El valor histórico de los testimonios de Miguel Mármol acerca de la insurrección de 1932
Por Antonio Estrada
En ocasión de la conmemoración del 50 aniversario de la insurrección de 932, la Comisión de Propaganda del PCS, consideró incluir en esta revista teórica, el artículo del compañero Antonio Estrada que vierte diversos puntos de interés y polémicos, basado en los testimonios de Miguel Mármol, miembro fundador del Partido, en relación a los acontecimientos del 32.
Sin constituir una posición oficial en relación a este trascendental hecho histórico. su publicación y conocimiento aportará al proceso de discusión ideológica que conduzca a fijar una posición y una interpretación histórica objetiva.
1. Los Testimonios de Miguel Mármol
Desde hace relativamente poco tiempo, aproximadamente diez años, la literatura científica y periodística acerca de la insurrección popular de 1932 en El Salvador, se vio abundantemente enriquecida. El tema dejó de ser objeto de estudio accidental, para convertirse en obligada tarea de esclarecimiento y sistematización teórica de la experiencia. La evolución de los acontecimientos políticos en el país así lo exigía. La lucha de clases del presente reclamaba los aportes de la lucha de clases del pasado.
En este necesario proceso de reencuentro dialéctico del pasado con el presente, los testimonios de Miguel Mármol han desempeñado y siguen desempeñando como lo demuestran las frecuentes polémicas surgidas alrededor de sus puntos de vista, un inconmensurable papel en la comprensión de la insurrección de 1932.
Durante mucho tiempo, los escritores e ideólogos al servicio de la burguesía criolla y del imperialismo, falsificaron a su antojo todo lo relacionado con la insurrección. En esa nefasta tarea han coincidido en los objetivos, aunque variado en los métodos, desde los burdos y enfermizamente anticomunistas de antaño como Schlessinger, hasta los más cautelosos y aparentemente objetivos de hoy día, como Anderson. No encontraban mayor oposición en las filas revolucionarias. Era cuestión de tiempo, sin embargo, para que esa oposición llegara, y comenzaron a aparecer trabajos tan valiosos como polémicos entre los muchos trabajos que fueron, poco a poco, develando los mitos reaccionarios un lugar especial llegó a ocupar, con indisputable mérito, el conjunto de testimonios de Miguel Mármol y de otros camaradas sobrevivientes del 32.
Conscientes de que mucho está por investigarse y esclarecerse acerca de la insurrección presentamos en este artículo, juicios hipotéticos acerca de su significación histórica y acerca del carácter de la revolución definida entonces por el Partido. Tales juicios se fundamentan en el análisis de la bibliografía existentes que nos ha sido posible consultar y, de manera especial, en recientes conversaciones sostenidas con el camarada Mármol.
2. Valoración General de la Insurrección
a) Es usual e inevitable, todavía, encontrar en las filas revolucionarias puntos de vista arbitrarios acerca de la insurrección popular
de 1932 en El Salvador. El camino equivocado que más se transita para intentar aprender lo que, en esencia, históricamente
significa lo de 1932, es el del subjetivismo. No se examina la insurrección de acuerdo a las condiciones históricas concretas existentes en la época. Se asimila, por ejemplo, a los dirigentes como putchistas, y al hecho insurreccional mismo como una aventura sin sentido. Putchistas los dirigentes porque no fueron capaces de organizar el gigantesco torrente espontáneo de las masas; aventura la insurrección porque se decidió y ejecutó en unos cuantos días; tales juicios, una veces se sientan como premisas y otros como conclusiones.
En cualquier caso al final, el resultado es el mismo, la aprehensión superficial, parcial y parcializada del fenómeno. Ya en 1848, en la Ideología Alemana, a propósito de este tipo de enfoque, Marx señalaba: “Aisladas y separadas de la historia real, estas abstracciones no tienen el más pequeño valor. Sólo pueden servir para facilitar la clasificación de materiales históricos. Para indicar el orden sucesivo de los hechos, pero no ofrecen en modo alguno una receta o esquema que nos permita distinguir las diferentes épocas históricas”. Y advertía en el mismo texto del peligro de caer “…no en la explicación científica de los acontecimientos de una época, sino en la ILUSION de esta época, esto es, no en el conocimiento de lo que la época realmente
es . . . sino en lo que los que hacen la historia . . . creen que la
época es…”
b) El partido Comunista de El Salvador, al momento de acometer la inmensa tarea insurreccional no había cumplido dos años de
existencia. Este hecho clave ignorado por algunos o examinado
incorrectamente por otros, explica las insuficiencias, en la dirección política y militar. La Historia Revolucionaria, desde la Comuna de París hasta nuestros días, registra situaciones insurreccionales similares a las de 1932, con idénticos resultados, es decir, situaciones revolucionarias maduras donde la vanguardia no pudo forjar la victoria, al ser sorprendida en período de plena gestación. Es válido afirmar que el PCS era, en 1932, un Partido marxista-leninista embrionario, y que la prueba de fuego a la que lo sometió la historia tan prontamente, fue demasiado severa como para que hubiera podido descifrarla en otros términos que no fueran los del heroísmo, la valentía y la decisión de combatir hasta morir. Ciertamente el poder era la meta. Pero que lejos estaba la posibilidad real de consumar ese ambicioso y a la vez, justo y legítimo propósito revolucionario.
