Amrica Latina: notas para entender qu significa, hoy, «izquierda»

Hay ocasiones cuando las ideas y los conceptos bsicos que nos permiten volver inteligible la realidad parecen no tener la agudeza necesaria como para brindarnos una comprensin cabal de lo que sucede. Hay momentos histricos en los que no es fcil distinguir entre los distintos proyectos sociales y polticos defendidos por uno u otro grupo partidario y/o social. Segn percibo, la nocin de “izquierda” est actualmente entrampada en cierta opacidad. Es de izquierda un movimiento social que derroca a uno o varios presidentes, como en Bolivia en el 2003, en Argentina a fines del 2001, en Ecuador en el ao 2000, y no se propone tomar el poder? Es de izquierda una propuesta poltica partidaria que nos propone contemporizar los intereses de ciertas fracciones del capital nacional, negociar los niveles de saqueo transnacional y atender en alguna medida necesidades bsicas de la poblacin?

En las siguientes lneas presentar algunas notas esquemticas para bosquejar un mapa que, espero, nos permita orientarnos en el panorama poltico y social de Amrica Latina hoy. Siendo un tema tan amplio, tendr que manejarlo en un nivel bastante alto de abstraccin lo cual, espero que no sea una debilidad demasiado grande.

Lo que el neoliberalismo ha hecho de y con los pueblos, de y con la riqueza social, de y con los derechos colectivos

Un primer elemento consiste en visualizar con claridad algunos rasgos de ese fenmeno al que llamamos “neoliberalismo” o “globalizacin neoliberal”, y que a veces, esconde ms que aclara. La intencin de precisar lo que entendemos por neoliberalismo, est en que slo as sabremos qu esperar de la lucha por “derrotar al neoliberalismo”, que es a fin de cuentas aquello en lo que cualquier izquierda que se respete debiera concentrarse.

Ms all de la apertura de los mercados de bienes y capitales, de los mltiples mecanismos de supuesto “adelgazamiento del Estado” y “reformas estructurales”, de reformas fiscales y monetarias y de la construccin paulatina de un entramado legal – nacional e internacional- que busca la preservacin del orden imperante; hay cuando menos tres elementos abstractos que permiten entender la lgica interna de la contempornea ofensiva general del capital contra el trabajo que toma el nombre de neoliberalismo:

Por un lado, el neoliberalismo ha sido una ofensiva poltica y econmica en toda la lnea contra la poblacin trabajadora de todos los pases de Amrica Latina. Con el neoliberalismo se ha establecido una nueva forma de “uso de la fuerza de trabajo” basada en su ms radical depreciacin, en su ampliacin bajo modalidades anmalas e informales, en formas intensas de sobre-explotacin que combinan maneras que parecan ya superadas de elevacin de la plusvala absoluta, con nuevos mecanismos de elevacin de la plusvala relativa. Es decir, el neoliberalismo se despliega en una sistemtica y permanente pelea por imponer condiciones inadmisibles para el uso de la fuerza de trabajo y es, en este sentido, una continua accin de sometimiento de la capacidad de trabajo.

El neoliberalismo ha consistido, tambin, en una gigantesca accin de despojo, de acaparamiento y monopolizacin de la riqueza social acumulada por generaciones. La ola de privatizaciones de empresas estratgicas de petrleo, energa elctrica y agua anteriormente pblicas, de la seguridad social y los fondos de pensiones, de la tierra y los servicios en todos los pases de Amrica Latina, con sus variantes locales de “capitalizacin”, “apertura de mercados” o directamente entrega al capital transnacional, es la forma como se ha llevado a cabo el saqueo.

Adems, el neoliberalismo ha ido de la mano con el desmantelamiento de las estructuras sociales que garantizaban la posibilidad de ejercicio de determinados derechos colectivos anteriormente reglamentados y que habilitaban ciertas formas de participacin poltica, a travs de los cuales no slo se garantizaban algn nivel de participacin social en el conjunto de la riqueza social sino que tambin, jugaban un papel en la posibilidad de los distintos segmentos sociales de influir en las polticas nacionales. A travs de una sistemtica destruccin del tejido social, el neoliberalismo ha buscado convertir a la sociedad en un conjunto controlable de ciudadanos aislados, manipulables e impotentes, concordantes con los planteamientos bsicos de la democracia liberal formal. Tal destruccin e impotenciacin ha ido paralela a innumerables esfuerzos de contencin legal de la protesta, de limitacin de los derechos de participacin poltica por la va de la partidizacin de la sociedad y de criminalizacin de la lucha social que pueden rastrearse en las distintas leyes de “seguridad” y reformas polticas promulgadas en casi todos nuestros pases en los ltimos 10 aos.

