevalece es una dispersin de visiones y previsiones sobre la existencia humana y su relacin con la naturaleza, en la que se borran las fronteras de las conciencias de clase, pero no por ello las diferencias de conciencias alimentadas por intereses y valores diferenciados, en los que el principio de diversidad cultural est abriendo un nuevo mosaico de posicionamientos que impide la visin unitaria para salvar al planeta, a la biodiversidad y a la especie humana. Cada visin se est convirtiendo en nuevos derechos que estn resquebrajando el marco jurdico prevaleciente, construido en torno al principio de la individualidad y del derecho privado, de la misma forma que esos pilares de la racionalidad econmica se colapsan frente a lo real de la naturaleza y los sentidos de la cultura.

Esta recomposicin del mundo por la va de la diferenciacin del ser y del sentido rompe el esquema imaginario de la interdisciplinariedad, e incluso de un “dilogo de saberes” entendido como la concertacin de intereses diferenciados a travs de una racionalidad comunicativa (Habermas). La conciencia de la crisis ambiental se funda en la relacin del ser con el lmite, en el enfrentamiento del todo objetivado del ente con la nada que alimenta el advenimiento del ser, en la interconexin de lo real, lo imaginario y lo simblico que oblitera al sujeto, que abre el agujero de donde emerge la existencia humana, el ser y su relacin con el saber. El sujeto de la ecologa poltica no es el hombre construido por la antropologa ni el ser-ah genrico de la fenomenologa, sino el ser propio que ocupa un lugar en el mundo, que construye su mundo de vida como “produccin de existencia” (Lacan 1974/75): la nada, la falta en ser y la pulsin de vida que van impulsando y anudando el posible saber en la produccin de la existencia, forjando esa relacin del ser y el saber, del ser con lo sido y lo que an no es, de una utopa que est ms all de toda trascendencia prescrita en una evolucin ecolgica, sea esta orgnica o de una dialctica ecologizada de la naturaleza (Bookchin 1990).

La conciencia ecolgica se inscribe as en una poltica de la diferencia referida a los derechos del ser y a la invencin de nuevas identidades atravesadas y constituidas en y por relaciones de poder.

Ecologa Poltica / Epistemologa Poltica

La ecologa poltica es la poltica de la reapropiacin de la naturaleza. Pero como toda poltica, no es meramente una estrategia prctica; su prctica no slo est mediada por procesos discursivos y por aplicaciones del conocimiento, sino que es esencialmente una lucha que se da en la produccin y apropiacin de los conceptos. No slo porque el ambientalismo crtico combate las ideologas que fundan la racionalidad de la modernidad insustentable (Leis 2001), sino porque la eficacia de una estrategia de reconstruccin social implica la desconstruccin de los conceptos tericos e ideolgicos que han soportado y legitimado las acciones y procesos generadores de los conflictos ambientales. La orientacin de las acciones hacia la construccin de sociedades sustentables se da en un campo de luchas tericas y de politizacin de conceptos. As, los conceptos de biodiversidad, territorio, autonoma, autogestin, estn reconfigurando sus significados en el campo conflictivo de las estrategias de reapropiacin de la naturaleza.

La poltica de la diferencia se abre a una proliferacin de sentidos existenciales y civilizatorios que son la materia de una epistemologa poltica que desborda al proyecto interdisciplinario en su voluntad de integracin y complementariedad de conocimientos (las teoras de sistemas), reconociendo las estrategias de poder que se juegan en el campo del saber y reconduciendo el conflicto ambiental hacia un encuentro y dilogo de saberes. Ello implica una radical revisin del conocimiento, de la relacin entre lo real, lo simblico y lo imaginario, donde la solucin no se orienta a copiar a la naturaleza, a subsumirse profundamente en la ecologa, a generalizar la ecologa como modelo de pensamiento y comportamiento, sino a situarse polticamente en lo imaginario de las representaciones de la naturaleza para desentraar sus estrategias de poder (del discurso del desarrollo sostenible). Se trata no slo de una hermenutica de los diferentes sentidos asignados a la naturaleza, sino de saber que toda naturaleza es captada desde un lenguaje, desde relaciones simblicas que entraan visiones, sentimientos, razones, sentidos e intereses que se debaten en la arena poltica. Porque el poder que habita al cuerpo humano est hecho de lenguaje.

