Conflictos geopolíticos, antiimperialismo e internacionalismo en tiempos de “aceleración reaccionaria”.  Jaime Pastor. Noviembre de 2024

Dentro del marco general de la crisis multidimensional en que nos encontramos, agravada ahora por el estímulo que supone la reciente victoria electoral de Trump para el ascenso de una extrema derecha a escala global, parece más evidente si cabe que asistimos a una profunda crisis del (des)orden geopolítico internacional, así como de las reglas básicas del Derecho Internacional que se han ido estableciendo desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

La manifestación más trágica de esta crisis (que pone en cuestión incluso el futuro de la ONU) se encuentra en la guerra genocida contra Gaza (Awad, 2024), a la que se suman actualmente alrededor de 56 guerras en el conjunto del planeta.

En ese contexto, el sistema jerárquico imperialista basado en la hegemonía estadounidense se halla abiertamente cuestionado y desafiado por otras grandes potencias, como China y Rusia, así como por otras a escala regional, como Irán.

Esa competencia geopolítica global se muestra claramente de manifiesto en determinados conflictos bélicos, de cuya evolución va a depender una nueva configuración de las relaciones de fuerzas dentro de ese sistema, así como de los bloques en presencia o en formación, como los BRICS.

Ante este nuevo escenario, en este artículo me centraré en la descripción sumaria del panorama actual para, a continuación, caracterizar las distintas posiciones que aparecen en el seno de las izquierdas en esta nueva fase e insistir en la necesidad de construir una izquierda internacionalista contraria a todos los imperialismos (principales o secundarios) y solidaria con las luchas de los pueblos agredidos.

Policrisis y neoliberalismos autoritarios

En las izquierdas existe un amplio consenso en torno al diagnóstico que podemos hacer de la crisis global por la que atraviesa el mundo actual, con la crisis ecosocial y climática como telón de fondo. Una policrisis que podemos definir con Pierre Rousset como “polifacética, resultado de la combinación de múltiples crisis específicas. Así que no estamos ante una simple suma de crisis, sino ante su interacción, que multiplica su dinámica, alimentando una espiral de muerte para la especie humana (y para una gran parte de las especies vivas)” (Pastor, 2024).

Una situación que está estrechamente relacionada con el agotamiento del régimen de acumulación capitalista neoliberal iniciado a mediados de los años 70, que tras la caída del bloque hegemonizado por la URSS dio un salto adelante hacia su expansión a escala mundial.

Un proceso que condujo a la Gran Recesión abierta en 2008 (agravada por las políticas austeritarias, las consecuencias de la crisis pandémica y la guerra de Ucrania), que terminó frustrando las expectativas de ascenso social y estabilidad política que había generado la prometida globalización feliz, principalmente entre sectores significativos de las nuevas clases medias.

Una globalización, hay que recordarlo, que se fue expandiendo bajo el nuevo ciclo neoliberal que a lo largo de sus distintas fases: combativa, normativa y punitiva (Davies, 2016), ha ido construyendo un nuevo constitucionalismo económico transnacional al servicio de la tiranía corporativa global y de la destrucción del poder estructural, asociativo y social de la clase trabajadora.

Y, lo que es más grave, ha convertido en sentido común la civilización de mercado” como la única posible, si bien todo este proceso ha adquirido distintas variantes y formas de regímenes políticos, generalmente basados en Estados fuertes inmunes a la presión democrática (Gill, 2022; Slobodian, 2021). Un neoliberalismo que, sin embargo, está mostrando hoy su incapacidad para ofrecer un horizonte de mejora para la mayoría de la humanidad en un planeta cada vez más inhóspito.

Por tanto, nos hallamos en un periodo, tanto a escala estatal como interestatal, lleno de incertidumbres, bajo un capitalismo financiarizado, digital, extractivista y rentista que precariza nuestras vidas y busca a toda costa sentar las bases de una nueva etapa de crecimiento con un papel cada vez más activo de los Estados a su servicio.

Para ello recurre a nuevas formas de dominación política funcionales a ese proyecto que, cada vez más, tienden a entrar en conflicto no sólo con libertades y derechos conquistados tras largas luchas populares, sino también con la democracia liberal.

De ese modo, se va extendiendo un neoliberalismo cada vez más autoritario, no sólo en el Sur sino cada vez más en el Norte, con la amenaza de una “aceleración reaccionaria” (Castellani, 2024).

Un proceso estimulado ahora por un trumpismo que se está convirtiendo en marco discursivo maestro de una extrema derecha en ascenso, dispuesta a constituirse como alternativa a la crisis de gobernanza global y a la descomposición de la viejas élites políticas (Urbán, 2024; Camargo, 2024).

El sistema jerárquico imperialista en disputa

Dentro de ese contexto, sucintamente expuesto aquí, asistimos a una crisis del sistema jerárquico imperialista que ha predominado desde la caída del bloque soviético, facilitada precisamente por los efectos generados por un proceso de globalización que ha conducido al desplazamiento del centro de gravedad de la economía-mundo del Atlántico Norte (Europa-EE UU) hacia el Pacífico (EE UU, Asia del Este y Sureste).

En efecto, tras la Gran Recesión iniciada en 2007-2008 y la consiguiente crisis de la globalización neoliberal, se ha abierto una nueva fase en la que se está produciendo una reconfiguración del orden geopolítico global, tendencialmente multipolar pero a su vez asimétrico, en el que EE UU sigue siendo la gran potencia hegemónica (monetaria, militar y geopolítica), pero se encuentra más debilitada y desafiada por China, la gran potencia en ascenso, y Rusia, así como por otras potencias subimperiales o secundarias en diferentes regiones del planeta.

Mientras tanto, en muchos países del Sur, enfrentados al expolio de sus recursos, al aumento de la deuda soberana y a las revueltas populares y guerras de distinto signo, el fin del desarrollo como horizonte a alcanzar está dejando paso a populismos reaccionarios en nombre del orden y la seguridad.

Así, la competencia geopolítica global y regional se está viendo acentuada por los diferentes intereses en pugna, no sólo en el plano económico y tecnológico, sino también en el militar y en el de los valores, con el consiguiente auge de los etnonacionalismos estatales frente a los presuntos enemigos internos y externos.

Con todo, no hay que olvidar el alto grado de interdependencia económica, energética y tecnológica que se ha ido materializando en el conjunto del planeta en el marco de la globalización neoliberal, como se puso abiertamente de relieve con ocasión tanto de la crisis pandémica global como de la falta de bloqueo efectivo a Rusia en el plano energético a pesar de las sanciones acordadas.

A esto se suman dos nuevos factores fundamentales: por una parte, la posesión actual de armas nucleares por parte de grandes potencias (existen cuatro puntos calientes nucleares actualmente: uno en Oriente Próximo (Israel) y tres en Eurasia (Ucrania, India-Pakistán y la península de Corea); y, por otra, la crisis climática, energética y de materiales (¡estamos en tiempo de descuento!), que diferencian sustancialmente esta situación respecto a la que se daba antes de 1914.

Estos factores condicionan la transición geopolítica y económica en marcha, marcando unos límites a una desglobalización que probablemente sea parcial y que, desde luego, no se anuncia feliz para la gran mayoría de la humanidad. A su vez, estos factores también alertan sobre el aumento de los riesgos de escalada en los conflictos bélicos en los que se ven directa o indirectamente implicadas potencias con armas nucleares, como ocurre en los casos de Ucrania o Palestina.

Esta especificidad de la actual etapa histórica nos lleva, de acuerdo con Promise Li, a considerar que la relación entre las principales grandes potencias (sobre todo si nos referimos a la que se da entre EE UU y China) se da mediante un equilibrio inestable entre una “cooperación antagónica” y una “rivalidad interimperialista” creciente. Un equilibrio que podría romperse a favor de la segunda, pero que también podría normalizarse dentro de la búsqueda común de una salida al estancamiento secular de un capitalismo global en el que ahora se han insertado China (Rousset, 2021) y Rusia (Serfati, 2022), aunque con evoluciones muy diferentes.

Un proceso, por tanto, lleno de contradicciones, que es extensible a otras potencias, como India, que forman parte del BRICS, en el que los gobiernos de sus países miembros tampoco han llegado hasta ahora a cuestionar el papel central de organismos como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, que siguen bajo hegemonía estadounidense (Fuentes, 2023; Toussaint, 2024).

No obstante, es evidente que el debilitamiento geopolítico de EE UU -sobre todo tras su fiasco total en Irak y Afganistán y, ahora, la crisis de legitimidad que está suponiendo su apoyo incondicional al Estado genocida de Israel- está permitiendo un mayor margen potencial de maniobra por parte de diferentes potencias globales o regionales, en particular las que cuentan con armas nucleares. Coincido por eso mismo con la descripción que hace Pierre Rousset:

    El declive relativo de Estados Unidos y el ascenso incompleto de China han abierto un espacio en el que las potencias secundarias pueden desempeñar un papel significativo, al menos en su propia región (Rusia, Turquía, Brasil, Arabia Saudí, etc.), si bien son claros los límites de los BRICS. En esa situación, Rusia no ha dejado de presentar a China una serie de hechos consumados en las fronteras orientales de Europa. Al actuar de común acuerdo, Moscú y Pekín fueron en gran medida los amos del juego en el continente euroasiático. Sin embargo, no hubo coordinación entre la invasión de Ucrania y un ataque real contra Taiwán (Pastor, 2024).

Esto, facilitado sin duda por el peso mayor o menor de otros factores relacionados con la policrisis, explica el estallido de conflictos y guerras en muy distintas partes del planeta, pero en particular los que se dan en tres epicentros actuales muy relevantes: Ucrania, Palestina y, aunque por ahora en términos de guerra fría, Taiwán.

Ante ese panorama, hemos visto cómo EE UU aprovechó la injusta invasión de Ucrania por Rusia como coartada para relanzar la expansión de una OTAN en crisis hacia otros países de Europa del Este y del Norte. Un objetivo estrechamente asociado a la reformulación del “nuevo concepto estratégico” de la OTAN, como pudimos comprobar en la cumbre que esta organización celebró en Madrid en julio de 2022 (Pastor, 2022) y más recientemente en la celebrada en julio de este año en Washington.

En esta última se ha reafirmado esa estrategia, así como la consideración de China como el principal competidor estratégico, mientras que se ha eludido toda crítica al Estado de Israel. Esto último es lo que está mostrando el doble rasero (Achcar, 2024) del bloque occidental en lo que respecta a su implicación en la guerra de Ucrania, por un lado, y su complicidad con el genocidio que está cometiendo el Estado colonial de Israel contra el pueblo palestino, por otro.

De nuevo, también hemos visto el creciente interés de la OTAN en el flanco Sur con el fin de proseguir su necropolítica racista contra la inmigración ilegal mientras sigue aspirando a competir por el control de recursos básicos en países del Sur, especialmente en África, en donde los imperialismos francés y estadounidense están perdiendo peso frente a China y Rusia.

De ese modo, se ha ido produciendo una redefinición de la estrategia del bloque occidental, dentro del cual se ha visto reforzada la hegemonía estadounidense en el plano militar (gracias, sobre todo, a la invasión rusa de Ucrania) y a la que se encuentra claramente subordinada una Unión Europa más dividida y con su viejo motor alemán debilitado.

Con todo, tras la victoria de Trump, ésta parece decidida a reforzar su poder militar en nombre de la búsqueda de una falsa autonomía estratégica, ya que seguirá vinculada al marco de la OTAN. Mientras tanto, aumenta el distanciamiento de muchos países del Sur respecto a ese bloque, si bien con distintos intereses entre ellos, lo cual diferencia las posibles alianzas que puedan ir formándose de la que en el pasado caracterizó al Movimiento de Países No Alineados.

En todo caso, es probable que tras su victoria electoral Donald Trump vaya a dar un giro importante a la política exterior estadounidense con el fin de llevar a la práctica su proyecto MAGA (Make America Great Again) más allá del plano geoeconómico (intensificando su competencia frente a China y, aunque a un nivel distinto, con la UE), en relación especialmente con los tres epicentros de conflictos antes mencionados: respecto a Ucrania, reduciendo sustancialmente la ayuda económica y militar y buscando alguna forma de acuerdo con Putin, al menos, sobre un alto al fuego; en relación con Israel, reforzando su apoyo a la guerra total de Netanyahu; y finalmente rebajando su compromiso militar con Taiwan.

¿Qué internacionalismo antiimperialista desde la izquierda?

En este contexto de ascenso de un neoliberalismo autoritario (en sus distintas versiones: la reaccionaria de la extrema derecha y la del extremo centro, principalmente) y de conflictos geopolíticos varios, el gran desafío para las izquierdas se encuentra en cómo ir reconstruyendo fuerzas sociales y políticas antagonistas ancladas en la clase trabajadora y capaces de forjar un antiimperialismo y un internacionalismo solidario que no estén subordinados a una u otra gran potencia o bloque regional capitalista.

Una tarea que no será fácil, porque en la fase actual estamos asistiendo a profundas divisiones dentro de la izquierda en relación a la posición a mantener ante algunos de los conflictos antes mencionados. Tratando de sintetizar, con Ashley Smith (2024),  podríamos distinguir cuatro posiciones:

La primera, sería la que se alinea con el bloque imperial occidental en la defensa común de unos presuntos valores democráticos frente a Rusia, o con el Estado de Israel en su injustificable derecho a la autodefensa, como ha manifestado un sector mayoritario de la izquierda social-liberal. Una posición que oculta los verdaderos intereses imperialistas de ese bloque, no denuncia su doble rasero e ignora la deriva cada vez más desdemocratizadora y racista que están conociendo los regímenes occidentales, así como el carácter colonial y ocupante del Estado israelí.

La segunda, sería la que se suele calificar como campista, que se alinearía junto con Estados como Rusia o China, a los que considera aliados contra el imperialismo estadounidense por considerar a éste como el enemigo principal, obviando los propios intereses geopolíticos expansionistas de esas dos potencias. Una posición que nos recuerda la que en el pasado mantuvieron muchos partidos comunistas durante el periodo de la Guerra Fría en relación con la URSS, pero que ahora se convierte en caricatura teniendo en cuenta tanto la naturaleza reaccionaria del régimen de Putin como el despotismo estatal-burocrático persistente en China.

La tercera, sería la de un reduccionismo geopolítico, que se refleja ahora en torno a la guerra de Ucrania, limitándose a considerar que ésta es sólo un conflicto interimperialista. Esta actitud, adoptada por un sector del pacifismo y de la izquierda, implica negar la legitimidad de la dimensión de lucha nacional contra la potencia ocupante que tiene la resistencia ucraniana, sin que por ello haya que dejar de criticar el carácter neoliberal y proatlantista del gobierno que la encabeza .

Por último, estaría la que se sitúa en contra de todos los imperialismos (ya sean principales o secundarios) y contra todo doble rasero, mostrándose dispuesta a solidarizarse con todos los pueblos agredidos, aunque éstos puedan contar con el apoyo de una u otra potencia imperial (como EE UU y la UE respecto a Ucrania) o regional (como Irán en relación con Hamás en Palestina).

Se trata de una posición que no acepta el respeto a las esferas de influencia que las distintas grandes potencias aspiran a proteger o ampliar, y que se solidariza con los pueblos que luchan contra la ocupación extranjera y por el derecho a decidir su futuro (en particular, con las fuerzas de izquierda que en esos países apuestan por una alternativa contra el neoliberalismo), y no alineada con ningún bloque político-militar.

