Romería de Artistas

ROMERIA DE ARTISTAS
Por Miguel Ángel Chinchilla Amaya

En 1989, 24 de marzo cayó viernes santo. En aquel año de la gran ofensiva guerrillera del FMLN en El Salvador y de la invasión gringa a Panamá, mi esposa y yo formábamos parte del movimiento católico Familia Nueva, y recuerdo que en una reunión previa a dicha cuaresma yo traje a cuenta la coincidencia de ambos martirios: el de Jesucristo y el de Monseñor Romero; pero a los hermanos y hermanas de aquel grupo cristiano no les gustó mucho la comparación, ya que no volvimos a tocar el tema ni en esa reunión ni en las dos o tres siguientes a las cuales todavía asistimos antes de retirarnos definitivamente.
En torno a ese viernes santo de 1989, se dio entonces el génesis de este poemario titulado Romero Crucis, y no había que darle muchas vueltas a la imaginación para percatarme sobre lo que debía escribir.
Se trataba de descubrir las analogías entre la pasión de Cristo y le pasión de Monseñor, y la primera analogía que encontré fue que Oscar Arnulfo Romero Galdamez había sido hijo de un carpintero (Santos Romero), igual que Jesús, hijo de José, esposo de Maria Santísima.
La segunda fue que tres años predicó Cristo y tres años fue arzobispo Oscar Romero; el 23 de febrero de 1977, Monseñor Romero asumió como arzobispo de San Salvador hasta el día de su asesinato aquel fatídico 24 de marzo de 1980.
La tercera analogía es que a Jesús lo precedió en el martirio su primo el profeta Juan Bautista, mientras que a Romero lo precedió en el martirio su gran amigo y hermano del alma, Rutilio Grande.
La cuarta analogía es que Jesús fue cuestionado y amenazado por las autoridades de su época, igual que Monseñor Romero señalado constantemente por los poderosos de El Salvador y sus medios de comunicación.
Una quinta analogía esencial es que el aniversario del martirio de Monseñor Romero coincide con la cuaresma cuando esta cae en marzo, como en 1989 que veinticuatro de marzo fue viernes santo, o este año 2005 que cayó jueves santo.
La sexta analogía es que Jesús se opuso al antirreino, a los antivalores, al sistema de muerte, al egoísmo exacerbado, prometiendo el reino del Padre a los pobres, lo mismo que hizo Monseñor Romero que siempre estuvo a la defensiva de los más desamparados, de los sin voz.
Y la ultima analogía, la séptima, viene a ser como el fundamento de todas las demás comparaciones entre Cristo y Romero, el martirio, la crucifixión, la redención, el testimonio, el profetismo y la resurrección. Como decía Ignacio Ellacuría (otro de los grandes mártires nacionales) con Monseñor Romero, Dios pasó por El Salvador.
Con aquel cúmulo de coincidencias históricas, exegéticas y escatológicas, me puse luego a sustituir el contenido del vía crucis que se reza los viernes santos (con fondo de Chopin interpretado por banda regimental), con la vida, pasión, muerte y resurrección de Monseñor Oscar Romero, nuestro San Romero bueno y milagroso. El resultado fue entonces Romero Crucis, que con algo de suerte al año siguiente (1990), obtuvo un premio en el Certamen de Poesía Reforma de la Iglesia Luterana de nuestro país.
El Salvador como la gran mayoría de países en América Latina, es un país facturado por los curas. Su mismo nombre: El Salvador, posee una innegable connotación religiosa. En 1777 el terciario franciscano Silvestre García, esculpe la imagen del Salvador del Mundo (conocida popularmente como el Colocho) que tiene su sede en catedral metropolitana. Esta imagen del “colocho” es el verdadero símbolo oficial de la nación, no así la escultura del Salvador del Mundo ubicada en colonia Escalón. Luego, en 1821, el cura José Matías Delgado, con las ideas de la Ilustración aprendidas en la Universidad San Carlos de Borromeo en Guatemala, se convierte en el líder salvadoreño de la causa independentista, así como años más tarde el padre José Simeón Cañas se convierte en el libertador de los esclavos. En 1855 el presbítero Isidro Menéndez escribe por encargo del gobierno su “Recopilación de Leyes Patrias”, y a finales del siglo XIX y principios del XX, los salesianos y los jesuitas inician su grande labor educadora en El Salvador, luego de un proceso escabroso de tira y encoge entre gobiernos e iglesia.
Esta cercanía histórica de la iglesia con el poder político proporciona especial relevancia al clero en El Salvador, sobre todo en los periodos colonial y post-colonial, ya que la jerarquía católica se codeaba y regodeaba con las altas esferas de la clase dominante y también del Estado; y tal era el poder político de la iglesia católica, que en 1822 la Junta de Gobierno de la provincia erigió la diócesis de San Salvador, nombrando a José Matías Delgado como primer obispo en contravención al papa León XII, quien no veía con agrado la desobediencia de San Salvador.
En 1843 el papa Gregorio XVI establece por fin la diócesis de San Salvador, nombrando obispo a monseñor Jorge Viteri Ungo, con cuya llegada se acentúan los conflictos entre iglesia y Estado. En 1860, el gobierno de Gerardo Barrios decreta una ley regulando las relaciones con la iglesia en la búsqueda de un mejor control de sus finanzas, pero el entonces obispo monseñor Tomas Miguel Pineda y Zaldaña, manifestó que aquel decreto era atentatorio contra los derechos de la iglesia. Es decir, la iglesia oficial por entonces defendía sus derechos seculares y patrimoniales, mientras el Estado despojaba a los indígenas de sus tierras ejidales a favor de la propiedad privada y de las grandes plantaciones de café, lo cual ocasionó levantamientos campesinos en varias oportunidades. En este contexto, sostiene el jesuita Rodolfo Cardenal, la iglesia salvadoreña “fue un aliado eficaz para controlar las masas manteniéndolas fieles al Estado”.
En tiempos del dictador Maximiliano Hernández Martínez, nos encontramos a una iglesia católica, apostólica y romana, que ofrece una misa de acción de gracias luego de la cruenta masacre de 1932; el obispo en aquella época era monseñor José Alfonso Belloso y Sánchez.
Es así que en ese contexto de iglesia corrupta y desgastada, y a raíz de las encíclicas de Juan XXIII y Paulo VI, la iglesia católica de América Latina comienza a crear el concepto de Teología de la Liberación, que es la misión evangelizadora que tiene como opción preferencial a los pobres según las Bienaventuranzas bíblicas, preferencial mas no exclusiva como sostiene Gustavo Gutiérrez, porque Dios es de todos y para todos. “Dios esta en todas partes –dice Leonardo Boff citando a Fray Damiam Argentino- pero convénzanse de que esta más cerca de los pobres que de los ricos”.
Es en este punto crucial de la iglesia en América Latina, surge en El Salvador providencialmente la figura de Monseñor Romero, quien llegó para reivindicar el quehacer pastoral haciendo del sacerdocio una misión digna a favor de los más desposeídos y su iglesia popular en resistencia siempre desde las antiguas cofradías.
Pero como bien dice el Evangelio, Jesucristo no vino a traer la paz sino la espada, y lo mismo podemos decir de Monseñor Romero, ya que a partir de su inmolación se desató en nuestro país una cruenta guerra civil que duró la friolera de doce años, y cuyas principales causas a pesar de haberse firmado los famosos acuerdos de paz en 1992, siguen ahí tan latentes como hace veinticinco años cuando lo asesinaron.
Ergo, a raíz del martirio de nuestro pastor, se inicia en El Salvador y en diferentes partes del mundo una ola creativa entre artistas de variadas manifestaciones, quienes a través de la inspiración artística plasman su adhesión estética a la memoria de este santo hombre que ofrendó su vida por nosotros.
En un articulo titulado “El cielo derramado” de Francisco Andrés Escobar, publicado en el numero 497 de la revista ECA, correspondiente a marzo de 1990, el autor consignaba parte de la obra artística realizada en memoria de Monseñor Romero registrada hasta ese momento, en diferentes manifestaciones del arte y en varias partes del mundo.
A continuación haré una relación parcial de los diferentes artistas que según el escritor Francisco Andrés Escobar y mis pesquisas personales, hemos rendido tributo creativo a Monseñor Romero durante estos veinticinco años de romería. Debo reiterar que se trata de una lista parcial, cuyo contenido sería necesario desarrollarlo a través de una investigación con miras a la realización de una tesis o la publicación de una monografía.

