Concepto de trabajo alienado en Marx

CONCEPTO DE TRABAJO ALIENADO EN MARX

Marx inicia su crítica frontal contra el capitalismo a partir de la elaboración del concepto de trabajo alienado, tal como lo encontramos en los Manuscritos. El concepto se mantiene subyacente a lo largo de su obra, aunque no se use el verbo alienar o sus conjugaciones. Se mantiene por medio de otros términos como, por ejemplo, el de “fetiche de la mercancía” que aparece de forma amplia y continua en El Capital. Así, pues, el estudio de los Manuscritos aporta elementos conceptuales importantes a la hora de querer abordar uno de los tópicos más polémicos de la discusión marxista, como lo es el de si existe continuación o ruptura de la teoría de la alienación en la obra de Marx1.

La importancia de Los Manuscritos radica en que nos permiten punto de partida para una crítica concienzuda del capitalismo y para su transformación. Marx previó que los aspectos negativos de la sociedad que él observaba en su presente histórico, se profundizarían en el transcurso de la historia si no cambiaban las relaciones de producción entre los hombres.

Se puede objetar que las condiciones histórico-sociales que Marx analiza en los Manuscritos son distintas a las de nuestro tiempo. Una mirada en retrospectiva del siglo XX, mostrará las diferencias con el siglo XIX, que es el siglo en que vivió Marx. La experiencia de siete décadas de socialismo en la URSS; dos guerras mundiales; los viajes espaciales; los descubrimientos científicos, como el Genoma Humano; los avances en la informática y las telecomunicaciones como el Internet y el celular; además de la mundialización de la economía liberal, son, a grandes rasgos, algunos de los aspectos que diferencian de manera sustancial a estos siglos.

También se puede objetar que Marx vivió en una época donde la ciencia, la tecnología y la economía moderna estaban apenas germinando, y no previó los desarrollos que estas iban a tener; nunca se imaginó frente a un computador navegando por Internet, o hablando por celular con sus camaradas al otro lado del mundo. La vigencia de los Manuscritos la hallamos al observar que Marx se preocupó por demostrar que los adelantos en la ciencia y la tecnología, producto de la evolución de la cultura, que deberían ser para el servicio de la humanidad, son utilizados como instrumentos de alienación y dominación, y, por tanto, degradan al obrero. Marx se adelantó a registrar cómo, en la sociedad mercantil, el obrero se convierte en mercancía que compite en condiciones de inferioridad con otras mercancías que él mismo produce; registró, además, cómo en una sociedad de consumo el capitalismo crea en el hombre necesidades superfluas que lo deshumanizan, que este termina creando necesidades en el otro que forjan su ruina y su dependencia.

Es sobre todo en los Manuscritos donde Marx demuestra de qué manera el capitalismo deshumaniza el hombre: no es ni siquiera que este retroceda a su estado cavernario o a su pasado animal. No. El trabajo alienado hace del hombre una bestia, un autómata que vive para el trabajo, y el trabajo significa su tragedia.

Ahora bien, el aporte de los Manuscritos no se agota sólo en el diagnóstico de la sociedad capitalista, también contiene la propuesta para transformar las condiciones que alienan a la sociedad, esto es mediante el comunismo. Esta nueva sociedad aparece en ellos como la superación positiva de la propiedad privada, el retorno del hombre a sus verdaderas relaciones humanas.

Está claro que la época que Marx escribe es diferente a la nuestra, pero la raíz de las relaciones humanas sigue siendo, y cada vez con mayor fuerza, el capitalismo. Las desigualdades sociales y la miseria de la clase obrera se mantienen. Por lo tanto el análisis y las soluciones allí propuestas siguen teniendo vigencia. Es esta la importancia teórico-práctica de los Manuscritos para quienes reivindicamos el pensamiento de Marx.

EL CONCEPTO DE ALIENACIÓN

EN LOS MANUSCRITOS2

El concepto de alienación que Marx comienza a elaborar en los Manuscritos es el resultado de un proceso teórico-práctico, como él lo advierte en el prólogo a esta obra cuando escribe: “No necesito asegurar al lector familiarizado con la economía política que los resultados a que llego han sido obtenidos mediante un análisis totalmente empírico, basados en un concienzudo estudio crítico de la economía política”[3]. En este proceso de investigación teórica (economía clásica y filosofía clásica alemana) y su demostración empírica convergen, por un lado, la necesidad que observa Marx de combatir la ideología burguesa desde la práctica, cambiando las relaciones de producción económica que esclavizan y degradan al obrero de su época; y por otro lado la necesidad de elaborar una crítica de la economía política que permita derrumbar los postulados económico-filosóficos en los que se basa el Estado Burgués. Entre los exponentes de la teoría económica clásica se destacan Smith, Say, Ricardo y Malthus; y Hegel máximo exponente de la filosofía alemana.

En los Manuscritos, Marx inicia a desarrollar el concepto de alienación en el “primer manuscrito” bajo el título “Trabajo alienado”, el cual comienza desenmascarando a la economía política como instrumento teórico del Estado para esclavizar al obrero y privilegiar al capitalista.

“Hemos partido de las premisas de la Economía política. Hemos aceptado su lenguaje y sus leyes. (…) A base de la economía política misma y con sus propias palabras, hemos demostrado que el obrero degenera en mercancía, que la miseria del obrero se halla en razón inversa al poder y a la magnitud de su producción (…)”[4].

Este análisis realizado por Marx, en el que deduce que la miseria del obrero es inversamente proporcional a la magnitud de su producción, tiene como base empírica las condiciones de vida real del obrero de su época. A este respecto, Sánchez Vázquez comenta: “Fueron problemas reales como los del robo de leña, la libertad de imprenta, el proyecto de ley sobre el divorcio, la situación de los campesinos vinícolas del Mosela (…) lo que le llevaron al análisis crítico de la filosofía política de Hegel”[5]. En este mismo sentido, en su ensayo La teoría marxista de la alienación, Mandel hace referencia a los incidentes que ocurrieron en Alemania entre 1842 y 1843, en especial los robos de leña por parte de los ciudadanos y la intervención del Estado en contra de estos; haber sido testigo de estos incidentes, comenta Mandel, “(…) condujo a Marx a la conclusión de que el Estado, que pretendía representar el interés colectivo, representaba, por el contrario, los intereses de una sola parte de la sociedad: los de aquella que detentaban la propiedad privada”[6]. De acuerdo con estos dos autores, podemos afirmar que Marx devela la contradicción que existe entre Estado y Sociedad Civil, y desmitifica al Estado al mostrar que este en vez de proteger los derechos y velar por el bienestar de los ciudadanos, se convierte en un instrumento de opresión, en particular para la clase obrera.

