Une seule nuit

Contre la férule humiliante il y a déjà mille ans,
La rapacité venue de loin les asservir il y a cent ans.
Contre la cynique malice métamorphosée
En néocolonialisme et ses petits servants locaux
Beaucoup flanchèrent et certains résistèrent.
Mais les échecs, les succès, la sueur, le sang
Ont fortifié notre peuple courageux et fertilisé sa lutte héroïque.

Coro:
Et une seule nuit a rassemblée en elle
L’histoire de tout un peuple.
Et une seule nuit a déclenché sa marche triomphale
Vers l’horizon du bonheur.
Une seule nuit a réconcilié notre peuple
Avec tous les peuples du monde,
A la conquête de la liberté et du progrès
La patrie ou la mort, nous vaincrons.

Nourris à la source vive de la Révolution.
Les engagés volontaires de la liberté et de la paix
Dans l’énergie nocturne et salutaire du 4 août
N’avaient pas que les armes à la main, mais aussi et surtout
La flamme au coeur pour legitimement libérer
Le Faso à jamais des fers de tous ceux qui
Çà et, là en poluaient l’âme sacrée de l’indépendance, de la souveraineté.

Coro

Et séant désormais en sa dignité recouvrée
L’amour et l’honneur en partage avec l’humanité,
Le peuple du Burkina chante un hymne à la victoire,
A la gloire du travail libérateur, émancipateur.
A bas l’explotation de l’homme par l’homme!
Hé en avant pour le bonheur de tout homme,
Par tous les hommes aujourd’hui et demain, par tous les hommes ici et pour toujours!

Coro

Révolution populaire notre sève nourricière.
Maternité immortelle du progrès à visage d’homme.
Foyer éternel de démocratie consensuelle,
Où enfin l’identité nationale a droit de cité,
Où pour toujours l’injustice perd ses quartiers,
Et où, des mains des bâtisseurs d’un monde radieux
Mûrissent partout les moissons de væux patriotiques, brillent les soleils infins de joie.

Africa en la era de la invasiòn

África en la era de la invasión

Antecedentes
Las últimas décadas del Siglo XIX vieron el inicio de la ocupación europea del territorio africano. El momento histórico de la Invasión abarca propiamente el período que va de la Conferencia de Berlín por el reparto de las Áreas de influencia comercial en África 1884-85, hasta la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) momento que sienta las bases para la liberación africana. El período consta de tres fases: la primera alcanza hasta la Primera Guerra Mundial (1914-1918) en que se consolidaron los modelos de explotación, la segunda fase corresponde al período de entre Guerras, con el auge de nuevos modelos coloniales, en la tercera fase, que puede denominarse ya de liberación, las luchas anticoloniales y el auge del neocolonialismo marcan un período de desigual duración dependiendo de la región.

Ahora bien, debe comprenderse, en un anális completo, el momento que arranca con la independencia de Sudamérica a finales del XVIII y principios del XX. Estas, condicionaron junto con los movimientos abolicionistas la supresión del tráfico de personas esclavizadas por parte de Gran Bretaña que se erigió en centinela de las costas africanas, y en promotora de tratados internacionales con reinos africanos y países europeos.

En torno a la segunda década del siglo XIX la mayor parte del tráfico de personas esclavizadas había sido formalmente proscrito por las potencias europeas, sin embargo España y Portugal seguían ampliamente interesadas, y participaban de un modo no declarado en el tráfico debido a las economías agrícolas de sus dominios de ultramar, de modo que el criminal comercio no decayó hasta la segunda mitad del XIX. La ventaja política y marítima adquirida por Gran Bretaña en las costas africanas tuvo como consecuencia la vitalización de sus expediciones de reconocimiento. Alentados por sociedades geográficas y misionales el interior del continente se les fue abriendo cada vez más. Pero sólo dos descubrimientos fundamentales, proporcionarán a los europeos la llave definitiva de las puertas interiores de África; el uso de la quinina y la ametralladora.

Antes del momento de la invasión europea de África, las sociedades africanas se hallaban embarcadas en procesos de muy diversa índole. Por una parte las sociedades de la Costa Occidental que se habían militarizado como consecuencia del clima belicoso que propiciaba la economía de esclavización, se encontraban en un momento de reconversión hacia una economía basada en el aceite de palma y el marfil principalmente, este era el caso de Dahomey y del Reino de Benin respectivamente, mientras que el imperio Ashanti potenciaba el comercio del oro. Ello no ocultaba sin embargo que la debilidad demográfica causada por la trata y la animadversión competitiva interafricana debida a las guerras esclavistas estaban debilitando las estructuras políticas. Las monarquías tradicionales teocráticas de tiopo gerontocrático se veían acosadas por la presencia de nuevos actores económicos como pequeños jefes que ofrecían acuerdos que interesaban a las potencias europeas, principalmente Gran Bretaña y Francia. Además, en algunas ciudades africanas de la costa, se estaba creando una pequeña burguesía comercial local que tenía amplios contactos internacionales y se embarcaba en empresas comerciales de alto calado, lo cual, en última instancia, llegó a ser visto como una molesta competencia por los europeos.

Las sociedades de las costas orientales estaban principalmente enfocadas al comercio con Oriente Medio y la India, esta actividad había configurado una cultura de base bantú y aportes árabes, la Swahilí, orientada al mar. La región vivió la tensión originada por la creciente influencia británica y alemana que, lentamente, imponía condicionantes a la la trata esclavista, a la par que debilitaba conscientemente las estructuras políticas Arabo-Swahilíes preponderantes, controlando el comercio marítimo. En las costas del Mediterráneo la crisis del Imperio Otomano había inducido el refuerzo de las estructuras locales. Pero toda la región a excepción de Egipto se hallaba en decadencia, política y económica. Egipto sufría procesos modernizadores al tiempo que buscaba mantener un control colonial sobre Sudán, todo lo cual a la postre desembocó en una quiebra del estado y el intervencionismo Británico.

El interiór de África sufría dos procesos diferentes al Norte del Ecuador y al Sur. En la primera zona, se habían impulsado movimientos de renovación islámica a partir de cofradías de estudiosos, con consecuencias políticas que desbancaron, en varios casos, estructuras precedentes de tipo animista. Estos movimientos desembocaron en formaciones políticas imperiales como el imperio de El Hadj Umar en Senegal y Malí, el Imperio de Usmán Dan Fodio en el Norte de Nigeria y Camerún o los dominios de El Mahdi en Sudán. La Etiopía cristiana, por su parte, se veía acosada por el empuje islámico que la cercaba, al tiempo que las parcialidades internas fomentaban un clima constante de guerra civil.

El África Ecuatorial y Austral se había mantenido en cambio relativamente aislada y las influencias, aunque existían eran generalmente indirectas. Estructuras complejas de tipo monárquico e imperial; Luba, Lunda, Rozwi, Rwanda, Burundi, Buganda, Buniyoro, Tooro, Ankole, se sucedían en una línea curva que arranca en la costa norte de la actual Angola y pasando por el interior de Mozambique finaliza en la actual Uganda. El extremo sur iba en cambio a vivir las tensiones producidas por el crecimiento de la Colonia del Cabo y la invasión de tierras interiores por parte de comunidades de origen holandés que escapaban del control político británico, a la par el explosivo crecimiento Nguni, de cuyo seno surgiría el imperio Zulú, y las migraciones que acarreará, trastocará toda la región. Estas comunidades, conocidas comoBoers, tradicionalistas y de ideología racista-puritana, se enfrentaron sucesivamente con los Hotentotes, los Xhosas, los Ngunis y finalmente los británicos. Mientras que Madagascar veía crecer la influencia de los mesetarios Hova más indonésicos, sobre otros pueblos merced al tráfico comercial con Francia. En general toda África se veía convulsionada por la generalización del uso de armas de fuego de carga frontal, los cambios en el comercio internacional y la aparición de nuevos cultivos como el maíz.

[editar]
Los comienzos de la invasión
Aunque se señala la Conferencia de Berlín (1884-1885) como el gran hito del período. Lo cierto es que esta fue el pistoletazo de salida en un carrera que todos habían empezado ya. La tradicional competitividad inter-Europea se había volcado en planes para la explotación y dominio de aquellas zonas de África que se consideraban propicias para los cultivos tropicales una vez perdida América. Ello explica que España y Portugal aun vinculados a América vieran el botín africano como algo secundario, no así Gran Bretaña, Francia, Alemania y finalmente Italia. Si bien en un principio las compañías comerciales semi-independientes o concesionales habían operado en la zona, sus ambiciosos planes exigían cada vez más el concurso de los Estados, Otto von Bismarck vio la oportunidad de mantener ocupada a Francia implicándola en la carrera por África, frente a Gran Bretaña y desviar así su atención de la fronteras alemanas. Los acuerdos adopados en Berlín hacían una mención muy especial al comercio el Río Níger y la cuenca del Río Congo, se quería dar una imagen de legitimidad a la penetración y dominio territorial sobre África pretextando motivos humanitarios o “civilizatorios” según el lenguaje de la época. La Conferencia dio asimismo oficialidad a las pretensiones personales de Leopoldo II de Bélgica sobre la cuenca del río más caudaloso de África, para la explotación de caucho, aceite y marfil que había denominado “Estado Libre del Congo”.

Tras los acuerdos europeos, huelga decir que a espaldas de los africanos, las potencias aceleraron la carrera hacia el interior del continente. La invasión tenía su precedente con la toma de posiciones en el Norte de África. En África subsahariana, el procedimiento habitual fue comprar las voluntades de jefes locales y pequeños reyes para que firmaran tratados de cesión de soberanía. Sin embargo las relaciones con los detentores de poderes mayores: grandes monarquías tradicionales, jefes islámicos y emperadores, fueron mucho más difíciles. La ametralladora y la quinina resultaron en este punto devastadoras, ya que hasta entonces, dos factores había protegido África negra del saqueo europeo; la superioridad numérica y la malaria. En su avance, Francia, que contaba con una sólida base Argelina y Senegalesa, se enfrentó al Imperio fundado por El Hadj Omar al oeste de Senegal y al imperio de Samory Turé en el alto Níger rubricando la ocupación con la toma de Dahomey casi en el cambio de siglo, no sin antes haber aniquilado el Reino Merina de los Hova de Madagascar. Los británicos se batieron en frentes muy diversos, desde Sudán, hasta la Costa de Nigeria, donde la suerte les favoreció al enfrentarse a un Reino de Benín extenuado por la trata esclavista y a un país yoruba sumido en la Guerra Civil. Más dificultoso fue el control del norte de Nigeria y del Extremo sur del continente. En la primera zona se recurrió a dosis de chantaje y razzias militares. En el sur, el imperio de base militarista fundado por Shaka a principios del XIX presentó dura batalla todavía a finales del XIX, e infringió serías derrotas a los regimientos británicos demostrando una superioridad táctica aunque, para su desgracia, no tecnológica.

En la patria de Fidel…

SAN SALVADOR; 17 de agosto de 2006 (SIEP) “En Cuba nadie se duerme sin haber cenado y todos se levantan en la mañana con la seguridad que van a desayunar y a almorzar y esto para mi como pastor es profundamente evangélico” indicó el Rev. Ricardo Cornejo, de la Iglesia Luterana Popular de El Salvador.

El Rev. Cornejo estuvo en Cuba, acompañando a un grupo de salvadoreños y salvadoreñas que viajaron a curarse de enfermedades de los ojos, en el marco del programa cubano-venezolano Misión Milagro.

Nos relata el religioso salvadoreño que “viajamos desde Guatemala hacia la Habana, en Cubana de Aviación. A salida de Guatemala se pagan tres dólares y no 27como aquí. Íbamos 46 y allá nos convertimos en un grupo de 250 personas de toda América Latina.”

“Al llegar a La Habana nos reciben jóvenes entre los 18 y 27 años de edad que realizan su servicio social. Nos conducen a Tarará, que es una ciudad hospital en las afueras de La Habana. Nos impactó de entrada el trato amigable, el calor humano del pueblo cubano, su espíritu revolucionario…”

“Estos jóvenes estudian para servir a su prójimo y no para aprovecharse de la gente, se practican relaciones de amistad entre seres humanos que a veces no practicamos ni en nuestras familias.”

“Luego de sacarles sangre a los pacientes, se les entrega a cada uno una bolsa con comida y agua para llevar a sus habitaciones, aunque ya habíamos cenado. Al siguiente día nos reúnen para explicarnos las reglas del tratamiento. La primera regla es la disciplina. El pueblo cubano es muy disciplinado. Hay que hacer cola para cada comida…pero con la seguridad que todos van a comer. Nadie se acuesta sin cenar y nadie se levanta sin saber que va a comer desayuno y almuerzo.”

