Cristiana salvadoreña, servidora fiel
Rev. Héctor Antonio Fernández Espino
Instituto Ecuménico Diaconal – Esteban
Vilma Elizabeth Fernández Espino.
Hija y hermana de pastores luteranos salvadoreños, entre los que se encuentra nuestro padre, el Reverendo Héctor Fernández Herrera, perteneciente a la primera generación de pastores de esa confesión en aquel país, la experiencia de crecer en un hogar cristiano con vocación pastoral fueron algunos factores que le ayudaron a interpretar y desarrollar su vida como compromiso a vivir como fiel seguidora de Jesús, portadora de la Buena Nueva, no fue necesario para ella ritos litúrgicos, que aunque se los ofrecieron, sin despreciarlos, priorizo la practica cristiana con alto contenido ético
Desde niña cultivo el amor por los necesitados, trasmitió siempre la misericordia de Dios.
Tanto en El Salvador, como en México desarrollo un ministerio reconocido sobretodo por los y las pobres de aquellos países y por hermanos/as de otras latitudes que conocieron su testimonio de los años de guerra en El Salvador
Sin que los discursos, proyectos económicos fuesen lo imprescindible para proclamar el Evangelio, en la Colonia El Ajusco, localizada en el Distrito Federal en la Ciudad de México lugar donde vivió sus últimos años de vida, compartió el amor de Dios con los mas necesitados, su humilde pero acogedor hogar, donde aun hoy se observan flores de diferentes tamaños y colores, hablan de su amor por la creación de Dios, por la vida. Las personas niños/as, jóvenes, adultos que la conocieron hablan de ella con mucho amor y admiración, sintieron en ella a Dios acompañándoles, experimentaron, que su hogar era espacio de la comunidad, donde la comida y bebida aunque en muchas ocasiones escasa, sobreabundaba, porque hacia el milagro del compartir
Como hermano puedo decir que creo que hay algo que ella no logro visualizar en toda su dimensión: es el impacto evangélico, en el sentido de Buena Noticia que provoco en las vidas de muchas personas de los lugares donde Dios le permitió vivir, pero sobretodo en aquellas que estaban más cerca de ella en los últimos años, en la Colonia El Ajusco
Entre otras enseñanzas que ella nos deja, esta ahora muy presente y vivo el hecho que la iglesia institucionalizada, si quiere ser realmente Iglesia de Cristo, no puede ni debe estar cautiva por institucionalismos, jerarquías, burocracias, dependencia absoluta de proyectos económicos que dificultan y porque no decirlo estorban y colocan una cortina de humo a la proclamación del Evangelio, misma que necesita sobretodo ser una proclamación coherente con la practica
La Iglesia popular, de los y las pobres en esta América Latina no ha perdido una cristiana consecuente militante del movimiento de Jesús, mas bien su vida de sacrificio, de entrega a los que al igual que ella son económicamente pobres, nos motiva, alienta a continuar construyendo la iglesia de los y las pobres en nuestra América Latina
Sus hijos, nosotros su familia, la gran familia, el pueblo de Dios en el Ajusco, México, animados/as con el impacto de su ejemplo continuaremos en nuestra lucha, que fue también su lucha, por hacer prevalecer la luz del Evangelio en medio de un mundo de tinieblas y ella seguirá muy presente, viva en nuestras mentes, corazones, pero sobretodo en la fe proyectada en la acción.
Su memoria nos invita a consolidar y profundizar nuestro compromiso ha continuar en la construcción de la Iglesia de la cual ella fue parte activa e importante, la Iglesia de los descalzos y descalzas, la Iglesia de Cristo que como ella nos enseño, debe ser casa abierta, como hasta hoy continua siendo el lugar donde vivió, Iglesia sin muros, burocracia, jerarquía y ritualismo vació, Iglesia que desarrolla sus encuentros, con los recursos limitados que con amor cada quien pone al servicio de los otros, las otras y allí se multiplican, la Iglesia del Cristo de la calle, del Cristo que trasforma sobretodo con el ejemplo, con la entrega con la militancia de toda la vida
Vilma continuara caminando, hablando, trabajando en la Iglesia de los y las pobres de nuestra América Latina, del Ajusco, de El Salvador y otros lugares donde los hombres, mujeres, jóvenes, niños y niñas que siendo parte activa de la Iglesia popular sigamos firmes y seguros/as en el camino de liberación que inicio Jesucristo y en el cual nos acompaña Cristo y Monseñor Romero y todos los mártires de la iglesia
En este sentido en ella se hacen realidad las palabras del autor del Apocalipsis al decir, Bienaventurados/as desde ahora los y las que mueren en el Señor, porque sus acciones con ellos/as siguen Apoc. 14.13.
Ciudad de México, 17 de agosto 2007