Para comprender el trabajo de desmitificación que realiza Marx de la ideología capitalista, el filósofo jesuita Jean-Yves Calve invita a “(…) recordar a los autores decadentes de la escuela clásica fundada por Smith y Ricardo, esos optimistas simplistas cegados por las realidades monetarias aparentes cuyas leyes transponían en <> (…)”[7]. Podemos afirmar, siguiendo a Calves, que el papel ideológico de los economistas de esta época —sin querer decir que los sucesores de esta escuela tuvieran intenciones diferentes—, era el de reducir las relaciones humanas al orden económico, y mostrar este “orden” como resultado de leyes naturales; sobra decir, el resultado de leyes inmutables. Agreguemos a esto, en palabras de Marx, que la economía política oculta “(…) la relación entre el obrero y los objetos de su producción”[8], y hace ver la relación entre el capitalista y la mercancía como un proceso natural, y al trabajo alienado como producto natural de esta relación

La crítica a Hegel y a la economía política en general hecha por Marx, no se realiza en las cumbres del pensamiento puro o de “(…) el imaginario estado primitivo”[9]; partir de datos empíricos le permite a Marx descubrir que la alienación es el producto de las relaciones económicas que se dan entre los hombres, en especial en la economía capitalista, y develar que el hombre está alienado porque su trabajo es alienado. Esta metodología, utilizada tanto a sus planteamientos filosóficos como a sus descubrimientos económicos, logró que Marx se diferenciara de sus antecesores.

Para Marx la alienación es el resultado de un proceso histórico y se da de acuerdo al modo de producción en cada etapa de la historia; tiene esta, al decir de L. Silva, “(…) triple raíz histórico-genética de la alienación: la propiedad privada, la división del trabajo y la producción mercantil”[10]. Podemos deducir, basados en los argumentos de Silva, que si la alienación tiene una triple raíz histórica es porque se debe a una creación humana que surge de sus relaciones económicas, y como tal el hombre puede superar aboliendo estas.

Marx, en los Manuscritos, advierte que de la alienación económica se desprenden otras tantas formas de alienación que esta produce; es lo que precisa Joachim Israel cuando afirma: “La enajenación económica para Marx es la enajenación básica. No considera como variables independientes a la religión y al Estado; según Marx, la forma que toman depende de las condiciones económicas existentes, especialmente el modo de producción”[11]. En el mismo sentido, Schaff nos recuerda: “(…) según Marx la alienación económica desempeña el papel de base, de fundamento de otras formas de alienación que se originan sobre su subsuelo”[12]. Así, pues, la religión, la ideología, el Estado, entre otras, son formas de alienación que desaparecen una vez sea eliminada la alienación que les sirve de fundamento.

No hay que pasar por alto que el análisis del concepto de alienación expuesto por Marx en los Manuscritos se refiere a la alienación en el trabajo, por eso nos habla siempre de trabajo alienado. Observemos por un momento lo que nos dice del trabajo en los manuscritos: “En primer lugar, el trabajo, la actividad vital la vida productiva misma, se presenta ante el hombre como un medio para la satisfacción de una necesidad, de la necesidad de la conservación de la existencia física (…)”[13]. Marx le otorga al trabajo el status principal de todo el que hacer humano, pues es el medio por el cual el hombre puede existir, puede satisfacer la imperiosa e imprescindible necesidad de existir como sujeto físico. El trabajo para Marx es la esencia del hombre, el hombre es el producto de este, lo que le ha permitido su evolución morfológica y su desarrollo social; por medio del trabajo consciente, es decir el que se realiza de manera voluntaria y libre, el hombre ha hecho del mundo un mundo humano, un mundo que satisface sus necesidades; por medio del trabajo el hombre toma conciencia del mundo en la medida que se hace consciente de su propia existencia diferenciándose de las demás; por el contrario, el animal no tiene conciencia del mundo ni de sí mismo, pues no produce de manera libre y voluntaria, lo hace sólo por la coerción que sobre él ejerce la naturaleza. El animal se funde en su actividad vital, no transforma la naturaleza porque él es parte de ella, el animal produce por simple instinto; el hombre, en cambio, tiene la capacidad de planificar en su mente lo que va realizar, y después materializarlo por medio del trabajo, “la actividad vital consciente distingue al hombre directamente de la actividad vital de los animales”[14]. Veamos qué nos dice Marx de esta diferencia entre el animal y el hombre a partir del trabajo:

“El animal forma una unidad inmediata con su actividad vital. No se distingue de ella. Es ella. El hombre hace de su misma actividad vital el objeto de su voluntad y su conciencia (…) el producto del animal forma directamente parte de su cuerpo físico, mientras que el hombre se enfrenta libremente a su producto”[15].

De lo anterior se sigue que sólo podemos hablar de trabajo en la actividad productiva del hombre ya que sólo este transforma la naturaleza de manera consciente, lo hace a su amaño y de acuerdo a sus necesidades. Esta diferenciación entre el hombre y el animal, a partir del trabajo, la encontramos también en La ideología alemana, donde Marx nos dice: “(…) el hombre mismo se diferencia de los animales a partir del momento que comienza a producir sus medios de vida”[16]; el hombre produce sus medios de vida a partir de lo que la naturaleza le proporciona, esta transformación de la naturaleza como elemento indispensable para el sustento del individuo sólo se puede realizar por medio del trabajo. Podemos decir, a manera de síntesis, que el trabajo como actividad vital y consciente es una particularidad exclusivamente humana, y que el trabajo es lo que le ha permitido llegar a ser al hombre lo que es; el trabajo alienado por su parte es la deshumanización e instrumentalización del hombre, es la negación de la esencia del hombre; de este tema en particular nos ocuparemos más adelante.

Marx, al analizar el trabajo alienado en los Manuscritos, expone cuatro maneras o determinaciones17 de cómo el hombre se aliena en la sociedad capitalista: la alienación en el producto del trabajo, en el acto mismo del trabajo, del hombre respecto a su ser genérico y del hombre respecto al hombre. Veamos, sin más preámbulos, las determinaciones del trabajo alienado que expone Marx en los Manuscritos.

2.1 LA ALIENACIÓN EN EL PRODUCTO DEL TRABAJO

En uno de los pasajes del capítulo anterior mostramos la diferencia que Marx presenta entre objetivación y alienación; decíamos a grandes rasgos que para este pensador la objetivación es el producto del trabajo del hombre, y la alienación se da cuando estos objetos pasan a ser propiedad de otros hombres, que son los dueños de los medios de producción. Esta diferenciación, grosso modo, nos conecta con la determinación de la alienación del hombre en el producto de su trabajo. Analicemos en qué consiste esta determinación.

