La fundación del Partido Comunista de El Salvador

La fundación del Partido Comunista de El Salvador
Jorge Fernández Anaya

Las presentes líneas abarcan un periodo breve, de noviembre de 1929 a abril de 1931, en el que se realizaron las actividades que adelante enumeramos, de gran trascendencia histórica.

La crisis iba creando todas las condiciones de la maduración revolucionaria. Era evidente el ascenso revolucionario en la medida en que se establecía la relación con las masas y en que se planteaban las tareas revolucionarias; las masas luchaban creando las organizaciones, desarrollando el movimiento huelguístico, luchando políticamente, planteando el cambio revolucionario, la necesidad histórica de la revolución democrático-burguesa, antiimperialista y de liberación nacional, como el camino para llegar a la revolución proletaria, socialista.

Corresponde a este periodo la iniciación y profundización de la crisis económica de 1929-1934, que repercutió en forma violenta en la economía de El Salvador, cuyo renglón fundamental es la producción cafetalera, que sufrió la contracción del mercado exterior y la baja de precios. Las quiebras de pequeñas industrias, el cierre de comercios, las modestas maniobras de racionalización de la pequeña y mediana industria, la sustitución de la mano de obra por máquinas (calzado), la desocupación obrera, el encarecimiento del crédito comercial, básicamente, crearon las condiciones que provocaron el empobrecimiento de la clase obrera, los desalojos en el campo de los obreros agrícolas y de los peones acasillados que en gran medida trabajaban en las fincas y que en muchos casos sólo trabajaban por una modestísima comida, el alza de las rentas de las tierras a los medieros y aparceros; en fin, repercutía profundamente en todo el país la crisis económica.

El derrumbe económico*

Lamentablemente no cuento con todos los datos estadísticos para realizar una descripción de este derrumbe económico y de las actitudes de la burguesía urbana y de los grandes y pequeños terratenientes capitalistas, que imponían en muchos casos, sobre todo en el campo, condiciones de servidumbre a los obreros agrícolas y a los peones a cambio de la modesta comida que les permitía sobrevivir. Todo esto creaba una situación de indignación en la clase obrera de la ciudad y del campo, en los semiproletarios e incluso en las capas pequeñoburguesas urbanas, sobre todo entre los artesanos.

Es esta situación el escenario donde se va a realizar la gran obra histórica de fundar y construir el glorioso Partido Comunista de El Salvador. Es el momento histórico en que se inicia su actividad proletaria, marxista-leninista, nacional e internacionalista. Desde los primeros pasos se lucha por llevar las ideas del socialismo a la conciencia del proletariado, por ligarse estrechamente a las masas de la clase obrera de la ciudad y del campo, luchando por ser la vanguardia respetada y querida de la propia clase obrera de la ciudad y del campo. Así también, se inició la lucha por los aliados del proletariado, los semiproletarios del campo (medieros y aparceros), por las capas artesanas predominantes en la producción de mercancías. Se realizaron intentos muy modestos para ganar a la intelectualidad e inclusive para conquistar a los elementos más sanos de la Guardia Nacional.

El propósito de este testimonio es reservar todo cuanto ahora puede recordarse, así como examinar los hechos, ver la obra de reclutamiento, la constitución de los órganos del Partido y los problemas que implicaba el tiempo en el creciente y poderoso y pujante ascenso revolucionario.

En marzo de 1929, a iniciativa de Raúl Equizabal (fusilado en enero de 1932), se fundó la Local de la Juventud Comunista en Ahuachapán, El Salvador. Este compañero enviaba cartas al Buró Político del PCM y a la Federación de la Juventud Comunista pidiendo que fuese algún dirigente a ayudarlos para construir la Federación Juvenil Comunista de El Salvador. Por otro lado, desde Guatemala, el compañero Miguel Ángel Vázquez escribía cartas para que fuese algún delegado a orientar, instruir y ayudar a organizar bien el Partido Comunista Centro Americano, entonces con base en Guatemala; ambos compañeros presentaban la urgencia de que fuese algún dirigente a trabajar con ellos.

Contribución del PCM

El Partido Comunista de México ayudó a construir el Partido Comunista de Ecuador y en esa obra jugó un gran papel el profesor Rafael Ramos Pedrueza, quien contribuyó en la organización y fundación de ese hermano partido. También estuvo presente la representación del Partido Comunista de México en la fundación del Partido Comunista de Cuba, y tuvo representación en la fundación del Partido Comunista de Centro América, en Guatemala.

