Lunes, 11 de Enero de 2010 / 08:52 h
Año político 2009
Dagoberto Gutiérrez
Sus doce meses concentran, como la luz en un rayo, toda la atención de la década, de la primer década del siglo y esto significa, los veinte años de la postguerra, el neoliberalismo aplicado, sin anestesia, la derrota de la antigua clase dominante, la cafetalera y el ascenso de la nueva, el capital financiero; implica el cambio de clase gobernante y la sustitución en este papel de las fuerzas armadas, también comprende el mayor empobrecimiento de la sociedad y la proletarización de las clases medias; finalmente comprende la victoria rotunda del mercado sobre el estado y el sometimiento de la naturaleza a la economía.
Todo esto está contenido en la primera década del presente siglo y todo esto estalla implosionando en el 2009, es por eso el año de mayor tensión.
Planetariamente es el año en que se derrumba el capitalismo estadounidense en su forma de financierización y se inaugura el proceso para la erección de un nuevo imperio dominante en el planeta, Estados Unidos pierde la hegemonía y el dólar cede posiciones ante nuevas propuestas de nuevas monedas que pueden sustituirlo como moneda universal.
Este año es el de mayor peligro de confrontación militar porque esta es la opción por la que camina el capital estadounidense y la que determina el Estado profundo en ese país, es decir el pentágono y el bloque industrial militar.
En América Latina avanzan los procesos políticos que desde el sur del continente establecen nuevas reglas de relación entre el estado, el mercado y los recursos naturales y se avanza hacia nuevas formas de democracia participativa que sin negar la democracia representativa construyen un proceso de democratización de la democracia. Suramérica contiene el agua, el petróleo y el gas natural que Estados Unidos no tiene y es por eso la joya codiciada para los consorcios estadounidenses y la piedra de conflicto en la confrontación internacional.
Centroamérica, siendo la parte más atrasada del desarrollo capitalista registra, sin embargo, procesos políticos que pueden ser desequilibrantes para los poderes tradicionales, eso es lo que ocurre en Nicaragua, y en Honduras; eso es lo que crea la necesidad imperial de apoyar el golpe de estado contra el gobierno de Mel Zelaya en el segundo país y este factor revela un movimiento popular hondureño con la mayor capacidad combativa de organización y de resistencia. El gobierno electo de Porfirio Lobo carece de legitimidades mínimas y de respaldo popular.
En El Salvador se construye, en la postguerra, el reino neoliberal más ortodoxo del continente y el mercado le pone precio a todo incluyendo a las personas y a la naturaleza. En veinte años todo el país está en venta y millones de migrantes se convierten en el verdadero sostén de la economía nacional, mientras una minoría de banqueros y comerciantes voraces atesoran inmensas riquezas.
La derrota electoral de ARENA es de alta importancia por la creación de un nuevo escenario político en donde se abre nuevos procesos, una parte de ese nuevo escenario es el nuevo gobierno y el nuevo presidente; aunque no es lo más importante como factor crucial de cambio de las condiciones; lo es como expresión de derrota electoral de un instrumento partidario exitoso hasta ahora en las urnas.
En este escenario la esperanza social ante el nuevo gobierno pasa por el trance doloroso de su matrimonio con la realidad y el pueblo ha de aprender que es mejor un fin espantoso que un espanto sin fin, es decir que ha de saber que los cambios por los que se votó no han de venir de arriba sino de abajo y de adentro y que ese afán no está en manos de ninguna persona en particular sino del pueblo todo, con todos sus colores y tamaños, que este proceso es contradictorio y nunca será en línea recta, ha de saber que la clave del momento consiste en descubrir cuál es la relación política entre el pueblo y sus organizaciones y el nuevo gobierno.
Se trata de saber que se necesita disputar el nuevo gobierno a la oligarquía y esto supone un complicado proceso de confrontación y concertación porque en todo caso, el pueblo debe saber que depende de sus propias fuerzas, de su propia organización, de su propio proyecto, de sus alianzas y de su unidad y, desde allí podrá pensar en acuerdos y entendimientos con el sector gubernamental, en la medida en que éste reconozca y haga suyos los intereses populares.
Los temas del agua, la minería, la lucha contra las presas, contra los transgénicos por el empleo y el salario digno, por la defensa del ambiente, por la soberanía, por la democracia participativa son algunos puntos programáticos irrenunciables y desde allí el movimiento popular ha de aprender a ser sujeto político y no sólo actor político, esto quiere decir que ha de aprender a cumplir un papel previamente asignado, siendo actor como cuando vota en una elección; pero ha de ser capaz, de alzarse frente a una realidad injusta e inconveniente, confrontar con ella y luchar por una realidad alternativa, es decir ser sujeto y, desde luego, hemos de aprender a combinar la calidad de sujeto con la calidad de actor y de esto dependerá que podamos hacer del actual gobierno instrumento del pueblo y no el pueblo instrumento de ningún gobierno.