Frei Betto en un articulo titulado “Desafíos a la nueva izquierda” (01/02/2005), falsea a Lenin y manipula el pensamiento de José Carlos Mariátegui bajo el propósito de sostener una idea política que beneficia a los grupos de poder y al imperialismo y no a los movimientos que buscan el cambio social en América Latina. Su planteamiento político se resume en anteponer la “fuerza de las ideas” a la fuerza de la rebelión popular para buscar el cambio. La esencia de este discurso, como veremos en el desarrollo de este artículo, es anunciar que no hay que tocar al Estado opresor (no hay que asaltarlo) y dejar que todo siga igual sin que nada cambie. Según Betto, en la “actual coyuntura latinoamericana queda descartada la estrategia liberadora centrada en la propuesta de asalto al Estado… antes de apelar a la idea de fuerza es necesario recurrir a la fuerza de las ideas. La elección de Lula es expresión de este nuevo camino”.
Lenin decía que si los axiomas geométricos chocasen con los intereses de los hombres (grupos de poder), “seguramente habría quien los refutase” (1). Algo parecido se da en la distorsión que hace Frei Betto de la concepción socialista propuesta por el marxismo. Usa para ello el problema de la electrificación y del progreso material en Rusia socialista de los bolcheviques. Según Frei Betto, “el ideario socialista” se vino abajo “víctima de su pragmática identificación con el progreso material”, y acusa a Lenin de haber enfatizado “el socialismo como sinónimo de electrificación” (2).
Desde el punto de vista de la teoría del socialismo científico es un error ubicar en el mismo nivel un elemento tecnológico (electrificación) y la concepción socialista de la sociedad. Lenin nunca hizo una amalgama conceptual de electrificación y socialismo. La electrificación en la Rusia soviética de los años 20 fue concebida, de acuerdo al mismo Lenin (3), como parte del programa de desarrollo socialista de este país para “reconstituir la economía nacional, y que mostrara la manera de asentar a Rusia sobre la verdadera base económica necesaria para el comunismo”. El aspecto principal de este planteamiento tiene que ver con el atraso económico de este país al momento de la revolución y con la necesidad que tenía el nuevo sistema de dotarse de un aparato de producción moderno y competente. La agricultura en Rusia era una de las más atrasadas de Europa donde millones de familias ligadas a la tierra eran víctimas de un sistema de explotación casi feudal y alejado de todo rasgo tecnológico en la producción. Cerca del 90% de los campesinos pobres eran analfabetos, y miles de pueblos y millones de personas sobrevivían en un estado de atraso medieval sin electricidad y al margen de cualquier elemento que les aliviara la vida cotidiana y las duras jornadas de trabajo.
No se puede reducir el socialismo a un elemento de naturaleza tecnológica importante pero que no hace parte de la concepción doctrinaria de la teoría socialista. La conquista del poder político y el establecimiento de la dictadura del proletariado es el primer paso hacia la construcción del socialismo. Pero la nueva sociedad no se reduce a la destrucción del viejo Estado y las antiguas relaciones de producción capitalistas, sino también a edificar el Estado socialista que sólo puede desarrollarse en la medida que consolide bases materiales de producción socialistas y que las necesidades de los trabajadores sean resueltas y satisfechas plenamente. Materialmente, y en todo los aspectos de la vida social (económico, científico, ideológico y cultural), el nuevo sistema tiene que ser superior a la sociedad abolida. El socialismo no significa la distribución de la miseria engendrada por el sistema que ha sido reemplazado, sino más bien desarrollar la economía en función de abolir para siempre los sufrimientos materiales de la población. Para cumplir este objetivo estratégico (suprimir la miseria y la explotación) se plantea no solamente la electrificación, sino también la industrialización del país. En el supuesto caso de que el socialismo, ya sea en China, Vietnam u otro parte del mundo, no sea capaz de desarrollar su base material bajo el propósito de suprimir la miseria, la desocupación, la prostitución, la corrupción y otras lacras propias del sistema capitalista, no podrá sobrevivir mucho tiempo al desarrollo de sus propias contradicciones internas y a las inevitables explosiones de la lucha de clase.