Esta última es la posición que considero más coherente desde una izquierda anticapitalista. En realidad, salvando la distancia histórica y reconociendo la necesidad de analizar la especificidad de cada caso, coincide con los criterios que trató de aplicar Lenin cuando analizaba la centralidad que estaba adquiriendo la lucha contra la opresión nacional y colonial en la fase imperialista de inicios del siglo XX. Así quedó reflejada, a propósito de conflictos que estallaron entonces, en varios artículos suyos como, por ejemplo, en “La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación”, escrito en enero-febrero de 1916, en donde sostenía que:

    La circunstancia de que la lucha por la libertad nacional contra una potencia imperialista pueda ser aprovechada, en determinadas condiciones, por otra ‘gran’ potencia para conseguir fines igualmente imperialistas no puede obligar a la socialdemocracia a renunciar a reconocer el derecho de las naciones a la autodeterminación, de la misma manera que los repetidos casos de utilización de las consignas republicanas por la burguesía con fines de fraude político y de saqueo financiero (por ejemplo, en los países latinos) no pueden obligar a los socialdemócratas a renunciar a su republicanismo (Lenin, 1976) .

Una posición internacionalista que ha de ir acompañada de la movilización contra el proceso de remilitarización en marcha por parte de la OTAN y la UE, pero también contra el de otras potencias como Rusia o China. Y que ha de apostar por volver a poner en el centro de la agenda la lucha el desarme nuclear unilateral y por la disolución de los bloques militares, recogiendo el testigo del potente movimiento por la paz que se desarrolló en Europa durante los años 80, con las activistas feministas de Greenham Common e intelectuales como Edward P. Thompson al frente. Una orientación que obviamente deberá insertarse dentro de un proyecto global ecosocialista, feminista, antirracista y anticolonial.

Jaime Pastor es politólogo y miembro de la redacción de viento sur

* Este artículo es una versión actualizada del publicado en la revista Nuestra Bandera, 264, pp. 55-62, 2024.

Referencias

Achcar, Gilbert (2024) “El antifascismo y la caída del liberalismo atlántico”, viento sur, 19/08/24.

Awad, Nada (2024) “Derecho Internacionalismo y excepcionalismo israelí”, viento sur, 193, pp. 19-27.

Camargo, Laura (2024) Trumpismo discursivo. Madrid: Verbum (en prensa).

Castellani, Lorenzo (2024) “Avec Trump, l’ère de l’acceleration réactionnaire”, Le Grand Continent, 8/11/24.

Davies, William (2016) “Neoliberalismo 3.0”, New Left Review, 101, pp. 129-143.

Fuentes, Federico (2023) “Entrevista a Promise Li: Rivalidad EE UU-China, ‘cooperación antagónica’ y antiimperialismo”, viento sur, 191, 5-18.

Gill, Stephen (2002) “Globalization, Market Civilization and Disciplinary Neoliberalism”. En Hovden, E. y Keene, E. (Eds.) The Globalization of Liberalism. Londres: Millennium. Palgrave Macmillan.

Lenin, Vladimir (1976) “La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación”, Obras escogidas, Tomo V, pp. 349-363. Moscú: Progreso.

Pastor, Jaime (2022) “El nuevo concepto estratégico de la OTAN. ¿Hacia una nueva guerra global permanente?», viento sur, 2/07/22.

—(2024) “Entrevista a Pierre Rousset: Crisis mundial y guerras: ¿qué internacionalismo para el siglo XXI?”, viento sur, 16/04/24.

Rousset, Pierre (2021) “China, el nuevo imperialismo emergente”, viento sur, 16/10/21.

Serfati, Claude (2022) “La era de los imperialismos continúa: así lo demuestra Putin”, viento sur, 21/04/22.

Slobodian, Quinn (2021) Globalistas. Madrid: Capitán Swing.

Smith, Ashley (2024) “Imperialismo y antiimperialismo hoy”, viento sur, 4/06/24.

Toussaint, Eric (2024) “La cumbre de los BRICS en Rusia no ofreció ninguna alternativa”, viento sur, 30/10/24.

Urbán, Miguel (2024) Trumpismos. Neoliberales y autoritarios. Barcelona: Verso.

China, el nuevo imperialismo emergente. Pierre Rousset. Noviembre de 2024 

La formación de un nuevo imperialismo[1] es un acontecimiento muy raro. Requiere múltiples condiciones previas relacionadas con la situación internacional y las características específicas del país en cuestión. Desde este doble punto de vista, la emergencia de China ha planteado cuestiones insólitas.

El surgimiento de un nuevo imperialismo fuera de la esfera occidental, no es en sí mismo novedoso. Tenemos el caso de Japón, si bien el surgimiento de ese imperialismo estaba dentro de un marco de análisis bastante clásico: la creación de los imperios occidentales aún no se había completado en el noreste de Asia, las grandes potencias luchaban por el control de China y el gobierno japonés podía reaccionar de forma preventiva.

En cuanto a la estructura social del país, en lo fundamental parecía similar a la de los países europeos, con el advenimiento del Imperio Meiji (1868-1912) que aseguró la transición del feudalismo tardío al capitalismo moderno, la industrialización acelerada y la constitución de un poderoso Ejército que demostró su valía de forma magistral contra Rusia: por primera vez, una potencia europea fue derrotada por un país asiático, un acontecimiento importante que provocó un terremoto geopolítico[2]… Así pues, Japón fue el último Estado imperialista que se formó en los albores del siglo XX.

La transformación del inmenso Imperio Ruso en un Estado imperialista moderno fracasó, principalmente por las consecuencias de su derrota ante Japón en la Guerra ruso-japonesa (1904-1905). Su capacidad militar se vino abajo, y su flota naval fue destruida en dos tiempos: primero fue la flota basada en Siberia; después, la estacionada en el Mar Báltico, que había sido enviada como refuerzo.

En el plano político interno, la debacle tuvo como secuela la revolución de 1905 que marcó el inició de la crisis del régimen zarista. Derrotada en el Este por el nuevo imperialismo japonés y, después, en el Oeste por Alemania durante la Primera Guerra Mundial, Rusia estuvo a punto de convertirse en un Estado dependiente o escindido, destino del que escapó gracias a la revolución de 1917.

Con la formación de los imperios coloniales, casi llegó a completarse una primera división del mundo; a partir de entonces, la cuestión en juego en los conflictos interimperialistas sería poner en cuestión esa partición del mundo.

China en el centro de la globalización capitalista y de las tensiones geopolíticas

A principios del siglo XXI, la China de Xi Jingping se ha consolidado como segunda potencia mundial en el corazón de la globalización capitalista.

Se proyecta en todos los continentes y en todos los océanos. Para Xi, «en la era de la globalización económica, la apertura y la integración son una tendencia histórica irreprimible. La construcción de muros o la ruptura de lazos va en contra de las leyes económicas y los principios del mercado».

Philip S. Golub señala que «el partido-estado se hace pasar por el campeón del libre comercio y de las finanzas globales«, flexibilizando el acceso de los grandes grupos estadounidenses a «ciertos segmentos del mercado de capital nacional (…) y otorgando licencias para operar con filiales 100% en su poder o con participación mayoritaria (…)» .

Para The Economist (5/09/2021), «China está creando oportunidades [que el capital extranjero no esperaba, al menos no tan rápidamente]». La magnitud de las entradas de capital estadounidense en China es difícil de estimar porque «muchas empresas chinas que emiten acciones tienen filiales en paraísos fiscales». Según un informe publicado por Investment Monitor el 13 de julio de 2021, China tiene más filiales en las Islas Caimán que cualquier otro país ”tras Estados Unidos, Reino Unido y Taiwán»[3].

«Capaz de dictar sus condiciones en las industrias clave», el Estado chino pilota el avión de China, alimentando una vasta red de patrocinio reforzada por la capacidad del partido para imponer una amplia vigilancia de la sociedad. No estamos ante un «socialismo de mercado con características chinas», sino ante un capitalismo de Estado que sí tiene «características chinas»[4].

Desde la India hasta Corea del Sur, en Asia no es nada nuevo que el Estado impulse el desarrollo económico. Bajo diversas formas, muchas oligarquías dominantes combinan el capital privado, el capital militar y el capital estatal. A menudo, el vínculo se realiza a través de las grandes familias propietarias.

La formación social china es el resultado de una larga historia, particularmente compleja y muy heterogénea. Como taller del mundo, su economía sigue dependiendo en parte del capital extranjero y de la importación de componentes o piezas de recambio. Por otro lado, proporciona la base para un desarrollo internacional independiente. En algunos sectores produce tecnologías avanzadas, en otros es incapaz de ponerse al día, como en el caso de los semiconductores.

Atraviesa una crisis de sobreproducción (y de la deuda) al estilo capitalista, que está golpeando con fuerza al sector inmobiliario, simbolizado por la casi quiebra del gigante Evergrande[5]. Hasta ahora, todas las predicciones sobre el estallido de la burbuja inmobiliaria han sido desmentidas[6], pero eso no significa que vaya a seguir siendo así. Como señala Romaric Godin, «la suerte aún no está echada para una posible crisis china, pero las contradicciones del capitalismo de Estado en la República Popular parecen ser cada vez más profundas».

A partir de los años 80, los dirigentes chinos prepararon su expansión internacional. De forma discreta con Deng Xiaoping, agresivamente con Xi Jinping. Esta expansión tiene razones económicos internas (encontrar salida a sectores con baja rentabilidad y sobreproducción, como el acero, el cemento o la mano de obra). Tiene profundas raíces culturales: restaurar la centralidad del Imperio Medio, borrar la humillación de la dominación colonial y ofrecer una alternativa global al modelo de civilización occidental. Alimenta un nacionalismo de Gran Potencia que legitima el régimen y su ambición de desafiar la supremacía estadounidense.

Nos encontramos en una situación clásica en la que un gran potencia consolidada (Estados Unidos) se enfrenta a la emergencia de una potencia creciente (China).

Las precondiciones internacionales

¿Cómo se puede conseguir en el umbral del siglo XXI lo que era imposible a principios del siglo XX (la aparición de un nuevo imperialismo)? A riesgo de simplificar, veamos dos períodos.

Tras las revoluciones rusa (1917) y china (1949), la mayor parte de Eurasia escapó de la dominación directa de los imperialismos japonés y occidental, ganando una posición de independencia sin la cual nada de lo que ocurrió después habría sido posible.

Por un lado, tras la derrota internacional de los movimientos revolucionarios en los años 80 y, por otro, tras la desintegración de la URSS, el ala dominante de la burguesía internacional pecó de triunfalismo, pensando que estaba asegurado su dominio indiviso sobre el planeta. Al parecer, no previó que el orden mundial neoliberal que estaba imponiendo podría ser utilizado por Pekín en beneficio propio y con el éxito que conocemos.

Los cambios de China

Los análisis que afirman que la actual política internacional de China no es imperialista se basan en la continuidad del régimen desde 1949 hasta la actualidad, pero esta continuidad es sólo nominal: República Popular (RPC), Partido Comunista (PCC), gran sector económico estatal. Cierto que hay continuidades, sobre todo culturales, entre ellas la larga tradición burocrática del Imperio que embellece los regímenes contemporáneos con una normalidad histórica. Sin embargo, las discontinuidades son mucho mayores, con creces. En efecto, como atestiguan las sucesivas convulsiones de las clases sociales, hubo revolución y contrarrevolución.

La posición del proletariado industrial. Cuando se proclamó la República Popular, el PCC tuvo que reconstruir su base social en los centros urbanos. Para ello, se vinculó a la clase obrera, en un doble sentido: subordinándola y proporcionándole considerables beneficios sociales.

Políticamente, la clase obrera se mantiene bajo el control del partido; no dirige ni la empresa ni el país. Los trabajadores y trabajadoras están asignados a unidades de trabajo, como los funcionarios territoriales en la tradición francesa. No obstante, la clase trabajadora de las nuevas empresas estatales goza de considerables beneficios sociales (empleo de por vida, etc.). Ningún otro estrato social tiene una posición social tan ventajosa, excepto, por supuesto, la burocracia en los órganos de poder político-estatal.

La situación de las mujeres populares. Las dos leyes emblemáticas adoptadas tras la conquista del poder benefician a las mujeres populares: la igualdad de derechos en el matrimonio y una reforma agraria que las incluye[7].

Las antiguas clases dirigentes. Una vez consolidada la República Popular[8] y fuera cual fuera el destino individual de cualquier miembro de las élites chinas, las antiguas clases dominantes (burguesía urbana y alta burguesía rural) se desintegraron.

El régimen maoísta se consolidó mediante una revolución social, nacionalista, antiimperialista y anticapitalista, un proceso de revolución permanente[9]. Tuvo profundas raíces populares, pero no por ello dejó de ser autoritario, moldeado por décadas de guerra. La herencia democrática de las movilizaciones sociales propia de la estrategia de guerra popular seguía viva, pero el partido-estado era el marco en el que se desarrolló el proceso de burocratización. No se trataba del socialismo, sino de una sociedad de transición cuyo resultado no estaba claro[10].

La crisis del régimen maoísta. Todas las contradicciones inherentes al régimen maoísta estallaron durante la mal llamada Revolución Cultural (1966-1969)[11]: una crisis global muy compleja que no es posible resumir aquí, durante la cual la administración y el partido se desmoronaron: sólo el Ejército siguió siendo capaz de intervenir coherentemente a escala nacional.

Finalmente, Mao le pidió al Ejército que impusiera una vuelta al orden mediante la represión, volviéndose contra los Guardias Rojos y los grupos obreros que le apoyaban. En los años 70 preparó el terreno para la dictadura oscurantista de la Banda de los Cuatro, la victoria definitiva de la contrarrevolución burocrática. El resultado catastrófico de la Gran Revolución Cultural Proletaria sancionó la crisis terminal del régimen maoísta y la muerte política de Mao Zedong, diez años antes de su muerte física[12].

La contrarrevolución burocrática creó el caldo de cultivo para la contrarrevolución burguesa, desarticulando las movilizaciones populares y haciendo que la rehabilitación de Deng Xiaoping, superviviente de las purgas de la Revolucion Cultural, apareciera como una vuelta a la cordura. Unos años más tarde, quedó claro que lo que había sido una justificación calumniosa de las purgas en los años 60 se había convertido en una realidad en los 80: Deng encarnó entonces la opción capitalista dentro de la nueva dirección del PCCh.

La contrarrevolución de los años 80. Bajo el impulso de Deng Xiaoping, el ala más clarividente de la burocracia preparó su mutación, su aburguesamiento y la reinserción del país en el mercado mundial capitalista. Para ello, se benefició de unas ventajas excepcionales:

    En relación a la herencia del régimen maoísta: un país, una industria y una tecnología independientes, una población educada y cualificada…

    En cuanto a la herencia del periodo colonial: Hong Kong (colonia británica), Macao (colonia portuguesa) y Taiwán (protectorado estadounidense) eran puertas abiertas de par en par al mercado mundial y a las finanzas internacionales, ofreciéndole una pericia en la gestión que no existía en el continente y facilitando las transferencias de tecnologías (siendo Macao un canal ideal para saltarse las legislaciones y regulaciones)…

    La posibilidad de colaborar con el poderoso capital transnacional chino sobre la base de un sólido compromiso: este último recibe un trato privilegiado en China, mientras que sabe que sólo el gobierno y el PCC pueden garantizar el mantenimiento de la unidad del país-continente.

    El peso intrínseco de China (su tamaño geográfico y demográfico): un país como Vietnam puede seguir la misma evolución que su vecino, pero no puede reclamar el rango de gran potencia por ello.

La acelerada transformación capitalista de China no se llevó a cabo sin infligir una derrota histórica a las clases trabajadoras durante la represión masiva conocida como Tiananmen en abril de 1989 (afectando a todo el país, no sólo a Pekín)[13]. Una derrota que forma parte de la nueva disposición de las clases sociales.

    El proletariado. La clase obrera de las empresas estatales se resistió obstinadamente a la intensificación del trabajo exigida por las autoridades, hasta el punto de que, como último recurso, éstas decidieron retirar a una gran parte de ella de la producción, sin dejar de pagarle mediante diversos dispositivos. El éxodo rural permitió la creación de un nuevo proletariado, especialmente en las zonas francas.

