Entrevista al sociólogo cubano Aurelio
Alonso: El impredecible final del laberinto cubano
Waldo Fernández Cuenca
La Ventana/Casa de las Americas
La Revolución Cubana está próxima a su medio siglo. Teorizar desde cualquier
ángulo sobre ella se vuelve un ejercicio difícil pero apasionante. El
proyecto político y social cubano, me atrevo a decir que gatea todavía,
busca situarse en un mundo áspero y contradictorio. Con enemigos poderosos y
grandes amigos en todo el mundo. Cuba sigue su camino. Mas en su andar,
importantes pensadores desde las más extremas y moderadas posiciones opinan
sobre ella. Aurelio Alonso, actual subdirector de la revista Casa de Las
Américas es uno de ellos. Sobre un críptico laberinto hurga en los
intersticios de los grandes retos que hoy enfrenta nuestra nación, 50 años
después de haber escogido un destino diferente. Este sociólogo y reconocido
pensador intenta darnos algunas claves de la Cuba actual.
¿Qué sintió Aurelio Alonso como pensador y persona cuando supo que se
derrumbó el campo socialista y la URSS?
-Para mí como para casi todo el mundo fue algo totalmente inesperado y
sorpresivo, pero si en algún lugar del mundo ha habido una comprensión
racional del derrumbe y no una comprensión por claudicación fue en Cuba,
porque nosotros sabemos que en algunos países de ese campo, como Polonia y
Hungría, se había desarrollado ya una proyección reformista muy fuerte hacia
una economía de mercado.
“En los años 60 el proyecto cubano trató de desarrollarse con una cierta
autonomía, lo cual no pudo realizar con éxito, y tuvo que adherirse al CAME
y alinearse al sistema soviético. Pero ya el Che Guevara casi había
pronosticado el derrumbe del sistema socialista, algo que en general se veía
muy difícil y poco probable. Yo pienso incluso hoy que el sistema podía
haberse reformado desde adentro sin haberse desestructurado.
“Para nosotros la caída en lo económico fue una catástrofe y en lo político
provocó una crisis de paradigma. Se había asumido el criterio que ese sería
nuestro modelo de desarrollo, y de repente se desmorona, motivo por el cual
muchos pensaron que aquí también iba a caer el socialismo. No obstante, para
los dirigentes cubanos se retuvo con claridad la opción de resistir por
todos los medios este embate. Que esto era necesario y posible a la vez.”
¿En algún momento usted pensó que aquí también se caería el socialismo?
-Sí, yo siempre pensé que podía caerse, como pienso que todavía puede
caerse. Si algo demostró el campo socialista fue que la irreversibilidad del
sistema no era una ley inviolable. Esa falsa idea de que habíamos llegado a
una sociedad superior y que no era reversible fue totalmente errónea. Esto
lo asume Fidel en el 2005 en un discurso -que resultó alarmante y sorpresivo
porque nunca él había reconocido posibilidades al fracaso- cuando habla que
nuestro socialismo podíamos destruirlo nosotros mismos, y menciona la
corrupción. Yo hablaría de mucho más que de la corrupción, hablaría de
burocracia, de inmovilismo y de la rutinización de nuestro sistema.
“Pienso que la destrucción del sistema siempre es posible y hay que salvarlo
todos los días, rehacerlo todos los días, perfeccionarlo todos los días,
incluso lo que no se haga hoy puede ser un lastre para el mañana. Este ha
sido un problema serio del socialismo cubano: que ha estado entrampado desde
afuera por un bloqueo externo pero también desde adentro por una cuota de
incertidumbre muy alta.”
Usted, en una entrevista para el periódico mexicano La Jornada, habla de
reinventar el socialismo.
¿Qué significa para Aurelio Alonso reinventar el socialismo en Cuba?
-La primera vez que yo usé esta palabra fue en Chile en el año 2003, cuando
digo que el futuro del mundo debe ser socialista pero que había que
reinventarlo, no solamente en Cuba sino también los proyectos de socialismo
que nacen hoy en América Latina en el marco de sociedades que están
intentando cambios radicales y revolucionarios, como lo son Venezuela,
Bolivia y ahora el caso de Ecuador.
“Estos son países que tienen que reinventar, no pueden asumir ningún esquema
anterior, ni el modelo soviético ni el actual modelo chino que es muy
controversial debido al alto compromiso alcanzado con el mercado en esa
sociedad, lo cual ha generado mucha incertidumbre en determinados sectores,
en cuanto al rumbo futuro. Para encauzar esas experiencias socialistas de
hoy hay que pensar en reinventar. Se ha vuelto un verbo clave.
