El Hombre

EL HOMBRE

Ví por TV una vez que le pedían a Silvio Rodríguez un pensamiento sobre el Che. “Uhh… dijo Silvio, esas preguntas trascendentales… Un hombre, un hombre no necesita adjetivos”.

Escuché su nombre por primera vez en medio del revuelo que armó la introducción del libro “Los caminos de la Unidad” en la escuela de cuadros de enero de 1986. Se comentaba que la difusión y venta de este material había estado prohibida en las librerías del Partido. La polémica radicaba en las tesis que los autores del trabajo presentaban acerca de la necesidad histórica del encuentro y reconciliación entre las diferentes formaciones, tendencias y fuerzas revolucionarias. Dichos autores eran Kiva Maidanik, M.Piñeyro Losada y Schafik Handal.

Aquel mismo año el XVI Congreso del PC redactaría sobre esta línea politico ideológica todos sus estatutos y la honraría en lo sucesivo tendiendo un perímetro ejemplarmente amplio de alianzas y esfuerzos unitarios. Mas, ¿fue acaso la propia dialéctica del viraje lo que impidió al Partido conservar su estructura humana?, ¿o fue además una concepción sumamente moralista y poco materialista del socialismo y del trabajo revolucionario individual y colectivo? La inmensa mayoría de aquellos prometedores “cuadros” que pasaron escuela por entonces hace ya mucho que no están en nuestras filas aunque sí se han seguido reproduciendo las conductas dirigenciales y costumbres ceremoniales que lucieron a su paso por el Partido.

Cuando la hecatombe de la URSS y ante la desbandada generalizada el nombre de Schafik Handal volvió a resonar con el de otras figuras de la izquierda latinoamericana que se juntaban para alentar la resistencia y contrarrestar la ofensiva triunfalista de los villanos de siempre que con whisky en las rocas del muro de Berlín brindaban por el absurdo teórico del fin de la historia y las ideologías.
El mensaje y la firma de Schafik llegaban desde alguno de los campamentos que a lo largo de toda la geografía volcánica de El Salvador la guerrilla farabundista venía levantando, protegiendo y movilizando desde el inicio de la Guerra Popular Revolucionaria para con una bravura y astucia descomunal hacerle frente a los ejércitos militares y paramilitares armados por el gobierno norteamericano de Reagan y Bush. Handal, secretario general del Partido Comunista Salvadoreño durante la convulsionada década de los ´70, era uno de los encapuchados que en noviembre de 1980 declaraba en conferencia de prensa clandestina la formación del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, fue durante los doce años de guerra uno de los cinco miembros de la comandancia general y sería el comisionado principal de llevar el conflicto a una paz negociada que en enero del ´92 abría al FMLN las puertas de un Parlamento que en diez años lo tendría sentado como la primer bancada y gobernando los municipios más poblados del país, incluída la capital.

