Una convencion necesaria. Cultura salvadoreña más allá de las fronteras nacionales 1975-2005

Durante tres días este tema servirá como polo para discutir los más candentes problemas de los salvadoreños en el interior y el exterior del país. En dicho evento participarán los principales representantes de las fuerzas políticas salvadoreñas como el Presidente de la República, el Canciller y el Presidente de Concultura, Federico Hernández, así como una nutrida representación de diputados y políticos del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), representantes del Centro Democrático político salvadoreño como el Dr. Héctor Silva, uno de los más destacados líderes políticos del país, nacido en Boston.

Organizada por la Asociación «El Rescate» que preside en Los Ángeles el líder comunal Salvador Sanabria y apoyada por la Mesa Redonda Centroamericana de Estados Unidos presidida por Francisco Rivera, la III. Convención de Salvadoreños en el Exterior tiene como uno de sus objetivos principales, conseguir el voto en el exterior para los compatriotas residentes fuera del país.

1. Cultura popular y desterritorialización
Hay tres aspectos fundamentales en el contexto de la expansión de la cultura salvadoreña en el exterior a partir de la década de los 70 y 80, en un proceso dinámico que va in crescendo hasta nuestros días: 1o.) el concepto de cultura y de cultura popular, pues la emigración salvadoreña abarca actualmente cerca de tres de los nueve millones de salvadoreños; 2o.) esta cultura se desarrolla fundamentalmente en los EE.UU. hacia donde se desplaza el grueso de la migración motivada por causas políticas y económicas; 3o) otros escenarios de la emigración salvadoreña, salvatrucha, salvacuaca o guanaca, son los países que se encuentran en la ruta hacia los Estados Unidos, se inmiscuyeron abiertamente en el conflicto, o abrieron posibilidades de emigrar como Guatemala, México, Nicaragua, Honduras, Costa Rica, Canadá, Australia o Italia, que fueron asiento de emigraciones durante el conflicto civil. Actualmente hay más de 2,5 millones de salvadoreños en los EE.UU. residiendo legal, ilegal o en el limbo semilegal del Estatus de Protección Temporal (TPS en sus siglas en inglés) que les permite tener un permiso temporal de trabajo y residencia en los EE.UU. Dicha emigración se concentra en Los Ángeles, con cerca de un millón de salvadoreños, y Washington, con cerca de 400,000, pero también Las Vegas, San Francisco y otras ciudades. Sus remesas periódicas, que en el 2003 ascendieron a más de 2,000 millones de dólares, son la principal fuente de divisas del país, por encima de las obtenidas por exportaciones tradicionales como café, algodón, caña de azúcar e industria pesquera.

Se trata de 3 millones de salvadoreños que han roto las fronteras nacionales y han desterritorializado El Salvador, pues ésta emigración ha cargado con sus elementos culturales hasta los países en los cuales se ha instalado, creando centros de cultura popular en Los Angeles, Washington y Montreal. Si nos atenemos al concepto de cultura que el diccionario de la Real Academia Española (RAE) define como el “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grados de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.”, y al de cultura popular que define como el “ conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo”, estamos ante un fenómeno cultural de nuevo tipo; una transculturación de “lo salvadoreño” en su sentido más acabado, pues en los hogares guanacos en el exterior se conservan idioma, creencias, música, comida y costumbres. Esta transculturación funciona en varias direcciones, ya que la cultura salvadoreña en el extranjero es abierta, concilia lo foráneo con lo sui generis, en un proceso que el teórico argentino-mexicano Néstor García Canclini ha definido, refiriéndose a la cultura latinoamericana contempóranea, como de hibridación cultural, que se da dentro de un proceso de renovación de lo tradicional en un marco de heterogeneidad multitemporal de cada nación.

Se trata de una combinación asimétrica de la cultura popular salvadoreña en el exterior con elementos culturales del nuevo país en un proceso de no-simultaneidad de lo simultáneo. Para ilustrar lo anterior basta el ejemplo de los restaurantes de Los Ángeles, las pupuserías, donde se venden platos típicos – tamales, pupusas, chilate, refresco de agua dulce, shuco, pasteles, yuca con chicharrón, sopa de mondongo, torrejas, camote en miel, nuégados, enchiladas, chilacayote, etc.etc. –, al tiempo que en la pantalla de la televisión se ven los video-clips de los cantantes de moda estadounidenses interpretando sus canciones en inglés; el personal de servicio habla en español-salvadoreño mientras que los parroquianos adolescentes hijos de salvadoreños nacidos en EE.UU. que acompañan a sus mayores leen “Los Angeles Times” en inglés y éstos leen “La Opinión”, periódico angelino, en español. Si tres de los principales elementos que constituyen una nación – etnia, idioma y religión -, se toman en cuenta, El Salvador se extiende hoy por hoy hasta Washington, pasando por Los Ángeles, toda vez que los millones de salvadoreños residentes fuera del país conservan no sólo su idioma, regionalismos, creencias, religión, tradiciones, música, danzas folklóricas y fiestas patronales sino también la conciencia de ser salvadoreños. García Canclini anota al respecto, “Las búsquedas más radicales acerca de lo que significa estar entrando y saliendo de la modernidad son las de quienes asumen las tensiones entre desterritorialización y reterritorialización. Con esto me refiero a dos procesos: la pérdida de la relación “natural” de la cultura con los territorios geográficos y sociales, y, al mismo tiempo, ciertas relocalizaciones territoriales relativas, parciales, de las viejas y nuevas producciones simbólicas. Para documentar esta transformación de las culturas contempóraneas (hay que) analizar primero la transnacionalización de los mercados simbólicos y las migraciones.”