c) Los testimonios de Miguel Mármol y de otros camaradas sobre-
vivientes de 1932, la información disponible, los resultados de las investigaciones realizadas hasta la fecha, ponen fuera de toda duda la existencia entonces, de agudos desajustes económico- sociales. De crisis del poder político, y de exacerbamiento del espíritu insurreccional de las masas, componentes típicos todos, de las condiciones objetivas de una situación revolucionaria madura. Pero también está, fuera de toda duda, la ausencia o débil presencia en 1932, de otros factores que resultaban indispensables para el triunfo, éstos de carácter subjetivo, como decir, el escaso grado de organización de las masas y, fundamental y decisivamente, el bajo nivel de desarrollo político, ideológico y militar del Partido como en Rusia en 1905. El heroísmo ilimitado de los insurrectos no bastaba para resolver los problemas extraordinarios y desconocidos que sólo la buena organización era capaz de afrontar con éxito.
Por todo ello, aún cuando el Partido no alcanzó el fin propuesto de tomar el poder, el juicio histórico no puede, ni debe descansar en una especie de reclamo “paternal”, aunque en unos casos se disfrace de magnanimidad, y en otros, se inyecte de mordacidad.
d) A diferencia del Partido de Rusia de 1917, donde el dilema histórico era tomar o no el poder, el Partido en El Salvador de 1932, se fijó además, el propósito de enfrentar y resolver positivamente el dilema de encabezar y dirigir a las masas enardecidas que, con o sin el Partido, estaban dispuestas a combatir.
A semejanza de la Rusia de 1917, donde el partido, con un Lenín firme al frente, asumió la posición correcta y tomó el Poder. en El Salvador de 1932, el Partido, con un Farabundo Martí imperturbable a la cabeza, también adoptó la posición correcta. encauzando, hasta donde era posible hacerlo en aquellas circunstancias, un levantamiento masivo, una insurrección campesina que, al margen de cualquier tipo de juicios atenuantes o estigmatizadores, bien puede calificársele de heroica, grandiosa y necesaria.
e) La decisión del Comité Central de Partido reflejó una actitud: la actitud de heredar, con el sello de la sangre combatiente, un brillante e incuestionable ejemplo de consecuencia de una dirección revolucionaria que no sólo se precia de ser tal, sino que también actúa como tal. Las discusiones apasionadas suscitadas en el pleno del 7 de enero, lo mismo que los tensos y azarosos preparativos hasta el día decisivo, testimonian que la dirección del Partido actuaba con entereza y decisión de vencer. Cualesquiera que sea el caso, en Martí, Luna, Zapata y demás dirigentes de la insurrección, encontramos una actitud, un espíritu de lucha, una moral de combate, signada por la lealtad sin límite a los explotados y oprimidos.
Salvador Allende, rodeado de otras circunstancias, en otro tiempo y espacio, al resistir hasta el último tiro en La Moneda, totalmente consciente de la inutilidad de su acción militar, sabía que legaba el espíritu de la combatividad, de la consecuencia y de la fidelidad que un dirigente debe a su pueblo.
Destacar este rasgo esencial de la insurrección de 1932, sin caer en la visión “heroica” de la historia constituye, para nosotros, un requisito indispensable para hacer una valoración general justa y objetiva del más grande acontecimiento de nuestra historia revolucionaria.
3. Cuál fue el carácter de la Revolución?
Miguel Mármol sostiene que la de 1932 era una revolución democrático burguesa, algunos autores sostienen que se trataba de una revolución proletaria y socialista, y otros más afirman que la definición era imprecisa y ambigua.