Siendo Jorge Fernández Anaya miembro del Comité Ejecutivo de la Internacional Juvenil Comunista y secretario del Buró del Caribe de esta organización leninista para la región, así como miembro del Comité Central del Partido Comunista de México, entonces bajo la dirección del compañero Hernán Laborde, en una asamblea se trató este problema y se resolvió enviarle con las siguientes representaciones: secretario del Buró del Caribe de la IJC, representante del Buró Político del Partido Comunista de México, representante del Bloque Obrero y Campesino, de la Confederación Sindical Unitaria y de la Federación de la Juventud Comunista de México. Más tarde, también el Buró del Caribe de la Internacional Comunista le dio su representación. Su tarea: ayudar al Partido Comunista Centro Americano con sede en Guatemala y lo que adelante se plantease.

Al llegar Jorge Fernández Anaya a Ahuachapán, El Salvador, la Local de la Juventud Comunista de esa ciudad estaba reunida y recibió muy entusiastamente al delegado mexicano.

El primer problema fue la información de la situación del país, el comienzo del malestar de los obreros de la ciudad y del campo, y, lo más importante, recibir datos e información sobre los mejores dirigentes de la Federación Regional de Trabajadores, el carácter básicamente artesanal de la única organización sindical que había en el país. Esa información los destacaba por su posición revolucionaria, aunque se hacía énfasis en lo disperso de las personas que ellos mencionaban. Se les definió como elementos potencialmente revolucionarios, con los cuales podía relacionarse para hablar con ellos, reclutarlos para el futuro partido, comenzar la educación ideológica que condujese a la fundación del Partido.

Los primeros pasos

Con los fondos reunidos se marchó a San Salvador para buscarlos y así comenzó el trabajo. Primero contacté con el obrero carpintero Luis Díaz, Aquilino Martínez, Martínez “El Mango” y Guarneros (el del Cuervo) y con la ayuda de ellos llegamos incluso a obreros de otras fábricas donde no había organización sindical. Además no se había fundado el Partido Comunista de El Salvador, y a partir de ese momento la tarea era crear los organismos de base del futuro partido y de la Juventud Comunista para más adelante constituirlos.

Así el primer paso fue conectarse con todos los que tenían una posición de izquierda, con los que se veía que podían realizar una obra revolucionaria. Localizados y reclutados los primeros once compañeros, obreros todos, se comenzó a examinar la situación del país, sus más graves problemas y las repercusiones concretas de la crisis en la clase obrera, en su estado de ánimo. Se realizó todo un trabajo de investigación hasta donde las condiciones lo permitieron. Cuando se concluyó este análisis se me pidió que redactara este examen de la situación y pusiese las conclusiones que yo había propuesto, así como las que ellos habían planteado y que habían sido aceptadas por todos. Terminado, se leyó y se volvió a discutir dos veces más. Este documento sirvió inicialmente para atraer y unir a nuevos compañeros.

Cuando el núcleo llegó a 20 compañeros, se organizó un curso breve de marxismo-leninismo. Toda la obra era oral, pues no se contaba con folletos o libros. Además, al igual que en México, no había en las librerías literatura revolucionaria. De esa manera, el trabajo de educación revolucionaria se realizaba en la casa de Guarneros y esta labor tuvo una enorme importancia, porque unificaba ideológicamente a los asistentes. Así se fueron realizando los trabajos de atracción, de educación política, de unidad ideológica, de todos los que iban a ser los fundadores del Partido Comunista de El Salvador. Se puede decir que esta obra tenía enormes limitaciones, eso es cierto, pero se procuraba transmitir el mayor número de conocimientos.

El segundo problema fue encontrar el mejor camino, el más práctico para ligarse con la clase obrera, para organizarla. Ello implicó el examen de lo que era la Federación Regional de Trabajadores de El Salvador, ver algo de sus orígenes; aunque no fue propiamente una investigación histórica, sí se trató de tener una idea clara del camino recorrido por esta organización de los trabajadores salvadorenos y analizar las causas de sus limitaciones.

El Partido sería el continuador de todas las luchas revolucionarias del pasado contra el feudalismo colonial espanol, el representante de los hombres avanzados de la naciente nación, de las luchas avanzadas —como la del indio Aquino del siglo XIX—, que derrotados, aplastados, simbolizaban la lucha contra el latifundio (fincas) en el país.

El Partido representaría la tradición de lucha de los trabajadores contra el dominio sanguinario y terrorista de los finqueros Meléndez y Quiñones Molina, realizada en el quinquenio de 1920 a 1925. Los finqueros organizaron la Liga Roja para controlar el descontento de los obreros agrícolas y de los peones, para desviar la acción de las masas que admiraban la primera revolución socialista en la Rusia soviética, pues ella abría una nueva época. La demagogia de los finqueros se tuvo que enfrentar a la real lucha de los trabajadores del campo y la ciudad, hasta que éstos —los finqueros— se decidieron a realizar sucesivas matanzas de trabajadores, sobre todo en el campo.

