La Tendencia Revolucionaria celebra un nuevo aniversario de existencia y conmemora, dentro de la celebración, la continuidad de la lucha política del pueblo por asegurar sus conquistas sociales, por impulsar las transformaciones profundas del régimen político, por construir un gobierno del pueblo y por alcanzar el poder del Estado.
El fin de la guerra popular revolucionaria abre un periodo histórico en donde continúa la confrontación del pueblo y sus opresores; un momento de leve liberalización de la vida social y se cierra el camino para una democratización de la sociedad salvadoreña. La antigua insurgencia es convertida, como en los cuentos de hadas, en partido político, es decir en parte del Estado y las elecciones son elevadas al rango de medida democrática del nuevo escenario de posguerra.
El fin de la guerra no significó el advenimiento de la paz sino la continuación de la lucha de las clases sociales enfrentadas en el país, a este momento se le ha llamado paz y ésta, llegó a convertirse en una especie de moneda de cambio que debía de ser atesorada, sin embargo este régimen político ha significado para el pueblo el montaje de un Estado autoritario, de un brutal modelo neoliberal, de una política de expulsión masiva de salvadoreños hacia el norte y en un reino del sector financiero como la nueva fracción de clase dominante, en sustitución de la antigua oligarquía cafetalera.
En un poco más de una década, este diseño ha producido un país con una economía de servicios con la capacidad productiva y la agricultura desmontada, en donde al mismo tiempo se ha hecho de la dependencia total a los Estados Unidos el arte supremo de la política estatal y todo este andamiaje resulta coronado por el sometimiento del Estado, como sentido público, al mercado como sentido privado.
En este periodo de posguerra se define brutalmente la separación entre estado y sociedad, entre economía y medio ambiente y entre oposición y resistencia, de modo que al convertir la competitividad en el atributo esencial o ética vital del mercado, se reduce y agotan las posibilidades de la convivencia social y el país funciona, entonces, en una especie de noria política en donde a más competitividad se da menos convivencia social y esta maquinaria produce una sociedad salvadoreña estallada en sus entrañas.
El capital financiero, sustento vital de la clase dominante y los intereses de las grandes corporaciones transnacionales, ha producido monstruos como la delincuencia que no puede controlar y que solo podrá ser erradicada transformando las bases de la actual sociedad salvadoreña que en la lógica de su funcionamiento, produce seres humanos marginados, excluidos y desechados.
El momento en que actuamos está preñado de crisis: a nivel planetario se agota el periodo del dólar como moneda de referencia y se anuncia el agotamiento inevitable del imperio estadounidense como imperio hegemónico, la guerra se convierte en el modus operandi de los grandes capitales transnacionales; pero en América Latina las elecciones pasan de ser el instrumento seguro de las oligarquías para controlar a sus pueblos, a ser un escenario desde donde se amenaza políticamente los corruptos poderes tradicionales de estas oligarquías.
América del Sur se levanta como un poder político capaz de ofrecer alternativas a los pueblos y nunca como hoy ha sido clara la figura que establece que el norte de nuestro pueblo está en el sur, porque los gobiernos revolucionarios de Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia y los gobiernos progresistas de Lula en Brasil y Tavaré Vásquez en Uruguay y el gobierno de Kirchner en Argentina, configuran una correlación que hasta ahora reduce la capacidad de maniobra del imperialismo en el continente y ésta es una buena noticia para nuestro pueblo.
Saludamos la reciente victoria electoral del pueblo sandinista en Nicaragua y esperamos que desde el pueblo y desde el gobierno, la nueva administración nicaragüense cambie la vida política, económica y social de Nicaragua tan entrañable a nuestros corazones.
El Salvador es gobernado por el equipo más sumiso y entregado a Washington, este gobierno, que hace de la dependencia total su mayor atributo ha entrado en un momento de crisis política y el pueblo, resistente, valiente y tenaz aprende, día a día el arte de hacer política, de construir la resistencia y a convertirse en sujeto político de su vida.
Nuestro país es un escenario encendido de resistencia y el proceso social y humano es iluminado por los ejemplos inmortales de Monseñor Romero, por la luz inapagable de nuestros héroes y mártires y por la lucha diaria que hora tras hora, minuto a minuto pone al pueblo como protagonista y dueño de su presente y de su futuro.
Resulta un honor celebrar este Décimo Aniversario en medio de este pueblo que no se rinde, que no pierde su voluntad ni sus esperanzas, en un enfrentamiento también diario, con el poder autoritario del capital financiero y la política ominosa gubernamental. El hambre, el desempleo, los salarios indignos, el atropello sobre la mujer, el irrespeto de las minorías, los abusos del mercado sobre los consumidores no reduce, ni reducirá el proceso inagotable de concientización, de organización y de elevación del poder popular para enfrentar victoriosamente a sus opresores.
San Salvador, 11 de noviembre de 2006
Coordinación Nacional
Tendencia Revolucionaria de El Salvador