En pintura: Benjamín Cañas, Miguel Ángel Orellana, Michael Walter Carrasco, Miguel Antonio Bonilla, Isaías Mata, Fernando Llort, Armando Solís, Marvin Quintanilla, Renato Mira, Josué Villalta, Rafael Escamilla y Juan Héctor Ponce; sin dejar de mencionar la muralística popular anónima producida en diferentes partes del mundo. Además, en el XXV aniversario la Fundación Romero monto en marzo pasado la exposición titulada “Monseñor Romero, Arte y Palabra”, en la Sala Nacional de Exposiciones del Parque Cuscatlan en San Salvador.

En escultura: Leonidas Ostorga, esculpió el busto colocado en el exterior del Centro Pastoral Monseñor Romero de la UCA; también Napoleón Alberto Romualdo creo la imagen de Monseñor Romero colocada en plaza Monseñor Romero en colonia Escalón; en la abadía de Westminster, uno de los edificios mas célebres de Londres, otra escultura de Monseñor Romero se yergue entre grandes personajes de la humanidad; y Paolo Borghi fundió en bronce la escultura yacente colocada en el sepulcro de Monseñor Romero en la cripta de catedral metropolitana, la cual fue donada por la comunidad romana de San Emigdio.

En novela: Mario Ben Castro publicó en 1990 “Un disparo en la catedral”, así como Renan Alcides Orellana menciona a Monseñor Romero en su novela autobiográfica “Allá al pie de la montaña”

En cuento: Miguel Ángel Chinchilla publicó en el año 2000 su libro “San Salvador Gaviota y otros cuentos” que contiene entre sus relatos “el cuento de San Romero que propuso un día cambiarle nombre a la plaza”.

