Notas sobre la historia de Irán
Entre los siglos XI y XIX, gobernaron en Irán aproximadamente quince dinastías. Casi todas eran nómadas originarias de Asia central y excepto la dinastía safévida (1501-1722), ninguna duró mucho tiempo. Estas dinastías nómadas tenían un carácter cíclico. Según los historiadores y antropólogos en las guerras precapitalistas, el poderío militar de los nómadas en general, era superior al de los pueblos sedentarios. Pero cuando los nómadas llegaban al poder, se volvían sedentarios y desaparecía su superioridad militar. Históricamente, los nómadas han utilizado su fuerza militar para conseguir sus medios de subsistencia, saqueando la riqueza acumulada por las civilizaciones sedentarias. Estas tribus consideraban la tierra un objeto más de saqueo. Esto, junto con la necesidad de recompensar a los funcionarios de la nueva dinastía, hacía que cada conquista fuera acompañada por la confiscación y redistribución de la tierra en favor de la nueva elite dominante. De esta forma, todos los cambios dinásticos iban acompañados del saqueo y redistribución de la tierra. Este cambio cíclico de las dinastías nómadas era un freno para el desarrollo de la propiedad privada de la tierra.
La dinastía safévida se caracterizó por un período largo de estabilidad que afectó a las relaciones de propiedad, que de esta forma abandonaron las arbitrariedades del ciclo nómada y los cambios dinásticos. A principios del siglo XIX, el desarrollo de las fuerzas productivas recibió un impulso nuevo. Como ocurrió en la Rusia zarista, y después en Japón, el origen de este impulso estaba en la competencia y la presión externa. Las naciones capitalistas más desarrolladas de occidente iniciaron una fase de expansión colonialista hacia el este. Rusia se enfrentó al creciente poder de Suecia y más tarde a Francia y Alemania. En palabras de Trotsky: “No fueron los tártaros los que obligaron a Rusia a introducir las armas de fuego y crear regimientos permanentes de streltsi, no fueron los tártaros quienes obligaron más tarde a formar fuerzas de caballería e infantería, sino la presión de Lituania, Polonia y Suecia”.
Pero a pesar de su atraso en comparación con los países de Europa occidental, el zarismo ruso estaba más desarrollado que Irán. En los conflictos militares con su vecino del norte, la dinastía qajar sufrió dos importantes derrotas a manos del relativamente moderno ejército ruso, las derrotas fueron acompañadas de pérdidas territoriales importantes. A partir de ese momento, los efectos de la penetración e influencia extranjera en Irán y los intentos de los gobernantes iraníes de construir un ejército moderno, provocaron la desintegración de las antiguas dinastías tribales. Irán entró en el camino del desarrollo capitalista, pero desde el principio, el capitalismo iraní tuvo un carácter atrasado, débil y enfermizo. El crecimiento de las fuerzas productivas durante el siglo XIX fue muy lento. Al mismo tiempo, la población prácticamente se dobló, aumentó la urbanización y la agricultura se expandió. Aumentaron los artesanos y las exportaciones. Pero a partir de la segunda mitad del siglo, el aumento de las importaciones de productos manufacturados procedentes de los países imperialistas, socavó la producción de los artesanos locales.
La era moderna en Irán se puede dividir en tres períodos. El primer período comienza con el siglo XIX, Irán se podría describir como un país semicolonial con escasa participación en el mercado mundial. Este período culmina con la revolución constitucional de 1906 (fruto del impacto de la Revolución Rusa de 1905) y termina en 1908 con los inicios de la producción extensiva de petróleo. El segundo período (1908-1953) se caracterizó por la integración de Irán (aunque todavía era un país semicolonial) en el mercado mundial. Este período estuvo acompañado por el aumento de la producción petrolera, la industrialización, el crecimiento y la concentración de la clase obrera. Los rasgos característicos de este período son la lucha por la soberanía del petróleo y por la parte de Irán en los ingresos procedentes del crudo. Estos conflictos culminan en varias insurrecciones (1941-1953) y la posterior abdicación de Reza Shah (1926-1941). El período finalizó con el ascenso y caída del movimiento nacionalista de Mossaddeq (1951-1953). El tercer período (1953-1979) está caracterizado por la participación cada vez mayor de Irán en el mercado mundial, como un estado soberano que ejerce un control considerable sobre sus recursos petroleros, por el aumento de los ingresos procedentes del crudo y el rápido un crecimiento económico.
Sin embargo, la febril expansión económica de Irán no eliminó las contradicciones internas. Todo lo contrario. El aumento de los precios del petróleo no repercutió de forma significativa en las masas que sufrieron debido a la inflación galopante. Existía un abismo entre la obscena riqueza, acompañada por la ostentación “occidental”, y por otro lado la inmensa pobreza. Las tensiones sociales no se podían contener sólo con la brutalidad del Savak del Shah, y la combinación de tecnología americana ultramoderna con el salvajismo medieval. Al intentar controlar la situación con represión, el Shah sólo consiguió crear algo similar a una olla de presión con la válvula de seguridad atascada. Superficialmente todo parecía tranquilo, hasta que alcanzó el punto crítico y estalló de la forma más violenta posible.
