La muerte de la comandante Ana María (Mélida Anaya Montes)
(relato)
El comandante Dimas el cinco de abril de 1983 a las dos de la tarde, me dijo:
— Cecilia se alista porque vamos a ir a una misión.
No había mucho que preparar porque normalmente uno anda la “casa” en la mochila, sólo verifiqué tener suficiente baterías, la antena, papel, lapicero, que era lo que yo usaba para trabajar y el arma que se andaba siempre por cualquier situación de peligro, no era la misión pelear; pero había que andar preparado, a las tres y media me dijo:
— Cecilia nos vamos.
Cuando Dimas decía nos marchamos iba adelante y uno tenía que correr para no quedarse, estábamos por el Cerro el Picacho por La Laguna en Chalatenango y la misión hasta ahí yo no la conocía, sólo lo seguí, en el camino me dijo:
— Vamos a Cinquera, tenemos que cruzar el Lago.
Me daba pánico porque yo no sabía nadar, yo no decía lo que me daba miedo, había que enfrentar el peligro.
Llegamos a las nueve de la noche al Plan de Las Pozas, los lancheros no habían llegado todavía, hubo que esperar a la orilla del lago, habían unos zancudos terribles, picaban como si introdujeran una aguja para extraer la sangre, no podía uno descansar, tenía que estar espantando esos insectos.
Los lancheros llegaron y nos subimos en sus endebles embarcaciones, eran dos canoas, íbamos cinco en cada una, iban también Manzanares de la radio Farabundo, Nicolás y no recuerdo quien otro, pero iban tres de la radio, la seguridad de Dimas y yo de comunicaciones.
Costó cruzar el lago porque había bastante lechuga, había ratos que no se avanzaba nada, porque estaba bien saturado de esa planta acuática.
Arribamos casi al amanecer al otro lado, era una distancia corta, lo primero que hicimos fue ir a buscar el lugar donde nos íbamos a ubicar, había una reunión de jefes de frentes de guerra, cuando llegamos Dimas me dijo, Cecilia en esa casa vamos estar, había una casita vieja de bajareque, busqué el mejor lugar para transmitir, fui a buscar a un señor ahí cerca y él dijo que nos iba a dar café y que podíamos quedarnos en esa casita abandonada.
Manzanares y Nicolás empezaron a poner unas hamacas que andaban llevando con unas pitas de nailon delgaditas, y me daba risa porque cuando las ponían quedaban altas, donde se sentaban topaban al suelo, al final las lograron colocar y descansaron un rato.
Busqué como colocar la antena porque era grande, estábamos en una posición bien baja y había que ponerla lo mejor posible y orientarla hacia el lugar que más nos interesaba, como era Chalatenango y Guazapa.
Ubiqué la antena, saqué el radio e inicié a modular a las seis de la mañana, empecé a llamar a la estación a Nairobi, intenté dar señal, uno, dos, tres quien me copia, y nadie me contestaba, empecé a llamar a Naibori y a Ámsterdam, eran los indicativos que teníamos, Balboa que era el Paracentral y nadie me respondió era muy temprano.
Entonces me quedé con el radio encendido por si aparecía alguien, a las siete de la mañana volví hacer otra llamada, y apareció la estación de Managua, nosotros, el indicativo que le poníamos era lagos, cada vez que hablábamos no mencionamos Nicaragua sino que lagos, y el indicativo de la radista era Canadá.
Canadá apareció de repente y me dijo:
— Necesito que copies un mensaje.
A la radista la sentí alterada como si tenía una emergencia, algo raro, porque todos nosotros teníamos emergencia porque íbamos a transmitir rápido, porque había artillería, pero Lagos nunca tenía una emergencia, ellos todo el tiempo salían con toda la paz del mundo, se les escuchaba fuerte y claro, siempre nos hacían puente, recibían ellos nuestros mensajes y se los retransmitían a las otras estaciones cuando aparecían, pero ese día no, la compañera me dijo:
— Necesito que copies un mensaje inmediatamente.
Empezó a dictarme más rápido de lo normal, siempre le poníamos un nombre a los mensajes, este se llamaba tabú, y empezó a dictar uno siete tres cuatro cinco, o sea dictábamos en bloques de cinco y ahí se fue, era corto el mensaje quizás unas diez líneas, y me dijo:
— Voy estar aquí pendiente sácalo rápido y me decís cuando ya lo hayas terminado de descifrar.