“Nuestro socialismo también hay que reinventarlo, mirando críticamente a la
experiencia del sistema en el siglo XX. Por ejemplo en el plano económico
debemos decir que de una economía que está muy estatizada debemos llegar a
una economía más flexible donde el Estado no pierda su poder económico. Es
decir, ni el control integral del aparato económico nacional, ni su
protagonismo empresario, como inversor principal, en sectores que resulten
clave. Pero que deje espacios a otras formas de propiedad, como pueden ser
formas de propiedad cooperativa, y también una mayor presencia de la
economía familiar. Y ni siquiera excluir la posibilidad de otras en las
cuales ni hayamos pensado. Los esquemas atentan contra la imaginación.
“Todo esto debe implementarse con un balance donde ninguna de las formas no
socializadas o menos socializadas imponga una norma de mercado a las más
socializadas. Buscar una configuración que provea eficiencia, pero no en los
términos cuantitativos de la economía de mercado, sino con una concepción
nueva de la eficiencia, orientada a hacer sustentable al sistema en su
conjunto.
“Ahora, ¿qué camino habría que tomar? ¿Qué tiempo puede demorar? ¿Cómo se
puede hacer? Esas son preguntas más concretas que requieren respuestas más
concretas. Y respuestas más concretas implican el manejo de muchas variantes
que no están a mi alcance. Pero no tengo duda en cuanto a la necesidad de
romper la identificación de lo estatal con lo socializado o socialista.
Habría mucha más tela por donde cortar, por supuesto.”
¿No hay una idea implícita también en ese término de fracaso?
-Claro que sí. Hay dos cosas: está el significado del fracaso del modelo
anterior y está no perder de vista también los aportes reales de aquel
modelo. Empezando por la Unión Soviética, que de un imperio más feudal aun
que capitalista, sostenido por el mujik (el campesino), se convirtió en
menos de medio siglo en la segunda potencia mundial. No todo fue fracaso en
aquella economía, de la cual pueden extraerse experiencias importantes,
siempre teniendo en cuenta que el conjunto del modelo no se sostuvo, ni en
lo económico ni en lo político. En lo político porque el socialismo, que es
el único régimen mundial donde la sustentabilidad depende de la democracia,
no ha sido capaz de crearla.
“El capitalismo puede vivir sin democracia, fíjate que donde primero se
implanta el modelo neoliberal en América Latina es en el régimen de
Pinochet, el capitalismo usa los mecanismos de institucionalización política
que le son convenientes y rentables en cada lugar sin ningún escrúpulo. E
incluso aplica patrones autoritarios, y a veces de corte fascista, al amparo
de esa institucionalidad que llama democrática por sostenerse en regímenes
electorales y de alternacia gubernamental.
“Al capitalismo no le interesa crear una verdadera democracia, pero al
socialismo sí, y eso fue lo que faltó en Moscú, donde si hubiera habido un
verdadero poder popular, el gobierno soviético hubiera podido asumir un
esquema de reformas mucho más radical encaminado a sostener el sistema
socialista. No radical en renunciar al mismo. Todo eso falló porque no había
un poder popular, el pueblo no tenía ningún poder, desde un nivel
comunitario hasta los más altos niveles estatales, en la toma de
decisiones.”
¿Cuáles son entonces los problemas del proyecto democrático cubano?
-Creo que debemos partir de reconocer que hemos armado un proyecto demasiado
estatizado, muy burocratizado con un nivel muy limitado de participación
popular en los sistemas de decisiones de todo orden. Esto puede definir a
grandes rasgos el problema, pero que tiene muchas expresiones puntuales e
institucionales. Por ejemplo existe un sistema de poder popular donde la
Asamblea Nacional -que electoralmente es muy democrática, pero los elegidos
tiene un poder muy limitado para tomar cualquier decisión- se reúne solo dos
veces al año y vota cosas que ya han sido tramitadas. Esas votaciones
unánimes te dan la medida de lo insustancial de su gestión.
¿Habría que refundar entonces la democracia cubana actual?
-«Refundar» no es la palabra, refundar significa volver a fundar, un diseño
distinto, liquidando todo lo anterior. Yo creo que hay que transformarlo
críticamente, tener una posición más crítica por parte de los actores
políticos, en todos los niveles, de poder hacia la organización del poder.