La FRT, la COPA y la CSLA

Bajo ese influjo se organizó en 1924 la Federación Regional de Trabajadores de El Salvador. Los sindicatos que se organizaron eran agrupaciones que tenían muchos resabios de las sociedades mutualistas. Estaban dirigidos por artesanos y éstos llevaban a los sindicatos por el camino que les convenía, y en la membresía dominaban los obreros de los pequeños talleres.

Al comenzar 1928, un periodista, Luis Felipe Recinos, planteó y se aprobó la adhesión de la Federación Regional de Trabajadores a la Confederación Obrera Panamericana. Ello motivó un primer intento de corriente que se estaba formando y los jóvenes se enfrentaron y lucharon contra la adhesión a la COPA, que manejaban Gumersindo Ramírez, Raúl Monterrosa, Tejeda y Soriano. Esos dirigentes tenían un gran orador, Joya Peña. La lucha contra el reformismo y las agrupaciones sirvientes del imperialismo yanqui cobró fuerza y a finales de ese año se planteó la separación de la COPA, lo que se logró por unanimidad.

A finales de 1929, tras la adhesión de la FRT a la Confederación Sindical Latino Americana, se planteó el problema de examinar el camino que seguir: crear una nueva central sindical o transformar la FRT. Se optó por la transformación de la Federación. Así se comenzó a organizar a los obreros, poniendo atención a las grandes empresas, como la cervecería, la planta de luz, algunas fábricas textiles, a los que trabajaban por construir el Tanque Aguilereno, etcétera. Al organizar a los trabajadores, se les adhería a los sindicatos existentes o se creaban nuevos si no los había, y así la fisonomía de la FRT cambió completamente, pues en unos cuantos meses se transformó en una auténtica central sindical proletaria, y así también la dirección de artesanos pasó a ser dirigida por dirigentes obreros de fábricas grandes. También en este periodo se comenzó a organizar a los obreros agrícolas y peones de las fincas cafetaleras. Se elaboraron los estatutos, la declaración de principios y el programa de lucha sindical para cada sindicato, los que se discutían con mucho entusiasmo. También comenzaron a plantearse la organización y realización de las huelgas por los intereses más sentidos de los trabajadores. Los éxitos consolidaban las nuevas organizaciones sindicales. Había que enseñar a nuestros miembros cómo organizar y dirigir la Lucha. Así se formaban los cuadros.

Este enérgico trabajo de organización y dirección se realizaba cada vez más complejamente, pues se reclutaban compañeros para el Partido o la Juventud, se les hacía pasar por los cursos de marxismo-leninismo, se les instruía en el trabajo de los sindicatos, y, en fin, todos los problemas que surgían los discutíamos colectivamente, para dar una correcta resolución.

Anarquistas y reformistas

Había que ir a todas partes, acompañado al principio de compañeros para de esa manera dar una instrucción práctica de como realizar la labor revolucionaria. Así se evitó la división de la FRT y se realizaba un ajuste de cuentas con los anarquistas del tipo de Alvarenga, que movilizaba a los zapateros los días lunes en manifestaciones donde gritaban: “Abajo las máquinas. Mueran las máquinas”, actitud estéril, frente a la cual nosotros proclamábamos la lucha de clases, la lucha contra los despidos, los reajustes, contra el cierre de fábricas y talleres, contra la reducción de los salarios; y en cuanto a las máquinas, estábamos por su introducción pero sin el desalojo de los que estaban trabajando. Paso a paso, las masas trabajadoras se convencían de nuestra posición correcta, y así derrotamos la gimnasia de manifestaciones los lunes, así se derrotaron la teoría y la práctica anarcosindicalistas.

Lo mismo ocurrió con los reformistas tipo Serafín G. Martínez y Gavidia, que charlaban sobre la“evolución positiva”, sobre el problema de “la no violencia en la lucha de clases”, lo que planteaba las posiciones de “conciliación de clases”.

De esa manera, transformando a la FRT en sus sindicatos iniciales, los jóvenes obreros que llegaban a las direcciones sindicales fortalecían nuestra corriente, nuestra posición, la que se veía consolidada con los nuevos sindicatos que organizamos y que iban representando una mayoría cada vez más sensible. Así, los sindicatos textiles, de la compañía de luz, de los ferrocarriles, de la cerveza, etcétera, jugaban un papel más importante, y surgen los nuevos cuadros obreros, como Rafael Bondanza, de los cerveceros. Fuera del inicial fracaso de la huelga del Tanque Aguilereno, las demás huelgas triunfantes creaban el entusiasmo revolucionario y lo desarrollaban, consolidando la FRT y sobre todo consolidando todo el trabajo revolucionario, pues íbamos contando con cuadros preparados, fogueados en la lucha y con el cariño y el respeto de las masas.