El mensaje decía: “hace algunas horas murió la comandante Ana María”, volví a revisar el código y me parecía raro, bueno terminé de descifrar el mensaje y le pregunté, corrígeme el grupo número tal, de tal línea, ella me dijo, parece increíble pero está correcto, así es, y empezó a llorar, para mí fue una sorpresa también, cómo era posible que ahí que todo estaba bien, había muerto, me empezaron asaltar las dudas, y me dijo: dale inmediatamente este mensaje a tu hermanito, que era mi jefe, el comandante Dimas Rodríguez.
Fui a entregar el mensaje, estaba Ricardo Gutiérrez de Guazapa, Milton Méndez por el paracentral, Salvador Guerra que venía de Chalatenango, no recuerdo quienes más habían, pero eran como cinco, entré y le informé, Dimas aquí hay un mensaje y es bien delicado, le di el cuaderno con el mensaje, y él me dijo:
— ¿Cecilia estás segura que así es? ¿Este mensaje está confirmado?
— Sí lo está.
— Ya vamos a ver.
Salí, y ellos estuvieron en esa reunión hasta el mediodía.
En el mensaje cifrado no decían cómo la habían asesinado, sólo informaba hace unas horas murió la comandante Ana María, después se ampliará información y no lo firmaba nadie, parecía una iniciativa de la compañera de comunicaciones.
Después salió Dimas y me dictó un mensaje que necesitaba que transmitiera, para el comandante Marcial, necesitaba que se le ampliara la información sobre los hechos que se le narraban en el mensaje tabú y que íbamos estar esperando más información.
Después Dimas se puso hablar directamente por la radio, hablaban con una clave que se tenía especialmente para esas oportunidades, pero Marcial no hablaba del otro lado, sino que la compañera radista le contestaba.
Cecilia necesito que me confirmes cómo sucedió, yo no recibí más mensajes sobre ese hecho, si estuve captando de los otros frentes para los jefes que estaban en reunión, esa noche nos quedamos ahí, no regresamos a Chalatenango, en el día no se podía cruzar el lago, en la noche lo atravesamos, llegamos al día siguiente a la Laguna, volvimos a poner las comunicaciones, y recibí otro mensaje que decía:
— Para Salvador Guerra, necesito que estés en Managua en tres días, si no llegás en ese plazo me voy a suicidar (lo firmaba Salvador Cayetano Carpio)
El mensaje era para el comandante Salvador Guerra, pero yo normalmente toda la información que recibía se la daba al comandante Dimas, lo leyó primero, él y me dijo, llame a Salvador y le comuniqué el mensaje, Salvador Guerra se preocupó y expresó:
— Pero yo no puedo salir en tres días, es imposible.
Estábamos en La Laguna y para salir había que cruzar para el lado de Guazapa, volcán de San Salvador, hasta San Salvador, o por el otro lado, caminar hasta el final del departamento por la Troncal del Norte, y otro inconveniente era que él no tenía documentos listos ni contactos, o sea eso tomaba tiempo, no menos de ocho o diez días, para que él pudiera estar en Managua.
Salvador Guerra me dijo:
— Cecilia vamos a responder, dígale que el plazo es muy corto y que es imposible salir en tan corto lapso, que me de más tiempo
Me ratificaron el mensaje, contestaron que no había más días, cabal cumplido las setenta y dos horas, recibí otro mensaje para Dimas Rodríguez que decía, el comandante Marcial se suicidó.
Posteriormente se recibieron mensajes sobrecifrados, esos los descodificó Dimas, situaciones delicadas, él usaba la clave y descifraba, y recuerdo que sólo hubo informaciones generales.
Dimas decía que ese acontecimiento no debía cambiar el rumbo de nuestra lucha, que eran problemas que se habían dado, dijo que con picahielo habían matado a Ana María, y si confiaban en él, no había por qué dividirse o fraccionarse, las pruebas que salieran en el camino se podían superar y que se lamentaba la muerte de Ana María, pero que otro compañero o compañera iba a tomar su lugar y la lucha continuaba, había que enfilar las baterías hacia el verdadero enemigo, y que confiaran en él, y les preguntó: ¿Confían en mí? ¿Están listos? ¿Vamos a seguir adelante? Y todos contestaron ¡sí!, todo mundo sentía confianza en el comandante Dimas.
Todos sabían que Dimas era un gran dirigente, entonces ahí no pasó mayor cosa, después se conoció públicamente que habían personas detenidas, pero siempre quedó la duda si Marcial se había suicidado, si lo obligaron a hacerlo o qué.
Ana María, estaba urgida por terminar el conflicto armado, era partidaria que había que negociar lo mas antes posible con la fuerza armada y el gobierno salvadoreño, era afín de tener acercamiento con la administración estadounidense de Ronald Reagan, ella insistía por la opción del diálogo y la negociación.