En aquella época, el 70% eran mujeres y trabajadores chinos indocumentados (en China está prohibido cambiar de residencia sin autorización oficial). Una fuerza de trabajo perfecta para la sobreexplotación que caracterizó el período de acumulación de capital primitivo. La primera generación de la inmigración interior sufrió a la espera de volver al pueblo. La segunda generación luchó por su regularización con el apoyo de numerosas asociaciones.

    Se invirtió el orden social e ideológico. Las élites intelectuales, hasta entonces en lo más bajo de la jerarquía social, volvieron a ser aduladas. Las mujeres de la clase trabajadora se hicieron invisibles. Deng Xiaoping defendió las virtudes de la teoría goteo (que supone que el enriquecimiento de unos pocos anuncia el enriquecimiento de todos). El sector económico estatal comenzó a funcionar en simbiosis con el capital privado. China tiene un número récord de multimillonarios, que se encuentran en los órganos de gobierno del PCC.

Gran potencia, imperialismo e interdependencia

No hay ninguna gran potencia capitalista que no sea imperialista. China no es una excepción. Algunos ejemplos.

    Poner en marcha a su periferia. Gracias al desarrollo de una red de transporte de alta velocidad, el Tíbet se ha convertido en objeto de colonización. En el Turquestán Oriental (Xinjiang), la población uigur de mayoría musulmana está sometida a una serie de medidas que van desde la asimilación forzosa hasta el internamiento masivo, con el objetivo, como mínimo, de un genocidio cultural[14].

El tratado que garantizaba el respeto de los derechos democráticos de la población de Hong Kong cuando se devolviera la colonia («un país, dos sistemas») fue denunciado unilateralmente por Xi Jinping. Tras años de resistencia popular, Pekín ha impuesto su orden represivo, criminalizando a las organizaciones independientes (obligándolas a disolverse) y condenando cualquier disidencia a fuertes penas[15]. El derecho a la autodeterminación, la libertad de los pueblos a la autodeterminación, ya no es una cuestión en el orden del Imperio.

    Para proteger sus inversiones en la era de las nuevas rutas de la seda y asegurar el acceso al océano Índico (corredores)[16], Pekín no duda en apoyar las peores dictaduras (como en Birmania) y en interferir en los asuntos internos de un país (como en Pakistán).

    La parálisis temporal de Estados Unidos (empantanado en Oriente Medio) ha permitido a Xi Jinping militarizar todo el Mar de la China Meridional, haciéndose con el control de territorios marítimos pertenecientes a los países limítrofes, desde Filipinas hasta Vietnam. Pekín denuncia (con razón) la política de gran potencia de Estados Unidos en la región, pero no duda en utilizar la abrumadora superioridad de sus fuerzas navales contra sus vecinos.

    Para asegurar sus vías marítimas (mercantiles o militares), Pekín se apodera de los puertos de muchos países, desde Sri Lanka hasta Grecia, utilizando el arma de la deuda cuando es necesario. Un impago puede permitirle exigir que un territorio portuario se convierta en una concesión china por un periodo de hasta 99 años (¡que era el estatus colonial de Hong Kong!).

    Al proyectarse internacionalmente, China participa ahora en la creación de zonas de influencia en el Océano Pacífico Sur, reclamando un importante espacio marítimo[17].

    Estados Unidos fue y sigue siendo la principal potencia imperialista, la principal fuente de militarización, guerras e inestabilidad mundial. Es importante tenerlo en cuenta. No voy a tratar este tema aquí, salvo para señalar que Joseph Biden ha conseguido reorientar la estrategia estadounidense en el gran teatro de operaciones del Indo-Pacífico. Obama quiso hacerlo, pero no lo consiguió[18] al empantanarlo en Oriente Medio[19]. Hay una continuidad entre la política de Donald Trump y la de Joe Biden[20]. Sin embargo, la política de este último parece ser más coherente que la de Donald Trump[21].

Ante la amenaza estadounidense, el régimen maoísta desarrolló una estrategia defensiva basada en el ejército, la movilización popular y el tamaño del país: un invasor llevaría las de perder. Por otra parte, una gran potencia debe imponerse en los océanos (al igual que, hoy en día, en el espacio y en la inteligencia artificial). La fuerza aeronaval ha sido el primer pivote militar de la política de Xi Jingping, que moviliza los recursos del país para avanzar rápidamente en esos ámbitos.

Con ello, el actual régimen chino participa en la dinámica de militarización del mundo (y, por tanto, en el agravamiento de la crisis climática). En la izquierda, alguna gente habla del derecho de China a exigir su lugar bajo el sol, pero ¿desde cuándo hay que defender los derechos de una potencia y no los de los pueblos?

La tensión entre Washington y Pekín sobre la cuestión de Taiwán está ahora en su punto álgido[22]. Se oponen dos lógicas. La propia de los Estados que se enfrentan en una competencia severa y duradera, y la de la globalización capitalista en la que la interdependencia en términos de tecnologías, cadenas de producción -la cadena de valor-, comercio o finanzas es primordial.

La competencia se produce en todos los ámbitos y surgen campos en un mercado y unas finanzas globalizados. Independientemente de las contradicciones a las que se enfrenta actualmente la globalización, la desglobalización capitalista de la economía parece ser un reto. La interdependencia es tal que una guerra no interesa a las clases burguesas ni en China ni en Estados Unidos, pero la tensión es tal que no se puede excluir un deslizamiento con consecuencias explosivas.

La situación es aún más inestable porque tanto el presidente Biden como Xi se enfrentan a una frágil situación interna.

¿Hacia dónde va China? No intentaré responder a esta pregunta, lo dejo para quien esté  más informado que yo. Si todavía fuera el PCCh el que dirigiera el país…, pero ya no es así. Es la camarilla de Xi Jinping. Xi Jinping ha impuesto un cambio de régimen político[23]. Antes, una dirección colegiada permitía preparar el relevo generacional al frente del partido, un factor de estabilidad. Hoy, la facción de Xi Jinping tiene el control exclusivo del poder. Tras las sangrientas purgas y la modificación de la Constitución, puede pretender gobernar de por vida.

También en China, la selección del personal político se está volviendo irracional en relación con los intereses colectivos de las clases dirigentes.

http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article60088

Versión larga del artículo publicado en la revista l’Anticapitaliste n° 130, noviembre de 2021.


[1] El término imperialismo puede utilizarse en varios contextos históricos. En este caso, se trata de una gran potencia capitalista.

[2] Pierre Rousset, 4 de junio de 2017, » La crise coréenne et la géopolitique en Asie du Nord-Est : du passé au présent http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article41214

[3] Philip S. Golub, «Contre Washington, Pékin mise sur la finance», Le Monde diplomatique, noviembre de 2021, p.13.

[4] Au Loongyu, mai 2014, « What is the nature of capitalism in China ? – On the rise of China and its inherent contradictions », Europe solidaire sans frontieres (ESSF, article 35764) : http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article35764

[5] Véase Romaric Godin, 9 de septiembre de 2021, «Les contradictions du modèle chinois», Mediapart.

[6] Así lo reconoce Paul Krugman en sus propias previsiones en el New York Times del 22 de octubre de 2021.

[7] Por supuesto, el techo de cristal y el patriarcado no desaparecen de la sociedad.

[8] A pesar del calvario de la Guerra de Corea, que comenzó en 1953 y fue un verdadero escenario de desastre para Pekín, cuya prioridad era la reconstrucción del país

[9] Pierre Rousset, « L’expérience chinoise et la théorie de la révolution permanente », revue L’Anticapitaliste n°126 (mai 2021). Disponible sur ESSF (article 58489), « L’expérience chinoise et la théorie de la révolution permanente » : http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article58489

[10] Por eso es mejor no utilizar la fórmula de sociedad de transición al socialismo.

[11] Se ha generalizado la denominación de todo el periodo 1966-1976 como Revolución Cultural. Esto es confundir en la misma periodización los años de tumulto que precedieron a la represión de 1968-1969, y los de una inestable normalización burocrática.

[12] Pierre Rousset, « La Chine du XXe siècle en révolutions – II – 1949-1969 : crises et transformations sociales en République populaire », ESSF (article 13546) : http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article13546

[13] Véanse, en particular, los dos artículos de Jean-Philippe Béja recogidos en: http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article46572

[14] Daniel Tanuro, «Xinjiang (China) – Una mirada a la historia del Turquestán Oriental y la geopolítica de Asia Central»:http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article57947

[15] Alain Baron, Le mouvement de 2019 à Hong Kong, et son écrasement http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article59294

[16] Para una visión general de esta cuestión, véase Globalization Monitor, China’s overseas investments in the Belt and Road Era. Una perspectiva popular y medioambiental, agosto de 2021.

[17] Véase, en particular, el mapa que acompaña al artículo de Nathalie Guibert en Le Monde del 10 y 11 de octubre de 2021.

[18] Simon Tisdall, 25 de septiembre de 2016, The Guardian: https://www.theguardian.com/commentisfree/2016/sep/25/obama-failed-asian-pivot-china-ascendan

[19] Biden se apoya especialmente en Israel, Arabia Saudí y Egipto para «vigilar» esta región del mundo.

[20] Dianne Feeley, «The foreign policy of the Biden administration», The Anticapitalist: https://lanticapitaliste.org/actualite/international/la-politique-etrangere-de-ladministration-biden

[21] Dan La Botz, 13 de octubre de 2021, «Biden focuses foreign policy on China», The Anticapitalist: https://lanticapitaliste.org/actualite/international/aux-usa-biden-concentre-sa-politique-etrangere-sur-la-chine

[22] Brian Hioe, 4 de noviembre de 2021 «Caught Between the Two Superpowers. Taiwán en medio de la rivalidad de grandes potencias entre Estados Unidos y China», Spectrum: https://spectrejournal.com/caught-between-the-two-superpowers/

[23] Au Loongyu, Pierre Rousset, 22 octobre 2017 , « Le 19e congrès du Parti communiste chinois – La modernisation par une bureaucratie prémoderne », ESSF (article 42298) : http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article42298. Pierre Rousset, 3 décembre 2017, ESSF (article 42569), « Le 19e congrès du Parti communiste chinois et les ambitions mondiales de la direction Xi Jinping » : http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article42569

La crisis boliviana. Vladimir Mendoza Manjón. Noviembre 2024

Bolivia enfrenta una crisis económica y política marcada por un estancamiento en el crecimiento y un alto déficit fiscal, agravados por la caída en los precios del gas, principal producto de exportación. La inflación y el desempleo han aumentado, afectando la calidad de vida, mientras la deuda externa sigue creciendo.

A nivel político, las tensiones se han intensificado, sobre todo al interior del MAS, con intentos de eliminar política y físicamente a Evo Morales, todo esto en medio de un bloqueo de caminos de sectores campesinos que ya lleva casi un mes de duración.

Las fisuras internas del MAS se fueron abriendo paso a través del bullicio intrascendente. Las acusaciones cruzadas de actos de corrupción e involucramiento con el narcotráfico eran reflejo de una lucha sórdida entre aparatos políticos. La escenificación empezó con la burocracia gubernamental, liderada por el presidente Luis Arce, afanándose por arrebatar el control del instrumento político de las manos de Evo Morales y las dirigencias del movimiento campesino.

Por la calidad de los intereses expresados, se trata de una trifulca de muy baja calidad ajustada a las pasiones mezquinas que acarrea el control de los cargos en el Estado. Independientemente de la voluntad de los contendientes, la pugna fue adquiriendo dimensiones sociales cada vez más amplias; primero, la crisis partidaria devino en crisis de gobernabilidad. Viendo amenazada su candidatura de 2025, Evo usó su bancada para sabotear al gobierno en la Asamblea Legislativa y Arce usó a las camarillas judiciales para paralizar al legislativo y tratar de proscribir electoralmente al exjefe.

Después, con el malestar económico, el desmadre llegó a escalas mayores. Todos los ingredientes de la implosión estaban a la espera de un detonante. La cosa estalló cuando Arce sufrió un intento de golpe militar el pasado 26 de junio. Si bien la asonada naufragó el mismo día, empujó a delinear un nuevo rumbo político en el gobierno. Convencidos de su debilidad, de su carencia de una base social de apoyo, Lucho y su cuadrilla fueron los últimos en enterarse de que el eslogan de «estabilidad económica» que venían vendiendo estaba hecho girones.

Apelando a su cerebro reptiliano —esa parte de encéfalo que emana conductas ante situaciones desesperadas—, decidieron apostar por canalizar el antievismo de la sociedad boliviana y llevar la confrontación contra su exlíder a ámbitos judiciales y violentos.

Límites del proyecto histórico del MAS

El 2004, un año antes de asumir la presidencia Evo, la economía boliviana registraba un PIB de 4 mil millones de dólares. En los diez primeros años del gobierno evista, se ensanchó hasta llegar a 33 mil millones, resultando en un inédito crecimiento de 723%.

Semejante expansión permitió, entre otras cosas, sacar a franjas significativas de la población de la pobreza extrema y moderada, aunque encontró límites para cumplir nuevas tareas; entre ellas, la de mejorar las tasas de empleo de calidad, aspecto que es imposible lograr sin una sólida base industrial.

El subempleo crónico en Bolivia nunca fue menos del 80% de la fuerza laboral disponible. Pese a que el MAS insistió con la retórica del «cambio de la matriz productiva» (pasar de ser un país exportador de materia prima a industrializador de la misma), esta transformación no tuvo visos de hacerse realidad. Y esto, fundamentalmente, debido a un impedimento estructural: las desigualdades en el intercambio que padece la modestísima economía boliviana respecto al mercado global capitalista.

Este obstáculo para el desarrollo del país no pudo ser afrontado por el proceso político boliviano vivido el último cuarto de siglo, pues este cerró su etapa de reformas después de estatizar parcialmente una sola fuente de ingresos sustanciales: el gas.

Obligada a vender hidrocarburos sin mayor elaboración, Bolivia utiliza sus ingresos para comprar bienes de capital y tecnología proveniente de los países centrales. Además, gran parte del excedente económico se usa para fomentar procesos de acumulación privada no reinvertidos completamente en el mercado interno.

La burguesía boliviana —minera, financiera pero principalmente agroindustrial—, ha sido parasitaria de la renta hidrocarburífera; ni siquiera en los mejores años del boom internacional fue capaz de tener una balanza comercial positiva, siendo gran parte de sus importaciones costeadas por el Estado.

En el ámbito social y político, las escrupulosas reformas implementadas por el MAS enfrentaron, desde un inicio, una oposición extremista y muchas veces violenta de parte del bloque dominante conformado por la gran empresa privada, sus medios de comunicación, las organizaciones políticas de derecha y las clases medias acomodadas.

Para enfrentar los embates más agresivos de esta oposición, al MAS no le bastó el poder coercitivo del Estado, y fue la acción del movimiento de masas la que jugó un rol indispensable.

A diferencia del gobierno de Hugo Chávez en Venezuela, el MAS boliviano nunca vislumbró con seriedad la posibilidad de un futuro poscapitalista. El «gobierno de los movimientos sociales», como se autodenominó en sus mejores épocas, no abordó cuestiones como el del poder obrero y popular, el poder comunal indígena, ni siquiera las cooperativas sociales campesinas. Se aprobó una nueva Constitución, pactada con la derecha, concebida más como una proclama: una suerte de manifiesto retóricamente refundacional antes que una hoja de ruta o diseño legal para producir cambios sociales emancipadores y concretos.

El proyecto histórico del MAS, en términos estrictos, siempre se enmarcó en la promoción de un desarrollismo capitalista con contenido social. Por su parte, la derecha denunció continuamente el modesto proyecto como una amenaza comunista y organizó asonadas de diferente intensidad (2008, 2019, 2024) con el fin de cerrar abruptamente el proceso político.

La mayor parte del tiempo, sobre todo en el período 2006-2010, la correlación de fuerzas fue favorable al movimiento popular. Pero la dirección política del MAS se negó a pasar a la ofensiva y utilizó su apabullante respaldo social para obligar a la reacción a aceptar sus recatadas reformas.