En todas las ciudades departamentales íbamos realizando el balance de trabajo, fijando las nuevas tareas. No menor fue el trabajo en el campo, donde se organizaban los sindicatos de obreros agrícolas y peones. Se comenzó en Santa Ana, Chalchuapa, Ahuachapán, Sonsonate, Sonsacate, Nahuizalco, Juayúa, Panchimalco, Ilopango, en este lugar conocimos al joven Miguel Mármol. Se había comenzado en el occidente del país, luego se siguió con el centro y después se trabajaba para organizar todo el oriente, y así se fue a muchas partes, entre otras a Cojutepeque, San Miguel, Cutuco. Las necesidades iban creando la necesidad de tener cuadros fuertes en los departamentos, fuese Jayaque o Armenia, en este último teníamos un valioso cuadro político, valiente, incansable y firme, el compañero Cordero.

Al abordar los problemas de las plantaciones de copra, plátano y café, la lucha principal era contra los desalojos, por el pago del salario en dinero, y no pocas veces por el aumento de los exiguos salarios diarios de un cuartillo (tres centavos) y medio real (seis centavos).

Había que recorrer todo el país, o casi todo, a pie, pues no teníamos fondos para usar medios rápidos de transporte. Los muy modestos fondos que llegaron del Socorro Rojo Internacional y del Partido Comunista de México eran destinados a ayudar a las familias de los presos políticos. Las rentas de los locales y los pagos de luz y agua se cubrían con las utilidades de los bailes semanarios, organizados por nosotros en los locales sindicales.

Ese intenso trabajo permitió que ya para febrero de 1930 fuera necesario realizar el Congreso de la FRT para resolver la crisis política que vivía la organización. Siendo la mayoría absoluta de los nuevos dirigentes de nuestra corriente política, entusiastas y revolucionarios, el Congreso se realizó en un ambiente enérgico de discusión, pero eminentemente unitario, saliendo triunfantes cuadros revolucionarios, entre ellos muchos del movimiento revolucionario. Ya para entonces la FRT tenía 60 mil obreros de la ciudad y del campo.

En ese ambiente formidable podíamos fácilmente descubrir a los que se destacaban, conocerlos y reclutarlos para formar el PC de El Salvador. Se trabajaba para fundar también la Juventud Comunista. Las necesidades de la lucha urgieron a crear y organizar el Socorro Rojo de El Salvador. Esta última organización jugó un gran papel en la ayuda a las familias, a las viudas y huérfanos que quedaban de la lucha, a la ayuda de los presos políticos en sus problemas de defensa y en sus necesidades materiales.

La fundación del Partido

El primero de mayo de 1930 desfilaron por las calles de San Salvador cerca de 80 mil obreros, una parte venida de las poblaciones cercanas y de la propia ciudad, San Salvador. Esa fue la primera manifestación gigantesca proletaria en la capital del país. Sus lemas eran la lucha contra la crisis y contra sus consecuencias, contra la desocupación, contra los reajustes de trabajadores y la reducción de salarios, contra los lanzamientos en las fincas cafetaleras. También podían encontrarse en la manifestacion mantas contra la guerra imperialista, etcétera. Aquella marcha manifestaba de manera importante la presencia de una nueva fuerza poliítica en el país, la fuerza del proletariado con su Partido Comunista de El Salvador.

El Partido Comunista de El Salvador se fundó a orillas del lago Ilopango el 30 de marzo de 1930. En la preparación del Congreso Constituyente participó activamente, en enero y febrero de 1930, el compañero Jacobo Hurwitz (comunista peruano que regresaba a su país), y su actividad consistió en la mejor organización de los cursos de marxismo-leninismo a varios núcleos de compañeros, y en algunas tareas de organización preparatorias del Congreso Constituyente del Partido Comunista de El Salvador. Trabajo con nosotros dos meses. Lamentablemente se fue al Perú. Otro camarada que estuvo una semana con nosotros, ya en el periodo de preparación del Congreso (febrero), fue Ricardo Martínez, de Venezuela, pues era representante de la Confederación Sindical Latinoamericana.

La preparación del Congreso urgía un informe sobre la situación del país, un manifiesto, el Programa, la Declaración de Principios y el proyecto de Estatutos del futuro partido comunista. Todos estos documentos fueron elaborados, discutidos y aprobados por el Congreso Constituyente.

Constituido el Partido Comunista de El Salvador, su primer secretario general fue el obrero Luis Díaz; estaban en el Buró Político compañeros como Aquilino Martínez, Rafael Bondanza, Martínez “El Mango”, Castillo, Hernández, Víctor Angulo, un electricista, un ferrocarrilero, Guarneros y en el Comité Central estaban Miguel Mármol y Cordero. Sólo Víctor Angulo no era obrero. Habrá que hacer la lista de ellos, pues muchos de estos compañeros son verdaderos héroes del Partido Comunista de El Salvador. Esa tarea está pendiente.