Es dentro de esta epistemologa poltica que los conceptos de territorio-regin funcionan como lugares-soporte para la reconstruccin de identidades enraizadas en prcticas culturales y racionalidades productivas sustentables, como hoy lo construyen las comunidades negras del Pacfico colombiano. En este escenario,

El territorio es visto como un espacio multidimensional fundamental para la creacin y recreacin de las prcticas ecolgicas, econmicas y culturales de las comunidades […] Puede decirse que en esta articulacin entre identidad cultural y apropiacin de un territorio subyace la ecologa poltica del movimiento social de comunidades negras. La demarcacin de territorios colectivos ha llevado a los activistas a desarrollar una concepcin del territorio que enfatiza articulaciones entre los patrones de asentamiento, los usos del espacio y las prcticas de usos-significados de los recursos. (Escobar 1999:260)

Una ecologa poltica bien situada se sustenta en una teora correcta de las relaciones sociedad-naturaleza, o en la desconstruccin de la nocin ideolgico-cientfica-discursiva de la naturaleza, capaz de articular la sustancia ontolgica de lo real del orden biofsico, con el orden simblico que la significa, que la convierte en referente de una cosmovisin, de una teora, de un discurso sobre el desarrollo sustentable. La ecologa poltica remite directamente al debate sobre monismo/dualismo en el que hoy se desgarra la teora de la reconstruccin / reintegracin de lo natural y lo social, de la ecologa y la cultura, de lo material y lo simblico. Es all donde se ha desbarrancado el pensamiento ambiental, bloqueado por efecto del maniquesmo terico y la dicotoma extrema entre el naturalismo de las ciencias fsico-biolgico-matemticas y el antropomorfismo de las ciencias de la cultura; unas llevadas al polo positivo del positivismo lgico y empirista; el otro al relativismo del constructivismo y de la hermenutica. En el naufragio del pensamiento ante su polarizacin extrema, pensadores y cientficos se han agarrado de la tabla de salvacin que les ha ofrecido la ecologa como ciencia por excelencia e las interrelaciones de los seres vivos con sus entorno, llevando a una ecologa generalizada que no logra desprenderse e esa voluntad de totalizacin del mundo, ahora guiada por el objetivo de construir un pensamiento de la complejidad (Morin 1993). Surgen de all todos los intentos por reconciliar a esos entes no dialogantes (mente-cuerpo; naturaleza-cultura; razn-sentimiento), ms all de una dialctica de contrarios, unificados por un creacionismo evolucionista, de donde habra de emerger la conciencia ecolgica para reconciliar y saldar las deudas de una racionalidad anti-ecolgica. Este pensamiento complejo en bsqueda de un paradigma monista fundado en la ecologa no ofrece bases slidas a una ecologa poltica capaz de guiar las acciones hacia una sustentabilidad fundada en una poltica de la diferencia.

La otra falla del pensamiento epistemolgico reciente ha sido querer reunificar la naturaleza y la cultura sobre la base de una perspectiva fenomenolgica a partir de la constatacin de que las cosmovisiones de las sociedades “tradicionales” no reconocen una distincin entre lo humano, lo natural y lo sobrenatural. Empero estas “matrices de racionalidad” no constituyen “epistemologas” conmensurables, equiparables con la epistemologa de nuestra civilizacin “occidental”. De manera que si bien podemos inspirarnos en las gnoseologas de las sociedades tradicionales para una poltica de la diferencia basada en el derecho de sus saberes, el campo general de la epistemologa que anima y legitima la poltica de la globalizacin econmico-ecolgica debe desconstruirse desde el cuerpo mismo de sus fundamentos.

La posmodernidad est marcada por el fin de los universalismos y los esencialismos; por la emergencia de entes hbridos hechos de organismo, smbolos y tecnologa (Haraway); por la imbricacin de lo tradicional y lo moderno. Pero es necesario diferenciar este reenlazamiento de lo natural, lo cultural y lo tecnolgico del mundo actual de la complejidad, del mundo de vida de los primitivos que desconocen la separacin entre cuerpo y alma, vida y muerte, naturaleza y cultura. Esta continuidad y fluidez del mundo primitivo se da en un registro diferente a la relacin entre lo real, lo simblico y lo imaginario en la cultura moderna.