Marx expresa que sólo en la realización del trabajo como “estado económico”[18], es decir, en la producción de cosas que se convierten en mercancías, se produce la alienación; la producción de mercancías se refiere tanto al producto del trabajo del obrero, como al obrero mismo. Para entender esto debemos tener en cuenta que para Marx el hombre mediante el estado económico deja de ser hombre para ser sólo obrero19, y este es visto por la economía política como una mercancía más que está sujeta a las leyes de la oferta y la demanda; Marx plasma esta idea de manera suficientemente clara: “El trabajo no produce solamente mercancías; se produce también a sí mismo y produce el obrero como mercancía (…)”[20]. No está de más decir que “el trabajo” del que habla Marx en esta parte se refiere al trabajo realizado bajo el modo de producción capitalista. Este tipo de trabajo tiene tres consecuencias: la primera es la producción de mercancía como resultado del trabajo del obrero; la segunda es que el trabajo se convierte en una mercancía, deja de ser una determinación del hombre para convertirse en una cosa de la que depende el obrero; la tercera consecuencia es que el obrero degenera en mercancía. De acuerdo con Marx, el obrero dentro del mundo de las mercancías se enfrenta al producto de su trabajo como una mercancía más: “(…) el objeto producido por el trabajo, su producto, se enfrenta a él como algo extraño, como un poder independiente del productor”[21]Este objeto, producto del trabajo del obrero, desde la lógica de la economía política tiene mayor valor económico que el obrero mismo. “El obrero se convierte en una mercancía tanto más barata cuantas más mercancías crea”[22]. Esto se ve representado en la transacción comercial: el dinero que se paga por el producto es superior al dinero que se le paga al obrero por la elaboración de este.

En un lenguaje muy feuerbachiano, Marx, como lo acabamos de citar, dice que el producto “(…) se enfrenta a él (el obrero) como algo extraño, como un poder independiente del productor”; podemos decir que el objeto domina a su creador y este último no se ve reconocido en su obra, como ocurre con Dios que siendo producto de la imaginación del hombre termina dominando a este.

La alienación en el producto del trabajo consiste, por lo tanto, en que el obrero “(…) se comporta hacia el producto de su trabajo como hacia un objeto ajeno”[23]; el productor no se siente representado en su obra, no ve en ella la objetivación de su trabajo; el producto en vez de corresponder a la representación objetiva de las energías vitales que el trabajador ha depositado en él, una vez transformado en mercancía por las leyes de la economía política enfrenta a su productor como a un enemigo, este ha creado un poder de tal magnitud que lo amenaza en su existencia misma.

El trabajo alienado pone en desventaja al trabajador frente al producto de su trabajo; esta posición de desventaja del obrero frente a su antagonista la mercancía, radica en que el trabajador ha depositado gran parte de su energía física y psíquica, ha puesto toda su creatividad, ha entregado parte de su tiempo en el trabajo, y el resultado final, el producto, la objetivación de su trabajo, se separa de él, se aleja, es apropiado por otro; el obrero, a cambio del tiempo depositado en la elaboración del trabajo, de la energía y creatividad igualmente depositadas, recibe un salario exiguo que sólo le permite vivir como obrero. Todo esto tiene como resultado la reducción del obrero a sus funciones de vida más elementales, como comer y descansar, y así recuperar energías corporales suficientes que le permitan reiniciar el ciclo del trabajo alienado.

La alienación en el producto del trabajo no sólo significa la pérdida y separación del obrero frente al objeto producido, significa además que el hombre como obrero ha sido despojado de sus objetos de vida; es lo que justifica la economía política al ceder la naturaleza (los objetos de vida, productos y medios de producción) a unos pocos hombres por medio del derecho a la propiedad privada, quitándole a otros hombres la posibilidad de vida que la naturaleza ofrece. Marx es claro al decir que “El obrero no puede crear nada sin la naturaleza, sin el mundo exterior sensible”[24]. El obrero, al ser despojado de la naturaleza por la propiedad privada, es despojado de sus medios de vida, esto lo obliga a venderse al capitalista para tener la posibilidad de acceder a los productos de la naturaleza, es decir, a los medios de vida para no desaparecer como sujeto físico.

Podemos señalar la subordinación y esclavización del obrero ante los objetos que produce, como otro de los efectos negativos de la propiedad privada; esta servidumbre se da en dos sentidos: “(…) primero, en cuanto a la adquisición de un objeto de trabajo, es decir de trabajo, y, segundo, en cuanto a la adquisición de medios de sustento”[25]. En efecto el trabajo en el modo de producción capitalista se convierte exclusivamente en un medio de subsistencia corporal; pero acceder a este es cada vez más difícil debido a que la clase desposeída crece en la misma medida que estos medios se concentran en pocas manos, generándose así una competencia despiadada entre los miembros de la clase obrera por la consecución de un trabajo. Todo esto conlleva a que el hombre pierda los vínculos naturales de cooperación mutua, y el trabajador vea en el otro no un hombre que persigue sus mismos fines, sino un adversario que le puede arrebatar el trabajo, es decir, los medios de sustento. Ahora bien, cuando un obrero logra acceder a este objeto, o sea, cuando un hombre logra obtener un trabajo, debe sortear otra dificultad: la de adquirir medios de sustento, que no es otra cosa que comprar alimentación, vivienda y vestido, con el escaso salario que recibe a cambio de su jornada de trabajo.

De lo anterior se desprende que la alienación implica la instrumentalización del obrero. Es lo que destaca Garaudy, al analizar la situación del hombre con la aparición de la propiedad privada de los medios de producción y la alienación del hombre en el objeto de su trabajo:

“(…) su trabajo, no es ya, pues, la realización de sus fines propios, de su proyectos personales; realiza los fines de otros, así el hombre, en su trabajo, deja de ser el hombre, es decir, el que persigue fines, para convertirse en un medio, en un ingrediente del proceso objetivo de la producción, un medio para producir mercancías y plusvalía”[26].

Siguiendo a Garaudy podemos afirmar, pues, que la crítica que hace Marx al capitalismo se conecta claramente con la tesis kantiana relacionada a la necesidad de tratar a las personas siempre como fines y no como meros medios27. Marx denuncia lo que podemos llamar en términos kantianos la “instrumentalización” del hombre; en un pasaje de los Manuscritos que ya hemos citado, dice: “El trabajo no produce solamente mercancías; se produce también a sí mismo y produce el obrero como mercancías”[28]. De acuerdo a lo anterior podemos decir que, con el capitalismo, el productor es un mero instrumento, un objeto para producir cosas, y no propiamente un sujeto; con el capitalismo el trabajo deja de ser un medio y fin a la vez para bienestar del hombre; se convierte sólo en un medio, cuyo fin es la producción de objetos que enriquecen a una clase privilegiada; en el capitalismo, el hombre como obrero se transforma en herramienta y mercancía: herramienta en el sentido de un objeto que transforma la naturaleza para el disfrute de otros, y mercancía en la medida que el obrero sólo tiene un valor económico en cuanto sea útil como objeto.

La alienación en el trabajo en la medida que hace del producto del obrero un objeto extraño a él, un objeto que no le pertenece, hace del obrero una mercancía, lo que significa su negación y anulación como persona, como ser humano.