2. ¿Por qué se van? Razones de la emigración
Uno de los motivos de la emigración salvadoreña hacia EE.UU. y otros países desde 1974 hasta la firma de los Acuerdos de Paz en Chapultepec, México, en 1992, fue la escalación del conflicto armado entre las fuerzas de izquierda y los gobiernos militares desde la década de los setenta. Desde 1932, con la masacre de una insurrección indígena campesina, parte de la población se vio obligada a emigrar, primero hacia Honduras, y a partir de los 70 hacia EE.UU. En 1969, luego de “la guerra del fútbol” entre El Salvador y Honduras, que repatrió al país a cerca de 300,000 salvadoreños, la crisis del país se agudizó, después de colapsar el Mercado Común Centroamericano. Los grupos oligarcas (según un estudio de la Universidad Católica de 1984, habían 114 grupos familiares que “probablemente integraban el sector oligárquico de la empresa privada”), no fueron capaces de realizar las mínimas reformas sociales y la sociedad entera entró en crisis; al principio con la creación de los primeros grupos guerrilleros, luego con la protesta de las organizaciones de masas, y después con la lucha abierta de ambos, organizados bajo el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el Frente Democrático Revolucionario (FDR). Después de los Acuerdos de Paz de 1992 la emigración, al contrario de lo que se esperaba, aumentó, siendo mayoritariamente de carácter económico.

El país sigue sumido en una crónica crisis económica que el partido en el poder desde hace veinte años, ARENA (Alianza Republicana Nacionalista), no puede resolver. Ésta se agudiza por la concentración de la riqueza nacional en manos de un puñado de familias que controlan el poder político-financiero sin realizar reformas estructurales que favorezcan la consolidación de una clase media como amortiguador de la polarizada sociedad salvadoreña. Culpable de este status quo después de 1992, es también una izquierda ciega, inculta, ortodoxa, anclada en una burbuja del tiempo, prisionera de sus dogmas, que no lucha para evitar que los salvadoreños huyan desesperados de su patria o sean extranjeros en su propio país. Siete décadas después de 1932, la problemática salvadoreña de la tenencia de la tierra y la distribución de la riqueza sigue sin resolverse. Por ello, la emigración salvadoreña hacia EE.UU., legal o ilegal, aumentará drásticamente en los próximos lustros.

3. Una metanación entre las pupusas y El Salvador de El Mundo
Los Ángeles es una de las ciudades más marcadas por la migración salvadoreña; allí, en barrios enteros y en la mayoría de zonas residenciales han crecido las tradicionales pupuserías salvadoreñas, y en sus clubes de recreo y salas de baile campea el sabor de lo salvadoreño. No sólo las pupusas han pasado a ser una seña de identidad salvatrucha en EE.UU. sino también las ventas de tamales y la celebración de las fiestas patronales de cada comunidad. Sólo en Los Ángeles hay más de 81 asociaciones vecinales que mantienen vínculos con sus lugares de origen en El Salvador, y que realizan actos culturales como la elección de la Reina de la Belleza, celebración de la fiesta patronal o cenas benéficas para recaudar financiamiento para obras comunitarias en sus pueblos. Este fenómeno se da en todas las ciudades donde existen juntas vecinales. Por ejemplo, en el periódico cibernético de octubre del 2004 “El Faro” (www.elfaro.net), uno de los principales voceros de la comunidad salvadoreña en el exterior, aparece un reportaje gráfico de la celebración de las fiestas patrias del 15 de septiembre (Declaración de Independencia de El Salvador de España en 1821) en Milán, Italia, donde se aprecia a varios niños bailando música autóctona como “El Barreño”, “La Danza de las Flores”, “Mi Panchita” o “El Carbonero”. Lo mismo sucede con las fiestas patronales en Los Ángeles y Washington. Un comité de ciudadanos viajó a El Salvador a traer la imagen del Divino Salvador del Mundo (un muñeco barbado que representa a Jesucristo, saliendo de un globo terráqueo, que simboliza la salvación del mundo) bendecida por la jerarquía católica, y en un viaje por tierra, simbolizando la peregrinación cargada de peligros que hicieron y hacen los cientos de miles de salvadoreños hacia los EE.UU.