Constituido el Partido Comunista, se comenzó rápidamente a desarrollarlo con los más seguros; en el curso del mes de junio el PCS ya tenía 600 miembros; al finalizar el año, al hacer el balance en el mes de enero, tenía 1 800 miembros.

El Partido crecía muy cuidadosamente, para evitar la penetración del enemigo en nuestras filas y para asegurarnos de que cada militante era un digno comunista, firme y valiente.

Otra de las razones fue que Pío Romero Bosque, presidente de la república, ante la manifestación del primero de mayo, dijo que él estaba de acuerdo en que los artesanos y los obreros de las ciudades se organizaran, pero de ninguna manera los obreros agrícolas y los peones. Ese violento pronunciamiento determinó las consecuencias inmediatas. Se desató la represión en el campo, el encarcelamiento, la persecución, y cuando suponían que en una choza se habían reunido o se estaban juntando, ametrallaban indiscriminadamente las chozas; los que no lograban tirarse al suelo rápido, encontraban la muerte o eran heridos. Los troncos de conacaste servían de muro de salvación. La Guardia Nacional disparaba ametrallando sobre cuanta casa suponía centro de actividad sindical de los obreros agrícolas. Esta sistematización de la violencia la realizaba el gobierno de Pío Romero Bosque creyendo que así se destruiría la organización sindical. Estos métodos gubernamentales no surtieron los efectos que pensó, pues la dirección de nuestros cuadros orientaba a las masas y conformaba la firmeza en su conciencia de clase y en su actividad sindical y política. La labor de orientación comunista había penetrado profundamente, y las masas seguían a nuestro Partido seguras de que el PCS era la única fuerza capaz de conducirlas a su emancipación.

Pese a la represión, el terrorismo, los asesinatos, los encarcelamientos, el trabajo de organización prosiguió más energicamente; venciendo todas las dificultades, se continuó la organización de los sindicatos, del PCS, de la Juventud Comunista, del Socorro Rojo, y se hizo con éxito, encabezando las luchas por sus reivindicaciones inmediatas.

Los obreros de la ciudad y del campo jamás tuvieron la más mínima ilusión en el papel de la burguesía y de los terratenientes; desde el principio de la labor revolucionaria los obreros recibieron una enseñanza: no tener confianza en la burguesía y los finqueros, que eran sus explotadores, y sólo tener confianza en su conciencia de clase, en su organización, en su fuerza, en su lucha y en el Partido Comunista de El Salvador.

Para julio podemos decir que la parte occidental y central del país ya estaba casi totalmente organizada, se había terminado con los trabajos de organización de La Libertad. Entonces se marchó a trabajar sistemáticamente en todo el país, pues ya había organización en Cojutepeque y Usulután; ahora con mayor cantidad de cuadros se iba a trabajar a Morazán, La Unión, Chalatenango, San Miguel, Cuzcatlán, hasta el puerto de Cutuco. El ascenso revolucionario era evidente, pues nuestros éxitos en la organización de las masas y en la lucha por sus intereses nos lo mostraba cada vez en forma más evidente. Era un proceso de maduración revolucionaria.

Ello también significaba crear y desarrollar nuestras organizaciones del Partido Comunista, de la Juventud y del Socorro Rojo Salvadoreño.

Agustín Farabundo Martí

En el mes de agosto de 1930 regresó a El Salvador el compañero Agustín Farabundo Martí; había luchado durante años con Sandino y era el segundo en esa lucha de liberación nacional. A su llegada, estimamos, y así se le propuso, que el dirigiese la labor del Socorro Rojo. Fue incorporado ampliamente a toda la labor revolucionaria, pero semanas despues Agustín fue aprehendido por la policía cuando atravesaba el parque público de la ciudad de Santa Ana. Este hecho nos impuso la necesidad de liberarlo, para lo cual se realizaron manifestaciones en todas las ciudades, lo que ocasionó más encarcelamientos. En el mes de septiembre, ante la enorme cantidad de presos políticos, se organizaron grandes manifestaciones de mujeres en todas las ciudades para exigir la libertad de Agustín Farabundo Martí y de todos los presos, pero todos los mítines y manifestaciones tuvieron que proseguir, debido a que, si bien se habia liberado a la casi totalidad, no se había logrado la libertad de Agustín Farabundo Martí. Finalmente, el gobierno liberó a los presos aprehendidos en estas manifestaciones y expulsó del país injusta e ilegalmente a Farabundo Martí. Pese a la tremenda represión en las poblaciones, pero particularmente en el campo, nuestra organización de masas crecía, y para los meses de septiembre y octubre la FRT tenía 93 mil miembros bien organizados sindicalmente, lo que ya era una gran fuerza política en el país, imponente por su organización y su disciplina. No había en El Salvador ninguna otra fuerza como la nuestra, tanto por su unidad, su militancia y su capacidad para aguantar la represión del gobierno, y con una dirección política partidaria y sindical monolítica.