As, estas son las cuestiones que considero centrales para entender el significado de la ofensiva neoliberal: sorda guerra por imponer cierta forma de uso de la fuerza de trabajo, acaparamiento y despojo de la riqueza social acumulada y vaciamiento y anulacin de la capacidad poltica de la sociedad.

Lo que la sociedad trabajadora est haciendo a partir de lo que han hecho con y de ella

Tras el desconcierto y parlisis producidos a raz de esta violenta ofensiva neoliberal iniciada en los 80s en todo el continente, alrededor del ao 2000 podemos situar una especie de punto de inflexin histrico, marcado por la reconstitucin de cierta capacidad de respuesta social para movilizarse y oponerse al rgimen de inseguridad y empobrecimiento creciente que acarrearon las polticas de “reforma estructural”. Si el alzamiento zapatista de 1994 en Mxico, que coincidi con la entrada en vigor del TLCAN anunci tempranamente con su estruendoso Ya basta!, que la resistencia a los planes del capital segua presente; es ms o menos en el 2000 cuando comienzan a brotar con mayor fuerza mltiples acciones de lucha a lo largo de Amrica Latina. El 10 de enero de 2000 se iniciaron los bloqueos de caminos en torno a Cochabamba, Bolivia, donde una subsidiaria de la trasnacional Bechtel acababa de apoderarse del agua, tradicionalmente escasa en la regin. Once das despus, el 21 de enero, 12,000 indgenas ecuatorianos rodeaban el Palacio de Justicia y el edificio del Congreso en Quito, exigiendo la salida de la presidencia de Jamil Mahuad, el nefasto presidente “dolarizador”, sucesor de otro presidente, Bucaram, tambin destituido unos aos antes.

Esto fue el preludio de la Guerra del Agua en Bolivia, de la reactivacin de la insurgencia indgena aymara, de la expansin de la capacidad de accin de la CONAIE y del Movimiento Nacional Pachakutik y del posterior levantamiento de Arequipa que defendi la empresa municipal de electricidad de la voracidad del capital. Igualmente en el 2000, los piqueteros se consolidaron en Salta y Jujuy y comenzaron a aparecer en el Gran Buenos Aires. En Brasil, el MST ocupaba nuevas haciendas y a travs de l, como en muchas otras ocasiones, se movilizaban miles de personas.

En los aos siguientes, hemos presenciado la expansin de esta tendencia. En Argentina, antes del estallido de diciembre de 2001, cuando un gigantesco motn civil destituy a varios presidentes y estableci claramente que la sociedad argentina estaba dispuesta a poner lmites al atraco transnacional de su poblacin, hubo ms de 300 acciones colectivas de corte de ruta, implementadas por esos anmalos y tumultuosos conglomerados humanos que son los piqueteros, esa especie de sans- coulottes , de personajes hbridos, ex obreros ahora pequeos comerciantes, en medio de redes familiares que se dedican a la produccin en pequea escala de alguna mercanca sin futuro en el mundo global; o jvenes y mujeres lanzados al empobrecimiento ms abyecto pero que an as se las ingenian para sacar, cada da, un poco de alimento con el cul sobrevivir: los nuevos pobres urbanos comenzaban, tambin, al igual que los indios mexicanos, bolivianos y ecuatorianos, a rebelarse.

Y esto suceda cuando otra oleada de malestar indgena sacuda Bolivia: nuevamente los bloqueos aymaras en el 2002, nuevamente la insurgencia cocalera. Y el MST, silencioso y tenaz, organizando y realizando sus ya incontables tomas de tierra, pero ms importante an construyendo de a poco sitios donde se pretende vivir, convivir y sobrevivir de manera diferente, digna y autnoma. Y en Mxico la movilizacin y tenacidad de los ejidatarios y pobladores de Atenco ech a la basura el ms grande proyecto econmico del sexenio foxista: la construccin del nuevo super- aeropuerto de la ciudad de Mxico.

El 2003 hemos visto una inusitada aunque todava no muy definida movilizacin en Per contra las polticas de Toledo y acudimos a la gigantesca accin de lucha por la defensa del gas que el pueblo aymara y boliviano protagonizaron en septiembre y octubre hasta hacer caer al emblemtico presidente neoliberal, Snchez de Lozada.