La comunidad logró que el Condado de Los Ángeles decretara el 6 de agosto como “El Día del Salvadoreño”. Durante las fiestas agostinas tanto en Los Ángeles como en Washington y otras ciudades del mundo, se hacen desfiles con las reinas de la belleza de cada comunidad, acompañadas de carrozas con atuendos tradicionales de las diferentes ciudades y pueblos del país. Cuentan con la presencia del Arzobispo o el obispo auxiliar de San Salvador, del Vice-presidente de la República y de otros representantes políticos. Se canta el himno nacional y se celebra la misa de la transfiguración de Jesucristo en el Monte Tabor. Esta enumeración de ejemplos de cultura popular salvadoreña en el extranjero indica que existe una añoranza que empuja a la emigración a crear en su imaginario una metáfora de país, un metapaís que, trasladado a la ciudad donde ellos residen, funciona como el recuerdo ideal del país que dejaron y al que quieren retornar. Todo salvadoreño que llega a la ciudad de Los Ángeles se da cuenta al cabo de unos días, que ése El Salvador que los compatriotas tratan afanosamente de trasladar es una ilusión, pues como en las reproducciones, tienen que seguir las huellas del pasado para ser fieles a su representación, pasado que ya no existe pues el país original tiene su propia dinámica de cambio y transformación cultural.

4. Artistas, mareros y académicos
Hay una cantidad no descrita de artistas salvadoreños desperdigados por el mundo; algunos ejemplo son: en Alemania, el pintor René Chacón, quien ha participado en varias bienales de Venecia; en París, los actores Raúl Fernández y Donald Paz, el primero en el mundo de la ópera, como actor y diseñador de vestuario y Paz con su grupo “El Taller de los sueños”. En Los Ángeles, el escultor Dagoberto Reyes (DAGO), fundó y dirige la Casa de la Cultura de El Salvador, en el Parque McArthur esculpió un homenaje al emigrante salvadoreño acompañado del “Poema de amor” de Roque Dalton; hay varios periodistas que laboran en los principales medios de comunicación como Carlos Ramos, Norma Roque, Roger Lindo, Francisco Rivera y un colectivo de pintores donde sobresale el muralista Rafael Escamilla. En San Francisco, Armando Molina, autor de una novela sobre los emigrantes salvadoreños a EE.UU., “El amanecer de los tontos”, dirigió por años la revista cultural “Voces”. En Washington residen los escritores Mario Ben Castro y Mayamérica Córtez y el ceramista Carlo Mejía. En Vancouver, Canadá residen los escritores Alfonso Kijadurías y Carlos Santos.

La cultura salvadoreña tiene un flujo sur-norte y norte-sur, lo demuestra la exportación de la cultura de la violencia que llegó y aún sigue llegando de los EE.UU. con la deportación de delincuentes juveniles de las maras. Fue en Los Ángeles, en la 18th y la 13th West Street., donde surgieron a principios de la década de los ochenta los dos “gangs” simbólicos de esta cultura, la “Mara 18” (18) y la “Mara Salvatrucha” (MS), ambas formadas en sus inicios por delicuentes juveniles salvadoreños de la región de Pico Union-Olimpyc de Los Ángeles, conocida como “Little Centroamérica”. Su objetivo fue controlar dicho territorio donde campeaban narcotráfico, criminalidad y prostitución. Esta exportación de la cultura de la violencia es enorme, pues actualmente sólo en El Salvador la MS y la 18, según cálculos conservadores, tienen más de treinta mil pandilleros organizados y armados que controlan el crimen organizado en el país, Guatemala y Honduras.

Otro flujo cultural norte-sur son las visitas de los “hermanos lejanos” que vienen a pasar vacaciones por breve tiempo impregnados de la cultura estadounidense y que influencian a parientes, amigos y conocidos con el fomento de una cultura del despilfarro, el consumismo y la adoración de los iconos del “american way of life” como las cadenas de fast-food, los centros comerciales agringados, el culto a la música y el cine estadounidenses. El Salvador se ha vuelto una fotocopia tercermundista de los EE.UU., con una dolarización que ha elevado los precios y el costo de la vida a niveles desesperantes.

También la emigración salvatrucha más allá de las fronteras nacionales cuenta con una infinidad de compatriotas que han trascendido el barrio y el guetto y han logrado terminar carreras universitarias. Es común que cientos de salvadoreños coronen sus PhD y sus doctorados en ciencias exactas en prestigiosas universidades donde residen. Ejemplo de ello son los doctores Rafael Lara Martínez, catedrático de la Universidad de Nuevo México; Rhina Toruño Directora del Departamento de Literatura y Lengua Española en The University of Texas of the Permian Basin, Texas o Héctor Lindo-Fuentes, profesor de Historia y director del Instituto de Estudios Latinos y Latinoamericanos de la Universidad de Fordham de Nueva York.

(*) David Hernández, PhD Universidad Hannover. Premio Nacional de Novela Embajada de España-Editorial Alfaguara con “Berlín años guanacos” (Alfaguara 2004). Vive en Alemania. El presente texto en forma de conferencia magistral inaugurara la III. Convención de Harvard.

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