“A propósito en los primeros días observe que algunos llegaban al comedor y tomaban fruta y la guardaban en sus mochilas, para llevársela a sus habitaciones. Y los que llegaban después ya no encontraban fruta. Era el espíritu capitalista de saquear, acumular, obrando en nosotros. Lo discutimos y lo resolvimos.”

“En Cuba todos trabajan y todos comen. No hay desempleo Todos los jóvenes y niños estudian. No puede haber, no se permite un niño fuera de la escuela. Y esto los cubanos lo quisieran para toda América Latina.”

“Hubo un caso que me impactó de una señora salvadoreña. Cuando la examinaron descubrieron que tenía gangrena en un pie. Y entonces se quedó allá. La operaron y le van a hacer y darle su prótesis. Y mandaron atraer a su hija con gastos pagados para que estuviera con ella cuidándola. A mi con esto, con esta experiencia, siendo pastor, me han evangelizado mucho más…”

“Y es con este pueblo generoso, con este país digno que los gobiernos areneros se niegan a tener relaciones diplomáticas. Es una vergüenza para nosotros como país no tener relaciones con Cuba…”

“El 13 de agosto realizamos un Culto de Acción de Gracias por la salud de Fidel y estuvimos orando por su pronta recuperación. Me contaron que ustedes también dedicaron aquí el Culto a la salud de Fidel. Decidimos allá realizar al regresar otro Culto esta vez en la plaza del Salvador del Mundo, de nuevo por la salud de Fidel y de agradecimiento al pueblo cubano.”

“Finalmente mis respetos por dos médicos cubanos que sobresalieron por su dedicación, cariño, compromiso con nuestro pueblo salvadoreño. Son los doctores Rolando Hernández y José Ramón Martínez. Conocerlos me impactó, me evangelizó…siempre dispuestos las 24 horas del día, para ayudar. Diariamente pensando en los demás, allí descubrí, encontré al revolucionario verdadero que no tiene doblez…”

Denuncian saqueo de uranio en minas salvadoreñas

DENUNCIAN SAQUEO DE URANIO EN MINAS SALVADOREÑAS

SAN SALVADOR; 19 de agosto de 2006 (SIEP) “El daño ambiental será irreparable, hablan de buscar oro y plata pero se están llevando el uranio y nos van a dejar al país destruido” denunció esta mañana el Rev. Roberto Pineda, de la Iglesia Luterana Popular de El Salvador.

Indicó que “ya hace cincuenta años un administrador de una de las minas en El Divisadero reveló que era un lugar con altos niveles de radiactividad debido a la presencia de uranio. Esto se ha mantenido oculto para beneficiar a las multinacionales que explotan este mineral.”

Agregó que “esto explica la rapidez del Ministro de Medio Ambiente de conceder 35 permisos para que multinacionales recorran nuestro país en busca de oro y plata mientras ya se está extrayendo uranio. Lo mismo hicieron hace cincuenta años…están saqueando el país.”

Opinó que “y como el uranio no lo declaran no lo pagan. Es un negocio redondo. Es un beneficio agregado. Es un saqueo a nuestro patrimonio como pueblo. En El Dorado hay uranio y se lo están robando. Antes habían robado las tierras a nuestros abuelos. Así se construyó este país. Todas esos apellidos rimbombantes son de depredadores, de ladrones del erario público…”

“Y por eso es importante tomar conciencia de la gravedad de esta situación y exigirle al gobierno Saca que no siga permitiendo que se roben nuestro uranio. Y exigirle que pare la contaminación que esta provocando esta minería metálica. La minería es un proyecto de muerte y lo vamos a combatir.”

Por su parte, Antonio Pacheco, dirigente de ADES, organización ambientalista que educa a las comunidades de Cabañas sobre los impactos negativos de la minería informó que “hemos conformado una Mesa Social sobre Minería para aglutinar los diversos esfuerzos y dar esta batalla por la vida de nuestro país.”

Añadió que “lastima que como pueblo nos han golpeado en nuestra memoria histórica, pero en El Divisadero, La Unión y Sierra Morena allí esta el desastre, ríos caudalosos son hoy quebradas de invierno y sin peces. Y las vacas que allí beben agua se mueren. Porque en invierno la quebrada se vuelve canal de dreno de químicos. Es una quebrada que no sirve ni siquiera para lavar ropa. El jabón no hace espuma…”

“Y también –continúo- en cabañas en los años cincuenta hubo un proyecto de minas llamado El Dorado y hubo gente que se mató dentro de las minas. Pero estas son historias prohibidas. Se ponían cinturones de dinamita y explotaban los mineros y la familia no era ayudada. Mucha gente murió de enfermedades de los pulmones. Han pasado 50 años y la historia no se trasmitió…”

“Abuelos del lugar nos cuentan que las minas de El Dorado causaron la deforestación del departamento norteño de Cabañas. Era filas interminables de carretas transportando madera. Al hacer los túneles disminuyó el caudal de los ríos. Hoy después hemos buscado a los mineros de aquel entonces y nos encontramos con historias de dolor y de explotación, se aprovecharon las multinacionales de la miseria y de la ignorancia de nuestro pueblo y hoy quieren hacer lo mismo y no hay que permitirlo. Debemos luchar…”

Nìger: el rìo de los negros

Níger: el río de los negros

Guinea, Malí, República de Níger, Benín y Nigeria… El río de los ríos acaricia las tierras del África negra. Un trazo irregular que muestra a su paso la profundidad cultural de sus pueblos.

Por Luis Pancorbo

Níger: el río de los ríos.
El Níger es el río de los negros, eso se creyó al menos desde la antigüedad, aunque más justicia le hace su nombre de Ghirnigheren, una vieja voz de los nómadas sahelianos que significa río de ríos. Después de todo el Níger fluye a lo largo de 4.200 kilómetros. Pero el Níger es también río de ríos por otras cuestiones y aureolas, empezando por la imponente historia de sus riberas. Imperios enteros subsaharianos se desarrollaron junto a las aguas del Níger. La misma Tombuctú, ciudad que se apareja al Sáhara como la uña a la carne, no es sino una criatura del Níger del que queda a sólo una veintena de kilómetros. Luego están los pueblos ribereños del Níger, las tribus y las costumbres que eso genera en nada menos que cinco países subsaharianos. Sin olvidar que el Níger sirve de espejo, y abrevadero, a una fauna singular: desde los dromedarios hasta los caballos de agua, más conocidos como hipopótamos.

En el occidente de África no hay otro curso fluvial de esa importancia y majestuosidad. Ni siquiera el río Senegal se puede comparar con el Níger. Pero es que además el Níger riza su propio rizo. ¿Es un río o dos? He ahí un misterio de mayor calado que el de sus fuentes, que eso ya se resolvió en su día. El Níger nace en las montañas de Fouta Djalon, en Guinea, a unos 280 kilómetros del Océano Atlántico. Lo que pasa es que después el Níger tiene un comportamiento hidrológico casi de Guadiana. Tras recorrer un poco Guinea entra con pujanza en Mali, pero se deshace en el gran delta interior que se forma junto a Mopti. Luego, al tocar los márgenes del Sáhara, es como si el Níger entrara en extrañas alteraciones. En la era cuaternaria el río Níger aún discurría más arriba que hoy, en pleno Sáhara, donde formaba la cubeta de Araouane. Con los milenios, las arenas desérticas empezaron a crecer y una de sus victorias consistió en hacer replegar al Níger y hacerlo confluir y confundir con el Tilemsi, río que bajaba desde el Adrar des Iforas, un lugar que en nuestros días es uno de los más resecos corazones saharianos. De esa azacanada historia hidrográfica, llena de corrimientos y desapariciones, todavía dan testimonio un curso zigzagueante y dos deltas, uno situado en medio de Malí y otro en Nigeria. En este último país se produce lo único cierto del Níger, su despedida.

Brass, uno de los islotes del delta nigeriano, es una especie de barquita de papel en medio de una apoteosis de agua dulce que pugna en vano contra el Atlántico. Es el canto del cisne del gran río tras un derroche de vida y leguas lamiendo mesetas y arenales, inundando una y otra vez los arrozales. Y pocos ríos, desde luego, pueden presumir de cuello como el Níger. Entre Niafounké y Gao el río forma una inmensa joroba de camello, así le dicen, que aún representa el punto más exótico de paisajes y gentes de todo el recorrido fluvial.

Historias

Muchas son las maneras de disfrutar en el río Níger, aunque siempre conviene ir con ojo. El joven explorador inglés Christian Velten pretendía hacer un documental sobre el río al hilo del mapa de Mungo Park. Christian desapareció en Malí en febrero de 2003 y no se sabe nada de él. Dos veteranos detectives de Sussex (Reino Unido) acaban de ser enviados en busca del joven. ¿Lo mataron para robarle, se ahogó, se ha perdido en el desierto…? Otra vez resuenan las historias fatídicas de Mungo Park, Laing y otros pioneros que murieron en el empeño de conocer los mejores secretos malianos.

El Níger pasa por Guinea, Malí, República de Níger, Benín y Nigeria, y eso supone un mundo de pueblos y culturas distintas. Ciñéndonos a Malí, donde el Níger casi siempre es navegable (al menos desde Koulikoro, el puerto a 57 kilómetros al norte de la capital, Bamako), el río da pábulo a muchas historias y pie para intensos viajes. A lo largo del río se pueden ir conociendo gentes y territorios ubicados en los viejos reinos sahelianos, Ségou, Kaarta, Songhaï… Los mandingas, con sus dos grandes divisiones étnicas, malinké y bambara, constituyen la columna vertebral de Malí. Luego hay pueblos de origen sudanés (en torno del 20 por ciento de la población), como los sarakolé, songhaï, dogon, bozo… Todo eso se traduce en ríos de costumbres distintas, en 15 lenguas muy diferenciadas, en paisajes no tan monótonos como se podría pensar por la abundancia de caña fístula y de arrozales en las riberas.

Un crucero por el Níger, por grande o pequeño que sea, permite captar la alternancia de ambientes del África Occidental. Por un lado, la planicie herbosa, desconsideramente ancha y aplastada contra un cielo lechoso. Por otro lado, todas las variantes de la sequedad hasta llegar a su apoteosis sahariana en Tombuctú y Gao. Ése ya es el mundo de los turbantes, de los moros, los tuaregs, gentes seminómadas que llevan puñal, si no espada, al cinto. Las armas reclaman una ascendencia española que se remonta al siglo XV, cuando la expulsión de los moriscos. Tras pasar por Marraquech algunos llegaron a Tombuctú y otros se aposentaron en Gao. Ismael Didié, oscuro de piel como cualquier otro maliano, mantiene lo español a su manera. Es el custodio de una valiosa biblioteca en Tombuctú, con más de 3.000 manuscritos que tratan temas de Al Andalus y que están escritos en aljamiado.

El aljamiado, español escrito en caracteres árabes, merece atención retrospectiva. Propició el recuerdo de nuestro idioma en medio del desierto. Algunos andalusíes recriados en el Sáhara lanzaban esos mensajes aljamiados, como si fuesen botellas abandonadas en un mar de arena, el que rodea Tombuctú.

Todavía en el siglo XIX Tombuctú era la ciudad que más apetecía encontrar a los europeos, pero para eso había que embarcarse y había que bajar por el Níger. El comandante francés Raffenel en su magnífico Pays des Nègres (1856) escribe: «Los ríos son los caminos naturales de África, las arterias de ese gran cuerpo y su función es llevar la vida». La diferencia entre los ríos africanos y las arterias del cuerpo humano es acaso, para Raffenel, que los primeros no llevan la vida, o la sangre, del corazón a las extremidades, sino al contrario. Aparte, lo que dio desde la antigüedad grandes quebraderos de cabeza a geógrafos y exploradores fue saber si el Níger discurría hacia el Este o hacia el Oeste.

Por el río

El Níger, antes de desplegar su gran caudal en Malí, es también conocido como Djoliba, o Ghiolibâ, como decían los franceses que pretendían apropiárselo. Djoliba es otra manera de decir río. Un río que se llama río es todos los ríos. Y a eso hay que sumar la importancia estratégica del Níger, que fue tanta o mayor que la del Nilo. La cuestión era conocer a fondo de qué iba el Níger. En 1791 se creía que no era algo distinto del río Senegal o el río Gambia.

