El 11 de noviembre de 1989 en San Marcos. Entrevista con Roberto Pineda
SAN SALVADOR, 10 de noviembre de 2014 “A partir de septiembre del 89 los preparativos insurreccionales fueron aumentando, había que conseguir megáfonos, resmas de papel, medicinas y llevarlas poco a poco a casas de seguridad en el sur de San Salvador…han pasado ya veinticinco años y son los mismo vientos” nos comparte Roberto Pineda.
“Nuestro frente de guerra y futuro territorio liberado sería el municipio de San Marcos y la recomendación dada por Frido es que “si no conocen, vayan a conocer la zona, patéenla, recórranla…”¿Y cuándo va ser? Ya pronto.”
“La noticia que íbamos a combatir en la soñada insurrección “hasta el tope” corría como reguero de pólvora y nos llenaba de ilusiones. Se vivía en la UES un ambiente de tenso optimismo. “Hay nos vemos después del triunfo…”Y una vez fuimos con Dagoberto Aguirre, mi asistente en la Secretaría de Comunicaciones, a recorrer la zona.
Era un sector popular dividido por la calle principal, al oriente de la cual estaban las estribaciones del cerro San Jacinto, eran calles empedradas que subían hacia el cerro y al occidente había una hondonada profunda repleta de urbanizaciones y de pasadizos donde serpenteaba un oscuro y maloliente río. Había una zona alta y una zona baja. En esa ocasión escalamos el cerro y ya no volvimos a regresar. Nos preguntábamos: ¿y nos irá a apoyar la gente?
El viernes 10 de noviembre asistí a una reunión cena preparatoria. Se realizo en una pupusería de la Avenida Bernal. Llegaron Miguel y Damián, jefes militares de las FAL. Hablamos sobre los preparativos y el estado de ánimo de la gente que íbamos a movilizar para San Marcos. Recuerdo que Damián me comento con mucho optimismo que “en estos momentos hay cinco mil guerrilleros rodeando San Salvador.” Estábamos listos a tomar el cielo por asalto…Había un ambiente de optimismo. Íbamos a terminar con la dictadura.
El Día D
El 11 de noviembre era un sábado y amaneció norteando, con la misma intensidad que estos vientos actuales, que quedaron pendientes de octubre. Me levante temprano, ansioso, impaciente porque pasaran las horas. A las dos de la tarde salí para contactar a diversos participantes. De cinco, me fallaron dos alegando compromisos familiares. Me despedí con un beso de mi esposa Isabel que quedaba embarazada de Adela. Ella se dirigió hacia Soyapango, a la casa de su hermana Vilma. Yo aborde la ruta 11 hacia San Marcos. Estuve en el puesto convenido a las 6 p.m. La fiesta iniciaría a las 7 p.m. Poco a poco las calles se fueron llenando de compañeros y compañeros que nos mirábamos, nos reconocíamos, pero sin hablarnos.
Caminábamos tranquilamente a ambos lados de la calle desde la MAN hasta el Mercado, unas cuatro o cinco cuadras. Éramos unas treinta personas caminando. Al ir anocheciendo se fueron encendiendo los faroles rojos de varios chupaderos del lugar. Se dieron las siete de la noche y como responsable me pasaban preguntando: y ¿Qué ondas? No sé, cálmate, ya va empezar. A las siete y media teníamos cerca de sesenta personas caminando de arriba a abajo, de abajo a arriba, ansiosas y confundidas por el retraso. ¿Y las armas que nos iban entregar? ¿Y la gente de las FAL?
Con Dagoberto decidimos entrar a un chupadero. ¿Qué van a querer? Nos trae dos cervezas. Había que consumir. Al instante las otras mesas del lugar estaban llenas de caras conocidas, pero sin hablarnos. Pero nos señalaban que los invitáramos. A ese que esta ahí cóbrele. Si le piden, que le paguen. Y seguían entrando compañeros….disimulen. Las trabajadoras del sexo del lugar nos miraban entre alegres y confundidas sobre que estaba pasando. ¿Quieren ocuparse? ¿Y cuántos son? Algunos atrevidos preguntaban hasta precios. ¿Nos da tiempo?
Se dieron las ocho de la noche y todo seguía tranquilo ¿Y si la suspendieron? ¡Cálmate! Y ¿ya hicieron contacto? Al rato era paja todo. ¿Pedimos otra ronda? ¿Vos vas a pagar? No tengo dinero. ¿Puedo pedir una cerveza? Y ¿a chupar veniste? Las ocho y media y nada y al salir del bar vemos que buena parte de la tripulación del barco estaba ya en otros bares. Ocupaban todas las mesas y había hasta gente parada. Hablo con Norma y decidimos llevar la gente a un sitio seguro. Somos cerca de sesenta personas. Recorro los bares avisando que nos vamos a refugiar, paguen y salgan, disimulen… ¡disimulen!
Cuando llegamos al mercado escuchamos explosiones lejanas y tiroteos. Todos nos alegramos. Pero ¿y el contacto? Se suponía que nos iban a entregar armas aquí en la calle e íbamos atacar a la Comandancia. La gente comenta en la calle que los guerrilleros del FMLN están atacando en todos lados, en Soyapango, en Ciudad Delgado.
Vamos a refugiarnos, parecemos una procesión. Llegamos a una casa de dos plantas y entramos. Es de unos colaboradores. Aquí es donde está guardada la medicina que Norma (Herrera) y mi esposa han traído. Hay un patio grande en la segunda planta donde nos acomodamos. Debemos de guardar silencio. Se reparten panes con frijoles. Platicamos con Norma que lo mejor es esperar el amanecer para regresar a nuestros lugares y ver como desde ahí nos incorporábamos. De pronto aparece Miguel, el contacto esperado. Cálmense, ya viene la tropa.
