Dagoberto Gutiérrez
No se imagina don Fernando las ondas sucesivas de preocupación que ha provocado su comunicado del 11 de octubre porque, como usted sabrá muy bien, todo lo que tiene que ver con Monseñor Oscar Arnulfo Romero es muy íntimo al pueblo salvadoreño y por muy cercano que sea a la Iglesia Católica esta, la Iglesia, no parece estar en condiciones de asumir a estas alturas la representación única o la voz en lo relacionado a Monseñor Romero.
Mire como son las cosas, porque Monseñor Romero apoyándose, en la doctrina social de la iglesia encontró el camino, difícil, azaroso y sangriento, para ser como Jesús y lo encontró, tomando de su pueblo el aliento vital para ello.
El asesinato de Monseñor, como usted sabe, fue un repudiable crimen que salpica y salpicara con esa sangre a sus asesinos y no hay fuerza en este mundo que libere de responsabilidad a los autores, como usted sabe bien, señor Arzobispo, la impunidad es el otro rostro de la corrupción; pero requiere de respaldo estructural fundado y siendo cierto que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos aseguró, en Abril del 2000, que el Estado de El Salvador era el responsable de la muerte de monseñor Romero, a siete años de distancia nos encontramos con un incumplimiento estatal de las recomendaciones que esa comisión le estableció.
Entre estas recomendaciones esta la de investigar, juzgar y condenar a los responsables del crimen, la de repara el dolor y los daños ocasionados por el asesinato en la familia, la Iglesia y la sociedad salvadoreña, recomendó asimismo eliminar la Ley de Amnistía.
Siendo esto tan claro resulta razonable el sobresalto social producido por su comunicado porque cuando usted habla de un proceso de diálogo con el gobierno y de grupos de negociadores, resulta incongruente este afán negociador con lo contundente de las recomendaciones de la Comisión Interamericana.
He sabido públicamente de la destitución del abogado David Morales que llevaba el caso por tutela legal, esta destitución resulta incongruente con la justicia en el caso de Monseñor Romero porque, es necesario decir, que Monseñor Romero no es negociable ni dialogable y ni la Iglesia ni sus jerarcas pueden, legítimamente, hacer nada diferente a la justicia y a la verdad en este caso paradigmático y es públicamente sabido que el abogado Morales siempre exigió esa justicia y esa verdad.
Estimado Arzobispo, no son discutibles las facultades administrativas pero sí la facultad de negociar estos temas porque Monseñor Romero no es ya propiedad de la Iglesia Católica y es , a estas alturas, un Santo del Pueblo con independencia de lo que sobre este punto resuelva El Vaticano.
A esta fecha, la sociedad salvadoreña no conoce una posición suya sobre las recomendaciones de la comisión interamericana, esta resulta necesaria, y lo es más aun cuando su comunicado aparece solo un día después de la reunión del 10 de octubre en Washington, de modo que desconocemos el contenido de sus negociaciones, los términos de la misma, su agenda, los negociadores y los propósitos; por eso, cuando usted comunica esa negociación secreta aumentan los pálpitos de la ética social mínima del país.
Usted se lamenta que la posición del arzobispado de El salvador no haya sido debidamente transmitida en la reunión del 10 de octubre y esto hace aumentar el sobresalto porque Tutela Legal siempre ha exigido la justicia en este caso y sino es esta la posición del arzobispado, es necesario, venerable arzobispo, que usted nos las diga de una sola vez.
Usted afirma que la memoria de Monseñor Romero exige respeto, paciencia responsabilidad y compromiso de trabajar por la paz ; pero resulta ser un escándalo que usted no afirme que esa memoria exige, sobre todo justicia y verdad porque luego de más de 25 años de evasivas no parece ser la paciencia la mejor recomendación, tenga en cuenta a Job que con toda su paciencia se tornó impaciente ante el mismo Dios.
Resulta muy oportuna su cita sobre el Complejo de Caín, cuando en Génesis 4:9 y a la pregunta de Yahvé de ¿dónde esta tu hermano Abel? Caín responde “no lo se, soy acaso el guardián de mi hermano”
Usted sabe bien, estimado arzobispo, que toda la civilización posterior deviene de Caín y que previamente en Génesis 4:5 Yahvé actuando, como padre y no como Dios, prefirió a Abel, el dueño del ganado y no a Caín, el agricultor ,previamente, Yahvé había culpabilizado a Caín cuando le dice que el pecado estaba agazapado a las puertas de su casa.
Usted sabe bien, Don Fernando, que la condena de Caín no fue la muerte sino la expulsión del suelo y esta referencia bíblica está diciendo que Caín fue expulsado de la naturaleza hacia la cultura; justamente resulta ser la cultura el escenario de la confrontación histórica de la humanidad y, así las cosas, en el tema que nos ocupa es necesario saber a dónde está Caín en el asesinato de Monseñor Romero para saber con quiénes está negociando usted.
Es estimulante que usted busque, con su diálogo, una paz verdadera y por supuesto que usted sabe que la paz es una construcción social que para ser verdadera, ha de estar alimentada por la justicia y ésta ha de estar iluminada por la verdad de los hechos. La verdad puede ser difusa pero los hechos no lo son y éstos, respetable Arzobispo, han sido demostrados en proceso legal.
Usted relaciona con un buen juicio los males de la sociedad con la falta de cohesión social y afirma que estos males son producto de la descohesión y éste es, sin duda, una reflexión aleccionadora de su parte porque la impunidad, es un mal estructural de nuestra vida social, pero no es la sociedad la que alienta la impunidad y más bien son los sectores impunes , muy bien cohesionados, los que impiden que los hechos , como el asesinato de Monseñor Romero, sean iluminados con la luz de la verdad y sancionados con el peso de la justicia .
Es en estos términos, respetable Don Fernando, y solo en esos términos que el Arzobispado Metropolitano de San Salvador puede presentarse ante la faz del pueblo con altura eclesial, con autoridad ética y con la confianza mínima requerida en estos casos.
Usted sabe bien Arzobispo que para redimir la culpa hay que confesarla.
Pero no solamente confesarla hay que hacerse obediente a la verdad y a la justicia como lo fue Jesús y obediente a la ley, pero la de Jesús, esta ley dice que se paga lo que se debe así como Jesús pago a Dios Padre la deuda que la humanidad le debía.
Esta es la deuda que sus negociaciones pueden buscar y deben buscar y tienen que buscar. Usted sabe esto mejor que