Mungo Park, el pionero inglés en esta parte de África, pagó con su vida el intento de adueñarse del gran río y su secreto. Mungo Park murió en Boussa, a sólo 130 leguas del delta final. Su expedición demostró que el Níger era navegable y por más de 1.700 kilómetros en Malí hasta los rápidos de Boussa. Ese tramo situado en lo que hoy es Nigeria, el que va de Boussa a la desembocadura, fue navegado con éxito por los ingleses Laird y Olfied. Con lo mismo Gran Bretaña pensó añadir el entero Níger a su repertorio colonial, pero los franceses estuvieron listos y acabaron llevándose la mayor parte del agua del Níger a su molino.

«Dueños del Níger seríamos dueños de África…», decían agentes coloniales con mucho callo y ambición, como el comandante galo Raffenel. Hierro, oro, cera, aceite, pieles, colorantes…, todo eso se sacaría fácilmente y en abundancia usando el Níger. Lo que ocurrió fue que al final los ingleses se quedaron con el último delta, o dicho de otro modo, controlaron Nigeria, uno de los mayores países africanos y uno de los que tienen mayores yacimientos de petróleo. Ironías de la historia colonial.

Con todo, en las riberas del Níger revolotea una historia africana, una cultura fuera de la lógica y de la dominación de los blancos. Los bambaras toman aspirinas si les duele la cabeza, pero también hacen un agujero en la tierra, echan ascuas, cenizas y agua hirviendo, y aplican ahí su vientre desnudo. Otras veces las enfermedades son más temibles. Con el gusano de Guinea, también conocido como gusano de Medina (filaria medinensis), ha pasado como con la sifílis que se peloteó con insidia entre los países como morbo gálico, inglés, español… El gusano, o filaria, viene por la mala calidad del agua, decían antes en Kaarta. En cualquier caso es un peligro a lo largo del Níger y el remedio no es aguardar a que el gusano empiece en el pie y salga por la nariz.

Para combatirlo, en algunos pueblos todavía ponen a los enfermos guirnaldas y coronas con hojas de un arbusto medicinal (kougnié). Antaño era el único remedio. Después de ese rito silvano se machacaban las hojas y el polvo se bebía diluido en agua. En principio no era algo peor que la enfermedad. Si los fetiches querían, se sanaba.

En el 2003 sólo en Malí hubo 93 casos de cólera. Sin embargo, y siempre con las lógicas precauciones, quedan pocos viajes tan perdurables en la memoria como los que ofrece el gran río de los negros. No disponiendo de mucho tiempo la opción que no suele defraudar es ir en barco desde Mopti hasta Djenné, la Meca de barro para los islámicos de Malí. En esa región es donde el Níger y el Bani se salen de madre (menos desde que han hecho la presa de Talo, en 2003) y forman archipiélagos repletos de islotes o toguérés. Ha habido años en que la propia Djenné se ha convertido en una isla.

Navegar por el Níger con sequías tan contumaces como las que hubo en los años 80 roza el sufrimiento. En años de lluvias abundantes y una buena crecida, un crucero por el Níger al país Massina, entre Djenné y Mopti, revela el gran estallido de la vida que oculta el Sahel. Los arrozales están a reventar, las vacas casi no pueden moverse de comer tanto pasto fresco y los peces capitanes, blancos y sabrosos como merluzas de agua dulce, no oponen mucha resistencia a los anzuelos. Aún menos a las sartenes, donde acaban dignamente sus días rebozados a la romana.

Las siete vacas gordas de la globalizaciòn

LAS SIETE VACAS GORDAS DE LA GLOBALIZACION
Reflexión sobre Génesis 41:17-18

El conocido sueño del faraón del Nilo, interpretado por el hebreo José de siete vacas gordas y siete vacas flacas, puede ser también interpretado como de un mundo en el que existen siete países ricos que explotan a siete países pobres. Y las vacas gordas se comen a las vacas flacas. Y en determinado momento los países pobres se organizan y luchan por sus derechos.
La resistencia a los imperios acompaña la historia de la humanidad.

Donde hay opresión hay resistencia nos enseña Mao. Y en cada época surge una subjetividad de la resistencia que va dibujando los rostros de los manifestantes, que escriben los manifiestos e izan las banderas de la protesta y la rebelión. Así como también los poderosos organizan las redes ideológicas de la opresión y las cadenas para amarrar los sueños del futuro.

En nuestra época de globalización neoliberal el capitalismo es una hidra con siete rostros, siete culturas, siete tecnologías, siete ejércitos, siete religiones, siete idiomas, siete economías en un solo imperio planetario que camina con un rumbo preciso: lograr la máxima ganancia. Estamos hablando de la pandilla de los siete grandes, las siete vacas gordas de la globalización neoliberal: USA, Canadá, Japón, Francia, Alemania, Reino Unido e Italia.

La vaca gorda estadounidense

El mito de fundación de este imperio relata de llegada a bordo del Mayflower de exiliados religiosos en 1620 que desembarcan en Plymouth, en la bahía de Massachussets. Huyen de la persecución religiosa en Inglaterra desatada por el rey Jacobo I, que gobernó entre 1603 y 1625 e impuso la religión anglicana a sus súbditos.

Estos peregrinos llamados puritanos crean las semillas del imperio al esclavizar y exterminar a los pueblos originales que los reciben amigablemente. Luego sus granjeros y comerciantes realizan una revolución independentista en 1776 y se liberan de Inglaterra. Ya en 1824 pone sus ojos sobre Venezuela oliendo petróleo. Y se inventan el lema América para los americanos.

Y luego en 1845 su apetito expansionista se tragó a la mitad de México. En 1898 se anexó a Cuba, Puerto Rico, la zona del canal de Panamá y Filipinas La guerra ha acompañado su destino manifiesto. Y luego invade Haití y Nicaragua. Y luego invade Corea y Vietnam. El actual faraón de la dinastía Bush invadió Afganistán e Irak y amenaza a Irán. Y continúa ocupando ilegalmente a Puerto Rico. Son los amos del planeta junto con la Exxon, el Citigroup, el Banco de America, la General Electric, Chevron, Conoco-Phillips y Microsoft.

La vaca gorda canadiense

La vaca gorda canadiense mantiene un bajo perfil e incluso se presenta internacionalmente como defensora de los derechos humanos. Fue también colonia británica. Es un inmenso territorio. Por mucho tiempo ostentó el título de dominio. Su autocalifica como una monarquía constitucional parlamentaria. Sus indígenas fueron forzados a vivir en reservaciones.

En 1867 se creo la Confederación Canadiense. En 1869 el grupo étnico de los metis, que hablan el michif, encabezados por Louis Riel capturaron Winnipeg y establecieron un gobierno provisional. Un año después fueron derrotados y en 1885 Riel fue ejecutado. Las primeras naciones, los inuits, llamados esquimales, y los metis han sido discriminados. En Canadá coexistieron dos poderos coloniales, los franceses y los ingleses, que se disputaron las riquezas naturales de este enclave. Y este hecho marca su actual identidad multinacional.

La vaca gorda japonesa

Japón fue un país que sufrió la humillación de las potencias coloniales europeas. En 1868 se produce la revolución meiji que trasfiere el poder de los shogunes al emperador. Había que competir con Occidente en su propio terreno, el del mercado y la industria. Es de este proceso que surge un Japón imperial, de 1912 a 1945. Un Japón que se convierte en un nuevo centro de poder mundial.

Un Japón que invade a otros países para explotarlos. La ocupación de Taiwán comenzó en 1895. En 1910 se apoderó de Corea y de regiones de China que luego llamó el Manchukuo, así como heredó las colonias alemanas en el Pacífico. En 1942 invadió Filipinas. En 1945 los Estados Unidos vomitan bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki y el Japón se rinde, el emperador renuncia a su pretensión de divinidad. Es el reino de Mitsubishi, de Toyota, de Nissan, de Matsushita.

La vaca gorda francesa
La historia del imperio colonial francés comenzó en 1605 con la fundación de Port Royal, en la colonia de Acadia en Norteamérica, en lo que es ahora Nueva Escocia, Canadá. Unos años después, en 1608, fundan Québec, la capital en ese entonces de la enorme colonia de Nueva Francia (llamada también Canadá).En 1699, fundaron Louisiana, en la cuenca del río Mississippi. Luego se apoderaron de Guayana Francesa, en 1624 y de las islas caribeñas Guadalupe y Martinica en 1635. En Martinica en 1660 los pobladores desafiaron a los invasores que destruían sus bosques para plantaciones de caña. En 1664 fundaron la colonia de Saint-Domingue, conocida luego como Haití.
Y los franceses también dirigieron su espada colonial hacia África. En 1624 invadieron Senegal en África occidental. En 1664, establecen colonias en la India en Chandernagore, en 1673 en Bengala. Se fundaron también colonias en el Océano Indico, en la Île de Bourbon (Reunión, 1664), Île de France (Mauricio, 1718), y las Seychelles (1756). En el siguiente siglo conquistaron Argelia, Túnez e invadieron Indochina. En la actualidad es el imperio de las multinacionales Accenture, Accor, Airbus, Air France, Bouygues, Carrefour, Crédit Agricole, EDF, France Télécom, Lafarge.
La vaca gorda británica
A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, el naciente Imperio Británico ya había comenzado a expandirse hacia aquellas regiones del mundo que estaban fuera del control español. A través de su compañía comercial, East India Company, logró penetrar en la India, gobernada entonces por el Imperio Mughal, desmantelando su naciente producción industrial, de manera tal que el 1 de noviembre de 1858, la Reina Victoria fue proclamada por el gobierno inglés como Esperadora de la India.
Gran Bretaña fue un inmenso imperio colonial. Se apodero de Egipto. Con importantes puertos de escala para que su Marina Real asegurara el dominio de los mares como Malta, Corfù e Islas Jonicas en el Mediterráneo, Gibraltar El Cabo, Isla Mauricio, Adén y Ceilán en la ruta hacia la India; Singapur y Hong Kong en la ruta de China. Factorías comerciales como Sierra Leona y Gambia. Colonias de plantación como Jamaica, Honduras y Guyana. Dominios o colonias de poblamiento blanco como Canadá, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda. Y la joya de la corona: la India.
La vaca gorda alemana
Alemania invadió cuatro naciones en África: Togo, Camerún, Namibia y Tanzania y Witulandia (territorio de Kenya). Son conocidos como los más brutales colonizadores de ese continente. Y como los demás imperios iniciaron estas aventuras coloniales con supuestos viajes científicos y de exploración, así como con misiones evangélicas para distribuir biblias. Y luego enviaban las tropas y los busques de guerra, y amenazaban y bombardeaban las costas para lograr la rendición de los “nativos.“Y luego llegaban las compañìas comerciales. Es el reino de Siemens y Lufthansa.
La vaca gorda italiana
Italia también se construyo un imperio a la medida de sus apetitos imperialistas. Y no se fue muy lejos ya que aprovechando las rivalidades entre Inglaterra y Francia logro apoderarse de Eritrea, Somalia y Libia. Y en estos lugares construyo factorías, centros de explotación y comercialización de productos operados por compañìas coloniales.
Como un buitre que espera pacientemente los restos de un cadáver, Italia se aprovecho también de la crisis del imperio turco y de la debacle del imperio Austro Húngaro y en 1912 obtuvo la Tripolitania de Turquía, en 1920 Rodas y el Dodecaneso, en 1919 Tirol, Trieste, Friuli y las islas dálmatas. En 1936 como imperio fascista de Mussolini conquista Etiopia. Es el reino de Parmalat y FIAT.
Cada una de estas siete vacas gordas es responsable del sufrimiento de millones de personas. Y para mantener su sistema de dominación global construyen sofisticados equipos militares y despliegan bases militares por todo el mundo. Amenazan a los pueblos del mundo con invasiones. Y en esta situación de opresión es que surge la esperanza, la resistencia, el sueño que otro mundo es posible…Amén.

Rev. Roberto Pineda
Iglesia Luterana Popular de El Salvador
San Salvador, 15 de agosto de 2006

Washington y la Predestinaciòn: Calvinismo en la polìtica exterior de EE.UU.

WASHINGTON Y LA PREDESTINACION: CALVINISMO EN LA POLÍTICA EXTERIOR DE EEUU
El comportamiento beligerante de los Estados Unidos durante las últimas administraciones republicanas ha sido avalado por una retórica de connotaciones mesiánicas, que presenta sus intervenciones como episodios de una historia sagrada: un “Nuevo Orden” a comienzos de los 90, la lucha contra el “eje del mal”(Corea del Norte, Irán, Irak-Libia, Siria, Cuba) que legitimó el operativo bélico “Libertad Duradera” contra Afganistán y el concepto de “Guerra Preventiva” que determinó la reciente invasión y ocupación de Irak.