En poesía: se han escrito y publicado infinidad de poemas sueltos y también libros, comenzando por el obispo brasileño Don Pedro Casaldaliga, también Carmen Gonzáles, Matilde Elena López, Alfonso Velis, Rafael Rodríguez Díaz, Salvador Juárez, Joaquín Meza, Roberto Quezada, Otoniel Guevara, Ricardo Guevara, Mario Noel Rodríguez, Jorge Vargas Méndez, Darío Villalta Baldovinos, Julio Iraheta Santos, José Roberto Cea y Miguel Ángel Chinchilla. En este género de la lírica debo decir que Oscar Arnulfo como un hombre sensible también escribió poesía, recordamos aquí que en sus años juveniles, Oscar Arnulfo tenia inclinación por la música, es decir, Monseñor fue también un artista y para muestra traigo aquí un poema suyo que vendría a ser –continuando con las analogías- como su oración en el huerto, y dice así:

Se que mi hora se acerca y presiento
Que mi misión no acaba sino que comienza
Hasta el fin del mundo
Quiero permanecer en la tierra
Junto a los hombres
Luchando con ellos por la liberación
No puedo gozar y no quiero descansar
Mientras haya hombres a quien liberar
Cuando la historia acabe
Y la liberación sea total
Entonces reposaré con todos los elegidos
Y gozare eternamente de la alegría de Dios.

En teatro: se conocen por lo menos cinco dramas que son: “La ofrenda escarlata” del francés Jean Pierre Norte; “El martirio del Pastor” del costarricense Samuel Rovinsky, sobre la cual Miguel Ángel Chinchilla produjo una versión radiofónica; también “golpes a mi puerta” del venezolano Juan Carlos Gene; “Oscar Romero” de Gehard Fries de origen alemán; y, “Romero un sendero de Justicia” producida por Fundación Huellas.

En música académica, se conoce un oratorio titulado “Réquiem e Invocación” con letra de Desire Levertov y música de Newel Hendricks. Además se conoce una opera que se estrenó hace años en Londres y la obra “Ofertorio” del músico salvadoreño Arturo Corrales, radicado en Suiza, y la cual se estreno en San Salvador el 8 de mayo de 2005, en el contexto del XXV aniversario. Asimismo el músico brasileño Jorge Antunes, escribió en 1980 una “Elegía Violeta para Monseñor Romero” para coro infantil, dos niños solistas, piano y orquesta.

En música popular, el panorama parece mucho más florido, comenzando por varios corridos anónimos y la gran cantidad de canciones producidas por artistas nacionales e internacionales, entre los cuales mencionamos a : Rubén Blades, Compay Segundo, Luis Enrique Mejía Godoy, Luis López, Yolocamba Ita, Daniel Rivas, grupo Morazán, los Farabundo de Guazapa, Saúl López, Exceso de Equipaje, grupo Mensaje de Amor, grupo Horizontes, grupo Sierra Madre, Roberto y Franklin Quezada, Jorge Palencia, Alvar Castillo, José Roberto Gómez Menjivar, Julio Herrera y Nancy White.

En danza el grupo de la Universidad de El Salvador, Danza Contemporánea, bajo la dirección de Julio Mejia ha montada la coreografía titulada “Plegaria”.

En el arte de la biografía quizá el libro mas difundido es el de monseñor Jesús Delgado, pero también han escrito sobre la vida de Monseñor Romero: James Brockman, Jon Sobrino, Douglas Marcouill, Maria López Vigil, Grupo Maíz, Placido Endorzain, Carlos Barraza, William O’Mally, Dermot Keogh, Ludwig Kaufmann y Roberto Morozzo della Roca.

En cine la película más conocida es “Romero” de John Duigan, protagonizada por Raúl Julia, un filme un tanto truculento que fue censurado en El Salvador por el poder tiranosaurico que por sécula nos ha gobernado. Además, se han producido a nivel nacional varios documentales rubricados por la UCA, el arzobispado y la Fundación Romero, que a decir verdad no logran la magnitud fílmica que amerita nuestro santo.

En torno a lo que significa la figura de Monseñor Romero para la expresión artística y cultural, nacional e internacional, hago alusión a las vigilias de la Asociación Salvadoreña de Trabajadores del Arte y la Cultura, ASTAC, que a lo largo de once años han venido realizando los compañeros y compañeras de esta asociación cultural, identificada profundamente con los sentimientos más cristianos y romeristas del pueblo salvadoreño.
Toda esa veneración hacia Monseñor Romero sostenida a lo largo de estos veinticinco años, ha dejado también una estela de carteles, camisetas y artesanías, que indican el grado de espiritualidad con que este pueblo camina conectado con su Pastor.
En ese coro universal de artistas y artesanos que han rendido, rinden y seguirán rindiendo tributo a Monseñor Romero, mi poemario Romero Crucis que el mago Francis Fanci llama devocionario, es apenas una humilde contribución histórica, para que la voz de este santo varón que entregó su vida por nosotros, se expanda por todos los vientos y crezca y crezca y no deje de crecer por los siglos de los siglos.

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