El problema a resolver por la ecologa poltica no es slo el dejar atrs el esencialismo de la ontologa occidental, sino el principio de universalidad de la ciencia moderna. Pues la ciencia ha generado, junto con sus universales a priori, al hombre genrico que se convirti en el principio de discriminacin de los hombres diferentes. De esta manera, los derechos humanos norman y unifican al tiempo que segregan y discriminan. Por ello, la ecologa poltica debe salir a la desconstruccin de todos los conceptos universales y genricos: el hombre, la naturaleza, la cultura, etc., pero no para pluralizarlos como “hombres”, “naturalezas” y “culturas” (con sus propias “ontologas” y “epistemologas”), sino para construir los conceptos de su diferencia. As pues, el ecofeminismo no debe tan slo diagnosticar los lugares asignados a la mujer en la economa, la poltica, la familia. Su diferencia sustantiva no radica en el lugar (diferente, subyugado) que le asigna la cultura jerrquica falocntrica, sino en decir su diferencia con un lenguaje propio, que no es slo el agregado de sensibilidad a la supuesta racionalidad inconmovible del machismo. La ecologa poltica habr de edificarse y convivir en una babel de lenguajes diferenciados, que se comunican e interpretan pero que no se traducen en un lenguaje comn unificado.

Esta epistemologa poltica trasciende el juego de interrelaciones e interdependencias del pensamiento complejo fundado en una ecologa generalizada (Morin) y en un naturalismo dialctico (Bookchin), ya que est situada ms all de todo naturalismo. Esta emerge desde ese orden que inaugura la palabra, el orden simblico y la produccin de sentido. En esta perspectiva, la ecologa poltica no emerge del orden ecolgico preestablecido, ni de una ciencia que hara valer una conciencia-verdad capaz de vencer los intereses antiecolgicos y antidemocrticos, sino en un nuevo espacio donde el destino de la naturaleza se juega en un proceso de creacin de sentidos-verdades y en sus respectivas estrategias de poder. Ese reanudamiento entre lo real, lo simblico y lo imaginario es lo que pone en juego las leyes de la naturaleza (entropa como ley lmite de lo real) con lo simblico de su teora y con la discursividad del desarrollo sostenible. Esta cuestin epistemolgica no se dirime en el campo del conocimiento, sino en el de la poltica que hace intervenir otros smbolos, otros imaginarios y otros reales, en el sentido de que la naturaleza (la biodiversidad) no son entidades objetivas desde el momento en que la naturaleza se construye desde el efecto de poder de los procesos imaginarios y simblicos que la transforman en geopoltica del desarrollo sostenible.

tica y Emancipacin

La ecologa poltica busca su identidad terica y poltica en un mundo en mutacin, en el que las concepciones y conceptos que hasta ahora orientaron la inteligibilidad del mundo y la accin prctica, parecen desvanecerse del campo del lenguaje significativo. Sin embargo, el pensamiento dominante se resiste a abandonar el diccionario de las prcticas discursivas que envuelven a la ecologa poltica (como a todos los viejos y nuevos discursos que acompaan la desconstruccin del mundo) a pesar de que han perdido todo peso explicativo y resuenan como la nostalgia de un mundo para siempre pasado, para siempre perdido: el del pensamiento dialctico, el de la universalidad y unidad de las ciencias, el de la esencia de las cosas y la trascendencia de los hechos. Y sin embargo algo nuevo puja por salir y manifestarse en este mundo de incertidumbres, de caos y confusin, de sombras y penumbras, donde a travs de los resquicios y resquebrajamientos de la racionalidad monoltica del pensamiento totalitario, se asoman las primeras luces de la complejidad ambiental. Llamemos a ese algo inconformidad, lucidez mnima, necesidad de comprensin y de emancipacin. Mientras los juegos de lenguaje son infinitos para seguir imaginando este mundo de ficcin y virtualidad, tambin lo son para avizorar futuros posibles, para construir utopas, para reconducir la vida. Y el pensamiento que ya nunca ser nico ni servir como instrumento de poder, busca comprender, enlazar su poder simblico y sus imaginarios para reconducir lo real. Y si este proceso no deber sucumbir al poder perverso y annimo de la hiperrealidad y la simulacin guiadas por el poder o por la aleatoriedad de las cosas, un principio bsico seguir sosteniendo la existencia en la razn, y es la de la consistencia del pensamiento, consistencia que nunca ser total en un mundo que nunca ser totalmente conocido y controlado por el pensamiento. Que nunca ms ser regido por razones de fuerza mayor.