Inclusive los artesanos que fueron superados y derrotados en febrero se habían quedado en nuestra organización, y cada vez menos representaban una fuerza de oposición, pues si bien se discutía abiertamente con ellos, se les trataba respetuosamente y siempre con un espíritu unitario. Si fue justa esta línea, la vemos en la forma como acompañaron al Partido y cómo muchos de ellos murieron heroicamente al ser fusilados, pues son mártires también de nuestra causa Serafín G. Martínez, Gavidia y Alvarenga. Que la política de unidad surtió sus efectos unitarios correctamente y sus consecuencias lo demuestran los hechos. No se provocaron divisiones estériles, se luchó ciertamente tanto en el campo ideológico como en lo político y práctico, pero la línea política del Partido fue ya la rectora.

Nosotros combatimos las posiciones obreristas de tipo anarquista. Recuerdo que alguna vez Víctor Angulo, en esa actitud que tenía de guasón, le dijo al compañero Coto que si quería ser un buen comunista tenia que aceptar “la comunización de mujeres”, y el compañero Coto vino a nosotros a inquirir la verdad, muy molesto; al explicarle lo incorrecto de esa guasa de Víctor, quedó satisfecho, pues la burguesía en sus publicaciones propagaba tal cosa. En el Comité Central del Partido se resolvió combatir no sólo las actitudes guasonas, sino también las exageraciones obreristas de tipo anarquista. Esto se combatió en tres lugares: San Salvador, Chalchuapa y Santa Ana.

Un problema que mereció atención cuidadosa y suscitó una enérgica lucha interna en todas las organizaciones del Partido fue el desenmascaramiento, la denuncia y lucha contra los espías y provocadores que llegaban a introducirse en nuestras filas. Nuestras organizaciones partidarias crecían; sin embargo, ésta era una de las tareas que tenían por objeto defender a todas nuestras organizaciones, para poder asegurar el desarrollo y el éxito de la lucha.

Otro problema muy importante en la vida interna del Partido lo crearon las tendencias putchistas; esas actitudes, producto de la desesperación, que veían la maduración revolucionaria y que se desesperaban y planteaban la necesidad del levantamiento armado ya, inmediatamente. Había que tener paciencia para convencerlos del punto de vista de la dirección del Partido, para que hubiese una correcta comprensión del proceso en el ascenso revolucionario. Insistimos siempre en la lucha de toda la clase obrera y sus aliados como la que determinaría el momento histórico del levantamiento en la lucha por el poder, el momento histórico del desenlace de la crisis revolucionaria y de la iniciación de la revolución. Una de las tareas urgentes era organizar todo el oriente.

Hubo un momento grave, allá por el mes de agosto-septiembre de 1930: el pánico ante la gravedad de la represión, los asesinatos en las poblaciones, las masacres en el campo. En la dirección del Partido surgió el miedo, el pánico, un momento trágico en que había todo eso ante el problema de sostener la bandera del PC de El Salvador. Se buscaron varios caminos para contener esa situación discutiendo, y, finalmente, fue resuelto este grave problema por el camino psicológico, hablando a los compañeros sobre su responsabilidad, de nuestra responsabilidad ante todos los partidos comunistas del mundo, urgiendo de su conciencia de clase el valor personal y la firmeza que ese momento requería. La firmeza y el valor están en relación directa con la firmeza de principios. Lo importante es que ese momento fue superado, positiva y fabulosamente bien.

Posiciones programáticas

El Partido Comunista de El Salvador, al aprobar su Programa y sus Estatutos, daba una orientación revolucionaria, clara, a todos los miembros del Partido, a los obreros miembros de la FRT y a todos nuestros aliados. Desgraciadamente no pudimos hacerlos impresos, por la única razón de que no teníamos ni un solo centavo y cuando averiguamos cuánto nos cobrarían nos pidieron de 700 a 800 colones, cantidad imposible de conseguir, por lo que no hubo más remedio que sacar copias a máquina. No sé exactamente cuántos ejemplares se hicieron, pero sí puede decirse que esos documentos básicos fueron a todos los órganos de base, a los comités departamentales y a los compañeros que tenían funciones importantes de dirección. En Nahuizalco y Juayúa se dejaron a los compañeros los documentos para que los tradujeran a las lenguas indígenas y los pudieran hacer del conocimiento de los miembros del Partido, pero en esos lugares se leyeron a todo el pueblo en las organizaciones de la FRT, el Partido, la Juventud y el Socorro Rojo. Aquello fue un gran éxito, porque hasta los no organizados nos veían con cariño y respeto.