“Por siglos hemos trabajado por la libertad. Esta noche estamos a la cabeza del mundo al enfrentarnos con una amenaza contra el decoro y la humanidad. Lo que está en juego es algo más que un pequeño país, es una gran idea, un Nuevo Orden Mundial, donde diversas naciones se unen por una causa común para lograr las aspiraciones universales de la humanidad: paz y seguridad, libertad y el gobierno por la ley. Tal es el mundo merecedor de nuestra lucha y digno del futuro de nuestros hijos. (…) Sí, los Estados Unidos cargan con una buena porción del liderazgo en este esfuerzo. Entre todas las naciones del mundo solo los Estados Unidos de América han tenido tanto la fuerza moral como los recursos materiales para apoyarlo. Somos la única nación en esta Tierra que puede reunir las fuerzas de la paz. Esta es la responsabilidad del liderazgo y la fuerza que ha hecho de América el foro de libertad en un mundo en búsqueda (…) Que Dios bendiga a los Estados Unidos de América.” De este modo el Presidente George Bush Sr legitimaba el ataque de Estados Unidos a Irak en 1991, al tiempo que anunciaba un “Nuevo Orden Mundial”. Una década después, su hijo, George W. Bush (cuya historia privada – su rehabilitación del alcoholismo a los 40 años por inspiración divina – es ironizada por la prensa con la frase Goodbye Jack Daniels, hello Jesus) hacia oír la misma trascendencia, anunciando el comienzo de la “cruzada” del bien contra el mal y estigmatizando a aquellos que no apoyaran su país en su lucha contra el terrorismo.
Como se ve, el comportamiento beligerante de los Estados Unidos durante las últimas administraciones republicanas ha sido avalado por una retórica de connotaciones mesiánicas, que presenta sus intervenciones como episodios de una historia sagrada: un “Nuevo Orden” a comienzos de los 90, la lucha contra el “eje del mal”(Corea del Norte, Irán, Irak-Libia, Siria, Cuba) que legitimó el operativo bélico “Libertad Duradera” contra Afganistán y el concepto de “Guerra Preventiva” que determinó la reciente invasión y ocupación de Irak. Estas acciones han sido analizadas desde diferentes puntos de vista; hay quienes sospechan que las consignas en que parecen sustentarse son eufemismos tras los cuales se pretende camuflar la avidez por controlar riquezas (petróleo, etc). También de índole economicista es el argumento según el cual estos operativos obedecen a la necesidad de mantener la actividad y potenciar el funcionamiento de la industria armamentista1.
Sin embargo, frente a este discurso apocalíptico, algunos analistas, aún sin descartar aspectos económicos y/o geopolíticos, han subrayado las motivaciones religiosas que animan las excursiones bélicas impulsadas por el gobierno republicano.
Nos enfrentamos entonces a una situación paradójica: hay una guerra o una serie de guerras cuyos agentes (una nación que nació en pleno Iluminismo, que durante siglos ha sido vista desde fuera y desde dentro, como emblema de la Modernidad) presentan, como una defensa de la Libertad, de la Civilización y de la Tolerancia, contra fundamentalismos de carácter religioso. Pero esa guerra es una guerra santa.
RUMBO A BAGDAD EN EL MAYFLOWER A comienzos del S.XVII (1620) un grupo de puritanos ingleses, subvencionados por una sociedad anónima londinense, cruzaron el Atlántico a bordo del Mayflower para establecerse en Plymouth, Massachusetts y luego en Connecticut, con el fin de establecer allí una colonia cuyo gobierno debía apegarse estrictamente a los fundamentos de la moral cristiana. A criterio de estos pioneros, dichos principios habían sido dejados de lado por la negligencia y la corrupción de las autoridades políticas y religiosas de Inglaterra. El término Puritanos, que designa a este grupo de religiosos, había sido usado al comienzo de modo despectivo, para señalar a aquellos que pretendían purificar a la Iglesia Anglicana de ciertas prácticas que la alejaban de los valores cristianos y la acercaban al catolicismo, del cual se había escindido en el S.XVI, bajo el reinado de Enrique VIII, y al cual se enfrentó más radicalmente al asimilarse al Calvinismo. Los motivos de la migración de los peregrinos del Mayflower son objeto de polémica por parte de los historiadores. Hay quienes sostienen que eran perseguidos por la religión oficial durante el reinado de Jacobo I (1603-1625); sin embargo otros afirman que este hostigamiento no era tal, pues el credo de los puritanos, aunque no fuese la religión del estado, podía ser ejercido libre y públicamente. En cualquier caso, el propósito de los Puritanos al aventurarse al Nuevo Mundo habría sido, justamente, el de fundamentar un Mundo Nuevo, alejado de la supuesta corrupción anglicana y papista, una especie de utopía cuyo gobierno se apegase a los preceptos bíblicos en su versión calvinista. En estas colonias protestantes establecidas en Nueva Inglaterra los ciudadanos debían pagar el salario de los sacerdotes mediante impuestos, y solo los miembros de la Iglesia podían ejercer el derecho a votar. De este modo, la ley evangélica se imponía por encima de todas sobre el Estado y la Iglesia. Esta institución, si bien no gobernaba directamente, proponía los instrumentos para hacerlo y para elegir a los gobernantes. Entonces comenzó a desarrollarse allí un moralismo rígido que se manifestaba en la persecución rigurosa de adúlteros, bebedores, brujas y herejes; para algunos articulistas esta tradición es el substrato que informa, aun hoy, las acciones de cierta política interna y exterior en los Estados Unidos.
PREDESTINACION: DE LA GRACIA IRRESISTIBLE A LA GUERRA PREVENTIVA Uno de los conceptos más peculiares de la doctrina del reformador J. Calvino (1509-1564), enérgicamente incorporados por los puritanos es la predestinación. Desde la eternidad anterior al comienzo del tiempo, Dios en su omnipotencia, determina la salvación de algunos y la condenación de otros. Según esta idea, estrechamente emparentada con la gracia y la providencia, los seres humanos padecen desde el pecado original una “incapacidad moral” para realizar buenas acciones; solo los elegidos por la gracia de Dios (ante la cual es imposible resistirse) son capaces de obrar bien. Así, en el puritanismo de raíz calvinista, las buenas obras no serán quienes conduzcan al hombre hacia la salvación. Hay aquí una inversión en las relaciones causa-efecto, respecto a otras versiones del cristianismo: las acciones edificantes, las obras de gracia, son una “sintomatología”, una consecuencia o un modo de manifestar la evidencia de que se es un elegido. Y es justamente esa voluntad de exhibir los efectos de la gracia, el deseo de mostrarse y mostrar la aptitud para controlar las inclinaciones perversas, lo que hace a los integrantes de estas comunidades particularmente activos y emprendedores, permanentemente interesados en diseñar la sociedad y su gobierno con arreglo a la voluntad de Dios expresada en Biblia. Si transponemos estas creencias y actitudes a una perspectiva más amplia, a una dimensión histórica y “macro”, nos encontraremos con la percepción que los descendientes de aquellos puritanos tienen de sí mismos: se trata de espíritus elegidos por Dios para revolucionar el drama cósmico de la Historia e instituir un Nuevo Orden Mundial. George W Bush ha mencionado la predestinación como fuente de sus belicosas decisiones políticas: “Los planes de guerra del Presidente Bush son riesgosos, pero él no es un apostador. De hecho, niega la existencia de la casualidad: “Los eventos no son causados por la casualidad ciega, sino por la mano de un Dios bueno y confiable. Desde el principio ha estado convencido de que su presidencia es parte de un plan divino; cuando era gobernador de Texas le confió a un amigo: “…Creo que dios quiere que me presente como candidato a presidente.” Esta convicción se ha manifestado más abiertamente después del 11/9”[2]. Y es necesario manifestar y actualizar permanentemente ese destino irresistible concedido por Dios.
El destino manifiesto Durante el S. XIX los Estados Unidos experimentaron una prodigiosa expansión. La población que en 1800 no sobrepasaba – se estima – los 5 millones, llegó, para mediados de siglo, a unos 23 millones. El territorio se fue ensanchando hasta llegar al Pacífico. Las determinantes económicas, demográficas y tecnológicas de esa política expansionista (cuyo diseño generó en su momento polémicas internas) estuvieron también avaladas por un discurso mesiánico y por la doctrina de la predestinación. Por aquella época, el historiador francés Alexis de Tocqueville (1805 – 1859), autor de La démocratie en Amérique, escribía: “En Estados Unidos la religión está inserta en todas y cada una de las costumbres nacionales y en todos los sentimientos nacionales que evoca la palabra patria.” Por entonces aparece el concepto de “destino manifiesto”. Fue usado por primera vez por el periodista John L. O’ Sullivan en un texto referido a la anexión del territorio de Texas; allí se explicaba que la superioridad política y económica de los Estados Unidos no solamente le otorgaba el derecho a expandirse sobre el resto del territorio americano, sino que esa supremacía era la evidencia de que estaban destinados a hacerlo por gracia divina. En las palabras que por esos tiempos pronunciara cierto senador Taylor se percibe notoriamente esta soberbia propia de los iluminados: “Estamos parados sobre el pedestal de la Tierra, del que somos señores, y sobre nosotros no hay nadie excepto Dios”. En el discurso actual, que invoca la bendición de dios para emprender sus campañas, y según el cual sólo los Estados Unidos tienen la “fuerza moral”, para lograr las “aspiraciones universales”, sobrevive el concepto de “destino manifiesto”.
Jugando a la providencia “El nuevo film de Steven Spielgberg muestra al gobierno, dentro de algunos años, encarcelando pre-criminales antes de que se comprometan o ni siquiera piensen en terrorismo. Esto puede no ser sólo ficción” Nat Hentoff (Village Voice, 10/9/02) Otro de los ingenios estratégicos que se ha presentado para legitimar la política exterior estadounidense es el concepto de “guerra preventiva”. Se trata de atacar a aquellos países que en el futuro podrían, presumiblemente, emprender acciones contra Estados Unidos. Esta política ha sido relacionada por algunos comentaristas con el argumento del film de ciencia ficción “Minority Report” (20th Century Fox, 2002), donde se muestra una especie de antiutopía en la cual un implacable aparato jurídico y policial se encarga de de condenar preventivamente a los futuros criminales. En la actualidad el concepto de “guerra preventiva” también tiene aplicación interna, ya que algunos ciudadanos son detenidos, sin derecho a un proceso ni a abogados, como potenciales terroristas. El 8 de agosto de 2002, el New York Times editorializaba: “El gobierno de Bush parece creer, sin mucha autoridad legal, que si llama a los ciudadanos combatientes en la guerra del terrorismo los puede encarcelar indefinidamente y privarlos de abogados defensores. Este desafío a las cortes repudia dos siglos de ley constitucional y amenaza las libertades que el Presidente Bush dice defender en la lucha contra el terrorismo”. Para el historiador Arthur J. Schlesinger, ex asesor del Presidente Kennedy y dos veces ganador del premio Pullitzer, “…el Vicepresidente Dick Cheney y el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld evidentemente se ven a sí mismos como los pre-cops de Steven Spielberg, unos telépatas fisicamente equipados para detectar crímenes que están a punto de ser cometidos.” Según el concepto de predestinación, tal como se ha expuesto, la historia del mundo es una especie de libreto escrito por la infinita sabiduría de Dios. En ese texto, no solamente cada hombre sino- en palabras de Calvino – “todas las partes y partículas del mundo”tienen un papel preestablecido, de acuerdo a una “sabiduría incomprensible”. Quizás sólo a los que se consideran predestinados, a los tocados por la gracia irresistible, les es dado conocer estos designios sagrados. Sir Herbert Butterfield, historiador inglés citado por Schlesinger, sostenía al respecto: “En la historia, los golpes más duros del cielo caen sobre aquellos que imaginan que pueden controlar las cosas de una manera soberana jugando a la providencia no sólo para ellos sino para el futuro lejano.”