La crisis ambiental marca el lmite del logocentrismo y la voluntad de unidad y universalidad de la ciencia, del pensamiento nico y unidimensional, de la racionalidad entre fines y medios, de la productividad econmica y la eficiencia tecnolgica, del equivalente universal como medida de todas las cosas, que bajo el signo monetario y la lgica del mercado han recodificado al mundo y los mundos de vida en trminos de valores de mercado intercambiables y transables. De all que la emancipacin se plantee no slo como un antiesencialismo, sino como de-sujecin de la sobre-economizacin del mundo. Lo anterior implica resignificar los principios liberadores de la libertad, la igualdad y la fraternidad como principios de una moral poltica que termin siendo cooptada por el liberalismo econmico y poltico por la ecualizacin y privatizacin de los derechos individuales, de fraternidades disueltas por el inters y la razn de fuerza mayor, para renombrarlos en la perspectiva de la desujecin y la emancipacin, de la equidad en la diversidad, de la solidaridad entre seres humanos con culturas, visiones e intereses colectivos, pero diferenciados.

La ecologa poltica es una poltica de la diferencia, de la diversificacin de sentidos; ms all de una poltica para la conservacin de la biodiversidad que sera recodificada y revalorizada como un universal tico o por el equivalente universal del mercado, es una transmutacin de la lgica unitaria hacia la diversificacin de proyectos de sustentabilidad y ecodesarrollo. Esta poltica es una revolucin que abre los sentidos civilizatorios, no por ser una revolucin de la naturaleza ni del conocimiento cientfico-tecnolgico (biotecnolgica), sino por ser una revolucin del orden simblico, lo que implica poner el espritu desconstruccionista del pensamiento posmoderno al servicio de una poltica de la diferencia, proponer la “imaginacin abolicionista” como principio de libertad y de sustentabilidad:

La agenda abolicionista propone comunidades autogestionarias establecidas de acuerdo al ideal de organizacin espontnea: los vnculos personales, las relaciones de trabajo creativo, los grupos de afinidad, los cabildos comunales y vecinales; fundadas en el respeto y la soberana de la persona humana, la responsabilidad ambiental y el ejercicio de la democracia directa “cara a cara” para la toma de decisiones en asuntos de inters colectivo. Esta agenda apuntaba a cambiar nuestro rumbo hacia una civilizacin de la diversidad, una tica de la frugalidad y una cultura de baja entropa, reinventando valores, desatando los nudos del espritu, sorteando la homogeneidad cultural con la fuerza de un planeta de pueblos, aldeas y ciudades diversos. (Borrero 2002:136)

El discurso de la ecologa poltica no es el discurso lineal que hace referencia a los “hechos”, sino aqul de la poesa y la textura conceptual que al tiempo que enlaza la materia, los smbolos y los actos que constituyen su territorio y su autonoma de su campo terico-poltico, tambin llevan en ciernes la desconstruccin de los discursos de los paradigmas y las polticas establecidas, para abrirse hacia el proceso de construccin de una nueva racionalidad a partir de los potenciales de la naturaleza y los sentidos de la cultura, de la actualizacin de identidades y la posibilidad de lo que “an no es”.

La ecologa poltica no solamente explora y acta en el campo del poder que se establece dentro del conflicto de intereses por la apropiacin de la naturaleza; a su vez hace necesario repensar la poltica desde una nueva visin de las relaciones de la naturaleza, la cultura y la tecnologa. Ms que actuar en el espacio de una complejidad ambiental emergente, se inscribe en la bsqueda de un nuevo proyecto libertario para abolir toda relacin jerrquica y toda forma de dominacin. Ms all de estudiar los conflictos ambientales, est constituida por un conjunto de movimientos sociales y prcticas polticas que se manifiestan dentro de un proceso de emancipacin. La ecologa poltica se funda en un nuevo pensamiento y en una nueva tica: una tica poltica para renovar el sentido de la vida (Leff 2002, PNUMA 2002).

As, dentro de la imaginacin abolicionista y el pensamiento libertario que inspira a la ecologa poltica, la disolucin del poder de una minora privilegiada para sojuzgar a las mayoras excluidas es tarea prioritaria para la ecologa poltica. La ecologa poltica de Amrica Latina deber ser un rbol cultivado por nuestras vidas y las de tantos movimientos sociales que se cobijan bajo su follaje; un rbol con ramas que enlacen diversas lenguas, una Babel donde nos comprendamos desde nuestras diferencias, donde cada vez que alcemos el brazo para alcanzar sus frutos degustemos el sabor de cada terruo de nuestra geografa, de cada cosecha de nuestra historia y cada producto de nuestra invencin. De ser as, tal vez no tardemos mucho en darle nombre propio a su savia, como esos seringueiros que se inventaron como seres en este mundo bajo el nombre de ese rbol del que con su ingenio extrajeron el alimento de sus cuerpos y vida de su cultura.

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