As, resulta que si observamos todo este panorama, el balance no es malo: en tres pases de Amrica Latina han cado presidentes que han pretendido aplicar proyectos socialmente inadmisibles a partir de la decisin social de no soportar ms sus decisiones; en otros ms sin llegar a crisis polticas tan extremas, se han fondeado planes econmicos de enorme importancia, en algunos ms se han llevado a cabo amplias acciones de recuperacin de tierras y territorios. En fin, a partir del 2000 presenciamos una nueva oleada de participacin social, de movilizacin poltica a travs de movimientos sociales de muy diversas clases y con creciente capacidad de intervencin en el asunto pblico.

Sin entrar a describir los rasgos que caracterizan a estos llamados “nuevos movimientos sociales”, como su carcter territorial y su horizontalidad, su flexibilidad y su distancia a los cnones clsicos e institucionales de la poltica, pongo a consideracin dos aspectos de su forma de accin poltica que me parecen relevantes para el objetivo de este trabajo:

En primer lugar, los movimientos sociales en toda Amrica Latina parecen ir consolidando una gran capacidad de veto, es decir, si algo tienen en comn las acciones de movilizacin social desarrolladas desde Argentina hasta Mxico, pasando por Bolivia, Per y Ecuador es que hombres y mujeres de las asociaciones ms diversas y de mltiples sectores sociales, logran enlazarse en un determinado momento para expresar contundentes NOs! contra partes significativas de los proyectos polticos y econmicos de las elites gobernantes: no a la privatizacin del agua!, no a la poltica de enajenacin del ahorro privado propuesta por De la Rua!, No a la privatizacin de la Empresa municipal de electricidad en Arequipa!, No a la construccin del aeropuerto en las tierras colectivas de Atenco, Mxico!, No a la venta del gas en las condiciones impuestas por las transnacionales!

As, un elemento comn de todas estas luchas es su capacidad de vetar, de impedir el desarrollo de especficos proyectos de las transnacionales auspiciados por los distintos gobiernos locales. En cierto sentido, cada una de estas irrupciones de lucha social es una reactualizacin del Ya basta! Zapatista de 1994. Todas ellas son acciones de movilizacin tumultuosa, multitudinaria y contundente que expresa que la poblacin no est dispuesta a aceptar ms la continuacin de los planes neoliberales de saqueo y que tiene capacidad de defender lo que sabe que colectivamente le pertenece.

En segundo lugar, un segundo rasgo que aparentemente comparten todos estos movimientos, es la ausencia de un proyecto estructurado de un futuro distinto ms all de la enrgica oposicin a aspectos puntuales de los planes del capital. En los casos de Argentina en 2001-2002 y de Bolivia en 2003 esto es notable. La sociedad movilizada se dota de una finalidad especfica, la consigue aunque sea a medias a travs de su tenaz y esforzada movilizacin y una vez asentada su capacidad y presencia tras “hacerse sentir” como expresaba la gente de El Alto en octubre la energa social parece nuevamente disiparse y la cohesin de la multitud, a primera vista, se debilita.

Cabe aqu hacernos la pregunta de si este rasgo de las movilizaciones, percibido como ausencia de un proyecto poltico ms ntidamente visible, no es una mera apariencia que brota de la falta de agudeza de nuestros propios esquemas de inteleccin del acontecimiento real. Pienso que si entendemos la poltica slo como el conjunto articulado de mltiples acciones desplegadas con el fin de hacerse cargo de la administracin y el control del Estado, por cualquier va, electoral o no; entonces inmediatamente salta la consideracin de tal elemento como ausente de las ambiciones y perspectivas polticas puestas en marcha a travs de las movilizaciones en ciertos pases como Bolivia, Argentina y el zapatismo en Mxico.

Sin embargo, si entendemos por poltica de izquierda ante todo, la masiva intervencin colectiva en la definicin de lo que ha de hacerse a nivel pblico; si consideramos poltica la confrontacin social que busca establecer nociones distintas de lo que debe entenderse por bien comn , entonces las luchas de estos movimientos tienen un contenido altamente poltico y, ms bien, es posible que a travs de algunos de sus rasgos constitutivos lo que estn planteando sea un cambio de civilizacin: el “mandar obedeciendo” que se replica explcitamente en Argentina y que de alguna manera se encuentra en la movilizacin boliviana reciente, habla de una ruptura con un fundamental principio liberal de la poltica que es la delegacin de la soberana colectiva en un representante. Adems, los esfuerzos para llevar a cabo la resistencia o bien han tensado, politizado y conseguido la autonoma de ciertas estructuras sociales anteriormente manipuladas clientelarmente por las elites, o bien han empujado a la construccin y consolidacin de nuevos organismos sociales para habilitar la intervencin poltica de los ciudadanos que funcionan de manera no vertical, con casi ninguna jerarqua y donde se establecen formas de asociacin y participacin flexibles y muy comprometidas. Todo esto insina una especie de reconfiguracin autnoma de la sociedad que fortalece y garantiza su capacidad de intervencin en el asunto pblico.