[1] Cuando la guerra en Iraq haya terminado, Estados Unidos deberá reponer todas las armas que haya descargado sobre ese país ya devastado por 13 años de embargo, para satisfacción de la industria militar estadounidense. El reemplazo de esas armas y todas las que se utilizarán o serán destruidas hasta que termine el conflicto otorgará un enorme impulso a la industria armamentista estadounidense, que no obtenía una oportunidad de negocios tan grande desde la primera guerra del Golfo, en 1991. El Departamento de Estado (cancillería) predijo en su última ”Justificación del presupuesto del Congreso para operaciones en el extranjero” que este año las ventas de armas estadounidenses superarán los 14.000 millones de dólares, la mayor cantidad en casi dos décadas, frente a 12.500 millones de dólares en 2002. “Un indicador trágico de los valores de nuestra civilización es que no existe un negocio más grande que la guerra”, comentó Douglas Mattern, de la War and Peace Foundation (Fundación de la Guerra y la Paz), con sede en Nueva York. Thalif Deen, “IRAQ-EEUU: El gran negocio de la guerra”, El Puente, encuentro de las culturas. Abril, 15 2003 [2] EVANGELIST BUSH ACTUALLY BELIEVES WHATEVER HE DOES IS THE WILL OF GOD. 3.11.03 www.bushwatch.com

Sangre Indìgena: el mito del Dìa de Acciòn de Gracias

Sangre indígena: El mito del Día de Acción de Gracias
Obrero Revolucionario #883, 24 de noviember 1996

Todos los niños aprenden en las escuelas de Estados Unidos que los peregrinos de la colonia de Plymouth invitaron a sus vecinos indígenas a celebrar su primera cosecha después de su primer año en Nueva Inglaterra, que fue un año muy difícil. Pero la verdad del día de Acción de Gracias es distinta: es una historia del genocidio de los pueblos indígenas y del robo de sus tierras por colonos europeos, y de la crueldad del capitalismo.

En el invierno de 1620 llegó a Norteamérica el barco inglés Mayflower con 102 exiliados puritanos. Los indígenas de esas partes ya habían sido exterminados por una expedición inglesa que llegó en 1614, dejó la viruela y se llevó 24 indígenas esclavos. La plaga barrió con las tribus de Nueva Inglaterra y devastó aldeas enteras.

Los puritanos construyeron una colonia llamada la “plantación de Plymouth” cerca de las ruinas de la aldea indígena llamada Pawtuxet y se alimentaron del maíz que encontraron en los campos abandonados. Con ellos vino el único pawtuxet sobreviviente, llamado Squanto, que había sido esclavo de los ingleses y españoles en Europa, hablaba el idioma de los colonos y los enseñó a sembrar maíz y a pescar para alimentarse antes de la primera cosecha. Squanto también los ayudó a negociar un tratado de paz con la tribu wampanoag, cuyo jefe era Massasoit.

Todos esos factores ayudaron mucho a esos colonos. La primera colonia, fundada en Virginia años atrás, no logró afincarse. Gracias a la buena voluntad de los wampanoag, los puritanos sobrevivieron el primer año y pactaron una alianza que les dio casi dos décadas de paz.

Para celebrar su buena suerte, el gobernador de la colonia, William Bradford, declaró tres días feriados para dar gracias por la primera cosecha en 1621.

Cómo se robaron la tierra los puritanos
La paz que permitió el día de Acción de Gracias de 1621 les dio a los puritanos 15 años de tranquilidad para afincarse en la costa. Hasta 1629 no había más de 300 puritanos en comunidades dispersas y aisladas de Nueva Inglaterra. Pero su éxito alentó una invasión de puritanos que construyeron pueblos en Massachusetts, al norte de Plymouth: Boston y Salem. Durante 10 años llegaron barcos repletos de colonos.

La gran cantidad de puritanos que llegó no era tan generosa como los wampanoag.

Apenas llegaron empezaron a hablar de “quién es dueño de esta tierra”. Tenían que resolver eso, no solo por sus tradiciones anglosajonas sino porque sus prácticas agrícolas se basaban en la propiedad del individuo, no de la comunidad ni de la tribu. Este debate sobre la propiedad de la tierra muestra que el “imperio de la ley” no quiere decir “proteger los derechos de las masas populares”.

Algunos puritanos decían que la tierra pertenecía a los indígenas, pero los excomunicaron y expulsaron. El gobernador Winthrop de Massachusetts declaró que los indígenas no habían “dominado” la tierra y que por tanto, todas las tierras no cultivadas deberían ser del “dominio público”, según el derecho tácito de Inglaterra. O sea, que le pertenecían al rey. En resumen, los colonos decidieron que para apropiarse de tierras no tenían que consultar con los indígenas sino solo con el representante de la corona, o sea, con el gobernador.

Los puritanos adoptaron un verso del salmo 2:8: “Pídeme, y te daré en herencia las naciones, en propiedad los confines de la tierra”. Desde ese entonces, los estados colonialistas europeos han declarado que lo hicieron por orden de dios: ya sean los bóers que se apoderaron de Sudáfrica o los sionistas que se robaron Palestina.

Los inmigrantes europeos se apoderaron de tierras y pusieron a los indígenas a trabajar como esclavos en ellas. Para 1637 ya había unos 2000 colonos ingleses y decidieron seguir avanzando hacia el interior y aniquilar a los indígenas.

El nacimiento del “estilo de combatir estadounidense”
En el valle Connecticut, la poderosa tribu pequot no había entrado en una alianza con los ingleses (como lo habían hecho las tribus narragansett, wampanoag y massachusetts). Al principio los pequot estaban lejos de los centros de colonización, pero en 1633 los ingleses se robaron las tierras donde hoy está la ciudad de Hartford (tierras que los pequot habían conquistado hacía poco de otra tribu). Ese mismo año, los pequot mataron a dos ingleses que fueron a capturar esclavos. Los colonos fueron a buscar a los responsables, pero los pequot no los entregaron.

Los sacerdotes puritanos citaron la Epístola a los Romanos 13:2: “De modo que, quien se opone a la autoridad, se rebela contra el orden divino, y los rebeldes se atraerán sobre sí mismos la condenación”. Los gobiernos coloniales reunieron una fuerza armada de 240 hombres bajo el mando de John Mason. A ellos se unieron mil guerreros narragansett. El historiador Francis Jennings escribe: “Mason propuso evitar un ataque a los guerreros pequot, que podría agobiar a sus tropas inexpertas y de poca confianza. La batalla, en sí, no era su propósito. La batalla es una de dos formas de destruir la capacidad de luchar de un enemigo. La masacre puede cumplir el mismo fin con menos riesgo, y Mason había resuelto que la masacre sería su objetivo”.

El ejército colonial rodeó una aldea fortificada de los pequot en el río Mystic. Al amanecer, cuando todos dormían, le prendió fuego.

William Bradford, gobernador de Plymouth, escribió: “A los que escaparon el fuego los pasaron a cuchillo, algunos descuartizados, otros atravesados con sus estoques, de manera que los despacharon rápidamente y muy pocos escaparon. Se concibe que así destruyeron a unos 400 en esa ocasión. Era un espectáculo espantoso verlos arder en el fuego¼el hedor y la peste eran horribles, pero la victoria parecía un dulce sacrificio, y le rezaron a Dios, que los había ayudado tan maravillosamente”.

El propio Mason escribió: “Se podría preguntar¼ ¿No deberían tener más clemencia y compasión los cristianos? Pero¼a veces las Escrituras declaran que las mujeres y los niños deben perecer con sus padres.¼ Teníamos suficiente luz de la palabra de Dios para guiar nuestras acciones”.

Unos 350 años más tarde, Ronald Reagan repitió la frase “una ciudad luminosa en la colina” muchas veces en sus discursos.

El descubrimiento de que
la esclavitud da ganancias
Lo que llaman la “guerra pequot” no fue una guerra: fue una matanza y una expedición para capturar esclavos. Los puritanos se llevaron más de 180 presos. Después de consultar la biblia de nuevo, las autoridades coloniales encontraron en Levítico 24:44 justificación para matar a la mayoría de los hombres pequot y vender como esclavos a las mujeres y los niños. Solo quedaron libres unos 500 pequot. En 1975, el número oficial de pequot que vivían en Connecticut era 21.

Los ingleses les dieron algunos presos de guerra a sus aliados narragansett y massachusetts. Ya antes de la llegada de los europeos, los habitantes de Norteamérica tomaban presos de guerra de otras tribus como rehenes y esclavos. El resto de los presos se los vendieron a las colonias agrícolas inglesas de las Antillas, donde los mataron de trabajo en una nueva forma de esclavitud al servicio del emergente mercado mundial capitalista. Con eso los mercaderes de Boston hicieron un descubrimiento muy importante: las ganancias de la venta de seres humanos pagaban los gastos de capturarlos.

Un relato dice que capturar indígenas para venderlos como esclavos se volvió una “obsesión de los especuladores”. Estos primeros mercaderes capitalistas de Massachusetts empezaron a hacer que el genocidio pagara. El tráfico de esclavo—sprimero indígenas y después africanos en poco tiempo fue un pilar del capitalismo mercantil de Nueva Inglaterra.

Acción de Gracias en la colonia de Manhattan
En 1641 el gobernador de la colonia holandesa de Manhattan, de apellido Kieft, ofreció la primera “recompensa por un cuero cabelludo”: su gobierno pagaría dinero por matar indígenas. Un par de años después, Kieft ordenó la masacre de los wappinger, una tribu amiga: mataron a 80 y patearon las cabezas como pelotas por las calles de Manhattan. A uno lo castraron, lo despellejaron vivo y lo hicieron comer su propia carne entre risas del gobernador. Después Kieft contrató a un conocido mercenario de nombre Underhill, que participó en la guerra pequot, para cometer una masacre similar cerca de Stamford, Connecticut. Los soldados de Underhill le prendieron candela al pueblo y pasaron a cuchillo a 500 indígenas.

Se declaró un día de Acción de Gracias en las iglesias de Manhattan. Como veremos, los colonos proclamaron más días de Acción de Gracias para celebrar masacres que para celebrar una buena cosecha o en señal de amistad.

La conquista de Nueva Inglaterra
Para la década de 1670 había de 30.000 a 40.000 europeos en las Colonias Unidas de Nueva Inglaterra; de 6000 a 8000 podían portar armas. Como ya habían destruido a los pequot, los colonos de Massachusetts y Plymouth siguieron con los wampanoag, la tribu que los salvó en 1620 y que probablemente asistió al primer día de Acción de Gracias.

En 1675 unos wampanoag mataron a un miembro de su tribu convertido al cristianismo que estaba espiando para los puritanos. Las autoridades de Plymouth arrestaron y ejecutaron a tres wampanoag sin consultar al jefe tribal, el rey Philip. Como dice Mao Tsetung: “Donde hay opresión hay resistencia”. Los wampanoag declararon la guerra.

Los wampanoag aplicaron ciertas lecciones militares que habían aprendido: libraron una guerra de guerrillas contra poblados aislados y dieron de baja a muchos soldados puritanos. Los colonos atacaron y masacraron las principales poblaciones indígenas.

Los indígenas mataron a 600 europeos (casi una décima parte de los hombres adultos de las colonias de Nueva Inglaterra) y arrasaron 13 poblados. Pero los colonos ganaron.

Para celebrar la victoria, los colonos lanzaron una guerra total de genocidio contra los indígenas que quedaban. El gobierno de Massachusetts ofreció 20 chelines por cada cuero cabelludo indígena y 40 chelines por cada preso que se pudiera vender como esclavo. Le permitió a los soldados capturar mujeres y menores de 13 años para venderlos como esclavos. A los indígenas que se habían convertido al cristianismo y que lucharon a su lado los acusaron de disparar a la copa de los árboles durante las batallas con los “hostiles” y los mataron o vendieron. A otros indígenas “pacíficos” de Dartmouth y Dover los invitaron a negociar o a buscar refugio en las factorías¼y de ahí los llevaron a los barcos de esclavos.

No se sabe cuántos indígenas vendieron como esclavos, pero en esa campaña salieron 500 esclavos del puerto de Plymouth. De los 12.000 indígenas de las tribus vecinas, probablemente la mitad murió en combates, masacres y de hambre.

Después de la guerra del rey Philip prácticamente no quedaron indígenas libres en las colonias inglesas del norte. Un colono escribió lo siguiente sobre la colonia de Manhattan: “Ahora apenas quedan unos pocos indios en la isla y esos pocos no son dañinos. Es de admirarse cómo, curiosamente, han desaparecido por obra de Dios desde que los ingleses llegaron a estas tierras”.

En Massachusetts, los colonos declararon un “día público de Acción de Gracias” en 1676 pues “ya casi no queda un nombre ni una familia de ellos [los indígenas] y todos han sido muertos o capturados o han huido”.

