Un canto de fulgores

..esa patria exigente
que impone su silencio o su palabra,
y con sus manos labra,
en la sangrienta masa de dolores
a golpes de centella
la forma de una estrella, un canto de fulgores..
de Distancias, J:A: Corretjer
Hoy día, cuando escribo estas líneas, se cumplen cinco meses del asesinato de Chagui. El jueves 26 cupliría él 24 años. Sus familiares y amigos se volverán a reunir en la tumba de San Juan, a las nueve de la mañana, para izar la bandera de la estrella solitaria sobre los restos que allí reposan, de Fefel, Raúl y suyos.
Una vez más, “esa patria exigente” me impide estar a su lado el día de su cumpleaños. Así fue en vida en tantas ocasiones. Recuerdo que ni el primero ni el último cumpleaños suyo pudimos pasarlos juntos. El primero, en 1953, él estaba en Mayagüez , había venido a conocer su patria, y yo estaba estudiando verano en Washington, para adelantar el regreso definitivo. El último, el año pasado, él estaba estudiando aviación comercial en Tulsa, Oklahoma. Ahora debo salir, precisamente ese día, hacia las Naciones Unidas.
Me llevo su recuerdo y la inmensa tristeza de su ausencia, más presentes en las distancias de la muerte que en las de la vida, balanceando el equilibrio de una esperanza doliente.
Quisiera en este minuto evocar la vida cristalina de un joven mártir de la independencia y el socialismo. Tuvo una infancia y adolescencia alegres, disfrutando a plenitud la proliferación de cariño de una familia de muchas ramificaciones. Disfrutó una corta vida llena de versatilidad y experiencias diversas.
De temperamento apacible e introvertido, desarrolló un incisivo sentido del humor y manifestaba una comprensión madura del mundo y sus fenómenos. Fue atleta y músico, mecánico y agricultor, chofer de camiones de arrastre, vendedor de misceláneas y terminó siendo aviador.
Aspiraba tener una vida independiente de sus padres y al mismo tiempo se ensimismaba en el estudio de sus raíces familiares. Hace un par de años, cuando estaba terminando sus estudios de bachillerato en la Universidad, se metió a la biblioteca de mi tío Don Juan Mari en El Rosario a realizar una investigación sobre la emigración corsa a Puerto Rico. Vino muy impresionado por conocer un personaje de nuestra familia, Santiago Mari Torres. Ese tocayo suyo nació en un campo de San Germán a finales del siglo pasado, hijo del primer Mari que llegó a la isla y de una campesina boricua, Doña Desideria Torres. A la edad de 21 años, Santiago Mari Torres murió inesperadamente en Córcega cuando acababa de terminar sus estudios como oficial de la marina mercante francesa. A mí me estuvo curioso su gran interés por conocer más datos sobre cómo fue que aquel pariente suyo murió tan joven. Me decía que leyó cartas suyas que reflejaban una portentosa inteligencia. Es una de esas raras casualidades, que Chagui fuera a morir también tan joven y precisamente en el momento que había terminado sus estudios de piloto comercial.
Se ha dicho que Chagui era el menos político de los tres hermanos. No es cierto. Era, sí, el menos militante en el sentido ordinario del concepto. En el afincamiento sólido de los principios, en la clara perspectiva estratégica y la disposición de lucha en momentos cruciales, llegó a ser un revolucionario en formación acelerada. Tenía una perspicacia impresionante para captar la esencia de las cosas políticas. Recuerdo que en su temprana adolescencia, mientras otros niños correteaban por los alrededores del MPI, él se sentaba a escuchar muy concentradamente mis discursos. Ése es el último recuerdo que tendré mientras viva de él: de frente a la tribuna, en la concentración del Capitolio el domingo antes de ser asesinado, con la bandera roja en una mano y el rostro ávido, escuchándome hablar.
En los tiempos que estuvo en la Universidad, participó activamente en los mayores confrontamientos que tuvo que encarar la lucha estudiantil. Demostró gran agilidad y combatividad en aquellas refriegas callejeras de Río Piedras. Su militancia se destacó durante la Huelga Estudiantil de 1973.
Participó también en la lucha contra el Servicio Militar Obligatorio. Fue de los jóvenes vanguardistas que escalonaron el desafío negándose a inscribirse en el SMO al cumplir los dieciocho años de edad. Murió sin jamás haberse inscrito.
Estaba aproximándose a la plenitud de su vida al momento del artero homicidio. Ya había comenzado a trabajar en una modesta empresa de transporte de carga hacia las Islas Vírgenes. Me había dicho que pensaba proponerle matrimonio a la novia. Quería desarrollarse como aviador para servirle a su patria en un ámbito estratégico para la construcción de la nueva sociedad en Puerto Rico.
Chagui vive en el recuerdo siempre vivo de los que le queremos y seguirá vivo por los siglos futuros en el agradecimiento de una patria que florece abonada por el sacrificio de sus héroes y mártires. Para nosotros su recuerdo será siempre “un canto de fulgores”.
Comentario político publicado en Claridad el 25 de agosto de 1976

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