Así, se desaprovechó la situación —como en 2008— de llevar adelante una verdadera modificación del uso, tenencia y producción de tierras que ponga fin (o al menos límites reales) al poder latifundista, uno de los sectores más reaccionarios de la burguesía. El resultado práctico de esta orientación fue que la concentración y especulación con el uso de suelos ha crecido exponencialmente durante el proceso de cambio.

Las derrotas sucesivas del proyecto maximalista de la derecha —echar al gobierno y aplastar la movilización popular— fueron complementadas con la autolimitación estratégica del Movimiento Al Socialismo. Recatarse de impulsar reformas más profundas terminó consolidando un programa asentado en la administración del excedente proveniente de una sola fuente: los hidrocarburos.

Aunque suene extraño, se cayó en la ingenuidad de creer en la duración eterna de los pozos de gas y de los buenos precios internacionales. Esta ilusión generó otra fantasía análoga y ajustada al círculo de poder de Evo Morales: el mito del caudillo eterno e insustituible. Ambas cosas abrieron el camino a la actual crisis económica y política que atraviesan Bolivia y el MAS.

Mucho se dice que el error fundamental de Evo Morales y su partido fue insistir tercamente con la reelección indefinida desde el 2015 y que desconocer los resultados del referéndum donde una mayoría lo inhabilitó para el propósito fue el punto de inflexión hacia la caída y la decadencia actual. Pero muy poco se habla de que este error político reflejaba mucho más que cinismo, ambiciones personales y grupales: reflejaba el empequeñecimiento del conjunto del proceso de cambio.

El fracaso de Luis Arce

La recesión pandémica, el desastre legado por el gobierno de facto, el agotamiento del «ciclo del gas» y un proceso de cambio sin intención de hacer más cambios fueron las condiciones con las que Luis Arce asumió el gobierno en 2020. Arce calculó que su tarea consistía en enmendar administrativamente los «errores» heredados. Su método, al menos durante los tres primeros años, fue levantar empresas estatales medianas con el fin de dinamizar el mercado interno, pero el impacto macroeconómico de esta medida fue insignificante.

A partir de 2023, agobiado por la carencia de dólares en el mercado, las presiones inflacionarias, la falta de combustibles y las pugnas políticas en el MAS, el «cajero» de la otrora bonanza económica ha nadado en el infortunio. Luis Arce siempre fue dado a mostrarse como un tecnócrata, una suerte de gestor ejemplar que maneja el Estado con aires de eficiencia. En sus mejores años, como ministro de Economía, salía arropado de cifras y estadísticas, pavoneando la «bonanza» del 2008 al 2014. Ahora, cada vez que trata de hacer lo mismo, en lugar de brillo, las cifras lo vuelven más opaco.

El putsch militar del 26 de junio marcó un punto de inflexión para su gestión. En aquella jornada, un grupo de generales de las fuerzas armadas desplegaron en la Plaza Murillo un operativo con francotiradores, algunas centenas de soldados y tanquetas. Su intención era desplazar a Luis Arce y actuar severamente contra Evo Morales, es decir, dirimir la crisis política a punta de balazos. Aunque la operación fracasó en sus objetivos inmediatos, dio el cimbronazo para una reorientación política del gobierno.

A partir de ese momento, con la certeza de un escenario de inestabilidad donde no se podía descartar otra intentona militar o policial, al Poder Ejecutivo se le planteó un rotundo dilema: enfrentar nuevas asonadas apoyados en las bases sociales del MAS, cuyo liderazgo recae en su adversario Evo Morales, o aventurarse a buscar la representación de todas las corrientes que quieren aplastar al núcleo fundamental del MAS. Con la evolución de los acontecimientos, queda claro que Luis Arce y compañía optaron por la segunda opción.

Evidenciando el fracaso de su administración económica, el gobierno cifra sus esperanzas de contener la debacle procurando dólares a través del endeudamiento externo, mientras implora a los exportadores privados que no fuguen todo el dinero. Hasta ahora no ha logrado ni lo uno ni lo otro. Primero, porque su exigua representación parlamentaria, paralizada por el evismo y la oposición de derecha, le impide acceder al oxígeno del crédito externo.

Segundo, porque pese a haber dispuesto 2500 millones de pesos bolivianos para programas de financiamiento a la patronal y quitar cepos de varios productos de exportación, no ha logrado que los privados dejen de fugar divisas. El gobierno les ha concedido incluso la posibilidad de producir biodiesel (una prebenda gubernamental a las clases dominantes con hondas consecuencias, puesto que los grandes ganaderos y agroindustriales son responsables del 90% del bosque incendiado este 2024, donde alcanzaron a quemar a más de 10 millones de hectáreas, afectando de forma crónica la situación ambiental y salud pública, ennegreciendo durante dos meses prácticamente todo el cielo boliviano).

Este collar de capitulaciones no ha sido suficiente para conceder un respiro económico al país y ha llevado al gobierno a una orientación política suicida: convertir el antievismo (con todas las connotaciones racistas y reaccionarias que conlleva) en su principal bandera para llegar a las elecciones nacionales del 2025. Paulatinamente, Luis Arce ha ido bajando el perfil, y personajes como Eduardo del Castillo, ministro de Gobierno, han declarado abiertamente la guerra a Evo Morales, reactivando procesos por estupro, iniciando otros por causas similares y ensalzando la represión policial contra los bloqueos campesinos. Este es el contexto en el que se puede analizar el significado del atentado policial contra la vida de Evo Morales.

Evo y las bases sociales del MAS

El evismo retiene la fuerza social del MAS con la idea de que este movimiento político representa los intereses subalternos, intereses que habrían sido «traicionados» por Arce y sus ministros. Si alguien ayuda a confirmar la validez de esta idea es el propio gobierno que, convencido de la reducción social y electoral del «MAS histórico», está dispuesto a perder este segmento social persiguiendo a Evo Morales y reprimiendo con saña los bloqueos de caminos.

Pero si hay algo que sostiene el bloqueo de caminos es la convicción sobre la necesidad de evitar que la salida a la crisis económica signifique el retorno paulatino o violento a las políticas antipopulares de libre mercado (como la devaluación de la moneda, el levantamiento de la subvención estatal de hidrocarburos y otras). Evidentemente, sus actores, que hace pocas semanas realizaron también una marcha hacia la ciudad de La Paz, vinculan sus aspiraciones al liderazgo de Evo Morales, pero ambos son elementos que un sensato análisis debería saber distinguir.

Todo alineamiento ideológico de los sectores populares responde a una interpretación de la realidad material. Es evidente que el gobierno ha acoyuntado sus fracasos económicos con una mayor hostilidad no solo contra Evo Morales sino contra el «núcleo duro» del MAS. Es la construcción exacta para adquirir un perfil antipopular. Así las cosas, los sectores campesinos que bloquean las rutas tienen todo el derecho a declarar como enemigo al gobierno y como hostiles sus políticas, más aún si saben que los personajes que los tratan de «terroristas» y «grupos irregulares», les deben básicamente el cargo.

Si todavía hay razones —pese a un notable desgaste— que dan vigencia al caudillismo de Morales, se debe a que él encarna una construcción política inédita en la historia de Bolivia. En un país cuyos trazos históricos parecen repetirse hasta la desesperación, la novedad fulgurante de un movimiento como el MAS, de composición abrumadoramente plebeya, es haber construido una herramienta política que ocupó durante casi dos décadas el gobierno y sirvió para mediar, con mayor efectividad práctica que el sindicato, la relación entre las aspiraciones populares y su posibilidad de concreción real. El papel de Evo en esta construcción sigue siendo (aunque en menor medida que ayer) relevante.

Poco antes de que Arce y sus ministros concibieran la genial idea de salvar su gestión desatando una cacería contra el evismo, algunas encuestas daban el primer lugar en las intenciones de voto al caudillo indígena. La sorpresa se la dejamos a los necios. Si la derecha boliviana, cada vez más tirada al extremo, está excitada por el experimento de Milei en Argentina y habla de achicar el Estado, si el gobierno mostró disposición de levantar la subvención estatal de combustibles —es decir, disparar el proceso inflacionario—, a nadie debería extrañarle que Evo, simplemente con refugiarse en las añoranzas de lo que fue su pasada gestión de gobierno, sea todavía una alternativa legítima para evitar el infierno neoliberal. Aunque Evo no tiene un programa y estrategias para enfrentar el ajuste económico, su actual perfil, facilitado por la derechización de todo el espectro político, le posibilita presentarse como si los tuviera.

Lo seguro es que, al contrario de lo que creen algunos, cualquiera que analice la coyuntura boliviana en función de la lucha de clases sabe que el gobierno y la extrema derecha no les alcanzará con eliminar física o políticamente a Evo Morales para cerrar el ciclo político. Tendrán que pasar antes por la prueba de fuego: derrotar a los sujetos sociales que definieron la historia de este primer cuarto de siglo veintiuno en Bolivia.

¿Qué es una carta astral?

Durante milenios, la humanidad ha estado empleando la astrología y la carta astral como una forma de adivinar el futuro y registrar el paso del tiempo. El Viejo y Nuevo Testamento de la Biblia, del mismo modo que el Corán, hacen referencia a las fases lunares para marcar ciertos meses y fechas durante el año, una práctica también empleada en la Antigua China, y en las civilizaciones Maya y del Sur de Asia.

Mientras tanto, en una cueva de Croacia, fue encontrado el que podría ser el más antiguo de los dibujos de una carta astral, con fecha de hace más de 2000 años, lo que sugiere un interés muy temprano en dominar la astrología como una herramienta para ganar conocimiento sobre el individuo. En la era moderna, utilizamos las cartas astrales como una vía para comprendernos mejor a nosotros mismos, nuestra relación con los demás y nuestro lugar en el mundo.

¿Qué es una carta astral?

Una carta astral es un mapa que muestra la alineación planetaria en el momento exacto en el que naciste, así que nunca dos cartas son iguales. Hay 12 signos en el zodíaco — Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis — y 12 casas en una carta astral (la 1a Casa, la 2a Casa y así sucesivamente).

Cada signo zodiacal tiene una energía diferente, y cada casa representa un aspecto y un área distinta de nuestra vida (educación, familia, amor, salud, trabajo).

¿Para qué sirve la carta astral?

Como el sol y la luna, existen 10 planetas que los astrólogos toman en cuenta para comprender mejor la psique de una persona: Mercurio, Venus, Júpiter, Marte, Saturno, Urano, Neptuno, Plutón, y los Nodos Norte y Sur (de los que hablaremos más adelante)

Al elaborar el mapa de la ubicación de los planetas y signos zodiacales en las casas astrológicas al momento de tu nacimiento, puedes tener una mayor comprensión de quién eres.

¿Cómo hacer y calcular una carta astral?

Si te preguntas cómo sacar la carta astral, digamos que naciste el 1 de agosto de 1995 a las 9:30 a.m. en Londres. Lo primero que tienes que hacer es proyectar la carta. Necesitas saber la fecha y hora de nacimiento, así como el lugar exacto. Una vez tengas eso, puedes interpretar la información. De hecho, existen sitios web para calcular tu carta astral automáticamente.

La carta astral está representada en forma de rueda. Así que comenzaremos en modo anti-horario, con las letras ‘AC’ (del ascendente) como el punto de partida de la carta.

¿Cómo leer mi carta astral? ¿Y qué significa el ascendente en mi carta astral?

En este caso de la persona nacida el 1 de agosto de 1995 a las 9:30 a.m. en Londres, el ascendente en la 1a Casa es regido por Virgo, cuyo regente planetario natural es Mercurio. Esto denota una personalidad analítica y paciente. El planeta de acción Marte está también en la 1a Casa en Libra. Esto crea una vibración energizante y activa.

La 2a Casa está regida por Libra, lo que significa que los temas financieros se manejan con cuidado y que las ganancias vienen dadas a través de asociaciones.

La 3a Casa es regida por Escorpio, lo que denota una necesidad por la verdad en toda comunicación. Esta energía se siente también a través de la presencia de Plutón en Escorpio en la 3a Casa. Júpiter reside en la Tercera Casa por un grado en Sagitario, lo que muestra el deseo de hablar con el incentivo de encontrar un entendimiento de sí mismos, a través de la discusión profunda de los asuntos.

Continúa alrededor de la rueda usando la guía de las casas más arriba y tendrás tu carta astral.

¿Cuáles son las 12 casas en una carta astral?

La carta astral tiene 12 secciones diferentes, llamadas ‘casas’. Cada casa representa un área diferente de la vida. Todas tienen un signo natural y un regente planetario que eleva la casa.

1a Casa (también conocida como ascendente o AC)

La primera Casa en la carta astrológica te representa a ti. Muestra cómo te conduces y lo primero que la gente nota de ti. Si tienes planetas en tu 1a Casa, estos tendrán un efecto significativo en tu personalidad en general, tu energía y tu vibración.

2a Casa

La 2a Casa representa las finanzas personales y la salud. Muestra cuánto dinero puedes ganar, tu deseo material innato y tu confianza y autoestima.

3a Casa

Aquí es donde vas a ver la forma en que te comunicas con los demás y tu educación. También describe el tipo de relación que tienes con tus hermanos y las personas con las que vives.

4a Casa

¿Cómo son tus valores y tu familia? Observa la 4a Casa y verás cuál es tu fundación personal, así como la forma en la que amas y cuidas de tu prole y tu vida hogareña.

5a Casa

Esta es la casa del placer, de lo lúdico, de la creatividad y las citas casuales. Es donde puedes ver quién te atrae, cómo y dónde y el tipo de citas que te gusta tener.

6a Casa

La sexta casa representa la salud, la rutina diaria y el autocuidado. Si estás buscando una excusa para ese día de spa, entonces este es el lugar para ver qué fecha te conviene más, para obtener el máximo resultado.

7a Casa

A quién y cómo amas viene definido por esta área de tu carta astral. Al echar un vistazo por aquí, puedes encontrar la persona ideal que quieres para comprometerte e invertir a largo plazo.

8a Casa

La transformación personal aparece aquí, y puedes ver cómo evolucionarás en el tiempo. Aquí encontrarás pistas sobre tu relación con la deuda de la tarjeta de crédito, el préstamo educativo y los aumentos de sueldo.

9a Casa

Educación superior, viajes, filosofía y aventura aparecen todos en la 9a Casa. Mirando aquí podrás saber qué es lo que disfrutas estudiar y cómo se forma tu ideología personal.

10a Casa

Esta es la casa de la imagen pública: lo que compartes y le entregas a los demás, y cómo quieres que te perciba el mundo. También representa tu llamado profesional y tu estatus.

11a Casa

Esta casa define los tipos de amistades, grupos, comunidad y asociaciones que haces. Aun más importante, los miembros de tu equipo, los que te apoyan y luchan por las mismas causas.

12a Casa

Busca aquí cuáles visiones y sueños guardas dentro de tu corazón. Esta parte de tu carta te muestra que al aclarar tus pensamientos y apoyarte en tu intuición, puedes encontrar respuestas a todos tus dilemas y desafíos.

¿Cuáles son los 12 signos del zodiaco?

Hay 12 signos del zodiaco basados en las 12 constelaciones en el cielo. Cada signo representa el periodo en el que el sol ilumina cada constelación. Estas constelaciones revelan el ego del individuo nacido durante ese periodo.

Aries

Aries es un signo cardinal de fuego y el primero del zodíaco. Los arianos son conocidos por su actitud impulsiva y valiente.

Tauro

Tauro es un signo fijo de tierra, conocido por su lado sensual y artístico y por ser obstinado.

Géminis

Géminis es un signo de aire, conocido por su naturaleza dual y su intelecto.

Cáncer

Cáncer es un signo cardinal de agua, muy sensible emocionalmente.

Leo

Leo es un signo de fuego conocido por su histrionismo, su generosidad y su lealtad.

Virgo

Virgo es un signo de tierra mutable, conocido por su naturaleza analítica.

Libra

Libra es un signo cardinal de aire que encuentra balance, armonía y paz en las leyes y las relaciones.