El papel del partido a mi juicio debería ser transformado: el partido no
puede dirigir al Estado, es el pueblo el que debe dirigir al Estado. Martí
usaba unas palabras que siempre me han impresionado, él hablaba de un
partido para formar la república no para dirigir la república, para Martí el
partido debe tener un papel más ético, más de vanguardia.
“Esto nos lleva al análisis de que son dos cosas distintas un
partido-vanguardia y un partido-poder. Si nos montamos en una estructura de
poder ya estamos rebasando el papel de la vanguardia; y si nuestro propósito
es articular la garantía, la reproducción y el perfeccionamiento de la
vanguardia dentro del proyecto, nuestra aspiración no puede traducirse en el
ejercicio del poder, ya se refiera a administrar con eficiencia, o cualquier
dispositivo que releve al pueblo de la responsabilidad de las decisiones.
“No son ideas antagónicas, pero tampoco coincidentes, incluso pueden
contraponerse en algunas cosas porque ejercer el poder crea intereses
corporativos, entonces quieres estar en el Partido para poder ejercer el
poder. Es toda una dinámica de intereses y compromisos de acuerdo al papel
que juegan las instituciones.”
¿Cree usted en la superación de una férrea mentalidad de plaza sitiada sin
subestimar nunca la inteligencia del enemigo?
-Eso es muy difícil. Para superar esa mentalidad de plaza en estado de sitio
debe dejar de existir el estado de sitio real. Esta mentalidad de plaza
sitiada se crea porque somos una verdadera plaza sitiada. Los últimos 15
años son la prueba más clara de ello: cómo los Estados Unidos han cambiado
toda su política hacia el antiguo campo socialista excepto hacia Cuba. Y
comienzan el hostigamiento hacia esos regímenes latinoamericanos que se
aproximan o siguen proyecciones antiimperialistas, afines a las de Cuba.
“La política de cerco existe y el centro principal se está desplazando hacia
Venezuela. Este país es, más que Cuba, objeto previsible de una posible
invasión, por los intereses norteamericanos allí, puesto que Venezuela es
uno de los suministradores más de petróleo a los Estados Unidos, y esta
asentada geográficamente sobre las segundas reservas de petróleo más grandes
del mundo.”
En varios de sus artículos sobre la sociedad cubana y el impacto de la
crisis de los 90 usted dice que Cuba tiene una crisis de inserción debido al
mundo al cual se enfrenta. ¿Ha logrado el país insertarse en la dinámica
global contemporánea a la vez que protege su modelo?
-Yo hablo sobre la crisis de inserción que provocó la caída del llamado
«campo socialista», porque hasta el año 1989 Cuba no padecía esta crisis
debido a su inserción dentro de un sistema internacional. La inserción
siempre ha sido un problema para nuestro país, los primeros años de la
revolución fueron de ruptura y búsqueda de un camino independiente de
inserción en el mercado mundial, el cual no logramos. Ya entonces se pueden
identificar los elementos propios de una primera crisis de inserción hasta
que Cuba opta por ingresar al CAME y obtiene una asociación internacional
articulada, orgánica y estable. También una nueva situación de dependencia.
“Este sistema (el del CAME) no llegó a dominar una porción suficientemente
elevada de la economía mundial. Además se montó sobre un equívoco, puesto
que no llegó a ser un sistema distinto, en términos de mercado, al sistema
capitalista dominante, es decir, al mercado mundial, sino es una forma de
integrarse desde una perspectiva colectiva a la economía mundial.
“Cuba vive a partir de ahí un momento económico provechoso, aunque nos
volvimos también más azucareros, más dependientes de un mercado cautivo con
pocas posibilidades de salirnos de ese sistema. En la época actual hemos ido
logrando una inserción policéntrica, ya que no dependemos de ningún centro
en particular. Me atrevería a caracterizar la articulación económica
internacional a partir de tres contrapartes: Venezuela, China y algunos
países desarrollados.”
¿Cómo ve Aurelio Alonso el socialismo del siglo XXI que Chávez nos propone?
-Esa es una teorización. Confieso que yo también he usado ese término, pero
lo cierto es que no se sabe todavía cuál es, o cuales serán los socialismos
de este siglo porque solo han pasado siete años. Yo creo que hay una
correlación de fuerzas que demuestra condiciones favorables, como nunca
hasta nuestros días, para reiniciar una búsqueda del socialismo en América
Latina. Por ahí viene el verbo «reinventar», y como todavía habrá mucho que
reinventar, le hago un cierto rechazo a que alguien venga a estratificar
modelos como si tuvieran la verdad en la mano.