Cincuenta y cinco años después del primer día de Acción de Gracias, los puritanos habían destruido a los generosos wampanoag y todas las otras tribus vecinas. Al rey Philip de los wampanoag lo decapitaron y colgaron su cabeza en un poste en Plymouth: 24 años después ahí seguía su cráneo.

Los descendientes de esos amerindios hoy se encuentran dondequiera que los mercaderes puritanos encontraron compradores de esclavos: las Antillas, las Azores, Argelia, España e Inglaterra. Al nieto de Massasoit, el protector de los peregrinos cuando llegaron, lo vendieron como esclavos en Bermuda.

Fugitivos y rebeldes
A pesar de la destrucción de la vida tribal y de la esclavitud de los sobrevivientes, los colonos no tuvieron paz. La resistencia de los indígenas continuó de mil maneras. Sus opresores vivían con el terror de una revuelta y trataron de aplastar la resistencia. El historiador MacLeod escribe: “Las primeras `reservas’ las crearon para los `indómitos’ irlandeses de Ulster en 1609. Y el primer agente de reservas en América, Gookin de Massachusetts, como muchos otros inmigrantes americanos había sido soldado en Irlanda durante el gobierno de Cromwell”.

Los indígenas esclavos no trabajaban bien y se escapaban. Para evitar que escaparan, el gobierno de Massachusetts los marcaba con un hierro y les tatuaba la frente y las mejillas.

En 1695, una ley de Massachusetts autorizó matar indígenas: “Cualquier persona, sea inglés o indio, que encuentre indios viajando o escondiéndose en cualquier pueblo o camino (dentro de límites especificados) puede ordenarles que se acerquen y examinarlos o matarlos como pueda”.

Los colonos del norte tuvieron que sacar ley tras ley para controlar la situación. Una ley de Albany les prohibía a los esclavos africanos o indígenas conducir una carreta por la ciudad; les prohibieron salir de noche; les prohibieron reunirse. En Block Island, les daban 10 latigazos si los encontraban en la calle después de las 9 de la noche. En 1692 el gobierno de Massachusetts prohibió los matrimonios entre blancos y africanos, indígenas o mulatos y en 1706 trató de parar la importación de esclavos indígenas de otras colonias porque temía una revuelta de esclavos.

¿Celebrar?
Viendo la historia, hay que preguntarse: ¿Por qué celebrar el establecimiento de los puritanos? Es un hecho que los amerindios de esos tiempos no tenían ninguna razón para celebrarlo.

Un hecho poco conocido: a Squanto, el “héroe” de los relatos tradicionales del primer día de Acción de Gracias, lo ejecutaron los indígenas por su traición.

El gobierno de Estados Unidos organizó celebraciones de ese primer día de Acción de Gracias porque le convenía; por eso inventaron esa fiesta. La primera celebración nacional la ordenó George Washington. Luego Abraham Lincoln decretó que sería un día feriado durante la guerra de Secesión (cuando mandó el ejército a atacar a los sioux de Minnesota).

Washington y Lincoln fueron dos presidentes dedicados a forjar un estado nacional burgués unificado y el mito del día de Acción de Gracias cuadraba con esos planes. Celebra la “abundancia de la vida americana” y tapa la naturaleza brutal de la sociedad que la fundó.

Los puritanos del Mayflower: «Una ciudad sobre una colina.»

Los puritanos del Mayflower: “Una ciudad sobre una colina”
Obrero Revolucionario #883, 24 de noviembre, 1996
?De dónde vinieron las colonias de los puritanos de Plymouth y Massachusetts y qué representaron?

El gobernador Winthrop, uno de los fundadores de la colonia de Massachusetts, dijo: “Seremos una ciudad sobre una colina, el mundo entero se fijará en nosotros”. Los puritanos del Mayflower fueron expulsados de Inglaterra por subversivos y para ellos esta colonia religiosa iba a ser un modelo del orden social y político que pensaban que debería adoptar toda Europa.

El movimiento puritano era parte de una rebelión que recorría toda la sociedad inglesa contra el dominio feudal de los ricos terratenientes. Unas pocas décadas después de la fundación de Plymouth, la rebelión de los puritanos triunfó en Inglaterra, mató al rey, ganó la guerra civil y formó una república que duró poco tiempo pero conquistó por la fuerza al pueblo de Irlanda para extender su mercado nacional.

La famosa intolerancia puritana era parte de un fuerte desafío a la decadencia y al derroche de los terratenientes ingleses. Los puritanos querían el poder del Estado para erradicar las viejas costumbres dominantes.

Las nuevas ideas de los puritanos se ajustaban bien a las necesidades de la acumulación capitalista mercantil. La disciplina absoluta, el ahorro y la humildad que los puritanos demandaban de cada uno correspondían a una nueva y naciente forma de propiedad y producción capitalista. Su tal “ética protestante” fue la primera forma de la ética capitalista. Desde el comienzo las colonias puritanas se propusieron crecer por medio del comercio capitalista: canjeaban pescado y pieles con Inglaterra, y ollas, cuchillos, hachas, alcohol y otras mercancías inglesas con los indígenas.

En el gobierno de las colonias puritanas solo podían participar los hombres; las mujeres, los indígenas, los esclavos, los sirvientes y los menores no tenían voz. Los libros escolares de los puritanos enseñaban que la antigua regla de “honrar a padre y madre” debía ser interpretada como: “Honrar a todos nuestros superiores, ya sea en la familia, la escuela, la iglesia o la comunidad”. Y la verdad es que a las colonias fundamentalmente las controlaban los comerciantes más poderosos.

Los padres de familia puritanos pensaban que eran los escogidos de un dios infinito y que por lo tanto todo lo que hacían era justificado. Eran calvinistas que creían que la gran mayoría de la humanidad estaba predestinada a la condenación y debía seguir sus preceptos. Lucharon firmemente por su derecho capitalista a acumular y prosperar, y oprimieron a los irlandeses, escoceses y norteamericanos en cuanto impusieron su nuevo orden burgués. A los que rechazaban las reglas religiosas de las colonias los expulsaban “a la selva”.

La colonia de Massachusetts (al norte de Plymouth) fue fundada por unos accionistas puritanos que tomaron control de una compañía mercantil inglesa. El rey le había otorgado a esa compañía el derecho a decidir sus asuntos internos y en 1629 los accionistas votaron a favor de trasladar la compañía a Norteamérica: ?la colonia era, literalmente, una compañía de accionistas con gobierno propio!

En las escuelas de Estados Unidos se enseña que el Mayflower trajo las semillas de la “democracia moderna” y el “imperio de la ley”. Pero si estudiamos la historia de los puritanos veremos que esa tal “democracia moderna” fue (y sigue siendo) una democracia capitalista que se basa en toda forma de opresión y que beneficia a los capitalistas.

En resumen, el movimiento puritano fue un desafío revolucionario burgués al viejo orden feudal de Inglaterra. Fue el alma de la acumulación capitalista primitiva. Y cuando llegó a las costas de Norteamérica se vio inmediatamente lo cruel y opresora que es esa alma capitalista.

El poder de las multinacionales

El poder de las multinacionales
Arturo Van den Eynde
La Opinión Pública

Las 200 empresas multinacionales más poderosas dictan la política mundial y el comportamiento de gobiernos y ejércitos. Son el verdadero poder que mueve los hilos del planeta.

Después de algunos titubeos, la palabra globalización se ha impuesto, diríase que definitivamente, para designar los cambios económicos producidos en las dos últimas décadas del siglo XX, y los cambios políticos, sociales y culturales relacionados. Puede que la impresionante manifestación de Seattle contra la reunión de la Organización Mundial del Comercio haya sido el momento simbólico de una toma de conciencia colectiva e internacional.

Antes de la que ha dado en llamarse “primera movilización del siglo XXI”, hubo otras acciones que se describieron como protestas o revueltas contra la globalización, pero lo eran en un sentido objetivo, por así decir, independiente de la intención explícita de los protagonistas. En cambio, en Seattle había ya conciencia de resistir y protestar contra la globalización capitalista, y conciencia del ámbito realmente global de la protesta.

Polémicas

Podemos considerar casi zanjada la polémica que se venía desarrollando en los medios de izquierda acerca de la realidad o no de una globalización entendida como una etapa especial, como un salto, en la evolución económica del sistema dominante, que se habría producido más o menos en el último cuarto del siglo que acaba y vendría a definir los datos de partida del nuevo siglo, del que comienza. En la polémica de los años noventa, algunos autores vinculaban las posiciones de izquierda a la negación de la globalización: “un mito” según algunos, “nada más que imperialismo” según otros. El último libro de Marta Harnecker todavía rinde cuentas de esta polémica, y cita a Hirst y Thompson como los más voluntariosos defensores de esta negación, y muy merecidamente a François Chesnais como el especialista que más ha hecho para que la realidad de la globalización fuese aceptada y considerada desde una óptica marxista.

La verdad de esa larga polémica es que quienes, desde la izquierda, se obstinaban en negar la realidad de un salto en la interpenetración mundial del capitalismo, en el proceso histórico de formación de un mercado mundial o en la división internacional del trabajo, lo que realmente lograban demostrar eran las limitaciones y las contradicciones del salto dado. Ciertamente, la globalización del sistema capitalista no es la creación de un ámbito económico mundial barrido por corrientes niveladoras, integradoras y enriquecedoras, como pretenden los entusiastas del mercado. De un lado tiene limitaciones insalvables, por ejemplo, el porcentaje de la producción mundial destinado a la exportación, aún hoy, ronda tan sólo el 15%(3). De otro lado, presenta desigualdades crecientes, pues el comercio mundial (en más de un 50%) y la inversión de capital en el extranjero (en más de un 75%) se concentran en tres únicos polos: EEUU, Japón y la UE. Y excluye áreas enormes del planeta, en África por ejemplo, marginándolas de los flujos de mercancías y de capitales. Negando los mitos de la globalización, este sector de la izquierda cayó en pensar que la propia globalización era un mito. Queriendo destacar las limitaciones y contradicciones del hecho, vino a decir que el hecho no existía. Hoy las cosas están más en su punto: la globalización es una realidad económica, un verdadero salto en la concentración mundial del capital, pero un hecho contradictorio, atravesado por fuertes corrientes desniveladoras, desintegradoras y excluyentes de países y de seres humanos.

Hasta hace poco la izquierda mantenía viva otra polémica. La globalización económica, para algunos, vendría a ser un resultado perverso de las políticas neoliberales de ciertos gobiernos de la derecha. Y apenas nada más. Quizá James Petras fuese el más conocido defensor de este punto de vista. La conexión compleja entre los hechos económicos, sociales y políticos, los cambios tecnológicos, los efectos de la concurrencia capitalista sobre la concentración de los capitales, el agotamiento de otras vías de desarrollo del capitalismo, etc., se dejaba entonces en la sombra. Pero ahora asistimos a una conciencia mayor en los movimientos sociales y partidos de la izquierda, del carácter “global” de la propia globalización, en el sentido de que se trata de un proceso con dimensiones políticas, pero también técnicas, económicas, sociales y culturales; en definitiva, de un giro histórico notable del capitalismo. Si admitimos que la cumbre internacional convocada desde Chiapas fue, antes de Seattle, la convocatoria más significativa de los tiempos que corren, cabe recordar su lema: Por la humanidad contra el neoliberalismo.

Poner la atención en las políticas neoliberales, con preferencia a la globalización, era característico de toda la izquierda de los años noventa. En Seattle, en cambio, la protesta contra las nuevas propuestas “liberalizadoras” de la Organización Mundial del Comercio ya se llamó protesta contra la globalización.

Es un progreso. A través de las polémicas, la izquierda está admitiendo que la globalización designa un giro económico notable en el desarrollo del sistema capitalista y está ya investigando sus características, sus efectos de todo orden y buscando las mejores estrategias a seguir.

Empresas mayores que Estados

Además, las primeras definiciones de la globalización eran todavía muy abstractas. Manejaban conceptos demasiado amplios de manera muy poco precisa: “subordinación de la política a la economía”, “funcionamiento del capital como unidad mundial en tiempo real”, “capitalismo especulativo”, o la que hizo mayor fortuna: “dictadura de los mercados”. En los últimos tiempos se suele identificar con otra idea: “la economía Internet” o “nueva economía”. Cada una de estas definiciones pone el acento en una particularidad real de la globalización, y ofrece un punto de partida para su investigación en profundidad. Pero poco a poco, todas estas líneas de investigación han ido confluyendo en torno a un hecho primordial, el más fundamental de esta etapa económica: el dominio abrumador de un reducido número de empresas transnacionales de dimensiones gigantescas, mayores que Estados, sobre la producción, el comercio y las finanzas mundiales.