El período posterior a 1979 se caracterizó por la nacionalización de algunas industrias, bancos e instituciones financieras y la confiscación de la riqueza del Shah. La guerra de ocho años contra Irak, las divisiones en el PRI, la victoria de Játami y el regreso al proceso de privatizaciones y liberalización del mercado. El cuarto período lo analizaremos en el último capítulo, y en él perfilaremos las perspectivas para Irán.
La ley del desarrollo desigual y combinado en Irán
El primer período abarca aproximadamente desde 1800 a 1908, se caracterizó por un desarrollo débil de las relaciones capitalistas de producción. La mayoría de la población vivía en el campo, dependía de la agricultura y la forma de producción feudal. Menos del diez por ciento de la población vivía en las ciudades, y la mayoría trabajaba principalmente como comerciantes y bazaaris (se llama bazaaris a la pequeña burguesía tradicional, pequeños comerciales y vendedores callejeros). Al principio Irán producía principalmente seda y textiles, más adelante la producción de alfombras persas permitiría el desarrollo de pequeñas industrias en ese sector. Esto permitió también el surgimiento y fortalecimiento de una clase comercial.
A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, continuó la afluencia de inversión extranjera, además aumentó la participación de capitalistas locales en los sectores más modernos de la producción, en la construcción de carreteras, en las industrias pescaderas del mar Caspio y en el telégrafo. La mayoría de los productos manufacturados eran fabricados por los artesanos en minúsculos talleres y existían también varias minas e imprentas. Según un estudio de la época, la fábrica más grandes de alfombras se encontraba en Tabriz y empleaba a 1.500 trabajadores.
En 1908, se descubrió petróleo en el suroeste de Kuzistán, en esa misma época la construcción de ferrocarriles favoreció una integración mayor de la economía. Esto, junto con la concentración de las clases obrera, anunció la victoria final de las relaciones capitalistas en Irán. En el segundo período, el imperialismo británico explotó de forma despiadada la industria petrolera iraní y consiguió fabulosos beneficios. Sólo entre 1912 y 1933, la Anglo – Persian Oil Company (APOC) consiguió unos beneficios de 200 millones de libras, de las cuales el gobierno de Irán sólo recibió 16 millones en comisiones directas. Entre 1945 y 1950, la APOC pagó sólo 90 millones en comisiones, y consiguió unos beneficios de 250 millones.
En 1920 la industria iraní empleaba a 20.000 trabajadores y en 1940 a 31.500 trabajadores, era una de las mayores concentraciones obreras de la región. A finales de 1925 el Shah adoptó un programa que intentaba proteger las industrias locales y proporcionar incentivos públicos a los empresarios privados. El estado se financiaba con los ingresos del petróleo y los impuestos, no necesitaba recurrir a préstamos extranjeros. En comparación con la dinastía que le precedió, una gran parte de los ingresos del petróleo se utilizaron para la defensa y modernización del estado y el ejército. En los veinte años que estuvo en el poder, el Shah gastó más de 260 millones de libras en la industria. Después de 1930, se crearon nuevas industrias. Emergieron cientos de pequeñas plantas, principalmente textiles, alimentación y material de construcción. La clase obrera aumentó y con frecuencia estaba concentrada en grandes fábricas. En este aspecto, Irán se asemejaba bastante al primer período de desarrollo industrial de la Rusia zarista.
La mayoría de los trabajadores aún trabajaban en pequeños talleres, pero después del desarrollo de las fábricas textiles en Ispahán, Kerman, Yazd y Teherán, el número de trabajadores aumentó. El dominio imperialista del mercado mundial, no permitía que el proceso de industrialización iraní adoptase una forma clásica. Irán era una fuente de energía importante, la explotación del imperialismo británico de los recursos petroleros iraníes limitaron el desarrollo industrial y económico del país. El crecimiento de la industria siguió patrón de desarrollo muy desigual, la creación de industrias modernas se limitaba a las principales ciudades — Teherán, Tabriz, Ispahán, Kerman y otras ciudades. Las necesidades de la industria petrolera llevó al establecimiento de industrias modernas en Kuzistán — una zona que no había cambiado durante siglos— , mientras la mayor parte del país seguía atrasado. El capital industrial todavía era una excepción y el capital comercial todavía jugaba un papel predominante.