El texto del Programa y los Estatutos era parecido al del PC de México. El Programa planteaba la lucha por la liberación nacional del dominio yanqui e inglés del país; la lucha por la revolución agraria y antiimperialista; la tierra para los obreros agrícolas, peones y semiproletarios del campo; la democracia y la libertad; la nacionalización de todas las grandes empresas, bancos y ferrocarriles; se planteaba la alfabetización y la educación para toda la población, hombres y mujeres; la salubridad y la higiene; crear un nivel digno de vida para la clase obrera. Ese problema del mejoramiento de las condiciones de vida de los obreros se planteaba como uno de los problemas medulares de la forma de gobierno. Se decía que la organización del nuevo poder serían los Consejos de Obreros, Campesinos y Soldados, y el gobierno se constituiría por un cuerpo de Comisarios del Pueblo que formarían un Consejo Nacional. Se resolvió luchar por la dictadura de los obreros y campesinos.

Al examinar los problemas de la revolución democrático-burguesa de liberación nacional, se planteaba y se estudió cuáles serían las formas concretas de la revolución nacional en El Salvador. Se partía del hecho de que ésta sería parte de la revolución proletaria mundial, y se tenía conciencia de la solidaridad internacional de todos los partidos miembros de la III Internacional.

Al examinar estos problemas se vio la necesidad de realizar un trabajo antimilitarista. Para ello nos apoyaríamos en los que eran enrolados en la Guardia Nacional, de origen obrero, y campesinos en el servicio militar obligatorio. El defecto era que se crecía aceleradamente en todas las organizaciones —FRT, JC, SRI y PC— y no teníamos los cuadros suficientes, pues el crecimiento nos implicaba la educación sindical y política, la orientación de las masas, la atención a sus intereses y a la lucha sindical correspondiente; sobre todo, a la correcta preparación de las huelgas.

Un trabajo con grandes lagunas fue la actividad entre las mujeres, pese a que varias veces se discutió mejorar su atención; sin embargo, había mujeres en todas las organizaciones, y muchas de ellas pasaron los cursos de marxismo-leninismo.

Careciendo siempre de cuadros, se organizaba la preparación de éstos, claro, limitados por las necesidades materiales, pero se estimulaba a todos los compañeros, se impulsaba a todos en su desarrollo. Se hacían pequeños cursos, charlas, hasta lo que podríamos llamar conferencias, para poder satisfacer esas necesidades urgentes de cuadros que la situación demandaba en forma creciente.

Ascenso revolucionario

Sobre la campaña electoral para elegir presidente de la república se discutió mucho. Tuvo gran peso, entre otros argumentos, el de que debía verse que la situación en el país marchaba en el ascenso revolucionario, que si no teníamos a las masas organizadas de todo el país no podríamos influir en su preparación y dirección. El peligro era un estallido revolucionario espontáneo, que sería fatalmente derrotado. Deberíamos dedicarnos a organizar a las masas y tener fuertes FRT, JC, SRI y un PC capaz de dirigir toda la obra revolucionaria. Entonces se vio la necesidad de que deberíamos avanzar en el proceso de organización y orientación nacional, pues el ascenso revolucionario iba madurando y se planteaba ya un conjunto de problemas de qué era y comó podría analizarse y conducir la lucha en la crisis revolucionaria que inevitablemente desembocaría en la revolución. Esto peso mucho. No fueron resabios anarquistas, sino la gravedad y el tener una gigantesca fuerza de masas, bien organizada, bien orientada y bien disciplinada para realizar las grandes tareas revolucionarias que se tenían ante sí. Estos problemas pesaron mucho y por ello se tomaron tales resoluciones.

Veíamos con claridad el ascenso revolucionario, constatabamos este ascenso revolucionario que conduciría a la crisis revolucionaria y desembocaría en la revolución. Eso era claro. Alguna vez se trató el problema de la transformación de la revolución democrático-burguesa en proletaria, pero no se precisó cómo serían los pasos que había que
seguir.

Una falla es que no teníamos literatura revolucionaria. Si hoy, 1985, no están publicadas las obras completas de Marx y Engels, la de Lenin, en español, en aquella época no había ni folletos.

Por esa razón uno de los primeros actos que realicé al llegar a la Union Soviética fue hablar con el camarada Manuilski y pedirle que se ayudase al movimiento revolucionario traduciendo y publicando las obras revolucionarias más urgentes.

