San Salvador, 27 de febrero (apro).- En los últimos 35 años los hombres del poder económico en El Salvador se han transformado: de terratenientes agro exportadores se han convertido en potentados financieros.
La riqueza en El Salvador se ha reconcentrado en pocas manos, hecho sin precedentes en la historia de este país y de la región centroamericana. De 14 familias oligárquicas en el siglo pasado, ahora el capital está distribuido en ocho poderos grupos empresariales.
Antes de que iniciara la guerra civil en 1980 la economía salvadoreña giraba alrededor de tres productos agrícolas: el café —que predominaba—, la azúcar de caña y el algodón. Éstos definían la vida en este pequeño país que entonces tenía una población que no superaba los 3 millones de habitantes.
En la actualidad, la agricultura está prácticamente perdida, los bancos y grandes centros comerciales se levantan donde antes florecían los cafetales. La población de El Salvador es ahora de 6.7 millones de habitantes, pero 2.5 millones residen en Estados Unidos, y desde allá envían cantidades tan inmensas de dinero que el dólar logró sustituir la moneda nacional, el Colón. De hecho, las remesas se han convertido en la fuente más importante —y en permanente crecimiento— de ingresos en divisas internacionales.
El grupo de los ocho
Alfonso Goitia, destacado economista y académico boliviano residente en El Salvador, ha realizado una investigación, en conjunto con otros profesionales de su gremio, acerca de la transformación que han sufrido los grupos de poder en El Salvador y que en un sentido simplificado podría decirse que de 14 familias oligárquicas que predominaron durante el siglo pasado, en la actualidad se han convertido en ocho grupos empresariales, muchos de ellos herederos de los clanes cafetaleros.
“Hemos hecho una investigación relacionada a los grupos de poder en El Salvador. Tratamos de descifrar cómo las políticas económicas establecidas a lo largo de los últimos 16 años —que coinciden con el gobierno de la derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena)— en los que se ha impulsado el llamado Consenso de Washington o neoliberalismo, mismo que ha propiciado un proceso de reconcentración del capital, lo que genera una dinámica de desigualdad, pobreza y exclusión social”, apunta Goitia.
Explica que durante la guerra civil las familias oligárquicas habían perdido peso, no sólo por la contienda bélica, sino por reformas tales como la agraria, la estatización de la banca y del comercio exterior.
Goitia dice que en la investigación se ubica en la actualidad a las principales empresas salvadoreñas alrededor de las estructuras financieras. A partir de 1989, con la llegada de Alfredo Cristiani al poder se iniciaron las negaciones de paz con la guerrilla, las que culminaron con la firma de los Acuerdos de Chapultepec en 1992. En ese periodo se reprivatizó la banca y el comercio exterior, y comenzó un proceso, que aún no culmina, de privatizaciones de los servicios del Estado, así como una intensa apertura comercial.
Intereses de familia
En la actualidad, la economía de El Salvador está dominada por ocho grupos empresariales: Cuscatlán, Banagrícola, Banco Salvadoreño, Banco de Comercio, Agrisal, Grupo Poma, Grupo de Sola y Grupo Hill. Cada uno está relacionado con inversiones financieras, comerciales, agroindustriales y de la construcción.
Por ejemplo, el Grupo Cuscatlán, que tiene al expresidente Cristiani como uno de sus principales accionistas, domina el sistema financiero local, junto con el Grupo Banagrícola y el Grupo Simán (dueños del Banco Salvadoreño).
“Para que se tenga una idea de su poder, en la investigación se ha detectado que los activos de los cinco primeros grupos empresariales son superiores al Producto Interno Bruto (PIB) local”, asegura Goitia.
El actual Grupo Cuscatlán, es dominado por tres familias: Cristiani, Llach y Hill. El Banagrícola, por las familias Dueñas, Kriete, Palomo Déneke y Araujo Eserski. El Grupo Simán, por el conjunto de familias de origen árabe, como Simán, Zablah y Salume. Todas estos apellidos coinciden con las familias de lo que fue la oligarquía cafetalera.
“Como estrategias empresariales estos grupos financieros han hecho alianzas con capitales extranjeros también poderosos: por ejemplo, el grupo Taca, de aviación, donde domina la familia Kriete, ha hecho alianzas empresariales con el grupo Carso, del magnate mexicano Carlos Slim. El Grupo Poma, que domina en los grandes centros comerciales, también ha hecho alianzas con Slim”, cuenta Goitia,
Revela, también que los bancos Cuscatlán, Agrícola y Salvadoreño, ya no son salvadoreños, sino que tienen establecidos sus holdings en Panamá, además de haberse regionalizado en Centroamérica, y hacen esfuerzos por llegar al Caribe. “Se trata de experiencias o fenómenos sin precedentes en El Salvador y en Centroamérica, y quizás en Latinoamérica”, acota Goitia.
“Es una estrategia empresarial para dominar localmente a través de bancos extranjeros, a los que los amparan ahora leyes internacionales que entrarían con mayor fuerza después de entrar en vigor el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y Centroamérica (CAFTA, por sus siglas en inglés). Es decir, los estados prácticamente entrarían en indefensión frente a estas trasnacionales”, advierte el investigador.
Democracia afectada
“El hecho de que cinco grupos empresariales tengan activos comparados al Producto Interno Bruto (PIB) local, significa que pueden tener el control del diseño de las políticas económicas de este país y de la política del Estado. Además, pueden influir de tal forma para evitar cualquier posibilidad de acceso al poder de partidos que no les beneficien, así como la capacidad para desestabilizar la economía nacional”, advierte Goitia.
“La diferencia entre esta realidad de El Salvador con el resto de Latinoamérica o de Europa, o del mismo Estados Unidos, reside en que en estos países los grupos económicos están interesados en preservar sus intereses a largo plazo y para ello apoyan los procesos democráticos internos”, señala.
“En El Salvador –agrega— los grandes grupos empresariales controlan al partido de gobierno, incluso en el seno de su institucionalidad. Sus altos representantes han estado en la cúpula partidaria.
“Toda esta situación ha provocado falta de desarrollo económico y social, en contraste al crecimiento de estos grupos de poder. Si esto continúa, lo que le espera a El Salvador es una dinámica de mayor polarización y de confrontación. La gente emigra con mayor intensidad (a razón de 700 salvadoreños buscan diariamente llegar hacia Estados Unidos). Es decir, si no cambiamos la orientación de las políticas económicas, estaremos potenciando y construyendo un marco de grave conflictividad futura e inestabilidad política.”