Escorpio

Escorpio es un signo fijo de agua, transformador y apasionado.

Sagitario

Sagitario es un signo mutable de fuego conocido por su sensibilidad filosófica y positiva.

Capricornio

Capricornio es un signo cardinal de tierra que es reflexivo, disciplinado y trabajador.

Acuario

Acuario es un signo fijo de aire conocido por su mente progresista y su lado humanitario.

Piscis

Piscis es un signo mutable de aire, intuitivo, creativo y sentimental.

¿Cuáles son los planetas más importantes en astrología?

Cada planeta representa un área diferente de nuestra psique y nos ayuda a crear y construir lo que somos. Nos muestran la manera en la que actuamos y reaccionamos ante las situaciones y las personas, y las pasiones y motivaciones que tenemos para realizar nuestros sueños.

Puedes tener uno, varios o ningún planeta en una casa (todo esto es bastante común). Piensa en los planetas como en los condimentos de las casas: les agregan sabor. Cada planeta es el ‘regente natural’ de un signo. Esto significa que tienen un signo zodiacal en el que de verdad les gusta estar. El planeta puede habitar de la manera más pura y auténtica en el signo que rige.

El sol

Para decirlo de una manera muy simple, el sol es nuestro ego, determinación y voluntad. El sol orbita todos los signos del zodíaco en un año calendario.

La luna

La luna cambia de signo cada 2 días y medio. Representa esa parte de nosotros mismos que no podemos expresar: nuestras emociones, recuerdos y sentido de seguridad. También nos muestra cómo nos nutrimos. La luna puede ayudarte a encontrar un modo sencillo y relajante de descomprimirte. Utiliza su ubicación en la carta para saber cómo aprovechar las fases lunares y reduce tu grado de estrés armonizando con sus ritmos.

Mercurio

Mercurio es el planeta de la comunicación, los viajes y las noticias. Es la forma en la que expresamos nuestras opiniones a los demás. En un mal día, Mercurio también representa el chisme y los rumores que no son completamente ciertos.

Venus

Venus es el planeta del amor, el afecto, la sensualidad, el romance y el dinero. Nos permite comprender cómo amamos y cuidamos de los demás, en qué lujos nos gusta invertir nuestro dinero y qué es lo que enciende nuestras pasiones emocionales más internas. Si estás buscando cómo mejorar tu régimen de belleza, observa la ubicación del signo Venus y de su casa. Te mostrará cómo cuidar mejor de tu piel y cómo hacer evolucionar tu look a través del maquillaje.

Júpiter

Este planeta expansivo y afortunado nos enseña a expandir nuestras mentes. También representa la evolución espiritual, el viaje y las creencias de nuestra mente. Miramos a este planeta para encontrar una respuesta inteligente a los problemas emocionales.

Marte

A este planeta de sangre caliente le gusta actuar, discutir y pelear. La otra cara de esta energía es que Marte se activa con el drama y el caos y siempre está buscando más confrontación para satisfacer su deseo sexual.

Saturno

Este planeta kármico representa el compromiso, la estabilidad, el orden social y las limitaciones o restricciones que se nos imponen. Puede ser también algo ahorrativo y poco dado a entregar más de lo que recibe cuando se trata de amor y dinero.

Urano

Si queremos hablar de las revoluciones personales y sociales y de los cambios, veamos al rebelde Urano, que protesta y nos muestra las injusticias a un nivel global.

Neptuno

El ilusorio Neptuno puede crear confusión, pero si somos conscientes de nuestros sueños innatos nos permitirá ver y usar nuestra creatividad y sensibilidad artística. Las emociones se profundizan con este planeta, que brinda poesía para el alma.

Plutón

El cambio es algo positivo. Sin embargo, el miedo puede frenar nuestro crecimiento y el alcance de nuestros objetivos. Plutón nos sacude y nos obliga a transformarnos, aun cuando nos resistamos.

Nodo Norte o Nodo Real

El Nodo Norte o Nodo Real representa nuestro auténtico llamado. Nos muestra lo que queremos conseguir, lo que puede hacernos sentir algo incómodos, porque se trata de un nuevo viaje para nuestra alma.

Nodo Sur

Representa lo que fuimos y quisimos ser en nuestras vidas pasadas. Es lo que estamos soltando en esta vida para convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos.

¿Qué planeta rige cada signo zodiacal?

¿Quieres saber qué planeta influye en tu signo zodiacal? Descubre en este artículo la influencia planetaria en cada uno de los signos del zodiaco. ¡No te lo pierdas!

La astrología se basa en la influencia de los planetas y astros en nuestras vidas y personalidades. Cada signo zodiacal está regido por un planeta principal que influye en las características y rasgos de cada persona. En este artículo, te contaremos qué planeta rige cada signo zodiacal y cómo influye en cada uno de ellos.

Planeta regente de Aries

Marte es el planeta que rige el signo de Aries. Marte es conocido como el planeta de la acción y la energía, lo que se refleja en la personalidad de los Aries, quienes son valientes y enérgicos.

Planeta regente de Tauro

Venus es el planeta que rige el signo de Tauro. Venus es el planeta del amor y la belleza, lo que se refleja en la personalidad de los Tauro, quienes son románticos y aprecian las cosas bellas.

Planeta regente de Géminis

Mercurio es el planeta que rige el signo de Géminis. Mercurio es el planeta de la comunicación y la inteligencia, lo que se refleja en la personalidad de los Géminis, quienes son curiosos y hábiles en la comunicación.

Planeta regente de Cáncer

La Luna es el planeta que rige el signo de Cáncer. La Luna es el planeta de las emociones y la intuición, lo que se refleja en la personalidad de los Cáncer, quienes son sensibles y emocionales.

Planeta regente de Leo

El Sol es el planeta que rige el signo de Leo. El Sol es el planeta de la vitalidad y el brillo, lo que se refleja en la personalidad de los Leo, quienes son seguros de sí mismos y llenos de energía.

Planeta regente de Virgo

Mercurio es el planeta que rige el signo de Virgo. Como mencionamos anteriormente, Mercurio es el planeta de la comunicación y la inteligencia, lo que se refleja en la personalidad de los Virgo, quienes son analíticos y perfeccionistas.

Planeta regente de Libra

Venus es el planeta que rige el signo de Libra. Al igual que en Tauro, Venus es el planeta del amor y la belleza, lo que se refleja en la personalidad de los Libra, quienes valoran la estética y la armonía.

Planeta regente de Escorpión

Plutón es el planeta que rige el signo de Escorpio. Plutón es el planeta de la transformación y la regeneración, lo que se refleja en la personalidad de los Escorpión, quienes son intensos y profundos.

Planeta regente de Sagitario

Sagitario está regido por Júpiter, el planeta de la expansión y el crecimiento. La influencia de Júpiter se ve en la naturaleza optimista, aventurera y generosa de Sagitario, que busca la sabiduría y la experiencia.

Planeta regente de Capricornio

Capricornio está regido por Saturno, el planeta de la estructura y la disciplina. representa la estructura, la disciplina, la responsabilidad, la restricción y la madurez.

Planeta regente de Acuario

El planeta que rige a Acuario en la astrología es Urano. Urano es considerado el planeta de la innovación, la libertad y la revolución, y se cree que influye en las características y personalidad de los individuos nacidos bajo este signo zodiacal. Se asocia con la originalidad, la creatividad y la independencia, así como con el pensamiento progresista y la rebelión contra las convenciones establecidas.

Planeta regente de Piscis

El planeta que rige a Piscis en la astrología es Neptuno. Neptuno es considerado el planeta de la imaginación, la espiritualidad y el arte, y se cree que influye en las características y personalidad de los individuos nacidos bajo este signo zodiacal. Se asocia con la sensibilidad, la intuición y la compasión, así como con la confusión y el escapismo. También se cree que tiene una fuerte influencia en el mundo de los sueños y la creatividad artística.

¿Para qué sirven los planetas zodiacales?

Cada uno de los planetas tiene una energía y una influencia única que se asocia con diferentes aspectos de la vida. En la astrología, cada signo zodiacal está asociado con un planeta regente, lo que significa que la energía de ese planeta tiene una influencia particular en las características, personalidad y experiencias de las personas nacidas bajo ese signo.

En la astrología, es importante conocer el planeta regente de tu signo zodiacal, ya que esto puede ayudarte a comprender mejor tu personalidad y las energías que te rodean. Además, conocer los planetas regentes de otros signos zodiacales puede ayudarte a entender mejor a las personas que te rodean y las energías que influyen en sus vidas.

Après la victoire de Trump, quelles leçons pour la gauche ? Pierre Khalfa. Novembre 2024

La victoire de Trump est porteuse de leçons pour la gauche à condition de dépasser le niveau superficiel de l’analyse qui met l’accent sur le personnage et son comportement. Loin de s’y réduire, sa victoire, comme les autres montées de l’extrême droite, pose des questions qui, pour ne pas être nouvelles, sont plus que jamais d’actualité.

Il parait difficile dans le flot de commentaires qui a suivi la victoire de Trump d’y ajouter un point de vue tant soit peu original.

Néanmoins, il parait nécessaire d’y revenir pour essayer d’aller au-delà de l’écume de l’évènement. Il faut pour cela distinguer trois niveaux de réflexions.

Le premier, le plus superficiel, concerne les méthodes employées par Trump lors de la campagne électorale : tout a été dit sur le sujet : invectives, mensonges, démagogie, violence des propos. Trump a fait du Trump en portant à l’incandescence un discours de haine.

Mais ce constat n’explique strictement rien. Pourquoi cela a-t-il marché en 2024 et pas lors de l’affrontement avec Biden ? Qu’est-ce qui lui a permis, non seulement de remporter les swings states, mais aussi, résultat a priori inconcevable, largement le vote populaire?

Le deuxième niveau de réflexion a été parfaitement résumé par Bernie Sanders : « Cela n’a rien d’étonnant que le parti démocrate, qui a abandonné la classe ouvrière, voie que la classe ouvrière l’a abandonné ».

Et d’ajouter : « nous n’avons même pas présenté de législation visant à augmenter le salaire minimum, malgré le fait que quelque 20 millions de personnes dans ce pays travaillent pour moins de 15 dollars de l’heure. Aujourd’hui, en Amérique, nous n’avons pas présenté de loi qui faciliterait l’adhésion des travailleurs aux syndicats. Nous ne parlons pas des régimes de retraite à prestations définies pour que nos personnes âgées puissent prendre leur retraite en toute sécurité. Nous ne parlons pas de la hausse du plafond de la sécurité sociale afin de prolonger sa solvabilité et d’augmenter les prestations. En fin de compte, si vous êtes un travailleur moyen, pensez-vous vraiment que le parti démocrate va se battre pour vous, qu’il va s’attaquer à des intérêts particuliers puissants et se battre pour vous ? Je pense que la réponse écrasante est non, et c’est ce qui doit changer ».

En fait donc Trump a bénéficié du décalage entre une bonne santé affichée de l’économie américaine et ce que vivait concrètement une grande partie des salarié.es des États-Unis. Comme l’explique Romaric Godin, « la croissance a changé de nature. Elle ne reflète plus aussi clairement le bien-être social […] l’accélération de la croissance a un coût social croissant ». Ainsi, la croissance économique s’est accompagnée d’une hausse importante des dépenses contraintes des ménages et des denrées alimentaires, alors même que le discours officiel de l’administration Biden était focalisé sur la maitrise de l’inflation. Pire même, la croissance économique a généré plus d’inégalités sociales rendant encore plus illusoire le « rêve américain » de promotion sociale et entretenant ainsi le cauchemar du déclassement. Dans cette situation, la désignation par Trump de boucs-émissaires a joué à plein.

C’est là où la campagne menée par Harris a été catastrophique. Non seulement elle n’a absolument pas tenu compte de cette situation, ni proposé de remèdes pour y faire face, mais elle a mené une campagne centrée sur la personnalité de Trump, pensant ainsi profiter d’un rejet de l’électorat.

Si ce n’est sur la question de l’avortement, il est difficile de savoir ce qu’Harris a proposé pendant cette campagne. Elle est apparue, de fait, comme la candidate de la continuité, alors même qu’une majorité voulait un changement.

Multipliant de plus les apparitions avec des vedettes de la chanson et des stars d’Hollywood, elle est apparue comme déconnectée des réalités sociales d’une partie même de son électorat. Enfin, son incapacité à prendre en compte la sensibilité de la communauté arabo-musulmane et son soutien sans fard à la politique israélienne lui a aliéné des votes dans un certain nombre d’États clefs, alors même qu’elle ne pouvait pas concurrencer Trump sur ce soutien et que la communauté juive était elle-même très divisée sur le sujet. Bref une campagne électorale tournée vers la droite, comme le montre les « signaux » envoyés notamment quand on l’a vue valoriser le port d’armes.

Dans cette situation, Trump a réussi à dessiner une vision du futur pour les États-Unis, vision certes détestable, mais qui face au vide de la campagne d’Harris, a pu occuper l’espace de l’imaginaire collectif.

C’est là le troisième niveau de réflexion. Il faut revenir ici sur les transformations profondes qui se sont produites dans les sociétés occidentales ces dernières décennies. Une révolution anthropologique est en cours qui remet en cause des centaines de siècles de rapports d’oppression et les représentations sociales correspondantes, que ce soit sur la place des femmes, de l’homosexualité ou des minorités discriminées et plus globalement sur la conception de la famille. Il serait naïf de croire qu’un tel processus puisse se faire sans résistance.

En ce sens Trump représente probablement la forme la plus construite et la plus décomplexée de la contre-révolution dont l’objectif clairement assumé est celui d’un retour en arrière. Il ne s’agit pas seulement d’une réaction conservatrice, le backlash, mais d’une volonté d’imposer un nouvel imaginaire social.

Ce dernier fait certes la part belle aux masculinistes blancs mais est loin de s’y réduire au vu du résultat beaucoup moins important que prévu d’Harris chez les femmes et les minorités. La victoire sans appel de Trump tient à la conjonction qu’il a réussi à opérer entre cet imaginaire dont on peut penser qu’il reste minoritaire aux États-Unis – comme le montrent les résultats d’un certain nombre de référendums sur l’avortement dans des États ayant voté Trump – avec l’angoisse du déclassement social d’une partie de l’électorat démocrate qui a ainsi basculé.

Les caractéristiques individuelles du personnage étaient en symbiose avec le récit qu’il entendait imposer : homme fort, providentiel, volontariste capable de résoudre rapidement le problèmes.

Quelles leçons peut-on en tirer pour la gauche en France ? La première est que la précondition pour pouvoir gagner est d’affirmer clairement un programme de rupture, partant des besoins des classes populaires et se donnant les moyens politiques et économiques de les concrétiser.

En ce sens, les tentatives à gauche des revenants du néolibéralisme, les Cazeneuve, Hollande, Delga, etc. qui, n’ayant rien appris ni rien oublié, rêvent de détruire le NFP et fantasment sur le retour à la domination d’une offre politique centriste, ne peuvent que mener à la catastrophe face à l’extrême droite. La débâcle d’Harris, après d’autres du même type, prouve une nouvelle fois que la gauche néolibérale est incapable de répondre aux défis du moment.

Cependant, cette précondition pour indispensable qu’elle soit, n’est pas suffisante. Comme dans le cas de Trump, la force de l’extrême droite est de développer une vision du futur nourrissant un imaginaire social s’appuyant sur les angoisses diverses de l’électorat.

Face au ressentiment qui nourrit l’extrême droite, le pire serait d’essayer de la battre sur son propre terrain en s’emparant de ses thèmes, croyant ainsi la cantonner alors que cela ne fait que la légitimer. Le laminage de la droite dite républicaine par le RN et l’épisode de la déchéance de nationalité par Hollande sont là en France pour nous le rappeler.

Il faut au contraire être capable de porter l’espoir d’une société désirable en mettant en avant la recherche de l’égalité, l’exigence de la solidarité, la nécessité de la justice sociale et écologique, l’impératif de la démocratie.