Cayetano Carpio, de los cinco comandantes del FMLN, él era el único que se oponía a terminar la guerra con un acuerdo con el enemigo, pues sabía que la oligarquía, la fuerza armada y el imperialismo gringo eran mentirosos, que nunca habían cumplido y que jamás ejecutarían a cabalidad cualquier acuerdo de paz que se lograra.
Marcial estaba en contra de fraternizar con el enemigo, él decía que había que acumular victorias militares contundentes, aumentar el territorio controlado y modernizar el armamento bélico para tener poder de negociación, hasta entonces se debía de negociar el final del conflicto armado, porque de lo contrario sería una rendición y el gran perdedor seria el pueblo salvadoreño, el FMLN y los lisiados, torturados y muertos iban a ser en vano.
A la luz pública se dio a conocer que esta contradicción entre Cayetano y Ana María había llevado al comandante Marcial a asesinar a Ana María, posteriormente las fuerzas de seguridad del gobierno sandinista realizaron una investigación al respecto y dio como conclusión que Cayetano Carpio no mando a asesinar a Ana Maria.
El nombre de Salvador Cayetano Capio, al interior del FMLN es un tabú, inmediatamente después de su “suicidio” se dejaron de utilizar las consignas ¡Revolución o Muerte, Venceremos! ¡Patria Libre o Morir!
Casi inmediatamente después del “suicidio” las FPL y ERP desmontaron la estructura regular de ejercito guerrillero especializado y experimentado de 1900 insurgentes que tenían; las FPL poseían una estructura móvil compuesta de tres Batallones, el X21, el Ernesto Morales y el Andrés Torres, cada uno estaba compuesto de 300 guerrilleros, el ERP tenia el Brigada Revolucionaria Rafael Arce Zablah (BRAZ) compuesto por 1000 guerrilleros. En este ejército guerrillero no contaban los milicianos.
Aunque parezca mentira a los miembros del ejercito guerrillero se les dio de baja y se enviaron a formar parte de la población civil, a sus lugares de orígenes como civiles o los enviaron a los campamentos de refugiados salvadoreños que estaban establecidos en Honduras, etc.
Esta destrucción del poder insurgente en donde se conjugaba el accionar del ejército regular guerrillero con la táctica de guerra de guerrillas, los comandantes generales del FMLN, le dieron el nombre al haraquiri de “ajuste a nuestra táctica y estrategia”.
Esta situación creo malestar, inconformidad e incomprensión en los miembros del ejército guerrillero, porque después de estar combatiendo por mas de una década, de un día para otro les dijeron, muchas gracias que les baya bien.
En su lugar se formaron pequeños grupos de guerrilleros ambulatorios, para mantener entretenido a la fuerza armada mientras negociaban.
Las consignas históricas de lucha fueron reemplazadas en la práctica política y militar de los comandantes Joaquín Villalobos, Eduardo Sancho, Leonel Sánchez Cerén y Schafik Jorge Handal, por:
• ¡Revolución o Negociación!
• ¡Patria Libre o Acuerdo de Paz!
El comandante Marcial deseaba que llegara Salvador Guerra porque era un compañero que se había ganado la confianza en el campo de batalla desde que se inicio el conflicto armado, y quería que fuera su sucesor.
Marcial no quería que eligieran a Leonel González, porque lo consideraba cercano del PC, los comunistas siempre se opusieron a la lucha revolucionaria como medio para instaurar la paz y la democracia en El Salvador.
Sin embargo, después de la muerte del comandante Salvador Cayetano Carpio, se anunció que Leonel González tomaba su lugar, era alguien de quien los combatientes nunca, jamás habían oído su nombre hasta esa fecha, era un perfecto desconocido.
Leonel llegó a Chalatenango, a trabajar allá, y se le informó a los combatientes que hasta que se realizara el Séptimo Consejo Revolucionario, él iba a estar al frente de la organización, y empezó a tomar las decisiones.
Leonel no tenía voz de mando, ni carisma, era parco, tampoco era amigable, los compañeros en lugar de acercársele se le alejaban, no daban deseos ni de saludarlo.
Cuando Leonel González llegó a Chalatenango a Cecilia la dejaron trabajando con él, ya no con Dimas Rodríguez, le correspondió quedarse en el campamento de la comandancia, era un campamento sedentario, estaban casi todo el tiempo ahí, si había invasión con anticipación se sabía por donde iba el operativo, ellos salían por la otra punta, nunca se ponía en riesgo, porque ahí se manejaba toda la información, comunicación, rastreo, todo ese aparataje siempre se movía antes de que entrara el operativo militar.