“Nosotros no podemos ponernos a construir modelos en abstracto, tampoco
significa que no podamos teorizar pero debemos hacerlo de manera progresiva.
Las condiciones de los países que vayan a construir ese socialismo saliendo
de profundas complicaciones de dependencia neoliberal como son los países
latinoamericanos, deben ser sobre la base de una serie de pasos, de
construcciones distintas a una sociedad como la cubana de economía muy
estatizada. Quizás los objetivos sean similares pero los puntos de partida,
los caminos, las estrategias tienen que ser distintas.
“Incluso nosotros no debiéramos ver, a ultranza, como un pecado capital,
privatizar. Venezuela parte, de hecho, de una sociedad hiperprivatizada, y
no creo que los procesos nacionalizadores que se hagan necesarios puedan
orientarse a la desprivatización masiva. También existen condiciones
diferentes para los países que parten con una cantidad enorme de recursos
materiales, naturales y los que no. Nunca van a ser iguales tampoco las
condiciones en que pueda triunfar un proyecto socialista en un país
capitalista desarrollado, necesariamente serán condiciones diferentes. El
dilema no está en teorizar o no teorizar, sino en si construimos modelos o
no construimos modelos, a partir incluso de experiencias evaluadas como
exitosas.”
¿Hasta qué punto le hizo daño a nuestra economía copiar el modelo soviético
y adoptar una excesiva centralización?
-Eso es muy difícil de decir. Habría que preguntarse también hasta que punto
la economía hubiera subsistido si no adopta el modelo soviético. No se
trataba solamente de acogerse a un modelo sino de adaptarse a las exigencias
de un conjunto de países para poder insertarse. La cuestión no era «si no te
adaptas al modelo no te ayudamos», era «si no te adaptas no tienes manera de
insertarte».
“Este modelo le hizo daño y le hizo bien al país, porque nos permitió salir
de la crisis de principios de los 70 y a partir de ahí obtuvimos una
dinámica de desarrollo estable. Uno de los grandes daños fue en el aspecto
financiero, pues había que buscar en el resto del mercado fuentes de
financiamiento no contempladas en el CAME, y nos acogimos al flujo de la
corriente crediticia en eurodólares que ofrecía el mundo desarrollado en
esos años. Como es sabido, esto generó un proceso de endeudamiento que
desbordó la capacidad de pago del país en divisa convertible.
“También habría que considerar que nuestras políticas de inserción han
estado ligadas a instrumentos jurídicos y no a una dinámica mercantil. Se
montaban fábricas que después no funcionaban o funcionaban a muy baja
capacidad por no hacerse las previsiones pertinentes. Fíjate que la crisis
de la economía cubana no empieza en realidad con la caída del campo
socialista, empieza con la carencia de recursos financieros para saldar los
cumplimientos de la deuda externa en divisa convertible en los primeros años
de los 80.
“En el año 1985, Cuba tiene que decirle a los acreedores occidentales
capitalistas que no puede pagar y para poder acceder a nuevos préstamos los
acreedores le exigen al país una fuerte reducción del gasto público y un
programa de privatización que priorizara la eficiencia económica por encima
de los gastos sociales. Una versión de las «políticas de ajuste» del FMI y
el Banco Mundial, características de las ataduras de la dependencia
neoliberal. Cuba no acepta y declara la moratoria de la deuda.
“Los créditos capitalistas significaban alrededor del 16% de la entrada de
divisas al país, pero ese 16% afectaba al 35% de la economía cubana. Los
convenios con los países del CAME se basaban en lo que esos países te podían
dar, que no coincidía siempre con lo que se necesitaba; en tanto, los
créditos capitalistas significaban la entrada de divisas al país para buscar
ofertas de acuerdo con tus necesidades. La moratoria de la deuda con los
acreedores occidentales trajo como consecuencia que el nivel de dependencia
de Cuba al CAME se elevara de aproximadamente un 65% hasta cerca de un 90%
en 1989.”
¿Qué cambios estructurales más urgentes necesita la economía cubana para un
despegue de sus fuerzas productivas?
