Bolívar vive.
Wladimir Ruiz Tirado.
La concepción de una América unida e integrada, pensada y diseñada por Simón Bolívar, aún esta plenamente vigente en la conciencia histórica latinoamericana. Tal afirmación se desprende de varias y recientes declaraciones de varios presidentes de la región en cuanto a que en esa prespectiva unificadora gozamos de “muy buena salud”, como lo subrayara el presidente de Brasil, Ignacio Lula Da Silva.
No sin razón podemos afirmar que el principal referente histórico al pensar a la América Latina como un todo está suficientemente estructurado en dos ideas básicas: 1.- La necesaria unificación de las nacientes repúblicas hispanoamericanas, a comienzos del siglo XIX, frente a los innumerables peligros que en ese entonces les acechaban con respecto a otras pretensiones imperialistas y colonialistas. 2.- La necesidad y conveniencia de tener espacios propios para la consulta y la solución de eventuales disputas entre las nuevas naciones. Ambas ideas estratégicas pertenecen al patrimonio político e intelectual de Simón Bolívar.
El pensamiento bolivariano fue elaborado en cada uno de los tiempos y escenarios de lo que fue la gesta emancipadora. Antes de conquistar plenamente posiciones de independencia con respecto a la metrópoli española, encontramos que desde las gestiones diplomáticas llevadas a cabo por el Libertador para construir dicha empresa, pasando por una fecunda producción del pensamiento libertario, independentista e integracionista , ejemplificado esto en El Manifiesto de Cartagena, La Carta de Jamaica y luego la propuesta del Congreso Anfictiónico de Panamá, la línea de continuidad es de alta precisión y contundente realismo político.
Puede decirse que tal línea de pensamiento fue planteado bajo los siguientes criterios:
1.- Crear las bases para la gran confederación hispanoamericana, un “Continente de Naciones”.
2.- Articular pactos y convenios de protección y defensa mutuos.
3.- Hacer uso del principio del uti possidetis juris en la definición de los contornos de los Estados en los inicios de la independencia.
4.- Edificar sistemas de protección ante nuevas avalanchas colonialistas.
5.- Subrayar el carácter independiente y soberano para decidir sobre nuestros asuntos internos.
Como sabemos,los primeros ensayos unionistas fracasaron. Ni siquiera la Gran Colombia sobrevivió a los embates de las contiendas y conflictos fraticidas a que nos llevaron las oligarquías regionales.
A fines del siglo XIX y en la primera parte del XX reaparcen en forma prograsiva nuevos intentos por dar cuerpo a la tan necesaria integración latinoamericana. Pero, no fue sino hasta la aparición del CARICOM cuando comienzan a fluir de manera más sistemática modalidades diversas de integración. Así, podemos ver como cronológicamente se conforman:
1960: la ALALC.
1960: el MCCA
1969: el Pacto Andino.
1980: Tratado de Montevideo.
1986: Formaciòn del Grupo de Rio.
1986: Acta de Integración Argentico-Brasileño. Antecedente del MERCOSUR.
1988: Tratado de integración, Cooperación y Desarrollo entre Argentina y Brasil.
1990: Acta de Buenos Aires.
1991: Protocolo de Brasilia.
1991: Tratado de Asunción para constitución del MERCOSUR.
1994: Tratado del Grupo de los Tres.
1995: Tratado de Ouro Prieto, donde se desarrollan elementos institucionales del MERCOSUR.
En este contexto Venezuela, a la par que ha venido asumiendo, tanto la experiencia precedente como su incorporación a estos diversos ensayos integracionistas, incorpora el proyecyo del ALBA, más dirigido a los componentes atinentes al desarrollo humano y social que a los propiamente económicos y políticos. Tal propuesta surge al calor de la idea según la cual la pertinencia de un nuevo paradigma cuyo centro sea la equidad social es un imperativo para nuestros pueblos latinoamericaanos.
Este proyecto conlleva ventajas incomparables, como: la creación de economías cooperativas; ampliación de los mercados, basándose en la cooperación; el aumento de de las capacidades empresariales y de la productividad entre los países miembros; ampliación de fuentes de trabajo y la definición de una política energética común.
Principios como solidaridad, equidad, complementariedad y cooperación aparecen como rectores en esta propuesta venezolana.
En el mismo sentido debemos inscribir la Declaración del Cuzco, la cual promueve un espacio de acercamiento y discusión para propiciar la necesaria alianza estratégica de nosotros los latinoamericanos, en el mejor sentido del legado que nos dejó Simón Bolívar.
Esta visión de la integración entronca con la herencia bolivariana y esta contrapuesta al ALCA y a las diversas modalidades que ha adquirido a través de los TLCs.
Por lo anterior podemos exclamar con contundencia: Bolívar vive.
San Salvador, 17 de diciembre de 2007.