2.2 ALIENACIÓN EN EL ACTO MISMO DEL TRABAJO

Las determinaciones que Marx deriva del trabajo alienado no se dan en momentos diferentes, y su enumeración no es un modo de jerarquizarlas; estas determinaciones se relacionan unas con otras, por lo que referirse a una conlleva de manera implícita a referirse a las otras. Marx, al analizar la alienación del obrero en el producto de su trabajo, deduce de manera inmediata que el obrero se aliena en el producto, porque el trabajo que realiza necesariamente es alienado29; conecta estas dos determinaciones cuando se pregunta: “¿Cómo podría el obrero enfrentarse al producto de su actividad como algo extraño, si no se enajenase a sí mismo ya en el acto de la producción?”[30]. La pregunta que se hace Marx lleva consigo la respuesta: el obrero está alienado del producto de su trabajo porque su trabajo mismo es alienado, no es un trabajo que se realice en condiciones libres o exprese la creatividad de quien lo ejecuta; al contrario, es un trabajo que se hace para otros y en función de otros, es un trabajo que no le pertenece al obrero.

Ahora bien, Marx va mucho más lejos de su respuesta, es lo que Sánchez nos revela respecto a la pregunta planteada, que Marx responde señalando tres rasgos fundamentales de la alienación, a saber: “(…) exterioridad, coercitividad y pérdida como actividad propia o pérdida de sí mismo en esta actividad”[31]. Veamos lo que nos dice el propio Marx de estos tres rasgos:

La exterioridad consiste ”(…) en que el trabajo es algo externo al obrero; es decir, algo que no forma parte de su esencia, en que, por tanto, el obrero no se afirma, sino que se niega en su trabajo (…)”[32]. Ya habíamos dicho que para Marx el trabajo es la esencia del hombre, pero el trabajo que se realiza de manera libre y creativa, por lo tanto el trabajo forzado, el trabajo que es impuesto contra la voluntad del hombre es un trabajo externo a él, no forma parte de su esencia, que niega la humanidad del obrero. “(…) la exterioridad del trabajo para el obrero se revela en el hecho de que no es algo propio de él, sino de otro, de que no le pertenece a él y de que él mismo, en el trabajo, no se pertenece a sí mismo, sino que pertenece a otro”[33]. La exterioridad significa que el hombre en el trabajo no se identifica con lo que hace, el trabajo no es algo que le pertenezca, ni mucho menos es una actividad que surja de su imaginación y creatividad.

En este sentido se puede afirmar, en el sentido que lo hace Garaudy, que el trabajo alienado es la “despersonalización” del obrero, “(…) los gestos y los ritmos son regidos desde fuera por el puesto que se le asigna al trabajador en el engranaje de la producción. Son bosquejados, dibujados en el vacío en forma enteramente deshumanizada”[34]. Garaudy nos ilustra la manera como en la producción capitalista no sólo los productos del trabajo del obrero son el resultado de la planificación de otro, sino también en el acto mismo del trabajo, en el momento y lugar donde el obrero labora, está condicionado de manera mecánica al aparato productivo, a tal punto que el obrero pierde hasta la autonomía de sus expresiones, estas son moldeadas bien sea por la máquina o por el propietario de la fabrica.

La coercitividad del trabajo, nos dice Marx, se da porque el obrero no trabaja de manera libre, “No trabaja, por tanto, voluntariamente, sino a la fuerza, su trabajo es un trabajo forzado. No representa, por tanto, la satisfacción de una necesidad, sino que es, simplemente, un medio para satisfacer necesidades extrañas a él”[35]. En otros términos, podemos afirmar que la actividad del obrero es coercitiva porque el trabajo que desempeña es una actividad que no satisface sus propias necesidades, porque el producto de su trabajo pasa a ser del disfrute de otros. Sobre la determinación que estamos analizando Sánchez Vázquez aclara un punto importante: el joven Marx no confunde la coacción que se da en la sociedad capitalista con la que se da en la sociedades anteriores, donde se retenía al trabajador de manera física para obligarlo a realizar una determinada tarea; Marx sabe que “En la sociedad capitalista no hay formalmente coerción (…) (sin embargo) la coactividad no puede ser eliminada, aunque nada ni nadie lo obligue a realizar determinada tarea”[36]; el trabajador en el capitalismo vende “voluntariamente” su trabajo, pero esta voluntariedad es sólo aparente, porque es la única manera que tiene el trabajador para acceder a sus medios de vida.

La pérdida de sí mismo en el trabajo o pérdida del trabajo como actividad propia. Este rasgo de la alienación en el acto mismo del trabajo, consiste en que “El trabajo que realiza el obrero no es su trabajo sino un medio para satisfacer necesidades ajenas. Puesto que no es su trabajo, tampoco es él mismo en su actividad”[37]. Tal cual hemos referido, el trabajo al ser una actividad externa al obrero lo aliena, porque como sujeto siente que el trabajo que realiza no representa la realización de sus fuerzas psíquicas, de sus experiencias y conocimientos personales

Marx denuncia contra el capitalismo que el trabajo que el obrero realiza “(…) no es algo propio suyo, sino de otro (…) él mismo, en el trabajo no se pertenece a sí mismo, sino que pertenece a otro (…) y representa la pérdida de sí mismo”[38]; el trabajo enajenado, al ser la negación del trabajador, la anulación de este como persona es, al mismo tiempo, el contrasentido al trabajo que se realiza de manera libre y creativa, el trabajo que se realiza por fuera de la coerción de la producción mercantil; esta diferenciación del trabajo nos explica “la pérdida de sí mismo”: si trabajo es la esencia del hombre, el trabajo alienado como contrario al trabajo libre y creativo, es la negación de esta esencia, por lo tanto el obrero por medio del trabajo obligado, que equivale a decir trabajo alienado, se pierde a sí mismo como persona, ya que al ser degradado a la categoría de objeto en el engranaje de producción pasa a ser propiedad de otro, y el trabajo que realiza no lo realiza como sujeto, como persona, sino como instrumento, como medio paras suplir necesidades ajenas.

Marx dice de manera clara que la pérdida de sí mismo del obrero es la pérdida como sujeto, como hombre, es la deshumanización del obrero.

“(…) el hombre (el obrero) sólo se siente como un ser que obra libremente en sus funciones animales, cuando come, bebe y procrea o, a lo sumo, cuando se viste y acicala y mora bajo un techo, para convertirse, en sus funciones humanas, simplemente como un animal, lo animal se trueca en lo humano y lo humano en lo animal” [39].

Cuando Marx nos dice que “lo animal se trueca en lo humano y lo humano en lo animal” se refiere al hecho de que el trabajo se ha vuelto en contra del obrero, ha dejado de ser su esencia, el obrero ya no se siente como hombre en el trabajo; el trabajo, cuya función es la de humanizar al hombre lo deshumaniza. Las funciones características del animal, tales como comer, beber y procrearse, por efecto de la alienación en el trabajo se hacen también fines del obrero, ya que este cuando está por fuera de su trabajo, se siente feliz en la medida que satisface las necesidades que comparte con los animales.