Apenas aterrizé en El Salvador, cuatro días antes de las elecciones presidenciales de1999, lo primero que hice fue buscar aquel nombre de mitología en los periódicos. No tuve mas que ver las fotos de las portadas y leer los epígrafes que cubrían el cierre de campaña del Partido: “El candidato a la presidencia saluda acompañado por Schafik Handal y otros dirigentes…”. Durante aquella mi primera estadía en el país pude ir tomando dimensiones de la envergadura social que tenía esta organización y este personaje cuyo prestigio y convocatoria me daba por momentos la impresión de trascender inclusive los límites carismáticos del propio Frente.
Lo conocí personalmente un sábado por la mañana en su casa de la Colonia Miramonte, por la calle Toluca, arteria que por su ubicación y su trazado sinuoso sobre un barrio de lomas en San Salvador me hace acordar a la bajada Roque Sáenz Peña de Córdoba Capital. Damián Alegría me llevó hasta la casa, junto a un norteamericano que estaba haciendo un trabajo sobre Enrique Alvarez Córdoba, asesinado por escuadrones de la muerte junto a toda la dirección del embrionario FDR. Nunca me olvido como sonaba el “Schafik” en la pronunciaciòn del gringo. Después me quedé a solas con él mientras esperábamos a Ramiro Vázquez, tiempo que aprovechó para enseñarme el jardín de la vivienda, un modesto cantero dotado si mal no recuerdo de un par de árboles de fruta tropical y otros arbustos. Después nos fuímos en dos carros hasta el Estero de Jaltepeque, cerca de la Costa del Sol, donde abordamos una lancha que nos desembarcó en playas de la Isla de Tasajera. Allí, los anfitriones de la posada “El Oásis de Tasajera” lo esperaban con lo que percibí un enorme cariño y satisfacción de poder albergarlo un par de días con ellos. Instalados para el almuerzo y bajo una sombrilla natural formada con palos de mango, Schafik abrió un portafolios de donde extrajo un obsequio transparente y reservado para aquel descanso: una botella de vodka Finlandia.
Pienso que el inacabable asunto de la juventud en la vejez se dejaba adivinar en su caso a través de la risa, una risa de docilidad y tono puramente infantil que se repitió en el transcurso de aquella tarde maravillosa en la isla, entre anécdotas que ventiladas por la brisa del Pacifico brincaban de uno a otro instante de la guerra y de la Korea de Kim Il Sung o la Bucarest de Ceaucescu a La Habana de Fidel o la Moscú donde se enamoró de una traductora rubia llamada Tania. En un momento El Pelado Pablo, uno de sus fieles acompañantes, se trepó a la arboleda y empezaron a llover los mangos. Cuando llevaba masticando una media docena confesó que su debilidad por los mangos llegaba a un punto casi incontrolable. Nos despedimos al borde de los manglares poco antes que cayera el sol.

Un domingo por la mañana del año siguiente, el esperado 2000, remonté de nuevo la calle Toluca y lo entrevisté con referencia al éxito frentista en las elecciones parlamentarias y de alcaldes que se acababan de celebrar. Una nota magnífica que terminó en un abrazo de despedida hasta octubre del 2003, cuando nos reencontramos al comienzo de la contienda presidencial mas reñida que se tenga memoria en El Salvador, la cual lo tenía a él mismo como protagonista principal de una nueva ofensiva popular, en esta oportunidad nada más ni nada menos que como su candidato a presidente.
Durante los seis meses que duró la campaña Schafik Handal, junto a Tania, el Pelón Pablo, el Búcaro, recorrieron con entusiasmo cada cantón de su pequeña y adorable tierra, y su convocatoria colmó de esperanzas todas las plazas centrales del país, poniendo al pueblo a un paso de conquistar un gobierno central que al final la derecha solo pudo retener a golpe de amenazas, fraude y bombardeo mediático. Tras la concentración en el pueblo de Chalchuapa, donde se hallan las pirámides mayas del Tazumal, nos cruzamos en el complejo donde pasaría la noche la comitiva que lo acompañaba, quienes a menudo y por precaución se referían a él como “El hombre”. “El hombre viene llegando ahorita”, “El hombre va para tal lado”. Ahí me lo encontraba yo al hombre otra vez. Cuando me acerco a saludarlo me dice:“Pero tu estas aquí desde el principio, esto ha crecido, no?”. Aunque no alcanzó, aquello habia crecido hasta el punto que llegó a duplicar los votos de la elección anterior.