Es una tergiversación de la historia de la lucha de clases y del socialismo, admitir que la bancarrota y fragmentación de la ex Unión Soviética, tuvo como causa primordial, como dice Frei Betto, en una “pragmática identificación con el progreso material”. Esta idea hace creer que si los soviéticos se hubieran quedado en los marcos de una economía de autarquía y atrasada, el socialismo se hubiera mantenido sano y robusto hasta ahora. Eso no es así. La electrificación, junto con el desarrollo industrial, constituyó uno de los logros más grandes de la época del socialismo en Rusia. Por ello hay que anotar que las causas fundamentales de la caída del socialismo en la ex Unión Soviética, no hay que buscarlas en los éxitos industriales y materiales de este país, sino más bien en el desarrollo de la intensa lucha de clases en el seno mismo del socialismo.
Desde 1917 se inicia una aguda contienda entre la burguesía que había perdido el poder, y las fuerzas socialistas que hacían su experiencia en el manejo del Estado y la nueva sociedad. Esta lucha fue más aguda en las altas instancias del Estado y en el Partido Comunista donde el revisionismo y el oportunismo complotaron con el apoyo de burgueses y terratenientes. El fin del socialismo en la Unión Soviética se relaciona al triunfo político de la alianza burguesía y revisionismo que en acción conjunta (apoyados por las potencias mundiales) actuaron desde adentro y desde afuera contra la dictadura del proletariado y el Estado socialista. Cuando en 1956 Nikita Kruschev implanta el capitalismo monopolista burocrático y da inicio al desmantelamiento del socialismo, a pesar que habla en nombre del socialismo, lo hace en función de los intereses de la burguesía rusa y de las potencias imperialistas. El proceso de restablecimiento del capitalismo en la ex Unión Soviética y su bancarrota económica posterior, bajo la dirección de Kruschev, Brezhnev, Kosygin y Gorbachov, no hay que cargarlo a la cuenta del sistema socialista diseñado por Marx y Engels, sino más bien al fracaso del revisionismo moderno.
Betto y Mariategui
Según Frei Betto, Mariátegui “latinoamericanizó el marxismo” y propugno un “socialismo a partir del pueblo”, contrario al progreso y basado en la cuestión indígena y no en “el proletariado industrial”. En resumen, dice Frei Betto, tomó “más atención al pueblo y menos rigor en la óptica de clase” (4).
¿Verdad o mentira?
No es la primera vez que se tergiversa el pensamiento de Mariátegui. Por lo general los intentos de manipulación provienen más del campo de la “izquierda”, que de la propia derecha que en este terreno ha perdido toda esperanza de ganar alguna batalla. Aquí hay una confusión, y se trata de adjuntar a los postulados de Mariátegui, las ideas reaccionarias y anticlasistas de Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador en 1924 del APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana), que durante toda su existencia propuso una “revolución antiimperialista”, al margen de la lucha de clases y del socialismo. Alan García Pérez, actual líder de este partido reaccionario a señalado que la “lucha de los pueblos por su desarrollo no es una lucha de clases sino de pueblos… Esa es la diferencia entre el comunismo científico y el socialismo democrático, cuyo fundador en América Latina es Haya de la Torre” (5). Haya de la Torre cobró notoriedad como promotor de las más sucias campañas contra el comunismo y contra la revolución bolchevique en Rusia. Durante sus 50 años de carrera política, pactó y colaboró con los peores regímenes civiles y militares del Perú. El jefe del APRA buscó un entendimiento con el imperialismo yanqui y los grupos de poder en el Perú, mientras que Mariátegui postuló una total ruptura con el capitalismo, la semifeudalidad y el sistema imperialista mundial.
Las tergiversaciones a Mariátegui comienzan a partir de su famosa frase de que la “revolución peruana no será ni calco ni copia sino creación heroica”. Es cierto que el revolucionario peruano hizo de la teoría revolucionaria marxista no un simple calco o copia (más cerca del estilo dogmático religioso que científico) sino más bien una creación heroica del proletariado y su partido comunista. En esta dirección supo combinar la ciencia marxista surgida en Europa donde la lucha de clases había alcanzado pleno desarrollo (por el rol preponderante del proletariado) a la situación concreta del Perú con una economía semifeudal y de capitalismo incipiente. Desde esta perspectiva internacionalista él precisó que: “La revolución latinoamericana, será nada más y nada menos que una etapa, una fase de la revolución mundial” (6).