El repliegue
Al amanecer nos contactan. Llega una escuadra de las FAL y Miguel asume su conducción. Reconozco a Fabio Fuentes, con su fusil y uniformado y al hijo de Eduardo Calles. Salimos todos del refugio, nos entregan fusiles y balas. Empezamos a bajar, y luego vamos subiendo por la zona baja rumbo al sur hasta salir a la calle Panamericana a la altura de una gasolinera Shell. Bloqueamos la calle. Enfrente hay un colegio religioso de monjas en el que nos parapetamos. La gente se concentra curiosa pero a la expectativa, sin incorporarse.
Empezamos una labor de agitación. “Somos el FMLN y hemos venido para quedarnos. No podrán movernos. Estamos combatiendo en todo el país. Nuestras armas son la garantía de la victoria popular sobre esta dictadura que ha sido ya derrotada. ¡Viva la victoria popular! ¡Te hacemos un llamado a que te incorpores a esta lucha! La gente nos escuchaba de lejos pero no se incorporaba. Estaba a la expectativa de la respuesta del ejército. Era cautelosa.
A mediodía inicia el ataque de tropa del ejército disparándonos junto con avionetas. Los vemos venir y ante la fuerza del ataque salimos en desbanda. Corremos rumbo al occidente, con vistas a llegar a la carretera al aeropuerto. Están disparándonos con tropa y desde las avionetas, son las famosas “avispas.”Nos dividimos en pequeños grupos, sigo a Miguel y a Eduardo, y detrás de mi viene Guadalupe Ortíz, del CCC.
Al alcanzar una altura vemos hacia abajo y podemos distinguir a Dagoberto, Tania Parada y Norma que ingresan a una casa a refugiarse. Es ahí donde los asesinan. Refugiarse equivalía a ser asesinado por las fieras. Seguimos subiendo, al llegar a la carretera vemos tropa del ejército al norte de la autopista que empiezan a dispararnos. Miguel grita: ¡hay que cruzar!¡hay que cruzar!
Cruzamos y empezamos a subir, buscamos veredas, vaguadas, caminos hacia la cima de esta montaña. En el camino al ir subiendo, guerrilleros se nos adelantan y preguntan por alguien. ¿Lo han visto? ¿Pudo subir? Llegamos a una planicie y descansamos. La avispa continúa con su sonido ensordecedor. Eduardo afirma que desde arriba no pueden vernos, que no nos movamos. Miguel aconseja encharralarnos.
Y nos cubrimos, nos metemos en montículos de rala maleza que hay desperdigados. Desde ahí vemos a San Marcos, sus calles y el zumbido de la avispa, y ráfagas aisladas, lejanas… ¡Qué habrá pasado con Norma? ¿Los habrán capturado? Miguel se comunica por radio y nos informa que hay combates en todo el país y de ciudades capturadas por la guerrilla.
Es mediodía y compartimos una naranja cortada en el camino. Pasan las horas, platicamos, descansamos. Viene la tarde y luego vemos aparecer una luna gigantesca, amarrilla como yema de huevo. Cada quien busca un lugar para dormir. Hace frío y mucho viento y me resulta difícil encontrar el descanso.
Paso la noche en vela, esperando el amanecer. Amanece un domingo soleado y ventoso. Miguel ordena que hay que bajar y reintegrarnos a partir de nuestros contactos. Lo hacemos. Al ir bajando encontramos una cabaña donde cambio mis zapatos, pantalón y camisa. Al bajar a la autopista, la vida parece transcurrir con normalidad, sin contratiempos. Los cuatro abordamos un micro bus hacia el centro.
Llegamos a la plaza cívica sin novedad, nos bajamos. Me encamino a buscar un bus hacia Soyapango. Lo consigo. Al llegar a la Col. Los Santos hay cadáveres en las calles de guerrilleros, de un muchacho y una muchacha. Sus rostros están ya amoratados. La gente camina de prisa, nerviosa. Llego a la casa de la hermana de mi esposa. La encuentro y al verme Isabel se echa a llorar de alegría. ¡Había regresado!
Le cuento lo que había pasado y por la tarde tratamos de regresar a nuestra casa en Ayutuxtepeque, pero no se podía ingresar a la zona, estaba cercado el lugar por tropas del ejército. Lo intento al día siguiente y veo por la Calle Washington a Armando Herrera. ¿Y Norma? Esta capturada me dice confiado. Pero no, había sido asesinada y Armando todavía guardaba esperanzas de encontrarla. El jueves 16 logre ingresar a mi casa. Escuchamos por radio que han asesinado a los jesuitas. Están acusando al FMLN de ser los autores. ¡No puede ser!
El viernes 17 logro regresar a mi casa. La puerta ha sido balaceada. Ese mismo día contacto con Mauricio Mejía y me comparte que están trabajando con Lucho (Luís Argueta Antillón) para recuperar el campus de la UES, tomado por los militares desde el 11. Por la noche vamos a una entrevista en el canal 21. Las noticias confirman el asesinato de Norma, de Tania y de Dagoberto. Nos reunimos con Armando y decidimos instalarnos en la Rotonda y desde ahí emprender la campaña para que nos regresen el campus universitario. Luego alquilamos un edificio frente a la UES, arriba del IVU. A principios de 1990 logramos que nos devolvieran el campus, el mismo Coronel Elena Fuentes nos lo entrego. ¡Los habíamos derrotado!