Mi exilio
Liliam Jiménez
Salí de mi país, por primera vez, en 1945, muy joven, herida por la fría realidad del medio ambiente, sin ninguna experiencia, ávida de conocimientos, alentada por sueños y poblada de anhelos profundos.
Once años lejos de mi patria me enseñaron a ver, con claridad, que la persona que se dice humanista debe vivir, debe luchar, debe soñar en función de su propio pueblo. Y solamente así es capaz de sobrevivir y de vencer a la muerte.
Once años de ausencia de mi propio país, me demostraron con precisión que las manos que laboran a diario en el campo y en la fábrica, son las manos que hoy se alzan victoriosas con el nuevo mensaje de la vida.
Once años fuera de este ambiente salvadoreño, me sirvieron de escuela para llegar a descubrir el camino justo del hombre y la profunda razón de su existencia.
Once años maduraron sobre mi cuerpo, sobre mi corazón y mi conciencia, como maduran lentamente los frutos dorados por el sol entre los árboles.
Once años llenaron mi voz y mi palabra de minerales esencias, aprendí a modelar los ecos, a responder al tiempo, y a soportar el azaroso camino de los que pugnamos por expresar al pueblo. Un lenguaje interior se ha desatado en mi propia conciencia, nacido del antiguo dolor del hombre y transmitido de generación en generación en ese angustioso éxodo del hambre.
Yo no soy más que un producto humano de la sociedad contradictoria de esta parte Occidental del mundo. Estoy viviendo, inmersa, una época brillante de transiciones históricas. Golpea fuertemente en mis sentidos el drama de estos pueblos; y respiro, como si fuera un aire de tormenta, los vientos que ahora se desatan con el siglo.
Abro los poros hacia el mundo y percibo con el tacto la nueva realidad que se avecina. La tibia y antigua voz del hombre de mi raza ha penetrado en mis oídos y me ha entregado indefensa en la corriente de sus aguas.
Abro los ojos y caben en ellos todos los paisajes; abro mi pecho y cabe todo el Cosmos. Conmovida contemplé el Izalco, subí la parte más alta de los Cuchumatanes; azotada por emociones diversas atravesé el atlántico, vi los grandes lagos de Suiza y volé sobre el Cáucaso; admiré Siberia, y estremecida llegué hasta el Asia donde la China guarda sus tesoros antiguos. ¡Qué sed Abierta! ¡Qué inmensidad de sueños!
Liliam Jiménez (1922-2007). Poeta salvadoreña, autora de Insomnio en la cárcel y otros poemas (1980), entre otros libros. Una nota biográfica más extensa se puede encontrar en la nota: Murió poeta salvadoreña Liliam Jiménez. El texto citado apareció originalmente en la crónica de viaje Yo estuve en China, publicado en la revista La Universidad, vol. 84, No. 3-4 (julio-diciembre), pp. 393-404, San Salvador: Editorial Universitaria, 1959.
Publicado por Solavá en 3:56 PM