Mariátegui es internacionalista, y su forma de aplicar el marxismo no niega de ninguna forma la importancia de la experiencia revolucionaria mundial, sobre todo la revolución Rusa a la que Mariátegui consideró paradigma y ejemplo universal del tránsito del capitalismo al socialismo. “La Aurora de una edad nueva”, dice el marxista peruano (7). Mariátegui, nunca habló de un “socialismo a la peruana”, o un socialismo a la brasileña, o ecuatoriana, alejado de la ciencia marxista y de la lucha de clases. El marxismo es universal y su aplicación depende de las circunstancias objetivas de la realidad, pero ello no significa ningún cambio en sus principios y en sus propuestas estratégicas. Como él mismo lo señala, el marxismo es “un método fundamentalmente dialéctico que se apoya íntegramente en la realidad en los hechos” (8). Y en esta misma dirección señala en 1929: “El Partido socialista adapta su praxis a las circunstancias concretas del país, pero obedece a una amplia visión de clase, y las mismas circunstancias nacionales están subordinadas al ritmo de la historia mundial” (9).
Acusar a Mariátegui de haber concebido la revolución como un hecho alejado de las clases dejando de lado al proletariado, es una exageración pocas veces vertida contra el fundador del Partido Comunista del Perú. Para Mariátegui ningún cambio social se realizaba al margen de la lucha de clases. Enfatiza que sólo la lucha política dirigida por el proletariado tenía carácter liberador. En 1923 analiza problemas históricos en Perú, Brasil, Ecuador y Bolivia y otros países de América Latina. Su conclusión resume su posición clasista y revolucionaria para resolver las reivindicaciones del campesinado pobre (principalmente indígena), y de otras clases oprimidas. Señala que el problema de la tierra y el brutal sistema de explotación semifeudal impuesto contra millones de campesino, se resolvía únicamente con la lucha por el poder político y el establecimiento del socialismo. Como él mismo lo dijo, estas eran “tareas que incumben a los Partidos Comunistas de la América Latina”, y que los partidos tenían que infundir en las masas “una clara conciencia de clase, orientándolas a sus reivindicaciones concretas y revolucionarias”, alejándolas de soluciones utópicas de carácter moral o religioso. “Sólo una conciencia de clase, sólo el “mito” revolucionario” hará avanza a las masas hacía su liberación dice Mariátegui (10).
El pensamiento de Mariátegui, tiene su más alta materialización en la fundación del Partido Comunista del Perú (PCP) en octubre de 1928. Esta organización, que en sus inicios se llama Partido Socialista, fue concebida como organización del proletariado, y en tanto ello, hizo parte de la Tercera Internacional Comunista dirigida por los bolcheviques rusos. Su concepción de la revolución y el socialismo es científica y dialéctica, cuya gestación es parte del proceso de la agudización de la lucha de clases y de la crisis del sistema económico social imperante. Basándose en el marxismo sabe que el socialismo se gestaba en las mismas entrañas del capitalismo, pero para llegar a ella, no bastaba que se desarrollen las causas objetivas (crisis del sistema) sino que era fundamental la actuación conciente (factor subjetivo) y la decisión de lucha del sujeto revolucionario, es decir del proletariado y sus partido de vanguardia. Pero Mariátegui no sólo habla de la lucha violenta para llegar al socialismo, sino que plantea su concepción doctrinaria sobre socialismo y modernidad. No hay ninguna contradicción dice él en respuesta a sus enemigos que han tratado de adjudicarle sin ninguna razón posiciones campesinistas y hasta anti modernidad. El no concibe el socialismo al margen de la tecnología, la ciencia y en todo lo adquirido por la “civilización moderna”, comprendiendo en esto lo que en toda su existencia ha producido el capitalismo. Dice Mariátegui: “El socialismo presupone la técnica, la ciencia, la etapa capitalista, y no puede importar el menor retroceso en la adquisición de las conquistas de la civilización moderna, sino, por el contrario, la máxima y metódica aceleración de la incorporación de estas conquistas en la vida nacional.” (11).