La concentración del capital mundial en estos grupos o Compañías, en una proporción aplastante, que implica modificaciones de todo tipo, en la economía, en la sociedad, en la vida política, en la cultura, etc., es seguramente el aspecto más definitorio de la globalización. Se trata de algo muy concreto. Aproximadamente un tercio de todo el comercio mundial se realiza dentro de las 37.000 “multinacionales” censadas en 1994, entre sus casas matrices y sus filiales, y otro tercio entre unas y otras, en definitiva dentro del sector multinacional.

Pero incluso estas cifras son pobres para retratar la realidad de la globalización. Hay que quedarse con las 200 mayores empresas, por ejemplo, para lograr una imagen realista del sistema económico que gobierna la vida material de los seis mil millones de seres humanos que habitamos este planeta. Clairmont y Cavanagh tienen el mérito de haber señalado a los verdaderos amos del mundo, al revelar el poder real, concreto, físico, de los 200 mayores grupos transnacionales. La cifra de negocio anual de estos gigantes es nada menos que la cuarta parte (26,3%) de la producción mundial, crece a un ritmo doble de lo que crece el Producto Interior Bruto de los 29 países industrializados que integran la OCDE, y supera ya a la producción total sumada de los otros 182 países que no forman parte de la OCDE, pero donde vive la inmensa mayoría de la humanidad.

Aquí no estamos ya en el terreno de los conceptos, sino en el de las fuerzas físicas, con sus nombres y apellidos y sus modos de actuar, confrontados a la realidad de un poder que se eleva sobre todos los demás poderes humanos de una manera muy clara y agresiva. Por eso no es un slogan izquierdista ni una frase de efecto decir que la globalización es la dictadura económica mundial de 200 multinacionales, más o menos. Y poco a poco, entre las fuerzas sociales y políticas que resisten a los efectos de la globalización y se preguntan sobre las alternativas, se está llegando precisamente a esta conclusión.

Nombres y apellidos

La lista de estos 200 gigantes está en perpetuo movimiento, precisamente porque las fusiones y absorciones entre ellas, y entre las mayores de ellas, constituyen uno de los medios principales de mantenerse en la cumbre de esta pirámide del poder económico. Pero, para dar nombres, enumeremos, por ejemplo, a algunas de las mayores empresas transnacionales de carácter no financiero: Shell, General Motors, Ford, Exxon, IBM, Exxon, AT&T, Mitsubishi, Mitsui, Merck, Toyota, Philip Morris, General Electric, Unilever, Fiat, British Petroleum, Mobil, Nestlé, Philips, Intel, DuPont, Standard, Bayer, Alcatel Alston, Volkswagen, Matsushita, Basf, Siemens, Sony, Brown Bovery, Bat, Elf, Coca-Cola… entre las clásicas; Microsoft, Cisco, Oracle, entre las nuevas. Entre los bancos: IBJ/DKB/Fuji, el Deutsche, BNP/Paribas, UBS, Citigroup, Bank of America, Tokio/Mitsubishi…

¿Dimensiones de estos gigantes? Si nos atenemos a sus ventas, las de General Motors han superado la producción nacional de Dinamarca y de cerca de otros doscientos países. Si nos fijamos en su valor bursátil, sólo había en marzo de este año, en todo el mundo, diez Estados cuya producción nacional superase en valor al de las acciones de la empresa de sistemas de Internet Cisco Systems. Si hablamos de beneficios, los que repartió entre sus accionistas la General Electric en 1997 superaban la producción anual compartida por los 40 millones de habitantes del Congo-Zaire. Si hablamos de empleados, los de la General Motors superan a las fuerzas armadas de muchos Estados del mundo.

Pero detrás de los nombres de las empresas que dominan el mundo están los nombres y apellidos de sus propietarios. Y llegados a este punto, la globalización nos enfrenta con una oligarquía mundial de una riqueza y de un poder tan concentrados como no se vieron en ninguna otra etapa histórica de la humanidad. Casi nada queda de la vieja aristocracia de siglos atrás, si no tuvo la precaución de participar de las grandes empresas capitalistas, cosa que sí han hecho las familias reales de Gran Bretaña y Holanda, o algunas dinastías árabes. Estas dinastías supieron transformar sus viejos privilegios de sangre en acciones contantes y sonantes. Pero ahora el sistema capitalista creó a lo largo del siglo XX nuevas dinastías, mucho más poderosas que las de siglos atrás. Sus apellidos ya no nos remiten a unas tierras, sino a un automóvil, un chocolate, una nevera o una cerveza. Entre los más ricos de los ricos, muchos nombres de familia están en los escaparates del capitalismo: Guinness, Ford, Philip, Merck, Ferrero, Henkel, Peugeot, Bosch, Dassault, Michelin, Heineken o Barilla… Son sus mayores accionistas. Y hay otros apellidos no menos, sino más conocidos que los nombres de sus empresas, como el del ser humano supuestamente más rico del mundo, al menos hasta este mes de abril: Billy Gates (Microsoft), o el famosísimo especulador Georges Soros, o Larry Ellison, de Oracle, que según dicen ha destronado a Gates. En fin, junto a estos novísimos ricos hay familias industriales y financieras muy antiguas, casi con solera: las de los Agnelli, amos de la Fiat, los Quandt (40% de BMW), los Rothschild, los Rockefeller de la Stardard Oil, en España los Botín del BSCH. Cuando se cita ese dato espeluznante de que 225 de entre estos multimillonarios poseen fortunas personales superiores a los ingresos anuales de 2.500 millones de personas, las más pobres del planeta, hablamos de su injusta e insultante riqueza. Pero cuando los relacionamos con la propiedad de esas 200 empresas que concentran una desproporcionada parte del capital mundial, entones hablamos ya de su poder, no sólo de su riqueza. Más escandalosa que su riqueza es el hecho de que, para mantenerla y acrecentarla, dirigen en provecho privado una parte tan notable de la fuerza productiva de la humanidad, que convierte al resto de las personas en súbditos suyos, y como tales, explotados, expoliados o empobrecidos.

Mercado y monopolios

Explicar la globalización como un triunfo del mercado no deja de ser una ironía. Estamos hablando de empresas cuyo dominio sobre el mercado presenta muy pocas fisuras. A través de una escalada de macrofusiones, va quedando en cada sector económico un número tan reducido de empresas que, por acuerdo mutuo, están en condiciones de determinar para bastante tiempo, no sólo los precios de venta, sino incluso los precios de compra. Imponen a las empresas menores que les suministran materias primas y auxiliares, componentes y productos semiacabados, precios de compra imposibles. Se habla de “triunfo del mercado” en un sentido propagandístico, cuando los gobiernos desmantelan los viejos monopolios nacionales y liberalizan el sector. Pero la consecuencia es la ocupación del sector, a una escala continental o mundial, por media docena de compañías multinacionales que dejan muy poca libertad al mercado. Con ocasión de la reciente fusión entre Volvo y Renault, se hizo patente que entre sólo tres grupos transnacionales copaban el 65% de todo el mercado mundial de camiones. Y entre cinco cubren casi el 60% del de automóviles. Las 10 primeras empresas de comunicaciones controlan el 86% del mercado…

Pero la conciencia de que la globalización no es tanto libertad de mercado como concentración monopolista de alcance mundial está sobre todo vinculada al proceso que las autoridades norteamericanas de vigilancia de la competencia emprendieron contra Billy Gates y su empresa Microsoft. La política de Billy Gates, que encarna como nadie al capitalismo actual, es un ejemplo de utilización de una elevadísima cuota de mercado (en este caso en Software) para imponer otro producto suyo (Explorer) contra los de la competencia. Este poder puede servir para innovar (en teoría), lo mismo que para controlar y suprimir, si cabe, la investigación. Precisamente la creciente importancia de la conexión informática entre empresas y particulares se ha convertido en un terreno especialmente propicio para prácticas monopolistas. La red que, en principio parecía un nuevo espacio de libertad, es objeto hoy de la especulación de las mayores empresas del mundo, en casi todos los sectores. Aspiran a convertirla en una red cautiva desde la cual imponer la circulación de sus productos y excluir los de la competencia.

Especulación y producción

Los primeros análisis de la globalización comenzaban por destacar, sobre todo, la amplitud y la violencia de los movimientos especulativos del capital, a lo ancho del mundo, y las dimensiones del capital de especulación, que apenas entraba en la inversión productiva. La importancia del fenómeno era tal que algunos vieron la globalización como un capitalismo donde el beneficio especulativo dirigiría la producción. Se ponía tanto énfasis en este aspecto parcial de la realidad, que a veces se ocultaba la otra cara de la moneda: que este parásito insaciable que es el capital especulativo, no puede alimentarse de meros títulos (acciones, bonos, etc.) sino que devora materia viva. Por grande que sea la especulación, no vive del aire, sino que consume la parte de la producción que queda como beneficio de las empresas. El capital ocioso sólo puede reventar como un globo vacío o vivir alimentándose de las ganancias del capital productivo (del que es un parásito).

Poco a poco ha ido quedando también más claro que los agentes principales de la especulación son las mismas empresas multinacionales, financieras o no. La inversión meramente especulativa es una parte complementaria de la actividad económica principal de casi todas estas 200 empresas, financieras, industriales, o comerciales, hacia la que canalizan su capital “sobrante” (que no pueden invertir con los mismos márgenes de ganancia en su actividad principal) o inmovilizado, como ocurre con los fondos de pensiones. Como la mayor parte de los movimientos especulativos son anticipaciones de decisiones de política industrial o comercial, los grupos transnacionales se parecen a aquellos que en las apuestas sobre carreras y combates son a la vez apostadores y competidores, por lo que ganan casi siempre. Las compras o ventas de títulos, divisas, bonos, etc., por parte de los especuladores ligados a las grandes transnacionales anticipan las fusiones, ampliaciones o crisis de sus propias empresas, sea para ampliar las ganancias, sea para compensar las pérdidas.

En los últimos años se ha hablado sobre todo de estos fondos privados de pensiones. Los fondos de pensiones están formados por una parte del salario aplazado del trabajador, que la empresa negocia en la esfera financiera, antes de retornarlo a sus asalariados (si no hay quiebra) como pensión de jubilación. Parece que las dimensiones de estos fondos superan ya las de los bancos. Los de las tres grandes del automóvil norteamericano (Ford, General Motors y Chrysler) en 1995 doblaban de sobra “las reservas del Estado japonés, que es el Estado que tiene más reservas en el mundo”.

Más recientemente destacan los intentos de las grandes empresas de pagar a sus empleados en acciones a largo plazo (Telefónica), convirtiendo así una parte del salario en capital de especulación, animando la tendencia observable en Estados Unidos a convertir el ahorro popular en capital de especulación, incluso de especulación de alto riesgo.

Colonización y destrucción de recursos

Las multinacionales tienen patria: la de sus propietarios mayoritarios. De eso no debe caber la menor duda. Las 200 mayores tienen sus sedes bien establecidas en tan sólo 17 países de los 211 Estados independientes que cuenta la tierra. Pero 176 de ellas, según Clairmont, están radicadas en sólo 6 potencias financieras. Bastante más de una tercera parte (74) son norteamericanas. Para que no quede duda de que se trata de lo más parecido a un club de 200 bandidos, la única multinacional española contada entre ellas es Telefónica, es decir una empresa cuyos beneficios están asociados, según los sindicatos, a la sobreexplotación del trabajo precario; según los consumidores, al monopolismo y al fraude; según los países latinoamericanos donde se ha instalado, al colonialismo; una empresa en cuya dirección reina, según los partidos de izquierda, el nepotismo político y la corrupción.

Después de Estados Unidos, el Estado donde están radicadas más multinacionales es Japón, con 152 de las 500 mayores no estadounidenses; hay 75 inglesas, 47 francesas, 42 alemanas, 22 canadienses, y 15 italianas, por lo que el Grupo de los Siete (el G-7) viene a representar al 80% de las multinacionales. Fuera de este grupo, apenas Suiza, Corea, Suecia, Australia, y Holanda pasan de la docena.

El caso es que la nacionalidad de las 200 multinacionales traza un mapa del reparto del poder en el mundo entre los Estados, con más precisión que cualquier otra circunstancia económica (demografía, crecimiento de la producción, recursos naturales, nivel cultural…).