Et de même que le profil de Trump est correspond au projet politique qu’il porte, de même, la gauche doit adopter des comportements qui correspondent à son projet d’émancipation, la morale politique et le réalisme stratégique correspondant dans ce cas. La question du programme effectif, c’est-à-dire le détail des mesures préconisées, pour importante qu’elle soit, n’est pas la plus décisive.

Ce qui importe c’est comment les électrices et électeurs ressentent le projet dont le NFP est porteur. Ainsi, quand on propose un projet de rupture, il faut rassurer et non pas inquiéter par des propos et des comportements brutaux, ce d’autant plus quand la société en question est angoissée quant à son avenir et que l’extrême droite essaie de se banaliser.

De plus, l’exigence démocratique ne peut être renvoyée à des jours meilleurs. Elle doit imprégner le rapport que les partis politiques entretiennent avec les classes populaires et avec leurs propres militant.es et adhérent.es. Enfin une politique de gauche ne peut donner à voir simplement une concurrence entre les différentes forces politiques. Même s’il est naturel que chaque parti défende ses positions, la recherche permanente de l’hégémonie est un obstacle à la construction commune qui ne peut reposer que sur le respect de la diversité.

Pierre Khalfa

Ancien coprésident de la Fondation Copernic, membre du Conseil scientifique d’Attac.

https://blogs.mediapart.fr/pierre-khalfa/blog/121124/apres-la-victoire-de-trump-quelles-lecons-pour-la-gauche

Il marxismo e l’era multipolare – Parte I. Leonardo Sinigaglia. Novembre 2024

Negli ultimi decenni il “marxismo occidentale” ha mostrato un’arretratezza teorica tanto profonda da impedire qualsiasi presa di coscienza sulla reale portata e natura dei cambiamenti delle grandi trasformazioni in corso a livello internazionale, derubricate a “scontro tra opposti imperialismi” quando non direttamente viste attraverso gli occhi di Washington come “aggressione degli autoritarismi contro la democrazia».

Per i marxisti del resto del mondo è in realtà chiaro come la nostra epoca segni una cesura profonda rispetto al passato, essendo caratterizzata da cambiamenti mai visti da almeno un secolo capaci di stravolgere profondamente l’architettura internazionale portando al superamento della fase imperialista del capitalismo attraverso la costruzione di un mondo multipolare e di una comunità umana dal futuro condiviso.

La comprensione di ciò non è solo necessaria per afferrare correttamente la situazione presente, ma anche per rispondere politicamente in maniera organizzata ponendo correttamente le contraddizioni in ordine gerarchico e identificando quello che è il campo di battaglia principale, ossia quello collegato alla lotta per l’indipendenza nazionale dell’Italia, senza la quale qualsiasi progetto di riforma sociale non è altro che un vaneggiamento a-storico e slegato dalla realtà.

Questa serie di articoli mira a discutere di alcuni dei principali nodi teorici per arrivare a una migliore comprensione della fase presente e della natura degli attori che la caratterizzano.

1- L’evoluzione storica del socialismo

Il materialismo dialettico concepisce l’universo come  “un movimento della materia, retto da leggi”, che si riflette nella nostra conoscenza, “prodotto superiore della natura”[1]. Il pensiero è riflesso di questa realtà, ed è perciò anch’esso in un processo di continuo movimento e trasformazione. Al modificarsi della realtà materiale non può che corrispondere una trasformazione del pensiero.

Essendo il nostro pensiero il riflesso della realtà materiale, noi possiamo arrivare alla comprensione oggettiva di questa. Il pensiero umano è espresso però da singoli individui, che non possono che avere una conoscenza relativa, limitata dal tempo e dallo spazio, oltre che dallo stato di sviluppo della società e delle sue forze produttive e scientifiche.

La realtà oggettiva può essere conosciuta come somma di verità parziali, che storicamente si perfezionano in un’approssimazione sempre più esatta. Come espresso da Friedrich Engels nell’Anti-Dühring, la contraddizione “tra il carattere del pensiero umano, che ci sembra necessariamente assoluto, e la sua effettuazione in individui il cui pensiero non è che limitato” può essere risolta “solo per mezzo delle generazioni umane”[2], arrivando alla verità assoluta per mezzo dell’accumulo di verità relative che si susseguono nello sviluppo storico.

Dal punto di vista marxista è innegabile l’esistenza di una verità  oggettiva, che si riflette nel pensiero umano, come è innegabile che il carattere approssimativo delle nostre conoscenze goda di limiti sempre più vicini alla completa verità. In questo senso la dialettica marxista abbraccia il relativismo, ma senza limitarsi ad esso, ossia senza unire la comprensione della relatività di tutte le cose la negazione della verità oggettiva, ma affermando “la relatività storica dei limiti dell’approssimazione delle nostre conoscenze”[3] alla verità oggettiva. Ogni sistema di pensiero è quindi storicamente relativo, e riesce ad approssimarsi alla realtà all’interno di limiti determinati dalle circostanze materiali.

Il socialismo non è differente. Esso nacque cinquecento anni fa dai grandi utopisti dell’era moderna, che seppero unire la mai svanita immagine di una società egualitaria, reminiscenza del comunismo primitivo, alla prefigurazione di una piena emancipazione dell’essere umano, resa possibile dall’accelerazione impressa ai fenomeni storici dall’incipiente sviluppo capitalistico. Ma queste immagini, come i progetti di riforma universale della società che sarebbero stati varati, non erano che debolmente collegati alla realtà materiale, di cui non si comprendevano i processi di trasformazione.

Ma proprio sulla base di questa produzione si poté costruire l’analisi marxista, che vi unì i contributi dati dall’economia politica classica e dalla filosofia tedesca, creando così un formidabile strumento capace di portare a un grado maggiore di consapevolezza dei processi storici e della natura dello stesso universo. Il marxismo non è solo il frutto di menti geniali, ma è anch’esso un prodotto della Storia che non avrebbe potuto comparire se non in determinate contingenze e come tappa precisa del percorso dello sviluppo umano.

Non si tratta di una buona “intuizione”, di una formula per la società ideale che avrebbe potuto fare la propria comparsa nel mondo un millennio prima così come cinque secoli dopo, ma del frutto della maturazione di una certa coscienza data dalla trasformazione oggettiva del mondo materiale.

“La dottrina di Marx è onnipotente perché è giusta. Essa è completa e armonica, e dà agli uomini una concezione integrale del mondo”[4]: questa “onnipotenza” non è ricavata dal possesso di qualche verità esoterica o da una particolare benedizione divina, ma è data dal suo carattere scientifico.

Il marxismo è una scienza, e come tale si fonda sull’analisi della realtà materiale e storicamente evolve secondo un processo di maturazione che lo porta a una sempre maggiore aderenza alla realtà oggettiva e una sempre più raffinata capacità di descriverne la trasformazione. La traiettoria storica del marxismo può infatti essere vista come un percorso d’apprendimento fondato sul costante confronto con la realtà materiale, una lotta senza quartiere contro tutte le incrostazioni metafisiche e le influenze ideologiche reazionarie che gli ha permesso di catalizzare il processo di sviluppo umano, galvanizzando la lotta per l’emancipazione in ogni parte del globo e con risultati sempre più grandi e manifesti.

In primo luogo, il marxismo ha superato tramite l’analisi scientifica del capitalismo il socialismo cosiddetto “utopistico”, sottomettendo i  vari progetti di trasformazione sociale alle leggi oggettive dello sviluppo storico e riconoscendo la lotta di classe come base dell’evoluzione dialettica delle società umane.

Attraverso la riflessione sul potere politico e la necessità di una sua conquista da parte delle forze progressive del proletariato, il marxismo ha superato le deformazioni in senso anarchico e sindacalista del pensiero socialista. Con l’ingresso del capitalismo nella sua fase imperialista il marxismo è passato dalla riflessione sulla presa del potere alla sua concreta conquista.

La Rivoluzione d’Ottobre, resa possibile dal carattere di “anello debole” nella catena dell’imperialismo dell’impero zarista e dalla correttezza della linea politica dei bolscevichi, ha simbolicamente aperto l’era della rivoluzione socialista e proletaria, intesa non come singolo evento circoscrivibile a un dato paese, ma come salto qualitativo globale, processo concreto e oggettivo che coinvolge tutte le forze progressive e le oppone ai disperati sforzi reazionari di quelle regressive.

Il confronto con la realtà della gestione del potere e della costruzione del socialismo ha permesso al marxismo di compiere un’ulteriore tappa nel suo processo d’apprendimento, liberandosi dei lasciti utopistici presenti in certe minoranze legati al miraggio di una rapida instaurazione del “regno della libertà”, del dileguare del denaro, dei confini, dello Stato, del mercato e finanche delle varie nazionalità.

La costruzione del socialismo in Unione Sovietica liquidò le correnti trotskiste e “libertarie”, da quel momento in poi passate da essere tendenze errate all’interno del partito comunista a veri e propri strumenti anticomunisti dell’imperialismo.

Il grande merito di Lenin e del suo allievo Stalin non consiste solo nell’aver compreso, a differenza degli opportunisti della Seconda Internazionale, il nesso tra la rivoluzione democratica e quella proletaria, ossia come “la rivoluzione democratica borghese si trasforma nella seconda”, che “risolve cammin facendo  problemi della prima”[5], e che costruendo la dittatura del proletariato, “forma particolare dell’alleanza di classe tra il proletariato, avanguardia dei lavoratori, e i numerosi strati non proletari dei lavoratori”[6], ossia contadini e settori inferiori della borghesia, ma anche nell’avere impostato la questione nazionale e coloniale nella fase imperialista del capitalismo nella maniera più corretta, riconoscendo lo strettissimo legame tra la lotta della classe lavoratrice dei paesi avanzati dell’Occidente con quella dei popoli oppressi e subordinati agli Stati imperialisti.

Mao Zedong partì da questa base teorica per un ulteriore sviluppo teorico e pratico, dando un grande esempio di adattamento alle concrete condizioni nazionali delle verità universali del marxismo-leninismo, riuscendo tramite la guerra popolare di lunga durata, la tattica della “campagna che circonda la città”, l’applicazione della linea di massa e l’obiettivo strategico della creazione della Nuova Democrazia come passo verso il socialismo a guidare alla vittoria la più grande rivoluzione anticoloniale della Storia.

Il Pensiero di Mao Zedong, pur avendo, similmente al leninismo, una valenza internazionale indiscutibile, mostra un carattere decisamente cinese. Questo non solo in termini di «sinizzazione» del marxismo, ma anche in quanto primo esperimento originale di costruzione del socialismo in un contesto extra-europeo, risultato di processi di sviluppo non riducibili agli schematismi evolutivi eurocentrici che costituirono un limite anche per il marxismo-leninismo sovietico, per quanto in misura assai inferiore rispetto al messianesimo “social-sciovinista” occidentale delle correnti trotskiste e bordighiste[7].

La rivoluzione cinese ha dimostrato il carattere multilineare dello sviluppo storico umano, e ha rappresentato un fondamentale salto dall’internazionalismo astratto a una reale estensione globale dei processi rivoluzionari. La nazionalizzazione del marxismo è stata lo strumento essenziale per una sua reale internazionalizzazione.

L’approfondimento di questa dimensione specificatamente nazionale, necessario per rispondere alle questioni poste dalla costruzione del socialismo in Cina, portò alla sviluppo della Teoria di Deng Xiaoping, anch’essa ricca di contributi allo sviluppo globale della teoria socialista, non in ultimo luogo quelli legati al rapporto tra socialismo ed economia di mercato.

Come l’analisi leninista rispondeva alle questioni poste dall’epoca dell’imperialismo maturo, pronto a esplodere nella conflagrazione bellica del 1914-1918, così quella di Mao Zedong e di Deng Xiaoping rifletteva le trasformazioni in corso a seguito dello sviluppo del bipolarismo della Guerra Fredda e dell’ingresso degli Stati Uniti e di tutto il loro sistema in una fase di crisi progressiva e irreversibile. La maturazione di questo processo di decadenza ha portato direttamente alla fase attuale, quella della multipolarizzazione del mondo e della costruzione di una comunità umana dal futuro condiviso.

Il prodotto teorico dell’evoluzione del marxismo in questa nuova epoca è il Pensiero di Xi Jinping, vero “marxismo del XXI Secolo”, capace di affrontare correttamente e proficuamente le questioni poste dai nostri tempi e di assicurare all’edificazione di un ordine internazionale multipolare il rafforzamento della sua natura rivoluzionaria e progressiva tramite il ruolo guida dei comunisti.

Il Pensiero di Xi Jinping non è solo tra le principali bussole teoriche di quest’epoca, ma è anche il marxismo del periodo in cui inizia il definitivo superamento della fase imperialista del capitalismo a favore dell’evoluzione in senso socialista dell’intero Pianeta, nuova tappa fondamentale della rivoluzione proletaria iniziata nell’Ottobre del 1917.

Il multipolarismo e la globalizzazione rappresentano le due tendenze prevalenti dei nostri tempi. Il cammino d’evoluzione, apprendimento e auto-correzione del marxismo lo ha reso in grado di affrontare le sfide poste da ciò in maniera profonda e completa, come espresso massimamente dal Partito Comunista Cinese e dal suo Comitato Centrale con al centro il segretario Xi Jinping. Da Oriente a Occidente la multipolarizzazione del mondo è un fatto oggettivo e incontrastabile, e tutti, compresi i detrattori, non possono ormai che fare i conti con questo processo. Gli oppositori del multipolarismo, da destra e da “sinistra”, lo qualificano come un vero e proprio “assalto” delle autocrazie al cosiddetto “ordine internazionale basato sulle regole” di matrice liberale e americanocentrica, o al più come un semplice “cambio della guardia” all’interno dello stesso sistema di dominazione: concezioni sbagliate che dimostrano la totale subalternità alla penetrazione ideologica dell’imperialismo o la pervasività di certa falsa coscienza anche in ambienti “radicali”.

Allo stesso tempo vi sono diversi sostenitori del processo di multipolarizzazione del mondo che evidenziano solo la pars destruens, l’opera di liquidazione dell’egemonia statunitense, senza rilevare il profondo cambio di paradigma e l’ingresso in una fase inedita della Storia umana: una visione, per quanto sicuramente non errata, unilaterale e incapace di cogliere l’intera portata dei processi in corso.

L’analisi marxista, maturata nei suoi due secoli di sviluppo, è in grado di dare la lettura più esauriente dei processi che si svolgono sotto i nostri occhi nella loro complessità e direzionalità storica. Anche in questo senso il multipolarismo è inconcepibile senza il marxismo.

(Ogni Venerdì, per le prossime 8 settimane, vi proporremo un importante lavoro di analisi e approfondimento di Leonardo Sinigaglia dal titolo «Marxismo e Multipolarismo»)


[1] V. Lenin, Materialismo ed empiriocriticismo, Milano, Sapere Edizioni, 1970, p. 137.

[2] F. Engels, Anti-Dühring, Mosca, Progress, 1947, p. 52.

[3] V. Lenin, Materialismo ed empiriocriticismo, Milano, Sapere Edizioni, 1970, p. 110.

[4] V. Lenin, Tre fonti e tre parti integranti del marxismo, in Prostvestscenie, n. 3, marzo 1913.

[5] V. Lenin, Per il quarto anniversario della Rivoluzione d’Ottobre, in Opere scelte in due volumi, Vol. II, Mosca, Edizioni in lingue estere, 1948, p. 726.

[6] V. Lenin, Prefazione alla pubblicazione del discorso “Ingannare il popolo con slogan su libertà ed eguaglianza”, in Collected Works, Vol. XXIX, Mosca, Progress, 1965,  p. 381.