Como quiera que sea, Mariátegui en aplicación del marxismo-leninismo, proclamó que no había lucha antiimperialista sin lucha por el socialismo, y que no habría solución al problema de los pobres del campo sin una tenaz contienda de clase por el poder político. Mariátegui sustenta su estrategia revolucionaria en un profundo análisis de las clases sociales y sus relaciones en el proceso de producción de bienes materiales. Para él, la clase más oprimida de la sociedad peruana es el campesinado (a causa de la semifeudalidad), pero admite que esta clase, no era portadora del nuevo régimen social, el socialismo, al cual se llega solamente bajo la dirección del proletariado y de su partido revolucionario. Mariàtegui sostuvo romper con cualquier relación con el capitalismo y el imperialismo, y llamo a luchar contra las posiciones pequeño burguesa “adversa a toda fórmula de populismo demagógico e inconcluyente y de caudillaje personalista” (12). De ahí que quedan refutados todos los intentos de sociólogos, historiadores, curas y otros personajes, de poner a Mariátegui como un teórico abstracto y no clasista.
Frei Betto y el camino de Lula
Frei Betto, no tiene ningún problema para anunciar su concepción abstracta sobre el “mal y el bien” en las acciones políticas en América Latina. Recurrir a la fuerza y asaltar el Estado es lo malo, lo importante es la fuerza de las ideas, dice. Y para reforzar sus argumentos anuncia que la “elección de Lula es la expresión de este nuevo camino”. () “En la actual coyuntura latinoamericana queda descartada la estrategia liberadora centrada en la propuesta de asalto al Estado… antes de apelar a la idea de fuerza es necesario recurrir a la fuerza de las ideas. La elección de Lula es expresión de este nuevo camino” (13).
Hace más de 500 años el fraile Bartolomé de las Casas (14), uno de los máximos exponentes del movimiento pro indigenista de su época, no con pocos méritos, había recurrido a la fuerza de las ideas para convencer a los conquistadores españoles de mantener una relación “humana y cristiana” con los indios americanos. Era posible, había dicho él, “colonizar a los indios sin arrebatarles sus derechos sobre sus tierras, ni atropellarles física o culturalmente” (15). De las Casas, dedicó gran parte de sus 82 años, y entre 1515 y 1566 fue el autor de numerosas denuncias y textos plenos de razones morales, éticas y evangélicas, con el propósito de defender a los indios del crimen, tortura y genocidio practicado contra ellos por los españoles. Como se conoce, los españoles, entre ellos los reyes católicos de España, si bien es cierto leyeron las bien documentadas denuncias de Bartolomé de las Casas, ello no sirvió para detener el genocidio y la inhumana explotación de los indígenas americanos. Los conquistadores se quedaron 300 años y fueron expulsados de las tierras conquistadas, no con razones morales o cristianas, sino más bien cuando los pueblos se levantaron en armas, y con cañones, fusiles, y cuchillos, violentamente acabaron con el Estado colonial y el sistema impuesto a la fuerza por los conquistadores.
¿Alguien cree, que bastará la “fuerzas de las ideas” (razones morales, éticas, etc.) para que los americanos y las otras potencias mundiales dejen de matar de hambre y de miseria a los pueblos latinoamericanos?. ¿Se puede concebir una América Latina justa, en paz y de pleno confort para sus habitantes, sin echar abajo al Estado y los testaferros del imperialismo que tienen el control del poder político?.
Se equivocan quienes piensan así. Como ya lo hemos señalado anteriormente (16), y ahora lo volvemos a repetir, la gran burguesía y los terratenientes, además del imperialismo, no van a ceder voluntariamente y en forma pacifica el poder político y económico a las masas populares. Ninguna “clase social opresora, así lo confirma la historia social, abandona el poder si antes no es derrotada completamente en el terreno militar y político. El cambio histórico de una sociedad a otra, no se realiza por cuestiones de carácter moral, ético, humanista o religioso, sino más bien por la contienda en torno a intereses económicos, sociales y políticos propios de las clases que componen una sociedad determinada… El esclavismo fue sepultado sólo cuando los esclavos se levantaron en armas contra los grandes imperios esclavistas. La feudalidad sólo fue liquidada como sistema cuando los siervos armados lucharon por su libertad. El sistema capitalista, solo será reemplazado por el socialismo cuando la clase obrera, como en Rusia en 1917 y en China en 1949, se organice en su propio partido revolucionario y se plantee decididamente dirigir una guerra de clases (en alianza con otras clases oprimidas) que culmine en la derrota definitiva de los grupos de poder y del imperialismo.