2.2 ALIENACIÓN DEL HOMBRE CON RESPECTO A SU SER GENÉRICO

Después de exponer la alienación del hombre en el producto del trabajo y la alienación en el acto mismo del trabajo, dice Marx: “Tenemos ahora que extraer de las dos anteriores una tercera determinación del trabajo enajenado”[40]. Esta determinación que extrae Marx es la alienación del hombre en su ser genérico.

“El hombre es un ser genérico, no sólo por cuanto, tanto práctica como teóricamente, convierte en objeto suyo el género, así el suyo propio como el de las demás cosas, sino también

—lo que no es más que una manera distinta de expresar lo mismo— en el sentido de que se comporta hacia sí mismo como hacia el género vivo y actual, como hacia un ente universal y, por tanto, libre”[41].

En esta parte de los Manuscritos nos encontramos de nuevo con la evidente influencia de Feuerbach en el pensamiento del joven Marx. Feuerbach, en La esencia del cristianismo, había escrito: “La conciencia, en sentido estricto, sólo existe allí donde un ser tiene como objeto su propio género, su propia esencialidad (…) pero sólo un ser que tiene como objeto su propio género, su esencialidad, puede convertir en objeto otras cosas, según su naturaleza esencial”[42]. Para ambos pensadores, el hombre es un ser genérico porque tiene conciencia, puede reflexionar sobre su propia existencia y sobre la existencia de los otros seres de su género; además, el hombre tiene como objeto todos los seres de su género, el animal en cambio se tiene a sí mismo como su objeto, y no tiene conciencia de su género. Marx va más allá de la reflexión de Feuerbach al decirnos a modo de advertencia “El hombre es un ser genérico, no sólo por cuanto, tanto práctica como teóricamente (…)”[43]; en efecto, el hombre es un ser genérico no sólo de manera teórica, al nivel de la conciencia como lo expone Feuerbach, sino también de manera práctica, porque la producción material es también su objeto; el hombre por medio del trabajo transforma el mundo para satisfacer sus necesidades humanas, haciendo del mundo natural un mundo humano44.

Ahora bien, si para Marx el ser genérico del hombre reviste un carácter universal y libre, la razón es que este produce no sólo para satisfacer sus necesidades individuales, sino también para las necesidades de otros hombres. Es, en este sentido, que la producción material entre más hombres incluya más universal se hace, ella es más libre cuando resulta de un trabajo que se realiza por fuera de la coacción que impone la naturaleza45; el trabajo que se realiza una vez superadas las necesidades físicas naturales, humaniza al hombre y, a la vez, hace del mundo natural un mundo humano, ya que el hombre en la medida que produce tanto material como espiritualmente, construye el mundo a la medida de sus necesidades; por medio del trabajo humaniza a la naturaleza y se hace más humano. Podemos afirmar, entonces, que el trabajo libre que se realiza con la cooperación de otros, el trabajo que permite suplir necesidades humanas de manera universal, es la impronta del hombre sobre la naturaleza.

El concepto de ser genérico en Marx lo podemos entender mejor si observamos las dos perspectivas desde donde este analiza al hombre: como un ser natural y como un ser social; no quiere decir esto que Marx fraccione al hombre, sino, todo lo contrario, que lo entiende como una unidad a la vez social y natural. En este sentido Silva, refiriéndose al concepto de ser genérico en los Manuscritos, comenta: “Hay que partir de que el hombre es un ser histórico-natural, una sola unidad que puede contemplarse desde dos perspectivas: la perspectiva del hombre como un ser social y la perspectiva del hombre como un ser natural (…)”[46].

Veamos qué nos dice Marx de estas dos dimensiones del hombre, y cómo este se aliena en su ser genérico.

Respecto a la relación del hombre y la naturaleza, Marx escribe: “La vida genérica, tanto en el hombre como en el animal, consiste físicamente, de una parte, en que el hombre (como el animal) vive de la naturaleza inorgánica”[47]. Desde esta perspectiva debemos entender que el cuerpo de cada individuo humano es su naturaleza orgánica y el resto de la naturaleza, como el aire, el agua, el fuego que proporciona calor, y los alimentos en general, son su naturaleza inorgánica o, mejor dicho, “La naturaleza es el cuerpo inorgánico del hombre”[48]; podemos decir que la naturaleza es la despensa de la que el hombre toma todos los elementos necesarios para su existencia, no sólo para su existencia objetiva u orgánica, sino también para su existencia como sujeto social e histórico, es decir, como hombre.

Para Marx, la naturaleza abarca todo lo existente, elimina así la dicotomía entre lo natural y lo artificial, como lo entendemos comúnmente, que lo realizado o intervenido por el hombre es artificial y el resto es natural; para él no existe diferencia entre el hombre y la naturaleza, “(…) que la vida física y espiritual del hombre se halla entroncada con la naturaleza no tiene más sentido que el que la naturaleza se halla entroncada consigo misma, ya que el hombre es parte de la naturaleza”[49]. De acuerdo con esto, todo lo que el hombre realiza tanto en su esfera física como espiritual, lo hace dentro de la naturaleza porque él es parte inseparable de ella, decir hombre y naturaleza es decir lo mismo.

De lo anterior se desprende que el trabajo alienado hace que la naturaleza inorgánica sea ajena al hombre, debido a que bajo las leyes de la economía capitalista la naturaleza se convierte en propiedad exclusiva de una clase social en particular; la clase trabajadora queda así sin la posibilidad de acceder de manera libre y universal a los materiales necesarios para la vida; bajo estas condiciones la única posibilidad de subsistencia para el trabajador es la de laborar a cambio de dinero. En el trabajo alienado el hombre pierde toda relación directa y natural con su ser genérico, ya que el trabajo no se realiza para satisfacer necesidades de la especie, sino por la mera necesidad de existir de manera individual. “(…) el trabajo, la actividad vital, la vida productiva misma, se presenta como un medio para la satisfacción de una necesidad, de la necesidad de conservación de la existencia física”[50]; tanto el hombre y su actividad productiva, el trabajo, dejan de ser fines para convertirse en medios que satisfacen precarias y egoístas necesidades individuales.

Observemos ahora qué nos dice Marx respecto a la naturaleza social del hombre. Bien sabemos que la existencia como ser natural es la característica común de todo ser biológico, incluyendo al hombre, y es sólo a través de la producción material o la transformación de la naturaleza en medios de vida, como, tanto los animales como los hombres garantizan su existencia; y es, precisamente, por medio de la producción material que el hombre se aleja de su pasado netamente animal, convirtiéndose la producción material, de acuerdo con el análisis hecho por Marx, en la principal diferencia entre el hombre y los demás animales.

“Cierto que también el animal produce. Construye su nido, su morada, como la abeja, el castor, la oruga, etc. Pero sólo produce para sí o para su cría; produce de un modo unilateral, mientras que la producción del hombre es universal (…) el hombre produce también sin la coacción de la necesidad física, y cuando se halla libre de ella es cuando verdaderamente produce’'[51].

