El futuro poder real mundial (I)
Oct. 27 , 2009
A diferencia de lo que sucedía durante siglos pasados, hoy podemos comprobar que los mayores intereses económicos planetarios ya no necesitan coincidir con ningún país o nación soberana en particular. Ni siquiera les resulta preciso alinearse con Estados Unidos.
Ello no quita que Estados Unidos haya representado un rol preponderante dentro del proceso de la globalización – que yo llamaré mundialismo -, particularmente desde fines de la Segunda Guerra Mundial. Actualmente, nos encontramos transitando por una de las etapas más complejas y volátiles de este proceso de cambio mundial, en el cual las fuerzas horizontales del mundo desarrollado, apoyadas sobre sus estructuras financieras, económicas y medios de comunicación masivos de todo tipo, detentan mayor poder real que las estructuras verticales tradicionales (gobiernos e instituciones políticas). Sin embargo, esta mayor fuerza todavía resulta insuficiente para establecer una sólida administración mundial de los asuntos públicos y privados.
Ahora bien, se puede inferir que a la velocidad en que se vienen produciendo los grandes cambios, en un futuro el poder real mundial se encontrará firmemente controlado por una tecno-estructura global (o más de una), la que todavía demorará varias décadas en reorganizar, agrupar y consolidar su armazón. Tanto o más importante aún, se requerirá de un amplio plazo para modificar patrones de conducta entre las mayorías ciudadanas, acostumbradas a los actuales sistemas de gobierno (no siempre democráticos, como muchos podrían pensar).
Probablemente, la continua evolución de todo un conjunto de graves problemas que actualmente agobian a la humanidad – pobreza extrema en grandes regiones del planeta, contaminación y calentamiento global, crimen, guerras permanentes, epidemias -, librados a su propia dinámica, terminen por conducir por sí solos a un punto de crisis total, que actuará como un catalizador que permitirá justificar una nueva administración de los asuntos mundiales, es decir, al advenimiento de un gobierno mundial. La clave de la estrategia del mundialismo para las próximas décadas consistirá no tanto en resolver esta complicada problemática que enfrenta la humanidad, sino en administrar de manera pragmática su desarrollo.
Sea como sea, se arribará finalmente a una fase en la que se articulará un gobierno mundial que asumirá la administración política, económica y social del planeta, como única manera de garantizar su estabilidad y continuidad en el largo plazo. No hoy ni mañana, pero ciertamente antes que la población del mundo alcance los 10.000 a 12.000 millones de personas – o más aún -, que se proyecta para fines del siglo XXI. Entonces veremos cerrarse un amplio ciclo en la evolución de las estructuras sociales de la humanidad, las que después de transitar por una etapa de democracia relativamente generalizada, volverán al más antiguo y tradicional sistema jerárquico que fue sustento de imperios que duraron siglos, desde Egipto hasta Roma, desde Arabia hasta Europa. China, ejemplo para muchos, continúa ejerciendo hoy en día ese tradicional sistema histórico, como única manera de conducir una población a todas luces complicada y potencialmente explosiva.
La ciencia y la tecnología nos han permitido modificar el aspecto físico de nuestra vida sobre el planeta en tan solo tres décadas. Sin embargo, modificar los patrones psíquicos que nos condicionan como individuos y cambiar las fuerzas medulares que determinan la psicología colectiva, son mucho más difíciles, sino imposibles, de lograr. Las grandes mayorías – pobres, esforzadas y dolientes -, no encuentran respuestas satisfactorias a sus apremiantes realidades cotidianas, pues el sistema liberal que nos gobierna no fue pensado o concebido para dárselas. Exigen un trato digno, con mayores niveles de seguridad y asistencia en lo básico.