«La bruja mensajera» denuncia a machistas golpeadores
Por Sandra Chaher. Artemisa. | 27 octubre del 2009
radiolaprimerisima.com
Hace ocho años, en un pueblo campesino del centro de Nicaragua, una mujer empezó a despertar a los oyentes de radio denunciando con nombre y apellido a varones golpeadores.
El programa fue tan original que en el 2005 recibieron un premio de la One Worl Broadcasting Trust de Londres. Jamileth Chavarría Mendieta, la Bruja Mensajera, cambió la historia del pueblo y la suya propia.
Bocana de Paiwas es un pueblo muy pequeño, campesino, situado en el centro de Nicaragua. Hace 15 años fue fundada en ese lugar la Casa de la Mujer, que alberga a las mujeres organizadas por sus derechos. En el 2001, algunas de ellas decidieron dar un paso más y fundaron una radio, Palabra de Mujer, una de las pocas emisoras feministas del país y del continente.
La programación comienza cada día a las cinco con La Bruja Mensajera, una propuesta osada y valiente que está vigente hace ocho años y ya fue reconocida con un premio internacional, el One Worl Broadcasting Trust que se entrega en Londres.
Una mujer que no devela su nombre adivina en una bola de cristal qué mujeres del vecindario fueron, o están en riesgo de ser, víctimas de violencia de género. Adivina y no, porque a través de las imágenes que arrojaría la bola no se hace más que denunciar en voz alta lo que otras mujeres, calladas y anónimas la mayoría, hacen llegar a través de papelitos y mensajes rumorosos a las integrantes de la Casa de la Mujer.
‘Agresor, te estoy viendo’ dice la bruja al micrófono mientras acaricia la presunta bola. ‘Un hombre agresor es un peligro social, una plaga’ completa sin miedo en un pueblo alejado de uno de los países más pobres y menos desarrollados del continente, donde no existe todavía la tecnología digital e Internet es un lujo de ciudad.
‘Nosotras decimos que la radio es comunitaria, feminista y campesina. No somos campesinas, pero queremos que esa identidad no muera’ dice Jamileth Chavarría Mendieta, la inventora de La Bruja Mensajera.
‘Nuestra práctica es propia, es una búsqueda de la liberación de la mujer. No queremos estar desconectadas de la teoría feminista pero queremos que la práctica nos represente como mujeres del campo’.
– ¿Tiene efecto la denuncia de la bruja?
-Sí. Ahora nos llegan menos denuncias que hace 4 ó 5 años. Igual estamos haciendo vigilancia para ver exactamente qué está sucediendo. Y les pedimos a los vecinos que nadie calle frente a una situación de violencia.
– ¿Alguna vez las agredieron por hacer el programa?
-Yo creo que el secreto está en el poder del medio de comunicación. Me amenazan pero no se atreven a hacerme nada. Los varones machistas nos dicen que nos van a pegar o a desaparecer y nosotras denunciamos eso también en La Bruja.
El medio nos protege. Una vez escuchamos gritos en una casa y golpeamos la puerta, era un policía maltratando a su mujer que salió a la calle y tiro un tiro al aire, y después la policía me procesó a mí por desacato de autoridad hacia él. Esto fue lo más grave que me pasó.
– ¿Y cómo te trata la gente del pueblo?
-‘Me dicen ‘la Bruja’. Jamileth se ríe relajada, como quien ya contó la historia muchas veces y no le importa qué andan diciendo de ella.
– ¿Tenés compañero?
-Me divorcié de mi marido hace tres años y ahora volvimos. Me di cuenta que no tengo que encontrar en él todo lo bueno que quisiera, con lo que hay me basta.
– ¿La separación tuvo que ver con tu rol en La Bruja?
– En parte si. La presión más grande era que en el pueblo le decían que yo mandaba y entonces él empezó a tomar. Ahora dejó de ir a la cantina y estar con otros hombres que le llenaban la cabeza, entonces está mejor. Yo siento que el más perjudicado por todo esto es él, porque las mujeres estamos con amigas, en la Casa de la Mujer hay psicólogas, estamos más fortalecidas.
Pero eso te aleja del hogar. Ahora estamos viendo si podemos funcionar. Tratamos de compartir la teoría feminista, leemos juntos, y eso ayuda porque él tiene voluntad de trascender.
– ¿Tienen hijos?
-Dos varones, de 20 y 16 años. Al chiquito le decían ‘brujito’. Porque además mi casa está al lado de la radio y ellos siempre fueron parte de lo que yo hice. Esto también es bueno porque al estar incluida la familia se sensibiliza.
– ¿Vivís de tu trabajo en la radio?
-No. Yo trabajo en la Casa de la Mujer y gano 250 dólares, es muy poco, así que hago siempre algún extra.
Desde hace tres años, cada quince días viaja 8 horas en micro de ida y 8 de vuelta hasta la ciudad de Matagalpa, donde está estudiando Derecho. ‘Empecé pensando en ayudar a otras mujeres, porque siempre que quise hacerlo me sacaron de los juicios por no ser abogada’.