[7] La sbrigativa liquidazione del modo di produzione asiatico propria del marxismo sovietico contribuì alla secolare egemonia in tutto l’Occidente dell’idea di un’evoluzione storica lineare necessariamente fondata su tappe determinate unicamente dalla stessa esperienza storica europea. Lo schema schaivismo-feudalesimo-capitalismo-socialismo non solo si dimostra falso, ma una sua universalizzazione “occidentalizzante” non può che essere dannosa per la costruzione socialista proprio in quei contesti dove maggiormente ha dato frutti e speranze, ossia quelli esterni all’Occidente. Il riconoscimento della multilinearità dei processi di sviluppo è essenziale al fine di garantire all’analisi (e alla prassi) marxista una maggiore aderenza alla realtà e per sviluppare gli “anticorpi” necessari a prevenire qualsiasi degenerazione che, sotto la bandiera dell’intransigenza e dell’ortodossia, si faccia portatrice degli interessi imperiali di Washington.

Comentario de novela 200 escrita por salvadoreño: “El viaje a San Salvador”, de Roberto Pineda, 2024.

De Roberto Pineda había leído su primera novela titulada “El viaje a Moscú”, un entretenido, jocoso y deleitable relato donde Víctor, personaje principal de esa historia trata de cumplir una tarea designada por el Partido Comunista, haciendo un largo viaje de muchos días, kilómetros y aventuras, hasta cumplir su misión, aunque demasiado tarde.

En esta novela “El Viaje a San Salvador”, inicia en el prólogo, donde se hace un resumen de la muerte de Víctor en Rusia y su entierro en Tbilisi, pues no pudo regresar a El Salvador. Víctor es el padre de tres hijos: Boris el mayor, Sergei el mediano y Ernesto el menor. Ernesto, sabiendo que su padre no era ruso, sino salvadoreño, emprende un viaje largo y misterioso para conocer sus raíces.

La novela es un relato crónico, quizá porque Roberto Pineda es también periodista, y su obra literaria tiene una mezcla de texto periodístico y novelado, que narra una serie de hechos vividos por Ernesto en su recorrido desde Moscú hasta San Salvador.

Es una crónica de hechos reales o ficcionados, vaya usted a saber. Lo seguro es que hay un orden cronológico del viaje. El autor incorpora recursos literarios desde su punto de vista e imagino que él conoce muy bien los lugares descritos, desde luego hace un excelente retrato de todos esas ciudades, pueblos y aldeas que Ernesto visita en la ruta a San Salvador.

Ernesto y sus dos hermanos mayores viven en Moscú, pero al conocer del fallecimiento del abuelo, la familia decide trasladarse a Tbilisi, lugar donde queda sepultado Víctor el padre. Y ahí comienzan las bellas descripciones de los lugares referidos, Ernesto, en un viaje imaginario describe El palacio de invierno de los zares y aquí retomo textualmente una parte de esa descripción:

“La forma exterior predominante de la arquitectura del Palacio de invierno, con su decoración en forma de estatuas y opulentos trabajos de estuco en los frontones sobre las fachadas y ventanas, en barroca. El salón Nicolás es la sala de recepción principal y queda en el centro de la Enfilada del Neva. En esta sala se celebraban los lujosos bailes de la corte imperial, muchos de estos bailes con disfraces y máscaras, así como el infaltable valet ruso”.

Es de esta manera que Ernesto va admirando en su viaje cada lugar visitado como lo son: Estambul, Turquía, Grecia, Roma, Nueva York, La Habana, México, hasta su arribo a El Salvador. En cada uno de esos lugares Ernesto tiene encuentros con amigos, la mayoría de ellos perteneciente a los partidos comunistas de los lugares visitados.

Asimismo, va conociendo personajes importantes del Partido Comunista, con quienes hace una relación estrecha. Sin embargo, no podía quedar de lado las relaciones amorosas que desde adolescente Ernesto tiene con cada una de sus enamoradas, pero son encuentros pasajeros que aparte del amor brindado al momento y la relación sexual que muy bien se detalla con literatura erótica, no hay heridas amorosas que lo aten a quedarse con cada una de sus amantes, hasta que llega a El Salvador y en el pueblo de Santa Ana conoce a Victoria, con quien definitivamente se casa y procrea tres hijos.

El viaje a San Salvador es una novela crónica que trata sobre un viaje, un viaje ameno de lectura que al final le deja a uno un sabor a querer continuar leyendo una tercera parte. Esperamos que Roberto Pineda lo logre.

5:00 a.m. de un miércoles 13 de noviembre, 2024…

Roberto Pineda, el terco deseo de  novelar o la memoria retroactiva. Luis Antonio Chávez. 14 de noviembre de 2024

“No es lo que te ocurre, sino cómo reaccionas”. Graham Green

Enfrentarse a lo virginal de una página para recrear apreciaciones sobre un libro recién publicado, no es tarea fácil, sobre todo cuando se nos invita a decir algo, y escribimos un texto en el que podemos quedar como héroe o villano…

Presentar la novela El viaje a San Salvador, escrito por nuestro dilecto amigo Roberto Pineda, me invita a plasmar la experiencia de la lectura poniéndome entre la espada y la pared, pues debo sopesar su amistad y mis apreciaciones sobre un libro recién salido del horno.

Antes de entrar al tema intentaré pergeñar el significado de NOVELA. La Real Academia de la Lengua detalla que “es aquella que narra una acción fingida en su totalidad o en parte, cuyo fin causa placer estético al lector con la descripción de los hechos”.

La misma describe a los personajes, pasiones y costumbres que nos hacen reflexionar o nos introyectan la historia sacándonos, sin proponérnoslo, sonoras carcajadas o lágrimas a borbollones.

Esta narración se distingue por su carácter abierto y la capacidad para contener elementos diversos en un relato complejo, dándole libertad al autor a expresarse e integrar personajes en historias cruzadas o subordinadas entre sí.

También presenta hechos en un orden distinto al que se produjeron o incluye textos variados, ya sea de carácter epistolar, bélica, romántica, testimonial… insertándole poemas, documentos, leyendas, todo ello bien urdido que gozará de la complejidad que el autor presente a los demás.

Dicho en otras palabras, la novela es una narrativa de cierta extensión, un “género literario que precede a la Antigüedad grecolatina y se desarrolla a partir de la Edad Moderna”.

Reseñaré que antes había leído del mismo autor Viaje a Moscú, texto que me dejó -como decimos los salvadoreños- “picado”, donde se narra la vida de Víctor, padre del personaje de esta historia que trataré de hilvanar, quien abandona el país por cumplir una misión del Partido Comunista en los años 30 durante el Martinato, pero muere en Tbilisi al no poder regresar a El Salvador.

Mientras Víctor vive en Rusia se dedica a diversas actividades para subsistir, pero también es el lugar donde se casa y procrea tres hijos: Boris (hijo mayor), Serguei y Ernesto, personaje principal de esta nueva aventura que se ve envuelto en infinidad de hechos donde aprenderemos sobre la historia, costumbres y culturas alimenticias en el lejano oriente.

“Ernesto, el menor, adoraba su vida en Moscú (y) a la vez se sentía atraído (igual que su padre) por el espíritu de aventura de viajar a otro país, aunque éste estuviera en la misma URSS, y en particular, el Cáucaso”. (Pág. 16)

La novela El viaje a San Salvador posee una memoria retroactiva del autor, pues con sus escritos Roberto nos lleva por parajes insospechados -utilizando la técnica de la crónica periodística-, a ciudades sacadas como de ensueño.

El autor perfila anécdotas muy fuertes, como el desprendimiento de rocas en plena carretera y la osadía del conductor cuando le dicen que se detenga optando por meter hasta el fondo el acelerador.

“Al haber avanzado unos kilómetros escucharon un ruido ensordecedor… muchos pasajeros emitieron gritos de terror, hasta descubrir que era una avalancha de piedras que se estaba desgajando de la montaña… le gritaban al conductor que detuviera el vehículo, pero éste más avezado desatendió el llamado y metió hasta el fondo el acelerador”. (Pág. 81)

También nos ilustra en pocas líneas el Leiv Motiv de la novela Un día en la vida de Iván Denisovich cuyo tema central es la denuncia de la miserable vida que llevaban los deportados en los campos de concentración en la Siberia.

“…subió a una cuesta que le llevó al patio de una mezquita adornada con seis minarre…

dornada con seis minarretes que se encuentra frente al museo Hagia Sofia”. (Pág. 95)

Cada escritor plasma sus vivencias o historias narradas por terceros pero que dejaron en él un sabor agradable o llenos de malinchismo aprendió a vivirlas cual si fuese él el autor de esas mismas historias.

“Se adentró por una de sus calles laterales y se encontró con la parte trasera del jardín botánico, por lo que regresó sobre sus pasos y pudo ingresar a través de su pórtico rodeado de altas palmeras, era como haberse trasladado a otro mundo, se trataba de una verdadera selva tropical en medio de la ciudad”. (Pág.106)

En El viaje a San Salvador el amigo lector conocerá sobre las diferentes culturas turcas, árabes, griegas, italianas, neoyorquinas, rusas, germanas…

“Fue en idioma griego -le indicó Elena-, que se escribieron los textos fundacionales de la filosofía occidental, como los diálogos de Platón o las obras de Aristóteles, e incluso el Nuevo Testamento de La Biblia se escribió en griego”. (Pag.110)

Cabe mencionar que El viaje a San Salvador es una novela donde se muestra todo un bagaje de conocimientos de vistas y oídos pero que hacen vivir cada episodio cual si se estuviese viendo en 3D.

Roberto nos lleva de la mano por lugares paradisíacos “En Knossos recorrieron  lo que pudo considerarse como la cuna de los palacios europeos, en unas ruinas descubiertas en 1878. Asimismo Knossos es considerado como el más antiguo antecedente de la cultura griega… “ese reinado y su palacio de mil habitaciones alcanzó su mayor poder hacia 1600 aC”. (Pág.116)

Pero no sólo eso nos refresca Roberto, sino que invita a leer, (algunos hemos visto la película) a acercarnos a obras maestras como la Ilíada donde el autor nos narra el porqué del título, así como de La Odisea, aquí da muestras de su sapiencia y su sagacidad en la narración.

“La Ilíada trataba sobre el asedio militar de la ciudad de Troya por los aqueos a fin de rescatar a Helena, esposa del Rey Menelao, la cual fue raptada por París, príncipe Troyano… Por su parte La Odisea versa sobre la aventura de Odiseo. También conocido como Ulises, en su viaje de regreso a su patria, Ítaca”. (Pág. 109)

Este libro de Roberto Pineda destila cultura, experiencia que invita -sutilmente- a conocer esos lugares paradisíaco, pero no sólo eso, sino que nos lleva a lugares inhóspitos como Turquía, Grecia, Italia, Estambul, Roma, Jamaica, Nueva York, La Habana, México… hasta su arribo a El Salvador.

“Llegó a Piazza Duomo (Italia) y le llamó mucho la atención las arcadas del pórtico dei Cavalieri Templari, un edificio medieval con grandes columnas, que funciona como museo. Cuenta la leyenda que ese edificio estuvo ocupado por la Orden de Los Templarios durante el Siglo XII” (Pág. 133)

En cada uno de esos lugares Ernesto tiene encuentros con amigos, la mayoría pertenecientes al Partido Comunista, asimismo conoce personajes importantes.

Me detendré hasta aquí, pues no deseo hacer un anecdotario de El Viaje a San Salvador, sino que este escrito sirva como una invitación a leer a Roberto y sus memorias.

Luis Antonio Chávez

San Salvador, noviembre de 2024

Presentan en UTEC novela El viaje a San Salvador de Roberto Pineda

SAN SALVADOR, 14 de noviembre de 2024 (SIEP) Esta tarde fue presentada en el auditórium del  Museo de Antropología de la Universidad Tecnológica, UTEC, la novela El viaje a San Salvador del escritor Roberto Pineda. Los comentaristas fueron el Dr. Ramón Rivas, el escritor Luis Antonio Chávez  y la apertura fue realizada por la poeta Silvia Elena Regalado.

En su comentario , el Dr.  Rivas indicó que “ esta obra que se inscribe en el genero de relatos de viaje y quede impresionado por el nivel de detalle con el que mencionan lugares, que es como si pudiéramos visitarlos nosotros mismos mediante la lectura.”

Al reseñar la obra, el escritor Chávez expresó que “La novela El viaje a San Salvador posee una memoria retroactiva del autor, pues con sus escritos Roberto nos lleva por parajes insospechados -utilizando la técnica de la crónica periodística-, a ciudades sacadas como de ensueño. El autor perfila anécdotas muy fuertes, como el desprendimiento de rocas en plena carretera y la osadía del conductor cuando le dicen que se detenga optando por meter hasta el fondo el acelerador.”

Por su parte, Roberto Pineda señaló que “ esta obra es un homenaje al siglo XX, al siglo de los ideales y la rebeldía, a los años sesenta, a diversas ciudades que conocí y que viven en mi memoria, a la Generación Comprometida, al seco Roque, en fin a San salvador y Santa Ana.”

Sobre esta obra, el escritor William Martínez había escrito que “Es una crónica de hechos reales o ficcionados, vaya usted a saber. Lo seguro es que hay un orden cronológico del viaje. El autor incorpora recursos literarios desde su punto de vista e imagino que él conoce muy bien los lugares descritos, desde luego hace un excelente retrato de todos esas ciudades, pueblos y aldeas que Ernesto visita en la ruta a San Salvador.

Un país en busca de autor. José Napoleón Rodríguez Ruiz. Mayo 16, 1990

Ya no podemos vivir por vivir, sino

para crear lo nuevo. Ese es el himno

de la época moderna que sobreviene

como nueva necesidad cuando la

estrella y el fuego, la rosa y el tigre

murieron dentro de nosotros.

Erich Gutkind

¡Sí! Había muerto el tigre y el fuego dentro de nosotros. Hace mucho tiempo empezaba a morir … al Wurm y al Wisconsin siguen la tibieza y el calor, la nueva vida; al austroloide americano, los olmecas, los mayas, los aztecas, los incas, los izalcos, la nueva vida; a la comunidad primitiva, la comunidad agraria y un esclavismo especial, la vida nueva. Y ya en la deformidad de la Conquista, la Colonia y un empezar a morir casi de golpe.

Pero aún ante la muerte, la alegría de vivir nos embriaga y destruye la agonía, el miedo.

En un instante desaparecía un mundo que había tardado milenios en formarse, los viejos dioses mayas se convertían en demonios, la tierra en algo extraño, ajeno, de repente todo fue pasado y nada fue pasado y todo miedo. Pero aún ante la destrucción, la alegría de vivir nos invade e intentamos resucitar el sol que nos robaron.

En la conjunción se produjo el aplastamiento, la tortura del grillete, de la hacienda y de la mina. Un trotar más rápido hacia la muerte.

Pero aún ante los dioses inventados, la alegría de vivir nos invade e

intentamos resucitar el fuego que nos prohíben encender.

No era el temor al rayo, a la lluvia torrencial o a la tierra seca, a los volcanes o a su lava. No, era un miedo nuevo al hombre, al diferente, al colono, al hacendado. Pero aún ante el conquistador, la alegría de vivir nos embriaga y buscamos despertar al tigre.

Y de repente fue un ayer que agonizó para la Historia. Los ídolos navegaron en el tiempo como animales que se ahogan, los templos mugieron bajo la tierra, su nueva sepultura. Las pirámides quedaron desiertas, estáticas, mudas. También en este caso las cosas mostraban su rostro, el más feo.

Por mirar al futuro nos convertíamos en estatuas de sal.

Sin embargo, entre las ruinas surgían hombres que buscaban crear lo nuevo. Resucitar la estrella, el fuego, la rosatigre que todavía estaban allí para romper dimensiones y asaltar el cielo. ¡Sí! Allí estaban.

¿Por qué tanto dolor en esta tierra tan hermosa, como la primera lluvia que cayó sobre el planeta, como la vida en su primer asomo, como un antropoide erguido?

II

El territorio salvadoreño es en gran parte de origen volcánico y en buena parte, volcanes, en pleno trópico. Formó parte de Mesoamérica.