En una serie de nuevos e inéditos testimonios escritos recientemente al calor de las grandes batallas militares, políticas y diplomáticas que protagoniza nuestro heroico pueblo, encontramos un resumen de los principios y consignas fundamentales que según Miguel Mármol caracterizaban la revolución democrático-burguesa. Dice Mármol.
“Por todas partes los combatientes dieron batalla con ardor y con firmeza, para instaurar un Estado Obrero y Campesino que terminara con la injusticia social. Un Estado Revolucionario que cambiara la añeja estructura de la sociedad que estancaba el desarrollo económico y cultural de la nación; que acabara con la injusticia de siglos; que terminara con la inhumana explotación del hombre por el hombre que ejercían los aristócratas terratenientes y empresarios extranjeros; que facilitara crédito económico a los campesinos necesitados; que terminara con la servidumbre a la que estaban sometidas las masas de mozos colonos y aparceros; que pusiera coto a la expropiación de campesinos; que confiscara la tierra malhabida a los terratenientes y ex-gobernantes, para distribuirla entre los antiguos dueños; que nacionalizara la banca; que estimulara el desarrollo industrial y el comercio y llevara a efecto una infraestructura material profunda para sacar al país de tanto atraso. Todo ese cambio de estructura social, orientado a erradicar el desempleo, el hambre, la miseria, el analfabetismo, y para velar por la buena salud del pueblo. Régimen social nuevo que daría libertades democráticas, que lucharía por la paz y se orientaría por los principios del internacionalismo proletario “.
Evidentemente casi la totalidad de las demandas tenían carácter democrático-burgueses, pero también estaban allí presentes algunas reivindicaciones de tipo socialistas, relativizándose así las tesis que hacen énfasis exclusivo en la definición democrático-burguesa de la revolución y, posibilitándose, al mismo tiempo, que se fundamenta la hipótesis de la imprecisión y la ambigüedad de la definición del carácter de la revolución que se planteaba en 1932.
Por su parte E. M. Churilov, autor del prólogo del libro Testimonios “Miguel Mármol”, editado en ruso en 1981, dice:
“La línea estratégica fundamental de lucha estaba absolutamente oscura tanto para el Partido como para el pueblo. El carácter de la revolución, y por consiguiente, sus tareas y las etapas de su desarrollo no habían sido determinadas por el Partido.
Para el Partido y las capas radicales de las masas populares quizás estaba solamente claro que había que luchar por la conquista del poder, que era necesario destruir la base del aparato estatal de los explotadores, con el fin de la subsiguiente realización de las transformaciones revolucionarias. Sin embargo, no había ninguna claridad en relación al carácter de estas transformaciones. Qué revolución sería: socialista, agraria, antiimperialista, antifeudal, antioligárquica o democrático-burguesa? A esta pregunta el Partido no podía dar una respuesta definida.
Es cierto, Miguel Mármol subraya, que el Partido y las masas trabajadoras luchaban por la realización de la Revolución democrático-burguesa. Sin embargo, en el Manifiesto del CC del PCS difundido el 21 de enero de 1932, se habla de la revolución proletaria: “Compañeros obreros! ¡Armanse y defiendan la revolución proletaria! Todo el poder a los Soviets de diputados obreros, campesinos y soldados!
De esto habla el mismo Mármol. En general, en el asunto de la línea estratégica había mucha confusión: unos luchaban por la sociedad comunista, otros por el socialismo, y los terceros, quizá la mayoría simplemente por la tierra, la que querían trabajar”.
Podemos concluir entonces que hay nuevas pistas para proseguir las investigaciones conducentes al esclarecimiento del carácter de la revolución de 1932, lo cual, a su vez nos permitirá responder muchas preguntas relacionadas con la problemática de las fuerzas sociales y políticas participantes, y de las alianzas que se hicieron, o dejaron de hacer.
Necesidad de una Síntesis Final.
Se requiere una síntesis integradora de los diferentes aspectos de la insurrección, una síntesis que aún no llega, pero que ya avanza en las investigaciones de muchos revolucionarios, miembros de nuestro Partido, unos, militantes de organizaciones hermanas del FMLN, otros muy alejados del punto de vista de nuestro partido. Está, por tanto, el considerar exhaustiva y agotada la tarea de investigación? Las verdades consagradas de una vez y para siempre sin más fundamento que el juicio voluntarista riñen con el espíritu crítico del marxismo e impiden, al mismo tiempo el que podamos extraer las conclusiones pertinentes de nuestra propia experiencia y ponerlas creadoramente al servicio de la estrategia y táctica actual.-