Los antiguos pobladores de El Salvador

Los antiguos pobladores de El Salvador
El pequeño territorio sobre el que se asienta la República de El Salvador tiene un rico pasado, que se remonta a varios siglos antes de nuestra era. Pese a que la influencia maya y nahua se deje notar incluso hoy día, varios grupos, denominados arcaicos, poblaron con anterioridad a la llegada de aquéllos, los valles, llanuras y montañas que se extienden paralelos al océano Pacífico.

Fragmento de El Salvador.
De José Sánchez Sánchez y Antonio Zárate Martín.
Capítulo II.

.

La población indígena estaba presente por casi todas partes, pero la mayor densidad se alcanzaba, igual que en nuestros días, en los fértiles valles de la doble cadena costera, y la menor, en los suelos quebrados y delgados de las montañas del norte y en la llanura litoral.

El origen de este poblamiento y de sus características culturales se halla en la existencia de unos primeros grupos denominados pre-mayas o arcaicos, en la influencia de la cultura maya, en la llegada de sucesivas oleadas de pueblos nahuas desde los altiplanos de México y en la presencia de pequeños aportes étnico-culturales del sur del Istmo.

De los grupos arcaicos pre-mayas se sabe poco, sólo se conservan huellas paleontológicas y restos arqueológicos entre los que figuran petroglifos de significado desconocido. A estos grupos pertenecían primitivos chorotegas, sustrato derivado del tronco chol establecido en el golfo de Honduras 20.000 años antes de Cristo; mangues, conocedores de la cestería, cordelería, labrado de la piedra y talla de la madera, que se dispersan por las costas del Pacífico de América Central, pueblo que algunos identifican como pre-mayas, haciendo oriunda de estas tierras a la cultura maya; y mames, cuyos descendientes históricos son los chortis, lencas, pocomanes y uluas, que practicaban la caza, la pesca, la agricultura estacional, la artesanía y, ocasionalmente, el canibalismo.

Más decisiva es la influencia maya y nahua del siglo I al siglo III después de Cristo. La mayor parte de Guatemala, El Salvador y Honduras quedó dentro del área de cultura maya procedente de las tierras bajas de Yucatán, caracterizada, sobre todo, por su organización en ciudades independientes, por la explotación intensiva del campo a partir del cultivo del maíz, judías y cacao, y por la construcción de grandes estructuras piramidales en centros religiosos y ceremoniales, entre los que destacan los de Tehuacán, Cihuatán, San Andrés y Tazumal, muchas de ellas utilizadas y completadas con nuevas construcciones por los posteriores invasores nahuas. Las huellas culturales mayas aparecen repartidas por la geografía de El Salvador, pero son especialmente importantes en los departamentos de Chalatenango, Usulután, San Miguel, Morazán y La Unión, en el territorio comprendido hasta las riberas septentrionales y orientales del río Lempa, donde se empleó el idioma maya quiché.

Hacia el siglo XI, la mayor parte del país fue ocupada por una primera oleada de pueblos nahuas, los toltecas, tribu originaria del desierto mexicano que se estableció sobre la alta meseta central del Anahuac y dominó a los mayas de Yucatán y Guatemala; en vísperas de la conquista, se produjo una segunda oleada, la de los pipiles, pueblo emparentado por su lengua y etnia con los aztecas mexicanos, que habrían sometido a su vez a los toltecas alrededor del año 1300. Toltecas y pipiles fueron ganados por la cultura de los vencidos mayas, produciéndose un fenómeno de fusión cultural, como se pone de manifiesto en sus abundantes restos arqueológicos (túmulos, sepulturas, construcciones ceremoniales…) entre los que destacan los de la Campana de San Andrés y Tazumal, en Chalchuapa.

A la llegada de los españoles, el panorama étnico y cultural estaba constituido por tribus decadentes y variadas, muy influidas entre sí y a menudo entremezcladas, que reflejaban la herencia lingüística y cultural de los pueblos anteriores. Sólo los pipiles y los pocomanes mostraban un nivel de desarrollo material y social superior. Los primeros, los pipiles, organizados a modo de democracia militar con régimen común tribal de tierras, constituían varios cacicatos, entre los que destacaba el de Cuzcatlán, la mayor entidad política que encontraron los españoles en estas tierras. Los segundos, los pocomanes, establecidos desde Guatemala a El Salvador, se extendían por los departamentos de Santa Ana y Chalatenango, y formaban parte de la gran familia mayaquiché. Según algunos eran fruto de la unión de pueblos mayas con protonahuas y primeros habitantes de El Salvador.

Otros pueblos eran los lencas, en los actuales departamentos orientales, en lo que ellos mismos denominaban «Chaparrastique» —lugar de hermosos huertos—; de lengua potón, representaban una avanzada de la cultura chibcha muy influida por la cultura y costumbres pipiles. Los metagalpas, islote racial en los lugares de Cocaopera y Lislique, en territorio lempa, restos de una tribu primitiva casi desaparecida que se vincula con una gran familia a la que pertenecen también los indios sunsos de Honduras y Nicaragua, los misquitos y los uluas. Los chorties, en la zona septentrional de Tejutla, de lengua y sangre maya-quiché. Y los jincas, en la desembocadura del río Paz, cerca de Izalco, grupo autónomo que unos consideran restos de pueblos autóctonos primitivos, y otros, de la fusión de mayas y nahuas.

Fuente: Sánchez Sánchez, José; Zárate Martín, Antonio. El Salvador. Madrid: Biblioteca Iberoamericana. Ediciones Anaya, S.A., 1988.

Dejar una respuesta