Todos sabemos el peso de la tecnología en la eficiencia productiva. Imaginemos que un Estado quiere competir en este terreno, dedicando medios humanos y financieros a la investigación. ¿Pero acaso un Estado, como fuerza económica, puede medir sus recursos con los de uno de estos gigantes del capital privado, capaz de monopolizar la investigación científica en varios países? Hoy los países industrializados acaparan el 97% de las patentes, monopolizando el progreso.

Como consecuencia, la desigualdad entre países ricos y pobres no puede verse como un punto de partida. Debe considerarse como un efecto constante y creciente del sistema económico mundial. Si en 1960, el 20% más rico de la humanidad disponía de una riqueza 30 veces mayor que el 20% más pobre, hoy la proporción es de 74 veces.

El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, teóricamente creados para facilitar el crédito a los países necesitados para su desarrollo o en crisis y emergencias, se convierten en instituciones que indirectamente potencian el dominio de las grandes multinacionales. Naciones que son por recursos naturales y humanos verdaderas potencias, como Brasil, México o Pakistán, permanecen sometidas a través del crédito (la Deuda externa). El crédito se renueva sobre la base de condiciones cada vez más duras y precisas, pero siempre favorables a la implantación de las multinacionales de los países acreedores en los países deudores. Y la ayuda al desarrollo, nada generosa, se utiliza con los mismos fines. De este modo, las líneas aéreas, telefónicas, eléctricas, férreas, y hasta la tierra, los bosques y los ríos de los países más poblados del mundo van pasando a manos de las compañías transnacionales, acentuando su dependencia económica y sus dificultades para abordar un desarrollo autónomo y sostenido.

Las movilizaciones del pueblo mapuche contra la presa de Biobío, de los bolivianos de Cochabamba contra las tarifas del agua, han sacado a la luz el poder que las multinacionales (en estos casos españolas: la FECSA-Enher en Chile, y la Abengoa en Bolivia) han llegado a adquirir en estos países y en muchos otros, y de la manera destructiva en que lo utilizan. En los gravísimos conflictos por la tierra que vive Latinoamérica desde México hasta el sur de Chile, en la resistencia a la deforestación de sus selvas, en las luchas en torno a los precios del café o de otros productos agrícolas, lo que subyace es la penetración de capital transnacional interesado en el control de las materias primas del planeta. Como poderes extranjeros arrasan la cultura y la naturaleza que encuentran a su paso, con más violencia que los conquistadores de hace cinco siglos. El peso adquirido por las multinacionales bien podría llamarse recolonización. Las cadenas del viejo colonialismo militar, tras un paréntesis de independencia, reaparecen en la etapa de la globalización como cadenas financieras y económicas, pero no por ello menos pesadas.

Deslocalización, paro y precariedad

El efecto social que nos es más próximo es el crecimiento del paro y la precariedad, cuyo salto en las últimas décadas debe considerarse el reverso de la concentración del capital internacional que llamamos globalización.

La globalización no extiende la producción, la concentra. Incluso los momentos de auge económico de las últimas tres décadas presentan índices de crecimiento de la producción inferiores a los de las dos décadas anteriores. Al concentrarse la producción, aumenta la productividad del trabajo, pero al precio de expulsar mano de obra en proporciones siempre mayores hacia empleos menos cualificados y peor pagados, precarios o sencillamente al paro. Las reformas laborales que han ido recortando los derechos adquiridos de los trabajadores a fuerza de luchas sindicales y políticas, han sido hechas para adaptar la legislación a las condiciones que querían imponer las mayores empresas.

Desde los primeros años ochenta, todavía antes de que se produjesen los cambios de legislación laboral más importantes en Europa, se hizo notar una característica del capital transnacional: su deslocalización, su facilidad, no absoluta por supuesto, pero sí real, de desplazar sus inversiones productivas de un país a otro, de una ciudad a otra, a la busca de las llamadas “ventajas comparativas”. Y entre ellas, una legislación laboral ventajosa para la empresa era y es una de las más importantes. Así, desde la década de los ochenta comenzó una sorda pugna entre los Estados y las ciudades para atraer la inversión de las mayores de estas empresas, lo que contribuyó no poco a recortar los derechos obreros. En los EEUU, donde llegó más lejos esta tendencia, los sindicatos practicaron una política suicida llamada de “concesiones”, por la que competían entre ellos, los de una ciudad contra los de otra, ofreciendo a las empresas acuerdos ventajosos para retenerlas o para conseguir sus inversiones, con un coste elevado para los asalariados.

Y si esto hacían algunos sindicatos, no puede chocarnos que los parlamentos, unos tras otros, fuesen adaptando el mercado laboral a las pautas que reclamaban las empresas multinacionales con tal de mover fácilmente sus inversiones: del coste humano ya se ocuparían los subsidios de desempleo…

Hoy, por desgracia, nuestros sindicalistas están acostumbrados a oír las amenazas fundadas, o incluso los faroles de su empresa transnacional: “si no os parece bien, llevaremos la producción a tal o cual país”.

Política y economía

La idea de que la globalización sustituye la economía por la política podría muy bien ceder su sitio a otra idea más precisa: el poder político de la inmensa mayoría de los Estados hoy existentes nada o casi nada puede frente a empresas de dimensiones superiores a los Estados.

Al menos, mientras esos gobiernos y esas empresas se muevan en un mismo terreno, el de la economía capitalista mundial. ¿Y qué gobiernos se sienten en condiciones de moverse fuera de la esfera del mercado mundial capitalista? En todo caso, no los que hoy conocemos.

Todos los gobiernos que hoy existen tratan de establecer convenios con las empresas multinacionales, en una relación de fuerzas muy desequilibrada a favor de las últimas. La política fiscal, el precio de los terrenos, la calidad y la programación de las infraestructuras, la legislación laboral, la docilidad de los sindicatos, la venalidad de los políticos y de la justicia, y otros muchos factores entran en juego cuando la Volkswagen, por ejemplo, trata con el gobierno de Madrid y el de Praga para decidir sus inversiones. Antes se decía: “lo que es bueno para la General Motors es bueno para los Estados Unidos”. Pero esta asociación entre el interés de las grandes empresas y el interés nacional sólo tiene sentido en seis o siete países en todo el mundo. En los demás, el interés de la multinacional extranjera pesa más en la balanza que el llamado interés nacional. En estos momentos, Gran Bretaña vive una crisis laboral por la decisión de la BMW de abandonar la Rover, que cuenta con 18.000 obreros y de la que dependen hasta 50.000 empleados en la industria auxiliar. La empresa alemana había exigido al gobierno de Tony Blair que entrase en el euro, y al no conseguirlo, optó por vender su filial inglesa a una compañía gestora. La operación implica despidos por encima de los 5.000. Pero uno de los posibles compradores finales, Ford, también planea cerrar una factoría inglesa (y más de 3.000 despidos). Para colmo, Honda anunció por las mismas fechas recortes de su producción en Inglaterra de hasta el 50%. En una de las grandes potencias industriales, decisiones de política económica nacional al más alto nivel, como lo es la adhesión o no a la unidad monetaria europea, se discuten entre un gobierno a la defensiva y unas pocas empresas multinacionales extranjeras prepotentes. El empleo y el salario para decenas de miles de hogares ingleses están en juego. Casos como éste, se dan todos los días, y no sólo en los países pobres ni medianos.

Las decisiones políticas de Estados más débiles son todavía más manejables. En 1989 la Siemens AG destinó una pequeña partida de sus superbeneficios (una propina de 369 millones de pesetas) a uno de los patrones de Filesa para que el gobierno de Felipe González adaptase los planes del tren de alta velocidad español (AVE) a los intereses de la empresa alemana. Esta práctica es de lo más corriente. Lo raro es que un tribunal llegue a sacarla a la luz. Lo imposible es que ninguna justicia basada en el derecho de propiedad privada llegue a impedir que la voluntad de los gobiernos, partidos y parlamentos se acabe rindiendo ante propinas tan generosas. Ni siquiera el poder político del más fuerte de los Estados hace temblar a quienes se saben verdaderos amos del mundo, en cuanto a poder económico. De cara a la galería, la condena de Microsoft por monopolismo puede pasar por ejemplo de supremacía del poder político sobre el económico. Pero resortes muy poderosos actúan detrás del escenario judicial. La empresa de Billy Gates recientemente formó un lobby en Washington con la misión de comprar la voluntad de políticos influyentes de los dos partidos. Una empresa cuyo valor en bolsa ha perdido sumas comparables al valor de la producción nacional anual española, ¿acaso no puede destinar fondos capaces de garantizar que la administración presidencial norteamericana que surja de las próximas elecciones sea más propicia a los intereses de Microsoft? Por supuesto que puede hacerlo, y que así se financian las campañas. Mientras la política se mueva dentro de las reglas de juego del sistema capitalista (propiedad privada, beneficio, mercado), la supeditación creciente de la política de los Estados al interés económico de las empresas es una consecuencia de la concentración del capital mundial en 200 o poco más de ellas.

Guerras

Como algunas de las mayores compañías de prensa, radio y televisión pertenecen a este selecto club de las multinacionales, y como los restantes medios de difusión dependen de las otras grandes empresas, no podemos esperar que nos informen de los intereses más sórdidos que están en juego en las guerras. Una parte de los aspectos políticos e incluso ideológicos implicados en las guerras de nuestros días aparecen en los medios de comunicación, aunque evidentemente deformados, cuando no falsificados. Pero la censura es mayor, sin ningún género de dudas, en lo que toca a los móviles económicos de las guerras y la implicación de las empresas.

Y sin embargo, la guerra, que la humanidad padece como una explosión de irracional barbarie, no deja de figurar como un mercado importantísimo en las previsiones de algunas de las instituciones más influyentes de nuestra época, concretamente de las multinacionales. Y no sólo de las empresas de armamentos. Los propios móviles de la guerra son valorados, aprobados o descartados, por las mayores empresas mundiales.

La guerra del Golfo en 1991 es el ejemplo más claro, pero no el único caso. Se luchó por el control de las fuentes y de los precios del petróleo. Y la participación de los Estados fue “estimulada” con las generosas donaciones que el grupo kuwaití KIO distribuyó a los políticos, y también con ofertas variadas de participación en los previsibles negocios de la reconstrucción. También la guerra de Chechenia es una guerra petrolera por la ruta del crudo del Mar Caspio.

La implicación personal de lo que los rusos llaman “la familia” del Kremlin en las empresas rusas del sector (Lukoil, Gazprom) explica su obstinación en exterminar a este pueblo que se interpone entre Moscú y los oleoductos. Pero la escandalosa complicidad occidental tampoco puede separarse de la asociación de las principales petroleras angloamericanas en el consorcio internacional que explota el petróleo transportado por Rusia a través de Chechenia. Basta considerar el elevado número de petroleras que hay entre las mayores transnacionales para comprender también la importancia de esta materia prima en todos los escenarios de guerra, en las maniobras estratégicas de las grandes potencias y alianzas (la OTAN en el Este de Europa), y en otros dramáticos acontecimientos recientes como el genocidio de Timor Oriental.

Todos estos hechos, más que otros, han potenciado la conciencia de que la globalización, como proceso económico, se confunde con la concentración del capital en un número tan reducido de empresas que, por su talla y su poder, se elevan sobre muchos de los actuales Estados, y de esta manera modifican también las condiciones políticas y culturales de nuestra vida.

Esta conciencia no aporta todavía soluciones, sino incógnitas. Muchos de los recursos empleados por los pueblos, sus ciudadanos, sus trabajadores, los sindicatos y partidos, en las condiciones históricas anteriores, se revelan ahora poco eficaces y requieren una reconsideración y una renovación. Pasando del terreno económico al político, parece que la resistencia y la protesta contra la globalización se encuentra en fase de tanteos y de reflexión, o quizá de respuestas parciales, lejos todavía de una alternativa global. Pero es legítimo pensar que a una alternativa global sólo llegaremos después de muchos tanteos y a base de combinar muchas alternativas parciales. Y quizá desarrollando en la propia sociedad civil un poder de otra naturaleza que el de los actuales Estados, no sólo capaz de cambiarlos sino de sustituirles por un poder de mayor envergadura social. Quizá sea este poder de una sociedad civil alternativa el que, desarrollándose, llegue un día a estar en condiciones de medirse con el poder, hoy por hoy incontenible, de la oligarquía financiera mundial que a través de unas pocas centenas de compañías capitalistas tiene a la humanidad en un puño.