-En primer lugar debemos enrumbar la mirada hacia la subsistencia. Siempre
hemos rechazado aplicar un modelo de subsistencia, pero los principales
gastos del país siguen siendo los combustibles y los alimentos. Nunca se
podrá llegar a la total suficiencia, pero no se puede depender en 50 o 60%
de importaciones en esos rubros. En este país hay mucha tierra sin cultivar.
Está la famosa anécdota de Raúl de que solo veía marabú en su viaje a
Camaguey. Evidentemente hay un problema estructural que requiere un cambio
estructural.
“Hay un 30% de los productores agrícolas que hoy garantizan más del 60% de
la producción de alimentos, y estos son los productores privados y las
cooperativas con mayor autonomía en sus decisiones. Son los menos atenazados
por los suministros del Estado, por el compromiso de entrega al Estado, por
la elección de sus cultivos por parte del Estado, por los precios que impone
el Estado. Yo no soy un experto en esos temas pero sí hay mucha gente que ha
escrito sobre eso y tiene sus puntos de vista.
“Creo que habría que ponerle un poco más de atención a los críticas. Hay que
generar cambios en la agricultura que garanticen un mayor
autoabastecimiento. Yo pienso que el socialismo del siglo XX fue tan
estatista de vocación en todas partes, que hoy nos cuesta adoptar otras
formas de propiedad como la cooperada y la privada.”
¿Considera la negación del mercado como la negación del desarrollo?
-Mira, el mercado no es el capital pero el capital sí hizo al mercado. Las
economías de mercado avanzan hasta que el capital se cae. Debe buscarse la
desconexión entre mercado y capital y a su vez el mecanismo de reducción del
peso específico del mercado como dispositivo de conducción de la economía.
Yo no creo en el «socialismo de mercado». Tú no puedes dirigir la economía
socialista mediante el mercado. La economía socialista debe estar dirigida
de manera global por una institucionalidad social representativa de los
intereses de la población y que domine al mercado.
“Al mercado hay que acudir para armar una lógica de eficiencia sin
comprometer el proyecto social. Una eficiencia no dictaminada por las leyes
del mercado sino por una lógica montada en los intereses superiores de la
sociedad, dentro de la cual el mercado provea también, con sus mecanismos,
aseguramientos armónicos con el interés global del proyecto. El mercado de
que hablo no puede convertirse en una concesión al interés privado en
detrimento del interés social, sino subordinarse a él.”
Desde que Raúl asumió la presidencia del país se habla de cambios,
básicamente. ¿Cómo pudiéramos diferenciar la personalidad de Raúl con la de
Fidel?
-Fidel es el estadista más brillante del siglo XX. Ha sido el jefe de Estado
que ha demostrado la mayor capacidad para resolver la subsistencia social en
las condiciones más adversas posibles y mantener un consenso para el
sistema. Las revoluciones generan personalidades: ahora mismo, en Ecuador
nadie sabía quien era Correa hasta hace dos años y este ha adquirido una
talla de estadista impresionante. Raúl no es Fidel. Creo que Raúl tiene
condición de estadista, como la tuvo el Che, y Dorticós y Carlos Rafael
Rodríguez. Es una opinión muy personal. Diría incluso que Raúl aventaja en
algunos aspectos a Fidel, yo creo que Raúl es mejor administrador, y mucha
gente lo cree en Cuba. Él tuvo un peso decisivo en muchas de las reformas
que se implementaron en los años 90 y que sirvieron para contener el
desplome de la economía cubana.
¿Cuán cerca o cuán lejos está el final del laberinto cubano tras la caída
del Muro?
-No se sabe dónde está el final del laberinto, ni siquiera la salida del
laberinto está todavía clara. La salida ha tenido un proceso de reinserción
que le debe mucho a la política de resistencia, pero también a los cambios
que se están produciendo en América Latina y a la crisis del sistema
imperialista. Estamos en una época de grandes incertidumbres, no podríamos
precisar aun los caminos de esos proyectos y cómo van a enfrentarse al
imperialismo. Un imperialismo que nos gusta calificar de agonizante pero
que, incluso en su agonía, no se quedará de brazos cruzados. Seguramente van
a repetirse las agresiones armadas, las cruzadas, las invasiones.
“Por lo tanto el principal aliado que van a tener los pueblos de la América
Latina será la resistencia de los invadidos. En cuanto a Cuba debemos pensar que la situación de plaza sitiada puede durar 100 años más. El sitio es un componente real de nuestro laberinto.”