As, sumando la capacidad de veto ya alcanzada y el reforzamiento de estas redes sociales de participacin y accin poltica, encontramos que quiz lo que vamos presenciando es el despliegue de una estrategia poltica del movimiento social que podemos denominar como de “cerco y construccin”: se ponen cercos al poder, fsicos como en Bolivia o polticos como en Argentina, de tal manera que la posibilidad social de vetar partes especficas de los planes neoliberales se acrecienta y, al hacerlo, se construye capacidad social de intervenir en el asunto pblico, de dotarse de fines, de hacer poltica.

Ahora bien, una y otra vez he insistido en que los nuevos movimientos sociales vetan, impiden y obstaculizan a travs de su movilizacin, puntos especficos de los planes neoliberales en marcha. Sin embargo, una debilidad suya est en la dificultad para lograr dotarse de nuevos fines polticos comunes y autnomos, una vez conquistado el objetivo inicial de la movilizacin. En cierta medida, esto sucedi en Argentina tras los levantamientos del 20 y 21 de diciembre: unos meses despus se llevaron a cabo elecciones donde compitieron las elites partidarias y si bien Kirchner se ha visto empujado por los altsimos niveles de indignacin y desconfianza social, a renegociar las condiciones de la sumisin y expoliacin argentina frente al capital transnacional, todo esto marcha lenta y confusamente y no toca los aspectos fundamentales del dominio neoliberal de la sociedad argentina. En Bolivia sucede otro tanto: a casi siete meses de la huida de Snchez de Lozada, el movimiento social no consigue obligar a Mesa a cumplir con el mandato que le dio cuando tom posesin, si bien los planes de exportacin del gas tampoco logran avanzar.

En este escenario se contraponen dos presencias polticas claramente diferenciadas. Por un lado, el mbito de lo formal, con los institutos electorales reformados y crebles en casi todos los pases, que impulsan la contienda electoral como forma fundamental de participacin poltica, y ah dentro, ciertas versiones partidarias de izquierda ciertamente descoloridas. Y, por otro, los amplsimos espacios abiertos por las luchas sociales, que son vigorosas por momentos, aunque tambin discontinuas en el tiempo y, sobre todo, sostenidas por asociaciones flexibles y cambiantes que vetan proyectos, cercan al poder y tendencialmente construyen formas de socialidad y de intervencin poltica distintas.

Ninguno de estos dos mbitos parece tener propuestas polticas explcitas de por donde avanzar. Por el lado de lo que podemos llamar “izquierda partidaria”, ni en Mxico ni en Brasil donde tenemos expresiones ntidas de esta tendencia, en un gobierno local y en el gobierno federal respectivamente, los partidos en cuestin presentan proyectos donde se propongan caminos de superacin del neoliberalismo, entendido en sus mltiples significados de ofensiva global del capital. Tanto el PRD mexicano como el PT en Brasil, van ajustndose a lo que consideran “posible”, intentando negociar lmites y ambicionando quiz lo que se podra entender como un “capitalismo regulado”. Estos partidos, y aqu presento una afirmacin fuerte que someto a discusin, no tienen si quiera un programa reformista: se limitan a negociar modalidades menos duras de vehiculizacin de la poltica y los proyectos del capital transnacional.

Ahora bien, por el lado de lo que se viene llamando “izquierda social”, y especficamente, en el terreno de la poltica de los movimientos sociales que han estado poniendo en jaque a distintos gobiernos latinoamericanos en los ltimos aos, tras las explosiones recurrentes de furia contenida, tras la accin de veto e impedimento de ciertos planes, la formulacin de propuestas estratgicas de superacin del neoliberalismo parece avanzar con gran dificultad, aunque no la accin prctica de construir desde la base relaciones sociales y polticas distintas, potencialmente preadas de vigorosas posibilidades de transformacin.

