Los ríos de la lucha popular salvadoreña en el 2011

La música de las fiestas ha terminado y surgen entonces con alguna fuerza, los ríos de la lucha popular, inundando las calles y veredas de esta patria rebelde, enarbolando las banderas de la protesta para adornar las marchas y hacer estallar los horizontes de la resistencia.

Regresan los cantos de denuncia y esperanza. El pan de la palabra pronto saldrá del bicentenario horno…y las montañas aguardan impacientes las voces del corazón de fuego.

El lunes 3 Catedral amaneció tomada por los ecos de las espadas de la guerra. Las puertas de esta iglesia están cerradas desde diciembre para así abrir los oídos de la sociedad. Son los abuelos y abuelas que han llegado con el mensaje de las lunas de sus vidas destrozadas. Pero los obispos han ordenado: fuera de mi templo.

Ese mismo lunes 3 los profesores dieron clase a sus alumnos mediante la luz de la protesta. Salieron a exigir aumento a sus salarios. Desfilaron con la mirada en alto y con la palabra precisa. Pero el gobierno ha dicho: no más aumentos.
El lunes 3 en Ayutuxtepeque los trabajadores municipales recibieron un nuevo zarpazo de los poderes celestiales, y entonces fuimos testigos de los rostros tristes por las cartas de despido entregadas por la alcaldesa, quien ordenó: no continuaran trabajando este año.

El martes 4 en San Martin se levantaron las hijas del sol para recorrer la ciudad, son las que guardan en sus delantales los secretos de los antepasados que murieron y en sus canastos esconden cubiertos por hojas verdes de huerta los códigos antiguos de la sublevación. Pero el alcalde gemelo ha ordenado: no pueden seguir vendiendo en las calles.

Cada mañana las corrientes subterráneas del maíz de la memoria emergen silenciosas hasta modular la chispa de un grito y tocar la piel de una estrella. Se anuncia tormenta porque donde hay opresión hay resistencia. Y aunque el río pareciera estar pachito, la marea puede subir en el momento menos pensado. Ese es el milagro de la rebelión popular.

Y empezamos el año como Dios manda: luchando.

Roberto Pineda
San Salvador, 8 de enero de 2011

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