Estas distorsiones sólo permitían un desarrollo desigual y combinado. Las formas económicas y sociales más avanzadas se combinaban con las más primitivas. Junto con las brillantes luces de las modernas fábricas petroquímicas, coexistía la oscuridad de las ciudades sin electricidad. Frente a las industrias que utilizaban la tecnología punta, estaban los pequeños artesanos que todavía utilizaban métodos que no habían cambiado durante siglos, por no decir milenios. Las casas modernas con cocinas americanas junto con casuchas donde se cocinaba con carbón vegetal y cocinas de madera.
El tercer período una vez más se caracterizó por un aumento importante de los ingresos del petróleo. En 1965 ingresó 522 millones de dólares, y en 1969 938 millones de dólares. Gastaron enormes sumas de dinero en el aparato del estado, gastaron 10.000 millones de dólares en mejorar la infraestructura y las industrias manufactureras. De las noventa empresas extranjeras que en 1969 invirtieron en Irán, la mitad eran estadounidenses. Pero el estado aún era la principal fuente de crecimiento industrial y era responsable del 40-50 por ciento de la inversión total. Gracias al aumento de los precios del petróleo de 1973 la economía creció rápidamente. En diciembre de ese año, el barril de petróleo costaba 11,65 dólares, comparado con 1,79 dólares en 1971. Los ingresos de Irán pasaron de 938 millones de dólares en 1969 a 22.000 millones en 1974.
Comenzó el plan quinquenal con un programa de desarrollo valorado en 69.000 millones de dólares. Los salarios de los trabajadores cualificados subieron rápidamente, y eso aumentó la afluencia de la población rural a las ciudades. Entre 1956 y 1971, millones de campesinos de desplazaron a las ciudades. En la mitad de la década de los años setenta, cada año emigraban una media de 380.000 trabajadores. Esto tuvo un impacto negativo en la agricultura, la producción cayó y se disparó el precio del arroz. En sólo dos años los alquileres en Teherán subieron un 300 por ciento. Unos pocos amasaron grandes fortunas gracias a la especulación inmobiliaria y las comisiones. Pero la inflación golpeó duramente a los trabajadores, campesinos y a la pequeña burguesía.
Los barrios de chabolas se extendieron y carecían de la infraestructura humana básica. La pobreza golpeó a las masas, en medio de esta penosa situación, el Shah — que en teoría era un gobernante sabio y “progresista”— , paralizó el programa de desarrollo económico. El resultado fue la caída de las exportaciones y la intensificación de la pobreza. La clase obrera respondió intensificando la actividad sindical en las fábricas, allí comenzó el peligroso trabajo de organización y agitación siempre bajo el ojo vigilante de los agentes de la Savak. La debilidad del estado en las fábricas industriales con frecuencia obligaba a las autoridades a conseguir que sus agentes fueran elegidos dirigentes de las organizaciones sindicales legales formadas por el estado, los syndicates. A través de estas organizaciones el estado controlaba desde dentro a la clase obrera. Sus marionetas jugaban un papel importante en la división del movimiento obrero y la movilización de las fuerzas partidarias del régimen en los mítines y manifestaciones.
El segundo método de la policía era a través de la presencia directa de los agentes de la policía secreta, camuflados en las fábricas, y en instituciones como hefazat y entezamat (bureau de seguridad). Estas instituciones de facto eran las ramas del savak dentro de las fábricas. En cada fábricas había informadores directos. Entezamat y hefazat funcionaban con coroneles y oficiales del ejército que estaban directamente vinculados al savak. La presencia de coroneles del ejército en las fábricas y la estructura jerárquica de la dirección convirtió las fábricas en lugares de terror. Pero este control estricto sobre los trabajadores no evitó las huelgas. Según algunos cálculos a partir de 1973 se producían de 20 a 30 huelgas anuales. Dejando las cifras a un lado, la estrategia del estado para apuntalar al régimen y desactivar a la clase obrera, fue un rotundo fracaso. La policía secreta tuvo que recurrir al uso de la fuerza militar para contrarrestar la acción colectiva de los trabajadores. Existen numerosos ejemplos de tropas rodeando las fábricas — por ejemplo en las fábricas de herramientas de Tabriz, la empresa de tractores Sazi, la fábrica de metal Pars y la Renault son algunos ejemplos de los años setenta.
El desarrollo capitalista en Irán después de la Primera Guerra Mundial y sobre todo después de la Segunda, cambió profundamente el país. El capital extranjero penetró en Irán y dejó su marca en todos los sectores de la sociedad. El campo sufrió algunos cambios con la reforma agraria de los años sesenta. El desarrollo económico llegó acompañado de la concentración de capital en unas pocas manos. En 1974, cuarenta y cinco familias controlaban el 85% de las principales empresas. El desarrollo capitalista también creó creado una clase obrera poderosa en Irán, y esto cambió el equilibrio de las clases. Eso se comprobó en 1979 cuando el proletariado jugó un papel decisivo en la revolución.