Yo me quedé dos años más viviendo en San Salvador. Cuando hace dos meses estaba listo para mudarme a Guatemala, aprovechando el viaje para asistir en representación del Partido a la asamblea nacional de ANN, Alianza Nueva Nación, me entero por Sigfrido Reyes, notable referente de una nueva camada de dirección del Frente, que Schafik estaba viajando para Guate el sábado para poder asistir el domingo al mismo evento. Lo llamé a Jesús, “Chus”, uno de sus mas cercanos colaboradores, a quien yo conocía desde los primeros dias de la campaña del 2003. Así combinamos para juntarnos tempranito el sábado en casa del hombre. Así que ahí estaba yo de nuevo en Toluca, con todos mis bartulos, la guitarra y a punto de levar anclas de El Salvador para seguir buscando destino en el país de las flores.
Un viaje que normalmente se hace en cinco o rápidas cuatro horas que Chus hizo en algo más que tres. Al cruzar el puente sobre el río que divide la frontera Schafik nos relataba algunos de los avatares sucedidos entre los cientos de veces que había cruzado esas aguas eludiendo los controles y retenes, por aquí y por allá; mientras tanto yo me despedía de mis últimos dos años y un amor maravilloso, pensando que me iba conducido por Jesús “…y con el presidente, que tal…”.
Y si la partida de El Salvador fue con fortuna la llegada no lo fue menos, porque aquí en Ciudad de Guatemala nos esperaban a comer Santiago Feliu y su esposa, de la embajada de Cuba en el país.
Como un centro del excelente humor de la mesa la risa infantil del hombre brilló junto al arroz y el café a la cubana de un almuerzo que culminó con dos estocadas de su maestría. Una fue un cuento acerca de un salvadoreño que al morir y encontrarse frente a San Pedro es invitado a elegir entre el cielo y el infierno, para lo cual sube a un ascensor que primero asciende hasta las esferas celestiales en las cuales este caballero es recibido por un Dios típicamente viejo y de barba blanca y donde no hay mas que nubes, querubines y música de arpas; el ascensor desciende luego hasta los infiernos, donde le abre las puertas un simpatiquísimo y amigable Diablo que con anteojos de sol y un whisky en la mano le muestra las instalaciones del hades: jardines, piscinas, bares, señoritas en bikini. De vuelta ante San Pedro y puesto a elegir, el finado salvadoreño no duda en optar por los infiernos. Pero cuando se abre la puerta del ascensor se encuentra ante un panorama aterrador de gente chillando y cocinándose en enormes calderos que revuelve un Diablo terrorifico que echa fuego por los ojos. “Pero cómo dice azorado el tipo cuando yo estuve aquí antes esto era otra cosa!”, “Sí le dice el Diablo, echando fuego por los ojos, pero antes estábamos en campaña y ahora ya elegiste!”.
Con la celebración del chiste se acabó la botella de whisky convidada por la hospitalaria familia cubana. Fue ahí cuando el mismo Schafik tomó el envase vacío y empezó a refregarlo con ambas manos, prediciendo que en un par de minutos le sacaría el Diablo de adentro. Al poco rato sostuvo la botella para que yo le soltara dentro un fósforo encendido que para sorpresa de todos produjo un breve estallido azul rojizo que hizo un ruido grave y redondo y nos dejó oler un poco más el perfume de aquel whisky que habíamos degustado juntos y sin hielo, como a él le gustaba. “A veces salen hasta dos y tres Diablos”, contó después que metimos sin éxito un par de fósforos más.
Al otro día lo despedí con un beso tras el aburridísimo evento de ANN en el domo de Guatemala, hacen dos meses.

Esta madrugada me despertó muy temprano mi vieja desde Argentina. Como estoy engripado sospeché adormecido que quería saber cómo seguía, hasta que preparándome con un tono inconfundible de congoja y cuidado me dijo que tenía que darme una mala noticia: “Se murió Schafik. Me acaban de avisar. Parece que al regresar de Bolivia ahí mismo en el Aeropuerto se había desvanecido”.
Como a las diez lo llamé por teléfono a Jesús: “Aquí estamos ´mano me dice con el hombre tendido…”.

Será despedido con la pena más grande que El Salvador recuerde, quizás desde los crímenes de Monseñor Romero o los padres jesuitas. Se va contento de haber visto lo que pasa en Bolivia, en Chile, en Uruguay y en Venezuela y tras haber conducido una inmensa revolución en su patria. Se va dejando una huella infinita de memorias andadas junto a todos los que encontró en su camino, también la que no olvidan algunos periodistas que en sus delirios de altura todo un complejo ante semejante estatura no pudieron escuchar, ni aprender, ni supieron preguntar, ni reir.
Para mí se va cruzando a nado la frontera una vez más; van su mujer y va Jesús y el Pelón Pablo, y Ramiro y Luis y Vladimir, y casi todos van, yo también voy. Como decía una canción para la campaña:

“Don Schafik se marchó a la montaña
con un puño de valientes, Don Schafik
a luchar por una vida justa y humana
lo que siempre para el pueblo
ha soñado Don Schafik…”

Juan Bautista Echegaray
Antigua Guatemala, Jueves 27 de enero, 2006

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