Insurrección y poder en Honduras

Lunes, 05 de Octubre de 2009 / 08:39 h
Insurrección y poder en Honduras

Dagoberto Gutiérrez

Honduras es el país geopolíticamente más importante para El Salvador, pues sus aconteceres influyen, casi determinantemente, en nuestro país, esta es una relación simétrica, pues la influencia tiene casi siempre doble vía.

En esta lógica, el golpe de estado contra el presidente Zelaya fue y es apoyado por la derecha salvadoreña, tanto la clasista como la partidaria y en todo el escenario de preparación, desarrollo y desenlace de la crisis ha funcionado una intensa vinculación de fuerzas políticas, intereses y poderes entre los dos estados vecinos.

La crisis en Honduras tiene tres momentos: la génesis de la crisis, el golpe de estado y la llegada del presidente Zelaya a Tegucigalpa. En estos tres espacios históricos hay un hilo conductor determinado por las contradicciones múltiples que cruzan a la sociedad hondureña y estas son, en primer lugar, el enfrentamiento entre los intereses del pueblo hondureño, (la mayoría de la población y de los súbditos) y la oligarquía dominante hondureña; luego viene la contradicción entre la oligarquía tradicional que controla el poder político y los sectores burgueses no tradicionales, que buscan reglas democráticas burguesas para asegurar las reglas del juego; después viene la contradicción entre la autonomía de las fuerzas armadas hondureñas y la necesidad de democratizar la democracia oligárquica hondureña; hay que agregar la contradicción entre los intereses estratégicos de los Estados Unidos en Honduras como base militar y los intereses de ese país, de ese estado y de ese gobierno hondureño.

El golpe de estado se desata para impedir la reforma constitucional que ha de cambiar las reglas con que en Honduras se juega el juego del poder y de la economía; pero los golpistas, que son toda la institucionalidad y la oligarquía, no contaron con que el pueblo hondureño es el más organizado de centroamérica, ni con el papel de los gobiernos, de izquierdas y derechas, que hay en el continente, que no necesitan de las fuerzas armadas para llevar adelante sus políticas y tampoco requieren el retorno del papel dominante de los Estados Unidos sobre la región.

El aislamiento internacional y nacional del gobierno de facto tiene en la resistencia heroica del pueblo de Honduras el factor determinante, de modo que el equipo de gobierno de los golpistas no ha podido aplicar ninguna política ni filosofía ni ideología que permita hablar de un nuevo régimen en ese país. Honduras está prácticamente paralizada, el pueblo movilizado en contra de los golpistas y el presidente Zelaya continúa recibiendo el apoyo mundial.

Los golpistas rechazaron la propuesta del presidente Arias de Costa Rica, que restablecía en la presidencia al presidente Zelaya, pero desconocía el programa del pueblo y de Mel, que empieza con la reforma de la constitución; los golpistas implantaron en Honduras, el régimen de silenciar a radios, televisoras y diarios para que no informaran, y mientras tanto, el gobierno estadounidense aumentaba su presión diplomática hasta llegar a quitarle la visa de entrada a los Estados Unidos al propio presidente Micheletti.

Luego de varios anuncios e intentos de ingresar a Honduras, el presidente Zelaya aparece en Tegucigalpa, y se abre así un tercer momento, en el que se convierte a la capital en el escenario de un previsible desenlace. Ciertamente el proceso hondureño tiene un curso indetenible hacia su radicalización y esto está signado por el propio peso de los acontecimientos. Para restarle oxígeno a este proceso y solucionar la crisis que lo alimenta, pensarán los teóricos de los poderes dominantes, que el primer paso es que Mel recupere la presidencia de la República, porque esto le restará gas, según ellos, a la resistencia hondureña.

La presencia de Zelaya en Tegucigalpa y su alojamiento en la embajada de Brasil altera el juego y establece un nuevo escenario de desenlace, dentro de este cuadro, las insurrecciones en distintos puntos de la capital resultan ser desbordantes de la capacidad de control de los golpistas, porque siendo Tegucigalpa el punto al que hay que confluir desde toda Honduras, nadie puede, impedir el acceso a miles de opositores a los golpistas.

En las ultimas horas se ha abierto una negociación movida por la contradicción entre los candidatos presidenciales de los partidos nacional y liberal y Micheletti, porque mientras Micheletti, siga donde está, nadie reconocerá ningún resultado electoral, y en estas circunstancias resulta ser el presidente Zelaya el único que puede legitimar el proceso electoral de noviembre, ¡vaya tenacidad de la historia!, resulta entonces que Micheletti debe irse para que cualquiera de los candidatos, ya sea Pepe Lovo o Elvin Santos puedan ser presidentes; pero también resulta ¡mira que cosas!, que Mel Zelaya no ha llegado a Tegu solo para hacer presidente a cualquiera de estos dos, sino que tanto Mel como la resistencia hondureña saben que se trata de aprobar una nueva constitución que cambia en Honduras las reglas del juego y el juego que se juega con esas reglas, además de otros aspectos supervinientes que arrastran, como cadenas ruidosas, los golpes de estado fracasados.

Los golpistas pueden asaltar la embajada de Brasil, pueden capturar al presidente Zelaya o hacer otras cosas más graves, pero nada de esto sería en su beneficio, más bien, hemos llegado al momento en el que se trata de salir de un remolino sin fin en el que entraron todos aquellos que en Honduras y en cualquier otra parte decidan estrangular a la democracia cuando esta amenace sus intereses; en otras palabras, los sectores que decidieron matar a la democracia para salvar a la democracia, están llegando a los callejones en donde la solución no se dibuja favorable a sus intereses.

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