Si tal ausencia de una propuesta poltica ms general, tendencialmente superadora del dominio neoliberal es cierta, tanto en los movimientos sociales como en la llamada “izquierda partidaria”, lo que busco en la tercera parte de este trabajo es sugerir un criterio para, colectivamente, irle dando cuerpo a un posible horizonte de deseo comn que pueda dar contenido a una poltica de izquierda.

La reapropiacin social de la riqueza colectiva y de la vida como eje principal de un programa de izquierda

El elemento comn que se expresa en casi todas las movilizaciones sociales en el continente, es que surgen de una pelea, de una conflagracin por la propiedad y destino de ciertos recursos bsicos, ya enajenados o en disputa: el agua en Cochabamba, la electricidad en Arequipa, los ahorros de los ciudadanos y otros recursos pblicos en Argentina, el gas en Bolivia entera, la tierra y el destino de sta en Atenco, Mxico. Algunas de estas luchas son por evitar un despojo Cochabamba, Argentina, Atenco, Arequipa; otras son por impedir nuevas acciones de despojo que se sostienen en un saqueo anterior Bolivia, 2003.

As, la propiedad de los recursos naturales o econmicos est en el fondo de las ms importantes movilizaciones recientes; y si bien, no es todava la propiedad de los bienes saqueados lo que se ha puesto en entredicho a travs de la lucha, o al menos no explcitamente y ms bien los diversos movimientos han tenido como contenido la defensa de lo que todava es, cuando menos, propiedad pblica o colectiva; pareciera estar apareciendo una tendencia, al menos en Bolivia, hacia la disputa de la propiedad de los recursos naturales -que fue enajenada anteriormente.

En Bolivia actualmente, a partir de la crtica de la Ley de Hidrocarburos, es decir, de la ley que permiti el ingreso de las transnacionales al sector energtico y que afianz la entrega de tales recursos al capital extranjero, se comienza a bosquejar y a discutir la necesidad de la reapropiacin social del petrleo y el gas; igual que se luch por la reapropiacin del agua en el 2000.

La idea de re-apropiacin social de los recursos saqueados, como horizonte movilizador tiene enorme fuerza pues alude a los criterios bsicos de lo que es moralmente admisible: no es moralmente admisible que en la explotacin de un recurso natural como el gas, al pueblo boliviano slo le corresponda el 18% del rendimiento, mientras que las transnacionales acaparan el 82% restante en forma de ganancia. Esto en el caso concreto de Bolivia, pero la idea de re-apropiacin de la riqueza social puede sintetizar tambin la lucha de los obreros argentinos que ocupan fbricas, de los trabajadores mexicanos de la energa que impugnan la modalidad especficamente local de privatizacin de este sector industrial, etc.

Adems, por expresarlo de alguna manera, la lucha por la re-apropiacin colectiva de la riqueza social es una “consigna flexible”, es decir, no necesariamente se compromete con un programa de re-nacionalizacin aunque puede incluirlo; puede amparar un terreno previo de disputa de las condiciones del saqueo impuestos a las transnacionales, modalidades de participacin de capital extranjero, etc. y puede tambin llegar a adquirir un contenido de mayor radicalidad como la “transformacin social de la empresa recuperada” como se plante para el Servicio Municipal de Agua (SEMAPA) en Cochabamba tras la guerra del Agua. De lo que se trata a partir de reflejar las mltiples luchas locales en el espejo de la pelea general por la re-apropiacin social de la riqueza y de la vida, es de diagramarnos colectivamente una idea fuerza que nos permita reconocernos y distinguirnos entre luchadores de izquierda.

Un partido que no explica a sus militantes y a la poblacin en general, los pasos que ha de dar para re-apropiar para usufructo pblico la riqueza social, que no se propone claramente la re-apropiacin de derechos colectivos desmantelados o amenazados, es decir, que no se compromete con la reapropiacin de la decisin sobre las condiciones de uso de la fuerza de trabajo, sencillamente no es de izquierda. Y aqu vale la pena una observacin crtica sobre la poltica en Mxico: las movilizaciones obreras ms grandes del ltimo periodo, aquellas en defensa del sector elctrico nacionalizado, expresan su lmite en la medida en la que no se proponen explcitamente la recuperacin, la reapropiacin de lo que ya ha sido expropiado por las transnacionales en trminos de contratos de servicios mltiples ya firmados y de plantas de generacin de energa ya entregadas. Y este lmite lo encarnan, lastimosamente, tanto los parlamentarios del PRD como los compaeros del SME.