Las limitaciones

Una de nuestras limitaciones fue el no poder realizar un amplio trabajo entre la intelectualidad salvadoreña, porque incluso personas como Díaz Nuila se nos escabullían y sentían temores, pues no querían comprometerse con las masas del proletariado. Influida por el reformismo, por las ideas del “mínimo vital” de Masferrer, toda la acción de la intelectualidad se nulificaba por su posición moderada, reformista y al servicio del gobierno. Nuestros esfuerzos no tuvieron el éxito que requeríamos, pero tampoco podíamos dejar la obra que estabamos realizando para dedicarnos a un trabajo pequeño y sin perspectivas con la intelectualidad en ese momento. Las tareas esenciales estaban en el trabajo de organización de la clase obrera, en lo que contabamos con un plazo breve para organizarla, dirigirla y orientarla para poder abordar todos los problemas de la crisis económica, del ascenso revolucionario y de la crisis política, que iba abarcando cada vez a más amplias capas de la población, y en primer lugar a la clase obrera de la ciudad y del campo.

Tampoco pudimos publicar un periódico, pese a todos los esfuerzos que realizamos, porque las masas eran mucho muy pobres y en no pocos casos ni salario recibían. Esa fue una grave desgracia.

Los manifiestos y problemas de orientación los escribíamos a máquina y se reproducían y enviaban a las organizaciones y a los cuadros. Teníamos un grupo de activistas que hacían trabajar las maquinas mañana, tarde y noche. Unos eran leídos en asambleas y otros se ponían en tableros o en las paredes para que todo el mundo leyese o escuchara su lectura.

Alguien ha criticado que se caminaba a pie por todas partes del país, pero la verdad es que no teníamos dinero para pagar autobuses o pasajes de ferrocarril. No era un problema exagerado de sacrificio, sino simplemente que todos luchamos por realizar las tareas revolucionarias de manera exacta. El problema de enseñar a cumplir las tareas a todos los miembros, orientarse en todas las condiciones, desarrollar su iniciativa, fue siempre un problema en la construcción del Partido. Tanto más cuanto que, conscientes del desarrollo de la situación, veíamos un plazo breve para tener las masas organizadas, bien orientadas y militando en nuestra línea.

En fin, se luchó por crear un partido proletario, marxista-leninista, por darle su fuerza de masas, profundamente ligado en la ciudad y en el campo, y se trabajó con desinterés, con cariño y con el máximo esfuerzo posible en la obra de organizar y constituir el Partido Comunista de El Salvador como un partido nacional, con alto sentimiento internacionalista y proletario.

No es una vanidad, sino la única calificación de mi labor que yo conozco, hecha por una persona desconocida por mi, en el Seminario de Historia Contemporánea de Centroamérica, titulado “Proceso político centroamericano”, escrito por el doctor David Luna, y que dice:

Este personaje —Jorge Fernández Anaya—, junto con un centenar de activistas, se dedicó en los primeros meses de 1930 a organizar sindicatos de trabajadores agrícolas en la zona centro-occidental del país. Su figura se confundía con el mestizo salvadoreno; había aprendido el acento nuestro, por lo que para la policía fue imposible localizarlo y aprehenderlo. Incansable organizador, hombre sin vanidades, práctico y algo duro, era inmejorable para la tarea encomendada. A los tres meses, ochenta mil jornaleros de los departamentos de La Libertad, Sonsonate, Ahuachapán y parte de Santa Ana estaban organizados sindicalmente y, por ende, las primeras huelgas estallaron. El primero de mayo de 1930, el desfile de trabajadores por las calles de San Salvador, fue de 90 mil personas, en una población que no llegaba a 90 mil habitantes. Esto se explica porque la procedencia de los manifestantes era principalmente rural. Ya las primeras obras de la organización revolucionaria daban sus frutos.

En la obra del camarada Miguel Marmol Los sucesos de 1932 en El Salvador, dice:

La revolución salvadorena tendrá siempre una deuda de gratitud con estos camaradas (Jorge Fernández Anaya, de México, Jacobo Hurwitz, del Perú, y Ricardo Martínez, de Venezuela) que con tanto esfuerzo y abnegación sentaron en muchos de nosotros por lo menos las bases conceptuales para afrontar la lucha de clases en forma científica.

Y más adelante dice, al tratar de la organización del Partido Comunista, lo siguiente:

La idea pasó a concretarse más y más, y tuvo las condiciones para su realización definitiva con la llegada del joven comunista mexicano Jorge Fernández Anaya, que al mismo tiempo de llegar para trabajar en la atención teórico-política del movimiento sindical vino a servirnos de enlace con el movimiento comunista internacional.

He relatado el trabajo que fui a realizar a El Salvador y debo decir que no deseaba regresar a México, sobre todo porque veía el ascenso revolucionario que podía desembocar en la revolución, pero el acuerdo del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista ordenando mi regreso inmediato me obligó a regresar al país.

México, D.F., julio de 1985

*Los subtítulos son de los editores.

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