El animal sólo produce de manera unilateral, es decir, no produce para los demás seres de su especie, y cuando produce lo hace sólo de manera instintiva, esto es cuando las necesidades biológicas se lo exigen. La producción del hombre es consciente, libre y universal; consciente porque el hombre no se funde en la naturaleza como lo hace el animal, y el trabajo que realiza corresponde a la realización de una idea que estaba elabora en su mente. Es de resaltar —como lo habíamos adelantado— que la producción del hombre es libre y universal cuando se realiza sin la coacción que la misma naturaleza le impone, como el hambre, la sed, el frío, etc.; el hombre verdaderamente produce como hombre cuando ha superado la coacción que le impone la naturaleza, y esta producción además de realizarse de manera colectiva con la cooperación consciente y voluntaria de los individuos que participan de la misma, tiene como fin suplir necesidades de la especie, es decir, suplir necesidades humanas de manera universal.

Para Marx, el hombre es producto de la sociedad y esta, a su vez, es producto del hombre; existe una relación recíproca hombre y sociedad, tanto el hombre como la sociedad están en constante reproducción “(…) así como la sociedad produce ella misma al hombre en cuanto hombre, es producida por él”[52]. Podemos afirmar, entonces, que el acta de nacimiento del hombre la hallamos en la sociedad, pero esto no significa que la sociedad sea anterior al hombre, sino que el hombre mismo es producto de la evolución de la naturaleza, y la sociedad es parte de este desarrollo; por eso nos dice que “La historia es de por sí parte real de la historia natural, de la transformación de la naturaleza en hombre”[53]. Vale precisar que para Marx la sociedad no fluye de la naturaleza como la corriente de un río en la que el agua es arrastrada por su cauce, por las fuerzas ciegas de la naturaleza; si bien el hombre posee la particularidad de controlar su propio destino por medio del trabajo, esto es por su papel transformador de la naturaleza.

Solamente en la relación recíproca entre individuos humanos es que hallamos la naturaleza social del hombre; el hombre como individuo humano sólo se reconoce como tal por medio del otro.

“La esencia humana de la naturaleza existe solamente para el hombre social, ya que existe para él como nexo con el hombre, como existencia suya para el otro y del otro para él, al igual que como elemento de vida de la realidad humana; solamente así existe como fundamento de su propia existencia humana”[54].

El hombre sólo existe, pues, en sociedad en relación permanente con el otro; no es posible hallar la naturaleza social del hombre, su naturaleza humana en un individuo solitario y aislado de la sociedad, que no haya tenido nunca el más mínimo contacto con otro hombre. Para Marx la esencia humana no es algo que le es dado al individuo humano sólo por el hecho de nacer; para él, el hombre no nace equipado con una esencia humana, como, por ejemplo, las hormigas que están determinadas de manera biológica desde que nacen para ser lo que son; un hombre aislado de la sociedad, sin contacto alguno con otros hombres, lo único que conserva de humano son sus características morfológicas, ya que la naturaleza humana sólo la logra el hombre en la vida en comunidad.

Desde la exposición de la naturaleza biológica y social del hombre, podemos decir que la sociedad es el ser genérico del hombre; que es en sociedad donde el hombre llega a ser lo que es, y es por medio del trabajo libre y universal que el hombre suple sus necesidades humanas como individuo y como género.

En consonancia con lo anterior, para Marx, en cada individuo humano está contenida la esencia de la sociedad, ya que aunque actúe de manera sola o aislada siempre actuará como hombre, como un ser social; esta idea Marx la ejemplifica con la actividad científica cuando nos dice: “(…) aun cuando yo actúe científicamente, etc., desarrolle una actividad que rara vez pueda llevar a cabo en común con otros, actúo socialmente, porque actúo como hombre”[55]. Actuar como hombre es poner en práctica todo el conocimiento adquirido en sociedad; el científico solo en su laboratorio realiza una actividad social, porque, tanto el pensamiento, el idioma que utiliza para expresar sus conocimientos, como los instrumentos que le sirven de ayuda (las matemáticas, la química, la física, etc.), son producto de la sociedad y sólo es posible acceder a estos por medio de la interacción con otros hombres56.

La reflexión del ser genérico del hombre, Marx la concluye enfatizando el carácter instrumentalizador del trabajo alienado sobre lo que ya habíamos hecho referencia; en efecto, el trabajo alienado al alienar al hombre en su trabajo y a su vez al alienar el producto de este, aliena su ser genérico, ya que:

“(…) hace que su vida genérica se convierta en medio de la vida individual. En primer lugar, enajena la vida genérica y la vida individual y, en segundo lugar, convierte esta en su abstracción, en fin de aquella, también bajo su forma abstracta y enajenada”[57].

Ahora bien, la cita anterior deja entrever que el ideal moral Kantiano que exige no instrumentalizar a los seres racionales, adquiere en Marx una connotación más amplia que Fromm no duda en reafirmar:

“El concepto de Marx se acerca aquí al principio kantiano de que el hombre debe ser siempre un fin en sí mismo y nunca un medio para realizar un fin. Pero amplia este principio afirmando que la esencia humana del hombre nunca debe convertirse en medio para la satisfacción individual”[58].

El trabajo alienado invierte la relación fin-medio; el hombre como ser genérico debe ser un fin para el mismo hombre, la producción material realizada debe ser de igual manera un fin para el disfrute social. Lo que ocurre en el capitalismo con el trabajo alienado es que el ser genérico del hombre se convierte en un medio para satisfacer fines individuales, para los fines de una clase en particular, que no es otra que la burguesía. De manera acertada nos dice Zuleta, sobre este punto, que “Marx comprendió muy rápidamente que el capitalismo tenía una contradicción: la producción es social y la apropiación es privada”[59]; en la sociedad comunista que vislumbra Marx, tanto la producción como el disfrute se realizan de manera social, y no como ocurre en la propiedad privada donde quienes se benefician del producto social, paradójicamente no participan de su elaboración.

Una conclusión se desprende de toda la reflexión que nos ha traído hasta este punto: al enajenar el hombre su ser genérico, aliena su naturaleza inorgánica, los medios de vida y su naturaleza social, con esto el hombre se aliena a sí mismo, su propia vida espiritual y su propio cuerpo le son extraños; significa la deshumanización en extremo del hombre, ya que el hombre no se reconoce a sí mismo como individuo social humano, sino que se ve como un ser aislado de su género, desapareciendo para este la relación directa con la sociedad y con la naturaleza.