El aspecto esencial del discurso de Frei Betto, convocar a la “fuerza de la idea”, antes de “recurrir la fuerza” resume un planteamiento político que se desarrolló en América Latina desde mediados de la década del 80 y que cobra fuerza en 1990 cuando la Perestroica, se había convertido en el libro de cabecera de la burguesía internacional, y cuando el naufragio de la URSS se había consumado. A partir de aquí, la izquierda latinoamericana se puso a la cabeza de una campaña internacional con el claro objetivo de defender y apoyar los “acuerdos de paz”, en Centroamérica y en toda América Latina, incentivar el abandono de la lucha armada, proponiendo al mismo tiempo la participación electoral y el abandono de la lucha por el socialismo. Estos puntos servirán de base para que en los inicios de la década del 90, una centena de organizaciones de izquierda de diferentes países de América Latina, entre ellos el Partido de los Trabajadores de Brasil (PT) representado por Luis Ignacio Da Silva (Lula, actual presidente de Brasil) crean lo que se conoce como el Foro de Sao Paulo. Este Foro en su III encuentro de julio de 1992, realizado en Managua (Nicaragua), y en el que estuvieron presentes los máximos dirigentes de los grupos guerrilleros latinoamericanos , entre ellos las FARC-EP (Colombia) y la Unión de Liberación de Guatemala (URNG). En dicho evento, exigió la “agilización del proceso negociador en Guatemala y en Colombia”, indicando que el contenido de esta negociación constituía “una respuesta viable” para lograr una solución política y no militar al conflicto armado” (17). Las conclusiones de este evento, apuntalaron la campaña para que los grupos guerrilleros capitulen y se integren al sistema político burgués. Las discusiones y resoluciones de este Foro, como lo señalaron sus voceros en 1993, durante la clausura del IV encuentro realizado en La Habana (Cuba), significaban para la llamada izquierda latinoamericana: “el programa de la izquierda de América Latina y del Caribe” (18). ¿Y cuál fue este “programa”?. El programa, que aún esta vigente se resume en lo fundamental en el rechazo a la vía armada para la conquista del poder político, y descarta la lucha por el socialismo, en tanto no “hay condiciones subjetivas ni objetivas”, se dice. Se privilegia la lucha electoral, y aboga por una economía, “Social de Mercado”, en contraposición al “capitalismo salvaje”. Y es aquí que nace lo que se conoce como “antineoliberalismo”.
La aplicación de estos planteamientos han sido desastrosos para el movimiento popular en América Latina, y ha entregado grandes beneficios al imperialismo (sobre todo a los americanos) y a los grupos de poder locales. Los primeros en poner en ejecución las directivas del Foro de Sao Paulo fueron los grupos guerrilleros (M-19 en Colombia, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, etc.) que mediante acuerdos de paz y salidas electorales capitularon frente a la gran burguesía, los terratenientes y el imperialismo. Más fresco aún se refiere a la guerrilla Zapatista, que públicamente ha renunciado a la lucha por el poder del Estado, cuya acción política y guerrillera, sirve más a la especulación turística que a los intereses de los campesinos pobres en México. Una acción renovada de las ideas del Foro de Sao Paolo, se han materializado en los conceptos de gobierno “antiimperialista” y “antineoliberalismo” acuñados por una izquierda que ha perdido completamente el paso de la historia de la lucha social. El producto, más reciente y destacado de este peregrinaje hacia la derecha y el engaño, son Lula en Brasil, Lucio Gutiérrez en Ecuador, Néstor Kirchner en Argentina, Carlos Mesa en Bolivia, y ahora ultimo la participación gubernamental de los Tupamarus en Uruguay.
Es esencial tener claro la dimensión histórica clasista del Estado, y como en más de 190 años de República no ha cambiado su carácter de clase. En los gobiernos (sistema de gobierno) se han turnado civiles, militares, democráticos, dictaduras, cholos, blancos, obreros y otros, pero ello no ha afectado en nada el lugar preponderante en el Estado de burgueses y terratenientes. No tomar en serio la lucha contra el Estado, es como recibir la muerte por cucharadas. Mientras se mantenga la intangibilidad del Estado, se continuará pagando la deuda externa, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otras instituciones imperiales seguirán dictando la política interna, el hambre y la miseria seguirán en alza, y los grupos de poder locales y el imperialismo seguirán explotado brutalmente a los oprimidos de este sub continente.