La lucha por re-apropiarse de la riqueza social, en sus mltiples formas, hoy acaparada por el capital transnacional, es sin duda una pelea llena de obstculos y de dificultades. El neoliberalismo, en este sentido, es un sistema cerrado de afianzamiento de la propiedad privada: los convenios internacionales, los tratados comerciales, las leyes de proteccin a la inversin son autnticos candados del capital extranjero para protegerse de la eventualidad de que los pueblos se propongan recuperar lo que ha sido rematado.

En Bolivia hay ya una experiencia, aunque pequea: el agua de Cochabamba, recuperada para el municipio en la Guerra del Agua del 2000, haba sido ya entregada a la transnacional Bechtel unos meses antes. Hoy, Bolivia como estado enfrenta una multimillonaria demanda en tribunales internacionales por “ganancias no devengadas”, que presentaron los ejecutivos de dicho consorcio. Adems, en los aos 2001 y 2002 se hicieron amplios esfuerzos por empujar la transformacin social de la empresa “recuperada”, que dejaron ms preguntas pendientes que xitos concretos acerca de cmo emprender este camino.

Pese a todo, y sobre todo viendo ahora la aguda crisis energtica que est surgiendo en los pases ms australes de Amrica, considero que la consigna de re-apropiacin de los recursos pblicos enajenados por el neoliberalismo est en el centro de la posibilidad de que articulemos, desde el movimiento social, y tambin desde la izquierda partidaria, un nuevo proyecto de izquierda, hoy.

Si la izquierda partidaria contina simplemente ambicionando la ocupacin del aparato del Estado por s misma, sin tomar posicin contundente sobre lo que es necesario hacer para viabilizar algn tipo de posibilidad de ampliar el bienestar social hoy sometido completamente a la lgica de la ganancia, sus propuestas seguirn sonando huecas al conjunto de la poblacin y sus organizaciones se vern atrapadas en la ms sucia corrupcin.

Si los movimientos sociales esforzados y contundentes en sus batallas de resistencia cada vez ms frecuentes y duras no comienzan a pasar a la ofensiva, afianzando el tejido social que han reconstruido en las acciones de resistencia, corren el riesgo de verse subordinados por los tiempos polticos del Estado y de la democracia formal y por la dispersin que siempre amenaza las acciones colectivas.

La estrategia de cerco y construccin que, considero, nos permite entender el conjunto de acciones que, como una gigantesca coreografa de la lucha, van desplegando los pueblos de Amrica Latina, necesita un nuevo acorde que imprima un nuevo ritmo: la reapropiacin de la riqueza enajenada, la recuperacin social de los recursos pblicos, de los derechos colectivos y polticos, bajo diversas modalidades, de muy diferentes maneras, puede actualmente servirnos de criterio para entender el contenido de la lucha de izquierda y avanzar en el cerco, que necesariamente tendremos que poner entre toda la poblacin sencilla y trabajadora de nuestros pases.

Necesitamos, considero, salir de la paradoja de la “cercana al poder” expresada con claridad por el presidente de la CONAIE, Leonidas Iza, cuando explicaba la ruptura de la alianza poltica que esta organizacin hizo con el presidente Gutirrez: “nunca hemos sido ms dbiles que cuando estuvimos en el gobierno”. Y en este asunto de la cercana con el poder, si los movimientos sociales no tienen una serie de ideas estratgicas bsicas de por donde avanzar, su acercamiento al poder, sus alianzas con otros partidos o incluso la formacin de “instrumentos polticos” desprendidos de y controlados por los propios movimientos como se ha ensayado en Ecuador y en Bolivia, no darn los frutos esperados.

Necesitamos pues, colectivamente discutir qu significa “terminar con el neoliberalismo”? Y responder a esta pregunta de la manera ms concreta posible.

Hacernos tal interrogante es equivalente a preguntarnos, qu queremos como sociedad? Ese mundo que sabemos que es posible porque estamos dispuestas/os a construirlo… cmo creemos que tendr que ser? Y como comenzamos a hacerlo hoy, en lo pequeo, en lo local, en la convivencia diaria; pero tambin en la lucha general por recuperar lo que ha sido producido por nosotros, por nuestro trabajo y que hoy, controlan y disfrutan slo unos cuantos.

Ciudad de Mxico-La Habana, abril-mayo de 2004

Ponencia presentada en el Foro sobre izquierda en Amrica Latina, sbado 8 de mayo, Ciudad de Mxico.

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