2.4 LA ENAJENACIÓN DEL HOMBRE RESPECTO AL HOMBRE

Marx deduce que la consecuencia directa de la alienación en sus diferentes determinaciones es la alienación del hombre respecto al hombre; dice Marx: “Consecuencia directa del hecho de que al hombre le es enajenado el producto de su trabajo, de su actividad de vida, de su ser genérico, es la enajenación del hombre con respecto al hombre”[60]. Esta alienación no corresponde a una nueva determinación, sino a un aspecto en el que se conjugan las tres determinaciones ya analizadas. Recordemos que la alienación del producto del trabajo se presenta cuando la objetivación del trabajo del hombre se convierte en un objeto ajeno a este y adquiere un poder superior a su productor; la alienación en el acto mismo del trabajo cuando los medios de producción son de propiedad de un hombre diferente al trabajador, y el trabajador mismo, en el tiempo en que está ejecutando su tarea, se convierte en propiedad de quien ostenta estos medios; y que la alienación en el ser genérico se produce cuando el hombre hace del otro y de sí mismo un medio para satisfacer necesidades egoístas.

Para esclarecer lo que está implícito en las determinaciones del trabajo alienado, y no quede duda de que el hombre se aliena con relación a otro hombre, Marx formula la pregunta: “Si el producto del trabajo es algo ajeno a mí, se me enfrenta como un poder extraño, ¿a quién pertenece entonces?”[61]. Responde de inmediato que este producto no pertenece ni a los dioses ni a la naturaleza; por lo tanto “(…) el ser ajeno a quien pertenecen el trabajo y su producto, al servicio del cual se halla el trabajo y el que disfruta del producto de este, no puede ser otro que el hombre mismo”[62].

Ese otro hombre, el cual es propietario de los medios de producción y del producto del trabajo del obrero, Marx lo denomina no-obrero: “La propiedad privada, como la expresión material resumida, del trabajo enajenado, abarca ambas relaciones, la del obrero con el trabajo y con el producto de su trabajo y la del no-obrero con el obrero y con el producto del trabajo de este” [63]. El no-obrero no tiene relación directa con el producto porque no participa en la actividad productiva, es decir, no ha empleado sus energías físicas y mentales en la elaboración del producto, en este sentido, el producto no es objetivación de su conciencia. Sin embargo, es él quien disfruta del producto del trabajo, quien se beneficia del esfuerzo y sacrificio del obrero:

“Hemos visto —comenta Marx— que, con respecto al obrero que se apropia de la naturaleza por el trabajo, la apropiación se presenta como enajenación, la propia actividad como actividad para otro y actividad del otro, la vitalidad como sacrificio de la vida, la producción del objeto como pérdida de él a favor de una potencia extraña, a favor de un hombre ajeno”[64].

El trabajo alienado invierte los valores que el trabajo (libre y voluntario) debe producir en el hombre; es así como la apropiación de la naturaleza por el trabajo degenera en alienación; el trabajo, la actividad vital y productiva, se convierte en actividad para otro; y la vitalidad, el vigor, la fuerza y la energía del obrero, se transforman en sacrificio; y el producto se hace mercancía, pasando a ser propiedad del capitalista. En este orden de ideas, el trabajo alienado le otorga al no-obrero todo lo que le usurpa al obrero. Marx en varias ocasiones ya había expresado esta idea: “Si la actividad del obrero constituye un tormento para él, tiene necesariamente que ser un goce y una fruición de vida para otro”[65]. El trabajo en el capitalismo es comparable al rostro de Jano; tiene dos caras que miran hacia lados opuestos; una hacia el sufrimiento y la desposesión, la otra hacia el placer y la abundancia; una hacia el esfuerzo y el trabajo, la otra hacia la holgazanería y la inactividad.

Para Marx, el hecho de que el no-obrero sea propietario de los medios de producción y del producto del trabajo, no significa que no se encuentre alienado; obrero y no-obrero están alienados, porque la relación que media entre ellos se encuentra alienada. Sobre este punto, leemos en los Manuscritos:

“El medio por el que se opera la enajenación es también, de por sí, un medio práctico. Por tanto, mediante el trabajo enajenado el hombre no sólo engendra su relación con respecto al objeto y al acto de la producción como potencias ajenas y hostiles a él, sino que engendra, además, la relación en que otros hombres se mantienen con respecto a su producción y a su producto y la que él mismo mantiene con respecto a estos mismos hombres”[66].

Dado que el trabajo alienado es la médula de todas las relaciones de los hombres, si el obrero está alienado del producto de su trabajo, también está alienado quien se apropia de este. Veámoslo de esta manera: si el trabajo es la esencia del hombre, o sea, lo que le permite realizarse como tal, quien no participa de manera activa en él, está alienado. Es el caso del no-obrero, tanto el producto como el trabajo le son extraños pues no forman parte de él. Está alienado, pues, de la esencia del hombre —el trabajo— y, por lo tanto, de todas sus determinaciones.

Aparte de denunciar la alienación económica y las repercusiones negativas que esta trae para todos los hombres, Marx, en los Manuscritos, deja expuesta a manera de esperanza la forma como el hombre en general puede superar la alienación que lo condena y vivir en una sociedad nueva, en la que los medios de producción no pertenezcan a una clase social en particular sino a toda la sociedad; una sociedad donde el producto del trabajo del hombre sea disfrutado por todos de acuerdo a sus necesidades, y no por una clase social ociosa y parásita, cuya participación en la actividad productiva es la de despojar de los medios de vida a la clase obrera.

Marx propone el comunismo como antídoto contra todos los males sociales que aquejan a la humanidad, es decir, como la superación de la alienación en todos sus aspectos; describe a este como “(…) la superación positiva de la propiedad privada”[67], que es la superación del capitalismo y la instauración de relaciones naturales del hombre con el hombre y con la naturaleza. El comunismo, dice, recurriendo a la dialéctica hegeliana, es: “(…) la negación de la negación y, por tanto, el momento necesario de la emancipación y la recuperación humana”[68]; de esto se desprende que si la propiedad privada, la división del trabajo y la producción mercantil originan la alienación económica, la superación de esta alienación se realiza mediante la negación de la condiciones negativas que determinan las relaciones de producción entre los hombres, por lo que podemos interpretar de Marx que la negación de la negación conlleva a una forma positiva de producción, donde desaparecerá la alienación y, por ende, las determinaciones que de esta se derivan.

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[1] Es pertinente aclarar que esta discusión no es tratada en la monografía, pero se aportan elementos importantes que permiten tener claridad al momento de querer abordar el tema

[2] Los Manuscritos fueron escritos por Marx entre los meses de agosto y marzo de 1844 en la ciudad de Paris, y sólo fueron publicados por completo en 1932, en el tomo III de las Marx-Engels Gesamtausgabe (edición de obras de Marx y Engels, conocidas como MEGA). Silva, Ludovico. La alienación como sistema. Barcelona, Alfadil, 1983, p. 33.

[3] Marx, C. Manuscritos, p. 7.

[4] Ibíd., p. 73

[5] Sánchez Vázquez, A. Op. cit., p. 23.

[6] Mandel, Ernest. George Novack. Teoría Marxista de la alienación. Bogotá, Pluma Ltda., 1977, p. 17.