Por ello desde cualquier sitio se divisan sus montañas y sus cerros.

Y desde cualquiera de estos se mira siempre el mar, los cafetales rojos, los algodonales, los cañaverales.

Verdes, rojos, azules, blancos, muy apretados en un pequeño territorio de apenas veinte mil kilómetros cuadrados. Y ahora, también desde cualquier sitio se oye, se siente, se sufre, la guerra, una guerra que ya dura veinte años … en su última fase.

Tal vez la historia de El Salvador, su gloria y su tragedia, como la de muchos pueblos, encuentre una síntesis periodizada en la vida de algunos hombres verdaderos navegantes o descubridores del alma nacional, acusadores de las fuerzas antihumanas que impiden el cambio.

Nos encontramos así con Atlacatl y Tekij, cuando la Conquista; con Alfonso y Martín, dos negros ahorcados para una Semana Santa, en plena Colonia; con Pedro Pablo Castillo, Júpiter y Anastasio Aquino a buscar la verdadera independencia, la que todavía no llega; con Farabundo Martí, Luna, Zapata, Chico Sánchez o Miguel Mármol en este siglo, quienes intentaron la primera gran revolución en Centroamérica.

En El Salvador los años sesenta son el preludio de la sinfonía revolucionaria que estaba por componerse, inconclusa por de pronto, o que tal vez desembocará alguna vez en el gran canto a la alegría.

Los años sesenta son para El Salvador una década que contiene, que anuncia, todo lo que estaba por suceder. Que da y hace madurar rápidamente los individuos indispensables para cumplir las tareas históricas urgentes. Los nombres son innumerables: Raúl Castellanos, Schafíck Handal, Rafael Aguíñada, Daniel Castañeda, Salvador Carpio y los jóvenes que más tarde se convirtieron en miembros del ejército que formó el pueblo y que aún sostiene la guerra.

En las letras -y las letras en este caso no están divorciadas de la política ni de la guerra- está la figura síntesis, la que en muchos sentidos resume y asume nuestra tragedia, la gloria y el dolor de dos o tres décadas: Roque Dalton.

(Por supuesto que los nombres de Roberto Armijo, Manlio Argueta y Alfonso Quijada Urías son sujetos plenos de este proceso social complejo que hemos vivido en El Salvador.)

Roque murió a punto de cumplir los cuarenta años, el 10 de mayo de 1975. Mucho se escribió entonces sobre él. Mucho se ha escrito desde entonces sobre Dalton.

Pero los análisis merecen y exigen una revisión exacta y objetiva. Así llegaremos a comprobar probablemente su dispersión, fragmentarismo y superficialidad, la de los análisis, por supuesto. Desde luego, los hay de una importancia tan grande como los de Benedetti y Galeano.

Pero aún sumados los mejores, no encontramos un resultado que permita, por un lado, entender El Salvador de aquellos años, mucho menos del actual, ni siquiera los aportes literarios y políticos de Roque Dalton. Las acusaciones y reproches de Octavio Paz, desde luego, merecen una consideración, aun cuando desde muchos puntos de vista son vulnerables, a la luz de lo que se entienda por poesía y de la relación general, en arte, entre forma y contenido.

Queremos simplemente recordar un breve párrafo de Eduardo Galeano en la revista Casa de las Américas No. 94: «La poesía de Roque era, como él, cariñosa, jodona y peleadora. En la cara y en la poesía de Roque, una guiñada se convertía en un puño en alto. Le sobraba valentía y por lo tanto, no necesitaba mencionar el coraje. Nada más ajeno a la retórica del sacrificio que la obra de este militante que nada ahorró de sí ni quiso nada para sí».

Así como para el burgués el dinero no significa nada si no se transforma en fuerza de trabajo; así como al campesino lo separan de la tierra para llevarlo hasta las fábricas; y así como separan la tierra del campesino para convertirla en materia prima; así como el imperio asalta el planeta y convierte continentes en colonias; así como el despojo es el ahorro del capitalismo, así El Salvador está especialmente unido al dolor a ser tierra irredenta, como dice el campesino.

Hablar de esa esencia y su catarsis es en buena cuenta hablar de Roque Dalton; y hablar de Roque Dalton es, sin duda alguna, hablar de esa catarsis. Porque Roque no se conformó como Durrel, con odiar a su país de una manera creadora sino se hundió en él hasta palpar su tuétano maligno, hasta apurar todo su cáliz.

Nosotros que tuvimos la oportunidad, no solamente de conocer a Roque, de ser grandes amigos, de acompañarlo al escribir conjuntamente dos piezas teatrales, de sostener correspondencia cuando su estadía en Praga, de conversar con él en La Habana, en 1972, poca antes de su retorno a El Salvador para ingresar al ERP, organización polítíco-militar; y de verle una vez, en plena clandestinidad en 1974, poco antes de morir, comprendemos a cabalidad la importancia que tendría un estudio profundo de su obra y de su vida. Pero un estudio de verdad profundo vendría a ser como descubrir verdaderamente a El Salvador, tal vez el prólogo de la guerra, que en parte sufre ya Centroamérica y que podría convertirse en el canto a la alegría, pese a los aires de «Pax romana» que soplan por el mundo.

III

A mediados de los sesenta Dalton se encontraba en Praga y trabajaba en la revista Problemas para la paz y el socialismo, que se había convertido o estaba por convertirse en revista internacional. Allí publicó un artículo sobre la problemática de la revolución en Latinoamérica (parece ser que el artículo fue previamente discutido con Maydanik, un conocidísimo analista social soviético). Creernos que anticipaba una de las rutas de la revolución que probablemente seguirían nuestros pueblos.

Comprendía las siguientes necesidades: a) la incorporación de grandes masas al torrente revolucionario, b)la voluntad real y colectiva para superar la creciente destrucción de las economías nacionales por obra de los grandes monopolios por todas las vías, c) la necesidad de empuñar las armas, d) un alerta hacia la acción de los intereses imperialistas en las siguientes direcciones: 1) penetrando al máximo con sus agentes de seguridad a los ejércitos de las burguesías u oligarquías criollas, 2)si lo anterior no fuese suficiente, asumir las funciones de los ejércítos, especialmente las represivas, directamente.

Ahora que signos de una paz muy especial aparecen en Centroamérica, debemos comprender que la situación es la siguiente. Objetivos de los enemigos del pueblo: a) aplastar los ejércitos del pueblo o desmantelarlos, b) sustituir en toda la medida posible las funciones de los ejércitos de la clase dominante, c)en ciertos sitios sustituir por completo a los ejércitos en su conjunto o a las fuerzas de seguridad: Panamá y Costa Rica. Y a la base de todo ello, como lo anticipó Dalton en aquel artículo, la destrucción de las economías nacionales.

La consigna de la reducción de los efectivos militares justa por principio implica el grave riesgo que indicamos, de donde al mismo tiempo que se lucha por la desmilitarización deben redoblarse los esfuerzos en la lucha antiimperialista y denunciar sus planes de ocupación.

El artículo, de una gran lucidez, anticipaba al mismo tiempo la conducta de Roque, que tras unos años en La Habana se trasladó al corazón de la lucha, y a la muerte.

En nuestras conversaciones en La Habana, me narró los argumentos o el argumento de su último libro, que había hecho del conocimiento de todos, su título: «Un libro rojo para Lenin». Resulta que Lenin resucita y empieza a recorrer las calles de Moscú. Como es un genio, después de visitar las fábricas y de conversar con la gente, llega a la conclusión de que las fuerzas contrarrevolucionarias han triunfado en la Unión Soviética, y como es un revolucionario, inmediatamente intenta fundar un nuevo partido que tenga por objeto recuperar el poder para el pueblo.

Al principio, las fuerzas de seguridad no le hacen caso, pero a medida que transcurre el tiempo, gana más y más adeptos hasta convertirse en una verdadera fuerza nacional. Le capturan e internan en un manicomio. Solo un espíritu libre y revolucionario pudo escribir ese libro que parcialmente permanece aún inédito.[1]

IV

El nivel filosófico de un ideólogo no depende de la profundidad con que sepa penetrar en los problemas de su tiempo, de su capacidad para saber elevarlos a la altura «suprema» de la abstracción filosófica, de la medida en que las posiciones de clase cuyo terreno pisa le permitan ahondar hasta lo profundo de esos problemas y llegar hasta el final de ellos solamente. Roque lo comprendió así y por eso fue a militar allá abajo, donde los problemas se engendran y donde una práctica consecuente puede alcanzar su solución. Pero comprendía exactamente los límites y alcances de el «solamente». Por ello se preparaba en mil novecientos setenta y cuatro al análisis de la ideología de la clase dominante salvadoreña, desde diversos puntos de vista, entre ellos, el siquiátrico.

Con Dalton habíamos conversado mucho sobre lo que era una clase enferma. Comprendíamos cuanta razón tenía Lukacs, al señalar que con Hitler se llegó en Alemania a la popularización demagógica de todos los motivos especulativos de la reacción filosófica más descarada, a la coronación ideológica y política del proceso de desarrollo del irracionalismo, y que si aplicábamos creativamente su pensamiento vertido en el Asalto a la razón al proceso social salvadoreño, tendríamos que descubrir hasta el fondo un irracionalismo esquizofrénico en los Barones del café.

(Ahora que probablemente habrá una «paz», al menos firmada, en El Salvador, las fuerzas sociales conscientes deberán tomar en cuenta una clase -la dominante- ebria de locura, que de cierto modo continuará guiando los destinos del país y volver los ojos al caso Colombia).

(Recordemos también las palabras de Kierkegaard en su Mensaje literario, sobre que cada cual debe trabajar por sí solo para obtener su propia salvación o el mundo dejaría de persistir, que parecen informar a los asesinos de tanta gente, de Ellacuría, Montes o Monseñor Romero).

Bretch ha señalado que en los grandes procesos revolucionarios es difícil establecer cuanta destrucción es necesaria. Ahora bien, la destrucción es un producto de la acción violenta de las masas, o de la actividad reaccionaria y brutal de ciertas minorías; pero también de la acción de sus escritores.

Roque Dalton nos ofrece hasta los cuarenta años una producción dura, llena de amargor, muchas veces, con agruras literarias o repleta de un júbilo trágico, frente a una Patria desnudada que duele, con su corona de espinas; que sufre y sufrirá, sabrá el diablo por cuánto tiempo más. La ironización de la realidad es alcanzada en su prosa y en su verso casi siempre.

Pero aparecía siempre levantado el dedo acusador hacia una clase dominante que Roque conocía muy bien, y cuya brutalidad es evidente.

Ahora bien, queremos en este momento referirnos a un plan suyo, insinuado en una carta inédita dirigida a un gran siquiatra salvadoreño, quien nos hizo el favor de proporcionarla.

«Ahí te van los primeros materiales de estudio. Te iré enviando los que vaya recortando (para comenzar con una determinada unidad vamos a ver primero todos los aparecidos en el año 73). Aunque te propusimos le entraras al problema desde tu terreno, desde tu especialidad, es evidente que se trata más de ubicar una sicología, de ubicar una ideología ( en el mero sentido marxista: conciencia falsa). Tú ubicarías las connotaciones psicopáticas de esa ideología y de los individuos que las publicitan.

Por eso es que además de los tipos más evidentemente “malígno-tataratas” (tatarata, en salvadoreño significa: alocado y bobo) (C. y Ramírez, Castellanos, Aguilar, Clares, etc.)

Te envío materiales de otros que los circundan y que le ponen a la ideología básicamente fascista los aderezos del misticismo… cree que independientemente de la importancia que podrá llegar a tener este trabajo, nos vamos a divertir mucho porque hay cada tipo que es para que Julio Cortázar lo meta en su próxima colección de «piantados» (sobados del closh, en salvadoreño)… Se parte de un concepto irracional de la cultura, que prescinde de un criterio científico básico: se le mezcla la superstición, el oscurantismo, los delirios, con conocimientos científicos y filosóficos mal digeridos o mal comprendidos.

Esto es muy bueno para ellos en la tarea de desorganizar la cabeza de la clase obrera…!

Además de la carta, Roque se había preocupado por la disparatada ideología de los escritores burgueses, entre ellos, por monseñor doctor Francisco José Castro y Ramírez, del cual tenía recortados unos ciento cincuenta pequeños artículos. En muchos de ellos, el sacerdote clamaba en contra de los comunistas, pidiendo su liquidación moral y física, en otros, contra las minifaldas, en contra de la guerra, por ser castigo del pecado.

Únicamente vamos a transcribir un párrafo de uno de sus artículos del 23 de junio de 1973, subrayado por Roque, y en el cual aparecen notas de su puño y letra que señalan «sexo y delirio». Apareció en El Diario de Hoy, uno de los de mayor circulación en El Salvador. El artículo fue titulado así: «¿Phainoméridas con sombreros eclesiásticos ?»:

«Para contestar satisfactoriamente la pregunta del epígrafe, tuve que consultar a helenistas de renombre que bucean en viejos palimpsestos. Pero solamente aseguran que existieron muchachas que preferían exhibir los muslos desnudos … Entonces, urge correr hacia el tiempo de la cibernética, de los vuelos espaciales y del post-Concilio (se refiere a Medellín), cuando reina la autodemolición denunciada por Paulo VI; se filtra el humo de Satanás por resquicios sigilosos de expertos y peritos; cuando algunos clérigos truecan atavíos y también su crucifijo por el breviario de Mao y la metralleta de los pistoleros …» Y prosigue el artículo condenando a la Iglesia progresista con invocaciones grietas y a los curas que utilizaban sotanas cortas. Otro artículo seleccionado es de un señor Barón Ferrufino sobre Chile, su título: «Se ha salvado una Patria o más vale tarde que nunca», que inicia así: “Al fin y gracias a Dios, a las mujeres, al numeroso y sufrido gremio de los transportistas, a las gloriosas tres armas de las Fuerzas Armadas Chilenas, a los Carabineros y al pueblo responsable se salvó Chile de las garras de la bestia apocalíptica llamada vulgarmente comunismo.» El artículo compuesto de tres partes elogia las matanzas de Pinochet y reclama la profundidad de la represión con expresiones místicas y religiosas.

De esa forma, en El Salvador se mata, se tortura, se asesina en nombre de Dios y de una serie de valores como libertad, catolicismo, paz social, el mundo libre, etc.

No es el objeto de esta intervención agotar este tema, de suyo complejo y difícil, pero sí señalar que a base de la guerra y el genocidio yace la más desaforada mística oscurantista y que es muy difícil cambiar un pensamiento que se ha venido cimentando durante largos años, e imposible que ese cambio se produzca en corto tiempo.

V

El Salvador está en busca de muchas cosas. A punto de crear grandes revoluciones en diversos momentos de su historia, diversas circunstancias han impedido el triunfo.

Roque Dalton, cuando llegó por última vez a El Salvador, creía que «esta vez sí». ¡Llegó por fin el turno del ofendido! Y se disponía

a ser el autor que tanto ha buscado El Salvador. Su autor literario y su autor social. La muerte truncó todos sus planes. Como en un mundo kafkiano empapado de sangre, donde los personajes no solamente hablan sino matan, donde se proclama la ruptura, una ruptura espantosa que no viene a ser sino la continuación de escombros para unos y poder y riqueza para otros.

No es raro en ese mundo que un director de un diario importante tenga como filósofos preferidos a Nieztche y Wittgenstein. Y tácitamente tiene como consigna las conocidas frases de este último: «El pensamiento es el gran transformador y casi podríamos decir que el gran tentador. El acto mismo, el pensamiento se convierte en la gran responsabilidad, en el pecado esencia del hombre».

A nosotros los que todavía vivimos a pesar de ser salvadoreños toca hacer algo: continuar en la gran tentativa de crear lo nuevo, de resucitar la estrella, el fuego, la rosa y el tigre, que no han muerto del todo entre nosotros.

Mayo, 16, de 1990

La Universidad, Número 28 (enero-marzo, 2016)


[1] El presente texto fue escrito en 1990