¿Lula es el camino como se dice?. Los hechos hablan por si solos y no hay necesidad de ningún argumento adicional. En Brasil nada ha cambiado para los pobres. El hambre y la miseria sigue en desarrollo, los campesinos siguen sufriendo el brutal sistema de explotación semifeudal. La lucha de los pobres se criminaliza como en las peores épocas dictatoriales. Los grandes propietarios de tierras siguen asesinado a cientos de pobladores. Los ricos siguen explotando y manejado el Estado y la política de este país a su antojo. La gran burguesía y los terratenientes no han perdido un milímetro de su poder con la llegada al gobierno del líder del Partido de los Trabajadores de Brasil. El discurso de Lula disfrazado de populista, de antiimperialista o de antineoliberalismo, es parte del juego político que le conviene ahora a la burguesía, y que en lo inmediato sirve como elemento de una estrategia de largo alcance que refuerza (momentáneamente) el Estado y el cimiento jurídico-político donde descansa la falsa democracia y el derecho de los opresores. Además, los gobiernos de “izquierda” como el de Brasil, aparte de constituir una mascarada de gobierno burgués-terrateniente, son una especie de espejismo en los ojos de los pobres y contribuye a desactivar (por poco tiempo), las explosiones sociales en América Latina, cuyo crecimiento es inevitable a causa de la aguda lucha de clases y del sufrimiento de los pobres. Terminamos este artículo con la opinión de uno de los fundadores del PT de Brasil, cuyo argumento es un contundente desmentido a la plegaria de Frei Betto en torno a la validez política del ejemplo de Lula en esta región. “La dirección del partido se convirtió de manera fanática al neoliberalismo y las reformas que están siendo hechas en Brasil son mucho más profundas y perversas que las reformas que ya venían del gobierno anterior de Fernando Henrique Cardozo”. (19).
Bruselas, 25 de febrero 2005.
Notas
1. Lenin, Marxismo y Revisionismo, 16 de abril 1908.
2. Frei Betto, Desafíos a la nueva izquierda, Rebelión, 01/02/05.
3. Lenin, VIII Congreso de los Soviet de toda Rusia, diciembre 1920, publicado en Obras Completas N° 42.
4. Frei Betto, Desafíos a la nueva izquierda, Rebelión:1/2/2005. “El peruano José Carlos Mariátegui , que latinoamericanizó el marxismo, denunció en sus escritos el culto supersticioso de la idea de progreso. Interesado en superar el positivismo y el determinismo, propuso un socialismo como ‘creación heroica’ a partir del pueblo, poniendo en el centro, en América Latina, la cuestión indígena, el universo campesino, la multitud de pobres, y no el prometeico proletariado industrial. En resumen, más atención al pueblo y menos rigor en la óptica de clase”.
5. Alan García Pérez, Modernidad y Política en el siglo XXI, mayo 2003.
6. José Carlos Mariátegui, “Mensaje al Congreso Obrero”, 1923 publicado en Ideología y Política. Obras Completas.
7. José Carlos Mariátegui, “Mensaje al Congreso Obrero”, 1923 publicado en Ideología y Política. Obras Completas.
8. Mensaje al Congreso Obrero, 1923 publicado en Ideología y Política. Obras Completas.
9. Programa del Partido Socialista Peruano. Este programa fue redactado por José Carlos Mariátegui en octubre de 1928, y aprobado en el Comité Central del partido, en 1929.
10. J.C. Mariátegui, 1923, El Problema de las razas en la América Latina.
11. Programa del Partido Socialista Peruano. Este programa fue redactado por José Carlos Mariátegui en octubre de 1928, y aprobado en el Comité Central del partido, en 1929.
12. J.C. Mariátegui, 1923 Punto de Vista Antiimperialista.
13. Frei Betto, Desafíos a la nueva izquierda, Rebelión:1/2/2005.
14. Bartolomé de las Casas, nació en Sevilla (España) en 1484 y murió en julio de 1566. Fue actor de memorables denuncias de defensa de los indios y de la sanguinaria conducta de los españoles en el “Nuevo Mundo”.
15. José Alcina Franch, prológalo a Bartolomé de las Casas, Obra Indigenista, 1986.
16. Luis Arce Borja, El Estado Sagrado en América Latina, 29 de noviembre 2003.
17. Declaración de Managua, III Encuentro del Foro de Sao Paulo, julio de 1992.
18. Fidel Castro, discurso en la clausura del IV Encuentro del Foro de Sao Paulo, julio de 1993.
19. Declaraciones de Plinio Arruda Sampaio Junior, fundador del Partido de los Trabajadores de Brasil (PT), O4/02/05).