[7] Calves, Jean-Yves. El pensamiento de Carlos Marx. Madrid, Tauros Ediciones, S. A., 1962, p. 272.

[8] Marx, C. Manuscritos, p. 77.

[9] Ibíd., p. 74.

Marx En La ideología alemana, nos vuelve a recordar que el método por él utilizado es diferente a sus predecesores, comenta: “Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo (…) se parte del hombre que realmente actúa y, arrancado de su proceso de vida real (…)” Marx, Carlos –Federico Engels. La ideología alemana. . Bogotá, Arca de Noe, 1975 p, 26.

[10] Silva, L. Op. cit., p. 39.

[11] Israel, Joachim. La enajenación: de Marx a la sociología moderna. México, Fondo de Cultura Económica, 1988, p. 39.

[12] Schaff, Adam. La alienación como fenómeno social. España, Crítica, Grupo editorial Grijalbo, 1979, p. 144.

[13] Manuscritos. Pág., 80

[14] Marx, C. Manuscritos, p. 8.

[15] Ibíd., p. 81

[16] Marx, Carlos. Federico Engels. La ideología alemana. Colombia, Arca de Noe, 1975, p, 19

[17] Al hablar de determinaciones del trabajo alienado, la debemos entender como las maneras que Marx expone el problema para su análisis. Ludovico Silva nos aclara este concepto, diciéndonos: “(…) las “determinaciones” de la alienación no son otra cosa que las posturas o posiciones de la alienación, las formas en que se pone o propone al análisis”. Silva, Ludovico. Op. cit., p, 40

[18] Marx, C. Manuscritos, p.. 75.

[19] Con El término hombre, Marx se refiere al ser humano libre de alienación económica; con el término obrero se refiere al ser humano que se ha enajenado en el trabajo. Está diferencia que establece Marx entre el hombre y el obrero, reviste suma importancia en su teoría de la alienación, ya que para él no es el hombre quien se aliena sino el obrero, y la alienación de éste determina la alienación del hombre en general.

[20] Ibíd., p. 75.

[21] Ibíd.

[22] Ibíd., p. 74.

[23] Ibíd., p. 75.

[24] Ibíd., p. 76.

[25] Ibíd.

[26] Garaudy, Roger. Introducción al estudio de Marx. México Era, S.A., 1971, p. 53.

[27] Como se sabe esta idea aparece en los escritos éticos de Kant; ver por ejemplo la segunda fórmula del imperativo categórico: “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio”. Kant, Emmanuel. Fundamentación de la metafísica de las costumbres. . Madrid. Espasa-calpe S.A., Colección Austral. 8ª. Edición, 1983, p. 84.

[28] Marx, C. Manuscritos, p. 75.

[29] Sánchez Vázquez, nos dice que la alienación en el producto y la alienación en el momento del trabajo son dos puntos de vista del mismo fenómeno: “se trata, (…) de dos aspectos del mismo fenómeno (el trabajo enajenado), visto en caso desde el lado de la relación del sujeto con el objeto, y en el otro de la relación del sujeto con su propia actividad” Sánchez Vázquez, A. Op. cit., p. 90.

[30] Marx, C. Manuscrito, p, 77

[31] Sánchez Vázquez, A. Op. cit., p. 91.

[32] Marx, C. Manuscritos, p. 77.

[33] Ibíd., p. 78.

[34] Garaudy, Roger. Introducción al estudio de Marx. p, 53.

[35] Marx, C. Manuscritos, p. 78.

[36] Sánchez Vázquez, A. Op. cit., p. 92.

[37] Ibíd.

[38] Marx, C. Manuscritos, p. 78.

[39] Ibíd.

[40] Ibíd., p. 79

[41] Ibíd.

[42] Feuerbach, L. Op. cit., p. 53.

[43] Marx, C. Manuscritos, p. 79.

[44] En este punto convergemos plenamente con Sánchez Vázquez para quien lo que agrega Marx al concepto de ser genérico de Feuerbach representara “la diferencia sustancial” entre ambos autores. Sánchez Vázquez, A. Op. cit., 94.

[45] La coacción a la que se refiere Marx en esta parte de las Manuscritos no es la coacción que ejercen unos hombres sobre otros, a la que nos referimos con anterioridad, sino la coacción que impone la naturaleza sobre el hombre, como el hambre, la sed, el frío, el calor, etc. Marx nos dice que a diferencia del animal “(…) que sólo produce bajo el acicate de la necesidad física inmediata, (…) el hombre produce también sin la coacción de la necesidad física, y cuando se halla libres de ella es cuando verdaderamente produce (…)”. Marx, C. Manuscrito, p., 81.

[46] Silva, Ludovico. Op. cit., p. 55.

Vega Cantor coincide con Silva en este punto y nos reitera en la idea de que Marx ve al hombre como un ser integral; nos previene de que esta idea puede prestase a equívocos. Respecto a lo anterior la siguiente cita nos parece ilustrativa: “La concepción que Marx tiene del hombre es integral (…) dentro de los postulados de esta concepción está la afirmación del hombre como un ser natural, es decir que forma parte de la naturaleza, porque procede de ella, está compuesto por materia cósmica y es el resultado más elevado de la evolución”.Vega va más allá de los argumentos de Silva e, incluso, de los argumentos del mismo Marx. En efecto, al afirmar que el hombre “es el resultado más elevado de la evolución”, deriva en un antropocentrismo que no se ve reflejado en los Manuscritos. Vega Cantor, Renán. “Marx y el mundo actual”; Revista Resonancia. Agosto de 1988, Vol., 1; N° 1. Pág., 64

[47] Marx, C. Manuscrito, p. 79.

[48] Ibíd., p. 80.

[49] Ibíd.

[50] Ibíd.

[51] Ibíd., p. 81.

[52] Ibíd. p. 116.

[53] Ibíd., p. 124.

[54] Ibíd., p. 116. El subrayado es mío.

[55] Ibíd., p. 117.

[56] Garaudy, sobre este tema, comenta: “Cuando un hombre trabaja, su actividad es asistida por toda la humanidad anterior, su trabajo es la expresión de la “vida genérica” del hombre, de todas las creaciones acumuladas del género humano”. Garaudy, Roger. Introducción al estudio de Marx. México Era. S.A. 1971. p. 53.

[57] Marx, C. Manuscritos, p. 80.

[58] Fromm, Erich. Marx y su concepto del hombre, Fondo de Cultura Económica. Séptima reimpresión, 1978, p. 64.

[59] Estanislao, Zuleta “Marx y el presente”. Revista resonancia. Agosto de 1988, Vol.1; nº 1. Pág. 60

[60] Marx, C. Manuscritos. p. 82.

[61] Ibíd.

[62] Ibíd., p. 83.

[63] Ibíd., p. 88.

[64] Ibíd.

[65] Ibíd., p. 84.

[66] Ibíd.

[67] Ibíd., 120.

[68] Ibíd., p. 127.

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